Un mundo solo para dos (AU)
Magnus ingresó al bar y lo primero qué vio fue a la cabellera negra del hombre que estaba buscando.
Magnus había conocido a Alec en un café librería. El momento en que lo vio, se sintió atraído por ese hermoso muchacho.
El mayor se acercó al menor y vio que este sonrió, algo que hizo que Magnus sintiera que su pecho se encendía de ternura. En un momento, Alec le había contado que era nuevo en la ciudad y Magnus decidió invitarlo a salir.
Alec había parecido dudar, pero aceptó con cierta timidez.
-Hola- le dijo Magnus.
-Hola- le respondió Alec. Este estaba concentrado en un libro que estaba leyendo, pero lo apartó en cuanto llegó el mayor.
Ambos pidieron algo de beber mientras hablaban.
-Entonces, Alec- dijo Magnus- Que es lo que te trajo a Nueva York?
-Voy a presentar mi libro a una editorial para publicarlo- dijo Alec, con rastro de timidez en su voz.
-Así que eres escritor- dijo Magnus- Nunca conocí a uno.
-Solo soy un aficionado- dijo el ojiazul- Me gusta escribir, pero nunca nadie ha leído mis escritos además de mí.
-Entonces que fue lo que te impulsó a dar el siguiente paso?
-Mis hermanos secuestraron mi computadora y revisaron uno de mis proyectos. Me animaron a publicar.
-Entonces, hay que brindar por ellos y por lo qué hicieron.
-Que cosa?
-Lograr que te conociera.
Magnus dio un sorbo a su bebida.
***
Desde esa noche, Alec y Magnus empezaron a verse mas seguido. Habían salido a cenar y Magnus le presentó la ciudad a Alec. También fueron a museos y hecho picnics en el parque.
En un momento, ambos habían compartido su primer beso y en unos meses, Alec se había mudado con Magnus. El asiático estaba agradecido de haber conocido a Alec y a pesar de haber tener el corazón roto cuando lo conoció, Alec logró curarlo.
Un mundo tan grande, lleno de millones de personas, lograron conocerse y solo ser los únicos en el mundo.
-Sierra los ojos- le dijo Alec un día.
Magnus lo hizo.
-Abrelos- le dijo Alec.
Magnus abrió los ojos y vio que Alec le tendía su libro.
-Será publicado el próximo mes.
-Mi amor, te felicito.
Magnus rodeó la cintura de Alec y atrapó sus labios.
-Magnus, te amo.
-Yo también te amo, Alec.
Ambos volvieron a unir sus labios y eran momentos como este, en los que Magnus sentía que el mundo era de el y Alec. Un mundo solo para los dos.
Porque para él, Alec era único en el mundo.
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