7-ENCUENTROS DESAGRADABLES
Nuevo capítulo. Espero que lo disfruteis. sobre todo la parte final. Ya sabeis, estrellas y comentarios (que no comentais nada... jajajaj) y si no, castigadas sin el siguiente jajaja
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
"¡No! ¡Lena! ¡No puede ser, ¿es auténtico?!"
LENA
12 de Agosto de 2020
Estábamos colocando cosas en nuestra nueva casa. Kara había accedido a vivir conmigo y no tardamos ni una semana en encontrar nuestro nuevo hogar. Kara prácticamente se enamoró de la casa en cuanto la vio. Aunque tendríamos que hacer algunos cambios, pero eran más decorativos que de hacer obras. Lo que más le gusto a Kara, aparte de la cantidad de habitaciones y baños, era el despacho que podríamos usar para nuestro trabajo, la piscina y la casa de invitados que había fuera, junto a la piscina, y en la que podrían quedarse nuestros familiares y amigos sin problemas. Lo que menos le gustó fue el precio.
Nuestros familiares y amigos habían aprovechado que hoy era festivo en National City para ayudarnos a colocar cosas, así iríamos más rápido. Tras enseñarles la casa, nos repartimos el trabajo. Kara y yo nos estábamos encargando de colocar los libros que teníamos que tenían relación con nuestros trabajos en lo que sería nuestro despacho.
Maggie y Sam se encargaban de guardar cosas en la cocina. Nuestras madres se ocupaban de colocar otros libros y decoraciones en el salón. Alex, la hermana de Kara vendría un poco más tarde, ya que era la única que no había podido conseguir el día libre. Y Nia, su amiga, dijo que llegaría un poco más tarde, pues tenía algo que hacer primero. Hasta la tía Cat nos estaba ayudando o más bien, daba órdenes o como ella decía nos "aconsejaba" sobre dónde quedaría mejor cada cosa. Aunque nadie le estuviera haciendo demasiado caso. Ruby, la hija de Sam estaba durmiendo en la suit de la planta baja, al igual que Lexie, ya que habíamos montado la cuna de segunda mano que le compró Kara allí.
Kara quería tener todo listo antes de empezar las clases a finales de mes. Y aprovechando que L-Corp estaba en obras y los laboratorios sólo funcionaban tres días a la semana durante este mes, había sido fácil conseguir ayuda.
Escuché el timbre de la puerta y fui a abrir. Allí estaban Alex, con una chica rubia a la que no conocíamos y Nia, que había venido con Andrea, la psicóloga de Kara.
Kara y Andrea sólo habían tenido tres citas. Una a la semana, pero Kara dijo que le iría bien seguir yendo hasta al menos estar segura de que no volvería a recaer y podría estar al cien por cien.
-Lena: Hola. Pasad.
-Alex: Hola. Lena, ella es Sara, espero que no te importe que la haya traído. No podía dejaros colgadas y a ella no le importaba ayudar.
-Lena: Cuantas más manos, mejor – dije, tendiéndole la mano a Sara.- Lena Luthor.
-Sara: Sara Lance.
-Sam: Lena, oye, ¿Pongo todos los vasos en la cocina o queréis guardar algu....? ¿Andrea? – preguntó.
-Andrea: ¿Sam?
-Lena: ¿Os conocéis?
-Sam: Claro que sí. Lena, ella es mi hermana Andrea.
-Lena: ¿La que vivía en Nueva York con tu padre?
-Sam: La misma. ¿Qué haces aquí?
-Andrea: Yo... Me mudé a la ciudad hace unos meses.
-Sam: ¿Por fin viste la clase de hombre que es papá y decidiste alejarte de él?
-Andrea: Más o menos, sí.
-Sam: ¿Y por qué no dijiste nada?
-Andrea: Porque puse en marcha una consulta de psicología. Estoy empezando y apenas he tenido tiempo para nada. Sé que debería haberte llamado, pero llegaba tan cansada cada noche, que cuando me acordaba y veía la hora, pensaba que era demasiado tarde y que te llamaría al día siguiente. Pero al día siguiente era igual. Y al otro, y al otro... Nia me convenció para que hoy me tomase un descanso, así que aproveché que se cancelaron varias citas y que pude cambiar las restantes, y bueno...
-Sam: Eso no es excusa. Te estás volviendo como él.
-Andrea: Eso no es cierto.
-Lena: Espera un momento. Si las dos sois hermanas, ¿por qué vuestros apellidos son diferentes? Sam, no me dijiste que tu hermana y tú teníais padres distintos.
-Sam: Y es que no los tenemos. Cuando nuestros padres se divorciaron, cuando yo tenía trece años y Andrea doce, ella dijo que quería irse con él. Yo le odiaba. Nunca le perdoné que engañase a nuestra madre, y cuando cumplí los dieciocho, me cambié el apellido por el de ella. Esta traidora siguió utilizando el de nuestro padre.
-Andrea: No es tan malo como piensas, Sam.
-Sam: Tampoco es un santo.
-Andrea: Tampoco lo es mamá. ¿O ya has olvidado cómo se portó contigo cuando te quedaste embarazada de Ruby?
-Sam: Lo sé. – Dijo, mirando a Nia que estaba cogiendo la mano de Andrea - ¿Estás con ella?
-Nia: Sí. Andrea es... Mi jefa y... mi novia.
-Sam: Así que esta es la Andrea de la que Kara y tú hablabais cuando Maggie y yo veníamos a ver a Lexie y tú estabas aquí.
-Nia: Sí. No sabía que erais hermanas. Empecé a trabajar para ella en Marzo.
-Sam: Marzo... Entonces... ¿Llevas aquí seis meses y no has sido capaz de llamarme ni una sola vez?
-Andrea: Ya te he dicho que no he tenido tiempo, Sam.
-Sam: Mamá, papá y tú sois todos iguales. Nunca tenéis tiempo para nadie más. Sólo para vosotros mismos. Nia, ten cuidado, porque cualquier día pasará de ti olímpicamente y no le importará.
-Andrea: ¿Yo no tengo tiempo? ¿Cuántas veces has ido a verme a Nueva York, Sam? Que yo recuerde, en quince años, sólo has ido tres veces. Tres, Sam.
-Sam: ¿Cuántas has venido tú? Sólo viniste cuando nació Ruby.
-Lena: Chicas, eh, no es momento de pelear, ¿de acuerdo? Kara está muy ilusionada con la mudanza y con que todas sus amigas y su familia quieran ayudarnos. Si queréis mataros, hacedlo en otro lugar. No ahora. No aquí, ¿entendido?
-Sam: Claro, lo siento Lena.
-Andrea: Perdona.
-Lena: Y ahora pasad. – dije, mientras Kara bajaba las escaleras.
-Kara: He oído voces. ¡Alex, Nia!-dijo corriendo a abrazarlas.
-Alex: Kara, ella es Sara.
-Kara: ¿La novata inútil?
-Sara: ¿Perdón?
-Alex: No le hagas caso. Creo que el día que tuvo a Lexie, también se le escapó alguna neurona por ahí debajo de tanto empujar.
-Kara: Es una broma... - dijo- Encantada. ¡Doctora Rojas!
-Andrea: Hola Kara... ¿cuántas veces tengo que decirte que me llames Andrea, eh?
-Kara: Lo siento, no me acostumbro. Alex, Sara, no hacía falta que vinierais. Habéis tenido el turno de noche y...
-Sara: Tranquila. Nos ha tocado vigilancia. Tu hermana y yo hemos hecho turnos. Mientras una vigilaba, la otra echaba una cabezadita.
-Lena: Vale, recordadme que nunca contrate vuestros servicios para vigilar la casa o algo parecido.
-Alex: En realidad nuestro turno acabó a las cinco. Hemos dormido seis horas, suficientes para recargar las pilas y venir a ayudaros.
-Lena: Eso está mejor.
-Nia: Os he traído un regalo para la casa nueva – dijo – Es un adorno para que os dé buena suerte.
-Lena: Gracias Nia.- Dije cogiéndolo y buscándole un lugar adecuado.
-Kara: Venid, os enseñaré la casa – dijo mientras llevaba a Alex, Sara, Nia y Andrea a que vieran toda la casa. Aproveché para servir algo de beber para todas y hacer un descanso. Era casi mediodía y habíamos empezado a las ocho de la mañana.
Cuando Kara volvió con las demás, les ofrecí también algo de beber y nos pusimos de nuevo manos a la obra.
