Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 36

GWEN

La segunda cita nunca es tan memorable como la primera; está claro que es importante ya que determina la continuidad de una posible relación, pero no conozco a nadie que hable de esta con cariño ni tampoco he escuchado canciones o leído libros donde se hable del tema. Nuestra segunda cita, sin embargo, es importante y la he pensado hasta el último detalle, o eso quiero creer.

Las cosas con Colin marchan bien; nuestro alrededor, en cambio, se cae a pedazos. Los chismes no dejan de llegar, las notas sobre nosotros y la constante presencia de fotógrafos. No puedo sacar la basura de la pastelería sin sentirme acosada, no entro a mis redes sociales por miedo y ahora Steve se ve obligado a hacer la mayor parte de las cosas cotidianas por mí. Sé que Col se siente mal al respecto y está comenzando a obsesionarse con mi seguridad, me llama o mensajea constantemente para saber cómo me siento y si no fuera porque la situación es una locura, podría resultar molesto. Se está preocupando por mí y, a decir verdad, también estoy asustada por la idea de que algo malo le pase. Su ascenso se dio de la noche a la mañana, de ser un músico conocido por unos pocos miles de admiradores a aparecer en cada programa, radio o revista. Puedo imaginar lo ansioso que se siente y es por eso que tuve que tomar algunas medidas adicionales para nuestra segunda salida como un intento de pareja.

El paseo por la playa quedó descartado al igual que ir a un mirador a ver el puente en todo su esplendor. Quizás hasta fue una bendición porque ahora que lo pienso con detenimiento, gran parte de mi cita era un cliché.

Le pedí que nos encontráramos cerca del lugar donde pasaremos parte de nuestra noche, aunque claramente no le dije de qué va y no creo que él lo sospeche porque Colin puede ser muy detallista conmigo, pero a veces olvida que yo también soy detallista y que le presto atención.

Veo su camioneta de alquiler estacionarse frente a la plaza donde me encuentro y lo saludo cuando me busca con la mirada para llamar su atención. Sonrío en tanto comienza a caminar hacia mí y me pongo de pie para recibirlo. Él también sonríe y me agrada que haya seguido mi consejo de vestir ropa cómoda.

—Buenas noches, Gwen. ¿Llego tarde?

Recibo con gusto su beso y acaricio su cabello que está húmedo y un poco despeinado.

—Llegas muy puntual y te ves muy bien.

—No sabía a qué te referías con ropa cómoda, por un momento pensé en traerme el pijama.

—Tu pantalón suelto está bien y la sudadera fue una buena elección. Estamos casi combinados.

Mira nuestros atuendos y sonríe al notar que estamos vestidos casi iguales. Vaqueros sueltos, zapatillas Converse y sudaderas de color rojo, en mi caso, es casi bordó.

—Parecemos esas parejas cursis que se visten como clones.

—Cielos, no. —Río ante la idea—. No podemos permitir que esto vuelva a pasar.

—Botaré toda mi ropa y me aseguraré de comprar prendas que no combinen con las tuyas —bromea y se ve tan lindo y tranquilo que quiero abrazarlo—. Pero primero, ¿por qué no me dices que tienes planeado para nosotros esta noche?

—Es una sorpresa y la descubrirás en cinco minutos porque estamos cerca. No te haré conducir cuarenta minutos antes de que puedas tener una mínima pista.

Auch, creí que mi cita había sido estupenda.

—Lo fue, solo que no mejor que esta —miento.

Con un poco de tristeza, asumí que mi cita no será tan buena como la suya. Ese día encontramos paz y privacidad en el medio de la nada, en la ciudad no puedo prometerle lo mismo. Además, el plan inicial tenía varias etapas y ahora solo tendrá una que no puede competir con un globo aerostático. Estoy bien, de verdad. He traído mi pijama en el bolso y algunos artículos de aseo personal porque nuestro acuerdo fue claro: si Colin ganaba, tenía que pasar la noche en su casa.

—¿En qué piensas? —me pregunta al notar mi repentino silencio. Su mano pasa de estar colgando con normalidad a acunar mi rostro, sus ojos cafés me observan y es como si pudiera leerme el alma—. ¿Sigues preocupada por Leighton Stone?

—No pensemos ni hablemos de ella —le pido y tomo su mano para empezar a caminar—. Estaba pensando en que finalmente tendremos un ganador.

—Es decir, yo.

—Deja de ser tan creído, Colin. Cualquiera puede conseguir una cita en un globo aerostático.

Se ríe ante mi comentario y me abraza de esa manera que adoro. Rodea mi cuerpo con sus largos brazos y me atrae a él, consiguiendo, de alguna manera, que caminar no sea incómodo y se sienta natural.

—¿Cuántas citas en globos aerostáticos has tenido?

—Un millón. No eres especial —lo molesto.

—Entonces tendré que volver esta noche memorable cuando ganes.

—Exacto, compórtate como un buen perdedor.

—Si me dices que habrá comida hecha por ti, ya puedes considerarte ganadora invicta, Gwen. Sabes que nada les gana a tus platos.

—Hay comida, por supuesto. Conozco al chico muerto de hambre con el que estoy saliendo.

—¿Ya lo ves? Eres la ganadora.

Es mi turno de sonreírle porque es imposible no hacerlo. Me siento cómoda con él y mi cuerpo parece perder el control porque el corazón me late con fuerza, la piel me cosquillea y mis labios se elevan para demostrarle lo bien que me siento a su lado.

—Entonces estamos caminando por una calle sin rumbo —comenta mirando nuestros alrededores como si intentara ubicarse—. ¿Vamos a un lugar ultra secreto?

—Estoy segura que es un lugar como otros que has visitado un montón de veces.

—¿El supermercado?

Niego con la cabeza.

Nop, se remonta más a tu infancia.

Su ceño se frunce y noto la confusión escapar por cada uno de sus poros. Esta es la parte buena de mi plan y, a la vez, la parte que me aterra porque no sé si el hockey sigue gustándole. Me tomé el tiempo de stalkearlo en redes y de aprender nuevas cosas sobre él y, en mi viaje en busca de detalles, noté que le apasionaban los partidos de este deporte en particular.

—Estoy en blanco, no se me ocurre nada.

—Tranquilo, ya llegamos.

Eleva la vista al cielo, pero todo lo que alcanza a ver es una estructura inmensa de hormigón. No tengo el presupuesto de alquilar un estadio profesional de hockey; sin embargo, sí conozco a alguien que muy amablemente me ayudó.

Toco la puerta de acero con el código secreto que Mouse, mi primer novio en San Francisco y mi contacto especial para esta noche, me pidió que haga y espero paciente. Estoy nerviosa porque tengo miedo de que a Col no le guste y también porque no sé cómo le sentará saber que nuestro anfitrión es mi ex. Si he de ser sincera, nuestra relación fue breve y aburrida, empezó y llegó a su fin sin emoción por lo que no hay cenizas ni nada pendiente entre él y yo.

—¿Iremos a una clase de cocina? —intenta adivinar.

Nop.

—¿A una exhibición de arte?

—¿Te gustan las exhibiciones de arte?

—Me gusta la comida que sirven, pero no entiendo mucho de pintura y esculturas.

—Tranquilo, no es una exhibición de arte. Estaremos solo tú y yo.

—Eso suena interesante. —Sus labios se curvan en una sonrisa de lado—. ¿Para qué es la ropa cómoda exactamente?

—Para estar cómodos.

La puerta frete a nosotros al fin de abre y el muchacho con el que salí hace tanto tiempo nos sonríe con buen ánimo. Lleva una pesada chaqueta de abrigo y un gorrito sobre su cabeza pese a que el clima ha comenzado a mejorar y ya no hace frío, bueno el poco frío que puede sentirse en San Francisco.

—¡Gwen! —exclama como saludo—. Pasen, pasen. No queremos que alguien los reconozca y que pierda mi trabajo.

—¿Quién es él? —murmura Colin siguiéndome hacia el interior del edificio.

—Él es Mouse. Está aquí para abrirnos y cerrarnos la puerta.

—Y para asegurarme de que nadie sepa que están aquí —agrega el muchacho—. Gwen me comentó su situación y descuida, hombre, mis labios están sellados. Nunca traicionaría a una vieja amiga.

