Maldita COVID-a
Gente, mis lectores recurrentes se habrán dado cuenta de que aunque uso muchas referencias culturales en los escritos, en especial en los largos, no suelo tocar la contingencia ni celebrar las festividades o los cumpleaños de los personajes. Pues bien, hoy voy a hacer una excepción y me centraré en lo que estamos viviendo todos actualmente.
Diciembre de 2019. Un virus registrado por primera vez en Wuhan, China, se convirtió en el causante de la mayor pandemia de los años recientes, con miles de muertos a nivel mundial, la economía a la baja y varios políticos cuestionados por su incompetencia. Como era de esperarse, las musas también se vieron afectadas por el virus, limitando sus acciones y obligándolas a quedarse en casa.
Parte de una de sus primeras conversaciones online fue la siguiente:
Nico: Maki-chan ha tenido unos turnos horribles en el hospital. Prácticamente vuelve a casa solo a dormir... Me da pena verla así, tan agotada; y lo peor es que ni siquiera puedo abrazarla o besarla para mostrarle mi apoyo.
Kotori: Te entiendo totalmente, Nico-chan. Aquí estamos viviendo algo similar. Umi-chan trata de mantener distancia conmigo, pero... ¡ella y yo pasamos todo el día en casa! ¡Ni siquiera salimos tanto como para exponernos al virus! ¡Quiero abrazarla, pero no me deja!
Rin: Yo he limitado los abrazos que le doy a Kayo-chin, nya. Lo malo es el tema del trabajo. Por lo menos ella trabaja en casa, pero con el colegio cerrado, no puedo hacer mis clases, nya.
Honoka: Aquí yo soy la que está trabajando, aunque tuvimos que reducir el aforo de la tienda para disminuir el riesgo. En cuanto a Tsu-chan..., está bastante aburrida. Ella quiere volver a dar conciertos, pero sabe que ahora mismo no es posible.
Nozomi: Por lo menos hay una de ustedes trabajando en cada uno de sus casos. Para Elicchi y para mí las cosas están siendo más complicadas porque ninguna trabaja en casa. La escuela de ballet cerró temporalmente y el observatorio está en pausa, así que tenemos que hacer unos cuantos ajustes.
Las musas experimentaban sus problemas, como mucha otra gente en el planeta. A pesar de ello, se las arreglaban por salir adelante; había demasiadas cosas por hacer como para echarse a morir.
(...)
NicoMaki
Nico descansaba en el living tras una larga día de labores. Gracias a la pandemia, se vio forzada a dejar los escenarios y los platós de televisión para convertirse en una ama de casa a tiempo completo. No lo podía negar, extrañaba la vida de la farándula; pero lo que más le afectaba era lo que ocurría con su novia Maki.
La pelirroja ya trabajaba como doctora en el hospital familiar, y debido a la emergencia sanitaria, estaba más ocupada que nunca. Comía poco y casi todo lo que hacía al llegar a su casa, eso los días que llegaba, era echarse en el sofá a dormir un poco, y es que aquel era otro punto: ella y Nico ya no dormían juntas, y no era por falta de amor. Al contrario, Maki lo hacía porque no quería exponer a la pelinegra al virus.
Volviendo a ese día en particular, la ojimorada regresó a su hogar tras dos días agitados. Bostezaba ruidosamente, y era un milagro que no se hubiese dormido al volante.
—¡Maki-chan, llegaste!
—Buenas noches, Nico-chan... —saludó mientras se quitaba la mascarilla.
—¿Quieres que te haga algo de comer?
—No hace falta. —Y se tumbó en el sofá, durmiéndose casi al instante.
Nico se aguantaba las ganas de acariciarle el cabello. Por poco se largaba también a llorar. No sabía cuánto más podría aguantar ver a su preciosa Maki en ese estado.
«Otra vez me tocará dormir sola..., pero no puedo culparla de nada», pensó con tristeza.
Por suerte, la pelirroja podía tomarse libre el día siguiente. Cuando se despertó, vio a Nico sentada en una silla a unos metros de ella.
—Buenos días, bella durmiente.
—Buenos días, Nico-chan. —Bostezó—. ¿Qué hora es?
—Casi mediodía.
—... ¿En serio dormí tanto?
—No te quise despertar. Anoche llegaste prácticamente muerta. Lo único que hice fue taparte con la manta.
La pelirroja no dio cuenta de su cobertor hasta que su novia lo mencionó.
—¿De verdad me cubriste tú?
—¿Quién más lo haría? Somos las únicas que vivimos aquí.
Maki se sintió un poco tonta por preguntar aquello.
—Maki-chan, ¿pasa algo? Te ves algo decaída.
