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Capítulo 10

GWEN

Navidad es mi festividad favorita. Las casas se llenan de color, las calles de luces y adornos, y las personas parecen frenar su ajetreada vida para poder disfrutar de la época. Las ventas de galletas en la pastelería aumentan, los sweaters festivos se ponen de moda y aparecen cientos de Santas que hacen sonreír a los niños. Y con la excusa de la Navidad es que ahora soy la orgullosa dueña de tres sweaters nuevos que me muero por usar.

Muevo mis dedos al ritmo de los villancicos y espero pacientemente a Colin con quien quedé para encontrarnos a las tres. He llegado temprano y tengo paciencia por lo que disfruto de las buenas vibras de la gente y miro a los lejos los puestos artesanales que se han formado a lo largo y ancho de la plaza. Debo hacer mis compras navideñas y, además, terminar de coordinar con mi nuevo amigo el plan para acercarme a Peter. Si soy sincera conmigo misma, estar tan cerca de lograrlo le ha quitado emoción al asunto. Ya no me parece tan atractivo y he comenzado a notar que no le presta mucha atención al mundo que lo rodea; sin embargo, me prometí hacer esta locura y las promesas no deben romperse.

—Hola, Gwen. Bonito atuendo, por un momento te confundí con los coristas.

—Estoy empezando a pensar que te burlas de mí, Colin. —A pesar de mis palabras, sonrío y me pongo de pie para enseñarle mi atuendo del día—. Los sweaters de Navidad han hecho su aparición.

—Me gusta, de verdad. Quiero uno, ¿dónde puedo conseguirlos?

—En todos lados —respondo con obviedad—. Wal-Mart está lleno de estos, no tan lindos como los míos, pero sirven.

—Tendré que pasarme por ahí.

—O puedes ayudarme a hacer las compras en este lindo mercadito al aire libre y quizás encuentres algo para ti.

—Me convenciste.

Me ofrece caballerosamente su brazo para caminar juntos y no dudo en enredar el mío a su alrededor. Comenzamos así nuestro lento camino hacia los puestos y disfruto en el proceso el delicioso olor que su ropa desprende. Es una fragancia masculina que resulta un tanto picante, como si tuviera pimienta combinada con pino y también algo más.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta extrañado cuando acerco mi nariz a su ropa—. ¿Te sientes bien?

—Estoy intentando descifrar de qué es tu perfume.

—Es un Carolina Herrera.

—Me refiero al aroma.

—Eres rara —repone con buen humor—. Me agrada.

—Bueno, la normalidad está muy sobrevalorada. —Me encojo de hombros—. Oh, mira. ¿No tendrás un animalito al que le puedas comprar uno de esos conjuntos?

Niega con la cabeza como respuesta, la sonrisa tatuada en su rostro mientras sigue mi mirada hasta el puesto de ropa para animales. Si no trabajara tanto, adoptaría un gatito para hacernos compañía mutuamente y obligarlo a vestir bonito.

—Veo que te gusta mucho la Navidad.

—Me encanta, ¿a ti no?

—La disfruto, pero no la amo. —Se detiene en un negocio de tazas y me quedo a su lado mirando las creaciones de la pareja anciana—. ¿Qué te parece esta taza de Darth Vader?

—Está genial.

—Creo que la llevaré para Key, le gustan las tazas, aunque tiene una favorita que usa siempre.

—Ese es el espíritu navideño correcto.

—Te aburrirás conmigo, no tengo mucho espíritu navideño.

—Siempre puede nacer, ¿no ves las películas de bajo presupuesto de la época?

Aguardo que pague por el regalo para su amigo y volvemos a emprender la marcha sin dejar de mirar todo lo que se nos atraviesa. Quiero comprar sin parar, incluso lo que no tendría sentido u objetivo y me alegra que Colin esté conmigo porque su presencia me ayuda a controlar mis impulsos de loca de las compras. Es la época, en otras fechas no derrocho dinero porque comprendo la importancia de ahorrar; sin embargo, la idea de encontrar muchos regalos bajo el pino en casa de mis padres y ver la sonrisa de mi familia al encontrar algo para ellos me impulsa a gastar.

—¿Qué planes tienes para estas fiestas?

—No tengo planes para estas fiestas —contesta con tranquilidad.

—¿Y eso por qué?

—Bueno, mis padres son judíos y no celebran Navidad.

—Oh, entiendo.

—A mí me gusta celebrarla, por lo general voy con Key a casa de sus padres, pero este año es uno sensible para ellos y decidí que era mejor no meterme en el medio.

—¿Y qué hay de Harley?

—Él es muy reservado con su familia, casi no la conocemos por lo que no me parece una buena idea autoinvitarme.

—¿Estarás solo? —suelto con tristeza.

—No te pongas mal, seguro termino colándome en la fiesta familiar de Taylor.

—No puedes pasar Navidad solo ni tampoco con tu jefe.

—No es la gran cosa, Gwen. De verdad.

—Sí lo es, nadie tendría que estar solo en una época como esta. —La lamparita en mi cabeza se enciende de inmediato y me encuentro sonriendo—. ¿Sabes? Con mi familia tenemos esta tradición de invitar siempre a conocidos o desconocidos a pasar Nochebuena y Navidad con nosotros para que se sientan bienvenidos y queridos...

—¿A dónde quieres llegar con esto? —Sus ojos se cierran con sospecha.

—¿Te gustaría pasar Navidad en Connecticut?

—¿Qué?

Noto el momento exacto en que su mirada se transforma y seguro cree que estoy loca porque acabamos de conocernos y estoy invitándolo a una celebración familiar, pero es verdad lo que he dicho. Mi familia cree que nadie debería pasar estas fechas solo porque la gente se siente triste cuando no tiene compañía o tiene poco dinero, no es tan descabellado querer hacer algo por la comunidad. No es tan descabellado querer invitar a Colin a la casa de mis padres para Navidad.

—Es solo una propuesta, no tienes que aceptar si no quieres.

—¿Te sentirás cómoda conmigo allí? Gwen, me halagas, pero acabamos de conocernos.

—Yo estaré bien, mi familia también. Solo acepta si en verdad lo quieres, no te preocupes por mí.

—Okey.

—¿Okey qué? —consulto con esperanza.

—Okey pasaré Navidad con ustedes.

—¿De verdad?

Asiente con la cabeza y no puedo evitar soltar un chillido de emoción que lo hace reír. Es tonto, lo sé y Steve dirá que incluso es peligroso; no obstante, me alegra poder continuar con la tradición familiar y brindarle un lugar cuando no tiene donde ir. Y quizás es por eso que lo abrazo, quizás es por lo bien que huele o por lo mucho que me agrada. No lo sé, simplemente lo hago y me enternece que no dude en corresponder el gesto.

—Verás que la pasarás genial.

—¿Tengo que llevar un sweater raro?

—Por supuesto —miento.

—Compraré uno hoy mismo.

—Ese es el espíritu adecuado.

Me distraigo por un momento cuando mi teléfono suena y le dedico una mirada de disculpa al notar que es un cliente. Él no parece molesto por la interrupción y aprovecha el momento para seguir el camino de compras, por mi parte intento convencer de la manera más educada posible a la señora del otro lado de la línea que llame directamente a la pastelería donde Steve tomará su pedido. Para cuando termino la llamada, encuentro a Colin unas tiendas más adelante con una manzana acaramelada en la mano.

—Lo siento por eso, al iniciar con la pastelería daba mi número personal para los pedidos y ahora ves las consecuencias.

—No te preocupes, ¿tienes que volver al trabajo?

—No, me he tomado la tarde libre. Acordamos hacerlo hoy, ¿recuerdas? —Dibujo una sonrisa en mis labios, aunque la verdad no me siento muy segura—. Además, tengo que terminar de hacer las compras. ¿Has visto algo que le pueda gustar a un hombre de casi sesenta años?

—Hay mucha variedad. —Le da un nuevo mordisco a la manzana y luego mira la nueva bolsa en su mano—. Tengo algo para ti.

—¿Para mí? ¿Y eso?

Me pide que tome su manzana y no dudo en hacerlo pues la curiosidad puede conmigo. Lo observo con atención abrir la bolsa y escarbar hasta dar con un trozo de lana que saca con la emoción de un niño. No digo nada, tan solo sonrío de lado a lado cuando coloca sobre mi cabeza un abrigado gorrito color amarillo.

—Vaya, muchas gracias.

—Espera, hay más.

—¿Lo hay?

—Claro que sí. —Saca entonces una bufanda que combina con el gorro, la envuelve alrededor de mi cuello y luego señala el interior de la bolsa—. También hay un sweater, pero no del mismo color.

—Este momento se siente como un video de Taylor Swift.

—Solo que no robaré tu bufanda.

—Ni romperás mi corazón.

—Prometo presumirte con mis amigos, no como Jake.

No alcanzo a contestar pues me muestra el sweater que quedaba dentro de la bolsa y creo que acabo de enamorarme. ¿Es posible enamorarse de una prenda de ropa? Si no lo era, ahora sí porque el abrigo de lana blanco con tres corazones en filas de color rojo es precioso y creo que es de mis favoritos a partir de este momento.

—Feliz Navidad, Gwen.

—Nunca nadie me había hecho un regalo tan bonito —admito—. Alguien que recién conozco.

—Me siento honrado de que te haya gustado.

—Me encanta, lo usaré el sábado para nuestra salida al cine.

—Ahora me siento honrado.

Le devuelvo su manzana, no sin antes haberle robado un mordisco, y volvemos a caminar lado a lado para ver las tiendas que nos faltan. Logro conseguir otro regalo para mis padres y mi hermana, también uno para mi cuñado que dudo que le guste, pero no me interesa. Al finalizar, estoy desbordando de felicidad y espíritu navideño, me siento con tanta energía que creo que conseguiré la cita con Peter.

Aprovechamos que la discográfica queda cerca de nuestro punto de encuentro y recorremos el camino a pie sin dejar de hablar de Navidad y de lo que le espera en Connecticut. Claro que debo avisarles a mis padres que iré con compañía, principalmente porque se suponía que este año no íbamos a llevar a nadie que no fuera de la familia porque así lo pidió Faith. A su prometido no le agrada tanto nuestra tradición y por única vez vamos a darle la posibilidad de pasar la festividad solo con nosotros. Al menos no irán sus aburridos padres.

—Como amigo te preguntaré esto una vez más, Gwen. ¿Estás segura de querer salir con Peter?

—Sí, por supuesto.

—¿Estas cien por ciento segura? Porque podemos buscar a alguien más, incluso puedes aprovechar que iré a casa de tus padres contigo y buscar allí un viejo conocido.

—Estoy cien por ciento segura —miento—. Todo saldrá bien.

—Eso espero.

—Ahora finge que irás hacia el elevador mientras yo camino hacia él —propongo sintiendo un nudo de nervios formándose en mi estómago—. Si me va bien, te haré una señal.

—¿Y si te va mal?

—También te lo haré saber. Descuida, lo tengo cubierto.

—Confío en ti, Gwen. Ahora ve y consigue esa cita.

Asiento con la cabeza y tomo una amplia bocanada de aire para calmarme. Me recuerdo que hago esto por mí, para animarme y salir de mi zona de confort que me ha mantenido soltera por tanto tiempo. No que estar soltera esté mal, me gusta mi soltería, pero también quiero sentir que le gusto a alguien y recordar lo que es sentirse deseada. ¿Está eso mal?

Camino con pasos decididos hacia la puerta del edificio y saludo con un movimiento de cabeza a los guardias junto a la puerta, ya me conocen y no me piden mi identificación al pasar. El hecho de que Colin camine atrás de mí ayuda a que no me presten atención; sin embargo, no me ayuda a mí. No quiero que me vea siendo rechazada, tampoco que me vea coquetear. Ahora estoy convencida de que esto es una mala idea, solo que ya no hay vuelta atrás.

Me concentro en dar un paso tras otro sin despegar la mirada del recepcionista. Está vestido de traje negro como siempre, su cabello corto le da un aspecto duro y tiene su mirada café fija en la pantalla frente a él. De lejos parece más un guardaespaldas con su altura y porte, de cerca comienza a intimidarme.

—Hola, Peter —saludo con voz temblorosa al acercarme al escritorio central.

—Buenas tardes, ¿cómo puedo ayudarte? —Sus ojos me buscan y no encuentro ningún interés en ellos—. ¿Tienes una reunión con el señor O'Malley?

—No, no hoy. De hecho, estoy aquí por razones no laborales.

—¿Cómo puedo ayudarte entonces?

Trago saliva antes de continuar.

—Quería hablar contigo.

—¿Conmigo? —Su tono es de confusión y ya no luce tan serio, parece que ha abandonado su actitud de empleado perfecto por un momento—. Soy todo oídos, Gwendolyn.

—Bueno, verás... —Acomodo un mechón de cabello tras mi oreja—. Vengo aquí muy seguido y te he notado en todo este tiempo que llevas trabajando. Y quería saber si te gustaría salir conmigo mañana por la noche.

—¿Salir contigo? ¿Como amigos?

—En una cita —aclaro con vergüenza—. Podríamos ir a cenar, conozco un restaurante genial no muy lejos de aquí.

—Vaya, no me esperaba esto. —Parpadea con rapidez y debo admitir que se ve mucho mejor cuando actúa como humano, aun así, no luce tan abierto como Colin ni tan agradable como él. Tampoco huele tan bien—. Me gustaría ir a cenar contigo.

—Genial, ¿a las siete?

—A las siete sería perfecto.

Le dedico una sonrisa y le pido un papel para anotarle mi número así coordinar el punto de encuentro. Él también me escribe su número en un papel y lo recibo sintiéndome victoriosa porque por fin he roto esta barrera que me mantenía como espectadora.

—Nos vemos mañana, Peter.

—Nos vemos mañana, Gwendolyn.

Lo saludo una vez más con la mano y me alejo de él para que continúe trabajando. Miro sobre mi hombro cuando me acerco a la puerta y noto que Colin espera junto al elevador, impaciente y con su mirada fija en mí. Le enseño mi pulgar hacia arriba y le sonrío porque estoy feliz conmigo, aunque no muy segura de la cita.

Lo he logrado y estoy orgullosa de mi avance; sin embargo, también empiezo a arrepentirme. ¿Y si Peter no me gusta?

¡Hola, hola, bellezas! ¿Cómo están? ¿Me extrañaron? Porque yo a ustedes sí.

A las personitas del grupo de WhatsApp les había comentado sobre este capítulo y lo mucho que me gustaba, sobre todo por el aire navideño y los momentos pequeños entre Gwen y Colin. ¿A ustedes qué les ha parecido? ¿Tuvieron alguna parte favorita?

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Ya estamos cerca de los 5k y estoy preparando la mini-maratón prometida. De verdad, gracias.

Les deseo una bellísima semana y nos leemos el miércoles.

MUAK!

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