Capítulo 37. 🔥
Seth
Nate me ha traído de comer. Me ha preguntado como cinco veces los últimos minutos, cómo estoy, a lo que le he respondido que estoy bien, pero él quiere asegurarse que no me falte nada.
—Necesito que estés allá con ella y no aquí, viendo si ya he comido o no.
—Solo quiero que estés bien.
Agarro el celular que ya cargó.
—Gracias por el nuevo celular.
Ya que Nate quería ver que estaba bien, le he pedido que fuera por un celular, porque el mío quedó hecho mierda en el accidente. He recuperado mi número y los datos que tenía en él, y también las fotos que tenía de Nelly.
—Vete —le digo sin ánimos. No quiero que esté con ella, pero tampoco quiero que ella esté sola—. Admito que no quiero que estés con ella, pero sé que la cuidarás y prefiero que estés allá. Así que vete ya.
—¿Seguro?
Apoya un brazo en el reposabrazos del sillón color negro.
—Sí —miento, claro que no estoy seguro. Demonios—. Estoy seguro, vete y cuídala. —Se incorpora—. No le digas cómo estoy, es seguro que ella me quiere muerto.
Sonrío sin ganas.
—Está bien. ¿Estarás bien?
—Claro que sí, Gale no tarda en llegar, vete ya.
No quiero que Nell esté tanto tiempo sola.
—Vale, mañana vengo.
Y antes de poder decirle que no venga, él ya ha salido de la habitación. Suspiro y trato de contenerme para no echarme a correr. Miro por la ventana y me doy cuenta que ya anocheció. Escucho que mi celular suena y lo agarro. Miro la pantalla y es papá.
—¿Y ese milagro?
Estoy molesto, se desaparece sin decir nada, ni dónde está, ni como está.
—Tú siempre estás molesto. Pareces un anciano —ríe y detrás de él se escuchan más risas.
Seguro debe estar con sus nuevos amigos.
—Bueno, ¿qué quieres que diga? Llevas ya bastante tiempo sin dar señales de vida.
Me quiero acomodar en mi lugar, pero el dolor sigue ahí, hace que me queje.
—¿Qué pasa?
—Nada.
—Ni una mierda, Seth —gruñe—. No soy idiota. ¿Dónde carajos estás y qué te ha pasado?
¿Cómo es que él lo sabe?
—¿Cómo sabes...?
Me interrumpe
—Mierda, Seth, soy tu padre. Carajo —resopla—. Te conozco como la palma de mi mano y aparte de saber que algo escondes en tu casa, sé que algo te ha pasado y me vas a decir en este momento qué.
—Tuve un accidente. Me chocaron.
—Me cago en la puta. Pero cuando sepa quién ha sido, te juro que el maldito que ha hecho esto se va a arrepentir de haber nacido.
Me despego el celular de la oreja mientras Jared maldice y amenaza a cada persona sobre la tierra. Suspiro.
—Vale, que ya has terminado. De esto me encargo yo, ha sido a mí a quien le han hecho esto, tú no te metas, Jared. Es mi puto problema y mi puta vida.
—Me importa un carajo lo que digas, voy a solucionar esto, te guste o no, no me importa tu opinión. Te quiero, hijo, cuida de Nate.
Me cuelga así sin más. Miro la pantalla, aprieto el celular con ganas de estrellarlo contra la pared. Me calmo y lo dejo en su lugar. Miro de reojo la pantalla y como siempre, la foto de Nell es lo último que veo.
Nelly
Termino de preparar la cena.
Una rica crema de zanahoria y unos filetes que encontré en el congelador y que, gracias a Dios, todavía no caducan.
Escucho el motor de un auto. Pero en lugar de salir para ver quién es, pues ya sé quién es, decido quedarme pegada a la estufa para que no se me queme la crema. La puerta se abre. Levanto la mirada, Nate me sonríe.
—Qué sexy te ves con ese delantal de frutas.
