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Capítulo 4

COLIN

Decir que tenía un plan para acercarme a Gwendolyn sería una vil mentira, simplemente me levanté de la cama y decidí que era una buena idea preguntar por ella cuando visitara a la pastelería. Pensaba que, quizás, la dueña del lugar me diría que estaba haciendo alguna entrega y que podía esperarla; me haría alguna pregunta sencilla que yo no tendría problema en contestar y eso sería todo. Soy un chico que a simple vista genera seguridad y confianza, nadie en su sano juicio pensaría que soy peligroso.

Y entonces llegué a la pastelería y me encontré con un chico de mi edad que no dudó en fruncirme el ceño al preguntar por ella y me aseguró que su jefa no tenía tiempo para nadie. Mi primera sorpresa fue enterarme que Gwendolyn era la dueña del local, se ve tan joven que quise felicitarla al instante por todo lo que ha logrado. La segunda sorpresa fue que el muchacho se negó sin cesar a que yo hablara con ella y que, cito sus palabras, solo la haría salir de la cocina por una razón millonaria.

La ficticia lamparita se encendió en mi cabeza y no pude parar mi genio, me ofrecí a comprar toda la producción sin pensarlo dos veces. Claire y su obsesión por la comida colorida ocupó mi mente desde el momento en que solté las palabras y fue también la única razón por la que Gwendolyn no me envió al demonio.

Y aquí estoy ahora, nervioso porque no sé si ella en verdad vendrá a comprobar la veracidad de mis palabras y un tanto temeroso porque sé que arruiné mi oportunidad de acercarme a ella.

—Te sale humo por las orejas —se burla Harley con un puñado de palomitas que se lleva a la boca con felicidad—. ¿Qué te tiene tan pensativo? Estamos en el cumpleaños de una niña, no deberías pensar en nada más que las razones por las que Moana es tu princesa favorita.

—Moana es superior en todos los sentidos, ¿existe alguien que no la prefiera?

—Una niña de siete años que tiene debilidad por el rosado —contesta Key con ese tono de aburrimiento que lo caracteriza—. O alguien con sentido común que prefiera a Mulán, ella sí es superior.

—¿Me están diciendo que la princesa favorita de Claire no es Moana? —se queja Lee—. Me siento muy desilusionado.

—Es Aurora. Como dijo Key, le gusta el rosado.

Escucho la campanilla del elevador y no puedo evitar dar un respingo y mirar en esa dirección. Las puertas dobles se abren y me desilusiona ver a una niña salir de su interior acompañada de su madre.

—¿A quién esperar, Col? ¿Alguna mamá caliente?

—Estamos en un cumpleaños infantil, cuida tu vocabulario —lo regaño—. ¿Qué le dirás a los niños si te escuchan y preguntan qué es una mamá caliente?

—Sencillo, hombre. Una madre que está buena.

—¿Por qué lo trajimos? —me susurra Key con el volumen necesario para que nuestro amigo lo escuche.

—Nos invitaron a los tres, ¿recuerdan? Contribuí con el regalo, 33,3% del dinero provino de mi billetera.

—Oh, hablando de regalos. —Me aclaro la garganta para tragar un trozo de palomitas que ha quedado en mi garganta—. Me tomé el atrevimiento de pedir algunos aperitivos en una pastelería muy bonita que creo que a Claire le encantaría.

—¿Y eso por qué?

Key me mira con extrañeza y puedo imaginar su cerebro maquinar. No le llevará mucho tiempo atar cabos, no es difícil adivinar por dónde viene la cosa. Incluso Lee sin prestarme su completa atención podría notarlo.

—¿Eso significa que tengo que pagar un tercio? —Harley frunce el ceño—. Bueno, por mucho que me guste la pizza y las palomitas de maíz puedo admitir que a este festejo le faltan dulces. Te daré mi parte.

—Yo igual.

—No les estaba pidiendo dinero, solo les avisaba.

—Acordamos que participaríamos en partes iguales del regalo —me recuerda Key—. Te daremos nuestra parte.

Lee asiente de acuerdo y queda por concluido el tema. Quién diría que los miembros de una banda de rock acordarían cuánto dinero aportar para el regalo de una niña de siete años que vive en el mismo edificio que ellos. Para ser justos, Claire se lo ha ganado. El día que llegó a nuestra puerta con su uniforme de niña exploradora y nos ofreció galletas para ganar su primera medalla, no pudimos decirle que no y desde entonces somos sus mejores clientes.

Escucho la campanilla sonar una vez más y decido no girar, no quiero parecer desesperado y arruinar mis esperanzas. Sin embargo, Harvey silva por lo bajo y eso es indicio de dos cosas: una mamá caliente acaba de llegar a la terraza o Gwendolyn ha hecho su aparición. Como no puede ser de otro modo, giro con rapidez hacia el elevador y contengo una sonrisa al verla caminar con una enorme caja rosa en sus manos y vestida con otro sweater interesante.

—Ya vengo.

—¿Es esa la repartidora? —pregunta Key a mis espaldas, pero ya me encuentro lo suficiente lejos para no tener que responderle.

Me acerco con pasos firmes hasta la recién llegada que conversa con Lydia, la mamá de Claire, quien parece muy confundida con la caja rosa gigante.

—Hola —saludo y me esfuerzo por mantener una expresión serena—. Lydia, espero que no te moleste que los chicos y yo le hayamos hecho otro regalo a Claire.

—¿Ustedes hicieron esto? —suelta con ternura y sus grandes ojos celestes me dedican una mirada de agradecimiento—. Claire estará encantada, muchas gracias.

—Un placer. —Sonrío—. ¿Necesitas ayuda con eso, Gwen?

Se sobresalta al escucharme pronunciar su nombre y asiente con rapidez como respuesta. No dudo en tomar la caja de sus manos que, tal como sospeché, pesa como los mil demonios.

—Puedes dejarla en la mesa con la comida. De verdad muchas gracias por esto, Colin.

—Claire se lo merece.

La mamá de mi adorable vecina se aleja de nosotros para hablar con la cumpleañera y no dudo en dar el primer paso en la dirección que me ha indicado. Me alegra notar que Gwendolyn me sigue y no me detengo hasta llegar a destino.

—No mentías —dice sin elevar la voz—. Por un momento llegué a sospechar que estaba enfrentándome a un demente.

—No puedes descartarlo tan rápido, ¿no? Todavía puedo ser como el personaje de esa serie de Netflix que finge ser un chico bueno.

—¿Joe?

—Ese.

—¿Estás diciendo que estás enamorado de mí? Vaya, me siento halagada y atemorizada en partes iguales.

—Lindo, pero no. —Rio bajito y señalo la caja—. ¿Dónde quieres que ponga esto? Siento que todo tiene un orden.

—Estás en lo correcto. No te preocupes, yo lo ordeno.

—¿Necesitas ayuda?

Niega con la cabeza y su coleta castaña se mueve de lado a lado como el rabo de un perrito feliz. Ella me resulta adorable en el buen sentido, no como la clase de persona que parece aniñada e inocente a tal punto de generar sospecha, sino como alguien que valora los días en casa y ama el otoño porque las calles se llenan de naranja y marrón.

—Puedes volver a la fiesta, creo que están haciendo maquillaje artístico por allá.

—Quizás más tarde, siempre quise lucir una telaraña en mi rostro.

Su pecho se mueve en una carcajada silenciosa y noto que no todo está perdido. Ella misma lo dijo, me tomó por alguna clase de psicópata y tengo que demostrarle que soy tan normal como se puede ser. No he asesinado a nadie en mis veinticinco años y acosar a la gente no entra en mi lista de tareas pendientes, con excepción de esta mañana cuando decidí hacer un movimiento arriesgado con ella y me salió fatal.

—¡Colin! Nuestro regalo ha llegado.

Cierro los ojos con fuerza al escuchar la voz de mi buen amigo y me obligo a esbozar una sonrisa tranquila. Harley se había tardado, desde el momento en que silbó al verla y su acercamiento han pasado unos buenos siete minutos. Él, por lo general, hace su movimiento antes de que notemos sus intenciones y lo detengamos. Pero no ocurrirá esta tarde, no después de casi haber sido apedreado con palabras por el empleado de Gwendolyn.

