Capítulo 25. 🔥
Camila
Hemos llegado al Sky Room y lo primero con lo que nos hemos topado, es con la desagradable sorpresa de Seth con una chica. No sé cómo él puede hacer esto, pues decía amar a mi amiga y hacer estas cosas... Qué desagradable.
Billy está hecho una furia y no es para menos. Seth está allí con una tipa, cuando mi mejor amiga sigue desaparecida. Es una pena que ese cabrón haya sido y siempre sea el primer amor de Nell.
—¡Cálmate! —Le doy una bofetada y apoyo mis manos en sus hombros—. Por favor, cálmate.
Sus ojos se posan en los míos. Están que echan fuego.
—¿No te das cuenta de lo que hace ese hijo de puta?
Lo señala, inhala con fuerza y saca todo el aire retenido por la boca. Sus orbes azules se han vuelto más oscuros y noto un ligero toque de locura en ellos.
Billy puede ser la persona más tranquila de todo el mundo, pero cuando se enoja, lo hace como nadie, pierde el control y eso era raro en él. Sin embargo, desde que desapareció Nell, todos hemos perdido el horizonte. Hasta puedo decir que yo no soy la misma, he sacado todo aquello que llevaba guardado muy dentro de mí.
—Es un cabrón, lo voy... —Empuña sus manos, aprieta sus nudillos y estos se vuelven blancos—. Es un imbécil. No sé cómo Nell ama a ese pedazo de basura.
—Lo siento, Billy, pero nadie manda en el corazón.
Miro de reojo a Cas, quien me echa una ojeada lasciva, me guiña un ojo y se acerca a la barra a pedir otra bebida.
—Lo dices tú quien no sabe lo que quiere —musita.
Aparta mis manos de sus hombros y camina hacia los sillones blancos, los que están afuera. Lo sigo, me percato que Seth ha dejado por fin a la rubia aquella, la cual ahora mira a Cas y le guiña un ojo, lame sus labios y juega con su cabello la muy zorra.
Billy se sienta en uno de los sillones y agarra su vaso, le da un trago, un trago largo. Sacude su cabeza.
Sabe lo que quiero hacer y sabe que le diré todas sus verdades a Seth. Ignoro las miradas de mi mellizo y voy en dirección hacia el susodicho; está recargado en la baranda del balcón y mira hacia la ciudad, la cual está despierta, pese a que ya pasan de las tres de la mañana.
—¿Seth?
Apaga su cigarro.
—¿Qué pasa, Cami?
Bota el humo, este desaparece sobre nuestras cabezas y se esfuma con la brisa.
—Eres un imbécil.
Suelta una risita tonta y me ve por el rabillo de su ojo.
—No eres la primera que me lo dice, ni tampoco serás la última. Me han dicho cosas peores.
Su interés se posa sobre los edificios frente a nosotros.
—¿Cómo es posible que Nell está desaparecida y tú paseándote con cualquier tipa que se te pone enfrente?
Mi tono es de molestia.
—No sabes nada. Cami, no sabes absolutamente nada.
Me encara, sus orbes están tristes y noto un deje de culpa en ellos.
—No, Seth, no sé nada y no quiero saberlo. Nell te ama...ella te amaba. ¡Joder! Sé que donde quiera que esté, ella aún te ama porque eres y fuiste el gran amor de su vida. Eres un cabrón por hacerle esto.
Me dispongo a irme, mas me agarra del brazo y me detiene.
—Te digo que no sabes nada. ¡Nada, maldita sea! Nell no es tan santa.
—Lo sé. —Me suelto de su agarre—. Lo sé, Seth. Todos lo sabemos y nadie dice lo contrario, pero también todos sabemos que ella te amaba.
—Y yo la amaba también. —Me empiezo a reír. irónica—. La amaba mucho. Y no he estado con nadie desde que... desde que... —vacila—. Desde lo que pasó; no me he acostado con nadie, porque siempre que lo voy a hacer, su rostro aparece en cada mujer.
—¿Y yo me voy a tragar ese cuento? —bufoneo. Él se molesta—. No te creo nada, Seth.
Me cruzo de brazos. Tengo ganas de vomitar.
—No me creas, maldita sea, no necesito que ni tú ni nadie me crea.
Escucho unos pasos, me giro y Cas camina hacia nosotros.
—Seth, cálmate, por favor.
Cas posa una mano sobre mi hombro y me pega a él por la cintura.
—Tú no me mandas, Cas. Dejen de estar jodiéndome.
