Los ángeles no deben estar en el infierno (AU)
El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas.
Gabriel García Márquez,
Un señor muy viejo con unas alas enormes.
Francia, 1856.
Magnus entra en la carpa del famoso Circo de las Sombras y se sentó en una de las muchas gradas y que los circenses habían puesto para los espectadores. Un maullido suena de su mochila de viaje.
Magnus se acerca y le dice al pequeño al minino que guarde silencio antes que logre que los saquen, pues está prohibido entrar con animales.
Todo queda en silencio cuando entra el maestro de ceremonia.
-Damas y caballeros, niños y niñas. Ustedes, tendrán el honor de conocer a los sobrenaturales individuos de este circo.
Hombres lobo, vampiros, hadas, brujos, demonios y...un ángel.
Magnus tragó saliva.
Uno a uno, los circenses empiezan a aparecer y maravillar al público. Magnus ya los conoce perfectamente, pero de vista y por lo que le había contado Alec.
Claro, que esta no es su primera vez contemplar aquel extravagante espectáculo.
-Y ahora, adorado público- dijo el maestro- estamos en el final de este espectáculo. Pero lo último a veces es lo mejor.
Con ustedes, el inigualable, magnífico y fantástico...Ángel.
Las luces se apagaron y empezó a sonar una suave melodía francesa. Cuando la carpa deja de estar a oscuras, en lo más alto, un ángel mira el público.
Magnus se queda sin aliento, el ángel es tan hermoso cómo siempre.
El ángel desciende y empieza a bailar en el aire, al compás de la suave música. El público queda encantado con serafín.
Pero Magnus, al chocar los ojos del él y el ángel, pudo ver la verdadera tristeza en sus orbes azules. El vino al con la misión de rescatarlo del infierno, porque los ángeles no merecen estar ahí.
Cuando la función terminó, Magnus se acercó a la jaula del ángel. Cuidando que no lo descubran.
El estaba dormido en una esquina, sus pies y manos encadenados para que no escape. Magnus sintió una furia en su interior. Quién se atreve en su sano juicio encerrar a un ángel?
-Alec- le susurra Magnus para desesperarlo- Alec. Alec.
Alec levanta la vista, con sueño. Cuando ve que Magnus estaba allí, se incorpora rápidamente. Sus manos toman los barrotes y Magnus acaricia su mejilla.
-Viniste- dijo con alegría.
-Crees que te dejaría?-preguntó Magnus.
-Nunca dude de ti- le responde.
Magnus acerca sus labios a los barrotes y Alec los atrapa con los suyos, formando un beso.
Magnus nació en el seno de una familia de exuberante riqueza y cuando cumplió dieciocho, tomó una mochila, dinero y a su gato, y se fue de casa para cumplir su sueño de viajar por el país. En uno de esos viajes, llegó al circo donde conoció a Alexander.
Nunca olvidará su mirada triste, la lluvia en sus ojos. Pero le había parecido la criatura más curiosa y maravillosa que jamás había visto en su vida.
Después de la función, había intentado buscarlo. Logró encontrarlo.
Estaba encerrado en una jaula, los píes encadenados. Magnus intentó acercarse, pero el ángel se iba mas para atrás hasta que su espalda chocó los barrotes.
-No te haré daño- le dijo Magnus- Sólo quiero hablar.
Alec no respondió, pero se acercó a Magnus. Magnus le tendió una mano y Alec, sin bajar la guardia, la tomó.
Desde entonces, Magnus iba después de cada función sólo para verlo. En una de esas noches, trató de convencerlo a irse con él. Pero Alec no podía irse de un lugar al que consideraba su hogar.
-Esto no es un hogar- le dijo Magnus- Te tienen encerrado contra tu voluntad!
-Pero son la única familia que tengo- respondió Alec.
-Yo seré tu familia. Pero por favor, ven conmigo. Una familia de verdad no hace estas cosas.
Alec tardó unas pocas noches en aceptar.
Magnus apartó los recuerdos y sacó una ganzúa.
En poco tiempo, Alec quedó libre. Salió de la jaula y corrió a los brazos de Magnus.
Magnus dejó que Alec lo abrazara.
-A donde iremos?- preguntó Alec.
-Tengo una idea, ven.
Magnus le da a Alec una capucha que sacó de su mochila. El ángel se cubre completamente y toma la mano de Magnus.
***
En media hora, llegaron a una cabaña. Alec se quedó quieto en el lugar, mirando la habitación.
Magnus dejó sus cosas en el sillón y Presiente Miau empezó a correr por todos lados. Camina hacia la chimenea, toma unos pedazos de leña y empieza a preparar el fuego.
Magnus lo ve y camina hacia Alec, toma su mano y lo acuesta a su lado en el sillón frente a la chimenea.
-No quiero regresar- soltó Alec- No me hagas volver.
-Nunca te haré algo así- le dijo Magnus- No permitiré que estés lejos de mí.
-Por qué me liberaste?.
Las alas de Alec los envolvieron a ambos. Magnus atrajo más a su ángel.
-Porque los ángeles no deben estar en el infierno- le respondió
Alec se acercó más a los labios de Magnus y se basaron.
-Te quiero, Alec.
-No sabes lo feliz que me hace escuchar eso.
Y se acurrucaron más en buscar del calor del otro.
Gracias por leer💜
Espero que les gustara.
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