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Capítulo 33


Desde la lejanía alcanzo a ver a Giselle frente a Demetria y los niños, me recargo en la pared y me dedico a observarlos, pues no quiero entrometerme una vez más. Otra vez repaso lo que sucedió más temprano, cada palabra se aferra a mi mente. Ver su carita triste después de nuestro beso me rompió el alma porque eso no es lo que siento, cada vez que la toco o estoy con ella creo que hay incendios dentro de mí que me consumen, no me duele, me emociona, hace que me sienta vivo. Quizá ahora comienzo a entender que no sentimos lo mismo. Luego está el hecho de que es evidente que conoce a ese sujeto y me preocupa porque no son buenas personas, no sé quién es, pero le sirve a la gente equivocada, él daría un tiro si ellos lo pidieran.

Tarde me percato de que la postura de Gi ha cambiado, su espalda ahora está recta como una tabla, aprieta los puños. Me dirijo hacia ella, pero sale corriendo antes de que pueda alcanzarla, se va de Bridgeton sin detenerse a marcar salida. Mierda, ¿qué sucedió?

Me alarmo, corro y enfrento a Demetria, quien tiene la mirada perdida, confundida, fija en el lugar que acaba de dejar Giselle.

—¿Qué pasó? —pregunto.

Sale del trance pestañeando, sus ojos suben y se centran en los míos, se llenan de lágrimas, están cargados de arrepentimiento, algo que me preocupa.

—Le dije cosas horribles —dice—. Le dije que se fuera.

—Joder —suelto entre dientes.

Ella no necesita más mierda justo ahora.

—Lo siento, lo siento, lo siento mucho. —Demetria habla tan rápido que apenas puedo entender lo que dice—. No quería decirle eso, es que estaba muy enojada, ¿podrías decirle? Por favor dile, le diré a la directora que le llame, tienes que explicarle que no quería...

Respiro hondo y la miro con pesar, es una niña que está preocupada por su amigo, lidia con sus propios problemas y hay muchas cosas que no entiende, no puede ver que Gi solo quiere ayudar a Henry, que se preocupa por él, por todos estos niños. No quiero que Demetria se sienta más culpable de lo que seguramente se siente.

—Voy a hablar con ella, ¿de acuerdo? No te preocupes, Giselle entenderá que estabas molesta y vendrá pronto.

No le doy tiempo para responder, salgo de Bridgeton a toda velocidad con la intención de detenerla, sostenerla porque sé que le debe de estar doliendo. No la encuentro cuando estoy afuera, su auto no está por ninguna parte.

Maldición, ya se ha marchado.

Sin perder el tiempo me subo a la camioneta. La busco en todas partes, primero voy a su casa, después al cementerio, también paso por la universidad. Voy a la casa de la hermandad y también al bar de Angel, pero no hay rastros de ella ni de su auto. Llamo a Omar para que me ayude a encontrarla, pues él tiene contactos, en estos casos es bueno tener ojos en todos lados. Los chicos no tardan en ofrecerme su apoyo.

Casi una hora después sigo dando vueltas por la ciudad, cada vez más desesperado. Llamo a su celular y no responde, así una y otra vez hasta que mis ojos comienzan a picar y mis dedos duelen por apretar tanto el volante.

Una llamada me saca del nubarrón de preocupación, sin embargo, esta incrementa cuando veo el nombre de mi mejor amigo en el identificador.

—La vieron entrar al WestBar —dice a lo que suelto una serie de improperios—. Vamos en camino, no entres sin nosotros, hablaré con alguien para que nos dejen entr...

Cuelgo e ignoro las llamadas posteriores. Me importa una mierda el lugar, solo quiero sacarla de ahí y no pienso esperar a nadie, necesito llevarla a un lugar seguro. ¿Qué hace ahí? ¿Cómo se le ocurre ir a ese lugar? El WestBar está en el lado de Hartford que no controlamos, la zona que debemos evitar si no queremos peleas. No voy a dejarla ahí.

Por el tráfico me tardo otros veinte minutos. Localizar su auto en el estacionamiento hace que se me revuelva el estómago, tenía la esperanza de que fuera una confusión. Busco un lugar cerca de la entrada porque tenemos que salir rápido y no llamar la atención. Lo que será complicado, ya que algunas cabezas giran cuando ven mi camioneta, será sencillo reconocerla, pronto me identificarán y esto se pondrá feo, pero no soporto la idea de dejarla ahí mientras vienen mis amigos.

Agacho la cabeza al cruzar el umbral, a pesar de que no creo que sirva, al menos me dará tiempo. Recorro la multitud de personas bailando al ritmo de una canción que suena a todo volumen, las luces estroboscópicas y la oscuridad me permiten tener cierto anonimato, no obstante, se hace más difícil buscarla. Hay demasiada gente, demasiado ruido. La barra está atiborrada de personas, me acerco para tener una visión más amplia del local.

Le mando un mensaje a Omar para decirle en dónde estoy cuando veo que todos entran al bar y se dividen, caminando en diferentes direcciones.

Un par de minutos después estamos todos reunidos.

—¿La has visto? —pregunta Angel barriendo con la vista más allá de nosotros.

—No.

—Tenemos que hacer esto rápido —suelta Omar—. No podemos estar mucho tiempo aquí, seguramente ya lo saben y no tardarán.

—Angel y yo nos quedamos aquí —dice Tyler—. La buscamos y les avisamos si vemos algo sospechoso.

Mateo es el siguiente en hablar.

—Revisaré afuera.

Omar me señala con su índice.

—Vamos a los baños y trastienda.

Asiento. Omar y yo primero vamos a los baños, él se adelanta y entra al baño de los hombres, yo voy a asomar mi cabeza en el de mujeres cuando la escucho. Mi corazón da un golpe fuerte dentro de mi pecho que me duele por el dolor que percibo en su voz, en la queja que desgarra el fondo de su garganta.

Entro con violencia, la puerta choca con la pared.

—No... —llora.

Un tipo la tiene acorralada en un rincón, la mano de él se cierra en su cuello, las uñas de ella se clavan en la piel del sujeto, el miedo que veo en su mirada hace que mi sangre se caliente.

La rabia se apodera de mí, no sé en quién me convierto. Solo sé que en un segundo ya no la está tocando, hago que su cabeza se estrelle contra la barra del lavabo y lo arrojo al suelo, ahora estoy encima de él golpeando su rostro sin parar.

—Hijo de perra. —Gruño.

Gritos suenan a lo lejos, sus huesos crujen, mis manos se manchan.

No puedo parar.

Una mano aprieta mi hombro y me jala hacia atrás con tal fuerza que me tira al suelo.

—¡Lo vas a matar! —grita Omar—. ¡Detente!

Parpadeo hasta que vuelvo a la realidad, me cuesta enfocar. Mientras recupero el aliento y permito que mi pulso vuelva a la normalidad, escaneo el cuerpo tendido y ensangrentado, la cara hinchada e irreconocible. No se mueve. Omar se aproxima, lanzando maldiciones al aire, y toca la base de su cuello.

—Estará bien, es hora de irnos.

Miro hacia todas partes, el desasosiego vuelve a invadirme al no encontrarla en el baño.

—Giselle... —susurro.

—La saqué de aquí, Tyler y Angel ya se la llevaron —explica—. Vámonos antes de que vean a esta escoria.

Ahora que lo veo me percato de que es uno de ellos, pertenece a la banda de este lado de la ciudad. Van a saber que fuimos nosotros y todo se irá al carajo, sin embargo, lo único que me interesa en este momento es que ella esté bien, no los tratos con estos sujetos que, seguramente, reconocieron a Giselle.

Hacemos nuestro viaje a la salida uniéndonos a la multitud con la cabeza agachada y mirando hacia todas las direcciones por si alguien nos reconoce. Afortunadamente logramos salir y treparnos a la camioneta, Omar maneja en silencio, me lanza una sonrisa triste, supongo que en mi rostro puede ver todas las emociones que no puedo expresar.

—Lo que hicimos traerá consecuencias —dice—. Te pedí que no entraras sin nosotros, íbamos a negociar.

Tengo que morderme la lengua para no mandarlo al carajo.

—¿Qué esperabas que hiciera? No iba a dejarla ahí adentro.

—Te entiendo, Will, pero no podemos hacer estas cosas, es por nuestra seguridad y por las personas a las que les damos protección.

—Giselle es una de las nuestras, ella está conmigo —digo y aprieto los dientes.

Suspira.

—Lo sé, pero no creo que ella quiera tu ayuda, amigo, y no podemos ayudar a las personas que buscan el peligro.

No puedo creer que me esté soltando esta basura.

—¿Estás diciendo que si Kealsey un día sufre depresión no vas a hacer todo lo posible por sacarla de ahí? —Se queda callado, ya sé la respuesta—. Yo también iría al infierno por Giselle y si tú o tu hermandad no quieren ayudar a alguien que grita en silencio y a la que amo, tal vez debería marcharme.

La tensión es palpable y crece conforme pasan los minutos. Apoyo la nuca en el respaldo del asiento, cierro los párpados que me pesan. No he dormido muy bien los últimos días. Una bola gigante se aprieta en mi garganta, me roba el aire.

—La amas... —suelta Omar a mi lado.

—Con locura.

No volvemos a hablar. Al llegar a la casa desciendo de la camioneta antes de que apague el motor, corro y veo a todos reunidos en la sala, un tanto agitados.

—¿Dónde está? —pregunto.

Tyler señala mi habitación.

Segundos después estoy adentro.

Está sentada en el centro de mi enorme cama, viéndose frágil y pequeñita, incluso perdida. Llora, solloza, los sonidos de dolor aumentan cuando me ve. Me observa con angustia, incluso distingo miedo.

Me aproximo y abro los brazos, ella se arroja sin dudarlo. Siento alivio al sentir que se refugia en mi cuello. Me abraza, permite que la sostenga, me encargo de cubrirla. Empapa mi camisa y sus dedos se aferran con tanta fuerza que sus uñas llegan a clavarse ligeramente en mi piel. Huele a que estuvo tomando, no logro distinguir si está ebria.

—Nunca te soltaré —susurro.

—Lo siento, lo lamento —dice sollozos, le falta el aire, no puede respirar—. Lo siento tanto.

—Shh, cariño, no pasa nada.

—No quería problemas, yo siempre iba ahí a comprar. Él pensó que estaba espiando.

—¿Por qué fuiste? —Llora más fuerte. Y lo sé, en ese momento entiendo qué hacía ahí. Trago saliva—. ¿Te drogaste?

—No. —Suelto el aire con evidente alivio, ella lo nota—. Pero quiero hacerlo, Row, quiero meterme cualquier cosa que me ayude a olvidar que existo, estoy tan asustada.

Espero a que se calme, tarda un buen rato, está sacando todo lo que le atormenta, lo que la lastima. Se echa hacia atrás y me observa, solo entonces veo el golpe en su pómulo, la rabia vuelve a calentar mis venas.

—¿Te lastimó en otro lugar? —pregunto a lo que niega—. Traeré un poco de árnica y hielo.

Ella se toca y hace una mueca de dolor. Me separo para buscar en el cajón de mi mesita de noche un bote de ungüento, afortunadamente lo encuentro, salgo de la alcoba un momento para buscar hielo, encuentro una bolsa de verduras congeladas, supongo que eso servirá. Cuando estoy de regreso, me dejo caer en el borde de la cama y palmeo el lugar a mi lado para que se siente junto a mí. Lo hace de inmediato. Me acomodo de tal manera que puedo verle la cara, con caricias suaves lleno el golpe de árnica.

—¿Necesitas algo? ¿Agua o comida?

Niega.

—¿Bebiste?

—Un poco, sí —responde.

El silencio se apodera de nosotros, no dura mucho, su voz rasposa por el llanto resuena.

—Hacía esto antes... —Hace una pausa, así que la miro—. Antes de conocerte. El año pasado fue el peor de todos, dejé de ir a la universidad, ya no podía lidiar con mis problemas, me refugié en el sexo, las drogas y el alcohol. Mis padres me llevaron a un centro porque... Porque manejé intoxicada, choqué con un árbol y casi muero de una sobredosis.

Mis manos se quedan quietas, las dejo caer.

Sus ojos se mueven por mi rostro como si buscara algo, no lo sé.

El impacto de sus palabras cala tan profundo que tengo que abrir la boca para poder respirar. ¿Casi muere? Imaginarla de esa manera solo logra lastimarme, tengo que esforzarme para sacar esa imagen de mi mente.

Agarro la bolsa de vegetales y la coloco frente al golpe, ella de inmediato intenta cogerla, sin embargo, no la suelto. Deja caer la mano en medio de un suspiro tembloroso.

—Dejé esa mierda hasta hace unos días...

—¿Por qué? —cuestiono.

Aparta la vista y mira al frente, sus dedos se mueven con nerviosismo.

—Estoy jodida, Row, hay muchas cosas dolorosas en mi cabeza en este instante.

—¿Como cuáles?

—Como lo doloroso que fue perder a Demetria, a Henry y a los demás.

—Giselle, no los perdiste, son niños y estaban enojados porque no entienden la situación. Cuando me acerqué, Demetria estaba arrepentida y triste, me pidió que te explicara que no siente lo que dijo.

No responde, su cara se descompone como si acabara de recordar algo que le duele.

—Como lo doloroso que es perderte.

Dejo la bolsa de vegetales en la cama para acunar su rostro, quito el cabello de su frente y espero hasta que sus ojitos llegan a los míos.

—No me has perdido ni me perderás, ¿de qué estás hablando?

—Toda mi vida crecí siendo nada, no recuerdo quién fui, solo que era un problema para todos, luego fui la niña que llevaba dinero y era golpeada si no cubría la cuota, fui parte de la calle, prefería está ahí que en esa casa con ese hombre borracho que se aprovechaba de los niños como yo. La primera vez que alguien reparó en mí fue en ese lugar tan frío e inhóspito, Hank dejó que me quedara en el cementerio después de que me escapé, me regalaba hogazas de pan y dejaba que me escondiera en el mausoleo.

Una niña asustada y perdida, sola en un lugar como ese, solo pensarlo me rompe el alma.

—Y llegaron ellos, me dieron un nombre real, uno pensado para mí, me convertí en Giselle Callahan, y esa Giselle tenía una casa, unos padres amorosos, una escuela, amigos y una hermana muerta. —Hace una pausa y traga saliva—. Pasé de nada a todo, yo no podía entenderlo.

—¿Te hicieron mucho daño?

Giselle tiembla.

—Hay cosas que no recuerdo y a veces creo que es lo mejor, encontré unos documentos en mi casa el otro día. Mis padres biológicos murieron cuando era bebé, me quedé con la familia de mi padre, había un monstruo que todavía existe en mis pesadillas. No he dormido porque no quiero encontrármelo.

No me está diciendo todo, pero me basta para saber que su vida fue un infierno, no quiero obligarla a que hable de algo que desea olvidar. Noto las ojeras, los ojos rojos, el cansancio en su cara. La suelto, me arrastro en el colchón, me recuesto en las almohadas y le ofrezco mi mano.

—Yo cuidaré que los monstruos no se acerquen, necesitas dormir.

Sus comisuras tiemblan, Giselle se aproxima gateando y se acuesta a mi lado, permite que la abrace.

—Si pudiera amar me enamoraría de ti, Row.

Mi corazón se rompe, no porque piense que no puede amarme, ella cree que no puede amar, no puede ver lo que los demás ven, no se ha dado cuenta de lo especial que es. 

Trago saliva y busco mi voz.

—Al menos admite que te encantan mis abrazos.

Siento su sonrisa en mi piel, la cual me hace sonreír. 


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