—Oh, a ti no te conozco. Soy Harley, un placer.

—Gwendolyn —contesta sin demostrar interés.

—Ese es un nombre interesante, ¿de dónde eres?

—De este país. —Se encoge de hombros y continúa con su labor de acomodar los dulces—. Tu nombre también es interesante, ¿de dónde eres?

—De San Diego. Disculpa si te molesta mi pregunta, pero ¿eres latina?

La chica sacude sus manos y gira finalmente hacia él para entregarle su atención. No parece impresionada con lo que ve, la increíble altura de mi amigo acompañada de su look rebelde, su cabello rubio y sus ojos verde oscuro no tienen efecto en ella y debo confesar que me siento asombrado. Debe ser la primera chica a la que no le han brillado los ojos al verlo.

—Mitad latina, aunque nací aquí. ¿Eres del departamento de migraciones?

Ahogo una carcajada contra mi puño y noto que Harley no está tan confiado ahora.

—No, tan solo me agrada conocer otras culturas. Tengo familia española, una lejana parte era alemana. Solo eso.

—Mi madre es argentina —contesta sin darle mucha importancia—. Lo siento si no es la clase de cultura centroamericana que esperabas.

—¿Bromeas? Conozco Argentina y es un país increíble, ¿no, Colin?

Asiento al percatarme que me habla a mí. Unos meses atrás visitamos la capital del país trabajando como teloneros de Poison y la experiencia fue genial, al igual que en el resto de América Latina.

—¿Les molestaría decirme dónde está el baño? —pregunta y nos enseña sus manos manchadas ligeramente con merengue—. Necesito limpiarme.

—La puerta junto al elevador lleva a los baños —le informo.

Me brinda una sonrisa de cortesía y se aleja de nosotros sin mover sus manos como si temiera mancharse.

—Ese es un sweater muy feo. Linda chica, pero horrible abrigo.

—Es un lindo sweater.

Lee chasquea la lengua y pienso en darle un golpe por unos cortos segundos.

—Pareciera que la máquina se volvió loca y escupió lana en todas las direcciones, el resultado es ese sweater.

—¿Cuál sweater?

Mi amigo gira hacia su izquierda y una amplia sonrisa se forma en su rostro al notar a Claire a nuestro lado. Lleva un vestido de princesa que, reconozco, se parece al de Aurora; su cabello rubio está recogido en dos pequeños moños a los lados de su cabeza y tiene una mariposa pintada en su frente.

—El que la mamá de Colin le regaló para Navidad. Oye, ¿te molestaría mostrarme tus regalos?

—Enseguida, Lee. Mamá dijo que tengo que agradecerle a la linda muchacha que trajo mis dulces.

—¿Y a nosotros no? —pregunto con un dejo de burla.

—Sí, también, pero Key no está con ustedes.

—Iré por él —le informa Harley—. Y quiero dejar muy en claro que espero un abrazo de oso por los regalos.

La niña sonríe al escucharlo y la ternura me invade al notar que le falta un diente más que la última vez que la vi. Tendré que fingir que el hada de los dientes le dejó dinero en casa como la vez anterior, aunque sospecho que ella sabe que no existe el hada.

—¿Es ella? —me pregunta Claire dirigiendo su atención hacia Gwendolyn.

—Así es.

—Es bonita.

—Muy.

—¿Es tu novia?

Nop.

—¿Por qué?

—Porque acabo de conocerla.

—¿Y eso qué? Aurora no conocía al príncipe cuando él la despertó de su sueño eterno, pero él era su alma gemela.

—Hola —saluda Gwen al llegar a nosotros y su sonrisa tranquila se acentúa al ver a la cumpleañera—. ¿Tú eres Claire? Debo decir que me encanta tu atuendo y tu fiesta.

—Muchas gracias por los dulces, mi mamá me dijo que los hiciste con mucho amor.

—El amor es un ingrediente que no puede faltar.

