Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra | Kealsey y Omar


Suelto el aire con alivio cuando veo que salen del cementerio casi cuarenta minutos después de que llegamos. Desde aquí alcanzo a ver el rostro de Giselle y puedo decir que no se encuentra bien, por otro lado, Willburn está serio, pero sus ojos son tristes. No se tocan, él mantiene la distancia, sin embargo, su mirada no la abandona, creo que teme que salga corriendo, no es algo extraño, ya que parece que ella lo hará en cualquier momento.

Le abre la puerta y Giselle sube a la camioneta, se deja caer en los asientos traseros y clava la vista en la ventana, enfurruñada, el disgusto se percibe en el aire. Quiero decir algo, en tan poco tiempo se convirtió en una gran amiga para mí, estoy preocupada por ella porque sé que sufre en silencio.

Gi le ladra la dirección de su casa, el camino a su residencia es silencioso y tenso. La miro en un par de ocasiones por encima del hombro, está demasiado absorta en sus pensamientos que no se da cuenta. Luego miro a Row, traga saliva y me regresa la mirada un segundo antes de concentrarse en el camino una vez más, ese instante me basta para vislumbrar la montaña de emociones con las que está lidiando.

Se unió a nosotros hace unos años, todavía puedo recordar al chico enojado que peleó con Omar, los chicos se molestaron por la osadía, yo pude ver esa parte vulnerable que él intentaba esconder.

Él jamás ha pasado por algo como esto, supongo que está confundido y no entiende por qué le duele tanto. Una vez quiso a una niña, él era tan pequeño y fue durante tan poco tiempo que ni siquiera pudo experimentar lo que es crecer con alguien, estar ahí para alguien, compartir tu vida con esa persona. Fue un amor de niños, una ilusión, una idealización. Ella murió, él se castigó pensando que era lo correcto, como si le debiera algo, como si fuera necesario sacrificarse, y él anestesió sus sentimientos. Salía con chicas, vi a muchas entrando y saliendo de su habitación, tenía buena relación con la mayoría, pero jamás permitió que se acercaran.

La primera vez que escuché el nombre de la pelirroja fue de sus labios, se tomó el tiempo para averiguar quién era luego de que ella los descubriera asaltando ese auto. Nosotros no hacemos eso, nos importa una mierda si alguien se entera, ya nuestra reputación está manchada, ¿qué más da? No obstante, él hizo lo posible por atraerla. Tampoco es algo que haga, él sale con cualquiera, no se esfuerza en hacer que suceda. Se tomó demasiadas molestias, yo supe que era distinta antes de que él se percatara de ello.

Para mí existen dos tipos de amor: está el inocente y puro, que te hace reír al recordarlo, que es tierno y te provoca melancolía cuando se va; luego está ese amor que te saca el aire, eriza tu piel y te hace ver las estrellas, el que te destroza si lo pierdes, por el que lucharías con uñas y dientes. Él ya conoció los dos, solo que todavía le cuesta aceptar que ella es el segundo tipo.

Le asusta perderla también y volver a ese sitio oscuro del que salió, y lo entiendo, cuando mis padres murieron caí en un pozo del que me costó salir, me llené de miedos y arruiné muchas cosas que estaban a mi alrededor. El miedo es lo peor que puede pasarte si no sabes cómo lidiar con él.

Tardamos unos pocos minutos en llegar, ella se baja de la camioneta cuando todavía está en marcha y empieza a caminar hacia una casa.

Él va a seguirla, lo detengo apretando su codo.

—Déjame hablar con ella —pido.

No se ve muy feliz de quedarse quieto, pero termina cediendo.

Bajo y la sigo a toda velocidad para alcanzarla.

—Gi... —la llamo. Afortunadamente se detiene, dudosa da la vuelta, sus hombros caen tan pronto nota que solo soy yo y Row sigue en la camioneta—. Las dos sabemos que no estás bien y que si sigues por ese camino vas a acabar peor, no quieres eso, aunque pienses que lo haces.

—Es lo que quiero, Kealsey —suelta con la voz ahogada—. Los recuerdos están en mi cabeza ahora, gritan con fuerza para que me quede claro lo que sucedió, necesito que guarden silencio. Quiero que esto termine.

No me agrada provocar que recuerde lo que le hace daño, sus ojos se nublan, se llenan de lágrimas y su rostro se deforma en dolor.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Embriagarte todos los días? ¿Drogarte hasta que acabes muerta en la calle?

—No tienes idea de nada, Keals...

—No, estoy muy confundida porque sabes perfectamente cómo esconderte, y duele mucho, no por lo que dices para herir, lastima por la impotencia que se siente porque no nos permites ayudarte. —No responde, solo me observa—. Vamos a estar ahí, esperando y cuidándote la espalda porque eso hacen los amigos, eso hacemos cuando queremos a alguien.

No reacciona.

Quiero sacudirla para alejar ese nubarrón que obstaculiza su vista. No podemos obligarla a aceptar un cambio, pues de nada serviría. Tampoco podemos presionarla para que hable, claramente no está preparada para decirlo en voz alta.

Le doy una sonrisa triste que ella no corresponde, vuelve a darme la espalda y sigue caminando hacia la casa, esta vez abrazándose a sí misma, luciendo pequeña y vulnerable.

Willburn no dice nada cuando subo, maneja en silencio, sin embargo, puedo sentir la tensión emanando de él, se está conteniendo. Se detiene frente al portón de nuestra casa, pero no apaga el motor.

—Voy a hacer algunas cosas, tengo que localizar a su padre.

—Row... —susurro. Retuerzo las manos y trueno mis dedos uno a uno, es una manía que tengo—. Gi y yo platicamos el otro día, sé que no debería decírtelo, pero realmente me preocupa, por lo que me dijo hace unos minutos, creo que sí pudo haber sucedido algo grave.

—¿Qué carajos sabes?

—Ella me contó un poco sobre las pesadillas, me lo dijo después de lo que sucedió aquella noche. Me habló sobre una condición, como que hay cosas que sucedieron en el pasado que su mente ha bloqueado. Hace unos minutos mencionó que los recuerdos están en su cabeza, tal vez esté así por eso.

Los párpados de Row se cierran con pesar, asiente.

—Gracias por decírmelo.

Se marcha tan pronto entro. La casa está en silencio, muy extraño por la hora que es, los chicos deberían de estar en el comedor averiguando qué van a comer, la sala y la cocina también están desiertas.

Tengo hambre y me estoy muriendo de sueño por no haber dormido. Voy hacia mi habitación. Iré a ponerme ropa más cómoda y luego me prepararé algo, tal vez un emparedado, ya que estoy agotada, entre más rápido termine y me vaya a la cama mejor.

Mi corazón da un brinco violento y la sangre dentro de mí se calienta cuando encuentro a alguien sentado en el borde de mi cama. Omar está ahí, la seriedad de su rostro no se va, a pesar de que sus ojos oscuros desbordan palabras no dichas. Eso me gustaba de él, siempre lucía imperturbable, solo yo podía presenciar lo que le escondía al resto.

Estar con él era magia y fuegos artificiales, era mi mejor amigo, mi cómplice, la persona en la que más confiaba. Crecimos juntos, aprendimos a andar en bici, obtuvimos los primeros raspones, trepábamos los árboles del parque, sabía qué estaba pensando antes de que lo dijera, él siempre supo lo mucho que odiaba que mi padre me enseñara a usar armas, nos consolábamos porque nos entendíamos, teníamos sueños. Con el tiempo la amistad evolucionó y era perfecto hasta que nuestros padres murieron y fue difícil para nuestros corazones seguir amando, ya no éramos los mismos, en ese momento queríamos lo opuesto, él estaba devastado y se encerró en sí mismo, y yo le exigía cosas que no podía darme, en lugar de entenderlo. Le pedí que siguiéramos con la hermandad, a pesar de que él no quería, le pedí que me consolara, aunque yo no sabía cómo consolarlo a él.

No esperaba encontrarlo en mi cama y tan temprano, por lo regular tengo que mentalizarme para enfrentarlo todos los días, esta vez me ha sorprendido.

—Creí que no había nadie en casa, está muy silenciosa —digo. Él no responde. Me apresuro a hablar para que no se percate de mi nerviosismo, de que sigue afectándome—. Seguimos a la pelirroja, fue a un cementerio y estuvimos ahí prácticamente toda la mañana, después la llevamos a su casa y tuve una charla con ella.

—Ya veo...

Frunzo el ceño.

—¿Está todo bien?

—Todo está bien.

Traspaso el umbral y me dirijo hacia el armario para buscar ropa y para evitarlo que es lo que hago últimamente.

—¿Sabes? He pensado en lo que dijo Row.

Mierda.

Me muerdo la lengua. No he dejado de darle vueltas a ese asunto, jamás pensé que Willburn soltaría algo así porque sabe que es un tema delicado entre los dos, uno del que nunca hablamos. Es verdad que Omar hizo cosas que me lastimaron cuando terminamos nuestra relación, también es cierto que yo hice otras para vengarme. Fue caótico, daría cualquier cosa por regresar el tiempo.

Yo estaba demasiado perdida en mi propio dolor como para entender que él estaba pasando lo mismo. Fui egoísta, ahora lo sé, ahora que recuerdo las veces que él intentó abrazarme y yo lo rechacé haciéndome la fuerte, ahora que recuerdo las veces que él se acercó para hablar y yo lo ignoré, ahora que recuerdo las veces que lo encontré llorando y le dije que dejara de perder el tiempo, que teníamos que seguir con la misión de nuestros padres. Lo nuestro se rompió y él se desahogó lejos de mí, me lastimó. Entonces yo volví a lastimarlo.

Una de las razones por las que no puedo estar con él es porque la culpa me deja sin aire.

Le doy la espalda, pues no quiero que vea mi rostro, con solo darme un vistazo se daría cuenta de que soy un caos en mi interior, uno que no hace más que crecer. Me repito una y otra vez las razones por las que debemos estar separados, por las que no debo ceder, pero es muy difícil. Suelo decir que no tengo debilidades, la verdad es que él es una, nuestro pasado, lo que tuvimos. Es un hombre alto, con los músculos adecuados bien trabajados, sus ojos son un paraíso y su piel oscura como la leche con chocolate me vuelve loca. Se convierte en un arma letal por ese olor que me deja la mente en blanco, por la tenacidad en sus pensamientos y sus comentarios inteligentes.

—¿Qué dijo Row? —pregunto, haciéndome la tonta.

Me arrepiento en cuanto se le escapa una risa entre dientes. Me conoce, quizá mejor que yo misma.

Tarda un minuto en responder, yo alargo el tiempo lo más que puedo.

—Ya sabes, que he hecho cosas peores...

—Yo también hice cosas.

Chasquea la lengua.

—Siempre que hablo de esto te pido disculpas y te repito mis sentimientos, pero creo que pocas veces hemos hablado de lo que tú sientes, Keals.

—No quiero hablar de eso.

La ansiedad aumenta al escuchar que se pone de pie, el colchón rechina y el sonido de sus pasos al acercarse retumba dentro de mi cráneo. No se acerca más de la cuenta, sin embargo, sé que está detrás de mí. Me quedo quieta, esperando su próximo movimiento, casi como si este fuera un ritual de caza en el que yo busco la manera más sencilla para salir corriendo.

—Ya lo sé, solo que...

—No —interrumpo—. Pasó hace mucho, es mejor dejar los recuerdos en su lugar.

Me ignora.

—Row dijo algo y tiene razón.

—¿Ah, sí?

—Sí, te he dicho muchas cosas, te he hablado de lo que siento y te he pedido perdón, pero no he actuado. He dejado que los años pasen, esperándote en lugar de buscarte.

—¿Qué carajos significa eso?

Con frenetismo busco en los cajones, no estoy concentrada, estoy pendiente de Omar, así que varias veces se me caen los pantaloncillos, me tropiezo con un zapato y choco con las puertas del clóset al intentar alcanzar unos pantalones del estante de arriba.

El alma se me cae cuando cierra la distancia. Él nunca es frontal, solo me manda indirectas o me susurra que me quiere antes de irnos a la cama. Él se detiene detrás de mí, muy cerca de mi espalda, puedo sentir el calor de su cuerpo. Vuelvo a sentir esas terribles ganas de recargarme en su pecho y mandar todo al diablo. Suelta una risita sexy, los vellos de mi nuca y brazos se erizan.

—Creo que eres un peligro, déjame ayudarte. —Su lengua acaricia las palabras de una manera que se me antoja provocativa.

Ese tono de voz me pone de los nervios porque lo conozco bien, repercute en todo mi cuerpo.

Se pega más de lo necesario a mi espalda, siento su pecho duro y lucho para no recostar la cabeza en su hombro y pedirle que me devore el cuello. Toda la preocupación que sentí por las horas en vela se pone en pausa, así me pasa cada vez que está cerca de mí, solo existimos los dos.

Sin hacer esfuerzos, alcanza lo que estaba buscando y me lo ofrece.

—¿Quieres que te ayude a cambiarte la ropa? —pregunta con el timbre enronquecido, cargado de deseo—. Será un placer hacerlo por ti.

Trago saliva, pero la sequedad en mi boca no desaparece.

—¿Qué estás haciendo?

—Voy a actuar, Keals —susurra.

Su aliento manda una descarga eléctrica que me recorre entera. Bien, esto tiene que acabar ahora. Suelto las prendas, no me importa si caen al suelo, me alejo de Omar dando un paso.

—¿Tienes hambre? ¿Por qué no pedimos algo de cenar?

No espero su respuesta, pongo distancia entre los dos con la intención de salir de la zona de riesgo, tal vez fue mi imaginación y él realmente pensó que necesitaba ayuda para cambiarme.

Ajá.

—Buena idea —dice detrás de mí, me está pisando los talones.

No necesito preguntarle qué tipo de pizza quiere, la ordeno y me quedo parada en la mitad de la sala, observando que sus ojos están fijos en mí, con una determinación que no había visto desde hace mucho.

¿Por qué hace esto justo ahora?

No sé si estoy preparada.

Respiro profundo y me digo a mí misma que estoy siendo ridícula, solo es Omar. Ese es el problema, sabe cómo hacerme temblar.

Le da golpecitos al asiento junto a él, el sofá es muy grande, pero me parece minúsculo en este momento. Me excuso diciendo que me cambiaré y desaparezco antes de que pueda decirme otra barbaridad que me ponga de los nervios. Sé aparentar y controlar mis emociones para que nadie se percate de ellas, sin embargo, él las conoce todas.

Me pongo leggins y una camisola. No salgo hasta que es inevitable porque la comida ha llegado y me llama desde la sala.

Él golpea el asiento a su lado una vez más. Sintiéndome torpe, me siento ahí guardando espacio para poder respirar algo que no huela a él. Planeo llenarme la boca con pizza para no tener que hablar, eso es justo lo que hago, no dejo de comer, mientras él me observa con semblante divertido.

—Esto me recuerda a aquella vez en la que tu padre quería hablar de tu historial académico para que te prepararas para entrar a la universidad y tú te atiborraste de boneless y papas fritas para no explicarle que no querías entrar —dice a lo que pongo mala cara—. ¿Recuerdas lo que dijo?

Niego.

—Dijo que te convertirías en pelota por comer tanto y que la realidad que intentabas evadir terminaría jugando basquetbol contigo.

Mi padre y sus enseñanzas extrañas.

Las extraño mucho.

Los extraño.

Omar trae al presente otro recuerdo, el último cumpleaños que pasamos todos juntos, mi padre me compró un pastel y puso cien velitas en él porque decía que tenía que poner el número de años que quería vivir, odiaba que pusiera mi edad, ya que para él era enfrascarse, le gustaba celebrar los años que nos esperaban.

Me relajo, estallo en carcajadas en más de una ocasión, me duele el estómago de tanto reír. Él está igual que yo, el brillo que aparece en sus ojos me hace olvidar, es la mejor medicina para aliviar el dolor.

—Fue muy gracioso cuando fuimos a esa montaña rusa, se quedó parada y parecía que explotarías —digo.

Omar hace una mueca.

—Para mí no fue gracioso.

Una vez fuimos a la feria y el juego se detuvo como parte de la rutina, él empezó a sudar, se puso pálido, pensé que vomitaría.

—Claro que no, estabas muerto de miedo.

—No, estaba muy nervioso.

—¿Por qué?

Me sorprende deslizándose en el sillón hasta que quedamos adheridos. Me atraganto. Es muy rápido como para que pueda reaccionar, y después es muy tarde, me convierto en agua en cuanto su nariz roza mi oído y su respiración caliente provoca cosquilleos que me hacen retorcer.

—Porque junto a mí había una adorable chica que usaba un vestido de color azul, estaba fascinado.

Tiemblo.

Siente mi debilidad y aprovecha que mis barreras están abajo, coloca una mano encima de mi vientre y acaricia hasta llegar al otro lado. Aferra mi cadera y me da un jaloncito.

—También recuerdo nuestro primer beso, fue delicioso y suave y me volvió loco. Estábamos en este mismo lugar, viendo televisión, tus padres se fueron a dormir y dejaron que estuviera aquí otro rato. Durante meses me aguanté las ganas de besarte. Y tú temblaste, justo como ahora, cuando me acerqué a tu oído y te dije que no podía más.

—Omar...

—Fuimos al cuarto sin que tus padres supieran, nos metimos a la cama y te besé durante horas. Mierda, sabías increíble.

Respiro hondo.

No sé cómo lo logra, me descubro inclinándome hacia él luego de que me seduce con los besos cortos y húmedos que deposita en mi mandíbula.

—Cuando llegamos de la montaña rusa dejé el miedo y te pedí que fueras mi novia. Y esa noche en tu cama, subí el vestido y saboreé tu cuerpo, me hiciste tuyo. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, te hice el amor, Kealsey, esa y todas las veces que lo hicimos después.

—No juegues conmigo. —Mi voz tiembla.

—No lo hago, me hacías feliz, era muy feliz y te extraño tanto. Eres todo lo que necesito, todo lo que quiero, todo lo que amo. Vámonos lejos si quieres, no me importa la hermandad, no me importa la mierda de nuestros padres, si sigo aquí es por ti, haré lo que sea con tal de estar contigo.

Sostiene mi barbilla, sus dedos largos imparten caricias y las puntas rozan el lóbulo de mi oreja. Besa la comisura de mi boca, puedo sentir su aliento, sus labios acariciando los míos con suavidad, casi como si temiera besarme.

—No creo que debamos hacer esto —susurro.

—¿Por qué no?

—Hay muchas complicaciones cuando estamos juntos.

—Qué aburrido sería si no hubiera complicaciones.

—¿Qué tal que no funciona y nos lastimamos? Ya lo hicimos una vez y no terminó bien.

Omar besa mi labio inferior sin soltar mi rostro, mis párpados se cierran al sentirlo por todas partes. Su aroma me inunda, su respiración pesada iguala la mía y su cercanía me derrite.

—Éramos muy inmaduros y no estábamos preparados para una conexión tan profunda como la que teníamos, como la que tenemos. Hemos crecido, han cambiado cosas, excepto mis sentimientos por ti.

Muevo la cabeza hacia un lado para salir de su hechizo, no me suelta, él también se mueve para reestablecer el contacto.

—Mírame, Keals —pide—. Mírame, cielo.

No muy convencida, lo hago, nuestras narices chocan. Su mirada se suaviza cuando nuestros ojos se encuentran. Me veo reflejada en dos pozos que se me antojan dulces. Los he visto un montón de veces, siempre me han parecido fascinantes.

—Tengo miedo —digo en voz baja, sintiéndome vulnerable, a pesar de que él jamás me lastimaría a propósito.

—Lo sé, déjame demostrarte por qué debemos de estar juntos.

Se acerca otro poco, dándome tiempo para romper lo que sea que está pasando entre los dos, sin embargo, no lo hago. Sus comisuras tiemblan antes de darme un beso corto y tierno.

—Déjame amarte, Keals.


* * *

Keals dice 'hola'

En el que sigue Row busca al papá de Giselle :'0 ¿Qué creen que va a pasar?

Lxs quiero <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro