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Capítulo 32


Doy vueltas en mi alcoba, miro la cama fijamente y me siento en el borde del colchón, la ansiedad me consume. Si duermo las pesadillas vendrán y no quiero que me arrastren a la oscuridad.

Me levanto y abro el armario, en el último estante hay una caja de zapatos. En el interior está la jeringa. Sería tan fácil, durante tanto tiempo he anestesiado así el dolor. Me tallo la cara, el corazón me late muy rápido. No debería meterme tanta mierda. Sacudo la cabeza y guardo de nuevo la jeringa. Tengo que aguantar.

Me debato entre llamar a mi psicóloga o no hacerlo, si lo hago me encerrarán otra vez.

No lo haré, no, yo puedo lidiar con esto.

Me dejo caer en el suelo y abrazo mis piernas.

Tengo que aguantar.

No voy a dormir.



Sallie mueve las manos sobre su regazo, me lanza miradas de angustia que aparta en cuanto nuestros ojos coinciden. Sé que quiere decirme algo, no está concentrada en el rompecabezas que está frente a nosotros, a pesar de que es su favorito. Puedo sentir la angustia desbordándose.

—¿Qué sucede? —le pregunto—. ¿Está todo bien?

Sus párpados se abren y revelan dos ojos enormes que me recuerdan a un cervatillo asustado, se llenan de lágrimas.

Me apresuro a sostener sus manos.

—Puedes confiar en mí, cielo, ¿lo sabes?

—Los d-demás se van a e-enojar c-conmigo si digo a-algo —responde. Su cara se nubla, hace un puchero como si fuera a llorar en cualquier momento—. Me dijeron que no debía decir nada.

Un mal presentimiento hace que se me ponga la piel de gallina. Algo está sucediendo.

—¿Quién te pidió eso?

Al principio duda, le doy una sonrisa reconfortante, animándola a continuar. Sallie suspira y retuerce las manos con evidente nerviosismo.

—Henry y Demetria.

—¿Qué están haciendo?

—Promete que no les dirás que te dije —suplica.

Su cara triste me saca el aire. Levanto la mano, enseño la palma y juro que no le diré a nadie que ella me habló sobre esto. Eso parece aliviarla, no estoy segura de que los chicos no vayan a llegar a la conclusión de que Sallie los delató.

—Henry está viendo a alguien a escondidas en la parte de atrás de Bridgeton, entre los barrotes de la reja.

Joder.

—¿Sabes quién es?

—No, pero dijo que pertenecía a la calle. —Hace una pausa, respira profundo y suelta—: Escuché que se marchará pronto y no quiero que se vaya.

Una alarma se enciende en mi cabeza, trago saliva y busco en mi mente las palabras adecuadas para que Sallie se tranquilice.

—Gracias por confiar en mí, voy a arreglar esto, ¿de acuerdo? —Asiente—. Quédate aquí y termina de armar el rompecabezas.

Me pongo de pie con premura y me giro para dirigirme a la salida de la salita. Ignoro el golpe fuerte que da mi corazón dentro de mi pecho al ver a Row parado en el umbral de la puerta, observándome. No sabía que estaba aquí, creí que lo dejaría, que no se atrevería a venir a Bridgeton. Aprieto los puños y trago saliva, pero el nudo en mi garganta se aprieta en lugar de desaparecer. Me molesta, me molesta que sea parte de esto, me molesta haberlo traído a un lugar que es tan importante para mí.

Desvío la vista porque sus ojos fijos en los míos me provocan escalofríos. El verdadero problema no es que esté aquí, podría ignorarlo si fuera otra persona, es difícil porque él me duele. Pensé que teníamos algo, algo que era mío solamente, creí que por primera vez en la vida tenía algo en lo que ella no estaba involucrada.

Esquivo a Row, me muevo rápido para que su mano no alcance mi codo.

—Gi, por favor, no hagas esto... —pide y suena como una súplica.

No le respondo. Escucho sus pasos detrás de mí, pisándome los talones.

Acelero el paso, respiro hondo y vuelvo a pensar en las cosas seguras, esas que no me provocan ansiedad, las que no me lastiman. Soy buena en esto, hago cosas buenas por estos niños, me gusta que sientan que pueden confiar en alguien. Esto es lo único que me queda, en esto debo concentrarme para no perder la cabeza, esto es lo único que me mantiene cuerda.