—Sigo estando en blanco.

—Vengan por aquí —nos indica—. Les daré un poco de abrigo y los dejaré tranquilos para que puedan tener privacidad. He dejado todo como me indicaste, Gwen.

—Gracias, Mouse.

—Gracias, Mouse —repite Colin con educación.

—No es molestia, esto es mucho más entretenido que cuidar el lugar vacío. A veces siento fantasmas por los corredores.

Los ojos de Col se abren de par en par y aguanto una carcajada. No tengo idea de qué está pensado, aunque imagino que lo peor porque se ha puesto pálido.

—¿Estamos en una funeraria?

—No.

—¿Una funeraria? —repite Mouse—. Esa sería una cita muy rara.

—Eso mismo pienso yo, pero acabas de hablar de fantasmas.

—Los fantasmas están en todos lados, hombre. Mientras no los molestes, ellos no te molestarán.

Sí, Mouse siempre fue un poco raro y eso era lo que me gustaba de él. Yo era rara a mi manera, él era raro a su manera y por un tiempo funcionamos.

—¿Cuál es tu talle? —le pregunta a Col cuando llegamos al almacén.

—¿Mi talle de qué?

—Zapatos y camiseta

—¿Once y L?

—¿Me lo estás preguntando a mí?

Río por lo bajo porque está claro que no soy la única nerviosa aquí. Así me sentía yo también durante nuestra cita porque no sabía que estaba pasando con la diferencia de que él no trajo a un Mouse y esos son puntos a su favor.

Mi antiguo amigo lo ayuda a buscar ropa de su talle y es cuando nos entrega los patines que parece comprender lo que está sucediendo.

—¿Patinaremos sobre hielo?

—Sí, en parte.

—¿Jugaremos hockey? —Su sonrisa vuelve a aparecer.

—Un hockey no muy profesional.

—A esto te referías con mi niñez. ¿Cómo lo supiste?

—Una chica hace lo que tiene que hacer.

—Me estuviste stalkeando.

—No es como si tu club de admiradores no volcara información de ti en todos lados.

—Nadie sabe que me gusta el hockey.

—Tu perfil de Facebook sí.

Mouse termina de brindarnos nuestras protecciones y se aleja tras desearnos un buen partido y guiñarnos un ojo con complicidad.

—Tu amigo Mouse es... particular.

—Lo sé, solía ser el alma de las fiestas con sus historias paranormales.

—A Lee le agradaría.

—¿Lee también tiene historias paranormales?

Asiente con diversión y su sonrisa se tapa por unos segundos cuando se coloca la camiseta de hockey que Mouse nos dejó. Es de un pequeño equipo local, el equipo que practica en esta pista de lunes a viernes y que jugará mañana por la tarde en el mismo lugar donde nosotros nos divertiremos ahora. Yo también tengo una del equipo, son camisetas que compré de la tienda de regalos porque usar una sudada no me parecía una buena idea.

—Lee fue a un internado toda su vida —me explica mientras salimos del vestuario con nuestros patines en mano y disfrazados como jugadores reales— y asegura que tuvo muchos encuentros con fantasmas.

—¿Antes, durante o luego de fumar?

—Durante —contesta con diversión— y a veces antes también.

—Le preguntaré por ello cuando lo vea.

—Hablando de amigos... —Se aclara la garganta—. ¿Dónde conociste a Mouse?

—Es el primo de una compañera de pastelería y vivieron juntos un tiempo. Siempre que iba a su casa, él estaba allí.

—¿Y fue solo tu amigo?

Arqueo una ceja en su dirección.

—¿Por qué preguntas?

—Porque soy hombre y vi cómo te miraba.

—¿Y cómo lo hacía?

—Con añoranza.

—Fuimos novios —admito sin rodeos.

—¿Estás jugando conmigo?

—No, fue mi primer novio en San Francisco. El segundo en toda mi vida.

—Vaya, Gwen. Tu cita acaba de perder muchos puntos.

Me río de él y de su comentario. También me río de sus celos y de lo adorable que se ve con el ceño fruncido bajo su máscara de hockey.

