Capitulo treinta
DELPHINI RIDDLE
SEPTIEMBRE 1981
El pasar de los días debilitaba a Kendra cada día más, el cuervo se ensanchaba con ella día y noche, torturándola hasta el cansancio para repetir la misma rutina al día siguiente.
Kendra seguía sin descubrir cuál era la verdadera identidad del cuervo, siempre que entraba estaca cubierto y su voz no era suya.
Sus ojos se entreabrieron al escuchar el llanto de un niño, sería posible que allí tuvieran alguno. Sabía que Tom era cruel, lo comprobó con su propia hermana, pero causarle el mismo daño dos veces, a otra persona...
La puerta de su celda se abrió dejando ver que el cuervo nuevamente apreció.
— ¿Otra vez estás aburrido?
— Tendremos una conversación tú y yo — dijo El Cuervo entrando con una silla. — Me dirás donde están tus hijos, Harry y Arabella, a menos que quieras desees que vaya a buscar a Credence.
Kendra sintió como su corazón se detuvo al escuchar la mención de su primogénito, se asustó al pensar que Tom tenía conocimiento de él.
Ella no respondió. Kendra no respondió. Deseaba poder advertirle a Sirius, decirle que se fuera de Londres con Credence que lo llevará a un lugar seguro.
Uno donde ambos estuvieran a salvo, donde nadie pudiera hacerles daño.
El Cuervo llevó sus manos hasta la capucha que cubría su rostro revelando su verdadera identidad.
Coraline Potter.
— Por si tenías alguna duda, se quien es Credence Salazar o mejor dicho Credence Black — dijo Coraline mirándola.
— Siempre creí que eras una persona despreciable — dijo Kendra mirándola. — Pero que te atrevieras a lastimar a tus propios padres...
— ¡Fueron un daño colateral! — gritó Coraline. — El Señor Tenebroso no tenía la intención de lastimar a mis padres, fue mi culpa por que tú no saliste herida cuando te escápate con Jennifer.
Kendra sentía una ira en su cuerpo, ahora todas las piezas del rompecabezas encajaban, él por qué todo el tiempo los mortifagos la atrapaban en cada una de sus misiones.
— Fue tu culpa que me atraparan en cada una de mis misiones, me culpabas de cada rasguño que tenía tu hermano en la cara ¡Cuando era tu culpa! — exclamó Kendra. — Todo este tiempo me has culpado a mi por algo que causaste tu, eres tú quien me ha delatado y me culpabas a mi de trabajar con Tom.
— ¡Es tu culpa! — Gritó Coraline levantándose de aquella silla. — Fuiste tu quien hizo todo esto...
— ¡Dime que te hice! — Kendra estaba molesta. Era el momento de la conversación que nunca tuvieron. — ¡Dilo ahora!
— ¡Tu nunca me viste! — grito Coraline. — Siempre fue Sirius Black, siempre. Pero jamás me viste a mi, estuve a tu lado todo el tiempo, pero nunca me notaste.
Kendra recordaba como Coraline en la escuela se intentaba acercar a ella, pero de la noche a la mañana se fue junto a Delphini Riddle.
— ¿Todo esto por un amor no correspondido? Tu estabas con Delphini Riddle — la miró. — Siempre estuviste con ella, cuando ella me golpeó, cuando me molestaba, cuando mató a mi hermano, siempre estuviste con ella.
Coraline se levantó acercándose a Kendra para mirarle. Las cadenas de Kendra eran la única excusa que le detenía de atacar a Coraline.
— No fue Delphini quien asesino a Klaus, todo este tiempo te has estado engañando querida, Kendra — dijo Coraline mientras se acercaba a paso lento. — Fui yo, y tú me quitaste a Delphini.
Kendra sentía la molestia inundarle la piel, ahora entendía las palabras de su madre cuando le advirtió que el asesino de su hermano estaba cerca suyo, su talón de Aquiles siempre estuvo cerca, demasiado.
— Tu hermano, tú madre y ahora tus hijos — enumero Coraline caminando en círculos alrededor de Kendra. Tomó del cabello a la castaña de ojos verdes jalándola hacia atrás. — ¿Vas a decir donde están?
— Tendrás que asesinarme, como lo hiciste con mi hermano — respondió Kendra. — Me quítate todo, a mi hermano, a mi madre. Responde, Coraline, ¿Fuiste tú quien asesino a Saori u Marlene?
Coraline la soltó, golpeó el costado de Kendra para luego comenzar a caminar hasta la salida arrastrando la silla consigo.
— Si — respondió Coraline mirándola directamente a los ojos. — Marlene me descubrió, y se lo estaba por decir a Saori no podía dejar que todo el plan que he preparado todos estos años se fuera a la basura por culpa de McKinnon, yo no sabía que tenían a Eros.
Kendra quería soltarse de aquellas cadenas que le apretaban las manos, pero no podía hacerlo, no había nadie en aquel lugar que la ayudara y Bellatrix no era una opción, los Black ya estaban en bastante peligro por culpa de ella.
Ojalá los Black nunca le hubieran dado su lealtad. Ojalá jamás hubieran sabido de su existencia.
— El Señor Tenebroso te necesito con vida, y tú no mereces una muerte rápida.
Kendra gritó, grito con las fuerzas que le quedaban y el dolor en su pecho.
Pataleo, jalo las cadenas logrando lastimar aún más sus muñecas, estaba dolida su hermano murió a causa de una mujer que se había obsesionado con ella, su madre pagó los platos rotos de sus decisiones.
Entrada la noche Kendra logró escuchar unos rasguños en la puerta.
— ¿Quién está allí? — gritó.
No tenía la fuerza suficiente para aguantar a alguien más esa noche, no estaba preparada.
— Soy yo — dijo la voz de una niña.
Kendra levantó la vista encontrando unas rendijas donde estaba una niña.
— ¿Cuál es tu nombre? — preguntó Kendra al verla, físicamente aparentaba tener la edad de Credence.
— No tengo nombre — negó la niña. — Mi madre no me ha puesto uno, y mi abuelo no me quiere ver, dice que me parezco mucho a su hija.
Kendra hizo una mueca.
— ¿Cómo se llama tú mamá?
— Cora y Delfi— respondió la niña cambiando los nombres. — Desde que mamá Delfi murió, mamá Cora no me hace caso, dice que ella hubiera preferido que yo me hubiera ido y no mamá.
Kendra supo que no todas las personas merecían ser madres, y que no todas las quienes deseaban serlo podrían tener hijos.
— Te... ¿Te gusta el nombre de Sam? — cuestionó Kendra mirando a la niña.
— Si.
— Te diré Sam, puedes decirme Ara o Bella — dijo Kendra.
La Salazar se dio fuerza a su misma para soportar lo más que podía para salir de allí con vida, sacar a esa pequeña niña de las garras de Cora y Tom, era un alma pura que estaba siendo lastimada, Tom esperaba que su pasado se repitiera con su nieta.
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