☀ ¡Maldito Verano!
Si me preguntaran qué es la cosa que más odio en este mundo diría, sin pensármelo más de dos veces: el verano.
Esa horrible estación en la que hay miles de cosas que hacer y a la vez ninguna.
El calor en estas fechas siempre es insoportable; de hecho, pobre de ti si se te ocurre salir de tu casa en horas de mucho calor.
Y si todo eso pareciera poco, a tus amigas les invade el síndrome del baño y no hay ni un solo día en el que no escriba, una de ellas, por el grupo de WhatsApp: "¡Qué calor! ¿No os apetece ir a la piscina?"
Si algún aspecto positivo podía encontrarle a esta época del año es que durante un par de semanas podía abandonar el odioso ambiente de mi gran ciudad para irme a la "casa" de mis tíos, que a pesar de estar en una ciudad, esta no era tan grande y agobiante.
Mis oídos eran invadidos por la música de mis auriculares cuando sentí que el coche se detuvo en frente de una enorme mansión.
-Por fin hemos llegado.- Suspiré de alivio a la vez que dejaba una de mis orejas libres, para poder escuchar a mi familia.
-Bienvenidos, señores Gabbani.- Varios criados nos recibieron en la entrada.
-Pasen.- Nos dijo una joven.- Nosotros nos encargaremos de su equipaje y lo llevaremos a sus respectivas habitaciones.
Al cruzar las puertas de aquella gigantesca vivienda unas familiares voces nos saludaron.
-¿Qué tal, familia? ¿Cómo os ha ido el viaje?- Preguntó una voz femenina.
-En el coche hacía muchísimo calor, la verdad es que estábamos bastante desesperados por llegar.- Respondió mi padre.
-Era de esperar.- Añadió mi tío, un hombre de pelo color ceniza, después de reírse.- Igualmente, lo importante es que habéis llegado.
-¿Titos, dónde está Riccardo?- Les pregunté emocionada, claro que primero los abracé y les di dos besos en las mejillas como saludo.
-Nos dijo que se iba a jugar fútbol al campo de la Ribera con sus amigos.- Me informó mi tía.- ¿Aún recuerdas cómo llegar?
Asentí y subí a mi cuarto, que ya conocía de sobra, para tomarme una ducha, quitándome así el sudor de todo el infernal trayecto.
Finalmente, tras vestirme con una ropa cómoda y fresca, que no mostrase demasiado mi cuerpo, anduve por las calles de Inazuma.
Hasta que encontré a un grupo de chicos dándole patadas a un balón cerca de un río, quizás pasaron unos dos o tres minutos.
-¡Eh!- Un chico,cuatro años menor que yo, me saludaba con su mano derecha, al mismo tiempo que corría hacia mí.- ¡Cuánto tiempo sin verte, Alice! No sabes lo que te he echado de menos.- Me abrazó.
-Yo también te extrañé, Rick.- Después de corresponder su abrazo desordené su pelo, como solía hacer cada vez que lo veía.
Cuando habíamos confirmado que todos los acompañantes nos miraban confundidos, decidí comenzar con mi presentación.
-Encantada, soy la prima de Riccardo.- Hice una pequeña reverencia.- Me llamo Alice Gabbani, encantada de conoceros.
Tras hacer varias presentaciones más, me ofrecieron jugar al fútbol, propuesta que yo rechacé; más que nada, para no hacer mucho el ridículo el primer día.
En su lugar me senté al lado de un chico de cabello añil, peinado hacia un lado; costaba creer que un chico, aproximadamente por su altura, de mi edad estuviera con unos jóvenes de 13 y 14 años.
Claro que cuando veías en el campo a otro peli-azul igual a él, solo que más joven, se aclaraba sola la pregunta.
A ambos lados de sus manos reposaban, apoyadas en el banco, un par de muletas, por lo que se podía deducir el motivo de que no jugara con ellos.
-¿Vladimir?- Me miró esperando a que hablara.- ¿Te incomodaría si te preguntara por qué usas esas muletas?-Pregunté con una voz algo tímida.
-En absoluto.- Negó con la cabeza después de reírse levemente.- Simplemente estoy en rehabilitación a causa de una operación y las utilizo... Supongo que para lo mismo que todo el mundo.
-Culpa mía por hacer una pregunta tan tonta.- Tapé mi boca con mi mano derecha.- Perdón.
-Discúlpate mejor por tener que dejar la conversación.- Me sugirió Riccardo.- Mis padres me han llamado para decir que nos quieren allí cuanto antes.- Se colgó su bolsa de entrenamiento, en la que guardó su móvil.- Hasta mañana.
-¿H-hasta... mañana?- Me despedí mientras seguía los pasos de mi primo.
-Sí, mañana vendrán a la piscina.- Añadió despreocupadamente.- Desde hace tiempo ya estaba pensado.
-Ah... Qué bien... Supongo.- Susurré algo desanimada.
Cuando llegamos a la mansión los únicos que había en ella eran nuestros padres cocinando en una barbacoa con unos delantales y espátulas, algo no muy común.
-¿Papá...- Intentaba aguantarme la risa- ...qué te ha pasado? ¿Tienes fiebre?
Ver esa chistosa situación consiguió tranquilizarme; al menos, durante la deliciosa cena de carne.
Era la nonagésima-novena vuelta que daba, esa noche, en mi cama por culpa de pensar en lo que pasaría mañana.
Porque si algo detesto más que pasar calor, es estar en biquini o bañador.
Tal era mi insomnio que, con mi pijama, salí de mi habitación al jardín trasero, donde había unas hamacas cerca de la piscina.
-¡Maldito verano! ¿Es mucho pedir que te acabes ya?- Le suplicaba a las estrellas tumbada en una de las tumbonas al lado de la gran masa de agua.- ¿Es... Tan- El sueño cada vez me superaba más, hasta que finalmente me derrotó.
* * * Al día siguiente* * *
-¡Uno, dos y tres!- Sentí como varias manos me empujaban, haciéndome caer a la piscina.
-¡¿Pero vosotros estáis bien de la cabeza?!- Les grité a Riccardo y sus amigos cuando saqué mi cabeza del agua.- ¡Más os vale tener cuidado, os haré ahogadillas hasta hartarme!
Salí de la piscina y comencé a perseguirlos, con el pijama y el pelo mojado, por todo el jardín.
Los primeros en ser pillados fueron Rick y su amigo Gabi, los cuales calleron juntos al agua como buenos compañeros que son.
-¿Qué, está fresquita el agua?- Les pregunté desde el borde.
-Pues la verdad es que, sí.- La sonrisa del pelo ceniza se ensanchó.- Así que, si nos lo permites, nosotros nos quedamos aquí. Vosotros podéis retomar vuestra conversación de ayer.
-¿Cómo que: "vosotros"?- Me giré para encontrarme con el chico de pelo añil sentado en una tumbona.- Ah, hola Vlad.- Le sonreí.
-H-hola, Alice.- A simple vista su rostro lucía muy sonrojado, tanto que me senté a su lado y puse una mano en su frente.
-¿Te encuentras bien?
-N-nada que no se arregle cuando t-te vistas con algo que no se transparente tanto.- Sus ojos, a causa de la vergüenza o del nerviosismo, no se cruzaron con los míos en ningún momento.
Mis mejillas tampoco tardaron en arder al escuchar esas palabras.
Pero mi reacción no fue la más común en estos casos: en vez de salir corriendo a cambiarme, lo abracé fuertemente.
-¿Has estado corriendo detrás de los chicos todo este tiempo y es ahora cuando te preocupas de lo que podamos ver?- Suspiró pesadamente.- Bueno, qué se le va a hacer.- Se desabrochó su camisa y me tapó con ella.- Anda ve y cámbiate rápido antes de que se moje también la camisa.
Asentí y sin intercambiar más palabras corrí hacia mi cuarto para ponerme ropa seca, además de secar un poco mi pelo.
-Muchas gracias, Vlad.- Nada más regresar al patio le di un beso en la mejilla, a modo de agradecimiento para después extender su camisa en un lugar soleado y continuar charlando sobre cualquier otro tema que no tuviera nada que ver con lo sucedido hace unos minutos.
Lod días seguían pasando; a pesar de mi buena relación con mi primo, en ningún momento lo eché en falta, pues siempre estaba ese chico hablando conmigo: Vladimir Blade.
¿Por qué cuando empiezo a pasarlo bien siempre te acabas? ¡Maldito verano!
1320 palabras.
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