—... Perdóname, Nico-chan.
—¿Ah? ¿Por qué?
—Por tenerte tan abandonada. Pero ya sabes, con todo esto de la pandemia, pues...
—Maki-chan, deja de decir tantas tonterías. Es verdad que me siento un poco sola, pero tu trabajo es demasiado importante en este momento. Esta no es una situación normal. No voy a perdonarte... porque no hay nada que perdonar.
Rubíes y amatistas se enfocaron los unos en los otros.
—Maki-chan, hay mucha gente en nuestra situación, y no solo en Japón. Tú y todos los que trabajan en salud son héroes, héroes que se están arriesgando para frenar esta pandemia. Me duele no poder tocarte ahora, pero seguiré esperando. Yo no soy tu novia solo en los momentos buenos, y sé que antes de que nos demos cuenta, estaremos besándonos y haciendo todo lo que hacíamos antes de que esto empezara.
La doctora miró a su pareja y se preguntó qué había hecho para merecer a esa enana cascarrabias de corazón dulce.
—Nico-chan, cuando esto termine, te prometo que nos iremos de viaje a cualquier lugar del mundo. Solo nosotras dos.
—Linda —le dijo la pelinegra antes de lanzarle un beso, gesto que le provocó un sonrojo intenso a la ojimorada.
—Cállate —habló esta antes de voltearse y quedar de cara al respaldo del sofá.
(...)
KotoUmi
Tras la divulgación de las medidas para disminuir los contagios, incluyendo el distanciamiento físico, la dinámica de pareja entre Umi y Kotori cambió de manera radical. La peligris ya no era capaz de abrazar a su novia con soltura, lo que para una persona tan de piel como ella, era insoportable. Lo peor de todo era que Umi no ayudaba a calmar las ansias.
—Vamos, Umi-chan, solo un abrazo pequeñito. Ni siquiera te estoy pidiendo que me beses.
—Kotori, sabes que hay que mantener el contacto físico al mínimo.
—¡Buu, Umi-chan!
Como la peliazul trabajaba en casa, salía poco y no se exponía a grandes riesgos. En cuanto a la peligris, tenía acondicionado uno de los cuartos como su propio taller de modas, por lo que no tenía que ir a la oficina con frecuencia. El gran problema de toda la situación era que, a pesar de que ambas tomaban precauciones, Umi exageraba con los cuidados. Hasta el roce de piel más mínimo la espantaba, aun si no conllevaba riesgo.
Cierto día, Kotori tuvo suficiente y decidió encarar a su novia.
—¡Umi-chan, ya no lo aguanto! Entiendo que quieras ser cuidadosa y todo con la situación actual, pero siento que me estás descuidando, aunque suene irónico.
La peligris hizo un puchero que intentaba mantener por todos los medios, pues sabía que no podría estar enojada por mucho tiempo, en especial con Umi.
—Quiero un poco más de cariño de tu parte, solo un poquito. Sé que nunca has sido la persona más expresiva del mundo, pero antes sí podía sentir tu amor. Ahora... —Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Kotori, todo esto lo hago por ti. Por nosotras. Es lo mismo que hace Maki con Nico.
—¡Pero Maki-chan es doctora! ¡Se entiende! ¡Tú te lo pasas encerrada aquí!
El grito de Kotori le fue tan ajeno a la propia peligris que se tapó la boca tras el mismo.
—... Perdóname, Umi-chan. No quise que sonara tan mal.
Aunque sorprendida, la ojimarrón se levantó de su asiento y le dio a su novia el primer abrazo en meses.
—Perdóname tú a mí por tenerte tan abandonada, pero sabes que esto lo hago por las dos. Si te perdiera, yo... yo...
—Umi-chan...
La ojiámbar correspondió el gesto de su novia.
—Kotori..., cuando ambas estemos vacunadas, prometo que haremos esto con más frecuencia. Por ahora, te pido ser un poco más paciente; quiero tenerte conmigo por muchos años más.
Aunque le molestara no ser tan física con Umi, Kotori estaba dispuesta a cumplir con lo pedido, aunque con una condición:
—¿Podemos darnos un besito de vez en cuando? Hace mucho que no lo hacemos.
—... Bien, pero solo de vez en cuando.
—¡Sí!
(...)
RinPana
—¡Estoy tan aburrida, nya! ¡Quiero que abran la escuela otra vez!
La Rin de antaño jamás habría dicho algo así, pero ahora que era profesora de educación física, estaba ansiosa por regresar a trabajar. Por desgracia, gracias a la pandemia, ahí estaba, echada en un sofá y bostezando sin parar.
—¡Kayo-chin, dame un abrazo, nya!
La aludida, que estaba con su computador en la mesa del comedor, la miró.
