Capítulo 43
Antes de leer este capítulo asegúrate de haber leído el anterior, pues hoy actualicé dos veces.
Llegar a su casa, la de las flores amarillas, me trae recuerdos agradables. Esta vez, al descender de la camioneta, un perro gigante se acerca a toda velocidad. Row lo espera y se carcajea cuando Groot se lanza hacia él, se para en dos patas y apoya las delanteras en su amo.
Le acaricia sus orejas. El perro ladra y lloriquea de la emoción, su lengua cuelga y mueve la cola. Es hermoso, me hace recordar a Beethoven, el perro San Bernardo de la película.
Doy un paso, el ruido hace que se alarme. Sus ojitos me encuentran y casi puedo jurar que se ve confundido, mira a Row y luego a mí. ¿Le está pidiendo una explicación? Eso parece. Me provoca una risita.
—Es mi amor, amigo, sé bueno con ella —dice.
Su elección de palabras hace que mi corazón se acelere. Row rodea la camioneta para venir conmigo, por lo tanto, Groot también viene y se sienta frente a mí, me analiza, un segundo después está olfateándome. Su cola lentamente se mueve, sobre todo cuando llega a mis tobillos y zapatos, creo que se pone feliz porque puede oler a Rocket, quien se restregó varias veces.
Se ve contento cuando vuelve a mirarme, veo la intención antes de que pase, va a saltar y creo que no estoy preparada para recibir a tremendo dinosaurio, pero Row está detrás de mí estabilizándome, impidiendo que caiga. Groot se para apoyando sus patas en mí y ladra. Acaricio sus orejas como Row hizo antes, cosa que parece gustarle.
Intentamos varias veces caminar a la entrada, pero él salta a mi alrededor. Es muy grande y me da un poco de miedo que vaya a tumbarme. Me inclino para acariciarlo, esta vez en su cabeza. Él vuelve a ladrar y lame mi mano. Se queja tan pronto me alejo. Me carcajeo, Groot parece encantado y dispuesto a no dejarme avanzar, lo que hace que Row resople.
—Suficiente de acaparar a mi novia, amigo, búscate la tuya.
Como si entendiera, él lo mira y le gira la cabeza, indignado se hace a un lado y nos deja pasar.
Me reiría si no estuviera más impactada por sus palabras y cómo me siento al escucharlo. Antes me habría asustado al grado de marcharme corriendo, pero en este momento no quiero escapar, al contrario, quiero acercarme y pedirle que lo repita.
—¿Tu novia? —pregunto.
—Mi novia —repite, decidido.
Espera a que le reclame, pero me quedo callada y empiezo a caminar hacia la casa. El lugar es justo como lo recuerdo, el interior es tan sencillo y frío que no parece un sitio apropiado para él.
Cruzamos la sala y vamos directo a la cocina. En el centro hay una isla en donde se encuentra la estufa, también una especie de barra, pues hay bancos altos.
—Siéntate, te prepararé algo rico —dice.
Busca algo en el congelador, saca una charola de carne. Después se inclina para obtener verduras. Me tomo la libertad de mirar su culo porque es un gran culo, el señor de los culos.
Él se endereza, tengo que llevar mi vista a otro lado. Aclaro mi garganta.
—¿No quieres que te ayude?
—No esta vez, quiero hacer esto para ti.
Me da una mirada y señala los bancos con su dedo índice. Después de lavarme las manos sigo sus instrucciones, elijo un asiento porque la idea de mirarlo mientras me hace de comer y se mueve por su cocina me tienta demasiado. Tal parece que me estoy dando un festín visual últimamente, estoy feliz con eso.
Verlo es toda una delicia, se mueve con destreza, sabe lo que hace. Por supuesto que sí, ya lo sabía, solo que presenciarlo desafía mis límites. Ese pantalón de traje y camisa me están haciendo preguntarme por qué rayos no usa eso siempre porque definitivamente me pone caliente imaginarlo como un empresario en su oficina. No puedo evitar fantasear con él detrás de un escritorio, yo llego y lo seduzco quitando su corbata lentamente, me siento en su regazo y...
—Esa mirada tuya... —Su voz me sorprende, me hace saltar. No me está mirando, pero suspira y sonríe—. Me encanta, caperucita, pero estamos en medio de una cita y hay que cenar.
Rio entre dientes porque no se ve muy convencido, luce como si le estuviera costando quedarse quieto.
—Es inevitable mirarte si luces tan sexy cortando verduras. —Relamo mis labios. Mis dedos pican por retirar de su frente un mechón de cabello—. ¿Por qué haces todo esto?
—¿Qué cosa?
—Lo de las citas... No es que no me guste. —Me apresuro a aclarar—. Me la estoy pasando increíble.
Deja la carne en la sartén caliente, se escucha el chisporroteo del aceite, en otro lado hace algo con zanahorias y otras verduras. En una olla puso dos papas a hervir.
—Lo hago porque quiero tener todo contigo.
—¿Todo?
—Todo.
Revuelve las verduras con un cucharón, también le da vuelta a la carne. No puedo ocultar la fascinación. Por eso me tardo en hablar de nuevo, porque me distrae con demasiada facilidad.
—¿Qué significa eso? —pregunto.
—Significa que quiero tener este tipo de cosas contigo, citas, conversaciones profundas y existenciales, pláticas de lo que hicimos en el día, que hagamos lo nos gusta juntos, compartir uno con el otro, conocernos, apoyarnos si pasamos por un mal momento. Quiero estar a tu lado, Giselle, amarte hasta donde me lo permitas, voy muy en serio contigo y no dudaré en ir por la mujer que amo, pero eso ya lo sabes. —Me lanza una mirada seria desde debajo de sus pestañas—. Y después... Te quiero a ti conmigo planeando un futuro, despertando a mi lado, probando tus labios, tocando tu cuerpo, sintiendo tus caricias, escuchando tu risa y tu voz, haciendo el amor todas las noches. Eso significa.
Abro la boca para poder respirar. Tengo muchas preguntas, sin embargo, asiento en silencio porque me ha fundido el cerebro.
—Eso es un gran significado —susurro.
Se ríe.
—Lo es.
Se ve feliz, yo todavía intento ordenar en mi cabeza todo lo que ha dicho, lo que desea de mí. No voy a mentir, una parte se siente insegura y débil, se pregunta si yo puedo hacer todo eso; pero ahora hay otro lado que le grita que guarde silencio porque puedo hacer lo que quiera. Y en este momento lo que dice Row me hace sonreír y sentirme un poco soñadora, imagino cosas que antes no quería, que no me atrevía a considerar.
—Perdón por decir tan poco, a mí todavía me cuesta trabajo hablar de mis sentimientos, me gustaría poder hacerlo como tú, haces que parezca tan fácil. Es que hay tanto dentro de mí que sigo analizándolo, nunca había experimentado esto. Solo quisiera regresar todo lo que haces por mí.
La melancolía en mi voz llena el aire entre los dos.
Row apaga las hornillas y dando un par de zancadas se acerca, me da la vuelta girando el banquillo. Abre mis piernas y se ubica ahí, tengo que enderezarme porque él es tan alto y huele tan bien que quiero estar cerca de su cuello para olfatearlo. La barra se clava en mi espalda, pongo los codos ahí cuando se inclina hacia mí.
—Eres tan hermoso —murmuro analizando su rostro, sus ojos, sus labios. Suspiro. Estoy perdida.
Su comisura asciende.
—No necesito discursos de amor, caperucita, yo tengo suficientes para los dos. Sé que esto te cuesta, no pretendo cambiarte o exigirte algo. Recuerda que estamos aprendiendo juntos, yo tampoco soy un experto, aunque hable más sobre lo que siento por ti. —Hace una pausa y respira—. Lucho todos los días con mi miedo a perderte porque la vida es incierta y sé que no sabría cómo seguir si algo te sucediera, con el terror a que el cáncer vuelva un día y tengamos que atravesar eso. No quiero sufrir, pero no quiero estar lejos de ti.
»Estoy profundamente agradecido y feliz porque estás confiando en mí para hacer esto, me siento en el puto cielo, el más afortunado, y eso es todo lo que quiero porque significa más que cualquier palabra que podamos decir. ¿No lo ves? A veces no hace falta decirlo porque lo que hacemos es más valioso, y lo que tú haces, la forma en la que te estás abriendo a mí y me dejas ser parte de tu vida después de lo mucho que sufriste es más poderoso. Voy a cuidar cada herida, cada cicatriz, esos sentimientos tan lindos que tienes y que no puedes ocultar cuando me miras.
Tiemblo.
Él lo sabe, sabe lo que no he podido decirle.
—Oh, Row...
Rodeo su cuello y lo atraigo a mí. Él no pone resistencia. Nuestras bocas se buscan casi desesperadas. El contacto es suave, húmedo, lento, tierno, a pesar de que nuestras lenguas se acarician con necesidad y tengo la urgencia de lamer y morder su labio, de decirle con este beso que agradezco que haya llegado a mi vida. Él gime, sus manos van a mi nuca, ladea la cabeza para profundizar el beso, es delicioso, no quiero que termine, no quiero despegarme ni siquiera para tomar aire.
Lo único que escucho son nuestras respiraciones y los sonidos de un beso abrasador. Se vuelve letal cuando su lengua chupa mi labio inferior y yo la succiono porque sí, me encanta saborearlo. Eso lo vuelve loco.
La suavidad y ternura se van para ser reemplazadas por ferocidad. Nuestros alientos se funden y mi mente se queda en blanco. Él no intenta tocarme ni dar el siguiente paso, solo disfrutamos de las caricias de nuestros labios y lenguas que se unen en roces apasionados.
Se despega y por la exhalación pesada que suelta no creo que esté muy contento con la lejanía. Él se está esforzando mucho, por más que el deseo crezca en mi cuerpo no estoy dispuesta a no terminar esta cita. Quiero probar la comida que me está preparando y ver qué nos espera esta noche.
Da pasos hacia atrás y sacude la cabeza, otra vez el mechón rebelde que cae en su frente me atrae, en esta ocasión no me contengo, cepillo su cabello con los dedos y lo hago a un lado. Toma mi mano, deja un beso en mis nudillos y se va para regresar a la estufa.
Minutos después la cena está lista. A pesar de que se queja me pongo de pie para buscar las bebidas. Row tiene agua fresca de limón, busco hielitos y sirvo en dos vasos de cristal.
Ya me está esperando en uno de los bancos. Tomar asiento junto a él es un martirio con toda esta tensión acumulada, así que respiro profundo y me regaño por no poder controlarme.
Me siento mejor cuando pruebo la carne y el puré de papa, las verduritas sazonadas. Tomo un gran bocado porque estoy hambrienta. Comemos en silencio, en uno cómodo.
—Gracias por preparar esta cena tan rica para mí.
—Todo para ti —responde. Después de un minuto vuelve a hablar—: ¿Cómo te has sentido?
—Ha sido una buena semana, busqué un lugar para practicar box, en el centro lo hice y me agradó, así que empecé las clases y es liberador. A veces pienso cosas, pero puedo con ello. Intento enfocarme en mi futuro, en mí, en mis metas y en las personas que me quieren.
—Admiro tu fortaleza, eres muy valiente.
Termino de comer, le doy un trago a mi limonada y me giro hacia él. Voy a contarle cosas que no le he dicho a nadie más que a Vivian. Sé que he hablado un poco con él, pero nunca de forma abierta, siempre resumiendo, más que nada porque no me atrevía a decirlo en voz alta, cada vez que cuento lo que sucedió me siento triste, así que lo evito. No sé si al final decidirá irse, si será demasiado, pero confío en él y necesito hablarlo porque deseo que me conozca.
Él también termina e imita mis acciones, quizá intuyendo que quiero hablar, sus piernas apresan las mías.
Tomo un respiro.
—Te voy a contar una historia que no es agradable, Row.
—Es tu historia y quiero saberla si tú quieres compartirla conmigo. Nada va a cambiar dentro de mí.
Toma mis manos temblorosas entre las suyas, no las suelta, entreteje nuestros dedos. La calidez de su gesto me da la fuerza para contarle.
—No recordaba los primeros años de mi vida, era como si hubiera neblina o una telaraña en mis pensamientos, no podía verlo y eso me confundía, me atormentaba. Empecé a ser consciente cuando me llevaron a la casa de acogida, el primer recuerdo que tenía era el de ir en una camioneta con una trabajadora social que me dio un caramelo, supongo que ese momento me inspiró a estudiar esa carrera. Claro que la calma duró poco tiempo, la casa de acogida era un infierno. El tipo era un asqueroso borracho y ella se drogaba, la mayor parte del tiempo estaba encerrada en su habitación ignorando lo que ese tipo nos hacía o nos castigaba porque pensaba que provocábamos a su esposo. Había varios niños, nos obligaba a salir a las calles a juntar dinero, a robar, ella revisaba y si no cumplíamos la cuota él nos castigaba. A veces con el cinturón, me quemó en varias ocasiones con un cigarro en el mismo lugar de mi espalda, me golpeaba, me tapaba la boca para que dejara de llorar y yo sentía que me ahogaba, entonces me llevaba al baño, tenía una manguera con mucha presión, me mojaba con agua helada, después me sacaba al aire helado. De ahí viene mi miedo a estar en la regadera, tenía que usar agua muy caliente para no recordar lo que hacían, pues entraba en crisis. También nos dejaba sin comer y sin tomar agua. A otros niños les iba peor, yo escuchaba cómo gritaban, lo vi una vez, me mecía en un rincón tapando mis oídos, mis ojos... los violaba.
Row cierra los ojos con dolor, cuando los abre sé que se está esforzando para no expresar sus emociones. Lo delata la arruga en su frente, los músculos tensionados de su mandíbula, las aletillas de su nariz.
»Intentó violarme varias veces, le gustaban mis pecas, así que aprendí a esconderlas porque me asqueaba, me aterraba. Un chico como yo me protegió, siempre estuvo para mí como un hermano mayor. Nos escondíamos en un armario de la cocina o en cualquier lugar, me hablaba para que no escuchara cómo castigaban a otros, él me ayudaba a juntar dinero y se interpuso cada vez que ese hombre quiso acercarse a mí.
No le digo que Mac es ese chico porque creo que ese es otro tema que tocaré más adelante.
—Quiero matar a esos hijos de perra —dice entre dientes y gruñe—. Puedo decirle a Omar y encontrar la manera de acabar con esas escorias.
Tomo su rostro.
—No hace falta, están muertos.
Su mirada sigue siendo triste, una combinación de tristeza y rabia. Lo entiendo porque es lo mismo que yo siento cada vez que veo casos como el mío.
Se pone de pie de un salto, me sorprende rodeando su cintura con mis piernas. Row me carga, así que me aferro a su cuello para no caerme, no es necesario, pues su agarre es firme alrededor de mi cintura y sé que no va a dejarme caer.
Sin decir una palabra se sienta en el sillón conmigo encima, ahora estamos más cerca, frente a frente. Apoyo las palmas en su pecho.
—No sé qué decir para aliviar tu dolor —susurra con los ojos nublados, las lágrimas a punto de salir—. Siento impotencia y ganas de matar a esos malnacidos, de darles lo que merecen.
—No llores —le pido—. ¿Quieres que me detenga?
Parpadea, ayudo limpiando la gota que sale de uno de sus ojos. Él niega.
—No, no a menos que tú quieras parar.
Suelto el aire, mi pecho duele porque no he dicho lo peor.
—Bien, pues, un día el chico que me cuidaba me dijo que escaparíamos, alguien provocó un incendio en la casa, nos sacaron y empezamos a correr. Corrí y corrí hasta que mis piernas dolieron, mientras lloraba y miraba por encima de mi hombro para asegurarme que no venían detrás de mí. Estaba perdida, era de noche, no veía nada, me metí a algún lugar, era un cementerio, me escondí ahí. Esto te lo conté una vez, ahí había una señor que vigilaba, Hank, dejó que me quedara, me daba un poco de comida y agua. Una chica visitaba a su hermano muerto y le dejaba galletas en la tumba, las robaba, ella me descubrió, así fue como me encontraron.
»Un día Robert y Romina llegaron, luego me adoptaron, lo siguiente que supe fue que estaba en una casa nueva. Fue muy difícil adaptarme, yo no quería hablar, me daba miedo. Pasaron muchas cosas, fui a terapias, incluso a terapias de lenguaje, pues pensaban que se me dificultaba la comunicación. Yo deseaba tener una madre que me quisiera, entré en una competencia por ser la hija que Romina esperaba, me comparó muchas veces con Lili, aunque no fue su intención herirme, lo hizo desde el dolor. Me diagnosticaron Amnesia Disociativa porque no recordaba mi infancia, tenía lagunas. La psiquiatra dijo era algo raro, no es normal olvidar tanto tiempo, dijo que el trauma que sufrí lo detonó y sí, siempre supe que algo me había pasado porque en mis pesadillas había un monstruo.
—¿El día del chocolate caliente...?
Asiento.
—Me arrepiento de todo lo que hice para sentirme mejor, Row, llegué a un extremo que casi me mata, a veces no sé cómo sigo viva porque quería morir, no encuentro otra explicación. Me drogué por primera vez cuando era muy joven, me juntaba con gente mayor que me llevaba a lugares horribles y me daban esa mierda. Por un momento yo dejaba de ser yo, así que seguí haciéndolo. Las y los terapeutas que me atendieron jamás pudieron llegar a mí, no estaba dispuesta a mejorar, les decía lo que querían escuchar, también a mis padres, alejaba al resto de las personas para que no llegaran a mí. No recuerdo ni la mitad de los hombres con los que tuve sexo porque estaba borracha y drogada, empecé a muy corta edad, no significaba nada para mí.
Row acaricia mi rostro, aparta el cabello de mi cara. Me tranquiliza hablarle de esto, y él sigue aquí.
»Recordé lo peor cuando encontré noticias y periódicos en una caja, fue como si una bomba estallara en mi cabeza, una que me destrozaba. Mis padres biológicos murieron, a mí me llevaron con un familiar, a pesar de que los amigos de mis padres solicitaron la custodia. Era el hermano de mi padre, me apartó de la gente que me conocía, luego me lastimó y abusó sexualmente de mí.
Decirlo en voz alta es aterrador, pero me libera de una forma que no entiendo. Es como aceptar lo que sucedió, dejarlo ir y seguir adelante.
Me abraza muy fuerte, permite que me refugie en su cuello, que respire su perfume y la tensión de mis músculos se esfume.
—Lo que guardaron en la caja era mi expediente, había cosas aterradoras, vi fotografías del día que me sacaron de la casa de ese hombre, yo estaba llena de cardenales, mordiscos y heridas. No recuerdo todo lo que me hizo, pero sí lo de mi pesadilla, algunos recuerdos al azar.
—¿Dónde está?
El tono gélido de su voz me obliga a echarme hacia atrás.
—En la cárcel. —En sus ojos veo algo que nunca vi, la sed de venganza, el peligro y la decisión que me asusta, no por lo que vaya a pasarle al monstruo, yo misma lo mataría si pudiera, temo que algo le suceda a Row—. No lo hagas.
Niega con la cabeza y vuelve a abrazarme.
—No te preocupes por nada, cariño. —Guarda silencio unos minutos que me sirven para relajarme—. Te mentí, sí cambió algo dentro de mí, ahora te amo más. Amo que lucharas todos los días por seguir adelante, amo tu fuerza, tu entereza, la bondad y claridad de tu alma que no se manchó. Y ahora que sé todo lo que sufriste te amo más por dejarme ser parte de tu vida, por confiar en mí.
Mis ojos se calientan, un par de lágrimas me abandonan. Lo abrazo con más fuerza.
—Yo buscaba problemas cuando empecé a hablarte, jamás imaginé que encontraría a un hombre bondadoso, cariñoso, que llegaría a cruzar todas mis barreras.
—Perdóname por lastimarte, caperucita, no hemos hablado de eso, solo quiero que sepas que lo que dije aquella vez no era lo que pensaba ni sentía, fue mi miedo hablando porque me di cuenta de que lo que sentía contigo era profundo.
Me hago hacia atrás solo lo suficiente para mirarlo. Sus comisuras están ligeramente hacia abajo, en gesto triste.
—Me dolió porque eras mi amigo, pero entiendo lo del miedo porque yo también dejé que me dominara. No quiero que te sientas culpable, todo lo que pasó no fue tu culpa, no sucedió por lo que me dijiste. Sí, yo me enojé y me sentí decepcionada, pero no perdí el control por tus palabras, fue por lo que vi, lo que descubrí de mi pasado. Yo también te lastimé, fui cruel contigo y lo lamento. No soy esa persona, tú tampoco.
Analiza mi rostro con paciencia.
—Gracias por contarme tu historia, mi caperucita.
Sonrío.
—Me ayudaste a que mis pecas dejaran de ser desagradables, me gustan.
—¿Sí? —pregunta a lo que digo que sí con la cabeza—. Quédate a dormir conmigo hoy, quiero sostenerte toda la noche.
Cierro la distancia entre nuestros rostros, acaricio su nariz con la mía.
—Bien.
—Tienes que avisarle a tu padre.
Eso me hace reír.
—Ustedes dos son amigos, ¿o qué?
—Tu padre me salvó la vida, lo respeto y le tengo cariño .
—De acuerdo, le avisaré en cuanto pueda alejarme de ti e ir por mi celular, pues lo dejé en la barra.
Él termina de acercarse, pesca mi labio inferior y le da una mordida suave para después adueñarse de mi boca como solo él sabe. Mis manos se mueven en su pecho, en su camisa, abro otro botón para tocar su piel.
—Creí que te perdería, que no podría abrazarte y besarte así otra vez —susurra.
No sé cuánto tiempo pasa, ya que solo puedo concentrarme en los jugueteos de nuestros labios. Voy a darle otro beso cuando un timbre suena y rompe la burbuja.
Suspiro, me pongo de pie y voy corriendo por mi celular.
—Hola, papá —canto al contestarle.
—Hola, cielo, ya voy a la casa, ¿quieres que lleve algo para cenar?
—Estoy con Row, cenamos juntos.
—Compraré algo para ti de todas formas.
Me muerdo la uña del pulgar y doy vueltas, sabiendo bien que los ojos de cierta persona siguen todos mis movimientos.
—Yo... Eh... Estamos platicando y...
Mi padre se ríe.
—¿Qué pasa?
—Me invitó a quedarme a dormir y creo que es una buena idea porque hoy tuvimos una plática muy importante, no quiero irme —hablo tan rápido que no sé si entendió. Estoy avergonzada porque nunca he hablado de estos temas con papá, nunca le he dicho que voy a estar con un hombre.
Vuelve a reír.
—¿Es algo así como una pijamada? —pregunta él, pasándosela en grande por mi discurso torpe—. ¿Estarán sus padres?
Resoplo.
»Giselle, no tienes que pedirme permiso para estar con tu novio, ya eres adulta, pero gracias por avisarme, así puedo estar tranquilo porque sé que estarás bien.
Suelto el aire.
—Gracias, papá.
—No tan rápido, pásame a Rowdy, por favor.
Me tenso.
—¿Qué? —pregunto con un chillido.
—Que me pases a tu novio.
Me quedo quieta un minuto, con la espalda recta y tensa me doy la vuelta, camino hacia Row y le entrego el celular. Él enarca una ceja al tomarlo, yo no sé qué decir.
—Buenas noches, Robert —suelta él—. Sí, sí, entiendo... Por supuesto. Jamás lo haría. Estoy de acuerdo contigo. —Se sonroja y aclara su garganta—. No estamos pensando en eso ahora. Claro, no te preocupes. Ella sabe cuidarse sola, pero estaré aquí para protegerla siempre. Hasta luego.
Cuelga y me regresa el celular.
Hago una mueca.
—¿Qué te dijo?
—Que cuidara a su querida hija.
Entrecierro los ojos porque es obvio que dijo más, sin embargo, Row se pone de pie cortando el tema. Observo que va hacia la puerta de la entrada, activa la alarma tecleando un código. Vuelve y me ofrece su mano, no lo rechazo. Me lleva hacia un pasillo amplio, hay varias puertas, caminamos hacia la del fondo.
La habitación es muy diferente a la de la casa de los Blacked, hay muchos elementos que gritan su nombre como las cámaras en el librero, una colección de autos en miniatura. Apuesto a que si me acerco y reviso las llantas encontraré su apellido grabado en ellas. Una de las paredes está llena de fotografías, mi vista cae en una, aparezco yo jugando con mi camisa, el día que me llevó al estudio de su madre; en otras aparece con sus padres y familiares, en viajes, veo otra de la primera vez que me trajo a este sitio.
Me enderezo cuando lo siento detrás de mí, sus brazos me rodean, apoya la barbilla en mi hombro y yo me derrito. Giro la cabeza hacia él para mirarlo, tengo una idea clara en mi mente que quiero intentar con él.
—¿Puedo ducharme? —pregunto. Sudé al bailar y no quiero irme así a la cama.
Él asiente. Se separa de mí para mostrarme el baño que se conecta con su cuarto.
—Voy a preparar ropa cómoda para ti y luego tomaré una ducha también.
Me aclaro la garganta, el sonrojo sube, por lo tanto frunce el ceño.
—S-se me ocurrió algo, hace poco me dijiste que... Tú me dijiste que tenía tiempo para hacer nuevos recuerdos y quiero... Q-quiero hacer algunos contigo. —El nerviosismo me va a derribar, soy demasiado torpe en estas situaciones. Se queda callado esperando que termine. Respiro hondo y lo digo sin rodeos—: Creo que si entras conmigo y estamos juntos ahí adentro puedes ayudarme a hacer nuevos recuerdos que me hagan olvidar los viejos, así como sucedió con las pecas.
Me relamo los labios mientras espero su respuesta. Su lengua acaricia sus dientes delanteros, su mirada pasa de una suave a una encendida en cuestión de segundos.
—¿Quieres que nos bañemos juntos? —pregunta.
Su expresión cambia, la adrenalina viene a mí porque la cara que pone no es inocente y el chisporroteo de magia en mi vientre se enciende de manera automática.
—S-sí, si tu quieres sí, no voy a obligarte ni nada.
Se muerde el labio inferior para ocultar una sonrisa.
—¿Segura?
—Sí.
Asiente. Entra al bañito que, en realidad, es muy grande. Prepara el agua de la ducha regulando la temperatura.
Me atraganto cuando se saca la camisa con movimientos que me hipnotizan, cómo sus dedos se deshacen de los botones para descubrir su pecho y abdomen duro, los músculos de sus brazos. La arroja al suelo sin dejar de mirarme. Yo estoy ahí, en la mitad del baño, completamente perdida porque no puedo dejar de observarlo, de detallarlo. Con rapidez se quita los zapatos y los calcetines, hago lo mismo con mis botines. Verlo en pantalón de vestir me saca un suspiro. Se va el resto de su ropa, que también terminan en una montaña junto a su camisa.
Queda desnudo ante mí, me deja recorrer su cuerpo. Tiene una muy dura erección. Es perfecto, él se ve tan atractivo, por favor necesito un poco de él. Row da pasos hacia atrás y se sienta en la tapa del baño con las piernas abiertas.
Mierda santa, infierno bendito.
Nunca sacaré esta imagen de mi cabeza, me arrolla por lo caliente que se ve, con esa mirada cargada de promesas, esa anatomía que parece esculpida grita fóllame.
—Ven acá para que te quite toda esa ropa.
—¿Me vas a desvestir? —cuestiono solo para fingir que no me muero por devorarlo, al tiempo que obedezco a su petición.
—Claro, a menos que quieras bañarte con ropa.
Me mira desde abajo y solo continúa cuando niego, quiero que estemos desnudos.
Él no me está tocando, pero yo quiero desfallecer, quizá es porque desde aquí tengo una vista muy buena. Sus manos alcanzan el borde de mi crop top, lo delinea, por lo tanto toca mi piel, juega con los lacitos y tira de ellos.
—Que se vaya.
Me lo quito.
Me quedo en sostén. Su mirada me prende fuego, tengo que apretar las piernas. Otro de mis miedos era que él ya no me deseara como antes, pero las ganas siguen aquí, muy fuertes.
Los ojos se le iluminan cuando sus manos alcanzan mi pantalón, abarcan mi cadera y me hacen dar un paso más cerca. Me rodea, así que sus manos caen en mi trasero, me aprieta. Está obsesionado con mi culo.
—Extrañé estas curvas tan deliciosas —dice.
Vale, me estoy calentando más de lo normal, estoy a nada de mover mis caderas por instinto. Fue mucho tiempo sin su toque, ahora que estamos así es como si mi cuerpo lo reconociera y le suplicara atención.
Me mira con coquetería cuando suelta el botón y baja el cierre, tengo que mover las piernas para ayudarle a sacar mi pantalón ajustado, él silba.
—Me encanta quitarte la ropa, ver cómo te aprieta por tener ese culo tan sexy.
Pongo las manos en sus hombros para equilibrarme, pues no demora en sacarme las bragas, al final el sostén. No me pierdo su trasero cuando se levanta y me da la espalda para entrar a la ducha.
Me ofrece su mano.
Trago saliva antes de aceptarlo y entrar.
Con las terapias bañarme ha sido más sencillo, pero estar aquí con Row me hace sentir tranquila, segura, justo eso es lo que quiero recordar la próxima vez que me meta sola a la ducha.
—Dime qué hacer, caperucita, y lo haré —susurra.
El agua está calentita, nada de agua hirviendo como antes. Hasta este momento ningún recuerdo me ha atacado, tampoco la ansiedad ni la desesperación.
—Abrázame —pido.
Él lo hace, me tiene entre sus brazos, puedo sentir sus músculos, así como la señal de que me desea. Entramos al chorro de agua, me aferro a sus hombros, casi me cuelgo a su cuerpo y aprieto los párpados, esperando que el dolor contamine este momento tan hermoso. Solo que no llega nada, estamos mojados en el baño y yo estoy bien. Lo miro, no se pierde mis expresiones, está atento.
Me estiro y tomo champú de la botella, masajeo mi cuero cabelludo. Luego atiendo a Row, él sonríe y cierra los párpados disfrutando mis caricias, mis dedos masajeando y deshaciéndome de la espuma. Hay gel de ducha, tomo el bote y se lo enseño.
—¿Me llenarías de jabón?
—Con mucho gusto.
Me pide que me gire, me recargo en su pecho y la cabeza en su hombro. Cierro los párpados, temiendo que los recuerdos vengan en cualquier momento, pero me concentro de sus manos sobre mí, tocándome. De mis costados a mi torso, va a mis pechos, los moldea y masajea mis pezones. Se mueve por todas partes, resbala por todos los rincones. Me da la vuelta y también me enjabona la parte de atrás.
Me quedo en sus manos, observando sus ojos repletos de deseo, de amor.
Termina y me permite enjuagarme. Yo también quiero llenarlo de jabón, pero él se adelanta, lo hace muy rápido, se reúne conmigo debajo del chorro.
Row me abraza y me besa con suavidad, tomándose el tiempo para seducirme sin saber que estoy totalmente perdida, sobre todo porque sé que lo hace para no asustarme, para ir lento.
Dentro de mí hay fuego, la tensión acumulada pasa factura. Sé bien que la humedad entre mis piernas no es por el agua que nos empapa. Yo no puedo más.
Tomo su mano y la llevo a mi entrepierna.
—Aquí, Row, por favor, no aguanto más.
Él suelta un sonido varonil que me hace gemir antes de hundir sus dedos entre mis pliegues y llegar a ese lugar que me está enloqueciendo. Lo necesitaba tanto que solo hace falta un par de caricias con la presión indicada para correrme. Maldición.
Me da un descanso y luego comienza otra vez, construye mi deseo haciendo círculos, mientras yo voy a su erección y lo acaricio siguiendo su ritmo. Los dos gemimos, apoyamos nuestras frentes y nos miramos mientras explotamos casi al mismo tiempo.
Sus labios entreabiertos y mojados se me antojan, así que devoro su boca.
—Me encanta que me toques, tócame siempre —murmuro.
Me regresa el beso con el mismo fervor, con devoción.
Cierra la llave y, sin soltarme, da pasos hacia atrás. Se sienta en una especie de hueco hecho de azulejos que no había visto.
—Déjame hacer algo más.
Sus manos en mis caderas me giran cuando asiento.
Me acerca y deja una ristra de besos en mi espalda. Creo que mis rodillas fallan. Nunca dejé que nadie me tocara ahí porque me recordaban los maltratos, solo él, él es mi excepción.
Hay una quemadura que casi parece una marca de nacimiento, siempre apagaban el cigarro en el mismo lugar para que la herida nunca sanara. Row la besa y se siente como si una cicatriz desapareciera.
* * *
AAAAAAAAAAAAAAAAAH, ¿les gustó? :D
Este y el capítulo 42 eran uno solo, lo dividí.
Estoy feliz por nuestra bebita Gi porque ha avanzado muchísimo. Este es un gran paso para ellos, para su relación. Pero esto todavía no termina >:D
Les cuento que tengo una nueva historia, es de romance y erotismo. Pueden encontrarla en mi perfil, vamos en el segundo cap:
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