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Capítulo 62

GWEN

Es extraño estar en Connecticut y no correr a casa de mis padres. Resulta raro pasear por la ciudad sin mi hermana al lado y recordando los lugares que solíamos visitar los fines de semana cuando nuestros padres nos daban permiso para ir a la ciudad. En ese entonces, cuando las dos éramos solo adolescentes, teníamos un plan: nos mudaríamos juntas a la ciudad e iríamos a la universidad cerca de casa para estar juntas. Nos detestábamos muchas veces, no podíamos pasar un día sin pelear, pero aun así nuestro mayor deseo era estar juntas. Cosas de hermanas, difícil de explicar.

Recorrer la ciudad con Colin es lindo. Él escucha con atención todas mis anécdotas y nos tomamos fotos en los lugares turísticos intentando no llamar mucho la atención. Es difícil hacerlo con tres guardaespaldas siguiendo cada uno de los pasos que él, Key y Lee dan. Solo les han permitido salir a recorrer porque estoy yo de visita y me parece una mierda. Son adultos, creo que tendrían que poder hacer lo que les plazca. Entiendo el miedo de que Alex pierda la cabeza y los ataque, pero lo siento exagerado.

Nuestro día fue, en pocas palabras, extraño. Lo disfruté, sobre todos los momentos a solas, aunque cambiaría muchos aspectos como el hecho de que Octavio y los otros guardaespaldas nos recordaran cada cinco minutos que no podíamos alejarnos mucho. Me sentí como en la primaria cuando los maestros nos llevaban de excursión.

Ahora estamos preparándonos para el concierto en el que veré a mis padres y a mi hermana. La idea es ir a casa después, pero depende de si nos sentimos muy cansados, sobre todo papá que es quien debe conducir. Esta parte sí me emociona, aún a sabiendas de que Octavio tendrá que ir con nosotros. El muchacho me agrada y no tengo nada personal contra él, incluso les avisé a mis padres de su presencia por lo que le prepararán una cama para que pueda descansar. Creo que tan solo no puedo terminar de entender que mi novio es tan famoso y la falta de privacidad que eso supone.

Sacudo la cabeza intentando despejar mi mente y me concentro en mi reflejo difuso en el baño de la habitación. Colin está dándose una ducha y tengo una imagen asombrosa de su trasero y espalda. Ni siquiera necesito voltearme, el espejo hace su trabajo.

—¿Qué labial debería usar? —le pregunto.

—No tengo ni idea —responde con sinceridad—. El que tengas a mano.

—Tengo dos: uno rosa nude y otro rojo.

—¿Qué es rosa nude?

—Como un rosa clarito, del mismo color que mis labios.

—Tus labios tienen lindo color —comenta y me hace sonreír por su sinceridad—. Aunque si puedo dar mi opinión, me gusta cómo te queda el rojo. ¿Es el mismo que usaste en nuestra cita?

—El mismo. Rojo que te quiero rojo.

—Entonces usa ese. Me encanta.

—Entendido.

—Pero no te lo pongas ya —se apresura a decir— o me mancharás cuando quiera besarte.

—Al contrario, si no me lo pongo ya, te mancharé. Tiene que secarse.

—Es que quiero un beso ahora.

No puedo evitar que una carcajada escape de mis labios y giro hacia la puerta vidriada de la ducha para observarlo. El vapor cubre casi todo su cuerpo, pero no lo suficiente. Tengo vistazos de su cuerpo esbelto y fibroso, y noto los cambios que ha tenido en los últimos meses. Tener varios conciertos en una semana podría haberlo hecho adelgazar hasta quedar como un fideíto, en cambio, el equipo de doctores y entrenadores se ha encargado de cuidarlo y mantenerlo en forma. Ha ganado músculo y, por todos los cielos, se me hace agua la boca. No soy alguien que se fije en los cuerpos, pero es mi novio y tengo todo el derecho de babosearme con él. De la misma manera en la que él me toma el trasero mientras paso caminando a su lado y dice alguna cochinada con una dosis de ternura que me hace sonrojar y besarlo.

—Puedo darte un beso ahora —determino.

—Que sean dos —negocia—. O tres.

—No podemos más de tres. Ya nos atrasamos por lo que sucedió antes en la bañera.

—Podemos seguir atrasándonos —dice sin preocupación mientras cierra el agua de la regadera—. Todos los músicos llegan al menos una vez tarde a sus conciertos.

—No seré mala influencia.

—Oh, cariño. Es muy tarde para eso.

Cuando abre la puerta de la ducha, puede que pierda mi convicción por completo. Sobre todo, cuando me dedica una mirada llena de pasión y una sonrisa de lado que por poco provoca que se me bajen las bragas solas. No sé si será la distancia o que estamos en una nueva etapa de nuestra relación, pero todo lo que quiero es estar encima de él todo el tiempo y no soltarlo. En tanto su gira termine, no me separaré de él ni un minuto.

—Me estás mirando raro.

—Estoy pensando en nuestros planes post gira.

—¿Y cuáles serían?

Envuelve una toalla alrededor de sus caderas y toma otra para secarse el pecho. Adiós a la espectacular vista de su miembro, aunque no me quejo porque necesito pensar con la cabeza en frío.

—Nosotros dos juntos y con poca ropa.

—¿Qué tan poca ropa?

—Nada de ropa.

Sus labios se curvan en una sonrisa y en nada está frente a mí, rodeándome la cintura con los brazos y pegando su cuerpo caliente contra el mío. Las gotas caen de su cabello y mojan su rostro, creando pequeños surcos en sus mejillas. No me importa, acorto la distancia entre nuestras bocas y lo beso de esta manera desquiciada que hemos incorporado este fin de semana. Su lengua se enreda con la mía, su mano bajo hasta mi trasero y me presiona contra él. Mis dedos se enredan en su cabellera y, de algún modo u otro, termino sentada en el lavabo con mis piernas rodeando su cintura.

Todo sucede en cuestión de segundos, su toalla queda hecha un bollo en el piso y mis bragas le hacen compañía. Nuestros labios siguen juntos mientras se acomoda entre mis piernas y eleva la falda de mi vestido para quitarlo del camino. Con un movimiento rápido y certero, se introduce en mi interior y nuestros gemidos son ahogados por el beso que compartimos. Nos movemos a la vez compartiendo un ritmo rápido que me roba la respiración. Clavo mis dedos en sus hombros desnudos intentando no hacer ruido mientras nuestras caderas de encuentran y el placer nos recorre.

—No sé cómo te dejaré ir después de este fin de semana —susurra con sus labios en mi cuello.

—No sé cómo me iré después de este fin de semana.

Nuestras miradas se encuentran y noto la añoranza y necesidad en sus ojos. No es feliz con la distancia, yo tampoco lo soy. Lo hemos hecho funcionar lo mejor posible, pero cada día en el que nuestro único contacto es un mensaje de texto, causa un pequeño daño. Cada cita por videollamada rompe un pedacito de mi corazón y sé que del suyo también. El único consuelo que encuentro es saber que falta poco para que la gira concluya. Podemos soportar un poco más.

—Te amo, Gwendolyn.

—Nos pusimos serios, eh —lo molesto—. Nunca me llamas, Gwendolyn.

—No arruines el momento —me regaña con la voz agitada a la vez que se mece contra mí y me hace cerrar los ojos debido al placer.

—También te amo, Colin. Muchísimo.

Silencia mi último gemido con un beso y se corre poco después. Bendita sea la idea de dejar condones en todos los rincones de la habitación tras descubrir que no podíamos estarnos con las manos quietas. Estos momentos robados no podrían suceder sin esa precaución extra.

—Iré a vestirme antes de que olvide mi amor por la música y finja que nos hemos quedado encerrados—susurra retirándose de mi interior—. Ponte el labial rojo, por favor.

—Lo haré.

Se despide momentáneamente con un beso de pico y recoge las bragas que ha tirado al suelo. Espero que me las entregue para volver a vestirme; sin embargo, me las enseña y sonríe.

—Un recuerdo para lo que queda de la gira.

­—Eres raro —bromeo.

—Y aun así aquí estás.

—Creo que eso dice que también soy rara.

Me guiña el ojo antes de salir y me lleva unos momentos recuperar la respiración y la compostura.

***

El concierto es estupendo, la energía del público y la complicidad que comparten con la banda. Las sonrisas en el rostro de todos los asistentes al terminar me confirman lo que ya sé: Curse es asombroso y todo lo que han logrado ha sido por su propio esfuerzo. Nunca le mencioné a Colin lo que Alex dijo de sus canciones, no quería preocuparlo, aunque sí se lo dije a Taylor. Le llevó una semana hacerme saber que, tal como creía, el idiota mintió porque él se encargó de revisar cada canción y no encontró nada similar a lo que había oído de la banda disuelta.

Mis padres lucen felices y orgullosos tras la presentación. Papá no ha dejado de decir lo bien que suenan en vivo y que no puede creer que uno de esos muchachos sea el novio de su hijita. Es mejor que no sepa lo que ese muchacho y su hijita hicieron poco antes del concierto en el baño de un hotel.

—¿La viste? —chilla Faith de pronto y agarra mi brazo con fuerza—. Dime que no estoy loca.

—¿Ver a quién? ¿Alguien famoso?

Niega con la cabeza.

—A Zoe.

Parpadeo con asombro como si de esa manera mis oídos aclararan lo que acabo de escuchar, y busco en la multitud de gente por una cabellera roja. No me es difícil encontrarla, para bien o para mal, y entiendo lo que mi hermana ha visto. Su ex mejor amiga, la persona que la apuñaló por la espalda junto a su ex prometido, está ahí. No solo ella, también puedo reconocer a Katie, la melliza del idiota de Niles.

—Es ella —confirmo— y Katie también está aquí.

No sé qué esperar de mi hermana tras la noticia de estas dos personas que le han hecho daño en el mismo lugar físico que nosotras. Un disgusto, una cara triste o incluso un par de improperios. Lo que no espero para nada es que empiece a reír como loca y es exactamente eso lo que está haciendo. Y llora, pero de la risa.

—¿Estás bien? —me preocupo.

—Tanto poder, influencia y old money, ¿y para qué? —dice entre risas—. Están en la sexta fila y la profesora de la que se burlaron en secreto está en la parte VIP. ¡Que las jodan!

—¿Por qué no vamos a buscar a Colin? —le propongo, intentando calmarla.

—Tendría que haber tomado en serio la propuesta de Lee y subir al escenario. ¿Te puedes imaginar la cara que habrían puesto?

Asiento sin saber qué decirle y la guío hacia la salida que nos llevará a los camerinos. No quiero que pierda la cabeza y se enfrente a sus ex amigas. ¿Se lo merecerían? Por supuesto, pero dudo que mi hermana se sienta bien después del encuentro.

No deja de reírse por un rato largo, lo que no hace más que aumentar mi preocupación. Incluso le cuenta a Harley a quiénes ha visto y se ríen juntos como un par de maníacos. Key la mira de la misma manera que yo y nuestros padres deciden no emitir palabra sobre lo ocurrido. Colin, por su parte, me tranquiliza y recuerda que el dolor no se sobrelleva de una única manera.

Después de despedirnos de la banda, mi familia, Colin, Octavio y yo nos retiramos del estadio. Preparé un pequeño bolso con una muda de ropa para mi novio y para mí, un bolso que él lleva mientras me abraza por los hombros. Según lo acordado con la discográfica, nosotros viajaremos con Octavio y mi familia nos guiará en el automóvil de papá. Preferiría que fuéramos todos juntos, aunque me convenzo de entender las medidas de seguridad.

El cansancio se apodera de mis músculos cuando nos acomodamos en el mullido asiento trasero de una camioneta Range Rover de color negro con vidrios oscurecidos. Es el cliché de los automóviles de famosos y dudo que pasemos muy desapercibidos.

—¿Te ha gustado el concierto? —me pregunta, atrayéndome a su cuerpo en un abrazo.

—Mucho. Me encanta que, si bien es el mismo repertorio, se siente como un concierto por completo diferente.

—Es el poder de la gente.

—Ya lo creo. ¿Te la has pasado bien?

No duda en asentir con la cabeza.

—Este fin de semana ha sido increíble.

—Y aún nos queda un día juntos.

—No me lo recuerdes —me pide y dibuja un puchero con sus labios que me provoca la necesidad de besarlo.

Satisfago esa necesidad porque no hay razón para no hacerlo. Sus labios son gentiles contra los míos y me sonríe cuando me aparto provocando que mi corazón dance feliz en mi pecho.

—Voy a secuestrarte y no te dejaré volver a San Francisco —susurra.

—Lindo —comenta Octavio con burla—. Eres todo un romántico.

—Oye, no te metas.

—No digas cosas de psicópata —lo acusa su guardaespaldas.

—Era una broma, genio.

—Así se empieza.

Dejo que peleen en broma y busco mi móvil para encontrar algunos mensajes de Faith. Ha hecho sus averiguaciones y efectivamente sus ex amigas estaban en el concierto. No me sorprende encontrar que ha subido a redes sociales fotos de nosotras en la zona VIP, en camerinos y una foto con la banda que no tengo idea de cuándo se la sacó. Sé que en parte es para que ellas lo vean y también porque se ha divertido. Espero que la diversión sea superior a la venganza.

Ingreso a mi correo electrónico que he dejado abandonado desde que llegué y noto que tengo un e-mail de Emma con los detalles de la entrevista. Será el miércoles y tener la confirmación del horario y lugar me produce un nudo de nervios. En verdad va a suceder.

—¿Estás bien, cariño?

Despego los ojos de la pantalla para posarlos en Col y asiento.

—Emma me ha enviado los detalles de la entrevista —confieso intentando concentrarme en la felicidad de saber que ocurrirá y no en los nervios de meter la pata.

—¿A esta hora?

Niego con la cabeza y su pregunta me hace relajar un poco.

—Recién lo veo, lo mandó ayer en horario laboral.

—¿Estás emocionada?

—Mucho. También asustada.

—¿Por qué? ¡Si mereces estar ahí! No sabes lo orgulloso que me siento de ti, compraré un centenar de periódicos y se los enviaré a todos mis conocidos.

—No es necesario.

—Yo creo que sí.

Muerdo mi labio inferior debatiéndome si decirle o no sobre Leighton. No he querido hacerlo porque estoy noventa por ciento segura que creerá que es una mala idea. Una parte de mí también lo piensa, la otra parte quiere creer que ella se comportará porque ambas tenemos mucho que ganar con esta oportunidad. Nos ha dejado en paz desde la última discusión pública que tuvimos con ella. Por ahora, solo ha subido novedades de Curse y algunas fotos de Colin y yo juntos, pero limitándose a los hechos, sin comentarios propios.

—Tengo algo que contarte —empiezo con un hilo de voz.

—Soy todo oídos.

La sonrisa emocionada que me dedica me hace sentir como la peor persona en el mundo. ¿Por qué no se lo dije antes? Es mi novio, se supone que tengo que poder contarle estos detalles sin sentirme dudosa o culpable.

—Emma no hará mi entrevista, solo la coordinará y luego unirá las historias para que quede increíble.

—¿Y quién lo hará? ¿Los reporteros con los que siempre trabaja? —Se queda un momento en silencio pensando—. No recuerdo sus nombres, pero son agradables.

—Lo hará Leighton —digo sin más porque no hay manera de colorear la realidad—. Leighton Stone.

La bonita sonrisa en su rostro se borra lentamente y cada movimiento que sus labios hacen hasta convertirse en una línea dura se clavan en mi corazón como afilados clavos llenos de óxido. Duele muchísimo y todavía no ha dicho una palabra. Solo me mira y no necesito leer mentes para saber que está dando todo de sí para no decir nada. No quiero que sea así, no quiero que tenga que morderse la lengua.

—Puedes darme tu opinión.

—Yo creo que no.

—Claro que sí —lo aliento—. Me importa tu opinión, quiero saber qué piensas. También quiero tus consejos.

—¿Emma no te dio otra opción? —quiere saber con una calma que me parece actuada—. ¿Te dijo que sería Leighton y ya?

—No. Me dijo que prefería que fuera Leighton, pero que la decisión era mía.

—Entonces no te importa mi opinión.

Retira el brazo que envuelve mis hombros y me quedo atónita mirándolo sin saber qué decir. Su actitud me lastima, el hecho de que me haya dejado de abrazar como si hubiese traicionado su confianza. Sus palabras. Maldición, eso es lo que más me duele.

—Confío en ti y me importa tu opinión, por eso estoy compartiéndolo contigo.

—Tuviste la reunión con Emma a inicios de la semana y ella te dio la posibilidad de elegir. ¿No crees que si te importa mi opinión tendrías que habérmelo comentado entonces?

—No. Porque esto es parte de mi trabajo y las decisiones las tomo yo.

Mi respuesta no es linda, lo sé, aunque es sincera. Nunca he dejado que nadie se meta en mis decisiones laborales. No se lo permití a mi hermana, tampoco a Steve. No se lo permití a mis padres cuando estaban preocupados por mi futuro. Que Colin sea mi novio, no significa que lo dejaré meterse. Me gustan los límites, separar los temas para que todo vaya bien.

—Entiendo, pero esto —dice y me señala a mí para luego señalarse a sí mismo— es una relación y funciona de a dos. Y todo lo que Leighton ha escrito siempre nos ha involucrado a los dos.

—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no se me pasó por la cabeza todo lo que ella ha dicho de nosotros, de mí, cuando Emma me dio la noticia? —Trago con fuerza—. ¿Crees que no se lo dije?

—Lo que no entiendo es por qué no lo comentaste conmigo antes de dar el sí.

—Porque tú no me preguntas mi opinión antes de ir a una entrevista, Col. No recibo una llamada tuya antes de que vayas al show de Jimmy Fallon para saber si quiero que vayas o no.

—Es distinto, Gwen. Y lo sabes.

—¿Es distinto porque tu trabajo es más importante que el mío? ¿Porque tú tienes cientos de entrevista y esta es mi primera?

—Porque yo no decido a dónde ir —me corrige y noto el enojo en su voz—. Parte de mi contrato es ir dónde me dicen y contestar preguntas.

—¿Y si te dijeran que te sentaras con Leighton Stone y respondieras sus preguntas?

—No iría —contesta al instante.

—Pero es tu obligación —repongo con obviedad—. Irías igual.

—Es distinto —insiste.

—No, no lo es. Esta es mi oportunidad de oro, Colin. Es ahora o nunca —digo con lentitud para que lo entienda—. ¿Qué pensaría Emma de mí si le dijera que no quiero que Leighton me entreviste o que tengo que consultarlo con mi novio?

—Pensaría que a veces los problemas personales justifican ciertas acciones.

Niego con la cabeza. No me gusta esta conversación, tampoco tener que justificarme. Entiendo su malestar, a mí tampoco me sentó bien la noticia.

—No en lo laboral. Tú no lo entiendes porque no has tenido un trabajo en relación de dependencia o porque se te presentan estas oportunidades a diario. Y créeme que me encanta que así sea, que puedas hacer música y vivir de tu pasión. —Intento sonreír, a pesar de que siento que no me sale muv bien—. Solo quiero que todo salga perfecto, que Emma me recomiende con otros periodistas porque he sido profesional y que este sea el inicio de una carrera más grande. Si me negaba, iba a quedar como una idiota.

—Emma no es así.

—No lo sabes. Solo has compartido un par de cenas con ella. No eres su amigo.

—Tienes razón, no lo sé. Pero sí sé que incluso si te hubiesen dado la oportunidad, no lo habrías consultado conmigo porque cuando es sobre ti, cuando es sobre tu carrera, solo importas tú.

—¡Es mi carrera! —exclamo con obviedad—. Claro que importo yo.

—¿Y entonces por qué con mi carrera tengo que pensar en los dos? ¿Por qué yo sí tengo que pensar en qué decir sobre ti para que no te afecte? ¿Por qué yo si tengo que guardarme mis opiniones o ser reservado para que no te afecte a ti y a tu negocio? —expone y noto que está enojado de verdad—. Cuando se trata de mi carrera, yo tengo que pensar en los dos. Tengo que volar a San Francisco para verte porque hasta hace unas semanas tu negocio era todo lo que importaba. No podías dejarlo, pero yo sí tenía que dejar la gira para verte.

—Nunca te pedí que lo hicieras.

—¡Porque eso es lo que se hace en una pareja, Gwen! Se sacrifican ciertas cosas para que funcione. Me encantaría ir al maldito programa de Jimmy Fallon y decir que mi novia cocina como los reyes y que el sexo es increíble. Pero no lo hago y no porque mi carrera me lo impida. Lo hago porque me pediste que no te expusiera.

—En mi entrevista no hablaré de ti. No mezclo mi trabajo con mi vida personal.

—¿Y si Leighton te pregunta?

—No contestaré.

—¿Cómo se tomará Emma que no contestes? —contraataca y hay un dejo de burla en su voz que me hace perder la paciencia.

—¿Sabes qué, Colin? Tienes razón. Me importa una mierda lo que opines porque me he roto el culo desde pequeña para poder tener mi pastelería, mi propio negocio y mi momento. Me has ayudado y lo agradezco, pero nada de esto sería posible si yo no fuera buena en lo que hago. —Tomo una respiración profunda antes de continuar—. Tú no tienes el mismo problema porque hasta hace unos meses vivías de un sueño. Te dan una casa, ropa y todo lo que quieras. ¡Yo no tengo esa seguridad! Si no hago las cosas bien, me quedo sin nada. Lo peor que podría pasarte a ti es tener una mala racha y resurgir. Así que sí, me importa una mierda tu opinión cuando se trata de mi trabajo y mis decisiones profesionales.

Se queda en silencio observándome, su rostro por completo inexpresivo. Sus ojos cafés siempre cálidos lucen fríos y la sonrisa que siempre tiene a mi alrededor no está. La he cagado. Lo comprendo. No ha sido la manera, pero no es distinto de lo que opino.

—Ya veo.

—¿Qué ves? —digo intentando recuperar la paz.

—Que tu trabajo sigue siendo lo más importante para ti. Que no importa cuánto me esfuerce, nunca estaré a la par. Y te felicito por todo lo que has logrado, espero que sea suficiente para ti.

No necesito que continúe con esa frase para saber lo que no ha dicho. «Espero que sea suficiente para ti cuando te quedes sola por priorizar tu trabajo».

No digo nada más. Él tampoco. Octavio solo conduce. Y el lindo fin de semana acaba de irse por el caño.

¡Hola, gente muy bonita! ¿Cómo están? Les voy a confesar que me olvidé de actualizar, he tenido días moviditos.

Gwen y Colin siguen sin entenderse del todo, ¿creen que será algo momentáneo? ¿Qué piensan de la relación?

Les quería agradecer por su paciencia, de verdad. Gracias por leer esta historia y siempre respetar mis tiempos.

Les deseo una bellísima semana.

MUAK!

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