Capítulo 47
Suelto una risotada porque nuestros movimientos torpes hacen que nos estrellemos en lo que creo es un auto, no podría confirmarlo porque la palma de Row me cubre los ojos, así que no puedo ver el camino. Él está detrás de mí, su otra mano me rodea la cintura para sostenerme si tropiezo, son sus piernas las que me guían.
—¿A dónde me llevas? —le pregunto por milésima vez.
—Ya te lo dije, es una sorpresa.
Esta mañana desperté en sus brazos, susurró en mi oído «feliz cumpleaños, cariño». Me llenó de besos y se enterró en lo más profundo de mi cuerpo. Después de una ducha me llevó a la cocina, sacó un pequeño pastelillo de la nevera y encendió una vela para después pedirme que pidiera un deseo.
Apagué la vela, pero no pude desear nada porque estaba justo en el lugar indicado, con la persona indicada. Era perfecto, somos perfectos.
Estoy tan feliz y, por primera vez, eso no me asusta ni estoy esperando que ocurra algo malo. Solo estoy disfrutando de estar entre sus brazos.
»Cuidado ahí, hay un escalón.
Se escucha una puerta metálica y después hay silencio, hemos entrado a algún lugar. No se detiene, a pesar de que creo que lo hará, alcanzo a escuchar un murmullo y alguien que dice «shh». Quiero reír, el nerviosismo me está matando, él ha actuado todo misterioso, necesito saber que se trae entre manos.
Entonces quita su mano.
Pestañeo y lo primero que veo es una sonrisa, luego otra y otra, muchas sonrisas. Un conjunto de voces infantiles grita «feliz cumpleaños, Mérida» a destiempo. Demetria está al frente con una sonrisilla que pocas veces le he visto. Todos tienen un dibujo de mí, lo alzan para que pueda verlo. Veo tantas versiones de mi rostro y mi cabello, pequeñas obras de arte. La alegría de estos niños al mirarme, emocionados, es el mejor regalo que me han dado.
No puedo evitarlo, empiezo a llorar.
Dios, me convertí en una sensiblera de mierda.
Row me suelta para que pueda acercarme a ellos, me siento en el suelo, hacen lo mismo. Algunos intentan trepar a mi regazo, así que toman turnos para hacerlo. De forma desordenada me van pasando sus dibujos y un abrazo.
Los gemelos vienen, Colin me da un dibujo hecho con crayones, se ve que hizo algo rápido e improvisado, pero su abrazo es fuerte, se tarda en soltarme. Corey, en cambio, me regala uno hecho con pasteles, en mis cabellos hay flores rosas. Hago un puchero y le sonrío, él se sonroja, me da un beso tronado en la mejilla y se va corriendo; cuando sea grande será todo un conquistador.
Sallie pintó un arcoíris en el fondo y decoró con muchos brillos. Demetria lo hizo con escalas de grises, usando solamente un lápiz.
Estoy encantada, así se me pasa el tiempo. Charlo con ellos hasta que llega la hora de comer, tenemos que levantarnos e ir al comedor. Al ver el montón de pequeñas hamburguesitas, papas fritas, gelatinas, malteadas y pastelillos le doy una mirada a Row, quien está ayudando a repartir la comida, esto lo hizo él porque ni en un millón de años podríamos celebrar un cumpleaños así. Lo que más me emociona es ver que los niños están disfrutando, están felices.
El grupo de Demetria está en una de las mesas, incluyendo a los gemelos, todos están ahí, excepto Henry, quien luce solitario sentado en el suelo en uno de los rincones, no se ha acercado ni ha mirado en mi dirección ni una sola vez. Está ahí, su cabeza hacia atrás, apoya la nuca en la pared. Cubre la mitad de su cara con su gorra de lana, sé que lo hace para aislarse, para no tener que hablar con los demás, que sepan que no está disponible.
Pero yo soy Giselle Callahan, un poco de tela no podrá detenerme, camino hacia él antes de darme cuenta. Si siente mi presencia no lo hace notorio, no tiene la intención de reconocerme, permanece quieto e impasible.
—No te voy a felicitar, si es lo que buscas —suelta después de un rato.
Ah, sí que sabe que estoy aquí.
Sonrío.
—Buuu, aguafiestas —digo.
Eso hace que sus comisuras tiemblen, rápidamente se recompone y vuelve a adoptar su expresión seria y distante. Es como verme en un espejo, queriendo ocultarme del mundo tras una máscara de indiferencia y frialdad.
—No quiero hablar.
—No lo hagas —responde—. Solo recuerda que te puedes ahogar si te guardas todo lo que sientes.
No responde.
»Solo pasaba a saludar y a decirte que guardaremos pastel para ti porque, aunque quieres hacerte el duro, todos en este lugar sabemos que no puedes rechazar un poco de azúcar y chocolate.
Tengo que dejarlo solo porque es lo que quiere, a pesar de que me gustaría abrazarlo. Cuando un niño se rompe es muy difícil volver a unir las piezas, siempre quedarán grietas.
Cuando los niños salen a jugar y los adultos a vigilarlos, Row se acerca y rodea mi cintura con su brazo. Tengo un pastelillo con cubierta azul, la cual quito a lengüetazos, queda entre los dos, así que él me imita y me ayuda a comerlo. Un poco de crema mancha su labio superior.
Rodeo su cuello y, sin poder evitarlo, me inclino para limpiarlo con mi lengua, lo cual lo hace ronronear.
—¿Te gustó tu fiesta de cumpleaños, caperucita?
—Es la mejor fiesta de cumpleaños... —Trago saliva para aligerar el nudo en mi garganta—. Gracias, Row, odiaba un poco cumplir años porque sentía que no era para mí, siempre se trataba de alguien más, pero tú consigues que todo sea especial.
Sus ojos se vuelven suaves, me observa con esa mirada derretida que me acelera el pulso.
—Te comería esa boquita si no estuviéramos en un lugar apto para todo público —murmura—. Así que tendré que conformarme con esto.
Sus labios dejan una caricia en mi frente que dentro de mí resuena tan alto como los estruendos de los fuegos artificiales.
Después de Bridgeton vamos a la casa de la hermandad donde nos esperan nuestros amigos, ahí ya todos están reunidos.
Hacen una fila para tener su turno, me abrazan. Los chicos y Kealsey me prepararon un pastel. Tuvieron que hacerlo cuatro veces porque la primera vez quedó crudo, el segundo se les quemó, al hacer el tercero agregaron sal en lugar de azúcar.
Son un desastre, sin embargo, no dejan de carcajearse por sus intentos fallidos. Les agrada no ser perfectos, los defectos y equivocaciones se convierten en una anécdota, no es una marca irreparable como lo fue para mí durante mucho tiempo.
Supongo que eso fue lo que tanto me gustó de estas personas, por eso fue tan fácil para mí acostumbrarme a ellos. Podía ser yo misma sin ser juzgada.
No puedo evitar sentirme un poco melancólica porque Mac no está, sigue en la casa de seguridad y se quedará ahí un buen tiempo hasta que las cosas se calmen. Siento el impulso de visitarlo, llevarle pastel y quedarme un rato a conversar, pero los demás dicen que es mejor no hacerlo, así los protegemos. Nunca sabemos quién está mirando. Tienen razón, no quiero poner en riesgo a mi amigo de la infancia ni a su novio, mucho menos a Henry.
También extraño a Avs, se siente su ausencia, pero esta mañana le llamé después del desayuno, luego de que me llegara un ramo de flores de parte suyo. Está contenta, cumpliendo uno de sus sueños, estoy segura de que llegará muy lejos y cumplirá todos sus propósitos porque es una chica valiente, perseverante y talentosa.
Me quedo un buen rato con las chicas. Kealsey, Ushio y Regina hablan sin parar. Al verlas me doy cuenta de lo emocionada que me siento porque parecen amigas de toda la vida.
—Tengo noticias nuevas y agradables —comienza Ushio—. Conseguí un empleo en un despacho, me pagan bien, estoy buscando un departamento para mí y mi futuro gato, creo que también podría estar buscando un compañero de cuarto.
Sus ojos brillan al contarlo.
Mi boca se abre por el impacto, se ha guardado muy bien el secreto. Este es un gran paso. Podría esperarlo de cualquiera, menos de ella, debido a la rigurosa crianza que recibió por parte de su familia.
»Siento que me asfixio en casa de mis padres, necesito poner distancia o terminarán controlando mi vida, yo quiero hacer lo que me hace feliz. Me siento culpable porque mamá empezó a llorar cuando les dije, papá no me habla, pero estoy motivada, tendrán que acostumbrarse. —Se encoge de hombros.
Las demás aplauden, emocionadas. Yo le doy un apretón a su brazo para hacerle saber que la apoyo y estoy orgullosa de los pasos que está dando.
Alguien se deja caer a su lado, Mateo rodea sus hombros y le da un jalón para pegarla a su costado, lo que hace que Ushio se sonroje. Ah, este hombre no puede estar alejado. Desde que entré a la casa lo vi rondándola, dándole toques secretos que creía que nadie notaba.
—Ya le dije que la voy a visitar todos los días, seré un grano en el culo —dice él y deposita un beso en su mejilla—. Mi chica está creciendo.
Ella le da un codazo.
—No te atreviste a convertirme en tu chica, así que no vuelvas a llamarme así.
Lo dice tan alto que todos escuchan.
Estos chicos son un caso serio, toman la ventaja de cualquier cosa para molestar al otro, sobre todo si se trata de Mateo, pues él siempre inicia las pullas. Ushio les ha lanzado un filete de carne jugoso, por supuesto que no desaprovecharán la oportunidad, las bromas no tardan en llegar.
Aúllan, emocionados por el comentario, incluso Kealsey se carcajea.
Veo cómo las mejillas de Mateo se encienden, lo cual me parece adorable. Él está loco si cree que logra ocultar que le gusta mi amiga.
—¡Se te cayó la polla, amigo!
—¡¿Dónde dejaste las bolas, campeón?!
—Ushio, nena, si este hombre es un cobarde, yo con gusto me hago bisexual por ti —ronronea Angel.
—Oh, amiga... —empieza Keals—. Me hubieras dicho eso antes, ahora mismo vamos al bar y te buscamos a un macizo que quiera montar tus curvas de muerte.
Acto seguido, todos estallan en carcajadas, pues Mateo suelta un gruñido malhumorado y abraza a Ushio más fuerte, quien intenta fingir que no le gusta cómo la rodea con evidente protección, pero yo alcanzo a ver su sonrisilla traviesa.
Adoro a estas personas.
Los recuerdos del pasado vuelven a mi mente, puedo recordar los pocos momentos felices, Romina la mayoría de las veces estaba encerrada en su habitación llorando por lo que perdió, mientras papá y yo cenábamos y nos desvelábamos viendo películas. En mi cumpleaños había nostalgia, tristeza.
Pero hoy... Hoy no puedo dejar de sonreír.
Más tarde, Row me lleva a un sitio que al principio me cuesta identificar. Hay una malla metálica rodeando el lugar, el guardia nos abre la puerta para dejarnos pasar. Al recorrer las calles estrechas me percato de que son bodegas. Él se detiene un par de minutos después frente a una.
Lo miro. Imaginé muchos escenarios, jamás que me traería aquí.
—¿Lista para otra sorpresa? —pregunta.
Esta mañana me dijo que nos esperaba un día lleno de sorpresas, creí que se refería a la fiesta en Bridgeton y a la reunión con nuestros amigos, sin embargo, preparó algo más.
Asiento, curiosa.
Se estira para alcanzar algo de la guantera, toma una cajita negra con un moño rojo, me la ofrece.
Deshago el moñito y abro la caja. En el interior hay una llave plateada en un llavero con el número veinticinco.
Una vez más lo miro.
—¿Qué es esto? —cuestiono.
Él no me responde, sale del auto y me ayuda a bajar para después guiarme a una de las bodegas. Con la llave me ayuda a quitar el candado y desliza hacia arriba la puerta metálica, la cual hace mucho ruido.
La oscuridad nos recibe, Row se mueve como si ya hubiera estado aquí, pues va directo a encender la luz.
Parpadeo varias veces para acostumbrarme al cambio.
Mi corazón se detiene cuando mis ojos caen en un cuadro enmarcado que descansa sobre un piano, es una fotografía que reconozco.
—Dios mío —digo con la voz ahogada, para después llevar la palma a mi boca—. No puedo...
Me quedo sin aire, mis ojos se empañan.
»¿E-es de ellos?
—Sí —susurra.
Se coloca a mi lado y aprieta mi hombro.
—¿Cómo?
—Contraté a un investigador privado, me ayudó a encontrarla.
El nudo en mi garganta arde tan fuerte como cien soles. Él ha hecho todo esto por mí, los sentimientos me inundan y yo no puedo controlarlos, tampoco quiero hacerlo, no cuando este hombre me ama de esta manera.
Me le lanzo, rodeo su cuello y lleno su cara de besos. Las lágrimas caen de mis ojos, por mis pómulos. Me convierto en un mar de llanto y sollozos, no de tristeza, de una alegría que se desborda de mi cuerpo.
Él se ríe, me atrapa con sus brazos.
—Te amo, te amo tanto, Row Willburn —digo al echarme hacia atrás para que pueda verlo también en mis pupilas. No puedo dejar de tocarlo, de recorrer sus hombros, su cara, sus brazos. Necesito comprobar que es real, que no es un sueño de mi cabeza, no me sorprendería que lo fuera.
—Yo también te amo, Giselle Callahan.
La bodega es de Sienna y Mark, mis padres biológicos.
Las siguientes horas las pasamos en la bodega.
Acaricio las teclas del piano sabiendo que mi padre lo tocó alguna vez, que fue suyo. Es fácil imaginarme en los brazos de Sienna, arrullándome mientras Mark tocaba una canción de cuna.
Inspecciono el interior de las cajas apiladas, hay álbumes llenos de fotografías, recuerdos de sus viajes, incluso hay cartas de amor, pues al parecer mi padre era un romántico que estaba loco por mamá. Están sus libros, tan viejos, llenos de polvo. Una caja entera repleta de canciones, hojas con notas musicales que no entiendo. Veo por primera vez sus caligrafías, los pensamientos de mi madre en un pequeño diario.
Es mi tesoro, guardaré todo esto.
Las lágrimas vienen a mí en más de una ocasión, como cuando encuentro un pequeño piano de color rosa con mi nombre. Row me rodea porque no puedo dejar de llorar, apoyo la cabeza en su hombro, escondiendo mi cara en su cuello.
—No quería hacerte llorar, cariño, pensé que te haría feliz, lo lamento.
Le doy una mirada significativa, el arrepentimiento en sus ojos. Sostengo su barbilla, me enderezo para alcanzar sus labios y darle un beso suave, lento y profundo.
—Soy feliz, tú me haces feliz —susurro.
Cenamos con papá, él me regala discos de vinilo de Guns N' Roses, nuestra banda favorita. Algunas confesiones se realizan en la mesa del restaurante. Después de un rato me cuenta que Romina decidió ir a terapia, aunque le está costando bastante. Por medio de él me manda una tarjeta de cumpleaños, yo no puedo dejar de pensar en lo frío que es ese gesto, por lo menos me hubiera enviado un mensaje de texto, pero lo aprecio, a pesar de todo.
Los dos confiesan que Vivian, mi terapeuta, fue la misma que atendió a Row cuando él era adolescente y la pasaba mal, le ayudó a superar muchas cosas, a dejar de tener pesadillas.
Ellos conversan, ríen en más de una ocasión. Me quedo absorta mirándolos, son los dos hombres más importantes en mi vida, me llena de felicidad saber que tienen una buena relación.
Row se levanta para ir por servilletas en algún momento de la cena. Papá le da un trago a su refresco y hace una mueca pícara que me hace girar los ojos.
—Está loco por ti, te mira y babea el suelo. —Se ríe al ver mi expresión, sin embargo, un segundo después viene la seriedad. Alcanza mi mano por encima de la mesa—. En verdad me hace muy feliz que hayas encontrado a una persona que sabe apreciarte, que tú también lo aprecias. Sin embargo, siempre serás mi niña, si te lastima de alguna forma dímelo y me encargaré de cortarle las tripas con mi bisturí.
No puedo evitar carcajearme. Mi padre es el ser más bueno del mundo, no puedo tomar en serio sus palabras, pero sí puedo creer que haría cualquier cosa para protegerme.
—Te quiero, papá —le digo. Y él vuelve a tragar saliva por la emoción que le producen mis palabras afectuosas, tal como la primera vez que se las dije.
Minutos después, mi padre se disculpa con los dos porque tiene que ir a una operación, me abraza fuerte antes de marcharse. Cuando me guiña el ojo no sé si es verdad que irá al hospital o decidió dejarnos solos.
Él está en el equipo Row, así que es difícil saberlo.
—He estado pensando... —empiezo.
Estamos sentados en el mismo lado del cubículo, él se desliza para acercarse más y rodearme los hombros. Me pierdo un poco cuando sus dedos rozan mi piel, su voz me trae de regreso.
—¿En qué?
—En lo que dijo tu padre —respondo.
Alza una ceja.
—¿Qué dijo?
Tomo una respiración profunda porque lo que diré conlleva grandes cambios, Row no me ha pedido nada y sé que no lo hará, pero he pensado mucho en eso desde ese día y necesito saber qué es lo que piensa antes de dar el siguiente paso.
—La oferta que me hizo para trabajar en su casa hogar... —Hago una pausa, repasando su rostro—. Voy a aceptar.
Su boca se abre, la sorpresa de refleja en sus ojos. No lo esperaba.
»Si es que tú quieres, si no...
—Claro que quiero —me interrumpe. Toma mis manos con las suyas, enreda nuestros dedos—. Pero no quiero que te sientas obligada, no necesitamos mudarnos si no deseas hacerlo. Sé que amas a los niños de Bridgeton, que te gusta trabajar ahí.
—Es verdad, los adoro. —Suspiro—. Pero debo admitir que ahí los niños tienen mucho apoyo, más del que yo puedo darles, que allá afuera hay otros niños que no tienen nada, yo quiero ayudarlos, deseo encontrarlos y llevarlos a un lugar seguro. Obviamente me dolerá dejarlos, pero puedo venir a verlos, visitarlos. Lo que tu padre me ofrece es una gran oportunidad, me cosquillea el deseo de dar todo lo que puedo para formar un lugar en el que ayuden a los niños, es más de lo que me atreví a soñar alguna vez. Llegaría a mucha gente, podría hacer tantas cosas por ellos.
—¿Solo lo estás pensando o...?
Deja la pregunta en el aire.
—Bueno, quería hablarlo contigo antes de decirle a tu padre que estoy a bordo.
—¿Es una decisión tomada? —cuestiona—. Tendríamos que mudarnos a Georgia.
—Sí... —Sonrío de lado—. Eso ya lo sé.
Puedo ver la animosidad creciendo en la luz de su mirada.
—¿Viviríamos juntos? —Su voz rasposa me hace temblar.
—Sí, creo que tendríamos que buscar un lugar.
Se inclina, llega a mi cuello y besa mi piel, haciendo un recorrido hasta mi oído. Mis párpados se cierran automáticamente.
—¿Estás segura, caperucita? —pregunta—. Entrarías a la cueva del lobo porque te comería todas las noches, todo el tiempo.
Rio.
—Estoy segura.
Ya entrada la noche, llegamos a la casa de Row, él me da una sonrisa traviesa antes de envolverme con un agarre firme y duro como las cadenas. Mi cuerpo se enciende, reconociendo la chispa de deseo entre los dos.
Camino de espaldas porque él mueve mis piernas con sus pasos, dejo que se encargue porque estoy muy entretenida mordisqueando su labio inferior, sintiendo cómo su cuerpo responde a los jugueteos.
Contrario a lo que creo que pasará, Row se aleja cuando llegamos a la alcoba y, colocando las manos en mis hombros, me da la vuelta.
Él no ha terminado con las sorpresas.
En una de las paredes ha hecho algo que me derrite por completo, tengo que recargarme en su cuerpo porque temo que mis piernas se vuelvan gelatina.
Recuerdo a Row en mi antigua habitación, en la que había notas con sus frases pegadas en la pared, inspeccionó todas ese día. Ha hecho lo mismo acá, pero la ha tapizado. Terminó lo que yo no pude culminar.
Doy pasos para acercarme.
En algunos post-it hay oraciones, en otras hay palabras. Algunas son suyas, otras de las personas que más me importan, incluyendo a Demetria y Henry. Todas ellas llegan hasta lo más profundo de mi alma. En otro momento de mi vida no hubiera creído nada de lo que está ahí escrito, habría pensado que se trataba de una broma desagradable, ahora lo creo.
Definitivamente llegó para cambiarme la vida, fue el catalizador que necesitaba, la llama que avivó el fuego que logró derretir las partes congeladas de mi corazón.
—Tú lo que quieres es hacerme llorar —susurro.
Siento su presencia detrás de mí, su aliento en mi oído.
—No, lo que yo quiero es que te quede claro que eres especial, que no hay nada malo contigo, pasaré toda la vida recordándotelo.
Me doy la vuelta para enfrentarlo.
—Hazme el a-amor —pido. Esta vez mi voz no tiembla por el miedo a la vulnerabilidad, tiembla por la emoción.
No me hace esperar.
Se quita la ropa frente a mí sin dejar de observarme con necesidad. Es suave, delicado, tierno al quitarme la ropa, rozando mi piel con sus nudillos. Cuando estamos desnudos me lleva a la cama.
Encuentra su lugar entre mis piernas, una de sus manos envuelve mi nuca, la otra afianza mi torso. Sus labios caen el los míos, sin piedad se adueña de ellos lamiéndolos, me saborea entre gemidos de satisfacción que repercuten en todo mi cuerpo. Es profundo y glorioso.
Todo lo demás desaparece, solo somos los dos en este universo. Sé que nunca tendré suficiente, que quiero más de esto.
Sentir su erección resbalando en mi humedad, rozándola, me pone ansiosa. Él lo nota, así que me invade con una sola estocada para después moverse dentro de mí con un ritmo pausado que poco a poco nos lleva a la locura. Resbalo las manos por su espalda para disfrutar las flexiones de sus músculos cada vez que se encaja en mi interior.
Es perfecto.
Hacemos el amor, o tal vez es lo que sentimos lo que nos construye.
* * *
Mi niña Giselle anda sensible y cursi jajaja <3
Es oficial, en total serán 50 capítulos y 2 epílogos, estén pendientes porque no me tardaré en actualizar, aunque me rompa el corazón despedirme de Rowelle :(
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