Capítulo 5
COLIN
Ser parte de una banda de rock trae consigo una infinidad de prejuicios por parte de la sociedad. La mayoría cree que las drogas son la base de nuestra alimentación, que nos inyectamos nada más despertar y que es la única manera en la que conseguimos atravesar el día. También se cree que somos desinhibidos y nos llevamos la vida por delante, que tenemos todo lo que deseamos porque sabemos cómo conseguirlo y que nuestras letras hablan más desde la depresión que desde la felicidad.
No voy a decir que nunca pensé que esos estereotipos no fueran reales y algunos lo son con ciertas bandas o músicos, pero no se parecen en nada a nuestra realidad. Nuestra discográfica y, específicamente, nuestro productor, están sobre nosotros todo el tiempo intentando mantenernos por el camino recto. Nada de drogas, poco alcohol y mucho ejercicio y meditación para mantenernos serenos. Todo es bastante genial hasta que recuerdo que no nos enseñan a ser valientes y que tengo que ser yo el que se anime a dar los primeros pasos porque nadie lo hará por mí.
—Te ves miserable, Col.
—Gracias, Lee. Me siento mucho mejor ahora —respondo con ironía.
—¿Otra noche sin dormir?
—Duermo, pero poco.
—Tu problema es que le das muchas vueltas a todo. Necesitas relajarte más.
—Es increíble que diga esto, pero estoy de acuerdo con Lee —interviene Key quien muy amablemente nos está preparando el desayuno—. No puedes planificarlo todo.
—Yo no planifico las cosas y por eso salen tan mal.
—¿Seguimos hablando de la chica o ya cambiamos de tema? —Harley frunce el ceño con confusión y busca con la mirada a nuestro amigo para obtener una respuesta—. Estoy un poco perdido.
—Es la resaca, Lee. Tienes que dejar las fiestas.
—Estoy bien. Además, no estamos hablando de mis problemas. Incluso con pocas horas de sueño y muchas de fiesta, luzco mejor que tú.
—Ahora me siento ofendido.
Le agradezco a Key cuando me entrega el desayuno aprobado del día y me alegro porque, al menos, no es algo insulso como los días lunes. Hoy nuestra dieta indica tostadas con huevo y palta acompañado de un tazón de fruta. No hay nada peor que las tostadas de arroz con queso de los lunes y todos compartimos el sentimiento.
—Creí que ibas a tomar la oportunidad esta vez, Col —continúa mi rubio amigo—. Te veías decidido con esa chica, si hasta usaste a nuestra adorable vecina para ganar puntos.
—No usé a Claire —me defiendo con la boca llena—. Solo que su obsesión por la comida de color me vino como anillo al dedo.
—Un anillo que no supiste usar.
—Me entró el pánico, ¿bien? No soy como tú, Lee, no me sale eso de hablarle a desconocidas y ofrecerles sexo como si nada.
—Puedo entrenarte.
—Paso.
—¿Por qué no le hablas ahora? —pregunta Key con paciencia—. No es muy tarde todavía.
—¿Una semana no es muy tarde?
—Todavía no pasa una semana —me anima Lee—. Mañana será una semana y entonces sí sería grosero que le hablaras.
—Creo que prefiero no hablarle.
Mi buen amigo Harley chasquea la lengua y le dedico una mirada malhumorada que no tiene efecto en él.
—Lo peor que puede decirte es que te vayas al demonio. No desaproveches la oportunidad, Col, o iré yo tras ella.
—Eso rompe el código de roomies.
—No existe tal cosa.
—Claro que sí —me apoya Key—. Lo firmamos al mudarnos juntos a nuestro primer apartamento, ¿recuerdas?
—¡Teníamos como veinte años!
—Y seguimos siendo compañeros de piso, por lo tanto, continúa vigente.
—Ambos son unos inmaduros —se queja antes de darle un sorbo a su café—. Iré a bañarme porque apesto a discoteca y no quiero otro regaño de papá Taylor.
—Si tan solo no fueras de fiesta cada noche...
—Púdrete, Key. Tengo veintiséis años, es ahora o nunca.
—¡Eso decías en la universidad! —le recuerdo.
—Y lo seguiré diciendo hasta que necesite viagra. —Se pone de pie y se acerca a mí para brindarme un último comentario—. Llama a esa chica.
—Odio decir esto, pero de nuevo estoy de acuerdo con Harley.
—¿Ves? Si hasta el abuelo Key opina como yo. Estás perdiendo tu tiempo pensando tanto y tu amiguito se siente solo de tanto jugar con tu mano. —Me sonríe de lado con diversión—. Llámala porque hasta me das pena.
—Lo pensaré.
—Tic, tac. Tic, tac. No quiero tu culo triste y soltero en mi casa en cincuenta años, Col.
—Mejor déjale los consejos a Key.
—Estoy de acuerdo con eso. —Mira su reloj de muñeca antes de continuar—. No se vayan sin mí a la discográfica, estaré listo en quince.
Sin más que añadir, Harley se retira de la cocina estirando sus músculos al caminar. No sé cómo lo hace, mantenerse despierto tanto tiempo y aun así tener buen humor. Yo necesito dormir y las fiestas no suelen ser lo mío porque no se me da muy bien bailar, mucho menos intentar ligar con el sexo opuesto.
—¿Necesitas algún otro consejo o puedo terminar de prepararme para el día? —quiere saber Key.
—¿Debería llamarla? Han pasado muchos días.
—No lo sé. —Se encoge de hombros—. ¿Quieres volver a verla?
—Supongo.
—¿Supones? No se lo digas a ella a menos que quieras terminar con un testículo morado.
—Sí quiero volver a verla, me pareció agradable y muy sobre la tierra, algo que no es normal en nuestro ámbito.
—Entonces ponte tus pantalones de niño grande y aunque sea envíale un mensaje.
—Gracias, Key.
—Cuando quieras, Col. —Él también se pone de pie, dejándome solo con la comida—. Por cierto, te toca lavar.
Miro mi desayuno a medio comer sobre la isla y suspiro. No sé por qué se me está haciendo tan difícil llamar a Gwendolyn o enviarle un mensaje. No comprendo de dónde ha salido esta duda inmensa que no me deja dormir por las noches. Quiero hablarle, no mentí al decirle que me interesa al menos ser su amigo, pero no me sale ser natural a través de un teléfono. Si tan solo la volviera a ver...
Termino mi primera comida del día antes de que se me haga tarde y lavo los utensilios que mi amigo y compañero de piso y banda utilizó para prepararnos el desayuno. Dejo todo reluciente y con olor a limpio, acomodo las sillas y vuelvo sobre mis pasos hacia mi habitación. El departamento que compartimos es amplio, en nada se parece al primero que rentamos al conocernos. La discográfica nos ha dado este hermoso lugar en uno de los mejores edificios de la ciudad y lo único que tenemos que hacer a cambio es componer música.
—¡Oye, Colin!
Lee entra a mi cuarto sin siquiera tocar y se tira a mi cama recién ordenada. No le importa que esté a medio vestir ni el sentido de la palabra «privacidad».
—¿Es urgente? Porque estoy medio desnudo.
—Te he visto desnudo, no hay nada nuevo.
—¿Qué quieres, Harley?
—La loca de los chismes puso uno nuevo sobre mí. ¿Quieres escucharlo?
—Te lo estás tomando como un reto personal.
—Escucha —me pide con emoción—. «El vocalista de la banda Curse protagoniza un nuevo escándalo y esta vez no es con nadie más ni nadie menos que su colega Sophia Leblanc. Fuentes cercanas a los cantantes admiten haberlos visto mantener una pelea caliente en el lobby de la discográfica que los auspicia. ¿El motivo de la pelea? Una supuesta enfermedad sexual que Harley Gerr le transmitió».
Sus carcajadas llenan la habitación nada más terminar de leer y tengo que admitir que es algo divertido de escuchar. Harley y Sophia discutieron, sí, pero nada tiene que ver con una relación sexual, sino con mi amigo siendo un idiota bromista que le roba sus instrumentos para esconderlos en los lugares menos pensados. Cualquiera se enojaría en su lugar, Soph tiene todo el derecho de patearle el trasero.
—¿Cuántas enfermedades sexuales ya te ha inventado esta chica?
—No lo sé, al menos una por trimestre. —Limpia sus lagrimales sin dejar de sonreír—. La verdad es que tiene imaginación, debería enviarle alguna clase de presente por hacerme reír tanto.
—Ya te he dicho que no es buena idea.
Pego un salto al escuchar la voz de Key y él ríe por lo bajo al notar que me ha asustado. Siempre hacen lo mismo, se meten en mi habitación como si nada y me asustan cada vez que tienen oportunidad. Cinco años viviendo juntos y todavía no me acostumbro.
—¿Por qué Leighton Stone puede hablar mierda de mí y yo no puedo mandarle un regalito explosivo?
—¿Porque es ilegal tal vez? —repone nuestro amigo con obviedad.
—Ilegal es escribir estas falsas noticias todo el tiempo y salir impune.
—¿Ya están listos? —pregunto para cambiar el rumbo de la conversación—. Tengo una canción sonando en mi cabeza desde que desperté y no quiero que la inspiración se vaya.
—Vamos, vamos —nos anima Lee—. No podemos dejar que nuestro compositor pierda la concentración o volveremos a hacer una pésima lluvia de ideas.
Harley se toma muy en serio mi trabajo como compositor y es por ello que casi me saca en brazos de mi dormitorio. Con los doce centímetros de diferencia entre nosotros, parezco su hermanito menor.
Nada más llegar a la empresa me pongo a componer y dejo que todos los pensamientos que me han atormentado durante las noches se vuelvan palabras con un ritmo. Desde que iniciamos la banda, luego de la traición, me he encargado de las canciones y de marcar el compás. Soy el que plasma sentimientos en papel y vuelve los dibujos de notas en melodías. Al principio no me sentía a la altura de la situación, incluso cuando mis amigos me impulsaban a seguir haciéndolo. Ahora, con muchos años en esto y una mala experiencia a cuestas, es la única manera que encuentro de estar conectado con la realidad.
Lee está sentada en el sillón junto al mío escuchando las notas que marco con el bajo y asintiendo. Key está con nosotros también, con sus baquetas en la mano e imaginando una batería con la que va armando la melodía. Así son nuestros días, los más productivos al menos. Componer, pensar, editar, volver a iniciar y si tenemos el visto bueno, pasamos a la sala de grabación.
—Tengo hambre —admito a mitad del proceso—. ¿Qué hora es?
—Como las once —contesta Harley—. Iré a buscarte algo, no rompas la inspiración. ¿Quieres algo, Key?
—Una Pepsi.
Nos enseña el pulgar hacia arriba como respuesta y desaparece de la sala dejándonos en silencio. Miro de nuevo el papel frente a mí y leo las palabras que he escrito, tachado y vuelto a escribir.
—¿Es una canción muy cursi?
—Un poco —responde Key con sinceridad—, pero toda banda necesita una.
—Quizás podamos modificarla un poco.
—¿En verdad quieres jugar con la inspiración ahora?
—¿«La dulzura de tus ojos es como el recuerdo de una noche de verano»? —Leo con desagrado—. Demonios, hay que cambiar eso.
—O podrías dejar de pensar en Gwen.
—No estoy pensando en ella.
—Ajá.
—¿Qué tal «la dulzura de tus ojos me recuerda un paraíso, un lugar soñado donde no tengo permitido entrar»?
—Ahora nos pusimos oscuros.
—Hablo en serio, Key.
—Escribe lo que sientas, Col. Luego podemos mejorarlo.
—Tienes razón.
—Siempre la tengo.
Blanqueo los ojos como respuesta y recibo una risa baja de su parte. No tiene sentido discutir porque todos sabemos que es verdad, él es la voz de la razón en nuestro trío de músicos. Sin él, Lee y yo seríamos dos almas a la deriva que no entenderían el concepto del orden en el trabajo. Soy ordenado en mi vida personal, en mi burbuja de privacidad, pero cuando me enfrento al mundo real, eso desaparece.
—Oye, Col —me llama Harley al volver a la sala—. Tengo noticias para ti.
—¿Despidieron a la doctora Monica?
—Deja de desearle el desempleo a esa mujer —me regaña.
—Odio sus dietas.
—La doctora Monica sigue trabajando para la empresa, la noticia es mucho mejor.
—¿De nuevo hay bagels con jamón serrano, tomate y rúcula en el bufet?
—Sí, pero te estás desviando del tema.
—¿Me trajiste uno?
—Sí, ahora escucha.
Asiento con la cabeza intentando pensar en algo que no sea la comida. Estoy hambriento y funciono mejor con comida en el sistema. Lee tiene en su poder lo único que me separa de ser productivo y lo necesito.
—Gwen está en el edificio.
—¿Qué? —suelto con sorpresa.
—La pastelera está aquí.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque viajamos juntos en el elevador. La saludé, me saludó y me bajé aquí para darte la noticia como el buen amigo que soy.
—¿Y dónde está ella?
—Siguió en el ascensor, supongo que está hablando con Taylor.
—Es tu oportunidad, Col —me recuerda Key.
—Ve a hablar con ella —me anima Lee con una sonrisa juguetona en los labios—. No desaproveches esta oportunidad porque puede que no haya otra.
—¿Y qué le digo?
—Que perdiste tu móvil.
—Claro, como si eso fuera muy convincente —me quejo.
—Solo dile que no sabías qué decir —me aconseja nuestro baterista—. La honestidad puede servir.
—Bien, les haré caso.
—Haznos sentir orgullosos, Col.
Me pongo de pie con un poco de duda y camino hacia la puerta; sin embargo, me detengo a medio camino y miro a mis amigos.
—¿Qué sucede? —quiere saber Key.
—Todavía tengo hambre.
Harley blanquea sus ojos con exasperación y me entrega de mala gana el sándwich que trajo para mí.
—Te verás muy atractivo con un trozo de rúcula entre los dientes —se burla sin piedad.
—Deséenme suerte.
No me quedo a escuchar sus respuestas porque no sé por cuánto tiempo Gwen estará en el edificio y no quiero perderme la oportunidad de encontrarme con ella. Puede que sus acusaciones sean ciertas después de todo, estoy actuando un poco como Joe. Quiero creer que toda esta locura vale la pena, que conseguiré algo positivo de la situación. Quizás no obtenga una cita o una amiga porque me he demorado demasiado, pero entenderé por las buenas o por las malas que la vida es una sola y que se me está escurriendo entre los dedos mientras me quedo pensando qué hacer a continuación.
El primer paso es hablar con Gwendolyn, ser sincero y aceptar lo que sea que venga después.
¡Hola, hola mis cielas! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana? Yo deseando que sea sábado para descansar y escribir mucho.
A las chicas del grupo de WhatsApp les había avisado que Colin era un poco lento, acá tienen la razón. ¿Qué opinan de la situación? ¿Qué harían en el lugar de Colin y de Gwen?
Muchísimas gracias por su apoyo y cariño. Gracias por leer, votar y comentar.
Les deseo un hermoso fin de semana y nos leemos el lunes a una hora distinta.
MUAK!
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