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Capítulo 49 (pt2)


Duele.

Duele mucho.

Mi cuerpo es como una bomba que punza, no puedo soportar el dolor, siento que explotaré en cientos de fragmentos.

Ya viví algo parecido hace un año cuando todo era oscuridad en mi vida, solo que esa vez nadie estaba a mi lado, nadie murmuraba palabras de amor en mi oído para darme ánimos, nadie apretaba mi mano.

Ese acto tan simple me hace sentir amada y protegida.

—Tranquila, cariño, estás a salvo.

Su voz es un eco lejano, es dulce y calma mi desesperanza.

Él está bien.

Él está conmigo.

Intento verlo para confirmar que no estoy imaginándolo, pues una parte de mí teme que todo sea un sueño, me aterra despertar y seguir siendo la persona que fui alguna vez.

Uno de mis párpados no se mueve, no me responde, y el otro es demasiado pesado. Todo lo que logro ver es un nubarrón de luz, sombras difusas, siluetas.

Abro la boca para hablar, sin embargo, no encuentro mi voz, mi lengua pesa y mi garganta arde.

—Descansa un poco —dice su voz—. Estoy aquí. Estaré aquí siempre.

Estoy tan cansada.

Quiero dormir.



Voces en algún lugar dicen mi nombre.

No duele. Ya no.

Pero siento que floto.

Estoy tan medicada que no sé si estoy soñando o si de verdad puedo escucharlos.

—Ella está herida, Rowdy —dice papá—. No puedes tomar en serio sus comentarios porque quieren herirte, no permitas que lo consiga. Lo único que pude ver en la sala de espera fue su rabia hablando. Es doloroso para mí también porque la amo.

—No es la primera vez que me lo dice, fue a mi casa una vez y me dijo que no podría darle seguridad ni estabilidad. Y mira, mira lo que sucedió, no pude protegerla, a pesar de que era lo único que quería. Le prometí a Giselle que estaríamos bien y ahora está en una cama de hospital.

Su voz tiembla por el dolor, uno que también comienzo a sentir.

¿Qué está diciendo?

Yo le dije que quería ir con Henry, eso no fue su culpa.

—Te conozco y sé que eres un buen hombre.

—Tal vez Romina tiene razón, Robert, y todo esto es mi culpa. Ella no estaría aquí... así, si no me hubiera conocido. Pero la amo, te juro que la amo.

Pasos se acercan a la cama, una mano sostiene la mía, inmediatamente sé que es papá.

—Yo vi lo pequeños cambios en ella, sus sonrisas, hablaba más, había brillo en sus ojos. No entendía en ese momento, ahora sé que era por ti, porque te conoció. La protegiste cuando estaba sola porque notaste que necesitaba ayuda y le diste un empujón para que la buscara. Rowdy, mi hija es una guerrera y salió adelante por su fuerza, pero necesitaba tu presencia, tú fuiste un catalizador en su vida.

Hay silencio.

»Además, ella es terca, habría buscado a ese muchachocontigo o sin ti.



No puedo abandonar el sueño, a pesar de que lo intento porque escucho sus sollozos junto a mí, lamentos llenos de tristeza que me desgarran.

Me duele el corazón.

Él siempre se muestra tan fuerte, ahora se escucha vulnerable, temeroso. No suena como el Row que conozco.

Me gustaría estirar la mano y cepillar su cabello con los dedos, a ver si logro tranquilizarlo. Si tan solo respondiera mi cuerpo...

Recuerdo lo que me dijo una vez. Ese miedo que hizo que actuara como alguien que no es luego de nuestro viaje a Georgia. Le aterra perder a las personas que ama. Justo en este instante suena como alguien aterrado.

—No me dejes, por favor —ruega—. Por favor, cariño, te necesito.

Imparte suaves caricias en mi brazo.

Las gotas de sus lágrimas caen en mi piel.

—Lo siento tanto, debí quedarme a tu lado, perdón por tardar tanto.

Oh, Row.

Me gustaría poder decirle que él no tiene la culpa, que yo salí para ayudar a Henry y seguramente ese tipo me vio entrar al callejón.

—Estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Sus sollozos se vuelven más intensos, siento que sus labios dejan un beso en mi frente antes de perderme en sueños de nuevo.



Mi vestido blanco se mueve por la brisa, al igual que mis cabellos, se convierten en una marea imparable de fuego.

Estoy frente al mar, caminando en la arena, sintiendo cómo se vuelve suave con cada paso. Este lugar me trae buenos recuerdos, momentos felices con Robert y Romina.

El sonido de las olas me relaja, me siento feliz, extrañamente tranquila, como si nada pudiera interrumpir mi paz.

Me detengo y miro el horizonte, el agua y la espuma tocan mis dedos. Mis pies se empapan, así como el borde de mi vestido.

Decido sentarme para admirar este bello paisaje, algo lo hace hipnótico.

Pienso en Row inmediatamente, en que me gustaría que viera este lugar. Lo imagino caminando conmigo, jugando en el agua porque empapé su camisa. Eso me hace sonreír, pues su sonrisa en mis sueños no se compara a la real.

—Giselle.

Alguien llama a mi lado.

No conozco esa melodiosa voz.

Cuando giro la cabeza encuentro a una niña pequeña sentada junto a mí. La reconozco al instante porque ha sido parte de mi vida desde siempre, a pesar de que es la primera vez que está frente a mí.

No puedo creer que está aquí.

¿Cómo es posible?

Su cabello castaño brilla, una trenza cuelga en su hombro, las ligas de colores mantienen las hebras atrapadas. Sus ojos grises me regresan la mirada, se ven felices, tranquilos y llenos de luz.

Es más bonita que en las fotografías y, cuando sonríe, tengo que sonreírle de vuelta.

—Lilibeth —murmuro—. ¿Qué haces aquí?

¿Estoy muerta?

¿Es eso?

¿Este es el final?

¿Por eso me siento tan tranquila?

Pero no... No quiero eso, quiero volver y saber si Henry está bien, abrazar a papá y repetirle cuánto lo amo, conocer a los amigos de mis padres, aprender a tocar el piano porque creo que eso le habría gustado a mi papá biológico, proteger a todos los niños que pueda y... besar a Row hasta que se me acabe el aliento, tener el futuro del que hablamos.

Alguna vez quise morir, hacía cosas que me acercaban a la muerte. Ahora no...

No me atrevo a preguntarle porque la respuesta me asusta.

Ella mueve los dedos de sus pies para jugar con la arena, la cual cubre sus pequeños tobillos.

—Quería saludarte —responde—. Y conocerte.

Me quedo sin aire contemplándola porque es tan linda, una luz tímida e infantil llega a sus pupilas.

—No entiendo.

No sé qué está sucediendo.

—No te asustes —dice—. Sigues en el hospital, Robert está contigo en este momento.

Asiento, tranquilizándome un poco, pero me quedo callada porque no sé qué debo decir. Esto me parece tan real que asusta.

»Quería decirte algo...

Se ve nerviosa al esperar mi respuesta.

—De acuerdo.

Ella gira la cabeza para mirar hacia el horizonte, por primera vez noto algo más que la alegría con la que llegó, hay melancolía.

—Te pido perdón por mamá porque no sé si ella lo haga algún día, sabe que se ha equivocado, pero está muy triste, piensa que me olvidará y eso le da mucho miedo. A veces me gustaría estar allá, con ustedes, para acariciar el cabello de mamá y decirle que todo estará bien, para abrazar a Tess muy fuerte una última vez, para darle las gracias a Robert y para jugar contigo. Pero estoy bien aquí, ya no duele.

Mi corazón se vuelve suave al mirarla y al escucharla. Entiendo muchas cosas, pero lo más importante es que en este momento comprendo que si la hubiera conocido la habría querido con fuerzas, la habría protegido tal y como hizo Tess, habría hecho cualquier cosa.

Me recuerda tanto a mí, a esa niña pequeña y triste que... Dios, ¿cómo alguna vez pude pensar que la odiaba?

»Sé que mi recuerdo te causó mucho dolor, me gustaría que las cosas fueran distintas y que pensar en mí no te duela porque tú eres genial y tu sonrisa es muy bonita. Lamento lo que pasó y cómo me conociste porque creo que habríamos sido grandes amigas, le habríamos pedido a Tess que trenzara nuestros cabellos y que nos contara cuentos para dormir, habríamos saltado en el colchón muy alto para contar las estrellas. ¿Tú crees que podamos ser amigas ahora aunque no podamos vernos? Eso me gustaría.

Sus comisuras suben, al igual que las mías.

Una sensación cálida llega a mi pecho.

—Sí, Lili, claro que somos amigas.

Ella ríe, encantada, y actuando como cualquier niña, se lanza a mis brazos para abrazarme.

Cierro los ojos y me arrepiento de haberle guardado un poco de rencor porque esta pequeña no tuvo la culpa de nada. Lágrimas caen y sonrío porque siento que la última pared en mi interior termina de caer.

—Ah, y sé cosas, secretos que solo puedes conocer si estás en este lugar —dice cuando se echa hacia atrás. Su sonrisa se vuelve más grande, muestra todos los dientes, luce como una niña traviesa—. En algún lugar estoy viva y tú estás ahí, somos hermanas y nos queremos. Rowdy... en todos los mundos que existen, en todos los posibles finales, él siempre se enamora de ti, eres la princesa de su cuento y él es el príncipe que sí tuvo su final feliz. 

Mi asombro le arrebata otra risita infantil. Se pone de pie dando un salto y sacude su vestido idéntico al mío.

»¿Puedes darle un abrazo a Tess por mí? Todavía la extraño.

Ella se va, camina y se aleja tan pronto le respondo que lo haré.



Entonces, abro los ojos.

Alcanzo a distinguir la figura que está a mi lado. Row tiene mi mano entre las suyas, está recargado en la mesita con los párpados cerrados. Se ve agotado, seguramente no ha descansado bien.

Le doy un apretón porque también estoy cansada y mis músculos duelen.

Él se despierta de inmediato, creo que salta en la silla y me busca tan desesperado que mi corazón se comprime.

Sus hombros caen, el alivio se refleja en sus ojos y en los músculos tensos de su cuerpo.

—Aquí estás —susurra.

Un suspiro profundo lo abandona.

—Sí —digo.

Mi voz suena rasposa.

—Iré por la enfermera.

Viene una mujer bajita y amable. Tarda largos minutos en investigar cómo me encuentro, me hace preguntas y revisa mis signos vitales. La doctora también entra, me informa que tengo el brazo roto, las costillas magulladas y heridas que han suturado, como la de mi frente, mi nariz y mi labio. El cirujano plástico viene para explicarme los procedimientos que realizó y los cuidados. Prácticamente tengo toda la cara llena de hilos.

Row teclea en su celular con mucha rapidez sin dejar de prestarle atención a los médicos.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti? —pregunta la doctora después de comprobar que estoy bien.

—Quiero agua y tengo hambre.

—Está bien, puedes beber y comer, no hay problema, Giselle. Pediré que te traigan comida. Tus costillas mejorarán solas, intenta ser cuidadosa para que sanen pronto.

—Ya le van a traer comida, doctora, no se preocupe.

Ella asiente. Procede a informarme que no estaré mucho tiempo en el hospital, me quedaré hoy y saldré mañana por la noche.

Row sale rápidamente de la habitación, vuelve un minuto después con un vasito lleno de agua. Me ayuda a beber colocándolo en mis labios, a pesar de que le digo que puedo hacerlo.

—Como todo está bien, Giselle, te dejaré con tu enfermero personal —dice y sonríe con simpatía hacia Row, quien parece desesperado por alguna razón.

Hago una mueca cuando intento acomodarme en la camilla después de que la doctora y la enfermera se van. Mi cuerpo duele, puedo tolerarlo por la medicina. Todavía tengo sueño, pero puedo luchar para mantenerme despierta.

En un segundo Row está a mi lado, con suavidad y paciencia envuelve mi mano buena entre las suyas y deposita un beso en mis dedos maltratados.

—Ya viene Robert, traerá tu comida —dice en voz baja. Sus ojos deambulan por mi rostro, mi cuello como si estuviera comprobando que estoy bien—. ¿Cómo te sientes?

—Como si me hubiera golpeado un tráiler.

Intento reír, pero sale un sonido ahogado porque el movimiento retumba en mis costillas doloridas.

—No hagas eso, caperucita, te vas a lastimar.

Se escucha como un regaño, sin embargo, sus ojos son suaves y me tranquilizan. Lo suelto para alzar el brazo y tocar su mejilla con mi palma, él cubre mi mano con la suya y cierra los párpados. Cuando los abre salen unas cuantas lágrimas.

—No llores, cariño —susurro—. Me vas a romper el corazón y ya tengo muchos huesos rotos.

—Estaba aterrado, te vi en suelo llena de sangre, pensar que algo malo podría pasarte es la cosa más dolorosa... —Se le va el aire, puedo ver su mirada torturada.

Acaricio su pómulo con mi pulgar.

—Ya no pienses en eso, estoy bien, estoy contigo.

—Lo estás.

Mi papá toca la puerta dos veces y entra, trae una bolsa de estraza con el sello de la cafetería del hospital. Arrastra un carrito con bandeja hasta mí. Con completa seriedad, aplanando los labios, saca el caldo, un panecillo y jugo. Lo acomoda todo perfectamente en la charola. Mi estómago gruñe.

Le lanzo una mirada a Row porque papá nunca ha estado tan callado en mi presencia. Hace una mueca.

—Está molesto y preocupado —explica en voz baja para que solamente yo escuche.

Papá cruza los brazos sobre su pecho, ahora sí puedo ver la molestia en sus ojos, pero también el alivio.

Ninguno dice nada mientras ataco el plato lleno de sopa de verduras. Row me ayuda a beber jugo con un pajilla, acercándolo cada vez que le doy un vistazo. Tener enyesado un brazo es muy incómodo.

Cuando termino el panecillo con mermelada de durazno mi padre se acerca, se planta frente a mí y sacude la cabeza.

—Giselle Callahan, que sea la última vez que te pones en peligro, no importa la razón, tienes que encontrar la forma de ayudar a los demás sin matarte, que así no ayudas a nadie. Me sacaste el susto de mi vida, he envejecido cuarenta años este último par de días, ya me arranqué todos los cabellos... —Su voz tiembla—. Te amo, hija, no vuelvas a hacer eso por favor.

Oh, papá.

Atrapo su mano, él se inclina hacia mí y deja un beso en mi frente.

—Lo siento.

Eso me recuerda...

»¿Cómo está Henry? Cuando lo encontré él estaba...

—Drogado —termina papá por mí—. Está bien, lo atendieron aquí y luego fue a declarar a la policía. Alguien lo engañó, le hicieron creer que lo llevarían con su amiga para despedirse, pero lo raptaron tan pronto saltó la barda. No sé qué tantas cosas vio en ese lugar, hija, ni lo que le hicieron, pero se ve muy afectado. Ahora hay un problema más grande porque el gobierno quiere alejarlo de Bridgeton, así que...

No, no pueden hacerle eso después de todo lo que vivió, lo que necesita es un lugar estable y seguro donde se sienta cómodo, así podrá sanar.

Me preocupa lo que dice papá, lo que Henry pudo haber vivido en ese lugar.

—¿Qué?

Papá tiene esa cara, la que pone cada vez que hace algo y no quiere contarle a nadie. Muchas veces descubrí mis regalos antes de mi cumpleaños por esa expresión.

»¿Qué hiciste?

Esboza una sonrisita.

—Inicié los trámites para su adopción, lo vi tan mal y desolado... No pude... No pude dejarlo ahí —explica—. Necesita apoyo y comprensión.

Abro la boca para poder respirar.

—¡¿Es en serio?! —chillo.

Se ríe.

—Sí, mis contactos me ayudaron a que fuera más sencillo, será un periodo de prueba en el que me convertiré en su tutor, pues en unos meses cumplirá la mayoría de edad, él decidirá si acepta o no mi apellido.

Trago saliva, no puedo ocultar la emoción porque sé que Henry recibirá la ayuda que necesita y estará en un lugar seguro.

El sol ya se ha ocultado. Dejo caer la cabeza en la almohada, agotada. Lo toman como una señal para dejarme dormir. La verdad es que quiero escucharlos hablar, siento que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que los vi, pero seguramente me duerma en cualquier momento.

Papá se marcha, luego de conversar con Row sobre quién se quedará a pasar la noche en el hospital para hacerme compañía. Deposita un beso en mi cabeza y me da una mirada cargada de significado. No necesitamos las palabras para entender, basta con apretar su mano.

Robert siempre será mi héroe, no sé qué habría sido de mi vida sin papá, probablemente estaría muerta en alguna zanja o en un lugar peor.

En el umbral de la puerta me mira por encima de su hombro y me da una sonrisa.

—Duerme bien, hija.

—Tú también, papá.

Por alguna razón despedirme de él me pone melancólica. Lo mantuve alejado muchos años porque creía que no era suficiente, me aterraba que él también me abandonara. Me gustaría regresar en el tiempo para aprovechar cada segundo a su lado.

Nos quedamos solos.

—Gracias por estar aquí conmigo, sé lo difícil que es para ti estar en los hospitales.

Su mirada se vuelve suave.

—Estaré contigo siempre, cariño, así tenga que entrar en nuestras pesadillas.

Rowdy Willburn no está dispuesto a irse, no importa cuántas veces se lo pida, no quiere ir a su casa a descansar. Apaga la luz y se arroja al sillón fingiendo que es cómodo cuando yo sé que los sillones en los hospitales son duros como rocas, solamente tiene una diminuta sábana que no le llega a cubrir los pies.

—Deberías descansar, por favor.

—Estoy bien, caperucita, no te dejaré aquí, mañana te llevaré a casa y me encargaré de que te tomes todos los medicamentos que nos indique la doctora.

—No soy una niña pequeña.

—No, pero quiero cuidarte.

Puedo imaginarlo sonriendo porque el tono de su voz cambia cuando lo hace.

No hemos hablado de lo que me aterra, él tampoco ha sacado el tema, lo cual me preocupa.

Miro el techo.

—¿Cómo está Mac?

Los segundos que tarda en responder son eternos porque lo último que recuerdo de él es ver cómo su cuerpo caía al suelo.

Mac merece la vida que tanto desea, junto a la persona que ama.

Su suspiro se escucha cansado.

—No muy bien, la bala llegó a su médula, es muy pronto para saber las consecuencias, van a hacerle una valoración en cuanto salga del reposo. Lo bueno es que será testigo protegido.

Creo que puedo respirar tranquilamente de nuevo, aunque todavía hay que esperar a que sane.

—¿Kealsey y los chicos?

—Mateo recibió una bala, pero está bien.

—Es un imán para las balas ese pobre hombre.

Row ríe.

—Atraparon a algunos, la mayoría murió, incluyendo el cabecilla. La policía dijo que son un grupo independiente con muchos enemigos, así que no creen que haya represalias. Las cosas salieron bien porque los policías encubiertos hicieron su trabajo. Bueno... y porque Kealsey se cree la chica proyectil.

Tengo que esforzarme para no reír.

»De todas formas, tú y yo nos iremos de aquí tan pronto acabes la universidad, ya no nos arriesgaremos.

—De acuerdo, señor mandón.

Resopla.

No dice nada durante un buen rato, también guardo silencio porque estoy luchando con el nudo en mi garganta. Las últimas horas están llenas de recuerdos borrosos, de sueños que no sé si fueron reales o no, sin embargo, hay algo que necesito decirle porque supe que no podía guardarlo más en el instante en el que nuestros ojos se encontraron en ese callejón.

»Row...

—¿Sí?

—Te escuché cuando hablabas con papá. No importa lo que Romina piense. Tú fuiste la única persona que me hizo sentir suficiente, viste a través de mí cuando no dejaba que nadie lo hiciera.

El sofá rechina cuando él se levanta, su sombra se acerca hasta que puedo ver su rostro por la luz que entra por la ventana. Me mira, con una caricia borra una lágrima que comienza a resbalar.

»No creo que entiendas lo que significas para mí, es mi culpa porque no sabía cómo decírtelo. Cuando estábamos en el callejón tuve tanto miedo porque pensé que no podría decirte lo que pienso. Tú eres todo lo que necesito, me haces feliz de maneras que no sabía que existían. Me siento tranquila, segura y protegida a tu lado. Eres lo más estable que tengo. Llegaste a mi corazón cuando pensaba que no tenía, yo no te dejé entrar, tú encontraste la manera y me ayudaste a ver que el amor existe.

Se queda quieto un largo segundo, las aletillas de su nariz se levantan por una respiración profunda.

Coloca uno de sus brazos en el costado de mi cabeza y se inclina, su aliento calienta mi mejilla.

—Me dices lo que siempre he querido escuchar cuando no puedo besarte. Y me dijiste cariño hace unas horas, ¿tienes idea de lo mucho que quiero abrazarte? Eso no es justo.

—Eres mi cariño, mi Row.

Deja un beso en la punta de mi nariz y otro en la comisura de mis labios para no lastimar mis heridas.

—He escapado de las personas por temor a perderlas y tú, tú eres todo para mí... Mi peor pesadilla se hizo realidad al verte así. Dolía la idea de perderte, pero en ese instante entendí que mi amor por ti era más grande que mis miedos, no importaba cuánto doliera con tal de estar contigo. Te amo tanto, Giselle. Mi pelirroja del infierno. Mi muñeca. Mi caperucita.

Mi corazón se agita.

Es lo que Rowdy Willburn provoca: aleteos desenfrenados, sonrojos, latidos que te dejan sin aire.

—Así que al final sí era tu tipo, ¿uh? Mentiroso, siempre lo supe.

Suelta una risotada.

—Tu culo sexy siempre fue mi tipo, muñeca.

—Y yo sí intentaba llamar la atención de tu polla gamberra.

Esta vez lo que suelta es una carcajada ruidosa que termina con la enfermera exaltada en la puerta pidiéndonos silencio.  



Cuando la mañana llega mi habitación en el hospital se convierte en una pasarela. Vienen los chicos y Kealsey haciendo escándalo, la enfermera les pide que guarden silencio más de una vez. Pobre, la hemos molestado tanto desde ayer.

Me entero de sus planes para el futuro. Keals tiene una pequeña herida, ella dice que es como un pequeño raspón. Mateo  viene con Ushio y me muestra la venda como si fuera un trofeo.

Mi amiga trae unos globos y me enseña la pantalla de su celular, Avril está ahí mirándome. Se siente como si estuviéramos juntas en el mismo lugar, como antes. Creo que están un poco asustadas. No me he visto en el espejo, supongo que mis heridas son horribles e intimidantes.

Los amigos de mis padres biológicos también vienen, se quedan un par de horas, almuerzan conmigo, mientras conversan y me cuentan sobre su deseo de adoptar. Al parecer, luchar por mi custodia los dejó con la ilusión de tener hijos.

—Yo puedo ayudarlos, puedo hablar con la directora de Bridgeton.

—¿Puedes hacer eso?

La ilusión se refleja en el rostro de Yuli cuando asiento. Archibald toma su mano y sonríe, la misma emoción en su expresión.

Entonces les hablo de los gemelos, que son graciosos y divertidos. Corey es más artístico, Colin es práctico y prefiere jugar, sin embargo, los dos son unos remolinos que te jalan los brazos para llamar tu atención.

Espero que todo salga bien para ellos y para mis gemelos. Después de todo lo que pasó, de cómo Corey lloró en mi regazo, no pienso dejarlos en Bridgeton. Estos niños me llegaron al alma, se supone que tienes que separar tus emociones de tu trabajo, lo hago, pero ellos también atravesaron todas mis murallas. Eran mis amigos porque cuando estaba ahí solo era una chica jugando, podía ser yo.

Las horas pasan y yo cada vez estoy más ansiosa por irme.

En la noche, cuando me dejan ir, Row me lleva a su casa. Hay una cena caliente esperándome. Después, con todo el cariño del mundo se encarga de enjabonarme en la ducha, observa mis golpes y borra los rastros de odio con caricias suaves. El vapor y sus manos se llevan mis tormentos.

Me ayuda a vestirme porque no puedo sola y me deposita en la cama.

Se acuesta a mi lado y me regresa la mirada. Lo único que puedo pensar es en que no quiero estar en otro sitio, quiero verme reflejada en esos ojos que creí que eran de hielo, pero que ahora sé que son tan cálidos que lograron derretirme.

Mi Row.


* * *  

 ¿En seriooooo? ¿De verdad pensaron que iba a matar a alguien de esa forma? JAJAJA. Si hubiera querido matar a Giselle -o a cualquiera- habría hecho que lloraran sangre, bbs.

Esto era necesario para que Row venciera su miedo, él se quedó con ella ❤


Es la primera vez que hago algo con un espíritu, así que estoy nerviosa por sus opiniones. Lo de Lili fue real en mi corazaun, o sea que sí habló con Gi en sus sueños, espero que les haya gustado. Sé que Romina hizo que muchos la odiaran, pero mi niña Lili no tiene la culpa, ella y Gi hubieran sido grandes amigas y hermanitas.

Ya tengo el capítulo final, comenten mucho para subirlo \*-*/


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