Capítulo 14
Entreabrí los ojos y me incliné hacia la mesa buscando mi teléfono y no lo encontré, moví a Michelle que estaba a mi lado para despertarla, pero fue en vano, no se despertó, así que me senté en la cama para bajar despacio los pies y cuando creí que tocaría el piso toqué un bulto frío, bajé rápido la mirada y era mi móvil que otra vez volvía a sonar.
—¿Quién habla? —dije en un bostezo.
—Es Carla ¿Michelle está contigo?, ¿qué pasó con ustedes?
Sonaba molesta.
—Sí, está conmigo, bebimos un poco anoche, ¿qué hora es?
—Las once de la mañana, Fabiola, perdieron el día de clases. Llevo toda la mañana llamándolas, son unas alcohólicas, mis amores, ¿lo sabías? salgan de su resaca y no vemos mañana.
Llamé a Michelle que casi le da un infarto por haber faltado a clases, ella era chica responsable y aplicada. Tomamos juntas el desayuno, ella se marchó a su casa y yo me fui a Textile Business. De camino a la oficina pensaba en como preguntar a Leonardo lo que me estaba perturbando mi mente y, apenas lo vi en su escritorio, me coloqué en frente y pregunté.
—Leonardo, ¿dónde estabas ayer? que te llamé y no contestaste, ni devolviste la llamada —dije molesta, de brazos cruzados y arqueando una ceja.
Leo se levantó lentamente de su silla y con una sonrisa caminó para llegar hasta mí.
—Cariño, te noto un poco alterada y es mejor que te calmes. —Me besó el cuello y me dio una palmada en el trasero.
¡Qué me calme!, estaba desesperada, me sentía muy frustrada.
—Leo, solo quiero que me expliques qué es lo que pasa.
—¿Qué quieres que te explique, Fabiola? No te comprendo, pregunta lo que quieras, yo te responderé.
—¿Por qué solo te quedas conmigo los fines de semana?, ¿por qué nunca atiendes el teléfono?
—¡Estás de espía hoy! a ver, nena. Tengo la misma respuesta para ambas preguntas. Soy un hombre ocupado.
Esa respuesta no me convenció del todo, pero en vista de que no deseaba ser tachada de loca, celosa y acosadora, lo mejor era dejarlo tranquilo.
—Bueno, yo espero que seas un hombre menos ocupado pronto y me dediques más tiempo. —Me acerqué a él y lo besé.
¡Qué beso tan divino! ¡Qué labios tan suaves! Besarlo me hace estremecer, me vuelve loca.
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En la soledad de mi habitación, el sábado por la mañana, decidí que era un perfecto día para nadar y relajarme. Abrí las puertas de mi closet y, luego la pequeña gaveta donde estaban los bañadores, pero en lugar de fijarme en cuál vestido de baño utilizar, mis ojos fueron directo a la cajita rosada de anticonceptivos. Fue al verla cuando recordé que no me había tomado la píldora, quién sabe desde cuándo. Abrí rápidamente la caja y vi en el blíster que la última píldora que me tomé fue el sábado pasado y estábamos en día sábado nuevamente ¡Dios, siete días!
Me senté sobre mi cama sentía que me faltaba la respiración. Siete días y antes de eso ya me había olvidado de tomar dos. Fabiola respira profundo, no pasa nada, no estás embarazada.
No podía quedarme con la incertidumbre y menos cargar con eso yo sola, por lo que llamé a Michelle.
—¿Cómo estás, amiga?, tengo una emergencia —dije al teléfono mientras caminaba desesperada por toda mi habitación.
—¿Qué paso ahora? ¿Estás bien?
No sabía que contestar, las palabras no salían de mi boca.
—¡Fabiola, contesta! —gritó.
—No me he tomado la píldora en una semana y, anteriormente, ya me había saltado dos. —Comencé a llorar.
—¡Cálmate! Voy para allá —dijo y colgó.
El temor se estaba apoderando lentamente de todo mi ser, una gota de sudor corrió de mi frente hasta mi mejilla, mis manos temblaban incontrolable, toda yo era un manojo de nervios andante.
Al cabo de una media hora ya Michelle estaba conmigo.
—Bien, Fabi. Busquemos en tu móvil el calendario menstrual.
Le entregué el teléfono sin decir nada, ya que estaba prácticamente muda, solo pensaba en las exigencias de Leonardo, exigencias donde, claramente, me expuso que no embarazarme era importante.
—Según esto, tu menstruación debe llegar en dos semanas, así que no te apures y, sobre todo, no digas nada, ¿entendido? Porque puede que no estés embarazada.
—Serán las dos semanas más largas de toda mi vida. Me voy a enloquecer, recuerda que también está Joel, como sabré de quién estoy embarazada —dije llorando, casi como para hacer un rio de lágrimas.
—Cálmate, Fabi, lo sabremos por el tiempo que tengas de embarazo, si llegas a estarlo; pero tampoco es seguro que has de estarlo, así que, por favor, ¡cálmate ya! —me regañó.
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Pasaron no una, ni dos, fueron tres semanas y mi menstruación no llegaba. No sabía qué iba a hacer, no podía creer que eso me estaba pasando y ya Leo comenzaba a sospechar que algo ocurría conmigo por lo distraída que estaba últimamente, lo mejor sería hacerme un examen para salir de dudas, y para eso, llamaría a Michelle.
Tin tin...
El sonido del timbre me hizo sobresaltar y el móvil se me resbaló de las manos cayendo fuertemente sobre el piso, ¡rayos! Espero que no le haya pasado nada, comprobé que estaba en perfecto estado y caminé hacia la puerta.
—Leo, ¿qué haces aquí y tus llaves?
Ahora sí, que me daba un infarto como mínimo.
—¿Tengo que avisar para venir a hablar contigo? —Frunció el ceño, me apartó y entró—. En cuanto a las llaves, las olvidé en la oficina.
—No, amor, para nada, solo me sorprendiste.
Me acerqué a él para besarlo, pero no me lo permitió.
—Necesito hablar contigo, voy por un trago, Fabiola. ¡Siéntate! —ordenó.
Desde que tengo memoria la frase: "necesito hablar contigo" da más miedo que una película de terror.
Pasaron un par de minutos y lo vi entrar, tan bello como siempre, con dos vasos de whisky en las manos ¿Estaré enamorada de él?, creo que sí, las sensaciones que provoca en mi cuerpo y en mi mente son maravillosas, sentir esos besos que me dejaban pidiendo más solía ser algo magnífico, es que mi cuerpo se descontrolaba al sentirlo cerca, nunca había sentido algo así, definitivamente, eso debía ser amor.
—Fabiola, debes saber que el tiempo compartido contigo fue estupendo, disfrute muchísimo, pero se acabó. No puedo seguir viéndote.
Me quedé paralizada, poco a poco fui poniéndome fría y un nudo enorme se instaló en mi garganta, no podía creer lo que estaba escuchando.
—Pero por... —No terminé y rompí a llorar.
¿Por qué me sentía tan mal?, ¿por qué me afectaba tanto? Sin duda lo amaba y no por su dinero, sino por él. La manera en la que me trataba, como me besaba y me tocaba, esos ojos azules intensos que tanto me encantaban y esa sonrisa que me provocaba un desorden de emociones.
Yo lloraba y él permanecía mirándome con desesperó, tocándose el cabello y caminando sin parar de un lado a otro, se deshizo de su corbata, caminó hacia el sofá sacando de su saco un cigarrillo, lo encendió y dio una calada. Ni siquiera sabía que fumaba.
—¡Fabiola mírame! —Se acercó, me tomó del rostro con delicadeza obligándome a mirarlo y secó mis lágrimas—. Es por eso que no podemos se...
No lo dejé terminar y me abracé a él.
—Leonardo, yo te amo, no sé cómo sucedió, pero me enamoré de ti, ¡no me dejes! —Mis ojos seguían desbordándose en llanto.
En ese momento sentía que iba a morir, sabia, sin lugar a dudas, que no podría vivir sin él.
«Debes morirte por tonta, no debías amarlo» Susurró en mi cabeza.
—«!Déjame ya!» —grité mentalmente a la voz que atormentaba y comencé a sentirme mareada y muy acalorada.
Me sentía como en una película de terror y poco a poco mi vista se fue nublando, empecé a sentirme débil, muy débil, mis piernas se doblaron y mis ojos se cerraron.
¿Qué les parece la historia hasta ahora?
Pd; las quiero. (*_*)
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