Pasa al lado de nosotros y le pega a Cas en el hombro con su brazo.
Cas hace un gesto y se soba la zona.
—¿Qué demonios le pasa?
Me separo de Cas y veo que Seth baja las escaleras.
—Desde que Nell desapareció, él ha cambiado mucho.
Me acaricia la mejilla.
—Es entendible, pero no puedo pasar por alto que cada noche haya una mujer diferente en sus piernas —bufo, molesta.
—Mira, Cami, Seth siempre ha sido así... un imbécil que se acuesta con cualquiera, pero desde que Nell apareció en su vida, él mejoró un poco. Es en serio, Cami.
—Ajá.
—No me creas, pero te digo la verdad. Así como es verdad que me gustas y que tú no me haces caso.
—Eres como Seth y no, gracias, paso sin ver.
Decido marcharme.
—Camila, por favor. —Levanta sus manos, resopla y las deja caer —. Vamos, nena, créeme.
Me doy la vuelta y lo encaro.
—No voy a dejar que tú ni nadie me rompa el corazón.
Mi caja torácica late a un ritmo descontrolado cuando, con ambas manos sostiene mi rostro entre sus manos y aprieta sus labios a los míos.
—Cas...
No me deja hablar porque sostiene mi rostro más fuerte y ladea la cabeza para acentuar el beso. Uno que me deja descolocada.
—Me gustas, Cami, ¿no lo ves?
—Cas, yo...
De nuevo toma posesión de mis labios y por un segundo me dejo llevar, solo quiero sentir sus labios sobre los míos y sus manos en mi rostro, solo quiero eso.
Nelly
Por la madrugada escuché algunos ruidos, pero no me quise levantar a ver quién era, seguí durmiendo. Hoy por la mañana me topo con la gran sorpresa que Seth está aquí acostado a mi lado.
No sé en qué momento bajó y se acostó conmigo.
—Seth. —Lo muevo, pues parece muerto—. Seth. —Lo agarro de la camisa y lo muevo de un lado al otro—. ¡Seth! Joder, despierta.
Abre sus ojos aún adormecidos, se agarra la cabeza y mira el techo.
—¿Qué hora es?
Reviso el reloj que está encima de la cama.
—Más de las diez.
Con lentitud, se pone de pie, apoya los codos sobre el colchón y se sienta encorvado. Bosteza sin dejar de observar el suelo.
—¿Te hice algo malo?
Su pregunta me desconcierta.
—Eh... no, no. No me hiciste nada. —Me siento con las piernas cruzadas—. ¿Por qué lo preguntas?
—Es solo que... a veces... —Se remueve el pelo con las manos, esa hermosa mata de cabello rubio —. No sé lo que hago y pierdo el control. Me es imposible controlarme y no quiero hacerte daño.
—Esta vez no me has hecho nada. —Dejo caer los hombros—. Esta vez —río, nerviosa.
—¿Cómo van las heridas?
Me observo las muñecas aún sin entender cómo es posible que yo haya atentado contra mi vida. Sanan poco a poco.
—Bien, Nate ha venido a verme y me ayuda con las vendas.
Su espalda se cuadra.
—Vale. Me voy a dar una ducha y voy a preparar el desayuno.
Sonríe con dulzura y me da una ojeada antes de irse. Suspiro, me echo en la cama.
Analizo todo lo que ha pasado en este tiempo. Hace bastante que dejé de contar cuánto he estado aquí, dejé de hacerlo porque ya no tenía caso hacerlo, era una tortura seguir contando cuando sé que nunca voy a salir de aquí.
Es más fácil superar esto si me hago a la idea que este es mi destino y que jamás saldré de aquí. Las pocas esperanzas que tenía se han desvanecido con el paso de los días y las semanas; el único consuelo que me queda es el saber que traté de hacer las cosas a la perfección, y... que bien o mal, viví la vida, no fue una digna de un premio, pero al menos disfruté lo más que pude.
Nate ha sido muy lindo conmigo, es tan atento, dulce y cariñoso. Él es todo lo contrario a Seth, quien, al contrario de su hermano menor, es un cabrón. Ya no me ha golpeado y eso es un avance, es grosero y distante conmigo. No obstante, prefiero eso a que esté aquí todo el día solo molestándome la existencia.
Es frío y seco con sus palabras, parece que siempre está enojado y creo que es una persona amargada. Pero bueno, si él es así, es su problema, yo ya no quiero que me siga lastimando más. Me hice a la idea de que el amor que le tenía se ha muerto poco a poco.
