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Capitulo veintidos



HARRY JAMES POTTER Y ARABELLA WALBURGA POTTER

JULIO 1980





















Durante la noche, Kendra no había podido dormir del todo bien, sintiendo pequeños dolores en su vientre.

James despertó temprano, ninguno de los dos pudo dormir bien, mientras Kendra se quejaba él intentaba buscar una forma de aminorar su dolor. Ella se negaba rotundamente a ir a San Mungo.

— ¿El dolor sigue? — preguntó James entrando con una taza de té y un poco de pan.

Kendra intentó sentarse en la cama soltando un suspiro.

— Si — se quejó. — Se lo que es, son contracciones, si se vuelven más frecuentes iremos a San Mungo.

James le dio la taza y ella sorbió un poco del té.

— Preparare la maleta — el azabache se puso de pie.

Kendra veía como James sacaba dos cambios de ropa para ella, y uno para él. Habían preparado la bolsa del bebé desde hace un mes solo era cuestión de tomarla e irse.

— Creo que dormiré un poco, no he podido dormir.

El azabache se acercó a la embarazada ayudándola a recostarse nuevamente. La arropo como si fuera un bebé y dejó un beso en su frente.

James se puso a pensar en todas las cosas que sucedieron tras la muerte de sus padres, se enteró que iba a ser padre y a pesar de que tenía miedo por no saber cómo actuar ante la llegada de su hijo y si sería un buen padre como lo fue el suyo.

¿Sus padres estarían orgullosos de él? ¿Querían a su hijo? Tantas preguntas que jamás tendrían una respuesta, bueno, al menos sabía la respuesta de su hermana. Coraline estaba feliz de verlo con una familia y con sus hijos, solo estaba en desacuerdo con la elección de madre que eligió.

Con tantas cosas en su cabeza, el azabache no escucho cuando Kendra despertó una hora más tarde quejándose.

— ¡James! — gritó la de ojos verdes.

El azabache corrió escaleras arriba al escucharla, por sus venas corría el miedo, no queria que algo malo le sucediera a la madre de su hijo.

— ¿Qué sucede? — preguntó James tras llegar con la respiración agitada.

— Es... es hora ir a San Mungo — susurro Kendra sosteniendo su vientre.

Con ayuda de James bajaron las escaleras, el azabache cargaba las maletas en uno de sus hombros. Abrió la puerta de la casa para llegar al auto que habían comprado, ayudó a Kendra a entrar en él para después dejar las maletas y asegurarse de la puerta de su casa.

































En la memoria de James había un bucle, no recordaba como es que llegaron a San Mungo, ni como es que ahora tenía una herida en su ceja izquierda.

— ¡¿Donde está?! — preguntó una voz alterada. — Señorita, solo busque es Kendra Salazar.

La voz de Sebastian Grindelwald tan demandante e imponente asustaba a cualquiera que estuviera cerca. James se intentó levantar de la camilla donde estaba, pero la enfermera lo detuvo.

— Si se mueve, señor Potter tendrá una cicatriz — le indicó amablemente.

— Aquí estas — Sebastian había corrido la cortina donde estaba James.

— Señor le pido amablemente que...

— ¿Dónde está mi hermana? — Sebastián había levantado su mano para que la enfermera se callara, preguntando directamente solo a James.

— Es cirugía.

— ¿Qué diablos pasó? — preguntó Grindelwald cruzándose de brazos.

El azabache soltó un suspiro, la enfermera dejó de curar a James y se retiró.

— Veníamos de camino al hospital, estaba teniendo contracciones, alguien se interpuso en el camino y chocamos.

Sebastian se pasó la mano por su rostro desesperado. Se acercó al azabache en la camilla tomándolo del cuello de su ropa varios de los presentes cercanos a ellos intentaron intervenir.

— Si algo le sucede a mi hermana, te aseguro que no volverás a procrear hijos — lo soltó.

Sebastian dejó a James en el suelo para acercarse a Albus Dumbledore que acaba de recibir información de su sobrina.

En la sala de espera estaban los demás amigos, Lily junto a Remus y un pequeño bebé entre sus brazos, un niño. Ariana se había quedado en casa junto a su hijo. Sirius también estaba acompañado de Credence.

— Papá — lo llamó Credence. — ¿Mamá se va a morir?

La pregunta de Credence hizo que todos lo miraran, incluso James quien no pudo evitar agachar la cabeza pensando en qué tal vez el accidente fue su culpa.

— Hijo... — Sirius se acomodó para verlo. — Tu mamá es muy fuerte, ella a logrado lo que muchos no pueden.

— ¿Qué es?

— Casi morir cinco veces — respondió Sebastian. — Credence, tú madre es la persona más valiente que conozco, no te dejaría solo nunca.

— ¡¿Por qué nadie quiere darnos información de Kendra Salazar?! — la voz de Walburga Black se escuchó por la estancia.

Sirius se levantó al igual que Credence quien corrió hacia su abuela al verla.

— En este hospital no saben darle información a la familia, son una porquería — se quejo Bellatrix. — ¿Si saben quienes somos verdad? Podemos hacer que en un chasquido cierren este lugar.

— ¿Qué hacen aquí? — preguntó Sirius confundido. — Bella cállate, le enseñas malos modales a mi hijo.

— Escuchamos lo de Kendra — dijo Regulus apareciendo detrás de su madre. — No creías que la familia no se iba a apoyar.

Credence volvió a sentarse junto a su abuela quien intentaba calmarlo. El silencio en la sala se volvía un reloj de arena que los carcomía al pasar el tiempo.

James estaba desesperado, quería saber que sucedía con Kendra, con su hijo. Pero ni siquiera Albus Dumbledore lograba conseguir información sobre su sobrina.

Cerca de las ocho de la noche el doctor salió buscando a los familiares.

— Familiares de Kendra Black — la llamó.

— Nosotros — dijo Sebastian levantándose. — Es Salazar.

— Lo siento, en su hoja de registro dice que su esposo es Sirius Black, por eso pedimos su firma cuando la paciente ingresó — informó el doctor. — Como mencionamos al señor Black, tuvimos que hacer una operación de alto riesgo, donde debíamos tener en prioridad la vida de la madre o del hijo, la operación ha sido exitosa, los tres se encuentran con vida.

— Espere — lo detuvo Sirius tras escucharlo. — ¿Los tres?

— La señora Black... disculpe Salazar se encontraba embarazada de mellizos, una niña y un niño — informó el doctor. — Solo dos pueden pasar a verla.

— Ve tu — dijo Sirius mirando a James. — Eres el padre.

Sebastian y James caminaron acompañando al doctor escuchando detrás suyo las celebraciones de la llegada de los nuevos integrantes de la familia además de saber que Kendra estaba con vida.

Al llegar a la habitación, Sebastian visualizó a su hermana quien aparentaba estar dormida, pero en realidad miraba a los dos bebes que estaban cerca.

— Por favor, no vuelvas a asustarme así — rogó Sebastian a Kendra. — Deja de intentar visitar a Klaus.

— No es mi culpa que me extrañe tanto — bromeo Kendra. — ¿Cómo está papá?

— Aberforth no vino, ni siquiera...

— Hablaba de Albus — lo interrumpió Kendra. — Creo que le debo una disculpa a nuestro padre. — los ojos de Kendra recorrieron a Sebastián para encontrar a James. — ¿No piensas saludarme?

James evitaba a toda costa el contacto visual con Kendra, cuando entró a la habitación logró ver la herida en su brazo, en su labio y en su cabeza, sin contar que tuvieron que hacerle una operación.

— Déjame decirte Potter que no fue tu culpa — al parecer Kendra había logrado leer sus pensamientos. — Dos mortifagos se interpusieron en nuestro camino, ambos luchamos como pudimos pero eso no evitó que nos ocurriera un accidente.

Sebastian sostenía en brazos a la pequeña niña.

James aún con miedo se acercó hasta donde estaba su hijo sosteniéndolo con cuidado para que no se cayera, era tan pequeño y delicado.

— Son tan pequeños — susurró James.

— Ja, no le digas eso a la persona que lo saco — se quejo Kendra. — Sebastián — el rubio la miró. — ¿Quieres saber sus nombres?

— Me encantaría si uno se llamara Sebastian Junior — bromeó el Grindelwald.

James se acercó a Kendra con su hijo en brazos esperando escuchar los nombres finales para ambos.

— Él es Harry James Potter — señaló a James con el niño en brazos. — Y ella, Arabella Walburga Potter.

Sebastian se sorprendió.

— ¿Walburga?

— Nunca tuve una madre en mi vida que me enseñara lo que es amor — Kendra se sincero. — Pero desde que la familia Black me acogió como una de ellos, Walburga se ha portado como la madre que nunca tuve, tal vez para Sirius y Regulus fue una persona pero conmigo ha sido diferente.

El azabache besó la cabeza de Kendra en señal de apoyo, se acercó con Harry en brazos dejando que Kendra lo cargara, el miedo tras sostener una pequeña vida entre sus manos, pero eso solo le hacía saber una cosa, mientras estuviera con vida nadie se atrevería a tocarle un cabello a sus hijos, y ahora más que nunca debía encontrar la manera de derrotar a su tío: Tom Riddle.

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