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Capítulo 30

GWEN

Ahogo un bostezo con la palma de mi mano y permanezco con los ojos cerrados por un momento. No sé qué hora es, tarde supongo por el cansancio que pesa sobre mis ojos. Hoy ha sido un día agitado, los clientes llegaron desde temprano y sospecho que mañana será igual. Dejé la producción lista porque algo en mí me decía que me iría tarde a dormir ya que Colin había prometido una llamada. Resulta que tengo algo mejor, muchísimo mejor, lo tengo a él junto a mí y es la principal razón por la que no quiero irme a dormir.

Cenamos pizza hablando de su semana de estrella de rock y ahora estamos en mi sillón mirando una película. No sé de qué va, no he podido verla realmente porque estar junto a Col ha opacado todo lo demás. Y no solo estar junto a él, sino acurrucada contra su cálido cuerpo con su brazo sobre mis hombros y mi cabeza en su pecho.

—Creo que es hora de irme.

—¿Qué? —suelto de pronto y me siento de golpe en el sillón para mirarlo—. ¿Por qué?

—Estás cansada.

—Eso no es cierto —miento—. Estoy genial.

—¿A qué hora despertarte esta mañana?

—No lo recuerdo, temprano.

—¿Temprano a las seis?

Niego con la cabeza.

—Antes.

—Entonces tienes que dormir, Gwen. Tienes que descansar.

—No quiero que te vayas.

—Volveré mañana para desayunar.

—No —murmuro—. Quédate. Duerme aquí.

—¿Aquí en el sillón? —suelta para sacarle peso al asunto.

—Conmigo. En mi cuarto. En mi cama.

Es la primera vez que invito a un muchacho a dormir conmigo. Por lo general, mis parejas anteriores preferían que me quedara en sus casas y yo lo aceptaba porque me gusta mantener mi espacio privado como, justamente, privado; sin embargo, con Colin es diferente. En primer lugar, no quiero que se vaya porque lo he extrañado y porque sé que mañana volverá a irse para volver quién sabe cuándo. Y luego está el hecho de que confío en él, sería capaz de cerrar los ojos y dejar que me lleve a donde quiera porque sé que no me haría daño.

—Puedo quedarme —dice finalmente.

—Genial.

—Pero es hora de ir a dormir de todas maneras. Debes estar cansada.

—No tanto.

No es mentira, tenerlo aquí conmigo eclipsa todo lo demás.

—Vamos.

Apaga la televisión y extiende su mano hacia mí. No dudo en tomarla y entiendo que quiere que nos guíe a mi dormitorio. Está claro que sabe dónde es, es la única puerta junto al baño, pero está dándome la oportunidad de cambiar de opinión, de darme privacidad pese a todo.

Enciendo la luz de la habitación antes de apagar la de la sala y le sonrío al adentrarnos en mi cuarto. No es la gran cosa, pero es mío y me gusta. Una cama matrimonial ocupa la mayoría del espacio, a su lado tiene dos mesas de noche. Tengo un espejo de cuerpo entero junto a la pequeña puerta que da al balcón, así como un ropero y una cómoda donde guardo mi ropa. Eso es todo y lo adoro.

—El parecido con tu habitación de la infancia es notorio —bromea.

—Sobre todo por los recuerdos de la infancia.

Dejo el móvil sobre la mesa de noche que siempre utilizo y le sonrío porque pese a que confío en él, estoy nerviosa. Quiero que entienda que me gustaría que la noche no termine aún y, a la misma vez, que sepa que no espero que suceda nada esta noche. Si sucede, genial y si no, también estaré bien.

—Tengo un cepillo de dientes extra —suelto—, por si quieres pasar por el baño.

Sus labios se curvan en una sonrisa para luego comenzar a caminar hacia mí. Aprisiono mi labio inferior entre mis dientes y echo la cabeza ligeramente hacia atrás cuando se detiene a pocos centímetros de donde estoy. Acomoda un mechón de cabello tras mi oreja y deja descansar su mano en mi mejilla.

—Gracias por invitarme.

—Gracias por venir y por quedarte.

Es mi turno de sonreír, aunque el gesto no dura mucho ya que Colin se inclina hacia abajo y roza sus labios con los míos. Lo beso porque es todo lo que he querido hacer desde que llegó y, por la manera en que me corresponde, es todo lo que él ha querido también.

Sus manos acunan mi rostro y las mías lo rodean por la cintura acercándolo a mí, pegándolo a mí. Su lengua se hace paso hacia mi boca e inclino la cabeza para darle un mejor acceso. Saboreo su beso y disfruto la lentitud con la que me recorre, con la que me provoca en silencio. No hacemos más que besarnos, que disfrutar el contacto por unos minutos, pero la tranquilidad del momento se agota cuando su agarre abandona mis mejillas y su mano termina en mi cuello, acariciando mi piel y manteniéndome contra él. Gimo contra sus labios y el sonido es como una corriente que nos envuelve porque noto el momento exacto en que la energía cambia.

Su mano libre encuentra su camino hacia mi trasero y me presiona contra él, contra la dureza de su cuerpo y puedo sentirlo rozar mi abdomen. Su boca abandona la mía y recorre un camino hacia mi oreja donde muerde con delicadeza el lóbulo provocándome una serie de escalofríos. Su pierna se abre camino entre las mías y es como si supiera exactamente qué es lo que necesito porque me froto con él. Jadeo al sentirlo besar mi cuello sin abandonar su agarre y su mano se afianza en mi trasero mientras me muevo contra su pierna intentando calmar la quemazón en mi interior.

Con delicadeza, tira mi cabeza hacia atrás y le doy el acceso que me pide. Cierro mis ojos en el momento en que sus dientes rozan mi piel sensible y ahogo otro gemido cuando me ayuda a rozarme contra su firme pierna. El cuerpo me tiembla de anticipación mientras baja y siento que la respiración se agota cuando llega el borde de mi sweater donde no solo deposita un beso, sino también aparta la tela para bajar un poco más.

Me aferro a sus brazos para no caerme porque mis piernas se han vuelto de gelatina y la manera en la que me toca, aún con toda la ropa puesta, me resulta tan erótica que no puedo pensar en nada. La mano que está en mi trasero me eleva y presiona contra su cuerpo, ahora no solo tengo a su pierna entre las mías para frotarme, sino que su miembro está a la misma altura de mi entrepierna y su boca frente a la mía. Sus labios me encuentran en un beso sin ternura y me balanceo hacia adelante para aumentar nuestro contacto, nuestro disfrute.

Rodeo su cuello con mis brazos y eso es lo que necesita para bajar sus dos manos a mis glúteos y levantarme como si no pesara nada. No terminamos en la cama, sino contra la pared y nos movemos contra el otro y nos besamos como si se nos fuera la vida en ello. Un escalofrío me recorre y siento una humedad contra mi ropa. Colin se ha corrido y yo también he llegado a un clímax que no esperaba.

Ya no queda más que hacer con la ropa puesta, y todavía en sus brazos, me lleva hasta la cama y me deposita en el centro de la misma. Sus ojos me recorren el rostro y puedo imaginar lo sonrojada que estoy porque siento el calor en mi piel. Su inspección es minuciosa y cuando parece estar satisfecho, me sonríe y vuelve por mis labios.

Mis piernas continúan alrededor de sus caderas y sus antebrazos se apoyan contra el colchón para sostenerlo. Nuestros sexos continúan unidos a pesar de las capas de ropa y lo único en lo que puedo pensar es en deshacernos de ellas. Colin no protesta cuando rompo el beso y se sienta sobre la cama mientras me quito el sweater. Me ayuda a deshacerme de la camiseta y sus ojos se encienden como dos brasas cuando recorre mi pecho.

Soy yo la que lo besa ahora y lo empujo hacia mí para no dejar que la distancia se apodere de nosotros, y él no se resiste. Una de sus manos, la que no lo sostiene, vaga por mi brazo desnudo y baja lentamente hasta encontrarse con mi pecho. Acaricia mi seno sobre el sostén, de abajo hacia arriba y su masaje resulta tan excitante como caliente. Es su turno de romper el contacto de nuestras bocas e inhalo profundo a medida que baja por mi cuello y hasta mis tetas. Desliza los breteles de mis brazos y me ayuda a quitarme la prenda. Deposita un beso en mi esternón y cuando creo que será tierno en este momento, aprisiona mi pezón entre sus labios a la vez que masajea el otro con su mano.

—Colin —gimo y arqueo mi espalda.

Su respuesta es succionar y creo que podría perder la cabeza cuando poco después pasa a mi otro seno para darle el mismo tratamiento. Tengo los pezones duros y tan sensibles por la excitación que la humedad de su boca me produce corrientes de placer.

Satisfecho con la manera en la que me retuerzo para él, deja mis pechos y continúa su camino de besos por mi abdomen. Baja la cinturilla de mis pantalones lo suficiente para depositar un beso y me busca con la mirada para pedir permiso. Asiento con la cabeza y lo observo embobada desprender el botón, bajar el cierre y comenzar a tirar de la tela hacia abajo. Levanto mis caderas para ayudarlo y agradezco estar sin zapatos porque habría ralentizado el momento. Se deshace también de mis calcetines con una ternura increíble y comienza otro camino de besos, esta vez un camino que va desde mi pantorrilla y sube hacia mis muslos. La ropa interior continúa en su lugar cuando besa mi entrada y me retuerzo bajo él porque todo mi cuerpo ansía su contacto, pero también, ansío verlo sin ropa y en este momento él se encuentra completamente vestido.

Tiro de él cuando va por mi ropa interior y, en su lugar, lo obligo a besarme y acercarse a mí. Encuentro sin dificultad el borde de su sudadera y la jalo hacia arriba junto a su camiseta. Se aparta de mi boca para permitirme quitarle las prendas y vuelve a la tarea de devorar mis labios una vez más. Su pecho desnudo se presiona contra el mío y mis senos se sienten más duros, de ser eso posible. Y no es lo único duro que alcanzo a sentir, su miembro se roza contra mi pierna mientras nos besamos.

Lo hago girar sobre el colchón, quedando sobre él esta vez y le dedico una sonrisa que lo hace reír. Es un sonido precioso, tan excitante como sus besos, y vuelvo a besarlo. Es mi oportunidad de acariciar su pecho y desciendo lentamente con mi mano por las curvas de sus músculos. Recorro sus pectorales, bajo por su abdomen y lo siento contener la respiración cuando me acerco a sus pantalones. Desabrocho el botón y bajo aún más hasta que introduzco mi mano bajo la ropa interior y encuentro su miembro.

Colin se estremece debajo de mi cuerpo y me separo de sus labios para acomodarme a su lado mientras recorro lentamente su pene con mis dedos. Abandono la caricia poco después para sostener con mis dos manos la cinturilla de sus pantalones y él me ayuda a quitárselos. Ahora, ambos nos encontramos en ropa interior y la situación se vuelve más y más genial. Pero no me detengo en sus pantalones, tomo sus bóxer y tiro hacia abajo de ellos con su ayuda. Su miembro erecto se alza sobre sí y no dudo en apartarme el cabello del rostro. Le dedico una rápida mirada en la que noto su asombro y le sonrío antes de separar mis labios y rodear su pene con mi boca.

Lo recorro de arriba abajo con mi lengua, acaricio su tronco con mi mano y me maravillo con los sonidos que escapan de él. Sus gemidos son lo más caliente que he escuchado jamás y es por eso, porque quiero seguir oyéndolos, que lo introduzco más en mi boca y succiono. Su mano termina rápidamente en mi cabeza y crea un nudo con mi cabello, aunque no hace más que eso. Noto que está conteniéndose, que evita balancearse hacia adelante para no presionarme y no es eso lo que quiero. Cuando mis dedos acarician sus testículos a la vez que lamo su tronco, sus caderas se elevan hacia mí. Lo masturbo sin detenerme usando mis manos y mi boca por igual, mi lengua lo acaricia cuando lo meto en mi boca y se mueve mientras jadea sin cesar.

—Gwen... —me advierte con voz entrecortada.

Le dedico una mirada sin quitar mi boca de su pene dándole a entender que no tiene que preocuparse, que no me echaré para atrás. Succiono una vez más y eso es lo que necesita para dejarse llevar, para acabar en mi boca.

—Eso ha sido... —susurra sin terminar la frase y tira de mí hacia arriba para besarme.

Recibo gustosa su beso y me acomodo a horcajadas sobre él mientras nos provocamos con la boca. Nuestros cuerpos se rozan, aunque continúo con mi ropa interior. Colin parece pensar lo mismo que yo porque me gira con delicadeza y con ternura me ayuda a quitarme la prenda. Sus labios vuelven a mí una vez más y nos recostamos con nuestros cuerpos en completo contacto.

La situación se siente íntima y me encanta. El corazón me late desbocado y mi cuerpo comienza a doler por la necesidad de tenerlo dentro de mí. Colin me busca con la mirada, como si leyera mi mente, para saber si quiero avanzar. Demonios, claro que sí. Y como no sé qué respuesta darle porque no encuentro mi voz, estiro mi brazo hasta la mesa de noche y escarbo en el cajón hasta dar con un preservativo.

—Me alegra que tú tengas uno, porque yo no tengo ninguno —repone con diversión.

—Aún me quedan algunos más.

—Tendremos que darles un buen uso.

Me sonríe y no puedo hacer más que corresponder el gesto. Sin embargo, las sonrisas se acaban cuando abre el condón y lo saca de su envoltorio. Se arrodilla sobre el colchón para colocarlo correctamente sobre su miembro y me es difícil apartar la mirada durante el proceso. Pronto, vuelve a acomodarse sobre mí y nuestros ojos se conectan mientras él se desliza en mi interior.

Gemimos a la vez cuando nuestros cuerpos están en completo contacto y, como en una coreografía, comenzamos a movernos a la vez. Mis piernas rodean su cadera, una de sus manos sostiene su peso y la otra eleva mi cadera para deslizarse mejor en mi interior. No hablamos, solo jadeamos y respiramos con dificultad mientras nos balanceamos juntos para darnos placer.

He esperado este momento desde que sucedió lo de la casita del árbol y no estoy para nada desilusionada. Hemos dado el paso adecuado, hemos tenido las conversaciones necesarias y ambos estamos de acuerdo en que queremos seguir con esto. Le dije que quiero ser su novia y por la mirada significativa que me dedicó en ese momento, sé que él también lo quiere.

Estamos en esto juntos y hemos aceptado lo que sentimos por el otro. Nos llevó nuestro tiempo, principalmente a mí porque Colin fue directo a su manera desde el primer momento, aunque me haya tomado una eternidad notarlo. Pero ahora lo noto y lo comparto.

Quiero arriesgarme con él.

Jadeo su nombre cuando aumenta la velocidad y comienzo a sentir la electricidad recorriéndome el cuerpo. Siento que los dedos de mis pies comienzan a doblarse a la vez que clavo los dedos de mis manos en sus omóplatos; lo próximo que experimento es un increíble orgasmo acompañado del de Colin.

Nos miramos a los ojos mientras nuestros cuerpos experimentan el placer y nos sonreímos. Estamos cansados, un tanto sudados y completamente felices por lo que acaba de pasar.

—Feliz San Valentín, Gwen.

—Feliz San Valentín, Col.

Sella nuestras palabras con un beso que nada tiene que ver con los anteriores y mi corazón se vuelve loco. Quiero a Colin y agradezco al universo por enviarlo en el momento correcto.

Cielos, voy a tener que darle más vacaciones a Steve.

Buenas, buenas, mis bellas pecadoras. ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal su semana?

Si se habían olvidado por qué Maldita dulzura era una historia +18, creo que hoy se acordaron. Y espero que les haya gustado el capítulo.

Tengo mucho para decir y, a la vez, poco. Quizás puedo darles un mini adelanto de lo que se viene. Cámaras.

Les deseo una bellísima semana. Gracias por su apoyo y cariño.

MUAK!

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