Capítulo 6. 🔥
Nelly
Me he levantado con un horrible dolor de cabeza, eso de combinar alcohol con marihuana no es nada bueno ni sano. Estoy segura que si mi padre estuviera aquí me diría: «Hija mía, eso no se debe hacer. Eres más fuerte que esto, tú puedes sola, no necesitas a nadie».
Mi papá siempre tuvo demasiada confianza puesta en mí. Siempre me apoyó en todo lo que yo quería hacer y en todas las locuras que hice. Me enseñó que no debo dejarme caer ante nada, ante ninguna situación por más penosa que sea... pero a veces me es tan difícil poder seguir, poder levantarme y continuar con el día a día. Siempre es tan difícil poder continuar.
Lo extraño tanto, demasiado. Me duele aunque hayan pasado algunos meses.
Me doy un baño, el agua caliente recorre cada centímetro de mi cuerpo desnudo. Me quedo bajo el chorro de agua con algunas lágrimas que bañan mis mejillas. No quiero seguir así, no quiero esta vida para siempre. No obstante, tampoco puedo escapar de mi destino.
Salgo de mi habitación, suspiro al darme cuenta que de nuevo tengo que hacer esto y que no tengo muchas opciones tampoco. Debo ayudar a mi madre en lo que sea.
Bajo a la zona de tiro y empiezo a disparar un poco para entrar en calor.
Jalo la corredera de la semiautomática, cierro un ojo y apunto hacia el objetivo, le bajo el martillo y le pongo el seguro, meto la pistola sobrante en la funda que llevo en la cintura, agarro el cuchillo, lo meto en mi tobillo y me acomodo el pantalón.
—¿A dónde vas? —Vera se acerca con unos papeles en la mano que no deja de ojear.
—A cobrar como cada mes. —Me cubro con la chaqueta—. Más tarde regreso. —Camino a la puerta, pero su voz me detiene.
—Nelly, no te olvides que hoy llegan los nuevos, necesito que los entrenes.
—Sí —contesto sin girarme a mirarla.
Salgo de la zona de tiro, subo las escaleras y doy la vuelta para llegar a la estancia. Me encuentro con varios chicos que están en fila, todos me observan. Carl les dice algo y después se gira hacia mí.
—Ellos son los nuevos, Nelly. —Extiende su mano izquierda y la derecha la pasa detrás de su espalda. Señala a los chicos que recorro con la vista.
En ningún momento me vi hacer esto, ya que quien lo hacía era mi papá.
—Gracias, Carl. —Le doy una palmadita en el hombro y paso por su lado. Miro a todos los chicos y ellos no tardan en evaluarme.
—¿Quién los mandó? —Me detengo.
Me poso frente a ellos.
Los franceses, los mexicanos, el barrio chino, los rusos... se escucha que dicen.
Son diez chicos en total.
—Tú, tú y tú. —Señalo al azar—. Se van con Carl por la cocaína, ustedes cuatro. —Apunto a los mexicanos—. Se van con Mike por las armas a Brownsville, y ustedes. —Observo a los dos castaños y al rubio—. Vienen conmigo a Queens. Vamos por lo que es nuestro. —Doy unos pasos y Carl me detiene del brazo.
—Con mucho cuidado, Nelly, ya sabes que a Vera no le gustan las fallas —susurra en mi oído.
—Que sí, entendido.
Les hago una señal a los chicos para que me sigan. Salimos de la casa en una de las furgonetas blindadas, veo al chófer que me sonríe antes de dar la vuelta para salir a la pista principal.
Los tres chicos van callados y por lo que veo, ninguno de ellos se conoce, puesto que ninguno ha abierto la boca desde que salimos de la casa.
—¿Cuáles son sus nombres? —Saco el codo por la ventana.
Los reviso por el espejo retrovisor y el rubio es el primero en separar los labios.
—Mi nombre es Seth, Seth Thomas. —Me devuelve la mirada. Es tan penetrante que tengo que rehuir.
Tiene los ojos color miel con algunos destellos verdes y unas bonitas cejas rubias bien tupidas. Su cabello es rubio con algunos mechones más cafés que otros y va peinado hacia atrás. Posee una nariz delgada y perfilada, una mandíbula bien cuadrada con una barbilla partida a la mitad y sus labios son carnosos, como para darle una buena mordida. Es guapo, tanto que podría ser modelo de Calvin Klein.
—¿Quién te mandó?
—Los Italianos. —Su voz es grave. Niego con la cabeza y resoplo molesta.
—Hemos tenido algunos problemas con ellos. Espero que tú no lo seas.
—Te aseguro que no.
Es lo único que dice.
—Mi nombre es Juan y me mandaron los mexicanos —comenta el otro chico, su acento mexicano es tan marcado. Yo sé que hace él aquí.
—Yo soy Pierre. —El solo oír su acento francés me provoca una estúpida sonrisa en la cara. Tienen un lindo acento.
Llegamos donde está el bar La Diva. Pete entra primero y yo detrás de él con los tres chicos siguiéndome. La gente del encargado se hace a un lado al percatarse de las armas que llevamos en las manos.
Pete patea la puerta y una chica que está entre las piernas de Marlon grita y se levanta.
—¡¿Qué coño pasa contigo, Nelly?! —gruñe el brasileño un tanto molesto—, ¿no te enseñaron a tocar la puta puerta? —escupe.
La chica pelirroja tiembla, me acerco a ella y la agarro del codo. La saco de este asqueroso lugar y cierro la puerta. El chico rubio me mira.
—¿Ya tienes lo de Vera? Sabes que no le gusta que te retrases.
Camino al escritorio y me siento en una de las esquinas, Marlon me observa y unas gotas de sudor caen por su frente. Cerdo asqueroso, maldito malnacido. Se aprovecha de las pobres chicas que han tenido la necesidad de tener que trabajar para él, las vende por unos cuantos dólares y las obliga a hacer cosas insanas. No puedo creer que él teniendo familia y hermanas haga este tipo de cosas, pero qué va a sentir un ser como él cuando solo le importa el dinero.
—Sí —tartamudea—, aquí está. —Estira la mano al escritorio, mas lo detengo con el arma—. Está en ese cajón. —Lo señala. Está de su lado derecho, veo a Marlon y lo abro.
—Sácalo —ordeno y le hago una seña con la pistola.
Con miedo y con las manos temblorosas, se acerca al cajón. Ingiere saliva con lentitud mientras saca el fajo de dinero. Me lo entrega sin siquiera revisarlo. Se lo aviento al rubio que lo atrapa en el aire. Le doy una bofetada a Marlon, maldito llorón. Hijo de puta.
—Tienen que ser cinco mil —objeto entre dientes. Dejo que el rubio cuente los dólares—. Mira, Marlon. —Me doy golpecitos con la pistola en la frente—. Vera te ha pasado tus retrasos, más de una vez, pero me pidió que te dijera esto; Não haverá uma segunda chance, a próxima coisa que eu vou tomar será a sua vida.
—No, Ne-Nelly —flaquea—, es solo que... —Antes de que diga otra cosa, saco la navaja de mi bota y la clavo en su mano, que ha quedado enterrada entre la madera. Un grito de dolor sale de su boca.
—¿Son los cinco mil?
Le echo un vistazo al rubio y arqueo una ceja mientras el llorón de Marlon vocifera.
—Sí, completos.
—Mira, Marlon —Sus pupilas se dilatan—. Paga a tiempo y evitaremos todas estas estupideces. Sabes que Vera no es como yo. La próxima que te retrases, no vendré yo, sino ella y si se aparece aquí será para quemar este lugar y darte un tiro en la cabeza.
—Nelly, el negocio no va nada bien. —Saco la navaja de su maltratada mano y la paso por su camisa floreada para limpiar la sangre—. Beckett se lleva todo con los nuevos clubs que abre. —Se agarra el dorso para detener el sangrado—. Tiene más gente ahora y...
—A Vera no le importa eso, Marlon. Beckett está fuera de nuestro territorio; importa una mierda lo que haga, me importa un coño. —Me incorporo, molesta. Camino frente de él—. Es su puta vida y puede hacer lo que sea, Beckett se encarga de Manhattan y de la parte norte. —Me detengo—. Vera, se encarga de Brooklyn, de Brownsville, Queens y toda esta parte. Cada uno sabe qué territorio le corresponde, Beckett sabe que no debe meterse aquí y sabe que si lo hace se meterá en muchos problemas. —Los chicos nuevos me ven—. Así que no me vengas con la mierda de que Beckett se lleva a tu gente porque tú... —Lo señalo con el cañón—. Y yo sabemos que eso no tiene nada que ver.
—Evítate los problemas, Marlon, paga a tiempo, porque sino Vera no tendrá piedad contigo —añade Pete.
Camino a la salida.
—Vámonos. —Meto la pistola en la funda de la cintura—. Seth, dame ese dinero.
El nombrado me da el fajo. Lo reviso por encima. Le doy el dinero a Pete que va a mi lado.
—Sabes que das miedo cuando te enojas —ríe.
—Me importa una mierda si doy miedo. No obstante, deben saber que nadie se mete con Vera Petrova.
—Ay, pequeña. —Me da un pequeño abrazo y salimos de ese lugar.
Pete es un tipo fuerte, alto y moreno, es demasiado grande. Desde que recuerdo, Pete ha trabajado para nosotros, más bien para papá.
Conmigo es muy lindo y amable. Además, me cuida mucho, siempre me ha protegido de todos. Recuerdo que, en una ocasión, cuando era pequeña, un enemigo de papá mandó a que me mataran para así poder vengarse de él y cuando Pete se dio cuenta de lo que pasaba, se puso delante de mí y recibió dos disparos para protegerme. Es por eso que para mí Pete es como de mi familia.
Llegamos a casa y la reja se cierra, los chicos y Pete caminan detrás de mí.
—Vamos a la zona de tiros para que me muestren en qué son buenos. Pete, llévale ese dinero a Vera.
Le ordeno.
—Vale, luego te veo.
Ingresamos al hogar. Mientras tanto, Pete camina al despacho de Vera y yo me dirijo a la zona de tiros.
¿Cómo es que una casa tiene una zona de tiros? Pues sí, porque esta no es una simple casa. Víctor Záitsev se pudría en dinero, así que para él una casa de miles de millones era como quitarle un pelo a un gato.
El dinero lo compra todo, ¿no? O casi todo porque no puede comprar la felicidad mucho menos la libertad. Puede ser que mi padre me haya heredado todo este imperio, era el rey de la mafia en esta ciudad, pero también me heredó todos sus problemas a sus enemigos y más que nada la nula oportunidad de salir de esta vida que te consume día a día y al final terminas corrompido, tan sumergido en el infierno que ya no hay posibilidad alguna de salir de aquí.
Seth
Esta chica es increíble.
Sí, sé que apenas la conozco, pero es sorprendente. La manera en la que amenazó a ese brasileño y la forma en cómo enterró la navaja en su mano sin ningún tipo de culpa o pena, fue increíble. Ella es como yo.
¿Eso será bueno o malo?
Malo, creo yo.
Llegamos a la casa de Vera y entro junto con los otros chicos detrás de ella; Pete camina al despacho de Vera. La puerta está cerrada, entonces él toca un par de veces antes de abrirse. Guardo en mi memoria dicho lugar.
Bajamos unas escaleras y caminamos por un largo pasillo. Miro a mi derecha y hay una estantería; del lado izquierdo hay un salón de entrenamiento donde varios tipos practican. Más adelante hay una especie de zona de descanso, ahí también hay varios tipos y algunas chicas. Un chico de cabello negro sale y coge el brazo de Nelly.
—¿Qué quieres, Billy? —pregunta con hastío.
—¿En dónde estabas? —El chico que ahora sé se llama Billy, está molesto. Se nota en la manera en cómo la mira—. Sabes que no me gusta que te vayas así. —Le aprieta el brazo, pero ella se suelta de su agarre.
—Deja de joderme, Billy. —Avanza un poco y el chico la detiene—. ¿Qué quieres, carajo? No me gusta que me andes celando como si yo fuese de tu propiedad. —Lo empuja.
—Ya sabes —murmura cerca de su oreja—, solo quiero estar un momento contigo.
—Vale. Te veo al rato.
Ella se le acerca y le da un beso. Él sonríe cuando sus labios dejan de tocar los suyos. Me quedo ahí, sin apartar la vista.
—¿Qué? —inquiere Billy. Me inspecciona de arriba abajo. No digo nada, Nelly sigue con su camino y nosotros la seguimos. Sin embargo, le otorgo una mueca al pasar por su lado.
Entramos a la zona de tiros.
Nelly nos dice que agarremos el arma con la que nos guste trabajar. Yo como siempre escojo una glock, meto las municiones y le doy al blanco que tengo en frente.
—Eres muy bueno —comenta ella muy cerca de mí. Mira por encima de mi hombro y juro que siento un cosquilleo recorrer mi espalda.
En el momento que se aleja, necesito sacudir la cabeza para dejar de pensar en lo que me provoca.
Nunca había conocido a una mujer así de fuerte, de valiente. Parece una Barbie, con esa carita tan delgada, esos cabellos rubios como ricitos de oro, ese cuerpo delgado, pero que no deja indiferente a nadie y... esa pequeña sonrisa que a veces se asoma en sus labios...
Increíble. Ella es una mujer increíble. Es fuerte, aguerrida, hermosa e inteligente. Me doy cuenta porque el imbécil ese babea por ella y anda detrás como un perrito en busca de atención.
Ella nunca te hará caso, Seth.
Nunca digas nunca.
Nate
La mayoría de las cosas las hace Seth, es decir, ir por droga, armas, matar gente, pero ahora que ha podido entrar a la casa de los Záitsev, todo eso lo voy a tener que hacer yo y no me gusta nada.
—¿En qué piensas? —Mi papá le da un golpe al sillón donde está sentado.
—En que ahora que Seth ya no va a estar aquí, yo voy a tener que hacer todo lo que él hacía.
Fijo los ojos en los suyos.
—¿Y eso es un problema para ti?, ¿te es tan difícil ayudar a tu padre?, ¿se te van a caer los huevos por hacerlo? —pregunta molesto.
—No es eso.
—Entonces, ¿Cuál es el puto problema, Nate? —masculla.
—No sé si pueda estar a la altura de Seth.
Levanta una ceja.
—Es eso o es que no sabes si serás capaz de matar a alguien cuando se dé la oportunidad.
«Más que nada es eso».
—No.
—No, ¿qué?
—Sí estaré a la altura de Seth y podré hacerlo. Lo que me pidas hacer.
—Eso espero, porque a tu hermano no le tiembla la mano si de matar a alguien se trata. Seth sabe que en este negocio no se puede ser débil o los leones te van a comer vivo y hasta los huesos.
—Pero tú y Seth son tan iguales. Tú y yo somos tan diferentes, parece que me odiaras.
—No te odio, Nate, es que... —Guarda silencio, se pasa la mano por la barbilla y suspira—. Es que tu madre siempre te quiso proteger de todo esto y nunca se dio cuenta que al final ibas a terminar entrando a esta vida. Nunca pudo hacerlo bien y ahora te das cuenta a la mala.
—No quiero matar a nadie, solo eso —lo miro fijamente y me doy cuenta que ya no existe ese brillo en sus orbes, ahora solo hay rencor, odio y una profunda oscuridad.
—Lo vas a tener que hacer en algún momento.
—Pues espero que ese momento no llegue nunca.
—Pues el día que llegue no lo vas a pensar tanto —añade, tajante.
Ese es mi papá, esas son sus ideas y nadie lo hará cambiar de opinión.
La verdad tengo miedo de morir... le tengo pánico a la muerte. Yo no soy como Seth que más de una vez se ha salvado de ella y la recibe con los brazos abiertos... No quiero morir.
Seth
Doy un par de tiros más al blanco.
Nelly se pasea detrás de nosotros mientras observa lo que hacemos, se detiene y camina de nuevo, así algunas veces. Me pone nervioso.
—Vale, ya he visto todo. —Me doy media vuelta y quedamos cara a cara. Tiene unos ojos muy bonitos, son azules, como el mismo mar. Estoy seguro que esta chica le ha roto el corazón a más de un cabrón. Me mira y frunce las cejas—. Lleven esas armas a la estantería correspondiente.
Los dos chicos y yo caminamos a la estantería. Ella sale detrás de nosotros, pero el tal Billy la detiene y queda atrapada entre la pared y el flacucho ese.
Dejo el arma en su lugar, al igual que los cartuchos.
—¿Quién es ella? —Ambos se miran y luego me ubican—. La rubia —murmuro.
—No se sabe mucho de ella, solo que trabaja con Vera desde hace tiempo y que es su mano derecha. Parece que Víctor la adoptó hace años al igual que a Camila y Billy.
—Ah, ¿sí? —Veo al mexicano que es el que parece saber más.
