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Capítulo 20


Era de imaginarse que esa mujer tenía un vínculo sentimental con Leonardo, desde que la vi montar en su auto lo intuí, pero jamás pensé que él estaría casado, nunca mencionó nada y jamás le vi llevar una alianza, sin embargo, todo tomaba sentido, en especial, sus exigencias; también comprendí porque no llamaba después del trabajo, en fin, entiendí muchas cosas.

Me llené de furia y desespero por lo que acababa de descubrir, lo único que tenía claro era que yo tenía que hablar con esa mujer. Salí rápidamente de la piscina y corrí por el pasillo por donde había salido ella. Mis amigas gritaban mi nombre, pero no me importaba yo tenía que hablar con la mujer de Leonardo y debía ser ahora mismo, la vi a punto de salir del spa y me apresuré para alcanzarla, cuando logré llegar hasta ella la tomé del brazo sin pensar y la volteé de golpe hacia mí, pero alguien me la arrebató.

—¿Qué pasa aquí? —dijo en voz alta.

Conocía esa voz, mi corazón se aceleró y subí la mirada para encontrarme con esos hermosos ojos azules que tanto amaba. Allí estaba Leo junto a su esposa mirándome desconcertado, era como si no pudiera creer que ella y yo estuviéramos en el mismo planeta, no supe que decir, me quedé muda y sentí a mis amigas tomarme del brazo.

—Vamos, Fabi, ¡por favor! —Michelle me miró como lo hacía mi madre cuando era una niña y no podía reprenderme delante de las personas.

Carla se disculpó con ellos y dijo que yo había confundido a la señora con alguien más, ella sonrió amablemente ajena a toda la situación, caminó y subió al auto. Giré parar mirar hacia donde estaban ellos y mis ojos se encontraron con los del hombre que amaba, sin más, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas al verlo salir con su esposa.

Yo quedé como una completa idiota en la puerta del spa, sin decir, ni hacer nada, solo pude llorar sin parar. Una chica salió pidiendo una explicación a la escena antes ocurrida, Michelle se disculpó y fuimos a cambiarnos para salir de allí.

De camino a casa mis labios estuvieron sellados, no salió de mi boca ni una palabra, me sentía miserable, atrapada en mi propio juego, un juego que yo inicié, acepté las reglas y lo perdí. El corazón me palpitaba como si fuera a desprenderse de mis adentros, no entendía porque nunca me lo había dicho, si me pidió dejar a Joel, era de imaginarse que él estaría solo ¡Qué tonta fui!

—Fabi, ya llegamos —mencionó Michelle y bajamos del auto en silencio.

Una vez dentro dejé a mis amigas en la cocina y subí corriendo a mi habitación, cerré la puerta y me fui desvaneciendo; junte mis rodillas, pose mis manos y mi cara sobre ellas sin saber qué hacer. No era justo que me estuviese pasando todo esto, tenía un choque emocional muy fuerte. Volví a llenarme de rabia, busqué un portarretratos con una foto nuestra y la aventé con fuerza a la pared, al igual que un reloj muy fino y muchas cosas más que encontré a mi paso, mientras escuchaba a mi padre decir:

«Lo arruinaste todo»

«Lo arruinaste todo»

«Eres tan estúpida como tu madre»

Las chicas abrieron la puerta a riesgo de que algo las lastimase porque yo no paraba de aventar cosas, sentí que sus manos me rodeaban con fuerza para que me calmara, pero no quería, mi rabia y mi dolor eran muy intensos, mi padre me atormentaba y todo me daba vueltas.

Sentí un golpe en la cara y me tambaleé golpeándome fuerte con la pared.

El golpe que aterrizó en mi rostro, fue el de una bofetada que me dio Michelle, me quedé mirándolas un momento y me fui hacia ellas para abrazarlas e irme en llanto nuevamente.

—¡Cálmate, amiga! Todo estará bien —comentó Carla con cariño besándome en la cabeza—. Estamos contigo.

—Discúlpame por pegarte, Fabi. —Sujetó mi cara para que la mirase—, pero tenías que reaccionar.

Me senté sobre la cama y pedí a Carla que fuera por el pote de helado de chocolate y una carpeta que estaba en el mesón de la cocina. Al volver les contaría todo.

—Hoy fui con la ginecóloga y... —Michelle me interrumpió.

—¿Por qué no avisaste?, no tenías que ir sola. —Arqueó una ceja en desaprobación y yo continué.

—Comprobé que mi hijo es de Leo porque estoy de ocho semanas. —Abrí la carpeta que ya Carla había traído y les entregué el informe con la foto que me dio la doctora Robinsón.

—Debes hablar con ese hombre y decirle que esperas un hijo suyo.

Sabía que Michelle tenía razón, pero qué ganaba con eso, él estaba casado, tenía su vida y estaba claro que no la iba a dejar por mí.

—Su regla más importante fue que no me em...

—Al demonio sus reglas, Fabiola —gritó Carla furiosa—. La realidad es que estás esperando un hijo suyo, así quiera él o no, es suyo, debe hacerse responsable por ello.

—Sí, lo sé, pero no me siento capaz de llamarle. —Volví a llorar.

—Fabi, cálmate y perdóname por gritarte, pero me molesta verte así.

Me abrazó y me entregó el pote de helado con una cuchara.

Comí el helado en silencio y mis amigas tampoco decían nada, una vez terminé ya me sentía más calmada, busqué mi móvil y vi que ya estaba casi de noche.

—Chicas, ya me siento mejor, ustedes deben irse, porque ya es tarde —dije con total sinceridad, quería estar sola.

—Fabi, de verdad podemos quedarnos si quieres.

—No es necesario, les aseguro que estoy bien —mentí.

No estaba bien, mi mundo se caía a pedazos, yo estaba desecha, pero lo único que me apetecía era estar sola, ellas se acercaron a mí, me dieron un abrazo que agradecí muchísimo y al separarnos aseguraron volver en el próximo día sin falta. Ya estaban por marcharse cuando escuchamos un fuerte golpe que provenía de abajo. Rápido me incorporé y antes de que las tres pudiéramos salir, la puerta de mi habitación se abrió de golpe, dejándome helada tan solo de ver de quien se trataba, pues ahora sí era seguro que todo empeoraría, pero únicamente para mí.

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