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Capítulo 63

COLIN

«Incómodo» es la palabra adecuada para describir mi estancia en la casa de la infancia de Gwen luego de nuestra pelea. El viaje fue condenadamente tenso, pero llegar y fingir que todo estaba bien, fue aún peor. Pudimos usar la excusa del cansancio para irnos a la habitación, aunque eso no mejoró nada. Compartir una cama no muy grande cuando estás tan enfadado con la otra persona que no quieres ni tocarla, no es sencillo.

Gwen no me ha dicho ni una palabra desde que la discusión tuvo lugar y sus miradas reemplazaban todo lo que podría haber expresado verbalmente. Está enojada, dolida y también pensativa. Por mi parte, me siento igual. No fue sencillo para mí decirle lo que pienso, lo que siento sobre nuestra relación y darle forma a eso que me carcome una parte del cerebro y que intento ignorar.

En algún punto de la noche, mi novia se quedó dormida y yo aproveché el momento para escaparme de su dormitorio en busca de un poco de paz. Ahora, vaya a saber cuánto tiempo después, estoy en el jardín, en el mismo columpio donde todo cambió para nosotros. Y esta vez, no quiero que nada cambie. Quiero volver el tiempo atrás, a esta mañana cuando todo era risas, complicidad y besos.

Una luz encendiéndose en la cocina me indica que no soy el único despierto y el corazón se me detiene al pensar que quizás Gwen ha notado mi ausencia. Desde la oscuridad del jardín no puedo divisar con detalle a la persona que se mueve en el interior; sin embargo, no tengo que rebanarme el cerebro porque la puerta se abre y Faith sale luciendo confundida. ¿Ha salido de fiesta? ¿En qué momento?

—¿Qué haces despierto? —me pregunta con confusión, caminando hacia donde me encuentro.

—¿Qué haces tú despierta?

—Salí a beber algo a un bar.

—¿Sola? —suelto con sorpresa.

—Con Octavio.

La miro con asombro y una risita escapa de sus labios mientras toma asiento en el columpio vacío a mi lado. Eso explica por qué mi guardaespaldas no me impidió salir al jardín y me soltó algún discurso sobre mi seguridad. Ni siquiera estaba en la casa.

—Dime por favor que no pasó nada —le ruego.

—¿Entre Octavio y yo? —Me mira con sorpresa y niega con la cabeza, espantada con la idea—. Es un niño.

—No es un niño, solo es dos años más joven que tú.

—Tres —me corrige— y créeme que se nota. Solo fuimos a beber. Bueno, yo bebí y él me hizo compañía. Un muchacho muy agradable, sabe escuchar.

—Es agradable —confirmo.

—Y también sabe hablar —murmura.

—No sé qué quieres decir.

Me dedica una mirada de obviedad, pero aparto la vista como el idiota cobarde que puedo ser. Salí a tomar aire y a aclarar mis pensamientos en soledad, mi plan nunca fue toparme con la hermana de mi novia quien claramente estará de su lado.

—Sé que no tengo derecho a opinar por lo que me quedaré callada a menos que tú quieras que hable.

Vuelvo mi atención a ella y noto que ha sacado un cigarrillo de su chaqueta, así como un encendedor. Lo lleva a sus labios y lo prende, para luego darle una calada larga que debería preocuparme. Tal parece que no fui el único con una noche difícil.

—¿Qué es lo que te ha llevado a beber esta noche, Faith?

Se encoge de hombros.

—La vida.

—No parece que hayas bebido para celebrarla.

—Es porque no lo hice. Mi vida es una mierda, Col, y ya no sé cómo disimularlo.

—¿Puedo opinar? —consulto.

—Adelante. Ya todos opinan de mi situación, lo quiera o no.

—Creo que tu vida no es una mierda, tan solo estás teniendo una mala racha.

—Una mala racha que ha durado nueve años, desde el momento que conocí a Niles.

—Ahora tu suerte cambiará, lo sé. En unos meses estarás en San Francisco y no tendrás que volver a ver a todas estas personas que te hicieron daño. Podrás empezar desde cero, animándote a todo aquello que nunca se te ocurrió hacer. Vas a tener esa libertad que se nota que necesitas.

—Vaya... Ahora me siento peor, la gente nota que soy miserable.

—Faith, no me refiero a eso.

—Lo sé. —Sonríe con pesar y le da otra larga calada a su cigarrillo—. En el concierto de esta noche estaba mi ex cuñada y mi ex mejor amiga.

—¿La colorada? —suelto con asombro.

—La misma. ¿Y sabes qué?

Niego y me duele ver cómo la primera lágrima escapa de sus ojos grises y mancha su rostro. Faith es una gran persona y es una mierda que tenga que estar viviendo todo esto. Su prometido y su mejor amiga traicionaron su confianza; su ex cuñada y la familia de él lo sabían. Iban a dejar que se casara con un idiota infiel.

—Tuve la pésima idea de buscar a Zoe en redes después del concierto para confirmar que fuera ella y descubrí que se ha comprometido. Con Niles.

No tengo palabras para responder porque, demonios, esos dos son unos malditos. No ha pasado ni un año desde que Niles y Faith rompieron. Aunque claro, ¿quién juzgaría al niño rico que esparció el rumor de que dejó a su novia de años porque se enteró de un supuesto amorío?

—No vale la pena amargarse por ellos, Faith. Son dos personas de mierda.

—Lo sé.

—¿Todavía los quieres?

Por un momento creo que no va a contestar, pero después de una pequeña eternidad, termina su cigarrillo y asiente con la cabeza.

—¿Eso me hace una estúpida?

—No. Te hace humana. Si pudieras borrar todo el cariño que sentiste por ellos de un día para el otro, algo estaría mal contigo. Estás en duelo —le recuerdo— y no es sencillo ni rápido atravesarlo.

—Gracias por tu opinión sincera.

—Cuando quieras.

—¿Puedo ahora yo darte mi opinión sincera?

Una carcajada escapa de sus labios al notar mi sorpresa. Me ha embaucado.

—Me contaste tu situación para que yo te contara la mía, ¿no es así?

—La sinceridad funciona mejor si va en las dos direcciones.

—Eres una mente criminal —la acuso.

Limpia las lágrimas de su rostro, que no dudo ni un momento en que sean verdaderas, y se gira hacia mí. A simple vista, no se parece mucho a Gwen. Ella luce más como su madre, mientras que Gwen se parece más a su padre. Pero hay rasgos, gestos y palabras que usan que indican que son familia. Como la sonrisa con una pizca de ternura y otra de malicia que me dedica ahora mismo.

—Antes que nada, quiero que sepas que Octavio solo mencionó que tú y mi hermana habían discutido. No dijo sobre qué y no soltó la lengua. Y su confesión fue después de que lo molestara mucho —lo defiende—. Es un buen muchacho, no quiero que por mi culpa pierda su trabajo.

—No perderá su trabajo —la tranquilizo—. Sé cuán convincente puedes ser.

—Es uno de mis encantos.

—Dijo la viuda negra.

Suelta un chillido de indignación que me hace reír. Me empuja con el pie, provocando que mi columpio se mueva descontrolado y que chille sobre la estructura metálica.

—¿Por qué discutieron tú y mi hermana?

—Creo que deberías preguntárselo a Gwen.

—Lo haré. Mañana.

—Tu opinión estará sesgada.

—Es probable —admite.

—Gwen mencionó que la entrevista que tendrá la próxima semana se la realizará Leighton Stone.

—¿La chismosa del blog?

­—Esa misma.

—Eso es extraño. —Su ceño se frunce—. ¿Por qué ella estaría metida en un proyecto así?

—No lo sé. Pregúntale a Gwen porque ella tiene los detalles.

—¿A ti te molestó que ella aceptara la entrevista?

—Así es. No creo que sea una buena idea que la persona que nos ha acosado y que ha dicho cosas terribles de ella, sea quien la entreviste. ¿Y si dice algo indebido? ¿O si la deja mal parada?

—No creo que eso vaya a suceder. Esa entrevista estará en medios importantes y será coordinada por alguien de renombre que, claramente, revisará que todo esté acorde.

—Pero podría publicar algo en su blog.

—Es una posibilidad.

—Le dije que no confía en mí —le cuento con cansancio—. También le dije que siempre antepone su trabajo a nuestra relación.

—¿Sientes eso? —Su voz se baña con asombro y coloca su mano sobre mi hombro cuando asiento como respuesta—. Lamento mucho que te sientas desplazado, Col. Pero debes entender que el trabajo es muy importante para mi hermana.

—¿Y crees que es la única que valora mucho su propio trabajo? Mi trabajo también es muy importante para mí, pero nunca lo he priorizado porque quiero que lo nuestro funcione.

Suelta un suspiro y no duda en buscar otro cigarrillo.

—No me mires así —me regaña—. Esta es una conversación que me estresa y necesito nicotina.

—Eres como una maldita chimenea.

—Eso es porque soy caliente.

Blanqueo los ojos en respuesta provocando que su sonrisa engreída se acentúe.

—No sé cómo fue tu infancia, Col, pero puedo hablarte de la de mi hermana solo para que entiendas por qué está tan obsesionada con su trabajo. ¿Creo que está bien? No, para nada. Solo aprendí a no opinar.

—Tienes que admitir que no está bien que no podamos opinar, sobre todo, cuando tanto trabajo puede afectarle.

—Admito que tienes razón en eso —dice y suelta el humo por la nariz—, pero mi hermana es dura y no acepta que no tiene razón con facilidad. Aunque ha cambiado desde que te conoció. ¿Crees que es workaholic? Tendrías que haberla visto hace un año o dos.

—No sé qué decir —confieso—. No creo que esté bien.

—No lo está, pero aquí va una historia. Mi hermana supo que quería ser pastelera cuando era una niña y no hablo del sueño infantil de decir que quieres ser astronauta o veterinario para luego cambiar de parecer. No, Gwen lo sabía y trabajó por ello desde que se le cayeron los dientes de leche. —Otra larga calada, como si los recuerdos no fueran placenteros—. Mi familia no es adinerada, vivimos bien, pero no nos sobra nada. No vacacionábamos porque papá no podía cerrar el almacén y mi madre hacía más horas extras de las humanamente posibles solo para poder ahorrar para nuestras universidades. Y allí estaba Gwen con ocho años queriendo aprender a hornear pasteles y sin padres que pudieran ayudarla. Yo solo sabía encender el horno y descongelar comida, eso era todo. Mi hermana aprendió igual y nunca le pidió nada a nuestros padres. A sus doce años, vendía brownies y cupcakes a sus compañeros de clase, con eso se pudo comprar su primera batidora. A los quince convenció a papá de que la dejara vender sus creaciones en el almacén, con eso se compró los utensilios que necesitaba para la universidad. Y nunca, jamás, pidió nada. Entonces sí, Col, mi hermana es adicta al trabajo, pero porque nunca le quedó otra opción.

—Yo no sabía eso —murmuro con vergüenza.

—Gwen no lo cuenta.

—Me gustaría que lo hubiera hecho.

—No quiero que sientas que no tienes su confianza —se apresura a decir—. Solo quiero que comprendas por qué actúa de esa manera. Mientras tú y yo quizás andábamos con nuestros amigos en el cine y haciendo idioteces, Gwen horneaba. En las vacaciones, cuando tú descubriste que te gustaba la música, mi hermana se desvelaba para entregar pedidos y poder ahorrar. Ahora no puede desprenderse de ello, aunque te aseguro que lo está intentando. Por ti.

—Me siento como un idiota. Comparé su trabajo con el mío cuando está claro que nunca estuvimos a la par.

—No podías saberlo —me consuela—, y a los ojos de cualquiera, tu trabajo y el suyo se verían iguales. Una pasión de la adolescencia que se transformó en sus carreras. No digo que mi hermana siempre tenga razón. Por todos los astros, es una cabeza dura, pero sí entiendo que le cueste ordenar sus prioridades. ¿Antes de ti? Con suerte la veíamos para Navidad. Y ahora aquí están los dos en una fecha que nunca hubiéramos imaginado.

Me quedo en silencio porque no encuentro palabras para responderle y no creo que espere que diga algo. Pienso en lo que me ha contado, en lo que siento y en lo que veo siendo pareja de Gwen. Repaso la discusión, también la conversación que acabo de tener con su hermana y me empapo en los recuerdos. La cabeza comienza a dolerme después de un tiempo, pero continúo con el proceso porque mañana mi novia volverá a San Francisco y no quiero que la distancia aumente la intensidad de la pelea.

Faith eventualmente se despide y vuelve al interior de la casa. El silencio me hace compañía entonces y el aire frío ayuda a encauzar mis pensamientos. Para cuando decido regresar a la habitación, el cielo se ha tintado con los primeros rayos de sol y el agotamiento pesa sobre mi cuerpo.

Entro al dormitorio sin hacer ruido y me quito la sudadera y los zapatos antes de rodear la cama. Me tapo hasta la barbilla y miro al techo intentando desconectar mi cerebro y caer en un profundo sueño. No llego tan lejos, sin embargo.

—¿Colin? —murmura Gwen medio dormida.

—Estoy aquí.

—¿Dónde te habías ido?

Gira sobre su cuerpo y su rostro adormilado me brinda una hermosa imagen. Sus ojos hinchados me indican que ha estado llorando y está claro que no soy el único que ha tenido una mala noche, aprovechando la soledad para pensar.

—Estuve en el jardín.

—¿No pasaste frío?

Niego con la cabeza.

—Vuelve a dormir, Gwen. Es mejor que descansemos.

­—Me gustaría hablar contigo.

—¿Ahora?

—Sí. —Talla sus párpados con el dorso de la mano y sus ojos almendrados llenos de cansancio se cruzan con los míos—. Pero si quieres dormir, podemos hablar luego.

Imito su ejemplo y giro sobre mi cuerpo para acomodarme de costado, su rostro frente al mío. Es mi manera de decirle que quiero hablar, aunque por un momento ambos nos quedamos en silencio observando al otro.

—Lo lamento —susurra finalmente—. Tenías razón en todo lo que dijiste.

—No creo que sea una cuestión de tener razón o no —digo con sinceridad, sin elevar la voz—. Ambos expresamos lo que sentíamos.

—Pero es verdad que tú sacrificas tiempo y dinero por nuestra relación, mientras que yo no.

—Porque tengo la flexibilidad para hacerlo, porque tengo días libres y porque me pagan lo suficiente para poder subirme a un avión cuando me plazca. No pretendía hacerte sentir culpable. —Bufo—. Bueno, sí lo pretendía y te pido disculpas. Tu trabajo no es igual que el mío y lamento si lo hice sentir como si fuera igual. Trabajas duro por tus sueños y estoy muy orgulloso de ti.

—¿Podemos no volver a pelear? —me suplica—. No quiero que así sea nuestra relación.

—Tampoco quiero que nuestra relación esté llena de discusiones.

Suelta un largo suspiro y luego se desliza por la cama hasta quedar a mi lado, entonces me rodea con su brazo y posa su cabeza sobre mi almohada.

—Te amo y prometo de ahora en más contarte sobre mis proyectos, a pesar de que la decisión sea mía.

—Prometo no cuestionar tus decisiones laborales.

Beso la punta de su nariz y noto como su cuerpo se relaja contra el mío. La abrazo entonces y la atraigo más hacia mí, de modo que no quede espacio entre nosotros. Quiero que así sean todas las noches que estemos juntos, abrazados y sabiendo que ambos estamos aprendiendo a tener una relación adulta.

—También te amo, Gwen.

—Lo sé.

—Y creo que brillarás en esa entrevista.

—También lo sé —bromea—. Soy fantástica.

—Claro que lo eres.

No decimos más y el cansancio finalmente se apodera de los dos. El sueño viene a mí y me quedo dormido abrazado a la persona con la que quiero pasar cada momento de mis días. Los actuales y los futuros.

¡Hola, gente bonita! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana?

Primero que nada, disculpen la demora. He tenido una semana de locos, pareciera que así va a ser todo mi año (espero que no). Lo positivo es que aquí estoy de regreso.

¿Les ha gustado el capítulo? ¿Qué opinan de lo que Faith le contó a Colin? ¿Creen que nuestra pareja pueda continuar sin discutir?

Aviso importante: empezaré a actualizar una vez por semana porque estoy con muchos proyectos y mucho trabajo fuera de la escritura.

Muchísimas gracias por su paciencia y apoyo. Espero que tengan una magnífica semana.

MUAK!

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