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Capítulo 35. 🔥

Camila

No sé en qué momento pasó esto, no sé cuándo fue que dejé de mirarlo solo como un chico y empecé a verlo como lo que es: un hombre. No sé en qué momento me empecé a enamorar de él, pero ya no hay marcha atrás, estoy con él para apoyarlo en todo y si todo significa estar en el hospital para cuidar de su amigo, estaré.

Así como él ha estado conmigo en estos momentos tan difíciles, desde que mi amiga desapareció nada es lo mismo.

—Vámonos. —Cas niega con la cabeza—. ¿Por qué?

Agarro su mano.

—Tengo que estar aquí.

Mira la puerta de la habitación donde está Seth.

—¿Por qué? —musito—. No es tu obligación cuidarlo.

—No lo entenderías.

Ayer por la noche me llamó, dijo que Seth había tenido un accidente, le contesté que venía a verlo, pero comentó que sería mejor venir por la mañana y aquí estoy, con mi novio.

—No, no lo entiendo. ¿Por qué no me lo dices? —Me observa—. Tú no le debes nada a Seth para tener que estar aquí, ¿o sí? —espeto.

—A Seth le debo tanto.

—Es un hijo de puta

Me recargo en el respaldo del sofá.

—Sí, lo sé, todos sabemos eso, pero nadie sabe la otra versión de Seth.

Enarco una ceja, sacudo la cabeza.

—No hay otra versión, no hay otra cara de la moneda; Seth es lo que es y nada lo hará cambiar —escupo.

Cas se gira y me mira, apenado.

Algo me oculta y no quiero ser una novia celosa, mas quiero saber esos secretos que tanto guarda con recelo.

—Seth y yo nos conocemos desde pequeños, íbamos juntos al colegio—argumenta. Coge mis manos—. Mi papá se fue cuando yo tenía diez años, nos dejó a mamá y a mí. La pasamos muy mal, después de un tiempo me di cuenta de que él nunca iba a regresar. Pero mamá no pensaba así, dejó de trabajar, ya no aportaba dinero a la casa y nos embargaron porque debía mucho dinero al banco. Nos fuimos a vivir a un departamento y Seth sabía que algo no iba bien. Yo nunca le dije nada, me daba pena.

»Un día, no teníamos nada de comer. Fui al colegio sin un dólar en los bolsillos, llevaba los tenis rotos y tampoco tenía para comprar unos nuevos. No quise entrar a las clases, Seth me buscó y me encontró en la parte trasera del colegio, me dio el almuerzo que su mamá le había preparado. Después de las clases su mamá iba por él, entonces Seth le dijo lo que me pasaba y ella me llevó a su casa, me dio de comer, me compró ropa y zapatos. Pagaban las colegiaturas, me compraron tenis nuevos, me metieron a clases privadas, al igual que Seth.

—Yo no lo sabía.

Cas sonríe.

—Mamá se había dado cuenta de que su hijo ya no pasaba tanto tiempo en la casa y entonces decidió ir a buscarme a casa de Seth, ese día Jared estaba ahí, se enfrentó a mi mamá y le dijo que por nada del mundo dejaría que yo regresara con ella. La amenazó, le advirtió con mandar a la policía a su departamento. Ella dejó de insistir y, de vez en cuando, Jared me llevaba para verla.

—¿Tú la visitas?

—A veces. Sé que Seth no es de tu agrado, pero ¿sabes? Para mí es mi hermano, gracias a él y a sus papás yo terminé el colegio y estudié. Jared también es malo y todo lo que lo rodea es malo también, lo sé. Seth no es una blanca paloma, ha hecho muchas cosas malas, pero es mi hermano, Cami, no te voy a pedir que te lleves bien con él, pero ahora que sabes lo que hizo por mí, espero que cambies un poco la idea que tienes sobre él.

Aprieta sus labios contra los míos. Abrazo a Cas, apoya su cabeza en mi hombro.

—Lamento todo lo que te pasó.

—Y yo, pero encontré a una linda mujer que me ayudó.

—Lo sé. —Nos separamos—. Me quedo aquí contigo.

—No tienes que hacerlo.

—Quiero hacerlo.

Sonrío.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Nate

Abro los ojos y la veo dormir a mi lado, sonrío. Su largo cabello se extiende sobre la almohada y la cubre por completo, me pego más a ella y le doy un beso en la cabeza. Ella se remueve.

Paso mi mano por su cintura y entierro mis dedos en la delgada piel de sus caderas. Le quito el pelo que cubre su cuello, lo hago a un lado, le doy un beso y ella se estremece, abre sus ojos y se queda quieta.

—Buenos días —musito.

Le doy más besos en el cuello y en la clavícula, subo a su barbilla, ella ríe y decido atrapar sus labios.

—Buenos días.

—¿Dormiste bien?

Le quito algunos cabellos del rostro.

—Mejor que nunca.

Sonríe.

—¿Y tú?

Se da la vuelta y queda boca arriba, apoyo mi brazo en la almohada y la miro.

—Yo muy bien, porque he dormido a tu lado. Hoy quiero que salgas. —Abre sus ojos—. Al patio.

Esboza una mueca.

—¿En serio?

—Sí, quiero que veas la luz del sol, aunque sea por unos días.

La verdad es que el encierro no le hace nada bien, ha perdido el color de su piel y ahora está amarillenta. No digo que no sea hermosa así, pero la Nell de hace meses ya no está. Todo rastro de dulzura, comprensión y amor han dejado ese cuerpo y ahora solo hay rencor y odio. La entiendo y no es para menos que ella sea así, pero sabe que nunca la dejaré hacerle daño a Seth. Sí, sé que se lo merece, pero es mi hermano y no lo quiero muerto.

Hemos desayunado y duchado, ella primero y yo después.

Aún creo que es demasiado pronto como para pensar en hacer el amor con ella o tan siquiera tocarla. Está muy dañada, muy rota y lo único que quiero ahora es protegerla. Se ha puesto un vestido azul con pequeñas flores, sus hombros están descubiertos y sus largas piernas se asoman por debajo de la delgada tela del vestido. Sonríe en cuanto sale de la habitación, coloca sus manos frente a ella y camina hacia mí. La recibo con una sonrisa, acaricio su mejilla al tenerla frente a mí.

—Vamos.

La llevo conmigo escaleras abajo. Llegamos a la puerta y ella aprieta mi mano, lo hace tan fuerte que siento mis huesos crujir. La observo, pero ella tiene su vista fija en el picaporte de la puerta.

—Voy a estar bien ¿verdad?

—Por supuesto que sí.

El aire me pega en el rostro. Nell sonríe. Da sus primeros pasos afuera e inhala fuerte, hace que sus pulmones se llenen de aire fresco.

—Es hermoso todo esto...

Inspecciona el alrededor, cada rincón y centímetro a su paso. Nos dirigimos hacia la piscina.

Nelly

Estoy descalza, siento en mis pies el pasto mojado y este me provoca cosquillas. El viento me acaricia el rostro y hace que mis cabellos se muevan; algunos me cubren la cara. Nate me ve todo el tiempo, sonriente.

Llegamos a la orilla de la piscina y nos sentamos, miro el fondo del agua cristalina. Meto mis pies, está tibia.

—¿Pasa algo?

Apoyo mis manos en la orilla.

—No, es solo que te ves hermosa.

Posa su mano encima de la mía.

—No seas mentiroso —recrimino.

—No miento, nunca te diría una mentira. Te ves hermosa, no solo hoy... Siempre te ves hermosa. Hay algo diferente en ti. Algo ha cambiado.

—Muchas cosas han cambiado, sabes que lo odio. Después de lo que hizo, lo odio.

Recuerdo el momento cuando Seth aceptó lo que había hecho y de tan solo pensar cómo fueron las cosas, un escalofrío hiela mi sangre.

Nate

Sé que para ella esto es muy difícil, todo lo que ha pasado en estos meses ha dejado secuelas irreparables. Lo puede odiar, pero aún siente cariño por él y es por eso, solo por eso, que no lo puede odiar por completo. Una gran batalla se forma en su interior.

También sé que no me ama, no al menos como yo quiero que me ame. Puede ser que me tenga cariño, aprecio, y agradecimiento, pero amor no, no es amor, nunca será ese sentimiento. Y solo yo puedo aceptar esto y es porque, a pesar de todo, yo la amo y si algún día tengo que dejarla ir, lo haré, porque no me pertenece, ni a mí, ni a Seth.

Ella no es de nadie, ella no necesita ni necesitará nunca a ningún hombre para ser feliz, es porque ella es única para mí, porque, al contrario de ella, yo sí la necesito para vivir.

Damos un paseo por la casa, le muestro el jardín de mamá y estamos un buen rato en la piscina. Natalia se ha dado cuenta de todo, pero sé que ella no dirá nada, ella es fiel a la familia y su madre, María, ha trabajado para Jared muchos años; ninguna de ellas dirá jamás lo que han visto en esta casa.

—¿En qué piensas?

Mira el cielo mientras la llevo de la mano dentro del hogar.

—En ti, me hubiera gustado conocernos en otra ocasión, en otro momento, en otra etapa de nuestras vidas...

—Nos conocimos así porque así debía de ser, por algo este secuestro y por algo tú, aquí a mi lado.

—No sé. Es solo que en serio me hubiera gustado conocerte en otro momento —musita.

Me detengo en medio de la sala, ella también lo hace y se da la vuelta para quedar frente a frente.

—Nell, necesito ir a verlo. —Asiente—. Prometo no tardar, pero no quiero encerrarte en el sótano. Quiero que me prometas una cosa.

—Dime.

—Te voy a dejar aquí, no te voy a encerrar, pero necesito que me prometas que no vas a salir, no intentes escapar porque esos hombres... —Los señalo—. Están dispuestos a tirar a matar y no quiero que nadie te haga daño.

Suelto su mano y tomo su cara entre las mías.

—Lo prometo.

Me mira a los ojos.

—¿De verdad?

—De verdad, no quiero escapar para terminar muerta.

—Estoy hablando en serio, Nell.

—Yo también.

—Nell.

—¿Que?

—Por favor. —Suspira—. Lo digo en serio. No quiero que te asomes, ni que intentes salir. No quiero que nadie te haga daño.

—Lo prometo.

Me besa.

—Vale, no tardo.

Ileana

Claus me ha llamado por cuarta vez en lo que va el día, puede ser muy molesto si se lo propone. Es mi exnovio y la causa de mis pesadillas también.

Cuando decidí terminarlo, no creí que se lo fuese a tomar tan mal, pensé que sería maduro como siempre aparentaba serlo, pero todo aquello fue solo una más de las tantas mentiras que me decía. No era un buen hombre y eso lo tuve que comprobar a las malas.

Las llamadas empezaron a ser constantes, los mensajes molestos y un tanto amenazantes. Tuve que cambiar de número muchas veces, mas, aun así, él siempre encuentra la manera para encontrarme. Creo que eso de la orden de restricción fue buena idea en su momento, pero eso a él no le importa.

Ya pasa de medio día y por fin he podido almorzar, el trabajo se complicó un poco, ya que llegaron muchas personas que estaban intoxicadas por algo que comieron en un restaurante, al final se les ha dado medicina y se ha mandado a los que no estaban tan intoxicados a casa. Uno que otro se ha quedado por ahora para revisarlos.

Busco entre los expedientes el del paciente de anoche, pero no lo encuentro, me quedo frente a todos, mas no logro divisarlo.

—¿Qué buscas? —me pregunta Rose, mi compañera.

—El expediente del paciente que llegó anoche.

—¿El del accidente de auto?

—Sí, ese, pero no lo encuentro. ¿No sería la enfermera del turno de la noche que se lo llevó?

—No fue ella, lo que pasa es que han cambiado al paciente con el doctor Rogers.

Me doy la vuelta y la miro, sorprendida.

—¿Qué?, ¿cómo?, ¿por qué?

—Parece que es su doctor de cabecera. Por eso el doctor Morgan lo ha pasado con él.

—¿Y tú sabes cómo se encuentra el paciente?

—Bien por lo que sé, ha despertado y ahora mismo el doctor Rogers está con él.

—Qué bueno entonces, me alegro que esté bien.

—Qué buen susto se ha de haber llevado, espero que esto le sirva y se dé cuenta de que no tenemos la vida comprada y que en cualquier momento todo puede cambiar —suelta. Me sonríe y coge uno de los expedientes.

—Yo también espero eso.

—Nos vemos, Ileana, voy a revisar al paciente de la operación de ayer.

—Suerte.

—Gracias, la necesitaré.

Su paciente puede ser algo molesto.

Se da la vuelta y se va. Yo, por otro lado, busco la habitación y llego solo a la esquina, pues afuera de esta, hay tres tipos. Supongo que son la familia del herido; la puerta se abre y el doctor Rogers sale, saluda al único familiar que queda y se va. Hago lo mismo y busco qué hacer.

Es muy raro esto, que se cambie de doctor, así como así. Es demasiado raro, a veces hay sus excepciones, pero siempre resulta que es por algo.

Esta persona debe ser muy importante entonces. Es eso o se trata de otra cosa... Esto me huele mal. Además, nunca he confiado del todo en el médico Rogers. Algo en él no me gusta.

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