Capítulo 71
COLIN
Nunca en mi vida había sentido tanto terror como anoche.
Gwen estaba en peligro y yo solo pude escuchar por medio de una llamada telefónica lo que estaba sucediendo. No pude intervenir, cuidarla, protegerla ni mucho menos impedir que se metiera de lleno en una escena de película de miedo.
Es mi culpa.
Creí que había vencido y mi oponente fue más listo. Alex entendió que no podía acercarse a mi novia ni a mí, pero encontró con facilidad el espacio en blanco en esa prohibición: puede enviar a alguien a atemorizarnos. Vaya que lo hizo. Estuve a nada de sufrir un ataque de pánico, rogándole a Harley y Key que llamaran a la policía, a la CIA, al SWAT, a Los Vengadores o a quien mierda pudieran porque Gwen estaba yendo derechita a meterse a la boca del lobo.
Escuché cada detalle, cada paso que dio, cada palabra que dijo y que escuchó. Estaba asustado como la mierda, al borde de hacerme en los pantalones, y no puedo imaginar el miedo que ella sintió. Fue valiente también y muy arriesgada.
Salió bien esta vez, pero ¿cuánto más de este infierno puede soportar cualquier persona? Alex va tras ella porque sabe que es mi punto débil, que haría cualquier cosa por Gwen y por su bienestar, y, si bien no dudo del amor de mi novia, sí dudo de su paciencia. Cualquiera en su lugar ya me habría enviado al demonio. Cualquiera en su lugar, se habría hartado con el primer chisme y habría decidido que tenía suficiente. Pero Gwen no. Ella soportó todo el drama de Leighton y ahora toda la locura de Alex.
No quiero que siga soportando tanto; sin embargo, soy egoísta y no puedo terminar con ella.
Si Gwen quisiera terminar conmigo, en cambio, no haría más que aceptar.
Eso también me asusta, que ya haya tenido suficiente.
Acabo de aterrizar en San Francisco, tomé el primer vuelo disponible durante la madrugada y esperé en el aeropuerto por horas. Me puse en marcha desde el momento en que pude volver a comunicarme con Gwen, luego de que despertara de su desmayo producto de la adrenalina y de la situación que tuvo que vivir en primera persona. En el camino al aeropuerto hablé con ella también, esta vez por videollamada y no me quedé tranquilo hasta que Steve llegó a la pastelería para hacerle compañía y que un médico me asegurara que no tenía ni un rasguño.
Yo no estoy bien.
No creo que Gwen esté bien tampoco. Que su salud física esté perfecta no quiere decir que su salud mental no se encuentre afectada luego de lo que sucedió. Maldición. No veo la hora de poder verla, abrazarla y hacer todo lo posible para que esté feliz, tranquila.
Los minutos avanzan lentos, se vuelven eternos y mi corazón no hace más que latir desesperado. Intento no desesperarme en cada semáforo en rojo, en cada curva en la que el chofer debe reducir la velocidad y cada auto que se mete en nuestro camino para hacer su vida.
Una cuenta regresiva se forma en mi mente, cuento cada segundo que falta para verla y anticipo las calles que restan para llegar a la pastelería.
Sé que la cocina ha quedado bastante destruida, lo cual no hace más que aumentar mi enfado. Sí, el dinero lo puede arreglar y por suerte a mí hoy no me falta, pero cada artefacto en la pastelería es especial para Gwen y saber que todo su trabajo se ha visto afectado en cuestión de minutos me hierve la sangre.
Intento serenarme cuando el automóvil ingresa a la zona residencial. Calmo mis nervios como puedo, tranquilizo mi respiración y ablando mi rostro. Cuando estaciona frente a la pastelería cerrada y custodiada por policías, debo usar todas mis energías para no gritar de frustración.
Desciendo de la camioneta y solo doy dos pasos cuando los oficiales de policía me detienen. Me alegra saber que están haciendo bien su trabajo, que no dejarán pasar a nadie sin justificación.
—Buenos días —los saludo, aunque mi día no tiene nada de bueno—. Soy Colin Bloomberg, pareja de Gwendolyn Holland. Yo los llamé anoche.
El oficial más joven busca con la mirada a su supervisor, como queriendo saber si puede dejarme pasar.
—¿Puede mostrarme su identificación? —me pide.
—Por supuesto.
Solo me lleva un minuto lograr pasar la seguridad y les agradezco de todo corazón por todo lo que están haciendo. En otra situación odiaría los privilegios que tienen algunos, como conseguir custodia policial por conocer a alguien que conoce al jefe del departamento, pero hoy me da igual. Soy un hipócrita de primera.
—Gwen —la llamo al ingresar a la cocina—. Soy Colin.
Ignoro el detalle de la cerradura hecha pedazos, así como el mal estado de la cocina. Es obvio que la policía ha impedido que Gwen o Steve limpiaran porque todo sigue hecho un desastre. Vajilla rota, máquinas averiadas, encimeras abolladas.
—¿Colin?
El alivio llega de golpe a mi cuerpo cuando veo a Gwen en lo alto de las escaleras. Corro hacia ella, subiendo los escalones de dos en dos y concentrándome solo en estar a su lado. La rodeo con los brazos nada más llegar al último escalón, la atraigo hacia mí y me fundo en un abrazo que me parece irreal.
—De verdad estás aquí —susurra—. Deberías estar en el hotel, descansando para el concierto de mañana.
—Estoy donde debo estar.
—Gracias.
Se presiona más contra mí, se acurruca en mi pecho y tengo que contener las lágrimas porque me lastima verla así. Tiembla entre mis brazos, como una niña asustada. El hecho de que siga vistiendo su pijama me indica que está peor de lo que pensaba. No tiene energías para nada.
—¿Me ofreces un café o debo preparármelo yo mismo? —la molesto.
—Te lo puede hacer Steve, es muy bueno en eso.
Se echa para atrás, aunque no rompe el contacto porque entrelaza su mano con la mía. Está helada.
—¿Por qué yo? —se queja su mejor amigo—. Hoy es mi día libre.
—Hoy es el día libre de todos —dice Holly con obviedad—. Hola, Colin.
—Hola, Holly. Me alegra verte aquí.
—Fui una chica exploradora, ¿sabes? Todos para uno y uno para todos es mi lema. —Sonríe—. Y, además, nadie me avisó. Me enteré cuando llegué.
—¡Ya te pedí disculpas! —chilla Steve.
—Y yo ya te dije que no te disculpo.
Gwen suelta un ruidito, algo como una risa y eso me brinda un poco de consuelo. Que estén sus amigos aquí es bueno, la ayuda a distraerse y pensar en lo positivo.
—Colin y yo iremos a la habitación —anuncia mi novia, dando por acabadas mis esperanzas de que se centre en lo positivo.
—¿Eso quiere decir que debemos usar tapones para los oídos? —la molesta Steve.
—No, quiere decir que no escuchen conversaciones que no los incumben.
—Uh, aburrida.
Por mi parte no digo nada, dejo que Gwen me guíe a su dormitorio. Quiere hablar en privado y eso no se ve bien para mí. Entiendo que las parejas deben tener momentos a solos y conversaciones privadas, pero, vamos, he intentado convencerme por las últimas horas que ella no terminará conmigo. Esto no pinta bien para mí.
—Disculpa el desorden, no me siento con ganas de hacer la cama.
—Puedo tenderla por ti.
Se encoge de hombros y se sienta en el colchón, invitándome a hacerlo a su lado.
—No importa porque no quiero volver aquí.
—¿A qué te refieres?
Las lágrimas comienzan, un río infinito que me rompe el alma y que sé que no debo detener porque es sano para ella sacar de su interior todo lo que le hace mal. Lo de anoche ha sido traumático. Por todos los cielos, le clavó un cuchillo a uno de esos matones que Alex contrató. Si después de eso no llora o no está en shock, debería preocuparme.
—No me siento segura aquí, Col. No podré dormir esta noche sabiendo que cualquiera puede meterse a mi pastelería que está a solo una escalera de distancia de mi apartamento y hacer lo que le plazca. —Sorbe por la nariz—. No se trata solo de mi trabajo, hablo de mi vida y de mi seguridad. ¿Cómo puedo irme a duchar y no imaginarme que al salir alguien estará en mi sala?
—No tienes que quedarte aquí. Iremos a un hotel o a mi departamento, si gustas. No tendrás que volver a pisar este lugar.
—Pero, ¿cómo puedo simplemente dejarlo? Sé que es una contradicción y no sabes lo mucho que me molesta. Lo último que quiero es permitir que la situación se apodere de mí, que me llene de temor y me frene. Y a la misma vez, no puedo hacer como si nada hubiese sucedido. —Se seca las lágrimas con poca delicadeza, enojada consigo misma. Tomo su mano entonces y la llevo a mis labios para dedicarle algo de ternura—. Ya dejé una vez que el miedo me paralizara y sé que no debería volver a hacerlo, es solo que...
—Está bien tomarse un tiempo, cariño —la tranquilizo—. Nadie te puede culpar o señalar con el dedo. Tienes derecho de no querer volver y también de querer enfrentar la situación. Cualquier cosa que elijas, me tienes aquí para apoyarte.
—Aún no puedo creer que estés aquí.
—Me gustaría haber estado aquí para ti anoche y todos los otros días previos.
—Siempre estás para mí. No tienes que preocuparte por eso.
Rodeo sus hombros con mi brazo, dejando ir una de sus manos por el momento, solo para tenerla cerca de mí. Deja caer su cabeza en mi hombro y escucho como llora bajito, se lamenta y procesa toda la situación.
—Esta no es mi primera situación de inseguridad —susurra—. Duermo con una luz encendida porque una noche alguien se metió conmigo. No como esto, lo de anoche fue terrorífico, pero era solo una adolescente que acababa de dejar la casa de sus padres.
—¿A qué te refieres? ¿Alguien se propasó contigo?
—No. Me asaltaron. Era de noche, volvía de la casa de una compañera de la universidad luego de pasar todo el día practicando un plato que nos salía muy mal. Llevaba mis utensilios de cocina en una pequeña maleta porque era más cómodo que cargar con todo. —Toma una pequeña pausa antes de seguir, en la que vuelve a enojarse con sus lágrimas, solo que esta vez soy yo quien las limpia—. Ella no vivía en la zona más linda, yo tampoco lo hacía. Fui a esperar el bus, me negué a que me acompañara a la estación porque ya era tarde y estábamos cansadas. Un hombre apareció de la nada, me agarró por atrás y me tiró hacia una pared. Me pidió todo lo que tenía, no era mucho: mi laptop y mi móvil. Le pedí entre llantos que me dejara sacar la tarjeta SIM para poder comunicarme luego con mis padres y, quién lo diría, accedió. Se llevó la maleta con mis utensilios también.
—¿Tu familia lo sabe?
Tal como esperaba, niega con la cabeza.
—No quería preocuparlos.
—¿Ahora saben lo que sucedió?
—Solo Faith. Le pedí que les cuente a mis padres porque no soy lo suficientemente fuerte para hacerlo y no echarme a llorar.
—Es normal que llores —le recuerdo con dulzura.
—Mis padres se preocuparán todavía más y querrán venir. No estoy en condiciones de recibirlos.
Muerdo mi labio inferior, sin encontrar las palabras adecuadas porque la situación me sobrepasa más de lo imaginado.
—¿Cómo puedo ayudarte?
—Tu presencia en este momento me ayuda muchísimo —me asegura—. Este abrazo, tu compañía y apoyo significa el mundo para mí.
—Con temor de sonar repetitivo y molesto, ¿podemos considerar una vez más el tema del guardaespaldas?
Para mi sorpresa, asiente de la cabeza y, en lugar de sentirme aliviado, se instala un nudo en mi estómago.
—Esta vez sí voy a aceptar.
—Me aseguraré de que mañana mismo tengas a un guardaespaldas. Tú solo dime los requisitos que quieres que cumpla y haré lo imposible.
Gwen suelta una leve risita que pasaría desapercibida si no fuera porque su rostro está cerca de mi oreja. Debo alejarme para poder observarla bien y hacerme a la idea de que no estoy loco. De verdad se ha reído.
—Debes creer que estoy loca, lo siento. —Niega con la cabeza—. No sé cómo afrontar todo esto.
—No tienes que saberlo de inmediato. Puedes irte conmigo al departamento hasta que te sientas segura y podemos buscar ayuda de algún especialista.
—¿Estás invitándome a vivir contigo? ¿De manera permanente?
Me detengo un segundo a meditar mis palabras. La he invitado para que no esté sola, para que se sienta segura y tenga un lugar que no le traiga malos recuerdos. A su vez, sabiendo que ella está en mi departamento, estaré tranquilo porque allí se toman la seguridad muy en serio. Sin embargo, no lo he consultado con mis amigos y creo que debería hacerlo. ¿Qué hago ahora?
—No te preocupes, Col —murmura y acaricia mi rostro con dulzura—. No tienes que responder ya y tampoco espero que lo hagas. Acepto pasar una temporada en tu apartamento.
—Gracias.
De nuevo una risita y esta vez sí me transmite tranquilidad.
—¿Podemos irnos lo antes posible? De verdad, quiero ducharme, pero no puedo hacerlo aquí.
—Preparemos un bolso entonces. Nos vamos ya mismo.
Me sonríe y solo eso necesito para saber la respuesta a su pregunta. Quiero que se mude conmigo.
¡Hola, gente bella! ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal las está tratando esta semana?
Me alegra regresar con un nuevo capítulo, incluso si no es uno muy animado como este. Me hizo feliz ponerme a escribir para ustedes.
Espero que les haya gustado el capítulo y que estén listas para los últimos capítulos. Antes de que lo pregunten, sí, habrán temas que quedarán inconclusos y que seguiré tratando luego en los próximos libros.
¿Cuándo tendremos el próximo libro? No lo sé, espero que este año, aunque no me atrevo a prometerlo.
¿Los protagonistas serán Colin y Gwen? No.
¿Los seguiremos leyendo? Por supuesto.
Muchas gracias por leer este capítulo y por su paciencia. Les deseo un bellísimo día y nos leemos pronto.
MUAK!
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