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Capitulo siete





ARTHUR WEASLEY


FEBRERO 1979









Los rumores acerca de cráneos de serpiente y plumas de cuervo en las casas se hacía cada vez más fuerte.

La Orden había recibido una alerta de un objeto maldito encontrado en la casa de una señora muggle, siendo su misión escoltar a Arthur Weasley hasta dicha casa.

Albus estaba tomando la costumbre de juntar a Kendra en las misiones con James Potter y Remus Lupin.

— Oh vamos Kendra, al menos cuenta algo — intentó convencerla James.

Ella nunca hablaba, solo hacía su parte de la misión y ya, incluso en ocasiones el azabache llegaba a creer que no les caía bien a la de ojos verdes.

— Ya viene — respondió Kendra viendo una sombra a lo lejos, se trataba de Remus escoltando a alguien.

— Le dije a Dumbledore que no era necesario tantas formalidades — habló Arthur al estar cerca de ellos.

— Sabes como es Albus— respondió Kendra sorprendiendo a los otros dos chicos por la forma en que llamó al profesor. — Te envió a su mejor aurora.

— Los mejores querrás decir — corrigió James.

— Andando — respondió Kendra ignorando el comentario de James.

Arthur dirigía el camino con Kendra detrás suyo, James y Remus les seguían de cerca buscando indicios de algún ataque, todo estaba despejado.

Arthur tocó la puerta varías veces, Kendra notó que solo estaba una luz prendida en lo que indicaba ser la sala, pero movimiento en la parte de arriba, algo no estaba bien, una mujer abrió.

— Buenas noches señora Clark — saludó Arthur amablemente — He venido por el objeto que me comentó.

— Oh si si — dijo la mujer dejándolos entrar. — Ha estado aquí desde hace un tiempo una mujer lo trajo y desde entonces han pasado cosas extrañas en esta casa.

Kendra miró con atención cada rincón de la casa, no había señales de que fuera una trampa, pero su sentido le decía que algo andaba mal desde el primer momento que piso esa casa sintió una magia extraña.

Siguió buscando en cada rincón de la casa, pasó nuevamente por una vitrina que vio cuando llegó, la miró fijamente dándose cuenta que una de las figuras se había movido. Estuvo unos segundos allí hasta que se movió de nuevo como si la estuviera mirando fijamente.

— ¡Mierda! — murmuró. — ¡Es una trampa!

El grito de Kendra fue tarde, cuando James la escuchó vio como la señora delante suyo y de Arthur se transformaba en una serpiente, una Maledictus.

Remus corrió hacia Kendra quien lanzó un hechizo hacia la vitrina haciendo que el cristal se rompiera y todo empezara a caerse.

Las luces se apagaron y unas figuras entraron. Eran al menos seis mortifagos.

— Solo queremos a la chica — señaló Antonin Dolohov a Kendra.

— No la tendrán — James tomó de la muñeca a Kendra. — Tienen que pasar antes sobre mi.

— Bien — la voz de Alecto Carrow sonó a sus espaldas.

Kendra jalo a James para que se agachara al tiempo que vio un borrón pasar sobre sus cabezas. La de ojos verdes levantó su varita para atacar lanzando su hechizo hacia Amycus quien estaba cerca suyo.

Salieron de la casa al escuchando los pasos detrás suyo.

— Incendia — susurró Kendra con dirección a la casa esperando que esta ardiera en llamas.

A punto de salir sintió un rasguño en su mano de unas garras, Fenrir Greyback.

Salieron de la casa casi expulsados por el hechizo de Kendra. La castaña cayó al suelo siendo levantada por James arrastrándola lejos de aquella casa.

Ante sus ojos todo ardía en llamas, Kendra vio con atención las llamas eran hipnotizantes se soltó del agarre de James en un intento de acercarse a la casa en llamas, un viejo recuerdo en su memoria le pedía que entrara a la casa, que buscara respuestas a la Laguna mental que tenía.

James corrió hacia Kendra sosteniéndola de la cintura.

— Estas loca, vas a morir — le regaño James.

Un ruido trajo a la realidad a Kendra quien miró los ojos de James con atención.

— ¿Qué sucedió? — pregunto confundida.

— Es hora de irnos — les dijo Remus quien venía junto a Arthur.

Los cuatro se sostuvieron para hacer una aparición, el brazo de Kendra aun goteaba sangre.

Al aparecerse en la habitación de Cabeza de Puerco encontraron a una parte la Orden esperándolos al verlos llegar con el rastro de una batalla en sus rostros, todos se preocuparon.

— ¡Arthur!

— Molly.

Molly Weasley se encontraba entre los presentes esperando a su esposo quien al verlo corrió en su dirección para abrazarlo acompañado de sus hijos.

— ¿Porqué siempre que regresas estas herida? — pregunto Sebastian acercándose a Kendra tras verla sostener su brazo.

— Es un don — respondió ella encogiéndose de hombros. — Me he acostumbrado al dolor.

Albus entró en la habitación viendo a los demás que faltaban, soltó un suspiro al ver que Kendra llegó junto a ellos, la noticia de mortifagos buscándola lo asustaba día con día.

— ¿Qué mierda paso allá ?— pregunto Coraline a Kendra, como en cada misión. — En cada misión que estás algo sale mal.

— ¿Qué estas insinuando? — contraatacó la de ojos verdes soltando a Sebastián quien quería revisarla. — Adelante Potter, no te detengas.

— No vengas con esa cara de perrito asustado eres una de ellos, un mortifago — escupió Coraline bastante molesta.

— Tal vez lo sea y podría empezar asesinándote.

Coraline sacó su varita en dirección a Kendra, varias varitas se levantaron secundando a Kendra, todo era una verdadera pelea.

— ¡Ya basta Coraline! — gritó Sebastian haciendo brillar levemente sus ojos. — Kendra tiene la protección de los Grindelwald, si alguien le toca un solo cabello se las verá conmigo.

— ¡Suficiente! — gritó Albus Dumbledore deteniendo la posible pelea, todos bajaron sus varitas. — Arthur

Arthur quien seguía junto a Molly, miró al mago supremo que le llamó para dar su declaración.

— Fue una emboscada...

— Vaya que casualidad — soltó Coraline rodando los ojos.

— Cora— regaño Sirius a su amiga.

— Fue una emboscada, la señorita Kendra se dio cuenta y nos advirtió varios mortifagos estaban allí incluyendo a Nagini quien se hizo pasar por la mujer que nos informó — relató Arthur a Dumbledore.

La mención de Nagini hizo que Kendra se sintiera incómoda, sentía que sus secretos serían revelados en cualquier momento ante los demás miembros, Sebastian lo notó y pasó uno de sus brazos por su hombro dándole caricias a su brazo descubierto para tranquilizarla

— Será mejor que nos vayamos, Arthur, Molly los escoltare — finalizó Dumbledore la reunión.

Coraline salió de la habitación siendo arrastrada por Lily y James, los dos veían como la joven Potter quería asesinar a Kendra en cualquier momento.

Ariana sacó un pequeño botiquín para curar la herida de Kendra.

Sebastian caminaba de un lado a otro de la habitación fastidiando a Kendra.

— Ya suéltalo.

— Fue irresponsable — le regaño Sebastian. — La próxima vez debes negarte a una misión, tú seguridad está en juego.

— No voy a quedarme aquí sentada mientras ustedes pelean y tengo que ver como mueren — murmuro Kendra molesta por la actitud de Sebastián. — He visto mucha gente morir, ya no le tengo miedo.

Sebastián abrió la boca para reprocharle su comportamiento, la puerta se abrió interrumpiendo el momento. Sirius Black entró bastante molesto, caminando en dirección a Kendra.

Al verlo ella rodó los ojos, supuso que James ya le había contado lo qué pasó en la misión.

— Suéltalo.

— ¿En qué estabas pensando? — regaño Sirius levantando la voz. — Si llegarás a morir tendría que explicarle a Credence que su madre murió mientras buscaba algo en una vieja casa en llamas.

— ¡Kendra!

Sebastián y Ariana la regañaron, el primero tras escuchar las palabras de Black y la segunda por que se levantó en medio de una curación.

— Creí ver algo es todo — Kendra se levantó y miró a Sirius. — No eres nadie para venir a decirme que debo o no hacer y mi vida no es de tu importancia.

— Claro que lo es, eres la madre de mi hijo

— Exacto — lo corto Kendra. — Soy la madre de tu hijo y ya, no tu novia o tu esposa, no tienes responsabilidad conmigo.

Kendra camino hacia la puerta golpeando el hombro de Sirius al pasara por su lado, tomó la perilla entre sus manos dispuesta para salir.

— ¿Qué viste? — preguntó Sebastián deteniéndola.

Kendra suspiró, no se digno a verlo ni a quitar su mano de la puerta. — Creí ver a la figura de mi madre.

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