—Rin-chan, sabes que no podemos. Además, ahora estoy ocupada.
—Cierto... ¡Pero quiero hacer algo entretenido! ¡¿Por qué ese virus tiene que seguir por ahí?!
Hanayo trabajaba para una revista de espectáculos, por lo que lo tenía más fácil para realizar sus labores en casa. El problema era que ahora ella era la única aportando ingresos, cosa que no le agradaba a Rin.
—Sé que te frustra, pero solo podemos esperar a que las cosas mejoren.
—¡No! ¡Yo quiero salir, abrazarte, ver a las chicas en persona, hacerles clases a mis alumnos...! Y en especial... ayudarte, Kayo-chin, nya. No puedes ser la única que pague los gastos.
Los ojos color limón de Rin denotaban tristeza, cosa que Hanayo percibió.
—¿Y si buscamos algo para que hagas mientras tanto?
—¿Pero qué? No se me ocurre nada, nya. ¡Ahora me arrepiento de haber sido tan mala alumna!
—Pero lograste mejorar al final. Por algo entraste a la universidad y te titulaste como profesora de educación física, Rin-chan. No te des tan poco mérito.
Incapaz de contenerse, la pelinaranja se levantó del sofá y besó sorpresivamente a su novia.
—¡R-R-Rin-chan!
—¡Cierto, el contacto! ¡Perdóname, Kayo-chin, fue un impulso, nya!
—Es... está bien.
Tenían suerte de que ninguna se expusiera a factores de riesgo, ni siquiera Rin, con sus descomunales ganas de salir de su casa.
—Volviendo al tema, podríamos buscarte un trabajo temporal. No creo que la escuela te ponga muchos problemas dadas las circunstancias —dijo Hanayo.
—Supongo..., pero —resopló— no soy muy buena en cosas distintas al ejercicio.
Esas palabras le dieron una idea a la castaña.
—Tal vez se pueda hacer algo con eso, Rin-chan.
Fue así como, unos pocos días después, la chica de la muletilla felina estaba frente a la pantalla de un computador vistiendo ropa deportiva. Al otro lado, mujeres con atuendos similares parecían esperarla.
—¡Buenos días a todas! Hoy iniciaremos con una rutina suave, nya.
—¿Nya?
—Lo siento. Es la costumbre —se disculpó, rascándose la cabeza—. Entonces, lo primero que haremos será...
(...)
TsubaHono
—¡Tsu-chan, quiero que la tienda vuelva a tener tantos clientes como antes!
—Sabes que eso no es posible, Honoka, al menos ahora.
Ambas chicas trabajaban en Homura, la tienda de dulces de la familia de la pelijengibre. Normalmente, Tsubasa estaría preparándose para un concierto en alguna otra ciudad de Japón, pero dadas las restricciones sanitarias, tuvo que conformarse con ayudar a su novia con el negocio. De vez en cuando firmaba autógrafos a los clientes que la reconocían, pero como estos estaban siendo pocos, se la pasaba detrás del mostrador, bostezando como un hipopótamo.
«Quiero volver a cantar», pensaba nostálgica.
Por otro lado, lo que fastidiaba a Honoka era el escaso flujo de clientes. Eso le causaba tanto aburrimiento como a su novia. También le incomodaba el tener que usar mascarilla todo el día; quería volver a hablar con la boca descubierta, como lo hacía antes, pero estaba consciente de que no podía arriesgar su salud ni la de los compradores.
—¿De qué tanto se quejan ustedes dos? —preguntó Yukiho, también con mascarilla y cargando unas bandejas con dulces—. Saben que la situación no es la mejor, pero tenemos un negocio que mantener. Nada de caras largas.
—Estamos aburridas —dijo la pareja al unísono.
«Tsubasa-san, antes te respetaba, pero pasar tanto tiempo con onee-chan te está afectando», pensó la menor.
Mientras estaba colocando los productos de repostería, el celular de Yukiho sonó. Al ver la pantalla, sonrió como una boba.
—¿Es Alisa-chan? —preguntó Honoka.
—Eh... —Desvió la mirada, haciéndose la tonta.
—No entiendo por qué todavía no viven juntas. Salen desde la preparatoria y ya han pasado años desde que egresaron.
—No voy a profundizar en los detalles de mi relación con ella. Solo te diré que estamos más unidas que nunca —comentó antes de contestar el teléfono—. ¿Aló, amor? Sí, ahora mismo estoy trabajando... —Se alejó para poder hablar en privado.
—Y nos dejó solas a cargo de todo... —murmuró Honoka.
—Tampoco es como si estuviéramos muy ocupadas —mencionó Tsubasa—. Quizás deberíamos...
—¡Tsu-chan!
Aquel agudo grito había sido de Anju, amiga de la ojiverde, que acababa de entrar al local.
—¿Cómo has estado, Tsubasa? —la saludó Erena, también amiga de la mencionada y novia de Anju.
—Quisiera decir que bien, pero este no es mi ambiente. Lo único que espero es que la pandemia pase para volver a actuar con ustedes.
—Pero apuesto a que has aprovechado para hacer otras cosas. ¿O no, Honoka-san? —Una pícara pelicobriza miró a la pareja de su compañera de banda.
—... Eh..., no —confesó—, aunque sí me gustaría.
—Supongo que no vinieron aquí para hablar sobre mi intimidad, ¿cierto? —preguntó Tsubasa.
—Claro que no. Hoy somos clientes —reveló Erena.
—¿En serio? ¡Por fin algo que hacer! —exclamó Honoka, con una alegría más exagerada de lo usual.
—Amor, no es para ponerse así. Además, esto será breve.
—Buu —se lamentó la pelijengibre. No obstante eso, adoptó la actitud de vendedora para la ocasión—. Bueno, chicas, ¿qué es lo que van a querer?
Los ojos de Anju brillaban mientras sacaba su billetera, causando en Erena una sonrisa nerviosa.
—¡Voy a querer uno de estos, uno de estos, dos de estos y también...!
Aunque ni Honoka ni Tsubasa sabían si la pelicobriza sería capaz de comerse tantos dulces, tenían algo bueno que sacar de la situación:
—Por lo menos nos dejará buen dinero.
—Sí.
(...)
NozoEli
En el balcón de su departamento, Nozomi veía las estrellas con un telescopio casero. Anotaba algunos apuntes en una diminuta libreta junto a ella. Lamentablemente, las luces de Tokio no le permitían ver con tanta claridad todo lo que deseaba.
Si no fuera por la pandemia, seguiría trabajando en el observatorio.
—¿Otra vez observando el cielo, Nozomi? —le preguntó Eli, su novia desde la época escolar.
—Sí, Elicchi. Sabes que es de las pocas cosas que puedo hacer con la situación actual.
La rubia se sentó al lado de la pelimorada y apoyó su cabeza en el hombro de esta. Como ninguna de ellas estaba contagiada, podían permitirse aquello.
—A mí también me gustaría tener un pasatiempo así. Últimamente me la paso viendo los anuarios y las fotos que nos sacamos con el resto de las chicas.
—Es difícil no poder verlas, ¿verdad? Internet ayuda, pero no es lo mismo.
—Tienes razón.
Eli suspiró con resignación.
—¿Tus cartas te han dicho cuándo terminará todo esto?
—Es... confuso, Elicchi —respondió Nozomi, acercando su baraja de tarot para hacer una nueva tirada y presionando el interruptor de la luz—. Según esta carta, todavía quedan algunos meses, pero no está claro cuántos. Posiblemente las cosas nunca más serán normales, al menos de la forma en que lo eran antes de la pandemia —mencionó—. También hay que tomar en cuenta que muchos creen que esto no es real, que es un invento, aun con todos los muertos que ha habido, muchos de ellos del grupo de los incrédulos... Siendo honesta contigo, Elicchi, el panorama es incierto.
El semblante de Nozomi era algo sombrío, y a pesar de que le encantaba bromear, en ese instante debía ser seria.
—O sea que tendremos que seguir ahorrando lo más que podamos y mantener nuestro régimen actual.
—Básicamente.
—... No sé cuánto aguantaremos así. Necesitamos generar ingresos rápido.
—¿Y si leo el tarot por internet? Tal vez no ganemos mucho, pero servirá mientras tanto.
—Algo es algo.
Volviendo a mirar el cielo, Nozomi divisó una estrella en verdad brillante y apeló a su lado espiritual.
«Por favor, que esto termine pronto».
(...)
Entre tanto, el mundo sigue girando.
Esto originalmente iba a ser un KotoUmi de comedia, pero al final me di cuenta de que todas las musas tenían algo que aportar desde diferentes ángulos. A pesar de que sabemos que la enfermedad es grave, no quise convertir el fic en un drama o en algo demasiado oscuro, por lo que, aun teniendo partes más serias, mantuvo ribetes cómicos. Ya con lo que sale en las noticias es suficiente.
Obviamente, no sabemos cuándo terminará esto, por lo que mantengan las medidas de seguridad pertinentes; y, por supuesto, no sean como los directivos de la CONMEBOL, que insisten en jugar una Copa América que nadie pidió en el país con más casos de América Latina (ojo, yo soy fan del fútbol, pero me opongo a que se haga el dichoso torneo).
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