Después de 100 años (AU)
Canta aún?
Creí que el arpa, al pronto, lejos de sí arrojara cuando perdió a Erudice.
Percy Bysshe Shelley,
Orfeo.
El amor ingenioso quebranta las clausuras y puertas,
supera toda vigilancia y la considera muerta,
(...) las fuertes cerraduras le parecen abiertas.
Arcipreste de Hita.
Hace muchos años, en los tiempos en que había grandes emperadores y los hombres iban a terribles batallas en su nombre, los dioses iban a la tierra con el propósito de divertirse con los mortales.
Muchos de estos dioses y diosas habían tenido hijos con mortales. Estos hijos, se llaman semidioses.
Hombres y mujeres mitad humano mitad dios, cumplían las tareas que sus padres les mandaban.
Entre estos héroes, muchos llegaron a la fama: Perseo, hijo de Zeus quién mató al craken; Teseo, hijo de Poseidon, asesino del minotauro y uno de los reyes mas grandes de todos; Orfeo, hijo de Apolo, quién fue al Inframundo y regresó.
Y podría nombrar a muchos más. Pero otros, nunca fueron famosos en la historia de los humanos, pero sí en los corazones de su gente.
Y en especial la Alexander, hijo de Atenea, quien conquistó el corazón de un dios y logró lo que nadie jamás pudo hasta ahora.
***
Magnus podía ver desde el cielo, las brutales batallas que se estaban desarrollando en ese momento en la tierra.
La sangre corría y lo manchaba todo. Los muertos no se hacían esperar en aparecer.
Era un conflicto de aquellos que parecían no tener un vencedor. Solo muertos. Muertos en todas partes.
Pero poco le importaba los conflictos de los humanos. Magnus era un dios, y eso significaba que podía ver la vida humana como si fuera una vela. Una vela cuyo brillo es efímero. Una hoja, que vuela en el viento de la vida.
Pero eso no evitó que quisiera saber el resultado de la masacre. El campo tenía una extensión de muertos y la sangre. La sangre será la tinta con la que se escribiría esa historia!
Pero que batalla merece ser recordada, si ni hay vivos que la cuenten? Una de las más grandes pesadilla de los soldados: su nombre, solo un ápice de la gloria. Una batalla sin ganador.
Las viudas crecen, los huérfanos hacen cualquier cosa menos escasear. Y la muerte, la que se lleva todo.
El corazón de Magnus se llenaba de pena. Pero aún así pudo verlo. Aunque primero lo escuchó. Primero escuchó un susurro, una voz débil.
-Ayuda- dijo alguien.
Magnus empezó a buscar y lo vio.
Era un hombre de ojos azules, cabello negro y la piel que seguía blanca, aunque estuviera manchada de la sangre y sucia de tierra.
De quien era la sangre? De aliados? De enemigos?
No importa, la sangre sigue siendo sangre. La vida de un hombre, sigue siendo la vida de un hombre. Y una sola gota, es una más de miles.
Magnus tomó al soldado entre sus brazos.
-Tranquilo- le dijo el dios, aunque no supiera si se lo decía al soldado o así mismo- estarás bien conmigo.
-Eres- articuló el hombre-...hermoso. Eres hermoso.
Y cayó desmayado en los brazos de Magnus.
***
C
uando Alec despertó, se sorprendió al encontrarse en una cama suave y como el sol entraba por una ventana e iluminaba toda la habitación. Junto a la cama, había una silla con un plato de frutas, pan y una copa de agua.
Se sorprendió cuanta era la sed y hambre que tenía.
Alec se levantó y vio que tenía un vendaje y ropas limpias. No había notado siquiera que su uniforme había sido remplazado por otras ropas.
Se levantó, salio de la habitación y empezó a caminar por los pasillos. Parecía que estaba en un templo, pero no era así.
-Estoy en un castillo?- dijo.
Encontró la escalera y bajó hasta llegar a una gran sala. Había un trono.
Alec salió del edificio y vio como se extendía un bosque. Escuchó el sonido de las olas chocar junto a la orilla.
En que isla estaba y como había llegado?
Lo último que recordaba, era la batalla y ver morir a sus compañeros y a sus enemigos.
Alec siguió caminando hasta que escuchó una cascada y una voz cantar. Sin evitarlo, caminó atraído hacia la voz.
Y sus ojos se salían de sus órbitas al descubrir quién cantaba.
Un joven se bañaba en una cascada. Su cuerpo desnudo (su perfecto cuerpo desnudo) estaba ante él. Alec no podía creer que tanta perfección y belleza se encontraran en un cuerpo como ese. O en un trasero como ese.
Sip, había luna llena y no era de noche.
-Puede sentir el deseo emanar de ti, Alexander- dijo el desconocido.
El hombre se dio vuelta, y Alec vio...vio...nueces grandes que lo tentaban a llevarlas a su boca.
Tenía hambre, recordemos que no era ardilla.
El hombre empezó a caminar hacia él y el deseo aumento. Pero, que era lo que su corazón empezó a sentir con solo ver ese par de ojos de gato? Por qué su corazón se detenía? Por qué sentía, que ahora había llegado la calma?
-Puedes ponerte algo?- preguntó Alec, invocando todo su autocontrol para no arrojarse sobre el extraño.
-Me gusta estar al natural- dijo el hombre- pero como eres el invitado.
El hombre chasqueo sus dedos y una túnica apareció, cubriéndolo. Alec saltó en el lugar.
-Eres un dios- dijo Alec, aún sin creerlo.
-Si- contestó- y lamento lo de hace rato. Tiendo a tener ese efecto en la gente.
-Quién eres?- preguntó Alec.
-Soy Magnus- contestó el dios- soy el dios del deseo y del fuego.
-Lo último que recuerdo, es estar en campo de batalla. Incluso creí que estaría cerca de ver las puertas del Hades- dijo Alec- Entonces te vi. Me salvaste y...gracias.
-No todos los días rescato morrales- contestó Magnus- pero no tienes nada de que agradecer.
-Que es este lugar?- dijo Alec.
-Una isla- dijo Magnus, seguido de una sonrisa- Creía que era obvio.
-No- dijo Alec, sin evitar sonreír- Me refiero en que isla estamos.
-Oh- dijo Magnus- Estamos en mi isla.
-Tienes tu propia isla?!- exclamó Alec. Pero se cayó cuando se dio cuenta de lo que dijo- Perdón, claro que tienes tu propia isla. Que dios no lo tendría? Fue un comentario bastante tonto.
-No lo es, Alexander- dijo Magnus- En esta isla nací y me crié. Aquí vivo.
-Es una bonita isla- contestó el otro, tratando de ser amable.
-Y eso que no la viste toda- le dijo Magnus- Ven, te la mostraré.
Magnus le tendió la mano y Alec se la quedó viendo, como si estuviera pensando si la tomaba o no. El de ojos rasgados pensó que quizás no fue una buena idea, pero el pensamiento cambió cuando el joven tomó la mano con rapidez antes de que pensara en apartarla.
Magnus sonrió y Alec le devolvió la sonrisa.
Mientras le enseñaba la isla, Magnus le contaba como lo había encontrado y que había decidido salvarlo. Lo llevó a su palacio y con ayuda de los espíritus de la naturaleza que allí vivían los habían curado.
-Puedes irte cuando quieras- dijo Magnus- Pero mientras estés aquí, eres mi invitado.
-Creo que me quedaré aquí un tiempo- dijo Alec.
-Entonces- contestó Magnus- será un honor tenerte como mi invitado.
Los días transcurrieron mientras Alec seguía recuperándose de sus heridas. Durante ese tiempo, había conocido a los espíritus de la naturaleza que allí vivían y que habían ayudado en sanarlo.
Magnus y Alec se volvían cada vez más cercanos con forme pasaba el tiempo.
Alec le contaba historias sobre las batallas en las que había participado y a la gente que había conocido. Le contaba sobre los sueños en los que su madre le hablaba y la vez que su padre lo llevó al templo de la diosa.
Magnus lo escuchaba con atención.
Magnus le hablaba a Alec sobre los lugares en los que había estado y le hablaba sobre los dioses que había conocido.
Ambos se la pasaban horas y horas hablando y conociéndose.
Incluso Magnus había aprendido a usar el arco porque quería que Alec le enseñara.
Magnus siempre le hablaba a Alec sobre héroes que había conocido y el solo lo escuchaba porque le gustaba escuchar a Magnus.
-Te digo la historia de Orfeo y Erudice?- preguntó Magnus una noche.
Ambos estaban en la playa. Magnus encendió una fogata para que Alec no tuviera frío.
-Siempre me gusta escuchar tus historias- dijo Alec.
-Orfeo era hijo de Apolo y como su padre, era muy bueno con la lira- empezó Magnus. Alec asintió- Orfeo se enamoró de una bella mujer, llamada Erudice. Muchas y muchos querían tener el amor de Orfeo, pero nadie excepto ella lo tuvo.
Alec asintió, se frotó un poco los brazos y se acercó al fuego. Pero por instinto (o algo más) empezó a acercarse a Magnus. Magnus se dio cuenta, pero continuó con la historia.
-Ambos vivieron felices, hasta que ella murió.
-Murió?- preguntó Alec. Ahora taba acostado en el pecho de Magnus.
-Si- cubrió con un brazo a Alec- Pero el fue al inframundo a rescatarla.
-Lo logró?- preguntó.
-No podía mirar atrás mientras salía- dijo Magnus- Pero lo hizo, el miró atrás justo cuando estaban a un paso de estar juntos.
-Y que pasó después?- preguntó Alec. Podía sentir el corazón de Magnus y se preguntó cuantas veces había deseado estar con el dios de esta forma, y se atormentaba por saber si el sentiría lo mismo.
-No pudieron estar juntos- dijo Magnus- hasta que el murió.
-Pocas veces encuentras un amor como el suyo-dijo Alec, mientras Magnus jugaba con sus cabellos- No todos irían al mismo infierno por el amor de su vida.
-Tu no lo harías?- preguntó Magnus.
-No por cualquiera- dijo Alec.
-Entonces- dijo Magnus, sintiendo que su corazón iba a mil por hora- esa persona sería la más afortunada en esta tierra.
Y Alec recordó la partida de su padre a la guerra. Pensó que nunca tendría un hogar de nuevo, hasta que conoció a Magnus.
Estar en sus brazos era como volver a estar vivo y en paz. Un paz tan hermosa y frágil, una tan bella como puede serlo la vida misma.
-Magnus- dijo Alec, mirando los labios del dios- Yo...yo...estuve pensando en que quiero...quiero quedarme.
-De verdad?- no lo podía creer.
-Quiero quedarme contigo- volvió a decir Alec- Pero si no quieres, está bien. Yo...
-Estás bromeando?- dijo Magnus- Claro que quiero que te quedes.
Alec soltó una risa, le encantaba ver la emoción de Magnus. Le encantaba todo de Magnus.
El dios, sin poder evitarlo, tomó a Alec en su brazos y giró en el lugar. Las risas de ambos llenando el ambiente.
Magnus, inconscientemente, acercó sus labios sus labios a los de Alec y los besó.
Alec se dio cuenta de lo que Magnus hizo y devolvió el beso sin pensarlo dos veces.
Estuvieron así un rato, hasta que se separaron. Magnus se quedó viendo al semidiós, sin creer lo que había pasado.
-Alec- dijo Magnus- yo...
-Callate- dijo Alec.
Luego, volvió a unir los labios con los de Magnus.
***
Se volvieron más unidos desde entonces. Había días en los daban largas caminatas por la playa, se quedaban hasta tarde haciendo el amor y días en los que solo se quedaban en la habitación que compartían.
Solían quedarse en la playa hasta muy tarde, Alec le enseñaba las constelaciones y Magnus le decía que bajaría todas las estrellas del cielo y se les daría.
-Eres hermoso- le dijo Magnus una tarde.
Ambos estaban en su habitación, disfrutando de la música que tocaba una dríada con su lira.
-Tu lo eres más- le dijo Alec, besando sus labios.
Ya había pasado un año desde que Alec había llegado a la isla.
-Siento que esto es un sueño- dijo Alec- y que pronto voy a despertar.
-Te prometo, mi amor, que soy bastante real- le dijo Magnus.
-Lo sé- dijo Alec- y nunca había sido tan feliz como ahora.
-Te amo, Alexander- dijo Magnus.
-Yo también te amo, Magnus- dijo Alec.
Te amo como jamas lo he hecho antes.
Fueron años maravillosos, pero Alexander seguía siendo humano y como todo ser humano, el cabello se tiñó de blanco y las arrugas no se hicieron esperar en aparecer.
Pero Magnus no lo abandonaba nunca. No le importaba que Alec ya no fuera ese apuesto soldado que había salvado hacía tanto tiempo, seguía siendo el hombre del que se enamoró.
-Por qué sigues conmigo, Magnus?- preguntó Alec un día- Ya no soy ese hombre del que te enamoraste. Fácilmente podrías encontrar a otro mortal.
-Estuve con muchos antes- dijo Magnus- Pero ninguno es como tú. No amé a ninguno como lo hago contigo. A donde tu vallas, yo iré contigo.
Y besó su frente y labios por última vez.
***
M
agnus caminó hacia el trono y tal como esperaba, Hades estaba allí.
-Muchos dioses han estado donde tu estás ahora- dijo- Que te trae aquí?
-Vengo por Alexander- dijo Magnus- Le prometí que lo seguiría a donde fuera.
-Sabes que está prohibido- dijo Hades- Las almas que llegan aquí no pueden irse.
-Pero aún así, hay historias que cuentan lo contrario- dijo Magnus.
-Hubo un hombre que estuvo donde estás parado- contó el dios- Él me ofreció una canción, la más hermosa que haya escuchado, a cambio del alma de la mujer que amaba. Que me ofreces tu? Desde aquí puedo ver el alma de Alexander, te está esperando en la orilla del Eliseo.
-Mi señor Hades- dijo Magnus- No tengo nada, excepto mi inmortalidad y mi vida.
-Y por qué ofrecer eso?- dijo Hades- Nunca antes un dios hizo algo así. Por qué quieres ser el primero?
-Por amor- dijo Magnus- Le prometí a Alec que lo seguiría.
-Entonces que así sea- dijo Hades- Pero sin un pago para el barquero, deberás esperar cien años.
-Por amor lo vale- dijo Magnus.
-Aunque fueran mil?- preguntó el dios.
-Aunque fuera mas de mil años- dijo Magnus- valdría la pena, sabiendo que así podría estar con mi Alexander.
Magnus esperó por años a que llegara su turno de cruzar y a pesar de fuera larga la distancia, podía ver a Alec desde la lejanía, esperándolo.
En ningún momento se distrajo de la vigilia, podía ver un par de ojos azules como si estos fueran un faro.
Y cuando se cumplió el tiempo de espera, Magnus fue el primero en cruzar al otro lado, donde un par de brazos lo rodearon y unos suaves labios besaron los suyos.
Los labios del hombre que amaba y que siempre lo haría.
Había esperado tanto que llegara ese momento. El momento en el que la separación terminara para siempre.
-Te he esperado por tanto tiempo, mi amor- dijo Alec- No quiero estar lejos de ti, nunca más. No lo soportaría.
Holaaaa
Espero que les gustara.
Que les pareció?
Gracias por leer💜
Besos😘
Caro.
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