—Sí, eso dicen en las calles, solo eso, también que sus papás eran rusos.
—Mi hermano trabajó para Vera hace años, decía que Nelly era una chica ruda y que no se dejaba de nadie, varias veces lo dejó en el suelo cuando entrenaban... Ella le rompía la cara a todos.
—¿Tanto así? —Asienten.
—Sí, cuando alguien habla de Nelly dicen: que su cara de ángel no te engañe, es igual o peor que el diablo. Lo que le hizo al brasileño no es nada, sus manos están llenas de sangre de hombres y mujeres —habla el francés y traga saliva como si lo que va a decir fuese horrible—, sabe defenderse y mata a quien se meta en su camino. Es linda, sí, y parece un ángel también. —Determina, mira hacia la puerta y espera que nadie entre, después sus orbes me ven—. Pero no te confíes de ella.
—¿Ustedes creen todo eso? —me rio un poco incrédulo.
Esto me parece tan irreal, es como una película de mafia rusa.
—Sí, yo sí. Mi hermano trabajó para ellos bastante tiempo, así que creo todo lo que él me decía era cierto nadie que tenga los suficientes huevos se acerca a ella.
—¿Y ese tal Billy? —Enarco una ceja.
«¿Y a ti qué mierda te importa? Es solo una chica».
No es cualquier chica.
Nos acercamos más para que nadie pueda escuchar lo que nos decimos.
—Billy tiene los cojones bien puestos —reímos los tres—. No sé bien qué relación tienen, pero la hermana de Billy también trabaja para Vera.
—¿Así que se puede decir que aquí todos son familia?
—Sí, Vera apoya mucho a su gente y nunca los deja solos. En el momento que mi hermano murió y nadie podía llevar dinero a casa, ella ayudó a mi mamá. Los papás de esos mellizos fallecieron y Víctor los adoptó. Desde ese instante, se convirtieron en sus hijos. —El chico mexicano se sienta en una banca—. Vera apoyó tanto a mi familia y ahora debo pagarle todo.
Me siento a su costado.
—Oye, chaval, yo no sabía eso. —Paso mi mano por su espalda y le doy unas palmadas—. Mas no tienes que trabajar para Vera si no quieres.
—Pero sí quiero, todos los que estamos aquí —Me observa—. Estamos porque queremos, nadie nos obliga a venir aquí y a meternos en toda esta mierda, ¿o sí? —El francés mira al mexicano, este solo asiente.
Es verdad, la gente que se mete en esto es porque sabe a lo que viene, sabe de los peligros que hay y que muy probablemente terminarán muertos en un callejón, para nadie es ajeno a ese destino. Es como meterte a la boca del lobo.
Todos sabemos que en algún momento vamos a morir, puede ser que mañana amanezca muerto sin rostro ni dientes. Estas personas no se tientan el corazón para matar. Nadie lo hace. Se debe tener la sangre fría para poder cometer un crimen y no sentir remordimiento de ello.
Nelly
Entro al despacho de Vera y, como siempre, está metida en el ordenador o en los papeles. Parece que desde que papá murió, su vida se resume en trabajar y mandar a la gente. No hace otra cosa.
—¿Todo bien con los nuevos? —No despega la vista de los papeles—. ¿Hubo algún problema?
—No. —Me siento en el pequeño sillón frente al escritorio—. Todo bien. Hay un rubio que sabe disparar muy bien y tiene muy, muy buena puntería. El francés no es muy bueno, pero puede aprender, y el mexicano hace lo posible. Sin embargo, tienes entendido que solo está aquí para pagar lo que has hecho por su familia.
—Sí, lo sé. —Deja los papeles sobre la madera del escritorio y suspira—. ¿Qué sugieres tú?, ¿Dónde lo pongo? No quiero que pase lo mismo que su hermano, ya no podría ver a su mamá sufrir por otro hijo muerto.
—Puedes ponerlo en vigilancia aquí en la casa o en alguno de los clubs, eso no es tan peligroso. —Subo mis pies al escritorio y ella solo niega con la cabeza.
—Me gusta la idea del club, mas tengo que pensarlo y, con respecto al francés, le voy a decir a Peter que le ayude. Entonces, solo queda el rubio.
—No, ya te dije que no. —Bajo los pies y me acerco a ella. Me siento en la orilla del sillón—. No quiero un puto guardaespaldas. No lo necesito, sé cuidarme sola, todos estos años me he cuidado yo sola —bufo, molesta y me cruzo de brazos.
—Sabes lo que pensaba tu papá al respecto.
«—¿Pero por qué debo decir que mi apellido es Król si yo no me apellido así? —Me crucé de brazos y mi padre me levantó del suelo para sentarme en sus piernas.
—Sabes que es peligroso para ti, princesa. —Con su dedo me dio un golpecito en la nariz—. Y nadie debe saber que...
—Soy la hija de Víctor Záitsev. —Él me miró y sonrió.
—Lo siento, mi amor. —Besó mi frente—. Pero es mejor así, yo no sé qué haría si algo te llegara a pasar.
Levanté la mirada y ahí estaba ese Víctor, el que lloraba por su hija y el que se rompía por una niña de seis años.
—No llores, papi —Lo abracé—. Aunque no lleve tu apellido, yo siempre seré tu princesa. —Me dio otro beso en la frente y me abrazó».
Papá nunca fue muy sentimental con nadie ni con mamá era así, pero cuando Víctor me decía que nunca me dejaría sola, siempre le creí, porque sus palabras sonaban ciertas y yo le creería.
—Sí, lo sé. —Me levanto—. Sin embargo, no quiero que sea un estorbo. —Camino a la puerta—. Tendrás que hablar con él para que le aclares eso, no quiero que esté pegado a mí como garrapata.
—Eso haré. —Abro la puerta—. Ah, y Nelly. —La contemplo—. Gracias, te quiero.
—Yo también te quiero, mami.
Ella sonríe de lado y vuelve a sus papeles.
Esta es una de esas ocasiones donde Vera ha guardado a la fiera en la jaula y la Vera un poco más sentimental ha salido a dar un paseo. Pero no creas que la fiera se queda guardada por mucho tiempo. No. Dentro de unos minutos la bestia se escapa y se apodera del cuerpo de mi madre.
Subo a mi habitación.
Me recuesto en la cama boca arriba, me quedo mirando el techo unos minutos hasta que escucho que la puerta se abre. Se vuelve a cerrar y unos pasos se acercan.
—Ya habías tardado. —Me levanto un poco. Apoyo mis codos en el colchón.
—Vera me detuvo un rato. —Se quita la chaqueta y la deja sobre el sofá que está en los pies de la cama—. Me dijo que ya vas a tener quién te cuide. —Se acuesta a mi lado, acomoda su brazo derecho sobre el colchón y posa su cabeza sobre él.
Me dejo caer. Paso mis manos por mi abdomen y miro el techo.
—Sí, ya sabes cómo es, está insistente para que tenga quién me cuide.
—Solo se preocupa por ti y es obvio. —Juega con mi blusa—. Es tu mamá.
—Sí como no —bufo con hastío—; ya sé que por más que le insista no me hará caso.
—Es tú mamá, Nelly.
Lo jalo del cuello de su camiseta.
—Ya deja de hablar de ella y mejor bésame, no quiero tener relaciones con mi chico y estar hablando de mi mamá.
Se coloca sobre mí, aprieta sus labios en los míos y lo empujo a que siga con este juego.
Siempre he sido la chica que manda en una "relación", si es que a esto que tengo con Billy se le llama relación. Soy la que domina, no soy la sumisa, no me gusta que me manden y menos un hombre, nunca he dejado que ellos me digan que hacer. Jamás me he enamorado al cien por ciento y solo sé qué es el amor porque lo vi de mis padres, pero yo sentir amor por alguien más que no fueran ellos o Cami, no, realmente no sé qué es eso, no sé si se come, se fuma o se inhala.
Seth
Salgo de la propiedad de Vera con las malditas e inevitables ganas de querer matar a esa perra, pero me quedo con las ganas, ya que si quiero terminar con ella y con toda su puta gente, lo tengo que hacer desde dentro, planear bien las cosas y saber cómo acabar con ella del todo.
Conduzco a toda velocidad hacia mi casa, escucho música a todo volumen y pienso en la rubia de ojos claros. Es muy bonita, debo admitirlo, pues decir lo contrario sería una gran mentira, tiene los cojones bien puestos y por lo que me dijeron los tipos esos, no se deja de nadie, es una chica muy valiente.
Entro a la propiedad, la gran casa de Jared.
Me estaciono frente a la pequeña casa que tengo allí mismo, te preguntarás, ¿si tengo dinero, por qué no vivo solo? Lo mismo me he inquirido yo, pero la respuesta es fácil: Nate y mi madre. Sin embargo, ahora que mamá no está, Nate me detiene para dejar de hacer tantas cosas como, por ejemplo, matar a Jared. Sí, lo sé, es mi padre, el hombre que me engendró y todas esas bazofias, pero él no siempre fue así de "pacífico".
Cuando yo era pequeño, me enseñó a punta de golpes para ser un hombre y que nunca me tengo que dejar pisotear por nadie; cada golpe en la cara significaba que había hecho algo mal, cada moretón en el cuerpo era el recuerdo constante de no desobedecerle ni faltarle al respeto.
Hay una parte de mí que le agradece lo enseñado, mas otra parte tiene tantas ganas de pegarle un tiro en la cabeza.
«¡No llores!, ¿eres un hombre o no eres un hombre, Seth? Los hombres no lloran. Los hombres no van bajo la falda de su mamá. Entonces... no eres un hombre».
Llego a la puerta de su despacho y toco un par de veces. Al otro lado oigo su aceptación, entro y cierro la puerta a mis espaldas. Jared observa su portátil. Lo deja un momento sobre el escritorio y por fin me determina.
—Necesito que vayas al Hustler Club. Hoy llegan chicas nuevas y ya sabes que tu hermano todavía no sabe cómo elegir la correcta. Está muy verde —resopla—. ¿Cómo vas con eso de vengarte de Vera?, ¿Qué has pensado?
—Está bien, voy para allá. Con lo de Vera aún no sé qué hacer, ya pensaré en algo. La maldita tiene mucha gente que le cuida el trasero. —Me dispongo a marcharme, mas su voz potente me detiene.
—Ah, y dile a Nate que deje de ser tan gilipollas y haga lo que le digo.
Me giro del todo para verle.
—¿Sabes que Nate no es como tú o como yo? Él es como mamá.
Una risa sarcástica brota de su garganta. Carraspea un poco y vuelve hablar:
—Y tú sabes que esas gilipolleces conmigo no van, o le enseñas a tu hermano a no tener compasión por nada ni por nadie o se lo voy a tener que enseñar yo.
Aprieto mi puño y le doy un golpe al escritorio. No vacilo al señalarlo.
—Tú te atreves a ponerle una mano encima a Nate, y me olvido que soy tu hijo. Te juro por la memoria de mamá que te mato con mis propias manos. Me importará una mierda que me vaya al infierno, de todos modos, ya estoy condenado.
No espero su contestación, dado que, con celeridad, salgo de allí, y en el proceso, azoté la puerta. Ante el ruido, Nate baja corriendo las escaleras. Me acerco.
—Ya te dijo papá, ¿verdad? —Se encoge de hombros y los dos nos dirigimos al recibidor.
—Ya sabes que no debes hacer todo lo que te dice. —Paso mi mano izquierda sobre su hombro derecho.
Salimos juntos.
—Pero es papá, y debemos hacer lo que nos pida —susurra.
Llegamos a mi automóvil. Me separo.
—Eres su hijo, no uno de sus empleados, que vaya y le dé órdenes a otro, no a ti. —Rodeo el coche. Al mismo tiempo, abrimos nuestras puertas—. Ni tú ni yo pedimos nacer en este mundo de mierda.
Ingresamos y nos marchamos.
Me caga la puta actitud de Jared, todo el tiempo desea dar órdenes a todo el mundo como si fuéramos de su propiedad o algo por estilo. Sin embargo, algún día le llegará su castigo por todo lo malo que ha hecho, al igual que a mí, pues no me quedo a un lado. Creo que vamos a la par en todo lo que he hecho, pero Nate no. Si puedo hacer algo para evitar que mi hermano sea como Jared y yo, haré todo lo que sea posible.
Nate es noble y bueno. Él aún puede salir de esto, todavía puede salvarse del infierno. En cambio, yo no... No creo que algún día se me perdone por todo lo malo que he hecho, tampoco quiero la redención. Esto es lo único que conozco, esta es la vida que me ha tocado y por más que no la quiera no tengo otra opción.
No pedí esto, no pedí a este padre... No hay salida alguna.
Lo único que me toca es sobrevivir.
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