Capitulo trece
REGRESARON
MAYO 1979
La cueva en la que vivía Jennifer no era demasiado grande o pequeña, pero lograba que por primera vez Kendra sintiera un hogar.
Jennifer había sido quien canalizó su brazo para las bolsas de sangre. James se encargaba de hacer guardias mientras madre e hija pasaban tiempo juntas.
— Él es Credence — Kendra sacó una fotografía de su hijo que llevaba.
Jennifer la tomó mirándola, sonrió al ver la imagen del pequeño niño.
— Se parece a Nick cuando era pequeño — río Jennifer. — Extraño a tu hermano.
Kendra cerró los ojos y una pequeña lágrima resbaló de su mejilla.
Hablar de Klaus era un tema que nunca soporto, de no ser por Sebastian tal vez ella se hubiera hundido en una profunda depresión.
— Lo extraño todos los días.
Jennifer acarició la mano de su hija, las dos perdieron a alguien que amaron, pero Jennifer había perdido a un hijo y ese dolor nunca lo había podido quitar.
— Cuando tu hermano murió le pedí a Aberforth estar para ti en su funeral, claramente me lo negó dijo que ya te había hecho el daño suficiente.
Kendra cerró los ojos tras escucharla, su padre ni siquiera en su momento más vulnerable dejó que su madre se acercara a ella. Cada minuto lo odiaba más.
— Fui yo — Kendra la miró. — Fui yo quien le dijo a Albus que te hablara de la profecía, la escuché y lo llame, sabía que hablaba de ti mi dulce niña.
Jennifer acarició la mano de su hija, estiró su brazo para abrazarla. Por primera vez en casi veinte años Kendra podía sentir el amor maternal entre sus brazos y lo adoraba.
— El amor es debilidad mi dulce niña — quito un mechón de su cabello. — Pero he visto como te mira ese chico, y es esa clase de amor que te vuelve loco, te deja sin defensas y te arranca todo de tu alma. Lo sé, porque así fue como ame a Killian.
Kendra guardó silencio, claro que ella había amado antes. Amo a Klaus, ese amor incondicional de hermanos, ama a los Grindelwald y a Ariana como a unos hermanos y ama a Albus Dumbledore como si fuera su propio padre.
Sabía de qué clase de amor hablaba su madre, pero la única vez que ella amo con tanta intensidad le rompieron el corazón, sus piezas tuvo que unirlas ella misma con hilo y aguja, aún sangraban si se detenía a pensar en ellas lo suficiente.
El ruido de alguien entrar corriendo alertó a ambas mujeres, James había llegado junto a ellas con el rostro preocupado.
— Tenemos que irnos, nos encontraron.
Jennifer y Kendra guardaron las bolsas de sangre en un maletín que Albus le dio.
— Tienen que irse — les alentó Jennifer.
— ¿Qué? No. No me iré de aquí sin ti, madre — negó Kendra.
Jennifer sonrió al escuchar como la llamó, siempre quiso escuchar a sus hijos llamarla madre y ahora lo tenía.
Tomó entre sus manos el rostro de su hija. — Tienes lo mejor de mi en ti, lo mejor de Killian a pesar de no llevar su sangre eres lo más parecida a él al igual que lo era Klaus. Necesito que luches mi niña, que ganes. Solo un Salazar puede derrotar a otro Salazar.
Kendra negaba. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas al igual que en el rostro de Jennifer.
James tomó el maletín entre sus manos para acercarse a Kendra y llevársela.
— Kendra — la llamó Jennifer. — Él asesino de tu hermano esta cerca tuyo, mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más.
El azabache jalo a Kendra de la mano para que ambos salieran por un pequeño túnel. Mientras más caminaban la castaña sentía que se sofocaba, los lugares pequeños ya no serían sus favoritos.
Al sentir los rayos del Sol sobre su piel descubrieron que estaban afuera, para mala suerte cuatro mortifagos los estaban esperando.
Espalda con espalda. Si tenían que luchar lo harían hasta su muerte.
Ambos alzaron sus varitas, pero no lograron lanzar hechizo alguno, dos de ellos derrotaron a sus compañeros asesinándolos al instante.
El más bajo se quitó la máscara revelando a Regulus Black.
— Andando, nos han enviado aquí por ustedes y debemos escoltarlos hasta Hogsmeade — pronunció Regulus.
Bellatrix hizo una reverencia ante Kendra confundiendo a James, ¿qué no se suponía que ellos eran los malos?
— Lady Black — la nombró Bella. — Debemos llevarlos hasta la Orden, el viejo quiere verlos han estado afuera mucho tiempo.
Desaparecieron de aquella montaña donde lo último que Kendra vio fue como la cueva en la que su madre vivía se vino abajo.
Al aparecerse en el bosque de Hogsmeade comenzaron a caminar hasta la entrada del pueblo mágico, seguía tal y como lo recordaban, solo y sin vida.
— Hasta aquí podemos llevarlos — informó Bellatrix.
— Tenemos que regresar antes de que se dé cuenta que no estamos — dijo Regulus.
— Muchas gracias — agradeció Kendra.
— El código Black te protege.
Bella se acercó a Kendra dándole un corto abrazo que sorprendió a la ojiverde.
— Dale un beso a mi sobrino y dile que su tía favorita lo extraña.
Kendra y James continuaron el camino al ver a ambos primos Black desaparecer. Ninguno hablo, la de ojos verdes sentía ese vacío en su pecho, su madre dio su vida por ella.
Al llegar a Cabeza de Puerco vieron a Aberforth Dumbledore, Kendra tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no lanzarse sobre él y golpearlo, incluso James se autocontrolo.
Al entrar en la habitación donde los miembros de la orden estaban reunidos siendo recibidos por sus seres queridos.
El Grindelwald soltó un suspiro al verla entrar, la inspeccionó en búsqueda de alguna herida terminando por abrazarla.
Kendra se volvió a sentir aquella chica de quince años cuando su hermano murió y era Sebastian él único que pudo consolarla.
— Mi... mi madre murió — susurró Kendra.
Sebastian la aferró a su cuerpo, sintiendo como ella temblaba. Las pocas veces que la vio llorar eran contadas y cada una de ellas se prometió que la haría enormemente feliz.
Sebastian abrió su boca para decir algo siendo interrumpido por la puerta.
— ¡Mamá!
La conocida voz logró hacer que los presentes miraran aquel niño, el pequeño corrió hacia Kendra dejando en shock a más de uno. Sirius entró detrás de Credence sabiendo que era hombre muerto.
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