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Capítulo 16

COLIN

Harley ha decidido llevarme al aeropuerto y por «llevarme» me refiero a que se ha colado en mi Uber y no deja de sonreírme en el camino sin nada que decir de una manera desconcertante. La situación es rara en sí, pareciera que quisiera pedirme algo y a la vez que está aburrido. Además, para esta época ya debería haber desaparecido del mapa como cada año. Va a casa de su madre y es como si un OVNI se lo hubiese llevado a otro planeta; no atiende llamadas, sus mensajes parecen escritos por una máquina y no hay rastros de él por ningún lado.

Mi deber como amigo es apoyarlo sin molestar; sin embargo, nos estamos acercando al aeropuerto y no ha soltado ni una palabra.

—¿Debo preocuparme?

—¿Qué? —suelta sin comprender—. ¿Preocuparte por quién? ¿Por Gwen y su familia?

—Por ti.

—¿Por mí? ¿Por qué habrías de preocuparte por mí?

—Porque estás actuando raro.

—Claro que no —se defiende sin éxito—, solo estoy acompañando a mi amigo al aeropuerto.

—Y eso es raro, tú nunca haces estas cosas.

—Estoy cambiado, volviéndome más considerado.

—Sospechoso.

—Y puede que también venga a buscar algo al aeropuerto. —Se encoge de hombros—. Maté dos pájaros de un tiro.

—¿Qué es lo que vienes a buscar? —curioseo, nada molesto de que haya aprovechado mi viaje en Uber.

—A mi madre

Lo observo con sorpresa y es como si se empequeñeciera en su asiento. No es una conducta normal en él, Lee es la persona con más confianza sobre sí mismo que conozco, o al menos sabe aparentarla, y a veces resulta insoportable, pero ahora no es ese chico, ahora es como yo: tímido.

—¿Por qué vienes por tu madre? ¿No irás a Nueva York por Navidad como cada año?

—Hubo cambio de planes, seremos ella y yo nada más. La invité a pasar unos días en el departamento ya que ustedes se van.

—¿Sucedió algo con tu familia?

—Siempre sucede algo con mi familia.

—¿Necesitas que me quede y te haga compañía? —pregunto con preocupación.

—¿Y arruinar tu oportunidad de estar con Gwen-Gwen? Ni loco.

—Lee, sabes que puedes contar conmigo si algo está sucediendo, ¿no? Puedes hablar de lo que sea y yo te escucharé.

Se deshace de la conversación con un movimiento de mano y su sonrisa habitual vuelve a su rostro.

—Tengo un obsequio de Navidad para ti.

—Gracias. —Sonrío.

No obstante, mi sonrisa se evapora al ver qué es lo que tiene para mí. Una caja de condones con un moño rojo.

—No es gracioso —lo acuso.

—Claro que no, es útil.

—¿Útil para quién? —repongo—. Te comenté lo que sucedió con Gwen y su decisión. Voy a respetar lo que ella diga y hasta volver de casa de sus padres es un no.

—Una decisión que va a cambiar cuando estén acurrucaditos frente a la chimenea en la noche de Navidad.

—Estaremos en casa de sus padres —le recuerdo por si no me escuchó recién.

—¿Y?

Sé que no se detendrá hasta que acepte y es por eso que tomo la caja y la guardo en mi chaqueta consiguiendo una amplia sonrisa de su parte.

Me despido de él en la puerta de llegadas y continúo hasta la puerta de salidas. Los condones en mi bolsillo no hacen más que aumentar la sensación de nervios que ya me está matando. No sé qué esperar de estas vacaciones por lo que mi lema es no esperar nada. Seré la persona que soy, la que le agrada a todos los padres de manera natural y que no tiene nada que ocultar. Porque no tengo nada para ocultar, soy un hombre transparente.

***

Llego a Connecticut cerca de las once y viajo en autobús hasta el pueblo donde viven los padres de Gwen. Pese a que ella se ofreció para irme a buscar, elegí hacer el trayecto solo para despejarme y prepararme para lo que viene. Navidad con su familia a semanas de conocerla, algunos podrían considerar que me metí en la boca del lobo y claramente sé que estoy en un pequeño lío, aunque no reconozco cuál es.

Gwen está empezando a gustarme, vaya novedad, y lo que sea que sucedió entre nosotros puede que no vuelva a suceder o puede que sí. Pensarlo no me ayuda, me mantiene en un estado de alerta que no me agrada. El consejo de Key es simple y el que seguiré cada día mientras mi estancia aquí perdure: pasarla bien y no pensar en nada.

Adiós a los nervios. Adiós al miedo de caerle mal a su hermana. Adiós al temer que sus padres me consideren un vago. Y adiós al miedo paralizante de meter la pata.

Avanzo muriendo de frío por las calles nevadas siguiendo las indicaciones que una amable señora me brindó para llegar a casa de los Holland. El pueblo es pintoresco y a la misma vez extraño. Casas que parecen castillos a un lado de la plaza central y casas normales y negocios de familia al otro lado. La familia de Gwen vive en el lado normal y es el que más me gusta porque todo parece orgánico y cálido. Escaneo todo a mi paso, reviso los detalles y memorizo los que me gustan porque la inspiración siempre llega de los lados menos pensados.

Me detengo de golpe al escuchar algo similar a un grito y escaneo con la mirada la tranquila calle residencial. Un automóvil negro de alta gama tiene la alarma encendida y me acerco con curiosidad y cuidado a ver lo que sucede con el fin de ayudar de ser necesario. Sin embargo, antes de alcanzarlo, el ruido se detiene y observo dos personas aparecer en su interior muy despeinadas y agitadas. Un hombre rubio y una mujer colorada. El entendimiento me llega de golpe y busco la manera de pasar desapercibido al avanzar por la acera.

No soy quién para juzgar a ese par, en el pasado también recurrí al asiento del auto para tener cierta privacidad; mayormente de noche, pero, de nuevo, no soy quién para juzgar.

Avanzo los últimos metros hacia mi destino y sonrío al notar la decoración navideña en exceso. Sé que mi nueva amiga se enfadará cuando me vea llegar porque le dije un horario falso en el que mi vuelo arribaba para evitar que fuera por mí. Toco el timbre y espero con paciencia escuchando los sonidos metálicos provenientes de la cocina, poco después la puerta se abre y una enharinada Gwen sale a mi encuentro. Sus ojos se abren con sorpresa y luego se entrecierran con desentendimiento.

—Hola.

—Pero... ¿no llegabas por la noche? —suelta con confusión, noto en su rostro que no comprende lo que está sucediendo.

—Te mentí, quería llegar por mi cuenta.

—¿A quién querías impresionar? —se queja, aunque una sonrisa aparece en su rostro manchado—. Me alegra que hayas llegado. Pasa, pasa, estaba en medio de una horneada masiva.

—¿Y eso?

Me ayuda a entrar mi maleta y recibe mi abrigo que cuelga en un bonito recibidor. La casa huele a chocolate y nueces, está cálida y es preciosa, el tipo de lugar en el que imaginaba creciendo a Gwen.

—La gente del pueblo se enloqueció al verme llegar y me han encargado cientos de galletas y pasteles. No planeaba trabajar en estas vacaciones, pero el dinero nunca viene mal.

—¿Necesitas ayuda?

—Puedes cortar el chocolate.

La sigo a través de la sala que luce un gran árbol de Navidad y medias sobre la chimenea y nos adentramos en la cocina. Es amplia con los gabinetes en color crema y las mesadas de madera, aunque no muy moderna.

—¿Dónde está tu familia? —pregunto con curiosidad.

—Trabajando, bah, mamá y papá están trabajando. Faith está en su casa.

La observo dar una mirada rápida a toda la cocina y luego soltar un suspiro. Está vistiendo un delantal con florcitas y lleva un sweater marrón que se ve lindo bajo la harina. Tiene el cabello recogido en una coleta alta y lleva pantalones de pijama y pantuflas.

—La cocina es un caos —suelta con tono de disculpa—, mis padres tienen pocos elementos de cocina y yo llevé todos los míos a San Francisco. Estoy cocinando con poco y la verdad es más difícil de lo que recuerdo.

—Solo dime qué hacer.

—Dame un abrazo —me pide con un puchero adorable.

—¿Un abrazo?

—¡Sí! Te eché de menos y te mereces un abrazo por tu éxito. Y yo necesito un abrazo para el estrés.

Nunca en la vida rechazaría un abrazo de ella y la verdad es que poco me importa que pueda ensuciarme la ropa. Es ropa y se lava, nadie morirá. Abro los brazos ampliamente para recibirla y ella no tarda en venir hacia mí y rodearme la cintura apoyando su cabeza contra mi pecho. La escucho soltar un suspiro y me es inevitable sonreír. Me gusta abrazarla, es tan cómoda como imaginé que sería la primera vez que la vi. Acurrucarse con ella debe ser el mayor placer en esta vida y bendito el afortunado que pueda hacerlo.

—Me alegra que estés aquí, pero no me olvidaré de tu mentira. Te saldrá caro.

—Me alegra estar aquí —digo con sinceridad— y verte en pijama.

—Soy un desastre, lo sé.

—Te ves linda.

Rompe nuestro abrazo para dedicarme una mirada de incredulidad por mi comentario y eso refuerza lo que digo: se ve preciosa hecha un desastre.

—¿Cuántos pedidos tienes que entregar?

—Quedan pocos, papá se llevó la mayoría esta mañana. Ay, eso me recuerda que no he preparado aún el almuerzo. —Muerde su labio inferior y mira a la nada—. ¿Crees que puedas pedir comida por mí, por favor? Esta cocina no se desocupará hasta dentro de dos horas.

—Claro, dime dónde.

No tarda en ponerse en marcha de nuevo. Primero, busca el número donde tengo que llamar y me indica con dulzura qué pedir; luego, retoma el amasado que tiene sobre la mesa sin dejar de parlotear sobre sus vecinos.

—Alto —dice de pronto.

No estoy haciendo nada útil en realidad, simplemente la observo porque siento que si me meto en su camino, estorbaré. Aun así, elevo mis manos y espero a que me diga por qué ha reaccionado así de la nada.

—Soy la peor anfitriona del mundo —se lamenta y parece desinflarse—. No te indiqué dónde está el baño para que puedas pasar luego del largo viaje, tampoco te mostré tu habitación y mucho menos te he dejado ponerte cómodo. Lo lamento, Col.

—Oye, está bien...

—No lo está, quiero que te sientas cómodo.

—Lo estoy —le aseguro.

—Dime la verdad, ¿tienes ganas de ir al baño?

—Pues...

—¡Lo ves! Soy un asco en esto.

No dudo en acercarme a ella y frotar su espalda para reconfortarla. Se ve que está muy estresada y agotada, no puedo imaginar cuántas horas lleva horneando sin parar y lo mucho que deben dolerle los pies. Necesita un descanso.

—Puedo ir al baño ahora.

—Lo siento.

—No lo hagas. —Le sonrío para brindarle tranquilidad—. Podría ser peor.

—¿Cómo?

—Podrías no haberme invitado.

Sacude sus manos lejos de nuestros cuerpos para quitarse los restos de harina y luego se aleja para lavarse las manos en el lavabo. Mira el horno con ojos de perfeccionista loca y vuelve a prestarme atención.

—Vamos, te mostraré la habitación y te dejaré instalarte.

—Puedo esperar a que termines.

—No, claro que no. Además, hasta que no se enfríen las galletas no puedo decorarlas.

—¿Segura?

—Por supuesto.

Con la calidez que la caracteriza, toma mi brazo y me guía nuevamente hacia la puerta para buscar mi maleta. No dejo que la cargue, pero le permito llevar mi bufanda para que sienta que está ayudándome. Subo las escaleras tras de ella y me cuesta no prestarle mi completa atención a las fotos que decoran la pared mientras avanzamos. Quiero quedarme allí y estudiarlas todas, buscar alguna foto de Gwen sin algunos dientes o con coletas adorables; sin embargo, tendré tiempo de sobra luego y no quiero estropear sus planes.

—Dormirás en el cuarto de Faith. Ha cambiado un poco desde que ella se mudó, aunque no mucho.

—¿No le molestará?

—Ella ya no vive aquí y quedan pocas de sus cosas.

—¿No le molestará? —repito.

Nop, ya le pregunté.

Eso es un alivio porque no quiero molestar a su hermana. Tengo que agradarle ya que está claro que son muy unidas y si quiero dar algún paso importante, es mejor tener a alguien apostando por mí.

—Mi habitación está al lado —continúa— y tenemos un baño que nos une. También hay un baño al final del pasillo por si en algún momento necesitas usarlo y yo estoy acaparando el otro.

—Entendido.

Abre la puerta del dormitorio y espera a que entre para comenzar a moverse. En el centro hay una amplia cama y la decoración no abunda: mesas de noche a cada lado con sus lámparas, un armario empotrado, una estantería acompañada de un escritorio vacío y algunas mandalas pintadas a mano en las paredes verdes.

—Puedes acomodar tu ropa aquí, te dejé perchas vacías.

—Gracias, Gwen.

—Si necesitas algo, avísame, ¿sí? Prometo ser mejor anfitriona de ahora en más.

—Bueno, tengo hambre —admito.

—En ese caso, ve al baño y yo bajaré a prepararte un sándwich.

—Me gusta la idea.

Me dedica una sonrisa tranquila antes de partir y cerrar tras de sí. Tomo asiento en la cama y estiro mis cansadas piernas; quiero dormir y mucho, he viajado por más horas de las que me gustaría y he descansado poco intentando no darle vueltas al asunto. No obstante, dejo el cansancio de lado y me dirijo al baño porque la chica que me ha recibido necesita ayuda con sus pedidos y pese a que mis habilidades en la cocina son escasas, por no decir nulas, se me da bien hacer compañía.

Buenas, buenas, personitas. ¿Cómo están? ¿Qué tal su fin de semana?

Colin y Gwen vuelven a estar juntos en el mismo espacio, ¿cuáles son sus predicciones? Gwen está estresada y Colin siempre tan dulce.

Noticias importantes: esta semana solo tendremos esta actualización porque no he tenido tiempo de escribir los dos capítulos normales; sin embargo, estén atentos a DUBYOM porque pueda que haya terminado de escribir el extra.

Muchísimas gracias por su apoyo y cariño. Les deseo una bellísima semana.

MUAK!

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