-Alex: ¿Qué hacemos?
-Kara: Vale, Sara y tú podéis ir al cuarto de Lexie y empezar a pintarlo. Y Andrea y Nia pueden ayudar a Sam y Maggie con...
-Lena: Mejor que Andrea y Nia sigan con la cocina y Sam y Maggie vayan con tu hermana y Sara. Estoy segura de que el trabajo de pintura a ellas les gustará más.
-Kara: Claro... Lo que cada una prefiera.
El resto del día pasó bastante tranquilo. Pedimos algo para comer todas juntas y volvimos a pedir cuando dio la hora de cenar. Lexie estuvo bastante tranquila y nos fuimos turnando para dar de comer y cambiar a Lexie y mantener entretenida a Ruby, que acabó llena de pintura porque quería ayudar a su mamá y a Maggie a pintar.
Eran las once y media de la noche cuando terminamos de colocarlo casi todo.
-Lena: Bueno, ya sólo quedan montar los muebles del cuarto de Lexie. Y... Un pequeño regalo que compré para Kara.
-Kara: ¿Para mí?
-Lena: Sí. Lo tengo arriba, iré a buscarlo. – dije subiendo y cogiendo una caja que tenía marcada como "ropa interior" y que sabía que Kara no se atrevería a mirar. Volví a bajar y dejé la caja sobre la mesa. Kara empezó a abrirla, emocionada.
-Kara: ¡No! ¡Lena! – Gritó - ¡No puede ser, ¿es auténtico?!
-Lena: Por supuesto a chara (cariño).
-Kara: Pero... ¡Es un diente de Tiranosaurio! Te habrá costado una fortuna.
-Lena: No creas. Lo encontré hace poco en un trastero que teníamos alquilado y donde guardamos cosas de mi padre. Estaba buscando otra cosa cuando lo vi. Olvidé que mi padre tenía algunos objetos curiosos en su despacho y este era uno de ellos. – dije, haciendo un gesto para que mi madre y mi hermana no dijesen nada, ya que me miraban un poco confusas.
-Kara: ¡Me encanta! ¡Voy a ponerlo en la vitrina con todo lo demás! – Dijo corriendo a colocarlo - ¿Qué tal queda?
-Lena: Perfecto. – dije sonriéndola.
En ese momento, Sam se acercó a mi oído.
-Sam: De acuerdo Lena, ambas sabemos que tu padre no coleccionaba fósiles, sino armas. Dagas, sobre todo. Y que su colección está guardada en ese montón de cajas de ahí – dijo señalándolas-, así que dime... ¿de dónde ha salido ese diente?
-Lena: De la boca de un Dinosaurio. Un Tiranosaurus Rex, para ser específica.
-Sam: ¡Ja! Eso ya lo sé. Como abogada, espero que haya salido de una tienda y no de algún traficante de...
-Lena: Se lo compré a un coleccionista amigo de mi padre. Sólo quería tener un detalle con Kara.
-Sam: Claro... Un detalle... ¿de cuánto?
-Lena: No mucho...
-Sam: ¿Cuánto?
-Lena: Unos seis mil quinientos dólares.
-Sam: ¡Seis...! ¡¿Te has vuelto loca?! – gritó, haciendo que todas nos mirasen.
-Lena: No. Mírala, está encantada.
-Kara: ¿Qué pasa?
-Lena: Nada cielo. ¿Te ha gustado?
-Kara: Mucho... - dijo acercándose y besándome – Gracias.
Abracé a Kara y acaricié su espalda.
-Eliza: Deberíamos irnos ya, es tarde.
-Lena: Llamaré a Frank para que te acerque.
-Lillian: Déjalo Lena, ya la acerco yo, me pilla de camino.
-Lena: Mamá, Eliza vive al lado contrario de la ciudad en el que vives tú.
-Lillian: Aaaammm. No exactamente. Compré una casa en el mismo barrio de Eliza para que, cuando tengamos que quedarnos con Lexie, poder cuidarla las dos juntas.
-Lena: ¿Cuándo lo compraste?
-Lillian: Hace dos semanas. Ya he llevado allí casi todas mis cosas. Además, el otro apartamento era demasiado grande para mí sola.
-Lena: Podríamos haberte ayudado.
-Lillian: Ni hablar. Bastante tenéis con la niña y todo lo demás. Además, contraté una empresa de mudanzas, ellos lo hicieron casi todo.
-Maggie: ¿Casi todo?
-Lillian: No pensarás que iba a permitir que unos desconocidos ordenasen mi ropa interior.
-Maggie: Bueno, peor sería que un desconocido te la quitara, ¿verdad?
-Lena: Veo que la señora Danvers y tú os habéis llevado bien.
-Lillian: Pues claro, las veces que hemos coincidido siempre hemos hablado de muchas cosas y la última vez que cuidamos juntas de Lexie cuando Kara te preparó esa cita, descubrimos que tenemos muchos gustos en común.
-Kara: Eso es genial. ¿Verdad Lena?
-Lena: Sí. Supongo que sí.
Tras despedirnos de todas, cogimos a Lexie de su cuna y la subimos a nuestro cuarto. Maggie y Sam habían montado la cuna nueva y la habían dejado allí.
-Kara: ¿No es genial que tu madre y la mía se lleven tan bien? A mi madre le vendrá bien un poco de compañía. Desde que murió mi padre apenas se ha relacionado con nadie. – dije, acostando a Lexie
-Lena: Lo que no entiendo es por qué se ha mudado al barrio de tu madre. A mi madre le encantaba su apartamento. Era grande y tenía unas vistas increíbles. Siempre decía que jamás se iría de ese lugar. Que la única forma de sacarla de ahí era estando muerta.
-Kara: Y está muerta.
-Lena: ¿Qué?
-Kara: Que está muerta. Muerta de amor por su nieta. – Dijo riéndose - Además, como ellas han dicho, así podrán disfrutar las dos juntas de Lexie. Me habría parecido injusto que una pasara más tiempo con ella que la otra, las dos tienen el mismo derecho.
-Lena: A chara... por eso te amo tanto. Porque siempre quieres lo mejor para todo el mundo.
-Kara: ¿Qué has dicho? – preguntó, mirándome.
-Lena: Que siempre quieres lo mejor para todo el mundo.
-Kara: No, antes...
-Lena: A chara...
-Kara: No, entre medias.
-Lena: Que por eso te amo tanto... - dije, y ella volvió a mirarme - ¿Qué...? ¿He dicho algo malo?
-Kara: ¿Has dicho que me amas?
-Lena: Sí... Desde el primer momento en el que te vi en aquella fiesta.
-Kara: Oh... Yo ta... - dijo. Puse un dedo en sus labios, callándola.
-Lena: No. No lo digas si aún no lo sientes. Me muero por escuchar esas palabras de ti, pero quiero que las digas sólo cuando estés totalmente segura de lo que sientes.
Kara bajó mi mano y me sonrió, acariciando mi mejilla.
-Kara: Es que ya estoy segura... Yo también te amo, Lena. Te amé desde que te vi en la oficina de tu madre. Te amé aún más al verte con nuestra hija en brazos por primera vez. Y cada día que paso contigo me voy enamorando y te voy amando un poquito más cada vez. Si es que eso es posible. Quiero decir... ¿Hay un tope para esto? Como... ¿Te amo hasta la copa del árbol más alto? ¿O te amo hasta la luna? ¿O...te amaré incluso después de la muerte? Porque si tiene un tope, quiero sobrepasarlo y si no lo tiene, pues... quiero que sigamos haciendo ese infinito aún más grande juntas.
Me quedé mirándola en silencio y no pude evitar ponerme a llorar. Llevaba tiempo deseando escuchar a Kara decir que me amaba.
-Lena: Y... Yo...
-Kara: Amor... ¿Por qué lloras, dije algo malo?
-Lena: No. Es... Llevaba tanto tiempo esperando escucharte decir eso.
-Kara: Y yo llevaba tiempo queriendo decirlo. Pero... No sabía lo que estaba sintiendo. Era la primera vez que me enamoraba de una mujer. Es más, creo que es la primera vez que me enamoraba de alguien. Y no sabes cómo me alegro de que haya sido de ti. Yo no quiero hacerte daño, Lena, no lo mereces. Por eso quería estar bien segura de lo que sentía antes de decir nada. Cuando te conocí en L-Corp, la primera vez pensé que estaba viendo un ángel, que eras la mujer más hermosa que había visto nunca. Pensé que tal vez era cosa del embarazo, que mis hormonas estaban tan revolucionadas que ya no sabían ni cómo reaccionar. Pero poco a poco, fui conociendo más de ti, vi cómo eras y me fui enamorando. Además... Tenía miedo de no ser suficiente para ti, Lena. Como ya te dije, mi familia no es pobre, pero tampoco nos sobra el dinero. En cambio tú... Tu familia... No sé, pensarás que soy idiota por pensar que tal vez no me aceptarías por no tener tu nivel económico, o... Pero tú no eres como la mayoría de esos ricachones con prejuicios. Eres cariñosa, sencilla, amable, atenta... Ahora sé mejor que nunca que el dinero no es un problema para ti. Y nunca lo fue para mí. Sé que me amas, que amas a Lexie. Y a mí, me basta con eso. Si a ti también te basta con eso, entonces adelante, sigamos adelante con esto. Y a ver qué pasa.
-Lena: Kara...
-Kara: Te amo Lena... - dijo besándome.
Nos quedamos dormidas tras varios besos y algunas caricias inocentes, abrazadas.
13 de Agosto de 2020
Nos levantamos temprano para ir a dar un paseo por el parque con Lexie. Kara estaba cogiendo un libro de la estantería y guardándolo en su bolso. Me di cuenta de que siempre llevaba un libro en su bolso. Pero de pronto lo sacó, dejándolo de nuevo en su sitio.
-Lena: ¿No te lo llevas?
-Kara: No. Si voy a ir con vosotras, no necesito ningún libro. – dijo sonriéndome.
-Lena: Bueno, si cambias de opinión y quieres leer algo, podemos comprar alguna revista en...
-Kara: No. No me gustan las revistas. Sinceramente, me importa más bien poco o nada la vida de las personas de las que hablan. No me importa si esta se ha divorciado, si el otro le ha sido infiel a su mujer con la vecina de al lado, si la de más allá está embarazada de su noveno hijo, o si el de allí es gay. Me da igual. Bastante tengo con Nia poniéndome al día de todos los cotilleos. Es como una revista parlante, o una Audiorevista, no necesito una en papel. Prefiero un buen libro o un crucigrama Y ahora vamos, sólo quiero pasar un rato agradable en el parque con mi novia y nuestra hija.
Miré a Kara, sonriéndola. Me gustaba ir descubriendo poco apoco más cosas sobre ella, por insignificantes que fueran.
Pasamos un par de horas en el parque y luego fuimos a comprar los libros y el material que Kara necesitaría para el nuevo curso, que empezaría en unos días. Después volvimos a casa, comimos tranquilamente y esperamos a que trajeran el piano de Kara. Después, Kara revisó que no había sufrido ningún daño en el transporte y empezó a tocarlo. Me quedé mirándola, con Lexie en brazos. Cuando Kara me vio, sonrió y empezó a tocar una canción de cuna.
-Lena: Creo que le gusta... - dije poco después, al ver cómo Lexie empezaba a dormirse.
-Kara: Creo que hemos encontrado la forma de dormirla rápido... - dijo sin dejar de tocar.
Acosté a Lexie en su cuna y, mientras dormía, Kara y yo terminamos de colocar las pocas cosas que nos quedaban en cajas. Tras un par de paradas para dar de comer a Lexie y otra para cenar, terminamos. Al final, había más cosas de las que pensábamos.
-Lena: Sólo faltan las cosas del cuarto de Lexie. Habrá que pintarlo y decorarlo primero. Mientras guardaremos las cajas en el garaje.
-Kara: También faltan esas cajas. Son tuyas – dijo señalando unas cajas que había al fondo del salón.
-Lena: Sí... Es la colección de dagas de mi padre. Me gustaría exponerlas en aquella pared de allí – dije señalándolas – Pero primero tienen que venir a tomar medidas para hacer una vitrina a medida y lo bastante segura como para que Lexie no pueda abrirla y los cristales sean blindados. No quiero que se rompan y tengamos un disgusto.
-Kara: Las guardaremos también en el garaje mientras tanto.
1 de Septiembre de 2020
De vuelta a L-Corp. Las obras habían acabado y aunque había acordado con mi tía que yo iría Lunes, Miércoles y Viernes y ella Martes y Jueves, al menos durante este mes, para que me fuera fácil adaptarme de nuevo después de todo el mes en casa con Kara y Lexie, decidí ir a la oficina a pesar de que era Martes, llamando primero a mi tía para que no fuera.
-Caitlin: Señorita Luthor... - dijo – Hay un hombre esperándola en su despacho. Dice que es su hermano.
Me tensé al escuchar las palabras de Caitlin.
-Lena: ¿Ha dicho qué quiere?
-Caitlin: No. Le dije que no podía entrar sin cita. Pero dijo que era su hermano y que él no necesitaba una cita para verla.
-Lena: Tranquila. No es culpa tuya. Lex es así de odioso. – dije caminando hacia mi oficina. Entré, cerrando con un portazo y mirando a mi hermano, que estaba de pie junto a la ventana, mirando al exterior.
-Lex: Bonitas vistas.
-Lena: ¿Qué haces aquí?
-Lex: Vaya... ¿Te he cogido en un mal día?
-Lena: El día era perfecto hasta que has aparecido. ¿Qué quieres, Lex? – dije caminando hacia mi mesa.
-Lex: Sólo he venido a felicitarte.
-Lena: No es mi cumpleaños.
Lex me miró, sonriendo.
-Lex: Me parece realmente vergonzoso haber tenido que enterarme por una revista de que soy tío – dijo, tirando una revista sobre la mesa frente a mí. La cogí, mirando la portada. En ella salía yo, con Kara, sentadas en un banco del parque dándole un biberón a Lexie y unas enormes letras que decían "LENA LUTHOR. NUEVA CONQUISTA Y... ¿BEBÉ?"
-Lena: Mierda... - dije.
-Lex: Así que este es el motivo por el que últimamente has estado tan desaparecida. ¿Sabes? Yo que tú tendría cuidado y vigilaría en qué nidos metes al pajarito. No vaya a pasarte como a nuestro padre. Tantas mujeres le intentaron hacer creer que tuvieron un hijo con él, que cuando fue verdad, no se lo creyó. Sí, me dio su apellido, a regañadientes, pero siguió tratándome como si no existiera, como un bastardo. ¿Estás segura de que esa cría es tuya? Porque es una niña, ¿Verdad? – Dijo mientras yo apretaba los labios – Aunque... Debo reconocer que tienes buen gusto. La rubia no está nada mal. ¿cómo lo haces? Dime... ¿dónde la encontraste? Me gustaría visitar ese local para ver si yo también pue... - dijo. Pero no le dejé terminar. Le di un bofetón y Lex se llevó la mano a la mejilla.
-Lena: No se te ocurra hablar así de ella. ¿Me has oído? Si has venido aquí para faltarme al respeto ya puedes irte por donde has venido.
-Lex: ¿Y si no... Qué harás, Lena? ¿Te crees muy poderosa porque esta oficina es tuya? Bueno al menos durante un tiempo. ¿O tu madre se retirará después de su año sabático? Esto Debería ser MÍO. Yo soy el primer hijo de Lionel Luthor, su heredero.
-Lena: Tú eres un bastardo.
-Lex: ¡Igual que tu hija! Si es que es tu hija...
-Lena: No Lex... Yo amo a mi hija, amo a K... amo a mi novia – No pensaba decirle su nombre. Sabía que lo usaría a su favor- En cambio tú... Sólo eres el resultado de una adolescente desquiciada que se las ingenió para que nuestro padre se la acabase follando una sola vez. Una sola vez para que dejara de acosarle y perseguirle por todo el instituto. Y tú saliste igual de loco y desquiciado que ella. Lo único que os diferencia a tu madre y a ti, es que ella tenía más pelo a los quince que tú.
Pude ver la mirada furiosa de mi hermano y sonreí.
-Lex: Acabaré quedándome con todo esto, Lena, te lo aseguro.
-Lena: Eso ya lo veremos. Ahora lárgate de mi despacho.
-Lex: Esto no quedará así – dijo saliendo.
Salí tras él y me acerqué a la mesa de Caitlin.
-Lena: Caitlin, di a seguridad que mi hermano no es bienvenido al edificio. Tiene terminantemente prohibida la entrada.
-Caitlin: Ahora mismo... - dijo descolgando el teléfono.
Lex volvió a mirarme con rabia antes de entrar en el ascensor. Después de eso, volví a mi despacho y traté de centrarme en el trabajo.
KARA
1 de Septiembre de 2020
Hoy era mi primer día del último curso en la universidad. Tras dejar a Lexie en casa de mi madre, Frank, el chófer de Lena, me trajo hasta aquí. Lena había decidido conducir ella misma y le había dicho a Frank que estuviera disponible por si yo le necesitaba en cualquier momento.
Me senté en mi sitio y saqué mis cosas esperando que empezase la clase. El libro, el portátil y algunas hojas sueltas. Solía usar el portátil para grabar la clase y tomaba apuntes a mano. Me ayudaba a centrarme y prestar más atención. Luego en casa, solía pasar los apuntes al ordenador y revisaba la clase por si había algo que había pasado por alto. Estaba tan centrada colocando bien la cámara del portátil, que no escuché que me hablaban.
-Voz: ¡Danvers, ¿estás sorda?!
Levanté la cabeza para ver quién me hablaba y sonreí.
-Kara: ¡Winn! – Grité, levantándome y abrazándole- ¡Has vuelto! ¿Cuándo has vuelto?
-Winn: Hace tres días. – dijo sentándose a mi lado. Winn era otro de mis mejores amigos. Pero había estado dos años en el ejército y había seguido la carrera a distancia tras un montón de papeleo.
-Kara: No sabes cómo me alegro de verte. Vaya, qué cambiado estás...
-Winn: Siento no haber podido hacer más video llamadas. Pero entre el ejército y estudiar... No era nada fácil.
-Kara: Lo entiendo. No sé si te lo dije. Dejé a Mike.
-Winn: ¿En serio? ¿Qué te hizo? Porque parecías contenta con él. Al menos la única vez que pudimos hablar sobre él.
-Kara: Portarse como un imbécil. Y ya sabes que eso no lo soporto.
-Winn: Menudo idiota. ¿Y ahora... estás con alguien?
-Kara: Sí... Llevamos poco tiempo pero... Tenemos una hija.
-Winn: ¿Una hija? Espera, espera... ¿Tienes una hija?
-Kara: Apenas tiene un mes y medio.- dije, sacando mi teléfono y enseñándole una foto.
-Winn: Vaya... Se parece mucho a ti. ¿Y quién es el afortunado? ¿O el desgraciado? Si estáis juntos, es porque ha decidido hacerse cargo, ¿o no es suya?
-Kara: Es... Una larga historia. Te la cuento luego durante el descanso, ¿te parece bien?
-Winn: Claro.
Durante el descanso, Winn y yo fuimos a la cafetería y le conté toda la historia.
-Kara: Creo que no me dejo nada... - dije, algo avergonzada, esperando la reacción de Winn.
-Winn: Vale, a ver si lo he entendido bien. Estás con una mujer. Vaya, eso es... No me lo esperaba. Siempre te he visto con chicos. Aunque supongo que nunca es tarde para descubrir quién eres realmente – dijo cogiendo mi mano y sonriéndome – Deja de mirarme así, Kara. No voy a quererte menos por eso. Siempre vas a ser mi favorita. Pero no se lo digas a Nia, que me descuartiza – dijo riéndose – Tampoco me sorprende que hayas conquistado nada menos que a Lena Luthor. Con esos ojos y esa sonrisa que tienes, serías capaz de derretir hasta el corazón más frío.
-Kara: Lena no es fría. Al contrario Winn. Es maravillosa. Es cariñosa, atenta... En cuanto supimos que Lexie era su hija, no dudó en decir que se haría cargo. Quiso estar para ella desde el primer segundo. Y para mí...
-Winn: Creo que alguien está enamorada hasta las trancas...
-Kara: Sí... No voy a mentirte. En estas semanas, Lena ha hecho que me enamore de ella. ¿Y sabes? Creo que es la primera vez que he estado enamorada. Lo que siento con Lena es... Tan diferente a lo de Mike... Ahora creo que lo de Mike fue más un capricho tonto y estúpido que un enamoramiento.
-Winn: Insisto. Mike era imbécil si te dejó escapar.
-Kara: Lo era... Y lo será hasta que se muera – dije riéndome.
-Winn: Lo que más me ha sorprendido es saber que Lena Luthor tiene una sorpresita entre las piernas. – Dijo mirándome – Pero eso no me importa. Lo que me importa es que te haga feliz. ¿Te hace feliz, Kara?
-Kara: Sí...
En ese momento, escuché que alguien gritaba mi nombre y Winn y yo miramos hacia la puerta de la cafetería. Vi a Mike acercándose rápidamente, con cara de pocos amigos.
-Mike: ¿Es mía? – preguntó, agarrándome del brazo.
-Kara: ¿Qué...? – pregunté, confusa.
-Winn: Eh, payaso, déjala en paz. – dijo levantándose y enfrentándose a él.
-Mike: No te metas... - dijo mientras tiraba una revista sobre la mesa - ¿La niña es mía? Porque las cuentas me cuadran...
Me quedé mirando la portada de la revista durante unos segundos. Éramos Lena y yo, en el parque. Lena me miraba mientras yo le daba un biberón a Lexie.
-Kara: No, no es tuya.
-Mike: ¡No se te ocurra mentirme, Kara!- Dijo agarrándome de la muñeca.
Me levanté al ver que todo el mundo nos miraba por el grito de Mike y me solté de su agarre, con rabia. Winn intentó acercarse, pero le hice un gesto para que no lo hiciera. Asintió mientras nos miraba en silencio, pero noté que estaba tenso. Posiblemente pendiente por si Mike se pasaba de la raya y él tenía que intervenir.
-Kara: Primero... No te atrevas a gritarme. Segundo: Deja de dar el espectáculo y tercero: No, no te estoy mintiendo. No es tuya.
-Mike: No te creo.
-Kara: ¿Y si lo fuera? ¿Qué harías, Mike? ¿Aceptarías tu responsabilidad y te harías cargo? – pregunté, viendo cómo se quedaba callado – Lo imaginaba.
-Mike: Quiero una prueba de paternidad.
-Kara: ¿Qué quieres qué? – Pregunté - ¿Para qué? Acabas de confirmar que no te harías cargo si fuera tu hija al quedarte callado como lo has hecho. ¿O es que acaso piensas que te he engañado con otro mientras estaba contigo y tu ego y tu orgullo sólo quieren confirmar si tienes o no razón?
-Mike: Tengo derecho a saberlo.
-Kara: ¿En serio? Te llamé, Mike. Te llamé durante días, esperando que me cogieras el teléfono. Quería saber por qué de repente, ya no querías saber nada de mí. Lo entendí cuando te vi dos semanas después del brazo de otra. Lo único que te interesa es poder ir con tus amigos y decirles "Mirad, a esa también la he tenido en mi cama" Dime Mike, ¿cuántas van: Diez... Doce... Veinte tal vez? Ni siquiera me sentí dolida cuando te vi con ella. No, lo que sentí fue enfado. Me enfadé, muchísimo. Pero no contigo, sino conmigo. Me enfadé porque no creía que hubiera sido tan estúpida como para creerme tus palabras y tu papel de novio perfecto. ¿Haces apuestas para ver cuánto tardas en llevarte a tus conquistas a la cama? ¿Cuánto tiempo te pusiste de límite para mí: una semana, un mes...? Es cierto que sí llegué a pensar que me había quedado embarazada después de acostarme contigo. Incluso me hice una prueba, pero no pude ver el resultado porque Nia hizo que se me cayera dentro de un váter. Pero me hice otra dos días después y fue negativa. Y no sabes cómo me alegré, Mike. No por el hecho de no estar embarazada. Más que nada porque tú no serías nunca el padre de un bebé mío. Después de hacerme la primera, me fui a una fiesta, me divertí, me acosté con alguien y unas semanas después descubrí que esta vez sí estaba embarazada. Y de nuevo me alegré porque no fuera tuyo. Sinceramente, Mike, que desaparecieras de mi vida es lo mejor que podría haberme pasado. Así que lárgate Mike, desaparece de mi vida de nuevo. Vuelve a tus conquistas y tus líos de cama. No voy a hacerle ninguna prueba a MI hija. Porque tú NO eres su padre, no tienes nada que ver con ella. No es nada tuyo.
Mike me miró con rabia.
-Mike: Eso ya lo veremos. Pienso conseguir esa prueba como sea, Kara. Porque si esa niña es mía, no pienso permitir que la críe una pareja de... por cierto, ¿desde cuándo eres lesbiana? ¿O es sólo una treta para conseguir que alguien con tanto dinero como un Luthor os mantenga a ti y a tu hija?
-Kara: ¿Quieres saber desde cuando soy lesbiana? Te lo diré. Desde que me acosté contigo. Fue tan decepcionante y me dio tanto asco, que decidí cambiar de bando. ¿Y sabes qué? Es mil veces mejor. Espera, ¿he dicho mil...? Puede que con cualquier otra mujer sea mil veces mejor, pero Lena... Ella es un millón de veces mejor que tú, y no sólo en la cama. En todos los sentidos. Ella me está enseñando lo que es de verdad el amor. No ese jueguecito estúpido al que tú jugaste conmigo.
-Mike: Me das asco... Cuando mi padre sepa que la hija de su empleada es una lesbiana de...
-Kara: Piénsalo bien, Mike. – dije acercándome y cogiendo sus partes con mi mano, empezando a retorcerlas tanto como podía. Al ver su cara de dolor, sonreí – Si mi madre es despedida por tu culpa... Te buscaré y te patearé a este gusanito tan fuerte, que del miedo se hará aún más pequeño de lo que es y tendrás que buscártela con un microscopio. Métete conmigo. Pero no con mi familia. Salí contigo por miedo a que mi madre fuera despedida por un capricho tuyo. Pero ya no, Mike, ya no pienso tolerar ninguna tontería más. Ni tuya, ni de nadie. Defenderé a mi familia con uñas y dientes.
-Mike: Suéltame...
-Kara: ¿Por qué...? ¿Duele?
-Mike: Sí.
-Kara: Bien... Pues recuerda este dolor si intentas joderme. Porque este dolor no será nada con el que sentirás. Y ahora coge tu puta revista de mierda – dije, golpeándole con ella en el pecho y soltándole – Y lárgate de mi vista.
-Mike: Esto no va a quedar así – dijo alejándose.
Volví a sentarme y vi a Winn mirándome.
-Winn: ¿Ese era el tal Mike?
-Kara: Sí... - dije suspirando.
-Winn: ¿Qué ha pasado contigo? ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi dulce Kara?
-Kara: Sigo siendo yo, Winn. ¿Te gustaría venir a casa esta tarde y conocer a Lena y a Lexie?
-Winn: Claro. Me encantaría.
-Kara: Bien. Entonces avisaré a Lena de que irás conmigo.- dije sacando mi teléfono y mandando un mensaje a Lena.
Hola amor. Esta tarde irá conmigo Winn. Quiere conoceros.
Recibí una respuesta poco después.
Lena Luthor:
Hola cariño. ¿Winn? ¿El que está en el ejército? ¿Ya ha vuelto? Me parece bien. Por cierto, hoy saldré antes. Pasaré a recoger a Lexie por casa de tu madre y os esperaremos en casa.
-Kara: Listo. Se acuerda de ti– dije sonriendo a Winn.
-Winn: ¿Le has hablado de mí?
-Kara: ¿Cómo no le voy a hablar de mi mejor amigo?
-Winn: Pues para ser tu mejor amigo, aún no me has dicho cómo se llama tu hija.
-Kara: Lexie. Bueno, en realidad es Lena Alexandra Luthor-Danvers. La llamamos Lexie para no confundirla con Lena ni con Alex.
-Winn: No puedo creer que al final cumplieras tu amenaza de llamar a tu primera hija como tu hermana. Te dije que no lo hicieras. Si saca el carácter de tu hermana, será sólo culpa tuya.
-Kara: Winn... Vamos, Alex te adora. Ya lo sabes.
-Winn: Sí, y también da mucho miedo. Aún no se me olvida el día que me amenazó con tirarme al lago en calzoncillos en pleno invierno si se me ocurría mirarte de forma "enamorada" alguna vez.
-Kara: Winn... Teníamos cinco años. Y Alex estaba bromeando.
-Winn: Volvió a repetir su amenaza cuando teníamos diecisiete.
-Kara: ¿En serio?
-Winn: El día que fuimos a celebrar tu cumpleaños y te dije que esos vaqueros nuevos que te habías comprado te quedaban muy bien.
-Kara: Bueno, es que a esa edad, para Alex, es como si hubieras dicho algo como "esos vaqueros nuevos te hacen un culo estupendo y yo voy a disfrutar mucho de esas vistas"
-Winn: ¡Nunca diría algo así! No a ti, al menos.
-Kara: ¿Por qué...? ¿No te parezco guapa? – dije, haciendo un puchero.
-Winn: Pues claro que sí, siempre te lo he dicho. Pero jamás haría algo que pudiese estropear nuestra amistad. Y eso incluye enamorarme de ti. Totalmente prohibido.
Empecé a reírme y Winn también.
-Kara: En realidad Alex te quiere como si fueras nuestro hermano. Estoy convencida de que hubiera preferido mil veces que saliera contigo en vez de hacerlo con Mike. A mi madre le encantaba que saliera con él, porque delante de ella parecía el novio perfecto que toda madre querría para su hija, pero Alex siempre decía que Mike era más inútil que el retrovisor de una bicicleta estática y más soso que la comida de un astronauta. Y un niñato estúpido.
-Winn: Bueno, después de haber conocido brevemente a ese idiota de Mike, estoy de acuerdo con tu hermana – dijo riéndose.
Al acabar las clases, nos dirigimos a donde Frank esperaba con el coche. Me metí dentro y vi que Winn se quedaba mirándome.
-Kara: ¿Vas a quedarte ahí de pie?
-Winn: ¿Con chófer, en serio?
-Kara: Si no te gusta, puedes ir en autobús. O en un taxi – dije sonriéndole.
-Winn: ¡Ni loco! – Dijo entrando al coche – Kara, quiero una novia como la tuya.
-Kara: ¿Guapa?
-Winn: ¡Millonaria! Bueno, si también es guapa, pues mejor.
-Kara: Idiota... - dije golpeándole en el hombro. Frank arrancó y nos dirigimos a casa.
Al llegar a casa, hice pasar a Winn y fuimos al salón, donde vi a Lena con Lexie en brazos, llorando con fuerza.
-Kara: Eh... ¿qué pasa? – pregunté acercándome y cogiéndola.
-Lena: Creo que echa de menos a su mamá... - dijo besándome – Hola...
-Kara: Hola... - dije sonriéndola y mirando a Lexie – Ya... No llores, ya he vuelto...
-Winn: Tiene tus pulmones... - dijo, sin moverse del sitio en el que se había quedado parado.
-Kara: Winn... Ven, acércate. Lena, él es Winn, mi mejor amigo. Winn, ella es Lena y esta cosa llorona de aquí, es Lexie.
-Winn: Hola Lena... - dijo saludándola. Lena le devolvió el saludo, sonriéndole y luego me miró.
-Lena: Lleva así quince minutos, no sé qué le pasa, no consigo calmarla. No se ha hecho caca y no ha querido el biberón. - dijo suspirando – Winn... ¿Quieres tomar algo? ¿Cerveza, refresco...?
-Winn: Una cerveza está bien, gracias.- dijo. Lena fue a la cocina y Winn me miró – No me dijiste que vivías en una mansión.
-Kara: No es una mansión. Es una casa grande.
-Winn: Es casi lo mismo.
-Lena: ¿Qué es casi lo mismo? – preguntó, entrando en el salón y dándole su cerveza a Winn.
-Winn: Gracias. Le decía a Kara que no me había contado que vivíais en una mansión y ella me ha dicho que no lo es, que sólo es una casa grande.
-Lena: Bueno... Técnicamente, es una mansión. Lo siento Kara, pero tu amigo tiene razón.
-Winn: Oye Kara, tu novia me cae cada vez mejor...- dijo riéndose.
-Kara: Oye, se supone que eres mi novia, deberías aliarte conmigo – dije mirándola y volviendo a centrarme en Lexie que no paraba de llorar. Empezaba a preocuparme - ¿Qué te pasa, cielo?
-Winn: A lo mejor le duele la tripa. ¿Puedo...? – preguntó, acercándose, tras dejar su cerveza sobre la mesa y cogiéndola. Empezó a darle un suave masaje en la tripa, muy despacio. Un par de minutos después, Lexie empezó a calmarse – Eso es...
-Kara: ¿Y tú cómo sabías eso?
-Winn: A mi sobrino le pasaba mucho y mi hermana solía calmarle así.
-Lena: Winn, has sido nuestro salvador – dijo cogiendo el rostro de Winn entre sus manos y besándole en la frente.
-Winn: Bueno, si vais a recompensarme así, lo seré todas las veces que queráis.
-Kara: ¡Eh! No te acostumbres, porque la próxima vez, Lena se limitará a darte las gracias.
-Lena: ¿Estás celosa?
-Kara: Cuando esté celosa, te aseguro que no tendrás dudas – dije, mientras cogía de nuevo a Lexie de los brazos de Winn y los tres nos sentábamos.
-Lena: Bueno, Winn... Kara me ha hablado mucho de ti. ¿Hay alguien peligroso a quien hayas matado y debamos agradecértelo?
-Kara: ¡Lena!
-Lena: Es broma...
-Winn: En realidad, yo no suelo entrar en combate. Mi trabajo es más bien asegurarme de que todos los equipos electrónicos y los vehículos funcionan perfectamente. También dirijo los drones de vigilancia y me encargo de las cámaras. Pero maté una cucaracha, si eso cuenta...- dijo riéndose.
-Lena: Cuenta. Buen trabajo, soldado – dijo. Pasó su brazo por detrás de mi cintura y me pegó a ella, buscando el contacto.
Pasamos un par de horas hablando hasta que Winn se fue. Lena le pidió a Frank que le acercase a su casa. Lena dejó a Lexie en su cuna y se quedó mirándola en silencio.
-Kara: Amor... ¿pasa algo? – pregunté. Aunque Lena había sido muy amable con Winn y se habían llevado bastante bien, la noté algo más nerviosa de lo habitual. Lexie dormía profundamente y yo cogí la mano de Lena, mirándola a los ojos.
-Lena: No. – dijo – Sí... Lex ha venido hoy a mi oficina.
-Kara: ¿Tu hermano? ¿Qué quería?
-Lena: Verás, Kara... Te juro que he intentado ser discreta para evitar que los medios supieran de Lexie y de ti. Y no porque me avergüence de vosotras. Al contrario. Sólo quería protegeros porque algunos pueden ser unos auténticos buitres. Pesados, maleducados... Pero alguien, nos fotografío en...
-Kara: En el parque. Sí, he visto esa revista.
-Lena: ¿La has visto? Pensaba que tú no leías revistas.
-Kara: Y no lo hago. Pero Mike se presentó en la cafetería de la universidad y la tiró delante de mí.
-Lena: ¿Mike? ¿Tu ex? ¿Y a él que le importa que...?
-Kara: Quería saber si Lexie era hija suya. Porque decía que si lo era, no iba a dejar que la criaran dos lesbianas. Incluso me ha pedido.... No, me ha exigido una prueba de paternidad.
-Lena: ¿Qué...?
-Kara: Tranquila- dije acariciando su mejilla. Por alguna razón, veía el miedo en los ojos de Lena y eso no me gustaba – Ya le dejé bien claro que Lexie no es su hija.
-Lena: Haz esa prueba.
-Kara: ¿Qué...? – Pregunté apartando mi mano y mirándola - ¿Por qué...? ¿Es que ahora dudas que Lexie es tu hija?
-Lena: No... No, cariño – dijo cogiendo mis manos – Pero si con eso conseguirás que te deje tranquila...
-Kara: Yo no tengo que demostrarle nada, Lena. Si no quiere creerme, es su problema. Si piensa que sólo estoy contigo para que nos mantengas a Lexie y a mí, que lo piense.
-Lena: ¿Eso te dijo?
-Kara: Sí... ¿Pero qué esperas de alguien que tiene el cerebro del tamaño de un alfiler? No... No voy a hacer pasar un mal rato a nuestra hija dejando que alguien le clave una aguja para sacarle sangre sólo porque un imbécil egocéntrico con el orgullo herido, porque piensa que le fui infiel mientras estuve con él, se empeñe en ello. – Acaricié de nuevo su mejilla – Ya hora cuéntame, ¿qué ha pasado con tu hermano?
-Lena: Bueno... Sólo vino a molestar. Vino a repetirme que L-Corp debería ser suyo porque era el primer hijo de mi padre. Pero también...- agachó la mirada.
-Kara: Lena... Mírame... - dije, haciendo que me mirase - ¿También qué...? ¿Te hizo algo, te hizo daño?
Lena sonrió.
-Lena: ¿Irías a golpearle si lo hubiera hecho?
-Kara: ¿Golpearle? Le mataría con mis propias manos si te toca un solo pelo. – dije seria – Lena... ¿Te golpeó?
-Lena: No... - dijo acariciando mi mejilla- No, cariño, tranquila... Preguntó si estaba segura de que Lexie era mi hija.
Me quedé callada durante unos segundos. Ahora tenía sentido lo que Lena había dicho antes.
-Kara: ¿Por eso me has dicho antes que le hiciera la prueba de paternidad a Lexie? Sé que no es porque lo dudes. Eso has dicho, y yo te creo. Pero si quieres hacerla para...
-Lena: No – dijo poniendo uno de sus dedos sobre mis labios – Yo tampoco necesito demostrarle nada. Tú no quieres que Lexie pase un mal rato con esa prueba y yo tampoco. Y aunque Lexie no fuera mi hija...
-Kara: Lo es.
-Lena: Lo sé, mi amor... Pero aunque no lo fuera, yo la querría como si lo fuera. Porque es tuya. Y con eso me basta. Pero no es sólo tuya. Es nuestra. Le pese a quien le pese. Y que cada uno crea lo que quiera.
-Kara: Ven aquí... - dije pegándola a mí y besándola. La besé con fuerza, con ganas, sabiendo que ella necesitaba olvidarse de su hermano.
-Lena: Kara... - jadeó apartándose y mirándome- Si sigues así, yo...
-Kara: Sssshhh... Sólo intenta no ser ruidosa, Lexie está durmiendo – dije mientras empezaba a quitarle la ropa de la parte superior.
-Lena: Espera... - dijo deteniéndome - ¿Seguro que quieres hacer esto ahora?
-Kara: Lena... Somos una pareja. Y las parejas hacen esto. Yo ya estoy bien, podemos hacerlo. Y no he estado más segura de nada en mi vida. Así que cállate y déjame seguir – dije tirando su blusa al suelo.
-Lena: No sabes cómo estaba deseando esto... - dijo, empezando a quitarme mi camiseta. Sonreí, levantando los brazos para ponérselo fácil.
Lena sonrió al verme en sujetador y me lo quitó con rapidez, mirando mis pechos desnudos.
-Kara: ¿Te gusta lo que ves?
-Lena: Más que eso. Me encanta... Son perfectos – dijo acariciándolos con suavidad - ¿Te duelen?
-Kara: No – dije mirándola, mientras Lena bajaba hasta mi pantalón y me lo desabrochaba lentamente. Puso sus manos sobre mis piernas y las fue acariciando por encima de la ropa mientras se agachaba lentamente. Cuando estuvo abajo, agarró mi pantalón por la cinturilla y tiró de él hacia abajo con brusquedad, bajándolo por completo. Me ayudó a sacar los pies y tiró el pantalón lejos, volviendo a levantarse.
Me mordí el labio y me pegué a Lena todo lo que pude, quitando su sujetador, mientras besaba su cuello. Lo dejé caer y desabroché su pantalón, que enseguida cayó solo al suelo. Busqué un preservativo en el cajón de la mesilla y se lo puse.
-Kara: Adoro a Lexie, pero no quiero otro tan pronto...
LENA
Kara se mostró desnuda ante mí. Ahí estaba, su cuerpo esbelto, delgado, tonificado, a escasos centímetros del mío. Ante mis ojos mostraba sus pechos, su vientre, su sexo. Pasados unos segundos en los que me permitió contemplarla, avanzó unos centímetros más hacia mí, situándose de pie, con sus piernas entre las mías, mirándome y acariciándome el cabello.
Yo estaba completamente hipnotizada, inmóvil, pero presa de un deseo que se desparramaba por cada uno de mis sentidos. Quizás debería haberla arrojado contra la cama y haberle hecho el amor de manera salvaje, y es bastante probable que ella lo hubiese también deseado. Sin embargo, en ese momento, solo quería acariciar con las yemas de los dedos la piel alrededor de su ombligo. Ella me miraba, me dejaba hacer y sonreía. Nada iba a hacer que nos precipitásemos, estaba segura.
Acerqué mi lengua a su pezón izquierdo, para atrapar su piel con ella y con mis labios.
Kara me recibió quieta, erguida y expectante, pero el gemido que dejó escapar a través de su garganta, y cómo cerró sus ojos, inclinando hacia atrás su cabeza, me indicaba lo sensible de la zona y lo erótico del momento. Me entretuve un poco más, succionando levemente su ya tirante piel, antes de volver a repetir la misma operación, con la misma lentitud.
Me ofreció su otro pecho. No había agresividad o impaciencia en nuestros movimientos, apenas apoyaba mi mano en la piel de su cintura, mientras ella suspiraba mostrándome una sensibilidad en sus pezones que me volvía loca.
Unos segundos después, volviendo un poco en sí, reaccionó y aún dejándome hacer, tomó mi mano libre y entrelazó sus dedos con los míos con dulzura. Guió mi mano por su vientre, acariciando su ombligo, por su pecho, cálido, mirándome a los ojos mientras. Apenas un susurro le bastó.
-Kara: Ven conmigo...
Soltando mi mano y dejándome de pie, se tumbó por completo en la cama, con sus brazos por encima de su cabeza y una de sus piernas flexionadas, repitiendo la frase.
No me hicieron falta más palabras. Dios, estaba preciosa, segura, tranquila, mirándome y dejándose mirar, exhibiendo su cuerpo para mí y esperándome.
En aquel momento, lo único que deseé fue besarla. Su boca perfecta, sus labios suaves y generosos, eran demasiada tentación. Nos entrelazamos en un beso largo, suave, cada vez más cálido y húmedo. Sentía su lengua jugando con la mía como sus dedos hacían con mi nuca. Ojalá no hubiera acabado jamás aquel beso.
Sin embargo, todo aquel cuerpo, aquella piel, me llamaba a gritos. Cuando conseguí despegar nuestros labios lo hice con la intención de descubrirla al completo. Besé su cuello, la piel de su garganta, atrapé entre mis labios el lóbulo de su oreja. Kara respiraba profundo y me dejaba hacer, gimiendo despacio y muy quieta. Seguí bajando, sus pechos habían sido nuestro primer contacto, pero ni mucho menos me había cansado de ellos. Los besé, los acaricié, atrapé entre mis dedos uno de sus pezones mientras succionaba el otro con mis labios, rodeando con la punta de mi lengua su areola. Sus jadeos me demostraban su sensibilidad, pues parecía estar gozando tanto como si estuviera yendo más allá.
Notaba en su respiración y en sus gemidos que iba por el camino adecuado. Lo seguí notando cuando besé la piel de su vientre, acariciando con mi nariz los músculos que notaba tensos bajo ella. Bajaba más de la cuenta y me desvié hacia una de sus caderas, lo que provocó un pequeño gemido de desaprobación primero, y un pequeño respingo de cosquillas después.
Pero quería demorar aquel recorrido al máximo. Podría haber besado su piel toda la tarde, además que me encantaba cómo iba creciendo su impaciencia. Me incorporé y tomé una de sus piernas. Besé con ternura su tobillo mirándola a los ojos, mientras ella me observaba con atención. Seguí besando su gemelo, la piel de su rodilla. Sentí su calor al acariciar y besar el interior de sus muslos y me detuve al rozar los pliegues de su ingle con la lengua, provocando un nuevo gemido y un pequeño tirón de pelo.
Repetí exactamente el mismo recorrido con la pierna izquierda. Cuando vio que me volvía a incorporar para besar ese otro tobillo sonrió fuerte, frotándose la cara en gesto de desesperación. Yo también lo estaba y deshice el camino más rápido que antes, llegando a su ingle y entreteniéndome largo rato en la sensibilidad de su piel, en la suavidad de su pubis, sin llegar al destino.
Kara realmente estaba desesperada... pero yo también. Ya no tenía sentido demorarlo más, pero sí que quise hacerlo mirándola a los ojos. Primero besé sus labios, suave, un beso tierno. Ella contuvo la respiración, atenta. Subí un poco más, besándola justo ahí. Y por último, dejé que mi lengua recorriera su sexo completamente, de abajo a arriba.
El profundo gemido que dejó escapar encerraba mucho más que puro placer. Separé sus labios con mi lengua, llegando un poco más allá. Besando a cada uno por separado, subiendo y bajando por sus pliegues, casi penetrándola con la punta de mi lengua, y por fin rodeando su clítoris con ella.
Sus jadeos eran liberadores, una de sus manos apresaba uno de sus pechos y la otra sostenía mi cabeza, como con miedo a que me escapase. De ninguna manera pensaba hacerlo, no dejaba de recorrerla con mi boca, con mis labios, succionando, rodeando, mezclando mi saliva con su placer durante unos maravillosos minutos.
El incremento de sus movimientos, de su respiración, de la presión sobre mi cabeza, me indicaban que estaba a punto de llegar al límite. Sabía que no debía forzarlo, sino limitarme a continuar moviendo mi boca hasta poder beber completamente de ella. Y así fue como sentí que su abdomen se contraía, que sus pulmones retenían el aire y que su boca lo expulsó en un gemido largo, meloso, delicioso que yo no quise interrumpir, besando sus labios suavemente de nuevo mientras se recuperaba.
Una par de minutos después, parecía haber recargado sus baterías y sentirse confiada entre nosotras, porque me presionó en el pecho para que me levantase y ella se incorporó detrás de mí, acercando su boca a la mía para devorarme con sensualidad.
Se despegó de mi boca y fue bajando por mi pecho, mi ombligo, hasta caer de rodillas entre mis piernas. Yo, desbocada y erecta, pedía a gritos más, pero a ella le correspondía ahora hacerme sufrir, debía reconocer que era justo.
Sin embargo, sus ganas eran muchas también.
Kara era dueña de la educación más absoluta y también de la lascivia más hipnótica. Ambas lo deseábamos, pero ella quiso demorarlo más aún, añadiendo más morbo a la situación. Agarró mi miembro en su mano, empezando a moverla arriba y abajo. Repitió el movimiento un par de veces más, ampliando el rango de su mano, consiguiendo masturbarme ya deliciosamente lento. Me estaba matando.
Me miraba a los ojos, mientras la presión de sus dedos se incrementaba, tocándome despacio pero intensamente. Mi miembro era solo una conexión entre nuestros ojos. No apartó la mirada de mí ni un solo segundo. Kara se esforzaba, satisfecha con el éxito de sus movimientos. Pocas veces he sentido tal sensualidad, tal dulzura y tal deseo en algo tan explícito como una sesión de sexo.
Ambas estábamos deseosas de más, de mucho más. Finalmente, se incorporó gateando por mi cuerpo y me empujó sobre el sillón que había en la habitación, haciendo que me sentara, y sentándose a horcajadas sobre mí. Atrapé sus manos a su espalda, no dejando que se moviera durante unos segundos. Segundos que invertí en llevar de nuevo mi boca a sus pechos, y casi morder muy suave uno de sus pezones y arrancarle un suave grito.
Y soltándole sus manos me agarró la cabeza con ambas manos para volver a besarme con ansia.
Sentía cómo se movían sus caderas, buscando con su cuerpo mi miembro, ansiosas ambas. Después de unos segundos buscando un intenso roce entre las dos, me miró muy seria a los ojos mientras bajaba una de sus manos, buscándome.
Tomó mi miembro en su mano, acariciándome de nuevo un poco, elevó sus caderas despacio para, milímetro a milímetro, conseguir que estuviese completamente dentro de ella.
- Kara: No te muevas, dame un segundo.
Kara mantenía sus ojos cerrados, apretando los párpados muy fuerte. Yo me mantenía inmóvil porque sabía en qué punto nos encontrábamos; ella intentaba acomodar su cuerpo a mi sexo, acostumbrarse a mí para que el dolor se convirtiera en placer.
Así estuvimos un minuto quizás; cuando pareció volver en sí, besándome suave en los labios al tiempo que entreabría los ojos y me sonreía, un poco insegura. Me pidió que le dejara a ella el control. Y sonriendo nos besamos, ahora dulcemente, durante un buen rato. Con mi miembro llenándola por completo, con sus manos sosteniendo mi cabeza entre el cuello y la nuca. Poco a poco, sin que apenas se pudiese percibir desde fuera, el ritmo de sus caderas fue creciendo, despacio, a la vez que el gesto de su cara también se iba modificando, ganando en sensualidad, en morbo, en deseo, en placer.
Ya no nos besamos más en un buen rato, pero estoy segura si digo que la complicidad de nuestras miradas era mucho más íntima. A escasos centímetros unos de otros, nuestros ojos no perdían contacto mientras ella aceleraba sus movimientos y cada vez el rango de centímetros que entraban y salían de ella era superior, y también la velocidad.
Su boca cada vez más abierta dejaba escapar gemidos entrecortados cada vez con mayor volumen. Las manos sosteniéndome la cabeza no me permitían, en el caso de que hubiera querido, que no lo era, atender a otra cosa que no fuera su mirada. Si alguna vez alguien se ha preguntado si se puede hacer el amor solo con los ojos, así lo estábamos haciendo nosotras, justo así.
Perdí la noción del tiempo que invertimos en esa posición, en esa penetración cada vez más rápida, profunda e íntima. Pero poco a poco notaba que su respiración crecía, sus gemidos incrementaban y de repente un gesto que parecía de incredulidad inundaba su expresión. Notaba que un orgasmo delicioso estaba a punto de inundarla y pareciera que su mente no era capaz de procesar las nuevas oleadas de placer que llegaban.
Necesitaba ayuda para mantener el ritmo en esas embestidas finales, y soltando alternativamente cada una de sus manos, las utilizó para llevar las mías a su trasero. Quería que la ayudase a mantenerse erguida y potente, y así lo hice, clavado mis dedos en la piel de sus nalgas. Era lo último que necesitaba, porque de repente noté como abría aún más sus labios, buscando aire a bocanadas como un pez fuera del agua, gimiendo muy fuerte, con su cara pegada a la mía y una expresión de placer infinito. Los estertores de sus piernas mientras oleadas de descargas eléctricas recorrían su espalda me obligaron a sostenerla para que no se cayera hacia los lados o hacia atrás.
Estuvo no menos de dos minutos recuperando el aliento, hundiendo su rostro en mi cuello mientras yo acariciaba su espalda desnuda. Yo ya estaba a cien por hora a esas alturas, pero sabía que debía darle margen si quería continuar. Por un momento pensé que no iba a ser capaz de recuperar energías, pero de nuevo pareció volver en sí, mirándome y sonriendo,
Y quitándose el pelo de su frente sudorosa, fue sacándome de su interior con mucho cuidado, levantándose y dejándose caer en la cama de nuevo, en idéntica posición a como lo había estado hacía unos minutos mientras pude devorarla. Notaba cómo se debatía entre la fatiga corporal del esfuerzo y el deseo que no decrecía.
Me incliné sobre ella y la besé primero con ternura, luego con algo más de intensidad, de nuevo intentando que nuestras lenguas se fusionaran. Yo tenía muy claro cómo seguir.
Interesada, me dejó que introdujese uno de los cojines de la cama bajo sus lumbares. En ese lugar, sus caderas se elevaban un poco, y yo sabía que esos centímetros de más generaban un mayor placer.
Sostuve la pierna más cercana al extremo de la cama, elevándola por mi cuerpo hasta apoyarla en mi hombro. Ella me miraba y se contrajo en una mueca de placer previo al que iba a sentir. Sentía cómo iba a penetrarla y solo de pensarlo se excitaba aún más.
Frotaba mi sexo alrededor de sus labios, amagaba con penetrarla sin hacerlo, o haciéndolo apenas un par de milímetros, frotaba con el glande su clítoris, deseoso aún de mí e hinchado. Estaba logrando que sus gemidos incrementasen de nuevo.
Y poco a poco, muy lentamente, deslicé mi miembro dentro de su cuerpo. Podía recrearme en cada milímetro, percibiendo cómo su expresión se modificaba conforme más de mí entraba en su interior. Cuando prácticamente estaba completamente dentro, aprovechando que su cuerpo se había acostumbrado a mí, esos últimos centímetros, en esa postura, los recorrí con un punto más de intensidad. La sorpresa, la sensación, la idea de que llegaba a sus entrañas hizo que abriera de nuevo mucho los ojos y la boca. Me gustaba esa expresión, ese gesto de estar atónita ante tanto placer, y no quería que lo perdiera. Ella agitó una de sus manos, susurrando entre jadeos.
-Kara: No pares, por favor no pares ahora.
No era cuestión de hacerle daño, así que no incrementé la fuerza, pero tampoco la intensidad ni la velocidad. Al contrario, igual de despacio fui saliendo de ella, casi al completo, para emprender el camino de vuelta, de nuevo muy adentro, de nuevo apretando al llegar al final y volviendo cada vez a generar un jadeo sordo en ella. Fueron ocho, diez embestidas de ese calibre, acariciando su pierna que se elevaba por mi cuerpo hasta reposar en mi hombro. En cada embestida, ganaba algo de ritmo, muy poco, el suficiente para que en una de las ocasiones ella agitara su cabeza en un gesto de incredulidad.
Era evidente que las paredes de su sexo me acogían ya con mucha mayor comodidad, por lo que aprovechaba e incrementaba el ritmo cada vez con mayor descontrol por mi parte, que sostenía su cuerpo a duras penas. En una de esas embestidas, recolocándome, noté un pequeño gesto de dolor en su rostro, con origen más en el nivel de estiramiento al que sometía su pierna que a la propia penetración. Debía modificar esa postura, pero la posición era tan placentera que no quería variarla al completo.
Así, lo único que hice fue pasar su pierna por encima de mí, sin que mi sexo saliese de ella, hasta dejarla tumbada casi de costado, con sus piernas flexionadas y sus rodillas unidas. Así, no abría sus piernas, sino que las cerraba por completo, exponiendo su sexo por completo al mío y aumentando maravillosamente la fricción.
Era demasiado para mí, sabía que ya no iba a hacerle daño, sabía que podía hacerlo con toda la intensidad que mi deseo me pedía, y la posición me encantaba para ello. Así que me agarré a su cadera y la primera embestida ambas comprendimos que no sería capaz de reprimirme. Como invitándome a hacerlo, tomó su pecho con rabia, presionando su pezón, y me miró con una lascivia completamente hipnótica.
Me sentía absolutamente animal, primaria, y embestía con tanta fuerza como era posible. Eso hizo que quizás por primera vez, ella cerrase sus ojos y fuese incapaz de mantenerme la mirada, concentrada en su propio placer.
Agarrada a sus caderas, sudorosa, pude percibir que casi entraba en trance, con los ojos cerrados, incapaz de moverse, dejándose invadir simplemente y gimiendo cada vez con más intensidad. De repente, sus gemidos se convirtieron en gritos, que intentaba callar con el dorso de su mano, mordiéndose literalmente.
Aquel era el tercer orgasmo que experimentaba aquella tarde. Pero aquello era otra cosa, aquello era una especie de desconexión de la realidad, donde no importaba nada. Poco después, tuve que parar, porque sentía que sollozaba y por un momento hasta hizo que me preocupara, pensando que le había hecho daño, incluso había salido de ella. Nada más lejos de la realidad, pasados unos momentos, con su dedo índice se limpió levemente un par de pequeñas lágrimas de sus párpados y se reía jovial.
Se me quedó mirando, acariciando mi brazo. Estaba así, prácticamente en posición fetal, con mis caderas pegadas a su sexo, un poco girado su torso hacia mí.
Mirándola a los ojos, acaricié con mi sexo su nalga, mientras me masturbaba primero despacio. Ella había recuperado su expresión morbosa, sensual, y con el movimiento de su barbilla hacia arriba me pedía más. Era increíble, estaba inmóvil, no hablaba, pero era puro sexo en sus ojos. No podía resistir más, y con furia, volví a entrar en ella, embistiendo una y otra vez. Y de repente, tras una última y fuerte embestida, el éxtasis. Grité como un animal y sentí que me vaciaba por dentro.
Estuvimos un rato acariciándonos y besándonos con ternura en la cama, apenas hablando y mirándonos como siempre lo habíamos hecho. De repente, recuperó algo de fuerzas.
-Kara: Ven conmigo a la ducha. Estamos pegajosas...
Bajo el agua tibia, volvimos a besarnos, a tocarnos. Nos enjabonamos la una a la otra, volvimos a jugar y a excitarnos, hasta que las últimas gotas de energía se evaporaron definitivamente.
Tras vestirnos, bajamos a cenar algo rápido y nos acostamos, agotadas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro