Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 55

COLIN

Los hombres lloran.

Los hombres sienten.

Y los hombres también necesitan expresar sus emociones.

Que Gwen haya entendido eso, que me haya consolado cuando todo el peso de lo que sucedió y lo que está sucediendo fue demasiado significó el mundo para mí. Me abrazó hasta que dejé de llorar como un niño pequeño. Me besó cuando logré tranquilizar mi mente y luego encontró una manera de distraerme con su parloteo incesante.

Si escuchó que le dije que la amaba, no entró en pánico. Si no lo escuchó, creo que es mejor porque quiero que el recuerdo de la confesión sea más dulce, con menos lágrimas y sin tanto drama. Aunque, casi siempre, los planes no salen según lo esperado.

Sé que lo que siento por ella es real, que encuentro paz a su lado y que disfruto cada momento compartido.

Ahora, en la terraza del departamento y con la ciudad a nuestros pies, no puedo dejar de mirarla. Es una mujer increíble. Me encantaría que pudiera verse a través de mis ojos y así nunca dudaría de ella. Vería cuánto la quiero, cuánto significa para mí, cuánto valoro su compañía y opinión. Vería que no soy más que un idiota enamorado que no puede creer que tiene a su lado a semejante mujer.

—¿Crees que, si tiro una moneda desde aquí y golpea a alguien, podría causarle la muerte?

—Tienes una clase de pensamientos extraños —contesto con diversión, sin poder apartar la mirada de ella.

—Es una pregunta válida. Estamos muy alto. ¿Unos cincuenta metros?

—Te diría que lo intentáramos para comprobar tu teoría, pero no quiero ser el responsable de una posible muerte.

—No importa. —Se encoge de hombros y vuelve a recostarse a mi lado en la mullida manta que hemos llevado al exterior—. Seguro en «Cazadores de mitos» tienen la respuesta y no tendremos que asesinar a nadie para saber que yo tenía razón.

—Estás muy convencida. Al parecer debajo de toda esa belleza y dulzura, hay una asesina —la molesto.

—Ya sabes lo que dicen, las que lucen tranquilas son las peores. —Sus hermosos ojos almendrados se encuentran con los míos y sonríe—. Soy una maldita dulzura.

—Ya veo que sí. Te pondremos ese nombre cuando pases a ser una leyenda. Jack el destripador y maldita dulzura.

Una carcajada escapa de sus labios y me quedo como tonto observándola porque no hay nada que me guste hacer más que verla disfrutar de la vida. Claro que hay otras cosas que me gusta hacer con ella, pero esa tranquilidad y esa sonrisa no tienen comparación.

Su cabeza vuelve a posarse sobre mi pecho y por un momento nos quedamos saboreando el silencio. Nuestras respiraciones van acompasadas y cuando la abrazo, la caricia que realizo con la yema de los dedos en su brazo desnudo sigue el mismo ritmo. Su cabello huele a flores y su piel está helada. Aquí arriba el aire parece arremolinarse y enfría el ambiente. Por lo general corre viento, pero hoy parece ser la excepción.

—Se supone que deberías estar descansando —murmura, su dedo recorre mi esternón de arriba abajo.

—Lo estoy haciendo —digo a la vez que mis ojos buscan su rostro sereno.

—No estás durmiendo.

—Estoy descansando la mente y no sabes lo importante que eso es para mí. Me levanto cada día sintiendo que no he dormido nada y mi mente pesa mil toneladas. El silencio en mi cerebro es asombroso.

—Podemos buscar más silencio aún.

Su mirada encuentra la mía y me enciendo como una llama porque sé lo que tiene en mente, y joder, es algo con lo que he llegado a soñar. Pero no quería dar el primer paso porque estar tanto tiempo lejos también significa querer solo estar a su lado, de pie y eso basta.

—No sé lo que tienes en mente —miento—, deberás enseñarme.

—Con mucho gusto.

Se acomoda sobre la manta de modo que nuestros rostros están a la misma altura y su boca tibia busca la mía. Es un beso lento, tranquilo y explorador. Solo hay roce de labios, un roce adictivo y tierno que aun así logra erizarme la piel. Dejo que sea ella quien guíe, que me enseñe lo que tiene en mente y yo solo correspondo.

Correspondo cuando su lengua roza mis dientes.

Correspondo cuando se sube a horcajadas sobre mí.

Correspondo cuando sus manos buscan las mías y las coloca sobre su trasero.

En este momento, ella podría pedirme que queme el mundo y lo haría sin pensarlo dos veces.

Gimo por lo bajo cuando se presiona contra mi entrepierna y se mueve ligeramente sobre mí. Con mis manos en su culo, la incito a que continúe haciéndolo y ella accede mientras su lengua se encuentra con la mía y me roba la respiración. Sabe al helado de chocolate que comimos antes de salir a la terraza. Podría simplemente besarla por el resto de la noche, dejar que nuestros labios se acaricien y nuestras lenguas se exploren. Estaría bien con ello porque es mucho más de lo que he podido recibir de ella desde que salí de viaje. Pero Gwen tiene otros planes.

Sus manos abandonan mis hombros a la vez que nuestro beso termina. Estoy a nada de protestar y creo que lo intuye porque su mirada se cruza con la mía y en ella puedo notar que tiene todo calculado. Iremos más allá, mucho más allá y quién soy yo para negarme.

Acaricia mi pecho con la punta de los dedos mientras se sienta sobre mí. Su bonito trasero está sobre mi entrepierna y comienza a producirme dolor; dolor de anticipación, un dolor lleno de excitación. La observo en silencio, mi respiración más y más agitada mientras sus manos descienden por mi torso hasta llegar al borde de mi sudadera. Entonces me mira de nuevo y no necesito que diga ni una palabra para entender lo que quiere. Me siento y la ayudo a quitarme la sudadera, así como la camiseta que llevo abajo.

—Santo ejercicio —murmura y sus labios van a parar a mi cuello.

Cierro los ojos disfrutando la caricia de sus labios contra mi piel y hago mi mayor esfuerzo para continuar con paciencia. Me gustaría arrancarle la ropa y darle un orgasmo en este precioso momento. Me encantaría tenerla sobre mi regazo, estando dentro de ella y ver su hermoso rostro dibujar los signos del placer. Sin embargo, esta noche es sobre cómo Gwen quiere que suceda por lo que me guardo mi impaciencia y sigo cada una de sus órdenes.

Besa mi piel con ternura y rozando sus dientes sobre zonas sensibles como el lugar donde mi pulso martilla y luego, cuando me indica nuevamente recostarme, contra mi pezón. Por todos los cielos, esta es la tortura más caliente que puede existir.

—Necesitaré tu ayuda —murmura.

—¿Para qué?

—Para sacarte esos pantalones molestos.

Rio por lo bajo al escucharla, aunque no pongo resistencia. Me quito los zapatos usando mis propios pies y luego, cuando se sienta de nuevo sobre la manta, elevo mis caderas para que ella pueda deslizar los pantalones por mis piernas. El aire frío contacta con mi piel caliente y no tengo tiempo siquiera de pensar en ello porque noto que Gwen va ahora por mi ropa interior. Repito el movimiento y espero, lo más paciente que puedo mientras me mira completamente vestida mientras yo estoy desnudo a sus pies.

—Tienes mucha ropa —señalo.

—Luego podrás quitármela —me promete.

—¿Cuándo será luego?

—Sabrás cuando.

Claro que sabré cuando, aunque mi cerebro parece sufrir un cortocircuito en el instante exacto en que se arrodilla entre mis piernas y desciende su cabeza. Cierro los ojos incluso antes de que sus labios toquen la punta de mi pene y Gwen ríe cuando me estremezco. Las vibraciones de su risa no ayudan porque en este punto ya debe saber que es uno de mis sonidos favoritos y va directo desde mis oídos a mis testículos. Si sigo así, acabaré antes de que empiece siquiera.

—Disfrútalo —susurra— y tranquilízate.

­—Es fácil para ti decirlo.

—Es lo bueno de no tener pene, no quedas tan en evidencia.

Sonrío todavía con los ojos cerrados y mi cerebro se desconecta por completo cuando siento su lengua recorrer el tronco de mi miembro de abajo para arriba. Repite el recorrido una vez más y luego su boca se cierra en torno a la punta y sus dientes me brindan una breve caricia que por poco me deja sin vida. No puedo ni pensar, nada tiene sentido más allá que lo que Gwen está haciendo y lo que me hace sentir.

Me acaricia, barre sus labios por mi pene y succiona cuando llega a la punta con la certeza de que estoy a nada de acabar y provocándome para que lo haga. Al abrir los ojos y observarla de inclinada sobre a mí con el cabello cubriéndole el rostro hace que mi autocontrol disminuya. Estiro mi brazo y recojo su cabello para que siga impoluto y al hacerlo sus ojos me atraviesan. Eso es todo, me pierdo por completo, otra pequeña succión y no puedo contenerme más.

—Gwen —le advierto por si acaso.

No se aparta y la mano que ha encontrado su lugar en la base de mi miembro se mueve a la vez que su boca. Me corro en su boca y suelto un gemido que lleva su nombre grabado. Maldita sea, no estaba preparado para esto.

Besa mi cadera al apartarse y vuelve a mi lado para darme un beso en la mejilla. Sus ojos relucen, son como dos brillantes diamantes que han encontrado el placer en hacerme temblar bajo su tacto. Sin dudas es una maldita dulzura.

—No sé cómo recuperarme de esto —admito entre risas.

—No tienes que hacerlo.

—¿Bromeas? La noche recién empieza.

—Y ya estás al borde del desmayo —me molesta y no puedo culparla.

—La responsabilidad de eso es tuya.

—La acepto con orgullo.

De nuevo esa risa preciosa, ese sonido armonioso y entonado. No necesito otra cosa para recuperar la energía y esta vez soy yo quien tiene el placer de sellar nuestros labios en un beso. Esta vez soy yo quien puede saborear su boca, quien puede deshacerse de su ropa y verla temblar bajo mis manos.

Es mi turno de tenerla desnuda frente a mí y de saborear su cuerpo comenzando por sus pezones turgentes que me llaman en silencio. Se arque bajo el contacto de mi lengua y sus caderas se elevan para presionarse contra mi vientre. Masajeo uno de sus senos con mi mano mientras hago lo propio en el otro con mi boca.

—Quiero retirar mi burla —jadea.

Me separo de sus pechos y miro su rostro sonrojado.

—¿Por qué? ­—suelto sin comprender.

—Aguantar es mucho más difícil de lo que parece.

Sonrío con diversión.

—Si es lo que quieres, no tienes por qué hacerlo.

—Sí, es lo que quiero.

—¿Puedes decirlo por favor?

Sonríe también porque yo podré estar molestándola, pero ella disfruta por completo este jueguito.

—Colin, quiero que me hagas ver nubes con tu pene y que me escuchen gemir incluso en el edificio de enfrente.

—Creí que dirías algo más conciso —admito.

—Solo hazlo —se queja.

Su respuesta me hace reír y noto que va protestar por lo que besos sus labios antes de que pueda decir nada. Encuentro con dificultad mi pantalón y retiro el condón que guardé ahí antes de salir porque respeto sus tiempos, pero mejor prevenir que ser padre en nueve meses cuando está claro que ninguno de los dos está preparado para serlo.

Me coloco sobre ella y separo sus piernas mientras ella rodea mis hombros con sus brazos. Acomodarme no me resulta complicado y nuestros cuerpos parecen conocer el camino de memoria porque en tanto me deslizo en ella, nos acoplamos a la perfección. Sin apartar la mirada del otro, nos movemos a la vez sin pausas y sin inquietudes. La lentitud solo dura unas embestidas y pronto los dos estamos jadeando por aire.

Nos demostramos lo que significamos para el otro con cada movimiento de cadera, con cada roce de labios y con cada segundo que nuestras miradas permanecen conectadas. Pero también, nos demostramos lo mucho que nos necesitamos y actuamos por impulso. Sus piernas van a parar a mis hombros y mis manos la sostienen firmes por las caderas mientras la penetro con profundidad y cierro los dientes con fuerza.

Los gemidos que escapan de sus labios y la manera en que arquea la espalda me indican que no está lejos. La anticipación y la necesidad de estar juntos ha apresurado el proceso y los dos estamos cubiertos de una fina capa de sudor y locos de deseo. Siento que sus músculos se tensan, que su respiración se vuelve más pesada y que su piel se eriza. La tensión en su interior, la manera en que se cierra contra mi miembro, me hace ver estrellas y ambos soltamos un jadeo cuando llegamos a nuestro clímax.

Nuestras miradas vidriosas vuelven a encontrarse y nos sonreímos con complicidad.

—Te amo —decimos al unísono.

Y sin dudas, esta es la confesión que tenía en mente.

¡Hola, gente bella! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana?

Antes que nada, pido disculpas si hay errores porque acabo de terminar de escribir el cap y ya no me quedaban energías para editarlo, je. No quería fallarles con el segundo capítulo de la semana.

Al fin Gwen y Colin juntos.

Al fin +18, ja.

Al fin se confesaron.

¿Tienen alguna opinión del capítulo o momento favorito?

Muchísimas gracias por su apoyo y cariño. LES DESEO LA MÁS BELLA DE LAS NAVIDADES. Espero que les den mucho dinero para libros o lo que sea que quieran, pero sobre todo les deseo mucha felicidad.

Gracias por estar.

MUAK!

P.D.: La semana que viene seguro también estoy media complicada con las actualizaciones porque sigo haciéndome estudios, tengo mucho trabajo en la oficina y fin de año siempre es una locura. Espero sepan entender.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro