Capítulo 4. 🔥
"El que hace lo que siente, gana, aunque pierda".
Nelly
Entro a la casa arrastrando a Cami, que está inconsciente, mientras la llevo a la sala. Esta empapa la loseta de rojo.
No sé de dónde coño salió tanta gente.
Dejo sus pies caer en el suelo y me acerco a ella.
—Cami, despierta. —Le doy palmaditas en la cara—. ¡Que despiertes, maldita sea!
—Paso mis manos por la cara y suspiro—. Cálmate Nell.
¿Cómo me calmo cuando mi amiga está inconsciente en el puto suelo de mi casa?
Me levanto y camino al despacho de Víctor, saco el botiquín y corro a donde Cami, que yace en el mismo lugar donde la dejé.
Uno de los hombres de mi padre aparece de repente y al ver a Cami en el suelo abre los ojos y me mira.
—Señorita, Nelly —da un paso cerca.
—Necesito que me ayudes —le suplico con los ojos llenos de lágrimas.
El corazón me martillea dentro del cuerpo, siento que se va a detener repentinamente.
—Por favor, ¡haz algo! —le grito molesta.
Se apresura y se agacha frente a mí y revisa su pulso.
—Está débil, pero estará bien —asiento con la cabeza —. Ayúdeme a subirla al sofá —no lo dudo y me paso la mano por la nariz, dejando un rastro de sangre en mi piel. Meto mis manos debajo de los brazos de Cami mientras que el sujeto la coge por los pies y entre los dos la subimos al sofá —. Pásame eso —ordena y con las manos temblorosas le paso el botiquín.
—¿Sabes lo que haces? —inquiero a la vez que abre el botiquín y empieza a sacar algunas cosas de este, las pone encima del sofá y se hinca para quedar al lado de Cami que sigue sin despertar.
—Por supuesto que sí —parece ofendido con mi pregunta.
Lo veo desinfectar una aguja, saca hilo, algunas gasas, alcohol y empieza a revisar la herida, toca alrededor con las yemas de sus dedos y voltea con cuidado el cuerpo de mi amiga que sigue inconsciente y que sangra mucho —. La bala salió, eso es bueno.
Asiento con la cabeza.
Ya no dice más y yo tampoco lo hago, solo dejo que haga lo que tenga que hacer para que salve la vida de mi amiga. Cose la herida, limpia, palpa, pone una gasa y una venda en su estómago. Después limpia todo y lo que ya no sirve lo desecha en la basura.
—Ella va a estar bien —regresa secándose las manos —. Pero la tiene que atender un doctor —no lo miro porque mis ojos está en mi amiga.
Paso mis dedos por su pálida piel y suelto un suspiro.
—Gracias —miro de reojo y el hombre hace un asentimiento con la cabeza.
—Lo que necesite no dude en llamarme —se da la vuelta y sale de la sala.
—Cami, despierta. —Mi voz es un hilo. Saco un pedazo de hilo y la aguja.
Una lágrima cae de mi mejilla, pero la limpio con el dorso de mi mano.
—Si me hubieras hecho caso, nada de esto estaría pasando.
Escucho cómo la puerta principal se abre, me levanto de golpe del sofá y camino hacia esta, la abro y veo cómo las tres furgonetas negras entran en la propiedad, se detienen de golpe haciendo que el pasto se despegue de su raíz. El portón de la furgoneta se abre. Salgo de la casa y avanzo hacia ellos. Calvin —el chófer de papá— sale y camina a la puerta que está abierta, veo cómo saca a alguien de los pies.
Mi corazón se detiene en cuanto veo que esos son los zapatos de papá, mamá se acerca y ayuda a Calvin a sacar el cuerpo sin vida de mi padre. Me dejo caer en el césped y siento cómo mis rodillas se estrellan. Duele, sí, pero no como la maldita sensación de haber perdido lo que más amo.