Se muerde el labio mientras muevo la crema.
—Gracias, ahora ya sé que te gusta cómo me veo.
Rodea mi cintura y me pega contra su cuerpo.
Sube sus manos a mis senos y los aprieta. Rodeo su cuello y reímos.
—Eso se ve delicioso. —Apoya su barbilla en mi hombro.
—Fue lo primero que se me ocurrió hacer, a papá le gustaba tanto la crema de zanahoria, que me obligué a saber cómo prepararla —musito.
—¿Cómo era Víctor?
Me sorprende su pregunta, pero, aun así, decido responder.
—Era un buen hombre. —Apago la sopa—. Siempre atento, cuando Misha murió, toda su atención se volvió en mi dirección. —Nate camina hacia la mesa de la cocina y me sube en ella. Se mete en medio de mis piernas—. Atento, buen padre, buen esposo... aunque mamá no siempre ha sido muy cariñosa —gorjeo—. Pero sé que amaba a papá y sé que aún lo ama.
—Debes extrañarlo mucho. —Asiento—. Yo también extraño mucho a mamá.
Me quita un mechón de cabello de la cara y lo pasa detrás de mi oreja.
—Era una buena mujer, por lo que me ha dicho Seth.
Tuerce el gesto.
—Lo fue, para Seth su muerte fue un golpe muy duro, le afectó tanto —explica. Me besa—, pero ya no hay que hablar de eso, mejor vamos a comer que muero de hambre.
De un salto ya estoy con los pies en el suelo.
—Vamos entonces.
Servimos. Él prueba los platillos que con mucho esfuerzo preparé para que los degustara.
Me cepillo los dientes mientras Nate me mira recargado en el marco de la puerta, lo observo por el espejo y nos sonreímos.
—Qué hermosa te ves.
Me enjuago la boca y dejo el cepillo en su lugar.
—Mentiroso.
Paso a su lado, me agarra del brazo y me detengo.
—No miento. —Me da la vuelta—. Te ves hermosa y si te digo que te ves hermosa. es porque así es. —Me devora los labios. Me agarra el trasero, pero me separo de él—. Lo siento. No sé qué me ha pasado.
Me mira por un momento, sale del baño y de la habitación.
Me desvisto y solo me cubre la ropa interior. Me doy la vuelta y Nate está por entrar, mas se detiene.
—Lo siento.
Se da la vuelta para irse.
—Espera. No te vayas. —Se acerca—. Perdón, pero... no sé qué me pasó.
—No me pidas perdón. Sé que es difícil para ti.
—Es solo que...
—¿Qué? —Levanta mi barbilla para poder contemplarlo—. Puedes confiar en mí y lo sabes.
—Solo de imaginarme lo que él me hizo hace que se me revuelva el estómago. —Se molesta y frunce el ceño. Me abraza fuerte—. Lo siento.
Sus fuertes manos acarician mi espalda desnuda. Me hace sentir mejor.
—Perdóname tú a mí, lamento no haber podido cuidar de ti, perdón por no estar aquí para defenderte.
—No es tu culpa que tu hermano sea un hijo de puta.
Nos separamos.
—No, pero pude evitarlo.
—¿Y quién iba a saber los planes que él tenía en mente? —Sacudo la cabeza para alejar esos malos pensamientos—. Mejor hay que hablar de otra cosa —sugiero.
Esboza una sonrisa.
—Vamos a ver una película, ¿te parece? —Sube y baja sus cejas tan gracioso que no puedo evitar carcajearme.
—Me parece buena idea —río—. Solo deja que me ponga un pijama.
Me mira de arriba abajo.
—Por mí no hay problema —suelta. Sonríe pícaro—. Encantado de que duermas así.
Le doy un golpe en el brazo.
—No te pases, Nate
Me pongo el pantalón. Meto mis manos por los agujeros de la blusa y la acomodo, desabrocho el sostén, deslizo los tirantes por mis brazos y lo saco por debajo de la tela.
Me doy la vuelta y Nate me mira, sonrío. Se quita la ropa y solo queda en calzoncillos. Me sonrojo un poco, debo admitir que tiene un cuerpo escultural, unos brazos bien marcados y un abdomen de cien. ¿Qué digo? Todo él es de infarto.
Se acomoda sobre el colchón, camino hacia la cama tumbándome a su lado, enciende la tele, me acomodo en su torso, apoyo mi cabeza en su pecho, el cual sube y baja. Busca en todos los canales, dice que no hay nada bueno. Resopla. Nate mete su mano por debajo de mi cuello, desliza su palma sobre mi blusa hasta llegar a mi cintura para pegarme a él, acaricia mi piel con delicadeza. Me tenso. Suspiro y busco una película, pues le quité el control.
Agarra mi mano y entrelaza sus dedos con los míos. Sonrío. Encuentro una película buena y decido dejarle ahí. Subo mi pierna derecha y la acomodo arriba de las suyas.
—¿Te gustan las películas románticas?
—Pues sí, aunque me gustan más las de ficción o las de terror, incluso las de acción.
Admito que he estado un poco romántica... No sé por qué.
—Prefiero las de acción —musita. Me da un beso en la frente—. Estas películas son demasiado melosas, creo que siempre es lo mismo. Se enamoran y por una u otra razón se separan, y al final se reconcilian y son felices para siempre —ríe.
—Basta, Nate.
Le pellizco la cintura.
—Lo siento, mi amor, pero sabes que tengo razón.
—Lo sé,
Nos quedamos en silencio viendo la melosa película de amor, se llama Yo antes de ti y es súper triste. Abrazo a Nate. El protagonista se ha quedado sin movilidad y ella lo cuida, quiere que él tenga motivos para vivir, pero él ha perdido toda esperanza y su única opción es la eutanasia.
Siento cómo los brazos de Nate me sueltan de a poco, lo miro y ya está dormido. Niego con la cabeza. Casi al final de la película he llorado muchísimo, el final no es en nada como todas las otras películas, es triste y desgarrador. Te dan ganas de seguir llorando, aunque la película ya haya terminado.
Nos cubro a Nate y a mí con los cobertores, antes de acomodarme de nuevo en sus brazos, le doy un beso en la boca. Me poso en su pecho y hago que me abrace.
Esto es lo que siempre quise, esto es lo que siempre soñé, pero, ¿cuánto tiempo me durará la felicidad?
Nate
No sé si solo ha sido un sueño, pero creo que no. Todo ha sido una maravillosa realidad. Creo que me quedé dormido a media película, después de eso, recuerdo vagamente. Abracé a Nell toda la noche. Entonces eso no fue un sueño.
Escucho a lo lejos las pequeñas gotitas de lluvia golpear en la ventana, el viento sopla, hace que los árboles crujan y las ramas se muevan de un lado al otro.
Abro los ojos poco a poco, la luz quema mis pupilas y me obliga a cerrarlos de nuevo. Pero lo que menos quiero es juntar los párpados, cuando tengo lo más hermoso a mi lado. Miro a Nell dormir. Me abraza, le doy un beso en la frente. Sonrío. Suspiro en su frente y mantengo mis labios pegados en la delicada piel que cubre su cabeza.
Pasados unos minutos, me separo de ella. El celular que está en la mesita empieza a sonar. Sin quererlo, me deshago de los brazos de Nell que me aprietan a ella.
Me siento en la orilla del colchón, pero elevo los brazos al cielo y siento cada hueso y músculo de mi espalda crujir al unísono. Reviso la pantalla, también hay un mensaje de papá, así que decido verlo.
Jared:
¿Por qué cojones no me habías dicho del accidente de Seth? En cuanto pueda, hablo contigo, Nate.
Resoplo con fastidio y ahora sí respondo a la llamada de Seth.
—¿Qué pasa? —Camino descalzo hasta la ventana—. ¿Cómo estás?
—Bien —se queja—. Mejor que ayer. Creo —ríe—. Hablé con Jared y está molesto.
—Sí. me ha mandado mensaje; qué por qué no le dije del accidente.
Miro la llovizna.
—A mí me ha regañado. —Escucho voces—. Que le den, no me importa, así como yo no le importo.
—No sé hasta cuando vas a dejar esa rivalidad con papá —bufo.
—Él empezó todo.
—Ya, para con esto, es mi papá también. Nadie empezó nada, es papá, Seth —exclamo, iracundo—. Más al rato voy a verte.
Me separo de la pared.
—No es necesario. ¿Cómo está ella?
—Dormida, supongo. —Nell se mueve—. ¿Por qué no quieres que vaya?
—Mierda, Nate, no eres mi padre. No tengo por qué decirte.
Sé que está con Eli.
—Estás con Eli, ¿verdad?
Se ríe, nervioso. No lo puede evitar, no puede negar que está con ella.
—No te importa. No quiero discutir contigo, Nate. Cuídala. No vengas. —Se queda en silencio unos segundos donde pienso que ya me ha colgado, pero miro la pantalla y los segundos siguen corriendo—. Cuídala —cuelga.
No entiendo esa relación, ellos saben que nunca llegarán a nada bueno, al final Seth terminará rompiéndole el corazón a Eli y ella terminará echa un desastre.
Me doy la vuelta y me detengo al ver que Nell se mueve en su lugar. Los bellos de mi cuerpo se erizan cuando el viento sopla más fuerte y las ramas de los árboles golpean la ventana, corro a la cama y me dejo caer sobre el colchón.
—¿Dónde andabas?
Me abraza al cubrirme con las cobijas.
—Hablando por teléfono.
Le doy un beso en su hombro desnudo. Una pequeña sonrisa se escapa de su boca.
—No te vayas, hace mucho frío.
Se pega más si es posible.
—Está lloviendo. —Entierro mi cabeza en el hueco de su cuello y le doy un beso—. Y hace mucho frío.
—Solo abrázame.
Hago lo que me pide y enredo uno de mis brazos alrededor de su cintura, el otro lo deslizo por debajo de su cadera y acaricio su pierna.
No me di cuenta en qué momento nos quedamos dormidos, pero sí sé que, como la última vez, fue lo más maravilloso de este día. Abro poco a poco los ojos y me doy cuenta de que estoy solo. Busco con la mano a Nell, pero ella no está.
Me incorporo y escucho ruidos en el baño, el agua cae y alguien canta. Me incorporo, me quedo en la puerta cuando veo a Nell con los ojos cerrados recargada en la bañera. Me río.
—Buenos días.
Sonríe.
—Buenos días —musita. Saca sus brazos para recargarlos en la orilla de la bañera—. Te dormiste de nuevo.
—Tenía mucho frío. —Agarro su mano cubierta de espuma—. Pero tú ya has entrado en calor.
—Tenía frío también.
El olor a frutas llena el ambiente. No he dejado de pensar en Nell, en su cuerpo desnudo y en todo lo que provoca en mí cada que la tengo cerca. Ella me mira, acaricia mi mano. Me intento poner de pie, pero ella lo evita.
—¿Dónde vas?
Me jala hacia ella. Me corro unos centímetros para quedar más cerca de su cara.
—No puedo seguir tan cerca de ti —jadeo.
Se pone de pie y me besa.
—¿Por qué? —Juega con la espuma.
—Porque te quiero hacer mía, por eso. Porque no puedo seguir tan cerca de ti —suspiro.
—Nate. —La observo—. Bésame.
Se muerde el labio. Carajo. Me acerco y aprieto los labios contra las suyos sin despegar las pupilas de las suyas.
—¿Estás segura?
—Sí.
Me mata cómo me mira y no puedo decirle que no. Entro a la tina, me quito el bóxer y lo aviento al suelo. Nell se levanta, deja ver sus senos cubiertos por la espuma blanca. Me recargo en la porcelana tibia y ella se sienta sobre mis piernas. Con sus manos rodea mi cuello. Acorta la poca distancia que hay entre su cuerpo y el mío, hace que mis músculos se tensen y quede erguido, acaricio su cara y ella sonríe, y apoya su mejilla en mi mano.
Nelly
Acaricia mi mejilla, sonrío. Él también lo hace y cada que hace eso, me es imposible no poder resistirme a esa encantadora sonrisa suya. Muevo mis caderas de adelante hacia atrás, hago que mi intimidad se roce con su miembro. Me acerco poco a poco, siento su respiración en la piel de mi cara que yace enrojecida por el furor.
Nate
Se mueve de adelante hacia atrás, haciendo que me encienda con rapidez. No puedo negar que tengo muchas ganas de hacerla mía, pero tampoco quiero presionarla, nada bueno resultará si la fuerzo. Dadas las cosas con mi hermano, es como echarle sal a la herida.
Poso mis manos sobre sus caderas y las aprieto con delicadeza. Nell juega con los cabellos de mi nuca y un rico escalofrío recorre mi espalda. Sonrío. Sigue moviéndose. Subo hasta sus pechos que, para mi buena suerte, quedan al descubierto cuando la espuma cae y resbala por estos y su abdomen. Los moldeo. Ella emite un pequeño gemido cuando, con dos de mis dedos, estímulo uno de sus pezones.
Me acerco a su pecho y beso en medio de sus senos. Cierra los ojos. Lamo y succiono con cuidado de no lastimarla. Es una princesa y como tal debe ser tratada. Con besos subo por su cuello, doy pequeñas mordidas también. Ella ríe, beso su clavícula y llego hasta sus labios carnosos que muerde con desespero. Agarro su rostro con una mano y la otra la bajo a su intimidad.
—¿Estás segura de esto?
Hago que me mire a los ojos.
—Sí, estoy segura —jadea.
—Mírame. —Lo hace—. Todo va a estar bien, no tengas miedo, si quieres que pare, solo tienes que decirlo.
Asiente.
Agarro mi miembro, Nell se levanta un poco y aprovecho esta oportunidad para entrar en ella. Entro lento y con cuidado, con mucha delicadeza. Entretanto, la beso. Me mira a los ojos mientras me deslizo poco a poco dentro de ella. Está apretada y se siente tan delicioso, que no puedo evitar gemir. Acerco mi cara a la suya y mis labios rozan la piel de su mejilla. Ella baja poco a poco, sube y vuelve a bajar. Agarro sus caderas para ayudarla con el trabajo. Entonces, sin pensarlo, se deja caer, el agua se levanta y se desborda un poco por la tina.
Me muevo a su ritmo y ella al mío. Agarro bien sus caderas, aprieto y acaricio su piel mojada, se mueve de adelante hacia atrás, y en viceversa. Mis músculos se relajan mientras nos movemos más, mientras hacemos el amor.
Agarro su trasero y lo aprieto, mi boca está seca, no tengo saliva, no puedo ni hablar, no puedo decir nada de lo que siento en este preciso momento, donde nos entregamos, donde por un momento solo somos ella y yo.
Siento cómo mi cuerpo se detiene. Jadeo. Ella gime y eleva la cabeza, deja ver la vena de su cuello, entierra sus uñas en mi piel y duele, pero es un dolor satisfactorio. Me relajo.
Nell me mira a los ojos y paso mis manos debajo de los suyos, la abrazo y la aprieto a mi cuerpo sudoroso.
Tiemblo, estoy nervioso; estoy más que enamorado de esta increíble mujer que hace que me comporte como un completo idiota cuando estoy con ella.
Aleksei
Cuando era más joven, dejé Nueva York para ir hasta el otro lado del mundo. Mi mamá me quiso alejar de todo esto el día que mi papá murió por culpa de unos matones rusos, ese día ella decidió que mi vida no sería esto, que yo no haría todo lo que su familia había estado haciendo los últimos años. Decidió que era bueno... decidió alejarme de mi familia sin siquiera preguntar si yo quería esto o no.
Es mi madre y no la puedo juzgar por lo que ha hecho, pero ya es hora de regresar a aquello que yo quiero hacer, tengo sangre rusa en las venas y es inevitable no meterme en problemas y querer defender a mi familia a como dé lugar.
Ahora que he regresado, sé que ella se va a enojar conmigo y sé que no estará de acuerdo con esta decisión que he tomado, mas no puedo solo ignorar lo que pasa y voltear hacia otro lado mientras mi familia se desmorona poco a poco.
—¿Tu mamá sabe que estás aquí?
Pete ha venido por mí, le avisé a mi tía desde días atrás que iba a venir.
—Le dije que vendría, omitiendo el hecho de que no sabe exactamente a qué he venido.
—El día que sepa que haces aquí con exactitud, viene y te mata.
—Vera no la dejará.
—Lo sé. —Pete me mira de reojo—. Has crecido mucho, muchacho; cuando tu tía te vea, va a llorar de la felicidad.
—¿Ella como está con todo esto?
—Mal, muy mal, nunca la había visto así. Camila y Billy son quienes mantienen el negocio a flote. Ni siquiera se puso así cuando Víctor murió.
—Bueno, tenía a Nell, sabía que ella estaba ahí, que tenía todo su apoyo y ahora que ella no está... No sé cómo ha podido con tantas tragedias.
—Es una Petrova, ella puede con esto y más.
—Eso espero.
Miro la ciudad, se ve tan esplendorosa, tan llena de vida.
Pete conduce directo a la casa de mi tía; cuando llegamos, la puerta se abre y algunos hombres que la cuidan, se detienen a mirar el auto.
Pete se hace cargo de mis maletas. Ya oscurece. La puerta principal de la casa se abre y de ella sale una Camila feliz, sonriente y emocionada. Corre hacia mí y cuando la tengo en frente, la atrapo entre mis brazos y la aprieto.
Su cabello es corto, su tamaño ya no es el de una niña, ahora es una mujer; sus brazos están cubiertos de tatuajes. Suspiro, recuerdo a esa pequeña niña a la que le faltaban los dos dientes de enfrente... ya no queda nada de ella, jamás volverá a ser la misma Camila Rose. Nos separamos y ella me inspecciona de arriba abajo.
—Te ves jodidamente sexy.
Me da un golpe con el puño, sí que tiene fuerza.
—Y tú pareces una vagabunda.
Frunce el ceño y entorna los ojos.
—Idiota —escupe.
Vemos a Pete entrar en la casa y le seguimos. Él se desaparece por las escaleras.
—¿Dónde está Vera?
Con la cabeza señala el despacho de mi tía.
—Ahí, casi todo el tiempo se la pasa metida ahí, trabaja demasiado para no pensar en lo que sucede.
—Todo va a cambiar, te lo prometo, vamos a encontrar a Nell.
Sus orbes se cristalizan.
—Ya no sé qué creer —suspira—. Han pasado muchos meses, Alek, más de cinco meses y no sabemos nada de ella.
—La esperanza es lo último que muere, así que no hay que dejarnos vencer. —Aprieto sus hombros—. La vamos a encontrar y con ello, al responsable de eso.
—Eso espero.
—Pues no esperes demasiado.
La abrazo. No me gusta verla así. Tampoco me gusta que esta casa se haya sumido en la profunda oscuridad... saber que mi prima está perdida y que quién sabe cómo lo pasa, me enfurece.
Solo quiero una cosa; encontrar a Nelly.
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