—¿Quieres que juguemos según el itinerario de nuestra cita o prefieres que te cuente de mi corta relación con Mouse?

—Juguemos.

—Genial. Es un juego tonto que vi en Internet, pero que imaginé que te gustaría porque tiene sus bases en el hockey.

—Sigo muy impresionado por lo del hockey, de verdad —comenta mientras llegamos a las gradas y tomamos asiento para colocarnos nuestros patines—. No se lo he dicho a nadie y a pesar de que los deportes no son lo mío, me gusta ver este.

—Es un poco violento para mi gusto, pero me alegra haber dado en el clavo.

—¿Qué más averiguaste de mí en tu investigación?

—Me haces sonar como una acosadora.

—Oye, la que me stalkeo fuiste tú.

—Tú lo hiciste cuando nos conocimos ¿o tengo que recordarte que llegaste a la panadería sabiendo mi nombre y demandaste verme a mí?

—Estamos empatados —determina.

—Eso creí yo.

Entramos a la pista de patinaje y le explico tan bien como puedo el juego que vi en Internet. Consiste en una carrera en la que no me tengo mucha fe y en ir evadiendo obstáculos y ganando premios escondidos. Para que fuera justo para ambos, Mouse se encargó de organizarlo y yo solo le di algunas pautas. Los premios son sencillos y muchos incluyen cupones cursis como vale por un abrazo o vale por una salida al cine.

—Entonces, básicamente las dos personas menos deportistas del mundo tienen que hacer una carrera —resume Colin con una amplia sonrisa.

—Exacto, así es justo para ambos.

—¿Es mal momento para decir que casi no recuerdo cómo se patina?

—No te preocupes, la última vez que patiné sobre hielo fue a mis dieciséis años. Por eso es toda la protección y para evitar meter en problemas a Mouse.

—Pobre ex novio, no queremos que se meta en problemas.

—Los celos no te sientan bien.

—No estoy celoso —se apresura a aclarar.

—¿Y por qué no has dejado de hablar de Mouse?

—¿Salimos a la cuenta de tres?

Me carcajeo en su cara por su absurdo intento de cambiar de tema y chillo con sorpresa cuando me abraza por la espalda y me eleva del suelo. Su pecho está presionado a mi espalda y aún con toda la protección y ropa extra para no pasar frío, puedo sentir el calor de su cuerpo contra el mío.

—No estoy celoso —repite.

—Te creo.

—Genial.

­—Y a la vez no.

—Te haré comer el hielo para que te arrepientas de burlarte de mí.

—No si yo llego a la meta primero.

—¿Quieres apostar? —suelta con desafío dejándome en el suelo y girando para detenerse frente a mí—. Ya tenemos una apuesta en juego, podemos tener dos.

—¿Cuál sería la apuesta?

—Si tú ganas, admitiré que estoy celoso.

—Acabas de hacerlo.

­—Y si yo gano —continúa ignorando mi comentario—, irás a uno de mis conciertos fuera de la ciudad.

—¿A cuál concierto?

—Nueva York o Los Ángeles, tú decides.

—Tenemos un trato.

Estrechamos nuestras manos cubiertas en guantes y corro a activar la cuenta regresiva que Mouse preparó para nosotros. Col tiene un poco de razón, somos dos personas poco deportistas en una cita que podría resultar en catástrofe, pero creo que es lo que ambos necesitamos. Hemos estado tensos desde que la noticia explotó, cuidándonos de no ser vistos y de actuar tan normales como nos es posible. Él necesita dejar de pensar que algo malo puede sucederme y yo necesito distraer mi mente de toda la atención no deseada que tengo encima y de los malos comentarios que recibo por salir con un bajista. Por lo que cuando la campana chilla, pese a querer perder a propósito, me esfuerzo en ganar porque es la única manera mantener mi cerebro en el juego y mis pensamientos en silencio.

***

Colin ganó y no me sorprende ni un poco porque él entrena a diario y yo como pasteles a todas horas. Aun así, puedo decir que le di pelea y que cada una de nuestras caídas fueron lo suficientemente buenas como para tenernos riendo como unos niños. Ahora estamos tirados sobre el hielo intentando recuperar la respiración y empiezo a pensar que me hace falta una ducha.