Dejan su cuerpo a unos metros y me acerco a gatas hacia él, mamá da vueltas pasándose las manos por el cabello. Sus manos están manchadas con sangre, al igual que sus mejillas. Meto mi mano en el cuello de papá y pego su cabeza con la mía. No contengo las lágrimas y estas caen como un río.
—Fueron ellos, ¿verdad? —Levanto la mirada que hasta hace unos segundos era de dolor, ahora es de odio.
—Sí. —Se detiene frente a mí—. Fueron ellos.
Mi alma se llena de odio y rencor.
—Los quiero muertos. —Observo a papá y acaricio su mejilla.
Su cabello rubio está despeinado, sus ojos están cerrados y su cuerpo está lleno de sangre. Tiene una gran mancha roja en el estómago y otra más en el pecho.
Esto me duele, me quema por dentro. Siento que no puedo respirar por el gran dolor que me consume. Veo borroso por las lágrimas que se aglomeran en las esquinas de mis ojos, las dejo caer sin control, mojando mis mejillas.
Todo arde dentro de mí.
—Nelly...
Quiere que me calme, pero no conseguirá que la ira que yace en mi interior se apague tan fácil.
—¡Los quiero muertos a todos! —siseo con coraje—. A todos los putos Beckett... ¡Los quiero muertos!
—Nelly, por favor.
—No. Esta vez no voy a tener compasión por nadie.
Volteo a ver a mi papá, sus ojos están cerrados, su piel pálida, sus cabellos de oro que ya pintaban algunas canas están alborotados y su cuerpo frío. Lo abrazo, lo aprieto a mí para sentir por última vez su ternura. Mi padre está muerto y la sola idea de saber que de ahora en adelante ya no estará conmigo, me llena más de rabia.
—Hay que pensar bien las cosas.
—Y una mierda. —Me incorporo y agarro con cuidado su cabeza—. Calvin, ayúdame a llevar a mi padre a la casa. —él asiente y agarra a mi papá de los pies, entre los dos llevamos su cuerpo a la casa y lo dejamos en uno de los sofás.
Veo mis manos cubiertas de sangre y las aprieto. La ira me consume en estos momentos; todo me da vueltas y el coraje me mata como lava hirviendo dentro de mi ser.
Quiero explorar, gritar y llorar, sacar esto que me consume desde hace años. Nunca quise esto, pero aprendí a vivir esta maldita vida. Primero fue Misha, mi hermano mayor... A él lo mataron solo por ser hijo de Víctor Záitsev; tuve que morir y revivir siendo otra persona. Me han quitado todo y me han dejado sin nada en estos momentos y, a pesar de todo, siempre quise mantenerme fuerte, ser un roble que no se cae ante la tormenta más poderosa... Siempre me sentí así: poderosa.
Pero ya no.
—No.
Mi mamá me detalla y todos los presentes en la sala se fijan en mí, en la hija de Víctor. Billy intenta acercarse. No obstante, sabe que en estos momentos soy una bomba que está a punto de explotar.
—¿Qué piensas?
—Los vamos a matar. Ellos empezaron esta guerra y solo uno saldrá vivo de aquí y seremos nosotros. No voy a tener piedad de ellos, así como ellos no la han tenido con nosotros... Jared Beckett no sabe lo que ha provocado.
—¿No estás siendo demasiado drástica?
—En esta vida, así como en la jungla, o comes o dejas que te coman.
«No soy la presa, soy el cazador».
—Van a ir a su casa y van a destruir lo que ellos más quieren, así como me han quitado lo que más yo amo.
Aflojo los puños y miro de nuevo a mi papá.
—Llama al doctor para que haga el papeleo correspondiente —le dice Vera a Billy, quien de inmediato le contesta un sí y se da la vuelta.
Perder a una de las personas que más amo es lo peor que me puede pasar. Víctor fue la persona que más me entendía y la única que sabía todos mis secretos.
—Suban a Cami a su habitación —les ordeno a los hombres de mi padre.
—Como digas, Nelly.
No me permito derramar ni una sola lágrima por lo sucedido, tengo que ser más fuerte que todo esto, necesito demostrarme que no importa lo mal que estén las cosas, yo puedo salir adelante. Soy hija de Víctor Záitsev, soy hija de Vera Petrova y ellos me han enseñado a nunca dejarme caer, y esto que ha pasado solo es un recordatorio de que nunca debes confiar en la gente porque siempre terminan apuñalándote por la espalda.
Seth
Subo mi bóxer por mis piernas, paso la mano por el espejo empañado y miro la marca que dejó la bala que rozó mi mejilla —sonrío de lado—, salgo del baño y me pongo los vaqueros. Agarro una camisa delgada y veo que mi móvil suena, miro la pantalla y es Jared.
—¿Qué quieres? —bufo.
—¡Quiero tu maldito culo aquí! tienes cinco minutos, Seth. —Me cuelga. Gilipollas.
Me pongo unos tenis y salgo de la casa, cruzo el patio y entro por la parte de adelante. El despacho de Jared está abierto, entro y cierro la puerta.
—¿Qué coño pasó allá, Seth? —Me mira y después coge un puro que corta y lleva a su boca—. Y de una vez te digo que esto tendrá consecuencias. —Bota el humo por entre sus labios, luego expulsa una gran bocanada de aire retenido—. Víctor está muerto, ¡muerto!
Los chismes corren rápido, eh.
Me siento en la silla frente a su escritorio. Sirve coñac en dos vasos, rueda uno por la madera y veo cómo las venas de su cara sobresalen de su piel. Mierda, Jared está molesto. Le doy un trago al licor fuerte y él no me quita la mirada de encima hasta que le diga lo que quiere saber.
—Los rusos no aceptaron el trato que tú propusiste. Las cosas se salieron de control, la gente de Víctor se molestó y empezaron los disparos; nos cubrimos detrás de un muro. Algunos de los nuestros resultaron heridos.
—Si sabes que Víctor está muerto, ¿verdad?, ¡lo sabes! —Se separa del sofá y agarra el coñac al cual le da un gran trago con furia—. Estamos metidos hasta el culo con ellos y ahora me vienes a decir que el jefe de la mafia rusa está muerto.
—Jared, no pensé que esto se saliera de control. —Juego con el bordo de mi vaso y lo miro atento.
«No me das miedo, Jared».
—¡Ese es el puto problema, Seth, que no piensas! —suspira y apoya la cabeza en el respaldo del sillón—. Ahora Vera será como una maldita perra rabiosa. Me cago en la puta —espeta apretando el vaso.
Con el puño le da un golpe seco al escritorio, no tardan en moverse las cosas que están encima de este.
—Vera no es como Víctor. —Miro el fondo de mi vaso vacío—. Ella es solo una mujer.
Suelta una risa socarrona.
—No subestimes a las mujeres, Seth. —Mueve su dedo índice en una negativa—. A veces, las mujeres pueden ser peor que el demonio. Le hemos matado a su esposo y debe estar que echa fuego por la boca. No conoces a Vera, ella es peor que Víctor y ahora ella se hará cargo del negocio.
Se escucha a los hombres de Jared gritar. Me pongo de pie y camino a la ventana, veo cómo Todd, que cuidaba desde arriba, cae al suelo y su cuerpo se estrella en el asfalto. Me giro para darle una señal y él saca armas de la estantería, me avienta una granada y una semiautomática. Agarro el cartucho antes de caer al suelo.
—¡¿Dónde putas está el gilipollas de tu hermano?! —Mete un cartucho a la ametralladora mientras sostiene el puro en sus labios. Hago lo mismo con mi arma y le quito el seguro.
Salgo a la parte de adelante y Jared me sigue por la espalda. Se oyen disparos desde afuera y cómo chocan un auto contra la puerta. Nuestros hombres se acercan a esta mientras yo rezo para que mamá no salga. El portón cae y varios sujetos entran. Me tiro al suelo cuando veo que uno de ellos trae un misil en las manos, el cual dispara al instante. Mi cuerpo choca con el pasto y varios pedazos de cemento caen sobre mí; un sonido parecido a un zumbido se aloja en mis oídos.
De lejos entiendo los ladridos de los hombres que entran a la casa y de los de papá que la defienden a morir.
—¡No dejen que entren! —Es la voz de Jared—. ¡Malditos rusos hijos de puta! —Descarga su ametralladora contra ellos.
Me yergo y sacudo mi cabeza que está llena de concreto, toso y me quito el concreto del cuerpo. Jared está frente a mí, sus dos piernas bien apoyadas en el pasto.
—Entraron a la casa. —Me levanto del todo—. ¡Ve a ver a tu madre! —escupe su puro mientras recarga su arma.
Corro dentro, me recargo en la pared cuando noto que un ruso está en la cocina. Sofía, la empleada doméstica, está allí. Ella grita y después el sonido de un arma calla su voz, cierro los ojos y troto hacia la escalera.
El ruso sale de la cocina y sin contemplaciones le disparo entre ceja y ceja. Acelero el paso y me detengo en la pared del pasillo, suspiro y me pego más a esta. Subo el arma a la altura de mi rostro; un tipo sale de la habitación de mi hermano, cuando va a dar la vuelta le disparo. Camino hacia su cuerpo que se desangra y le pego una patada para asegurarme de que está muerto.
Escucho un disparo que viene de la habitación de mis padres, llego a la puerta y veo a mamá tirada en el suelo con una bala en su frente, ella suspira su último aliento mientras el hijo de puta que la mató sigue apuntándole. Agarro el arma con las dos manos y disparo. Me acerco, el ruso cae al suelo, le doy balas cuatro veces más, para rematar el tiro de gracia, como si el arma fuera tóxica la dejo caer junto al hijo de puta.
—Mamá. —Levanto su cabeza—. Mamá, responde. —Algo moja mi mejilla, me toco y una lágrima cae.
Nunca había llorado de esta manera pero en este momento siento que todo dentro de mí se está rompiendo, siento un gran dolor que me quema el alma, es algo que jamás había sentido, pero me recuerda que estoy vivo y que en este momento he perdido lo más valioso que tenía en toda la vida.
Mi vista se empaña de lágrimas que caen al suelo. Mi estómago se hunde y mis entrañas se retuercen.
«Llorar es para débiles», dice Jared.
«Los hombres no lloran, Seth», reflexiono.
«Eres un hombre, no una niña», repito.
«¡No llores, maldita sea!».
Un golpe...
Mamá tumbada en el suelo.
Dos golpes...
Sus ojos sin brillo.
Tres golpes...
Me aferro a ella como lo más preciado que tengo.
«Seth, entiende que la vida siempre te quita lo que más quieres, siempre te da de patadas para que entiendas que quién manda es ella, no tú».
«Patéale el trasero a la vida, Seth», me digo con amargura.
—¡Mamá, responde! —Contemplo sus ojos ya sin el brillo de siempre.
Jared entra triunfador, pero cuando ve a la mujer que amó en el suelo, deja caer su ametralladora y se acerca.
—Te dije que una mujer es peor que un demonio. —Se agacha y le da un beso a los fríos labios de mi madre—. Esta nos la pagan, Seth. —Se levanta y queda detrás de mí. Me da una palmadita en el hombro.
Pego su gélido cadáver contra mi pecho, como si quisiera que todo esto fuera una maldita pesadilla, de la cual me encantaría despertar.
—Han iniciado una guerra de la que no saldrán vivos. —Mi voz suena ronca, como la de Jared—. No descansaré hasta ver a todos esos putos rusos pudrirse en el infierno... en mi infierno. —Me limpio las lágrimas y le doy un último beso a la mujer que me dio la vida.
Papá se yergue y mira por la ventana. Sé lo que piensa, porque se lleva las manos a la espalda.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
Me ubico a su lado. Su rostro es inescrutable.
—Acabar con ellos, meternos en su territorio y acabar desde dentro. Matar a cada uno de ellos, terminar de raíz con su existencia, como si fueran una plaga, un maldito virus.
Gira la cabeza y me inspecciona. Veo un brillo peculiar en esos orbes de color verde. Ahí me veo reflejado. A quien quiero engañar... yo soy como Jared Beckett.
Esto es una venganza, una que pienso cumplir sin que nada ni nadie se meta en mi camino.
Sin miedo.
Sin remordimientos.
Sin compasión.
Nate
Cuando dejo a Steph cerca de su casa, piso el acelerador y conduzco hacia la mía.
Tengo un mal presentimiento, siento que algo no va bien. La voz de mi padre nunca lo había escuchado así. Se oía realmente mal. Al salir por la vía principal, un auto sale del otro lado y estamos a solo centímetros de chocar; la persona que conduce me grita algo que no comprendo y hace sonar su claxon. Está loca.
Llego a mi hogar. Al ingresar, lo primero que veo me deja en shock. Avanzo lento sobre el pasto recién podado, me asomo por la ventanilla y la pila de cuerpos a un lado de la fuente es algo que no había visto nunca. Detengo el auto y apago el motor, bajo y en ese instante salen Dan y Paul cargando el cuerpo de un hombre que no había visto nunca.
—¿Qué pasó? —inquiero, angustiado.
Dan es quien responde.
—Nos atacaron, fue la gente de Víctor Záitsev. —Traga saliva—. Su padre está en su habitación, lo espera. —Es lo único que dice. Él y Paul dejan el cuerpo del sujeto encima sobre los demás, a un costado de la fuente.
Subo con celeridad las escaleras, hay manchas de sangre en el suelo y las paredes. Tengo miedo de llegar a la habitación de mis padres y encontrarme con una mala noticia, no podría soportar perder a un integrante de mi familia.
Me detengo frente a la puerta que está entreabierta e ingiero saliva con dificultad, estiro la mano con lentitud para empujar y escudriño la escena que está frente a mis pupilas. Me quedo pasmado. Recorro la habitación de hito en hito, veo a Seth sentado en la esquina de la cama, su rostro está entre sus manos que yacen manchadas de carmín; papá está al otro lado de la habitación, su rostro no expresa nada, solo el odio que siente por la humanidad. Regreso la vista hacia mi madre que está acostada en la cama... su ropa tiene algunas manchas de sangre.
Me adentro en el cubículo con solo un paso, y Seth de inmediato se pone de pie. Se acerca, me agarra del cuello de la camisa y sus ojos se inyectan más de sangre.
—¿Dónde mierda estabas?, ¿por qué no estuviste aquí cuando más te hemos necesitado?
El agarre en mi camisa se hace más fuerte.
—Yo...
—¡Lo que digas no tiene justificación, Nate! —escupe, rabioso—. Mamá está muerta y si tú hubieses estado aquí...
—No importa —interviene nuestro padre—, si hubiese o no estado aquí, nada de esto cambiaría. —Lo observo. Se nos acerca—. Ahora solo nos queda aceptar las cosas.
—¡No voy a aceptar ni una mierda! —Seth me suelta y me empuja. Se da la vuelta y se pasa las manos por el cabello—. Quiero ver a Vera muerta, eso es lo único que quiero —espeta.
De los dos siempre ha sido el más intenso, su corazón está lleno de odio y eso no lo va a llevar a nada bueno.
Ignoro a Seth. Me poso a unos centímetros mi padre, ambos cerca de la mujer que amamos. Sus luceros están cerrados, su piel se siente fría al acariciarla. Deposito un beso en el dorso y me arrodillo ante ella.
—Te prometo ser una mejor persona de lo que he sido antes, por ti haré cosas buenas y te prometo que un día dejaré esta vida que no te gustaba para nosotros —musito. Beso de nuevo su mano.
Mi madre era una buena mujer, la mejor mamá y una buena esposa que, aunque no estuvo de acuerdo en muchas cosas que hizo mi padre, aún así lo apoyó y estuvo con él en todo momento.
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