Capítulo 42
Estoy frente al portón, no puedo moverme, pues los nervios me atacan y me dejan estática. Conozco este lugar como a la palma de mi mano, he venido muchas veces, pero la última vez me fui con el corazón roto. No voy a mentir, tengo miedo. Me aterra entrar y que ellos me odien.
Respiro hondo para tranquilizarme.
—Tranquila, vas a entrar y todo estará bien, ¿de acuerdo? —me digo.
Con ese pensamiento entro y marco mi entrada. La directora, quien está cerca, me saluda con una sonrisa, se aproxima dando pasos largos. Hablé con ella ayer, me dijo que se alegra de que esté mejorando y que estaba ansiosa por mi regreso.
Sara me da un abrazo.
—Es tan bueno verte. —Señala la puerta con la barbilla—. Te están esperando, todos los sábados te esperan.
Mi corazón se agita ante sus palabras. Estos niños me llegaron al alma, aunque no es profesional involucrar los sentimientos en el trabajo, no pude evitarlo y no me arrepiento porque los conocí, pude escucharlos. Me dieron fuerza en un momento en el que no creía en mí.
Row viene detrás de mí, le doy un golpecito en el hombro cuando abre la puerta para mí. Nos reímos juntos al salir al patio y no puedo creer lo que sucede.
Sallie es la primera en percatarse de mi presencia, sus párpados se abren y sus ojitos brillan, le da un codazo a Demetria, quien alza la cabeza y me mira. Su boca se abre, entonces grita:
—¡¡Mérida volvió!!
Y sí, así es como una estampida de niñas y niños corre en mi dirección, Row se hace a un lado para que puedan rodearme, están por todas partes, gritan y saltan. Los gemelos hacen lo de siempre, me jalan de los brazos, uno en cada extremo. Demetria les recuerda, alarmada, que prometieron no hacerlo, pero no les importa la carta y las promesas. Me carcajeo y me tomo el tiempo de saludar a todos.
Algunos se marchan, los gemelos no se van, se quedan y me miran desde abajo.
—¿A quién extrañaste más, Mérida? —pregunta Colin.
—¡Pues a mí! ¡Es obvio!
—¡Es mentira! ¡Ella me extrañó más!
—No es verdad.
—Que sí.
—Que no.
—Que sí.
—Que sí —suelta Corey.
—Que no.
—¡JA-JA-JA te gané!
Me agacho para evitar una pelea, pues Colin está rojo e infla las mejillas, señal de que perderá la paciencia y le soltará un golpe en la cara a su hermano. No queremos un desastre.
—Los extrañé a los dos, mucho, mucho.
Colin me sonríe y Corey se sonroja, me quiero morir de la ternura. No se van hasta que me dan un abrazo y me hacen prometer que iré a platicar con ellos más tarde, pues quieren contarme sobre sus calificaciones y nuevos amigos. Corey se demora más que su hermano, deja un beso en mi mejilla y me da una mirada tímida antes de correr.
Row resopla a mi lado y se ríe.
La siguiente en venir es Sallie, se tan cohibida como siempre, pero me sonríe enseñando todos sus dientes cuando abro mis brazos. Ella casi no pesa nada, así que puedo levantarla un poco y dar un giro, se ríe.
—Te extrañamos, Mérida.
—Y yo a ustedes.
Da un paso atrás y mira a Demetria, quien se aproxima con la cabeza gacha y los hombros hundidos, se ve triste. Al mirarme veo sus ojos rojos, ha llorado, debería de estar contenta porque su amigo ha vuelto.
Mac me contó que pediría el traslado de Henry, por lo que Sara me comentó ayer él ya está de regreso. No me extraña que no esté aquí, esperaba su molestia, ya encontraré el momento para hablar con él.
Demetria suspira.
—Lo siento tanto, Giselle —dice y empieza a llorar—. Lamento haber dicho esas cosas.
Me apresuro a sostenerla abrazándola porque creo que caerá, ella se aferra a mí. Solloza muy fuerte.
—Acepto tus disculpas, Dems, no estoy enojada, estaba preocupada por haberlos decepcionado, ustedes son importantes para mí.
—Tú también eres importante para mí —susurra entre gimoteos.
Espero a que se tranquilice, cuando lo hace las conduzco a una banca. Row asiente antes de trotar hacia la cafetería. Estoy entre las dos, Sallie deja caer su cabeza en mi brazo, Demetria se truena los dedos, estiro mi mano para capturar la suya y darle un apretón.
—¿En dónde estabas? —pregunta Sallie—. El príncipe dijo que tenías algunos problemas.
Demetria le lanza una mirada de reproche, hace que Sallie aplane los labios.
—¿Quién es el príncipe?
—Tu amigo —responde.
Me muerdo el labio para no sonreír con ganas, está hablando de Row.
—Bueno, el príncipe tenía razón —digo y suspiro—. Les contaré algo.
—Sí, nos gustan las historias.
Demetria se queda callada, pero sé que me está escuchando porque me mira de reojo.
—No es un cuento de hadas —aclaro, pues no quiero crear expectativas—. Yo me parezco mucho a ustedes. Mis padres murieron y me quedé sola, así que tuve que vivir con otras personas.
—¿En Bridgeton?
Niego con la cabeza.
—No, Bridgeton es un hogar hermoso y todos los niños como nosotros deberían de encontrar un lugar como este, a mí me lastimaron, había gente malvada que me hizo mucho daño. Yo estaba muy triste y hacía cosas malas.
No puedo llenar los pensamientos de estas niñas con todo lo malo que viví, así que intento explicarles de la manera más sencilla y adornada posible.
—¿Por qué estabas triste?
—Porque sentía un gran hueco en mi corazón —susurro—. Creía que no podía amar a las personas y que nadie podía amarme, eso provocó que me alejara de mis amigos, de mi familia y de todos los que me aman.
—¿Por qué pensabas eso? Nosotras te amamos.
—Y yo a ustedes. —Las lágrimas vienen, logro retenerlas. Aclaro la garganta para encontrar mi voz y continuar—. Entonces hice algo muy malo, intenté hacerme daño y puse en peligro la vida de mis amigos. Así que tuve que irme lejos durante unos meses para recuperarme, ahora me siento mejor.
—¿Qué pasó con el hueco de tu corazón?
—Bueno, me di cuenta de que no tiene por qué asustarme, poco a poco se hará pequeño y desaparecerá, así como una herida.
—Dijiste que no era un cuento de hadas, pero sí lo es porque buscaste tu final feliz —dice Demetria.
Sonrío.
Dejo que el silencio nos cubra. Me siento bien, tranquila y en paz. Hay niños corriendo por todas partes, algunos juegan con la pelota, otros están en los resbaladeros y columpios. Se acercan a mí los que no me saludaron minutos atrás y se quedan un rato conmigo conversando hasta que se aburren.
—¿Entonces qué pasó en mi ausencia? Alguien me dijo que Henry volvió.
Sallie hace una mueca y Demetria mira hacia otro lado, evitando que la analice.
—No nos habla, nos ignora, sobre todo a Dems.
La mencionada se encoge de hombros.
—Cuando volvió me acerqué para darle un abrazo y me dio un empujón para que no me acercara, después fue grosero conmigo cada vez que intenté hablarle. —Traga saliva y aprieta la mandíbula, sé que hay algo más que no está diciendo. No puedo presionarla, espero—. Dijo que me odia y que nunca más seremos amigos, sé que no lo hace, sé que si sigo insistiendo todo volverá a la normalidad porque siempre hace lo mismo, pero ya no voy a hacerlo porque él me lastima.
Mierda.
Se escucha como una adulta, me impacta la fuerza y convicción que guarda en sus palabras.
Quiero sacudir a Henry porque está hiriendo a alguien que de verdad lo quiere y terminará perdiendo a una gran amiga, al mismo tiempo lo entiendo, sé lo que está haciendo porque yo también hice algo parecido.
Cambian el tema rápidamente. Les duele hablar de eso.
Me cuentan que una pareja ha hablado con ellas varias veces, eso solo sucede cuando quieren adoptar. Sallie se ve muy ilusionada, sobre todo porque el contacto ha sido con ambas. Dice que son muy buenos y que el otro día les dieron un chocolate solo porque ella les dijo que era su golosina favorita. Dems no se ve tan alegre, supongo que espera lo peor y prefiere no guardar esperanzas, a pesar de que sé que ser adoptada es uno de sus deseos.
No quiero que se lleven una decepción. Hay muchas personas que no comprenden lo que estos niños sienten, vienen y hablan con ellos, les cuentan sobre sus planes, luego se arrepienten y dejan atrás a esos pequeños que empezaban a crear sueños. O están los otros que se los llevan y semanas después los regresan como si fueran juguetes.
Es desgarrador.
Lo detesto, el único consuelo que me queda es que no eran los indicados y ellos no sufrirán en un hogar que no está convencido de quererlos.
Mi trabajo como trabajadora social es comprobar que las familias estén listas y cuenten con todos los requisitos para adoptar, así evitamos situaciones que puedan lastimar a los niños. Hago una nota en mi mente para hablar con Sara, seguramente Tim está llevando el caso, me aseguraré de que todo esté en orden. Si Demetria y Sallie se van será con los mejores.
A la hora del almuerzo todos están en el comedor, excepto Henry.
Sin llamar la atención me dirijo a la salida, no lo he visto en todo el día, pero sé dónde está porque Sallie me dijo que ahora se refugia en ese sitio.
Y lo encuentro. Está sentado en el suelo, recargado en la pared junto a un basurero. Tiene una pelota pequeña de color amarillo que avienta hacia la pared que está frente a él, la captura cuando vuelve y lo hace de nuevo. El sonido de los rebotes parece un eco dentro de mi mente.
Nota que me acerco, sin embargo, se queda callado, en su mundo, ignorándome. Me dejo caer a su lado, guardando distancia, veo cómo la pelota viene y va.
Si no fuera tan cerrado me acercaría y le daría un abrazo, pues estoy segura de que necesita uno. Es el más grande de todos, pero a veces lo veo pequeño y frágil. Al verlo tan enojado con el mundo me pregunto si Row se veía así, alejando a todos los que lo amaban como si esa fuera una forma de vengarse.
Tomo una respiración profunda.
—Sé que es más fácil encerrarse en el caparazón, Henry...
No me deja terminar.
—No necesito tus charlas motivacionales de mierda, no hables como si lo entendieras.
—Puedes estar enojado conmigo, con Mac o con la directora, puedes herirnos con tus palabras si quieres, nosotros lo entenderemos porque sabemos que lo haces porque te duele, pero ellos... Demetria podrá entender, pero no tiene por qué soportar que la trates mal.
—Por eso lo hago, no quiero que me entienda, solo quiero estar solo.
Me quedo en silencio un rato.
—Tienes a muchas personas que se preocupan por ti, tus amigos y amigas, Sara, Mac y yo, me hubiera gustado tener a tanta gente al pendiente de mi bienestar, pero no, lo único que tuve fue a un montón de mierda que se aprovechó de mí. —No vuelve a botar la pelota. Su cabeza gira rápido, clava los ojos en los míos, parece que va a llorar—. Soy adoptada, pero yo no viví en Bridgeton, yo viví en un lugar donde torturaban a los niños, me escapé y me escondí en un cementerio, sola, tenía que salir a la calle a buscar agua y comida. Me encontraron y me llevaron a un hogar seguro, sin embargo, lo que viví fue tan doloroso que seguí viviendo en una pesadilla.
No dice nada.
»Mac vivió eso conmigo, ¿sabes? Él me protegía para que no me hicieran daño y muchas veces se sacrificó. Tú no viviste eso, Henry, tienes todas las oportunidades que tu hermano no tuvo. ¿Crees que es linda la vida que le tocó a Mac? ¿Crees que le gusta estar rodeado de sangre, culpa, rencor, odio y gente sin escrúpulos que lastima a otros? ¿Crees que no le aterra convertirse en eso? ¿Eso quieres para ti?
De nuevo me contesta el silencio. A pesar de que sé que puede rechazarme, me inclino y le doy un apretón a su hombro. Afortunadamente no se retira.
»Alejé a las personas que amo durante muchos años, Henry, y fueron esas personas las que me ayudaron a encontrarme cuando estaba perdida, muriendo en vida. Entiendo lo que sientes, estaré para ti siempre que me necesites.
Está decidido a no hablar, quizá no sabe qué decir, me conformo con saber que me escuchó.
El viaje se adelantó. Avril tiene que marcharse a Londres cuanto antes por lo de su intercambio, le llamaron de la universidad para decirle que tiene que hacer unos trámites que no pueden esperar. Se disculpó durante veinte minutos, pues no estará para mi cumpleaños, le aseguré que no es necesario y que debe preocuparse por sus sueños.
Me alegra verla tan contenta. Hizo una pequeña reunión en su casa como fiesta de despedida, estoy sorprendida por la actitud de su madre, esperé que soltara alguna barbaridad, pero al parecer está orgullosa de su hija y les presume a todas sus amigas que se irá a terminar la carrera al extranjero.
Ushio y yo estamos juntas, Avril se pasea por todas partes atendiendo a sus invitados, hay amigas suyas de la carrera y algunas vecinas. Se sienta un momento con nosotras y nos sonríe.
—Gracias por estar conmigo en esto —dice.
Luego de decirle que estamos emocionadas, que le aplaudiremos todos sus logos y de hacerle jurar que nos dará un autógrafo para venderlo cuando sea famosa. Nos quedamos a dormir, una última pijamada antes de que se vaya.
Prepara palomitas de maíz, Ushio se apropia de la cama, yo me dejo caer en el banco de su tocador y Avril se acuesta en el sillón.
—Ahora sí, antes de irme tengo que saber el chisme completo sobre el bombón de Willburn.
—Tenemos que saber —corrige Ushio. Me da una mirada y se ríe—. ¡Mírale la cara, Avs!
Las dos se carcajean por mi sonrojo, me tengo que cubrir la cara con las manos.
—Él es todo lo que está bien en este mundo —les digo tan pronto logro recomponerme—. Me gusta mucho. Me hace sentir liviana, en paz.
Bueno, también me hace arder, pero no les voy a explicar cómo me enciende, prefiero que eso se quede entre nosotros dos.
Keals y Ushio me ayudan a arreglarme, vinieron luego de que las agregara a un grupo de chat y les dijera que me quiero jalar los cabellos.
Me siento como una ridícula porque no es nada del otro mundo, solo es una cita con Row, ya hemos hecho muchas cosas juntos, no debería preocuparme tanto, pero lo hace. Estoy nerviosa.
Ellas dos se llevan bien, a pesar de que son muy diferentes, Ushio se muere de la risa por las cosas que dice Kealsey, quien también disfruta molestándola con Mateo.
Keals le hace ondas a mi cabello, Ushio se encarga de ayudarme con la ropa, yo me maquillo usando poco maquillaje, pues dijo que iríamos a bailar, seguro sudaré, no quiero convertirme en un desastre. Mierda, voy a sudar.
—Tranquilízate —suelta Keals en medio de una risotada—. Viéndote la cara cualquiera pensaría que vas directo al altar.
—¿A-al a-altar como un matrimonio?
Las dos se ríen.
Las ignoro porque no me parece gracioso.
Me pongo de pie para verme en el espejo. Mis pantalones negros parecen fundirse con mi piel por ser tan apretados, sé que eso le gustará. Traigo puesto un crop top verde con escote y lazos que se anudan en el ombligo. Llevaré una chaqueta de imitación de cuero con hebillas plateadas por si me da frío, el atuendo es cerrado con unos botines bajos y cómodos.
—Se va a cagar de lo sexy que te ves —dice Ushio.
—Me veo como una motera.
—Ya sabemos qué moto vas a montar esta noche —dice Keals, quien imita el sonido de una moto, moviendo también las manos.
Por supuesto que Ushio se muere de la risa.
Minutos después me llega un mensaje de Row diciéndome que está afuera. Ellas salen conmigo y se escapan antes de que las obligue a ir con nosotros para llevarlas a sus casas.
Adentro de su camioneta su presencia es más que notoria, no me pierdo la mirada de deseo que me recorre y agita los latidos dentro de mi pecho, sus ojos analizan en el escote, van a mis piernas y luego a mi rostro otra vez.
—Hola, caperucita —susurra con la voz ronca.
Le respondo como puedo, con una sonrisa temblorosa. Me señala su mejilla, así que me inclino y dejo un beso ahí, uno que se queda marcado en su piel. Me hace gracia, pues me recuerda a la vez que dejé un beso en su vidrio. Busco un pañuelo en mi bolso y le quito el labial rojo.
Yo también inspecciono su vestimenta porque está usando ropa formal, solo le falta el saco para ser un atractivo hombre de negocios.
—Me reuní con unos socios de mi padre para cerrar algunos tratos —explica cuando nota mi escrutinio.
Prácticamente no presto atención al camino porque estoy muy entretenida mirándolo. Los músculos de sus antebrazos se tensionan cada vez que tiene que mover el volante o la palanca. Las venas de sus manos me provocan calor. Huele a él, solo puedo verlo, temo parecer una acosadora.
Detiene la camioneta, no alcanzo a apartar la mirada, la suya me descubre comiéndomelo con los ojos.
—Si sigues mirándome así no podremos tener nuestra cita porque te comeré aquí mismo y no quiero, la próxima vez que lo hagamos deseo tener tiempo y disfrutarlo muy despacio.
Sí quiero.
Quiero todo.
Despacio o rápido, como sea, lo quiero a él.
Por un momento me siento tentada, pero también quiero la cita.
Tengo que bajar y poner distancia para alejar el calor que se concentra en mi cuerpo. El brisa fresca se encarga de eso.
Me hace una seña para que lo siga. Nos acercamos a un local de paredes blancas, hay luces colgando en la cornisa. En la parte de arriba y en el vidrio de la ventana hay letreros que dicen «Mambear».
Desde afuera se escucha el escándalo. Row tiene reservación, pues le dice su nombre al anfitrión, quien le cobra antes de dejarnos entrar y guiarnos. En el interior hay ruido, alguien gritando y muchas risas. Los ritmos son latinos, no soy buena bailarina, pero es imposible ignorar el deseo de moverse siguiendo la música, sobre todo con el ánimo de todos.
Hay mesas en los costados, en el centro se concentran muchas parejas que siguen los movimientos de los instructores al frente. Ellos tienen micrófonos, sus voces suenan a todo volumen.
Llegamos a una mesa, un mesero se acerca y coloca platos que tienen botanas. De inmediato agarro un puño de cacahuetes, le doy uno en la boca cuando la abre. Row está junto a mí, su brazo está en el respaldo de mi silla, se tiene que inclinar para que podamos hablar, pues la música es muy fuerte.
—¿Qué bailan?
—Bachata —responde.
—Me gusta.
Él se inclina más, muerde el lóbulo de mi oreja y deja un besito ahí.
—No puedes ser más hermosa —susurra mandando escalofríos por todos los rincones.
—Deja de intentar seducirme.
—Te gusta que lo haga.
No puedo refutar eso porque es verdad, lo sabe. Me gusta que haga todo esto. Pongo mi mano en su pecho, suelto los dos primeros botones de su camisa para colar mis dedos y tocar su cuello.
Respira hondo.
—Podrás ponerme nerviosa, pero puedo seducirte más rápido, así que no me provoques. —Me bajo de mi asiento y señalo la pista con la barbilla—. Vamos.
No tarda en seguirme. Conseguimos un buen lugar en la parte de adelante, afortunadamente para mí porque no quiero avergonzarme ni pisarle los pies. Primero los instructores nos muestran la coreografía que creen que debemos de hacer, dudo mucho que pueda hacer eso.
—Es sabor —dice ella—, complicidad y seducción, no se preocupen si no siguen los pasos. Dejen que sus cuerpos y el de sus parejas hablen por ustedes.
No sé qué tengo que hacer, toma la delantera rodeándome, imitando a los instructores que también bailan con nosotros y nos dan instrucciones por los micrófonos.
Él se encarga de casi todo, me guía y hace que esto sea más fácil para mí. Sus manos en un momento están en mi cintura, luego en mis manos, en mis hombros. Me da vuelta, nos separamos tomados de las manos para unirnos después. Debo tener los ojos fijos en la instructora para seguir, pues es la primera vez que bailo algo así. Al principio soy torpe, mejoro al relajarme y dejarme llevar.
Giramos cuando lo dicen, queda a mis espaldas, desde esta posición es más fácil mirar la clase, pero no puedo hacerlo. Mi mente se nubla al sentirlo. Una de sus manos está en mi ombligo empujándome hacia atrás, hacia él. Siento algo duro dentro de sus pantalones cada vez que mi culo choca.
No sé qué me invade, tal vez es la agitación, el ánimo de todos, la música que no entiendo o que nuestros cuerpos conectan tan bien que no tengo que pensar. Bailo, muevo las caderas. De nuevo quedamos frente a frente, una de sus piernas está entre las mías, los movimientos lentos y provocadores suben el calor.
Se relame los labios, mis ojos van directo al camino húmedo que dejó su lengua.
—Mujer sensual —murmura.
A la mierda.
Lo beso, haciendo que suelte un rugido cuando nota mi urgencia, el hambre que no puedo contener. Una de sus manos se cuela en el bolsillo trasero de mi pantalón. Mis dedos se sumergen en su cabello, lo aprieto al tiempo que succiono su labio.
Estuve alejada mucho tiempo, obligándolo a estar lejos, ahora que estamos cerca no puedo ocultar ni controlar lo que antes para mí era sencillo guardar en el fondo de mi corazón. Es como si Vivian me hubiera ayudado a activar algún botón.
Maldita Vivian.
Mentira, me encanta esto.
Amo no estar asustada, amo no pensar en que necesito escapar u ocultarme, amo sentirme cómoda, saber que puedo besarlo cuando quiera, amo no tenerles miedo a los latidos acelerados que perforan mi pecho.
Nos despegamos por falta de aire, es entonces cuando el ruido me trae de vuelta a la realidad y me percato de que un montón de personas nos está mirando, mientras aplauden y silban.
—¡De eso estoy hablando! —grita la instructora señalándonos, ganando euforia y que otra canción comience a sonar.
* * *
Hoy subo otro capítulo porque en un principio eran uno solo, pero era demasiado largo y tuve que dividirlo <3
Si veo muchos comentarios y votos lo subo más rápido :D
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