Exhalo, me limpio las lágrimas con la manga de mi camisa.
Nate entra con una gran sonrisa de esas que alegran mi día.
—Hola. —Asoma primero su cabeza y después todo su cuerpo—. ¿Cómo estás? —Cierra la puerta y entra por completo.
—Bien, supongo —replico. Encojo un hombro—. Ya sabes mi rutina diaria. —Sonríe—. ¿Y tú?, ¿Cómo estás?
Me siento en la orilla del colchón. Se acerca con las manos detrás de su espalda.
—Bien, papá me ha mandado a trabajar, cobrar, comprar armas y todo eso —explica. Hace un gesto de disgusto—. Lo mismo de siempre —suspira.
—Lo mismo de siempre...
Hay un brillo especial en sus luceros, algo único y hermoso. Una extraña sensación recorre cada parte de mi cuerpo. Mi estómago se aprieta y mil voltios recorren mi sistema nervioso.
—¿Por qué me miras así, Nate?
Me paso un mechón de cabello detrás de la oreja.
—No sé... es que te ves muy bonita hoy... bueno, eres bonita siempre. —Se sonroja—. Ya no sé lo que digo. —Sonríe, nervioso—. ¿No te ha hecho nada Seth? —Niego—. Más le vale.
Se acerca y revisa mis muñecas, las limpia y me pone otras vendas que estaban en el baño.
—¿Por qué me cuidas tanto?
Las palabras salen de mi boca como vómito.
—Quiero hacerlo, es como una obligación que tengo contigo.
—Pero, ¿por qué? —insisto.
Quiero saber por qué se preocupa tanto por mí. Lo miro, pero él evita mi mirada.
—No sé, Nell, no lo sé. —Se incorpora —. No tengo ni idea de porqué lo hago, es como una necesidad. Creo que...
Se da la vuelta y me mira.
—¿Qué? —Lo encaro—. ¿Qué crees?
Pero qué necesidad la mía de querer indagar en todo y querer saber todo de este hombre.
—Nada.
Me da la espalda.
—Dime, Nate.
Da un paso, pero agarro su mano y se detiene.
—Olvídalo, Nell.
Hace un ademán, como para restarle importancia a lo que hablamos.
—No, dime qué pasa, quiero saberlo. —Se da la vuelta y se acerca más. Su rostro solo está a pocos centímetros del mío y puedo escuchar los latidos de su corazón—. ¿Qué está pasando?
—Creo que te amo.
Abro más los ojos; mi corazón se exacerba. Nate aprieta sus labios contra los míos.
La calidez de su boca recorre todo mi cuerpo. Los mueve y yo, sin pensarlo, hago lo mismo, acepto su beso.
Sus carnosos labios por fin se han unido con los míos... del todo.
Nate
Esta sensación de embriaguez, de estar volando en una pequeña nube... es sublime. Este cosquilleo que me recorre toda la carne, es jodidamente maravilloso.
Sé que está mal esto que hago con ella; no es correcto, pero uno puede evitar enamorarse de lo prohibido, ¿cierto? Nelly tiene en todo el cuerpo un gran letrero de advertencia, de no pasar, de frágil y aún así no puedo estar lejos de ella. No deseo estarlo, me es tan difícil solo pensar en ella y no sentir cosas, se me retuercen las tripas y mi corazón martillea con más fiereza.
Cuando Seth sepa de esto, soy hombre muerto, aunque creo que él ya sospecha cosas y... eso me da miedo. Me da pánico lo que me pueda hacer, pero si ella siente lo mismo por mí, estoy dispuesto a todo, a ir en contra de Seth, de mi padre y cualquier persona que le haga daño.
Nelly
Sus labios se aprietan en los míos y una calidez que no sentía desde hacía tiempo, se apodera de mi ser. Cierro los ojos y subo mis manos por su cuello, lo rodeo, me aprieto más contra él y el instinto de querer besarlo es más grande que otra cosa en este momento.
Me agarra de la cintura y entierra sus dedos en mi piel. Abro mi boca dando paso a su lengua. Deseo, eso es lo que siento, anhelo que me quiera, que me bese y me cuide como solo él lo hace, necesito que esté conmigo a todas horas y que no me deje sola.
Su lengua y la mía se mueven al mismo tiempo. Nuestro beso se apaga como todo en mi vida. Apoya su frente en la mía y suspira, su respiración es lenta, pero calmada. Abre los ojos y estos irradian un brillo especial.
—Nell... esto está mal.
Me quedo sorprendida.
—¿Qué?, ¿te arrepientes?
—¡¿Qué?! No. No, claro que no, nunca. Pero tú y Seth tuvieron algo...
Y ahí vamos con lo mismo.
—Pero ahora no hay nada con él, nunca existió el amor entre nosotros. —Me separo con brusquedad—. ¡No soy un juguete, no soy un objeto al que Seth puede utilizar, botar y recoger cuando se le hinchen los cojones!
Me paso la mano por el cabello, un tanto molesta por su afirmación, cuando claramente Seth perdió todo en cuanto empezó esta venganza.
Me siento en la orilla del colchón y empiezo a llorar. Sin poder evitarlo, un nudo se forma en mi garganta y la necesidad de sollozar como nunca, me invade por completo.
—Nell. —Se arrodilla frente a mí—. No llores, por favor.
—Vete, Nate —jadeo—. No quiero que tengas problemas con Seth por mi culpa.
—Los problemas que tengo con Seth no son tu culpa, nunca serán tu culpa. Sin embargo, entiende que esto es difícil para mí... Seth te amaba. —Me empiezo a reír con lágrimas en los ojos —. Él fue tu novio y yo no puedo hacerle esto, no a él. Es mi hermano.
—Está bien, Nate. —Me limpio las lágrimas—. Vete entonces y no regreses más.
Me pongo de pie. Aunque me duela ya no verlo, quiero que se vaya. Aunque sé que él me cuida, ya no quiero tenerlo cerca
—¡Largo! —continúo. Le señalo la puerta—. ¡Vete! Por favor.
Se pone de pie y me mira; su mirada es triste y llena de dolor, pero mi corazón es el que se está rompiendo en este momento y ya no quiero llorar más.
—Nell, no me pidas eso...—Junta sus manos a la altura de su pecho.
—Vete y ya no regreses. —Estoy firme y sin remordimientos—. Que te vayas.
—No puedo hacerlo. —Acuna mi rostro entre sus manos y pega sus labios a los míos—. No puedo dejarte, nunca lo haré, no me importa si te tengo cerca y no puedo tocarte... Me importa una mierda lo que digas, nunca te dejaré.
Vuelve apretar sus labios contra los míos, antes de marcharse. La puerta se abre, deja ver a Seth, quien nos contempla.
Nate pasa a un lado de su hermano y choca su hombro contra el suyo. Seth fija su atención en su huida.
—¿Pasa algo? —Enarca una ceja—. ¿De qué me perdí?
—No pasa nada.
Empiezo a llorar sin control, aprieto los ojos, pero el dolor que siento en mi corazón me pide a gritos sacar todo esto que me está matando.
—Ya no llores, Bella durmiente. —Con sus pulgares limpia mis lágrimas—. Ya está el desayuno, vamos.
Suspiro, contengo los lamentos, me incorporo, lo sigo, subimos las escaleras y llegamos a la cocina. Huele a café recién hecho, hot cakes y, bueno, el aroma es delicioso.
Mi estómago gruñe como si no hubiera comido hace días.
Seth hace que me siente en la pequeña mesa que está en la cocina, me sirve todas esas delicias. Empiezo a devorar todo.
—Quiero decirte una cosa; yo no sabía quién eras, cuando llegué a tu casa no sabía que tú eres hija de Víctor, te juro por mi madre que no fue así.
—Ya no me importa lo que digas.
Lo ignoro y sigo desayunando.
Seth
—Importa, porque piensas que sabía todo y que todo fue parte de un plan y no es así.
—¿Y qué tiene que ver todo esto ahora? Creí que teniéndome aquí bastaba. No necesito explicaciones, no tienes que darlas.
—Tengo y quiero, no quiero que pienses que supe de quién eras hija. Sí te llegué a amar, lo hice con toda mi alma y...
—Y ya no —termina por mí—. Es normal que del amor se pase al odio y viceversa.
—Tú también me odias.
Tuerce el gesto.
—Bueno, es lo único que te mereces, Seth, y te juro por mi vida que cuando salga de aquí, te haré pagar con lágrimas de sangre todo el daño que me has hecho. No te vas a salvar de mi odio.
—Creo que eres muy dramática —exhalo.
Entorna los ojos.
—¿Dramática yo? Sí, Seth, soy tan dramática... Estoy encerrada en contra de mi voluntad, me haces daño y soy yo la dramática.
Bufa.
—Lo siento, no eres dramática entonces, pero deja de repetir eso a cada rato.
—No digas que lo sientes cuando en realidad no es así —dice tajante.
Después de eso, nadie dijo nada más, las cosas entre ella y yo siguen tensas, y es mejor dejar las cosas por la paz, sino quiero que una noche me mate mientras duermo.
Fui al supermercado porque tenía que comprar algunas cosas mías y otras de Nelly. Ella me encargó toallas femeninas; no es que sea un macho, pero yo nunca he tenido la necesidad de comprarlas, pero ahora sí, ya que Nate no está y es él quien se encarga de todo esto.
Pagué todas las compras y la chica de la caja se me quedó mirando mucho cuando vio los paquetes de color rosa. En cuanto pude, salí corriendo de allí, metí todas las compras a la cajuela y conduje a casa.
La reja se abrió en cuanto me acerqué a la acera, me estacioné frente a mi casa y bajé.
Dejo lo que necesitaba para mí sobre la mesa del recibidor, y luego lo de Nell lo llevo conmigo hacia su habitación.
—Nell.
Cruzo la puerta, pero ella está dormida. Dejo las cosas en la mesa y me acerco.
—Te ves tan hermosa cuando duermes. Eres como un pequeño ángel, una niña inofensiva que no le haría daño a nadie. Eras lo único que yo necesitaba para poder seguir y, ahora... ahora te odio más que a nada.
Siempre tengo una lucha constante cuando se trata de ella, porque es la mujer a la que llegué a amar demasiado. Hay una parte de mí que aún siente algo por ella, algo que nunca va a desaparecer por aquellos momentos que pasamos juntos; fue la única que pudo entrar en este corazón de piedra y la única que me he hecho sentir tantas cosas tanto buenas como malas, pero el solo verla y saber que, por su culpa, mi madre está muerta, es algo con lo que no puedo lidiar. Quizás ella no apretó el gatillo, mas sí tuvo gran culpa en lo que pasó. Ella dio la orden de matarla, ella es la culpable, así cómo yo lo soy por la muerte de su padre.
Todos tenemos la culpa de eso, nadie queda exento de lo ocurrido hace meses... Meses, el tiempo se pasa muy rápido.
Voy a la casa de mi papá, Nate está en la sala y se me enfrenta al llegar.
—¿También te mandó a llamar?
Asiento. Empujo la puerta.
—No sé qué se traiga entre manos —musito.
Nuestro padre guarda unos papeles; una luz tenue alumbra el despacho, la de la lámpara sobre este.
—¿Qué pasa?
Nos ponemos frente al escritorio.
—Me voy a México por un buen tiempo. —Hay unas ojeras bajo sus ojos—. He estado haciendo demasiadas cosas en estos últimos meses. Además, hay una oportunidad de venderle armas a un capo mexicano.
—¿Lo conocemos? —indago.
Asiente. Nos observa.
—Sí, su nombre es Antonio Vega; hace años hice tratos con su padre, ahora él está encargado del negocio, nos conviene. —Guarda algunas cosas en los cajones—. Puede resultar algo bueno de esto. Les pido su apoyo en los negocios, August les va a auxiliar, pero no dejen de ir y revisar todo.
—No te preocupes, papá —dice Nate—. Haremos lo que nos pides.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Se encoge de hombros.
—No sé. Solo sé que será por un buen tiempo y, Seth, por favor, en mi ausencia, no te metas en problemas.
—¿Por qué me lo dices a mí y no a Nate?
—Porque tu hermano no es como tú, sé de lo que eres capaz, te conozco y nunca salen cosas buenas de lo que haces.
«Carajo».
—Como digas.
—¿Cuándo te vas? —inquiere Nate.
—Quizá mañana, yo les aviso.
—Está bien —musito.
—Eso es todo, ya pueden irse.
Nate y yo salimos. Él va a subir las escaleras, pero lo detengo haciéndole una pregunta:
—¿Qué pasa entre tú y Nelly?
—No sé a qué te refieres.
Se da la vuelta y lo encaro.
—Hoy en la mañana, no sé, había como tensión entre ustedes.
—No sé de qué hablas.
—Sabes bien de qué hablo. No quiero que la veas de otra manera que no es, ella no....
—Ella está muy dañada y necesita alguien que la cuide, no que la esté jodiendo como lo haces tú. Deja de hacerte ideas que no son, deja de pensar que todos están en tu contra, no todo gira a tu alrededor, Seth.
—Estás advertido.
—Tus amenazas no me impresionan —espeta.
Se marcha.
Sé que me miente, lo conozco, sé qué pasa algo y tarde o temprano voy a saber qué es.
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