—Esta ha sido una gran cita —me hace saber con la voz entrecortada por el cansancio—. Me voy de aquí con un montón de cupones para futuras citas. Tengo una para el cine, una para una pizza e incluso gané la del ramo de flores.

—Yo tengo el cupón que vale por helado y el de los masajes. Unos masajes que estaría necesitando porque me duele todo.

Dejo caer mi cabeza a un lado para buscarlo con la mirada y sonrío al notar que él ya me está mirando. No tenemos nuestros cascos puestos y su cabello sigue luciendo húmedo, aunque no por la ducha que claramente se dio antes de venir. Ambos estamos sudorosos y es un asco.

—¿Qué te parece si llevamos la cena a un lugar donde podamos darnos un baño? —le propongo.

—¿Es una pregunta con trampa?

—Un baño por separados —aclaro, aunque la idea de ducharnos juntos resulta tentadora también—. No quiero que me veas limpiándome el sudor.

—Es que de pronto dejarías de gustarme.

—Eres un idiota, ¿lo sabías?

—Pues sí, pero tú también lo eres un poco por pensar que me importaría ver limpiándote el sudor. Noticia de último momento, todos sudamos.

—Tenemos otro empate.

—Oh, no. Aquí tenemos un ganador. —Se señala a sí mismo—. Y ahora estás obligada a ir a uno de los conciertos grandes y no solo el de San Francisco. Comienza a pedirle a Steven que cubra tu turno.

—¿Sabes? No es la única apuesta que ganaste.

Me siento sobre el frío suelo porque tengo la seguridad de que estar acostada sobre hielo y sudada no es una buena idea. Terminaré con una gripe y no puedo permitirme faltar más días al trabajo.

—¿Qué otra apuesta gané? —quiere saber con confusión sentándose también.

—La de la cita. La tuya fue muchísimo mejor.

—Para empezar, esta cita todavía no termina porque tenemos que cenar. Y, además, a mí me gusta mucho más esta.

—¿Y quién decidirá?

Se encoje de hombros.

—¿Tiramos una moneda al aire?

—¿Si cae cruz tú ganas y si cae cara gano yo?

—Exacto.

—Me parece una buena idea.

—Pero primero vamos por la ducha y la cena.

Se levanta del suelo y no duda en tenderme sus manos para ayudarme a incorporar. Su piel está tibia a pesar del frío que hace en este lugar y su nariz roza la mía cuando su cabeza cae ligeramente hacia adelante.

—¿Sabes qué otro cupón gané?

—¿Cuál?

—El de vale por un beso y me gustaría usarlo ahora.

—Si lees bien te darás cuenta que es válido a partir de mañana —contesto sin elevar la voz.

—¿No puedes hacer una excepción?

—Solo por esta vez.

Sus labios rozan los míos por una milésima de segundo antes de que nos encontremos en un beso. Me sostengo a sus brazos para mantener el equilibrio mientras él me abraza por la cintura y me apega a su cuerpo. Su boca es gentil con la mía, cálida y llena de ternura. Es un beso que hace latir mi corazón con fuerza y que me recuerda todo lo que siento por él.

—Te quiero, Gwen —susurra contra mis labios y puedo notar lo inseguro que se siente al decírmelo, como si estuviera sobrepasando mil barreras.

—Te quiero, Col.

Su boca y la mía vuelven a unirse y esta vez la ternura ha terminado y hay mucho que nos estamos diciendo sin usar palabras.

¡Hola, hola, gente bella! ¿Cómo están? Les seré sincera, la semana se me ha pasado tan rápido que olvidé que tengo desde el DOMINGO este capítulo en borradores.

Llegó la segunda cita y tenemos mucho para hablar. En primer lugar, este capítulo iba a tener +18, pero se me hizo largo ya sin esa parte, así que quedará para el próximo y será narrado por Colin.

Segundo, ¿alguien dijo Colin celoso? Es precioso incluso cuando está en modo loco, ¿no creen?

¿Les ha gustado el capítulo? ¿Tienen una parte favorita?

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Gracias por su apoyo y cariño.

Nos leemos pronto,

MUAK!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro