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Capítulo 19


El gel frío cayó sobre mi vientre y me hizo estremecer, la doctora Robinsón me hizo una señal para que estuviera quieta y, luego algo me presionó expandiendo ese gel en toda mi zona abdominal, lo que creo en mí una sensación un poco incomoda, pero soportable. Me sentía un poco tensa, bueno, bastante tensa.

—Fabiola, aquí está tu bebé. —Me miró sonriente.

Volteé lentamente hacia la pantalla que tenía a mi derecha, pero solo vi rayas negras con blanco, no entendía para nada que era qué y la doctora debió intuirlo.

—Te explico, esto que ves aquí es tu bebé —dijo señalando algo en la pantalla—. Estás de ocho semanas.

La doctora me entregó un informe con los detalles escritos del feto y la foto del mismo, donde no se entendía nada, según yo. Salí de allí afligida, me costaba tanto asimilar que estaba embarazada, lo que si tenía muy claro ahora es que mi bebé era hijo de Leonardo y no de Joel y ya eso me quitaba un peso de encima. Me detuve a comprar algo de comida y otras cosas que necesitaba: como el pote de helado de chocolate más grande que encontré, eso lo necesitaba mucho, tenía un gran antojo de helado que me estaba matando.

Apenas llegué a casa, corrí hacia la cocina y guardé lo comprado, debía almorzar porque ya era medio día, pero en vez de eso, me quité los zapatos, subí al mesón, tomé una cuchara, la hundí en el pote de helado y me llevé ese delicioso manjar a mi boca, cerré los ojos para saborearlo y me olvidé de todo, mientras me comía aquella delicia.

Ring, ring, ring, ring.

¡Nooooo! Quién interrumpe tan bello momento de mi vida, bajé del mesón a buscar mi bolso para sacar de allí mi móvil y era Michelle.

—Amiga, ¿qué estás haciendo?

—Antes de que me interrumpiera tu llamada me deleitaba con un rico helado de chocolate. —Reí, aunque decía la verdad.

—Tonta, me guardas o te mato. —Se escuchó su risa—. Iremos a buscarte en un par de horas, tendremos día de spa y no puedes decir que no.

—Está bien, yo iré —respondí con desgana.

Comí un poco más de helado y subí a darme una ducha. Mientras el agua caliente caía sobre mi piel, pensaba en mi embarazo y en lo mucho que extrañaba a Leo, quería llamarlo, decirle que espero un bebé, quizás así vuelve conmigo, estaba decidida en que esta misma noche lo llamaría, qué más da, sea quien sea aquella mujer yo esperaba un hijo y él tenía derecho a saberlo. Un rato después de haber seguido comiendo mucho helado decidí tomar el almuerzo, fue buena mi elección de papas fritas con pollo a la broster, porque estaba divino, guardé un poco para la noche, puesto que había comprado suficiente y miré un poco de tv mientras llegaban las chicas a recogerme.

Al verlas pensé que me mencionarían algo de mi embarazo o de Leonardo, pero no fue así, cosa que agradecí muchísimo, pues no quería hablar del tema, ni mucho menos admitir que fui sola a hacerme el chequeo porque sé el regaño que me darán por no avisarles.

Llegamos al spa y nada más entrar ya era muy relajante, luces tenues, música instrumental y un aroma divino a canela. Una joven nos indicó que debíamos dejar bolsos y zapatos en un depósito que se encontraba allí mismo en recepción. Mis pies tocaron el frío suelo de madera y di un saltito por el contacto, aunque era una sensación maravillosa, nos ofrecieron té muy calentito para pasar a un cuarto de cambio donde nos colocamos un bañador y una bata de baño, caminamos por un pasillo largo con muchas puertas y de cada una de ellas se escuchaba levemente unas voces, ya que el sonido de la música instrumental inundaba todo aquel sitio.

Entramos a una gran habitación de masajes con aroma a chocolate y en cada camilla encontramos pétalos de rosas blancas; las tres estábamos maravilladas.

—¿De quién fue la idea de venir aquí? —susurré.

—Mía —contestó Michelle—, mi hermana viene con su novio a este sitio.

—Pues es lo máximo, ¡me encanta! —Le aventé un besito a mi amiga haciéndole ojitos de enamorada y, luego reímos un poco fuerte.

—¡Shu! que no se puede hacer tanto ruido. —Carla nos lanzó una mirada amenazadora.

Nos acomodamos en la zona de masaje quedando una al lado de la otra, las camillas eran muy cómodas, estábamos situadas boca abajo y nuestro rostro quedaba insertado en un agujero facial acolchonado para que no quedase incomodidad alguna. Tres chicas perfectamente uniformadas y peinadas entraron a la habitación para comenzar un divino masaje relajante de pies a cabeza, era la primera vez que me realizaba uno de estos y sí, era tan fantástico como había escuchado a otras personas decir que lo era y poco a poco fue dándome un poco de sueño.

No sé cuánto tiempo pasó, pero escuché que mencionaban mi nombre y me estiré un poco volteándome para estar más cómoda.

—Pensé que estabas muerta. —Se tapó la boca para evitar reírse muy fuerte, ya que Carla la estaba mirando.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunté somnolienta.

—Cuarenta y cinco minutos, amiga.

Carla se volteó, tomó una cajita que tenía a su lado izquierdo y nos hace señas a nosotras para que hagamos lo mismo.

Como pude me senté y ubiqué la cajita, las tres nos miramos y al mismo tiempo que las abrimos quedamos emocionadas, porque dentro había fresas bañadas en chocolate, así que como tres niñas pequeñas nos comimos las fresas con los ojos iluminados, estaban realmente divinas. Minutos después entraron las chicas que nos dieron el delicioso masaje relajante para informarnos que ya habíamos culminado nuestro tiempo en esa habitación, que podíamos pasar a la piscina caliente o al sauna y nos decidimos por la piscina.

—Esta es la mejor idea que se te ha ocurrido en mucho tiempo, era esto lo que necesitaba. —Incliné mi cabeza hacia atrás para mojar mi cabello con el agua caliente.

—Sí, lo sé. —Me dedicó una sonrisa—. Por eso decidimos venir aquí.

—Habíamos pensado en ir de comprar y a comer. —Carla inclinó su cuerpo hacia atrás para flotar—, pero esta era mejor idea.

De pronto escuchamos unas voces, una mujer despidiéndose y agradeciendo el servicio con familiaridad a la chica a quien le hablaba, vi como las chicas se quedaron mirando boca abierta, pero ¿Qué pasa?, me giré para mirar la escena y vi a la rubia que subió al auto de Leo. Ella vestía un poco más informal, pero sí, era ella. Observé a las chicas y ambas asintieron con la cabeza, miré una vez más a esa mujer y me di cuenta de que se veía un poco mayor que yo, era elegante aun con ropa deportiva y, realmente, muy hermosa, debía admitir.

—Te llamaré para mi próxima cita, Ana —dijo la rubia a la chica que la acompañaba.

—Está bien, yo estoy a su orden, señora Alcatraz, siempre es un placer atenderla.

¿Señora Alcatraz? ¿Dijo señora alcatraz? Me quedé estática y de pronto el agua de la piscina comenzó a sentirse fría, a menos para mí, esa mujer era la esposa de Leonardo. Sí, su esposa, solo había jugado conmigo todo este tiempo, cuando se suponía que quien jugaba era yo.

Gracias por leerme.

Las amo.😍

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