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Capitulo diez



TORMENTA

MARZO 1979






AVISO PUEDE HABER CONTENIDO +18 LEER BAJO CONSIDERACIÓN








Antes del amanecer, Albus cito a Kendra y James a las afueras de Hogsmeade.

La joven ya estaba en el punto acordado sólo faltaba James.

— Si sigue sin aparecer me iré sola — aseguró Kendra frustrada.

Sebastian rodó los ojos al escucharla.

Sirius se acomodó la chaqueta que llevaba puesta, se levantó temprano para ir por Credence, pero también para despedirse de su chica de ojos verdes.

A lo lejos, dos figuras caminaban en su dirección, se trataba de Remus Lupin y James Potter.

— Bien, es hora de irnos — les indico Albus al estar los dos presentes.

Sebastian abrazó a Kendra, sin decir palabras. Se conocían bastante bien para leerse entre líneas sus expresiones.

— No hagas nada estupido hasta que vuelva — hablo la castaña oscuro mirándolo.

— ¿Cómo podría? Esa eres tú.

Kendra golpeó el hombro de Sebastián con burla.

Sirius fue quien la abrazó, él Black tenía miedo, demasiado. Pensaba que algo saldría mal en la misión y terminarían envueltos en una batalla.

— Prométeme que lo cuidarás — susurro Kendra sin separarse.

— Siempre.

Kendra se acercó a Albus quien estiró su brazo para que ella lo tomara, poco después se les unió James quien siguió los pasos de Kendra, tomando el brazo de Albus.

Se desaparecieron delante de los presentes. Fueron tan solo unos segundos donde aparecieron en medio de un callejón.

Albus sacó de su túnica un pergamino entregándoselo a Kendra.

— Espero encuentres lo que necesitas, mi niña — la miró con esperanza y ¿miedo?

Kendra lo abrazó, pestañeando varias veces para no llorar. Sentía que era una despedida, pero ella aún tenía mucho por qué luchar.

Junto a James, los dos emprendieron camino rumbo a las afueras de Birmingham.









UNA SEMANA DESPUÉS








Una semana ha pasado desde que comenzaron la búsqueda de Jennifer Salazar, la cual estaba siendo un callejón sin salida. Cada pista que tenían parecía ser falsa y Kendra comenzaba a desesperarse.

Hablaban lo más mínimo, solo para descansar y dormir, hacían guardias, pero de los dos, la joven de cabellos castaños oscuros se veía cada día más cansada y como si le faltaran energías.

Caminaban por las calles sin ser vistos, o al menos eso querían pensar. Porque cuando una chica con una cosa cubriendo su cara no sería demasiado notorio.

Kendra dirigía el camino con James siguiéndole de cerca, durante el trayecto la ojiverde sintió un dolor en su cabeza logrando que tuviera una visión, se trataba de una habitación vacía, una serpiente arrastrándose por el pasillo y un hombre descalzo caminando hacia alguien hasta que un rayo verde apareció.

Kendra parpadeó intentando borrar aquella visión de sus ojos, debido a que su vista estaba nublada estuvo a punto de caer, siendo recibida por unos brazos que la rodearon.

James la aferró con fuerza para evitar que cayera.

— Estoy bien — intentó zafarse ella.

James ignoró su petición, caminando los dos juntos con él sosteniéndola, a simple vista cualquiera diría que se trata de una pareja de enamorados.

La ojiverde miró sobre su hombro encontrando a un hombre que los miraba.

— Alguien nos está siguiendo.

James fingió acomodarle la capa para ver a la persona detrás suyo, efectivamente los estaban siguiendo.

Intentaron caminar más rápido sin ser delatados, pero no funcionaba seguía detrás suyo. Kendra pensó en una opción para librarse.

Se recargó en una pared atrayendo a James.

— Bésame — ordenó.

— ¿Qué?

— Las demostraciones en público incomodan a las personas, bésame — repitió.

El azabache frunció el ceño ante la petición de la chica. Kendra rodó los ojos y atrajo a James hacia ella.

Sus labios se encontraron en un beso rápido, el azabache dudo entre seguir el beso o apartarse, terminó por ceder.

El hombre detrás suyo apartó la mirada tras ver la escena, se había equivocado, ellos no eran los aurores que Dumbledore envió a una misión.

Se separaron por la falta de aire, James sentía un hormigueo en sus labios al igual que estaban rojos, Kendra sentía que su pecho subía y baja por la situación, al igual que un fuego en su interior.

La lluvia comenzó a caer sobre ellos, teniendo que correr para cubrirse. Mientras corrían, Kendra estuvo a punto de resbalar por el tacón otra vez siendo atrapada por James.

Ella se sacó de su agarre, sentía que la piel de James le ardía por completo. Continuaron caminando hasta llegar a una casa que aparentaba ser abandonada.

— Estamos invadiendo propiedad ajena — grito James por sobre la lluvia.

— No es invadir cuando se trata de tu propia casa — respondió Kendra abriendo la puerta.

Entraron y el olor a polvo los inundó, la de ojos verdes no había estado en esa casa desde que tenía cinco años. Los recuerdos la invadieron por completo, una figura entre el polvo apareció transformándose en un dragón, Kendra levantó la mano para quitar el hechizo al igual que James levantó su varita.

El dragón desapareció al ver a su dueña. Comenzaron a caminar hasta la sala donde encendieron algunas velas.

Kendra se sacó la chaqueta negra al sentir su ropa empapada.

— ¿Qué estás haciendo? — preguntó James al verla.

— Estamos empapados, al menos que quieras una hipotermia quédate así.

El azabache vio su ropa, comenzando a quitar las prendas de su cuerpo quedando únicamente en ropa interior. Kendra se quitó el vestido quejándose en ropa interior que también estaba empapada.

Las miradas de ambos se veían en el otro, desvaneciendo por la anatomía del otro.

El calor en la habitación aumentó, al igual que el fuego dentro de Kendra. Los dos se acercaron al otro, el azabache pasó una de sus manos por la cintura de Kendra atrayendo a él, mientras Kendra lo atrajo de las mejillas para besarlo.

El beso comenzó a subir de intensidad aumentando, el azabache la tomó de las caderas haciendo que envolviera sus piernas en su cintura.

Kendra hizo su cabeza hacia atrás dejando que James repartiera besos en su cuello haciéndola disfrutar por el placer. Se sentaron en el sillón, estando James sentado y ella sobre él.

Los besos seguían, la habitación aumentaba de calor al igual que el fuego dentro de Kendra las manos del azabache parecían ser cubos de hielo que la hacían disfrutar, James pasaba sus manos por su cuerpo como si fuera una pieza de cerámica que tuviera miedo de romper, pero también tratándola como una reina.

James acarició su mejilla logrando que ella lo mirara, las pupilas de ambos estaban dilatas. — Cariño, yo caminaría por el fuego por ti, solo déjame adorarte.

— Soy el fuego y tú eres el hielo que está apagando mi ardor — susurro Kendra antes de besarlo.

En esos besos Kendra probó las cenizas de estrellas ardientes y galaxias desvanecidas, pupilas dilatas y caricias infinitas que fueron sentidas hasta el mismo universo.

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