—¿Puedo comer uno? —Señala a la mesa—. Mamá dijo que te preguntara.

—Por supuesto, son un regalo para ti.

Claire salta en su lugar y me dedica una mirada con la que me pide que le pase alguna de las deliciosas preparaciones. Decirle «no» no es una opción y decido que le gustará comer la tartaleta de fresas porque son rosadas y ella ama ese color.

—¿Cómo te llamas?

—Gwendolyn. ¿Eres amiga de Colin?

La niña asiente y le da un primer mordisco a la tartaleta lo que lleva a que abra sus ojos tanto como pueda para demostrar su asombro y felicidad.

—¿Te gusta?

—Me encanta. Gracias por traerme este regalo, novia de Colin.

La chica a mi lado se endereza al escuchar las palabras de mi vecina y gira con lentitud hacia mí. No sé qué decirle porque no tengo nada que ver con lo que Claire ha dicho, son inventos de una niña de siete años de los cuales no puedo hacerme responsable.

—¿Somos novios?

—No.

—Col dijo que acaban de conocerse, pero en las películas de princesa eso nunca ha sido un problema.

—Las relaciones adultas son complicadas —intento explicar—. No funciona como en Disney.

—Oh, qué mal. —Se encoge de hombros—. Iré con mis amigas, gracias por el regalo. Me encanta.

Y de la misma manera que llegó, se marcha dando saltitos animados y balanceando su cabeza de lado a lado.

—Creo que ahora sí debo tenerte miedo.

—¿Qué? —suelto con confusión—. ¿Por qué?

—Usaste una niña para que me interese en ti.

—¡Claro que no! Claire actuó por sí sola.

—Me cuesta creerte.

Coloco una mano sobre mi pecho y le sonrío, algo que nota que le agrada porque me devuelve la sonrisa.

—Soy inocente, lo juro. Además, no he coqueteado contigo.

—¿No? Vaya, qué vergüenza.

A pesar de sus palabras, noto que está bromeando conmigo y eso me gusta. Me agradan las personas que no se sienten incómodas para bromear con completos desconocidos y ella parece ser la clase de persona que le haría una broma a una anciana en la fila del banco para convertir la espera en algo agradable.

—Tal vez quiero ser tu amigo.

—Oh.

—¿Eso es malo?

Rasca su nuca y comprendo que he ido muy rápido.

—No.

—¿Significa que puedo pedirte tu número?

Por un momento creo que va a rechazarme, su actitud me lo adelanta; no obstante, para mí completa sorpresa, asiente con la cabeza.

—Solo si prometes no ser como Joe.

—Joe prometería no ser como Joe —repongo con obviedad.

—Buen punto.

—Prometo que soy inofensivo.

—Sí, eso dicen todos y luego te rompen el corazón o te dejan plantada como una idiota.

Auch, ¿eso te ha sucedido? ¿Tus amigos te han hecho eso?

—No —se apresura a contestar, mostrando su mentira—. Bueno, debo volver al trabajo. Dile a tu amigo Harley que cuando quiera puedo enseñarle de mi cultura materna, solo estaba probando hasta dónde iría.

—Lo haré.

No sé por qué me divierte que me entregue una tarjeta con el logo de la empresa y su número impreso. Ella se ve totalmente como la clase que haría algo como eso y me gusta, me gusta mucho que no me haya dictado su teléfono como cualquier otra persona.

—Nos vemos luego, Joe.

—¡Soy inofensivo!

Me dedica una mirada sobre su hombro y siento que la sangre deja de circular por mi organismo por unos segundos eternos. No me ha rechazado y no sé si debo ilusionarme.

Buenas, buenas, "malditas". ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana y fin de semana?

Ahora ya saben que la vecina de Colin era verdad, pero también que la usó como excusa. Por otro lado, conocemos un poco más de Gwen y su familia. ¿Opiniones sobre el capítulo?

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Ya vamos por 1,2k, ¿pueden creerlo?

Recuerden tomar mucha agua, comer frutas y vegetales. Que tengan una hermosa semana y nos leemos el miércoles.

MUAK!

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