Me dirijo hacia la parte trasera de Bridgeton, tengo que cruzar los jardines. Capto de inmediato las señales que estoy buscando, algunos niños se quedan paralizados cuando me ven, los gemelos no disimulan su preocupación, antes de que puedan correr y avisar que voy en camino los señalo con el índice y les indico que vayan hacia las oficinas de la directora. Los dos agachan la cabeza al mismo tiempo.

Tengo suerte, cuando me acerco Demetria está distraída, no se da cuenta de que los he sorprendido hasta que es demasiado tarde. Su rostro se contrae tan pronto me ve, se gira para avisarle a Henry, supongo.

—Ni se te ocurra —pronuncio en voz baja.

Sus hombros caen, sus ojos enormes me miran asustados. Niego con la cabeza.

—Ve a dirección ahora mismo —ordeno.

—Por favor, Mérida, él solo quiere estar con su familia —ruega con las lágrimas a punto de caer por sus mejillas.

Sin hablar, la paso y me detengo para observar a Henry, lo escaneo, pues deseo comprobar que está bien, que no le ha pasado nada malo. Está hablando con un hombre, primero no lo reconozco porque su cabeza está escondida en la capucha de su sudadera, en ese preciso momento él descubre que ya no están solos y el aire se me va.

Henry voltea porque Mac se ha quedado petrificado.

—¿Qué haces aquí? —Henry gruñe y busca a Demetria, quién intenta esconderse detrás de mí.

—Eso te pregunto yo, esta área no es para ustedes, así que vuelve ahora mismo.

Henry se cruza de brazos, se le ve determinado, pero algo en sus facciones delata la vulnerabilidad, la fragilidad de un chico asustado.

—No quiero —suelta.

—No te estoy preguntando si quieres, Henry, te lo estoy ordenando. Ve ahora mismo a la oficina de la directora y espérame ahí —digo, sintiendo la tensión corriendo por todo mi cuerpo. Él duda, insisto—: Ahora, o llamaré a la policía.

Henry se va, guardando cierta distancia entre él y Demetria. Row sigue ahí, detrás de mí, como una estatua imperturbable, analizando los movimientos de Mac. Me concentro en él, veo los músculos de su mandíbula apretados, sus ojos inyectados en sangre. Doy un paso, la calidez de una mano me detiene sosteniendo mi brazo.

—No te acerques, yo me encargo.

Miro por encima de mi hombro y arrebato mi brazo. No quiero mirarlo demasiado, no necesito que vea más de mí, ya fue suficiente, dejé que se acercara, solo quiero que se aleje.

—No necesito tu jodida ayuda —digo entre dientes.

Row bufa, puedo percibir su enojo, su frustración e impotencia.

Decidida, me aproximo a Mac, me planto frente a él, no me esfuerzo en esconder la rabia. Me sorprende que Henry y él sean parientes, pero yo era muy pequeña y me cuesta recuperar los recuerdos. Planeaba largarse con él, con su familia, pero si le importara lo haría de la manera correcta, no así, obligándolo a escalar muros y rejas, a huir y refugiarse en la misma mierda que él, orillarlo a abandonar sus estudios y las oportunidades que le esperan si continúa aquí.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¿Crees que puedes manipularlo para reclutarlo y que se una a tu sucia banda de criminales? —Escupo las palabras.

—Tú también estás en una sucia banda, así que no veo la diferencia —suelta con la misma energía, fulminándome con esos ojos que un día me ayudaron

Las personas cambian, se transforman, pero no puedo culparlo, todos escondemos cosas que nos duelen y nos hacen ser lo que somos hoy. Las almas de los niños son las más frágiles y vulnerables, si están heridas crecen, se convierten solo en pedazos de lo que pudieron haber sido. Compartí muy poco tiempo con él, ya no se ve como aquel niño, solo hay oscuridad y tortura. Me pregunto si él me ve de la misma manera.

—No me hagas hablar de las diferencias, yo no estoy en esa mierda. —Respiro profundo para tranquilizarme—. Mac, ¿él es tu hermano? No le hagas esto, él está bien en este momento, tiene un futuro prometedor...

—¿Bien? ¿En serio? ¿Qué pasará dentro de un año cuando el sistema ya no quiera hacerse cargo de él y le den una patada en el culo? ¿Crees que no sé lo que va a pasar? ¿Qué va a hacer Henry allá afuera? Esta mierda no está bien, soy lo único que tiene, lo voy a ayudar.

—¿Cómo lo vas a ayudar? ¿Eh? ¿Haciendo que se una para que nunca pueda salir si se arrepiente? En el peor de los casos acabará torturado o muerto, en el mejor vivirá en esa mierda para siempre.

—Yo no soy una mala persona...

Agacha la cabeza, viéndose dolido. Su susurro termina por romper la calma en la que había intentado refugiarme desde que entré a Bridgeton esta mañana. Por un segundo capto un destello que lo que fue alguna vez. Nos arrebataron la inocencia, nos robaron la infancia, nos obligaron a crecer sin decirnos cómo. Tal vez solo estamos perdidos.

Doy un paso y extiendo el brazo entre las rejas para tomar su mano. Su mirada nublada se eleva hasta alcanzar la mía.

Los recuerdos vuelven a precipitarse en mi mente, esta vez los buenos. Era mi único amigo, fue el primero. Recuerdo nuestro escondite cerca del lavaplatos, entrabamos con cualquier cosa que encontráramos en la nevera y nos quedábamos durante horas, esperando que todos se fueran a dormir. Él me decía que era el juego de las escondidas y solo ganaba aquel al que no lo encontraban. En ese momento no lo sabía y creía que nos divertíamos, pero ahora sé que siempre intentó protegerme.

—Lo sé, sabes que lo sé. —Me tiembla la voz—. Pero te juntas con gente que hace mucho daño, si Henry te importa no lo llevarás ahí.

—Es lo único que tengo —susurra.

—Él no está viviendo lo que tú y yo vivimos, si fuera así yo misma lo habría sacado de aquí. Él tiene esperanzas y el centro le brindará el apoyo para que ingrese a una universidad y consiga trabajo, para que salga adelante. Me cortaría un puto brazo por estos niños, Mac, no voy a dejar que nadie les arruine el futuro. Si te vuelvo a ver por aquí llamaré a la policía de inmediato. —Hago una pausa y trago saliva, suelto su mano y doy un paso atrás—. No me obligues a hacerlo.

Con pesar le doy la espalda, salto del susto al ver a Row, había olvidado que estaba aquí. No me atrevo a mirarlo, lo esquivo y empiezo a caminar hacia la dirección para hablar con los chicos. No he avanzado mucho cuando su mano se aferra a mi codo y me detiene. El movimiento es repentino y brusco, no me lo espero, así que pierdo el equilibrio. Es rápido, me captura rodeando mi cintura y pegándome a él con una fuerza férrea que me hace jadear.

—Suéltame —pido.

—¿Qué está pasando? ¿Quién era ese?

Necesito alejarme, pongo mis palmas en su pecho y lo empujo, pero no consigo moverlo ni siquiera un poquito.

—Giselle.

Su murmuro torturado me eriza la piel, lo miro y me quedo enganchada a sus ojos azul cielo. Lo que veo hace que las lágrimas broten y no pueda detenerlas, dos gotas caen, se pierden en la unión de nuestros cuerpos.

Apoya su frente en la mía, nuestras narices se rozan y nuestros alientos calientes nos encierran en una burbuja. Esta conexión es aterradora, sin embargo, no puedo escapar, me cuesta trabajo recordar por qué necesito estar lejos de Row. Hace que me olvide de todo, hace que mi mente se quede en blanco, por eso me refugié en él al principio, ¿no? Quizá esa es la verdadera maldición.

Dejo de luchar, estoy tan cansada, harta de este infierno. Aferro su camisa con mis puños hasta que me duelen. Nos balanceamos, casi como si bailáramos una lenta canción.

—Me estoy muriendo de celos —suelta con la voz ronca.

Y yo quiero decirle que no tiene de qué preocuparse, que no puedo sentir nada por nadie, que solo él pudo vencer mis barreras. Pero no lo hago, me trago las palabras que me saben amargas. No puedo sentir nada por él porque no puedo amar, no puedo sentir nada por él por Lili.

—Ese tipo es el mismo que las amenazó cuando acompañaste a Kealsey, ¿verdad? —Asiento. No sé cómo lo sabe, no pregunto—. Por favor deja que me encargue, son peligrosos...

—Si son peligrosos no quiero que te involucres —digo.

Suelta el aire, sus brazos se aprietan a mi alrededor. Entro en la neblina, a pesar de que sé que no debo hacerlo. No lo alejo cuando sus labios se apoderan de los míos y me devora, una de sus manos se cuela entre mi cabello y echa mi cabeza hacia atrás para profundizar el contacto. El beso es demoledor, remueve todo lo que hay dentro de mí.

Se echa hacia atrás, parpadeo y encuentro su rostro inundado en preocupación. Me suelta la cintura, sus dos pulgares se deshacen de las lágrimas que resbalan por mis mejillas.

—¿Por qué lloras, cariño?

No me había dado cuenta de que estaba llorando.

—Porque me duele estar cerca de ti, me duele besarte, me duele tocarte —respondo y me arrepiento tan pronto lo digo.

Da un paso hacia atrás como si lo hubiera apuñalado, veo la tristeza, la confusión. Me gustaría que todo fuera diferente, poder estar cerca de él sin pensar que no soy suficiente. Se queda un momento en silencio, luego asiente y dando zancadas se va. Lo imito antes de que pueda alejarse, interrumpo su andar impidiendo su paso, guardando la distancia porque no soportaría tocarlo.

—Lo siento, Row, no quiero lastimarte, pero no soy capaz de darte lo que quieres y necesitas.

Se relame los labios y aprieta los puños que están en sus costados.

—Tú ya me das lo que quiero y necesito, me das más que eso.

—No lo entiendes, no soy lo que piensas, no me conoces.

—Por favor deja de repetir eso —dice—. Estoy enamorado de ti, Giselle. Estoy enamorado de la chica traviesa que bromeó y bailó conmigo, la que se colgó de mi cuello y se hizo amiga de mis amigos, la que se acostó en el césped en medio de ese campo de flores. Estoy enamorado de la chica enojada que cree que no encaja con los demás, la que hacía agujeros en la pared, la que dejó de creer en los cuentos porque creció demasiado rápido. Estoy enamorado de la chica valiente y bondadosa, la que llega a este lugar a jugar con unos críos y los trata como si fueran su familia, hace cualquier cosa por hacerlos felices, a pesar de que nadie la hizo feliz de niña. Estoy enamorado de la chica asustada y triste que me dejó sostenerla y consolarla después de una pesadilla, la que teme que la lastimen porque ya la han lastimado demasiado.

Estoy temblando en medio del patio, jalando aire por la boca, con las mejillas empapadas y la visión empañada.

Uno de sus dedos delinea mi barbilla, echa mi cabeza hacia atrás y me mira.

—¿No eras esa persona? Yo creo que sí —susurra.

Se inclina y deposita un beso en mi frente, veo cómo se aleja, se marcha hacia el área del comedor.

Me tomo un momento para recomponerme, trago saliva para deshacerme del nudo alojado en mi garganta, me limpio las lágrimas y respiro hondo. No logro recuperar la impasibilidad, pero tengo que ir a la dirección y arreglar el desastre de los chicos. Si me mantengo ocupada tal vez pueda evadir lo que acaba de suceder, lo que él me ha dicho.

No puede ser cierto.

¿Y si lo es?

No lo sé.

Henry está dando vueltas afuera de las oficinas, viéndose realmente inquieto. Me fulmina tan pronto se percata de mi cercanía.

Entro en la sala de espera, en una silla está Demetria abrazándose a sí misma, viéndose más pequeña que nunca.

Cora, la asistente de la directora, me informa que Sara está atendiendo una llamada muy importante, que me pasará en cuanto termine.

Me aproximo a Demetria y tomo asiento a su lado sin decir nada, está agitada y ansiosa, moviendo sus manos, tronando sus dedos delgados.

—Yo no quería, le dije que no lo hiciera, que les avisara a los cuidadores que alguien le hablaba por la reja, pero no me escuchó.

—¿Desde cuándo se ve con él? —pregunto, aprovecho que ella tiene ganas de explicar, necesitamos información para que todos estén seguros.

—Hace unas semanas el conserje le dijo a Henry que alguien lo buscaba en las rejas, el sujeto le dijo que era su hermano y le ofreció salir de aquí. Ese día por la tarde le pidió a Sara su expediente. Comprobó que era su hermano, que el estado lo había separado de su familia cuando era un bebé porque su mamá se drogaba y se olvidaba de los dos. —Suspira con pesar—. Por favor, Mérida, no le digas a la directora, solo quiere estar con su familia.

Le doy un vistazo a Henry, está sentado en el exterior con el semblante lleno de melancolía, los gemelos y otros chicos están a su alrededor, supongo que intentan darle ánimos.

—Y eso está bien, Demetria, lo que está mal es la manera.

El silencio se adueña de nosotros, ella deja de mover las manos, ahora solo mira a la nada con una tristeza que reconozco.

—Me gustaría que alguien viniera a verme —suelta.

—¿Viste tu expediente?

—Sí.

—¿Qué decía? —cuestiono, animándola a continuar.

Esboza una sonrisa torcida que me recuerda a las veces que era adolescente y los psicólogos intentaban sacarme información. No fue hasta hace unos meses que pude hablar sobre los pocos recuerdos que tengo.

—Me arrojaron a un contenedor de basura, las ratas no alcanzaron a comerme porque una mujer me encontró, pero tenía mordidas en el cuerpo.

El dolor en su cara es algo que puedo entender, una vez más siento los ojos calientes, me arden como si fueran a explotar. Sé lo que está pensando, me apresuro a alcanzar su mano, le doy un apretón rápido.

—No eres basura, Demetria.

Se sobresalta.

—¿Cómo lo sabes? ¿Lo que estaba pensando?

Me encojo de hombros.

—¿Crees que yo soy basura?

—No.

—Bien, yo no sé de dónde vengo, pero me escapé de un lugar muy parecido a un contenedor de basura.

No le digo que habría preferido las ratas.

Se queda callada un largo minuto.

—¿Eres adoptada? —pregunta.

—Sí.

Demetria se levanta saltando como un resorte y me abraza muy fuerte, correspondo el abrazo un segundo después. Me gustaría darle más esperanzas y ánimos, sin embargo, apenas puedo hablar, pues siento que en cualquier momento mis piernas comenzarán a temblar y caeré al suelo.

—Gracias —murmura.

Sale de la oficina y se une a los chicos que están con Henry, solo que él la mira con rabia, entonces sé que se desquitará con ella. Está enojado y no sabe cómo sacar esas emociones.

La directora se asoma con una sonrisa que se borra en cuanto me ve y percibe que algo ha pasado. Las próximas horas pasan y se sienten eternas. Le cuento lo que sé, lo que vi, lo que Sallie y Demetria me dijeron. Observamos las cámaras de seguridad, al conserje hablando con Mac y las repetidas visitas que recibió Henry en los últimos días.

Sara despide al conserje y llama a un contacto para que se encargue de difundir la situación en varios establecimientos con la intención de que no vuelva a ser contratado en una institución como esta. Luego llama a su jefe y le cuenta lo sucedido, recibe instrucciones de lo que tiene que hacer.

Escucho que habla sobre traslados, policías que vendrán a vigilar la zona y una orden de restricción. Cuando cuelga, suspira y se talla los ojos.

—¿No hay otra manera? —cuestiono, sintiendo el estómago revuelto.

No sé si es una buena idea llevarlo a otro lugar cuando esto es todo lo que él conoce, creo que los progresos que han hecho con él se arruinarán, pero supongo que las órdenes son dictadas por la gente que no tiene idea de estas cosas. Puedo ver el pesar en Sara, tampoco está feliz con las decisiones.

—No creas que quiero que se vaya, este centro lo ha visto crecer, es su casa, pero no puedo tenerlo aquí si esa gente está allá afuera rondándolo, no solo está Henry en peligro, también los otros niños.

Me quedo en segundo plano escuchando los trámites que Sara hace, dolida por lo que sucederá. Estos chicos lo único que tienen este lugar y a sus amigos, Henry es una columna fuerte que los mantiene a muchos de ellos, no quiero imaginar lo que pasará cuando se enteren.

Cuando Sara pasa a Henry y le pide que se siente en la silla que está junto a mí, él no pierde el tiempo para lanzarme miradas llenas de odio, él ya siente eso, a pesar de que todavía no le han dado la noticia. Agacho la cabeza mientras la directora le informa que será trasladado el día siguiente por la mañana.

—¡¡Ustedes no pueden hacer eso!! —grita, fuera de sí. La brusquedad con la que se levanta hace que su silla caiga al suelo—. ¡¡Es mi hermano!!

—Lo sé, Henry. —Sara intenta tranquilizarlo, pero no creo que su voz dulce funcione ahora, él es un volcán erupcionando—. Y nosotros le abriríamos la puerta si quisiera visitarte y procurarte, pero lo que está haciendo es lo contrario a eso.

Henry suelta una carcajada que carece de humor.

—¿Le abriría la puerta, directora? ¿A él? Si usted sabe a lo que se dedica, ¿va a dejar que entre a verme? No me haga reír, no soy estúpido.

—No me hables así, Henry, a pesar de que no quiero que te vayas, es el reglamento, es lo que tengo que hacer por tu seguridad y la de tus amigos.

—Pues su reglamento no sirve.

—Henry... —advierto.

—¡No! ¡No te atrevas a hablarme! —exclama y me enfrenta, me señala con su índice—. Tú... Llegas aquí y te haces pasar por una amiga, pero eres igual a ellos, eres una puta basura.

Sara me lanza una mirada cargada de preocupación, yo cierro los párpados con dolor, dejo que se encargue.

—Esta es tu casa, siempre lo va a ser, nosotros siempre vamos a apoyarte, estoy segura de que lo entenderás después, cuando no estés tan molesto.

—Pues vaya casa de mierda que te da una patada en el culo en cuanto se puede deshacer de ti, Mac tenía razón.

Henry sale echo una furia.

Unos diez minutos después salgo de la oficina, me encuentro con un tumulto de niños rodeando a Henry, un montón de cabezas giran en mi dirección cuando estoy afuera. Sabía que pasaría esto, las miradas furiosas me perforan. Sallie está llorando con Demetria, quien también me mira como si fuera su enemiga.

Mi corazón tiembla, estoy a punto de romperme. Quiero hacer lo que siempre hago, necesito huir y esconderme, pero Demetria no lo dejará, corre y me alcanza, doy un paso hacia atrás porque no soporto que me mire así.

—Creí que podíamos confiar en ti —dice entre dientes.

—Tenía que hacerlo, sé que en este momento no lo entiendes y estás muy enojada, Henry corre peligro en este lugar y ustedes también.

—Ni lo voy a entender, Giselle. —Intento que no duela que me llame por mi nombre, pero lo hace—. Me estás arrebatando a mi mejor amigo, lo estás haciendo sufrir, y lo perdí porque confié en ti. Te conté lo que sucedió porque creí que eras mi amiga, incluso llegué a pensar que quería una hermana como tú, pero eres igual que todos, ojalá hubiera sabido antes lo que en verdad eres.

Me muerdo la lengua, aprieto los puños hasta que siento que mis uñas perforan mis palmas. No encuentro mi voz.

—Ahora sí creo que eres una basura, entonces supongo que lo somos —dice y toma un respiro—. Queremos que te vayas, que no vuelvas nunca más, nosotros no te necesitamos.

No, pero yo sí.

Miro hacia atrás, hacia los demás, quienes me miran igual que Demetria, incluso Sallie.

—Tienes razón, no debería de estar aquí.

En ese momento el mundo se me cae, la calma desaparece, me rompo ahí, en la mitad del patio, con estos niños como testigos, con Row caminando hacia nosotros. Se me escapa un gemido de dolor, semejante al de un animal herido. No sé lo que ella ve, pero su rostro se descompone. No puedo controlar las lágrimas y sollozos, salgo corriendo de ahí antes de que se asusten y termine de caerse la máscara.

Corro hacia la salida, por el estacionamiento y me refugio en la camioneta, en donde aprieto el volante. Sin poder contenerme más, grito fuerte hasta que me duele la garganta.

Ya no me queda nada.


* * * 

Gracias por la paciencia <3

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