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Capítulo 2

COLIN

Me siento como un fugitivo al esconderme tras un poste de luz para darle un mordisco a mi hot dog. Estoy muriendo de hambre y detesto el increíblemente aburrido menú que la nutricionista de la discográfica me obliga a seguir. No me gustan los espárragos a la plancha, tampoco el pollo hervido y mucho menos el arroz integral sin salsa.

El día que firmé el contrato con Universal Studio Inc. para producir nuestra música fue el más feliz de mi vida; el día que conocí a la doctora Monica fue el peor. Puedo soportar las absurdas rutinas de ejercicio de cada mañana y comprometerme a acostarme a una hora decente cada noche, pero la comida no es negociable para mí.

Mi móvil suena cuando le doy el primer mordisco a mi deliciosa comida callejera y busco el aparato en mis bolsillos mientras saboreo esa delicia hecha con agua de hace un mes. Poco higiénico y nada nutritivo, pero asombroso de todas formas.

—¿Si? —pregunto con la boca todavía llena.

¿Dónde diablos te has metido, Colin? Trae tu trasero al salón de conferencias en este momento.

—Tranquilo, Taylor, salí a tomar algo de aire fresco. Aún no soy lo suficientemente famoso para que eso sea un peligro.

¿Crees que soy idiota? ¡Te estoy viendo!

—Debe ser alguien parecido a mí.

Suelta ese hot dog y ven antes de que Daniella llegue. Y dile a Harley si lo encuentras en el camino que deje de coquetear con quien sea que lo mantiene ocupado y suba.

—Tranquilo, viejo. Te dará un infarto y tienes a un bebé en camino y a otro esperando en casa.

Sería más sencillo si no tuviera que hacer de niñero de ustedes. Tienes diez minutos, apúrate.

—¿Puedo terminarme el hot dog?

Sí, pero si Monica se entera, yo no sabía de esto.

—Me hundiré solo, tranquilo.

Corta la llamada sin nada más para agregar y no me es difícil imaginarlo suspirar en la sala de conferencias mientras finge tranquilidad. Taylor O'Malley es mi más grande héroe y también nuestro productor por lo que siempre está sobre nosotros procurando que no metamos la pata. Key es fácil de controlar, siempre cumple con lo que le dicen. Harley, por el contrario, es una bomba de tiempo que algún día protagonizará el escándalo del siglo. Yo soy el punto medio, solo incumplo con mi dieta y a veces me quedo dormido.

Termino mi comida en dos bocados y cruzo la avenida casi trotando para llegar a horario. A las doce quince tenemos una conferencia de prensa para anunciar el lanzamiento de nuestro segundo disco de estudio y ha sido algo de último momento porque el plan era anunciarlo en una semana; sin embargo, se filtró uno de los sencillos y los rumores iniciaron. Mejor parar la tormenta antes de que se vuelva un diluvio.

Saludo al guardia de turno al entrar y luego asiento en dirección a Peter que no es mi persona favorita del lugar. Como era de esperarse, no responde a mi saludo porque se cree muy importante para ser educado o quizás se debe a que le está indicando a una muchacha con un feo sweater a dónde debe ir.

Presiono el botón correspondiente al nuevo piso de conferencias y miro de reojo a la chica que lleva consigo un pesado carro con cajas rosadas que reconozco al instante. Peter no parece tener intenciones de darle una mano y eso refuerza mi hipótesis de que es un idiota. Dejo el elevador pasar y me acerco a ella porque mis padres criaron a un chico educado.

—¿Necesitas ayuda? —me oigo preguntar.

La muchacha con el abrigo color caqui gira hacia mí y me dedica una amplia sonrisa que parece irreal. Es bonita y quizás se deba a su atuendo o a lo cansada que luce, pero quiero acurrucarme con ella y no dejarla ir.

—Eso sería estupendo, voy al piso quince. ¿Tú?

—Al mismo. Yo tiro y tú empujas, ¿sí?

Asiente sin borrar la sonrisa de su rostro de rasgos suaves y no dudo en hacer toda la fuerza para mover el carro. Pesa como el demonio y ella no debería cargarlo sola a menos que busque una hernia. Juntos lo metemos al ascensor cuando se abre por segunda vez en la planta baja y me ubico contra la pared del fondo para que no se sienta incómoda por mi presencia.

—Gracias por la ayuda —dice tras girar en mi dirección y clavar sus ojos cafés almendrados en mí—. No suelo pedirla, pero nunca se debe rechazar, ¿no?

—Eso dice mi madre.

Es mentira, solo no sé qué decir para responderle. Se ve amigable y si lleva comida a la conferencia, es mi persona favorita en todo el edificio.

—Bonito sweater.

—Gracias, no suele gustarle a nadie.

—No me imagino por qué.

No puedo ocultar el sarcasmo en mi voz y ella entrecierra sus dulces ojos a medida que la curvatura de sus labios desaparece. La cagué y ni siquiera me parece tan feo. Es diferente a lo que suelo ver y la combinación de colores resulta extraña, aunque eso le da personalidad. Hay que ser muy seguro de uno mismo para usar algo así y admiro a cualquiera que pueda hacerlo.

—¿Qué traes en las cajas? —pregunto en un intento de mejorar el ambiente a pesar de que tengo una buena idea de lo hay en su interior.

—Aperitivos dulces y salados.

—Entiendo, ¿eres la repartidora del restaurante? Creo que he comido antes algo de este lugar.

—Es una pastelería —me corrige con seriedad como si resultara inaceptable confundirse— y sí, entre mis labores está la de repartir y preparar las mesas.

—¿Qué otras tareas tienes?

—¿Planeas contratarme?

La sonrisa vuelve a aparecer en su rostro y me encuentro haciendo lo mismo. Ella me agrada y si ignoro su vestimenta que me resulta extraña, puedo decir que es bastante linda. De estatura promedio, cabello castaño y ojos cafés. Su piel es lo que a mi madre le gusta llamar «café con leche» y tiene una expresiva mirada coronada por largas pestañas. Lleva poco maquillaje, lo cual es una sorpresa en esta empresa y su voz me gusta porque tiene un toque delicado que le serviría a cualquier coro.

—No lo sé, quizás. —Me encojo de hombros—. Necesitaría tu número para eso.

—Pídeselo a Taylor. Digo, trabajas aquí, ¿no?

—Así es.

—También puedes encontrar mi número en Instagram. —Señala el borde de la caja y allí va a parar mi atención—. Puedes participar de los sorteos y ganar un almuerzo gratis.

—Lo haré.

Voltea hacia la puerta al sentir el ascensor detenerse y envuelve sus delicadas manos sobre el carro para volver a tirar. No sé si me acaba de rechazar con dulzura o en verdad no ha notado que le pedí su número. Ni siquiera sé por qué lo hice, tan solo escapó de mis labios y aun así me decepciona que no lo haya notado.

—Colin, creí que te habías extraviado —suelta Daniella, la jefa, al verme llegar y traslada sus ojos al carro que estoy tirando—. ¿Qué estás haciendo?

—Ayudando.

—Tú deberías estar con tus compañeros. Ve, yo la ayudaré.

Me desplaza con un toquecito en el hombro y no me queda más remedio que obedecer. La chica me saluda con un movimiento de mano, pero no nota que correspondo porque está esforzándose por empujar la bestia pesada hacia la mesa vacía en el rincón.

Me encuentro con Taylor, nuestro representante Frederick y mis amigos en la habitación contigua. Los cuatro no tardan en ponerse de pie al verme llegar y entiendo que he demorado más de lo prometido.

—Hombre, llegaste más tarde que yo —se burla Harley—. Te van a regañar.

—Estaba ayudando a la chica del catering.

—Así se le dice ahora —agrega Key con una sonrisa divertida—. ¿Y en qué la ayudaste exactamente?

—No sean idiotas, a diferencia de ustedes sí sé comportarme como un caballero.

—Caballero o no, tienes la camisa manchada con mostaza —interrumpe Taylor y posa su dedo en mi pecho, justo bajo la mancha de aderezo—. Cámbiate antes de salir, por favor.

—Mierda, era nueva.

—Dime si me equivoco —pide Harley—. La repartidora te alimentó en la boca y de alguna manera te manchaste. ¿O tú la alimentaste?

—Eres un idiota, ¿cómo somos amigos?

Su risa no se agota hasta que Daniella entra a la habitación para avisarnos que todo está listo para nosotros y para ese entonces ya me he cambiado la camisa y he lavado mis dientes. Lee es demasiado bromista, justo lo que necesitamos Key y yo para no pasarnos todo el día tocando nuestros instrumentos o jugando videojuegos. Él es el encargado de llevarnos de fiesta y hacernos reír hasta las lágrimas, pero también es quien se mete en problemas y terminamos todos castigados por su culpa. No por nada tenemos prohibida la entrada a un club nocturno en Miami.

La conferencia es un borrón en mi mente y para el momento en que termina tengo la garganta seca de contestar preguntas y reír. Parte del trabajo de la discográfica es enseñarnos cómo responder y siempre se me dificulta sonar espontáneo, sobre todo cuando la conversación se desvía hacia nuestra vida amorosa, como si saber dónde metemos el pene fuera más importante que nuestra música. Más difícil aún resulta bromear y cambiar de tema con disimulo cuando algún periodista de chismes saca a relucir alguna estupidez cometida por Harley.

—Coman algo y es todo por hoy —nos informa Daniella y por la sonrisa en su rostro puedo decir que hicimos un buen trabajo—. Mañana pueden venir o no, es decisión de ustedes, pero recuerden cuidarse.

Llevo mi atención a la mesa de bocadillos que está siendo atacada por los periodistas e intento hallar a la repartidora, pero es en vano. Ella ya no está y yo no obtuve su número o nombre, tampoco recuerdo el de la pastelería.

—¿Alguien más ha notado que Daniella tiene un buen culo para ser una cincuentona?

—¿Cómo es que nos hicimos amigos, Lee? —pregunta Key y rio por lo bajo al escuchar la indignación en su voz—. Es nuestra jefa.

—¿Y?

—Voy a comer algo, ¿vienen?

—Lo que sea para alejarme de Harley.

Él me sigue hasta la mesa y nos ubicamos junto a Taylor que está más concentrado en la pantalla de su móvil que en el café que está bebiendo.

—Dile a Genesis que le enviamos saludos.

—Lo haré.

—Y dile que queremos ser padrinos del bebé.

Su carcajada me hace reír también y lo observo negar con la cabeza.

—Mis mejores amigos te matarán.

—Apuesto por Tyler —interviene Key—. Te matará antes de que puedas siquiera decir la palabra «padrino» cerca de él.

—Gracias, amigo.

—Cuando quieras.

Me guiña un ojo y luego maldice a Harley que, como es de esperar, está coqueteando con una reportera. Se marcha de mi lado tras depositar una galleta en mi mano y no dudo en comerla porque estoy todo el día con hambre. Maldita dieta.

—Oye, Tay. —Me aclaro la garganta—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro, aprovecha antes de que me marche a casa porque no contestaré el teléfono hasta el lunes.

—¿Cómo se llama la repartidora?

Su ceño se frunce al escucharme y no puedo culparlo. No suelo hacer esa clase de preguntas, ese es el papel de Harley y nunca me ha interesado ocuparlo.

—¿La repartidora? —repite con duda.

—La chica que trajo la comida.

—Ah, Gwendolyn.

—Gwendolyn...

Saboreo el nombre en mis labios y decido que me gusta. Es musical y se desliza por mi lengua como una melodía.

—¿Por qué quieres saber?

—¿Puedes darme su número también?

Su ceja izquierda se arquea y sufro uno de esos momentos en los que me siento intimidado por los ocho centímetros de diferencia en estatura, los tres años de mayoría en edad y sus brillantes ojos verdes.

—¿Necesitas sus servicios de catering?

—No.

—Entonces no te lo daré. Es empleada de la empresa, por lo tanto, es confidencial.

—Oh, vamos —me quejo—. Nunca te he pedido algo así.

—Aunque puedo decirte dónde trabaja.

La sonrisa invade mis labios y él intenta ocultar la suya. Somos amigos fuera de la discográfica, pero dentro del edificio tiene que fingir que su trato amistoso se debe solo a que es nuestro jefe. Él es un buen tipo y sé que me ayudará en esta pequeña locura.

No sé por qué quiero el número de Gwendolyn ni la razón de mi repentino interés. No es un capricho porque esa etapa la viví a los dieciséis, tal vez es su loco sweater y su sonrisa animada la que me están impulsando a acercarme. Quizás son las palabras que empiezan a mezclarse en mi cerebro y que riman con su nombre las que me hacen querer dar ese paso.

Lo que sí sé es que cuando Taylor me dicta la dirección de la pastelería y palmea mi hombro con complicidad antes de alejarse, yo ya sé dónde voy a desayunar la mañana siguiente. Y no puedo esperar a ver si el sweater feo es algo de una vez o parte de su dulce personalidad.

¡Hola! He vuelto, ¿me extrañaron?

Acabamos de conocer a Colin y a la banda, además hemos leído un poquito a Taylor. ¿Opiniones?

Ahora quiero conocer sus opiniones de todo, estoy modo fan.

Gracias de todo corazón por su apoyo y cariño.

Nos leemos el miércoles.

MUAK!

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