Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23

IMPORTANTE leer la nota que está al final del capítulo

El lunes por la mañana, después de arreglarme para ir a la universidad, desayuno con mi madre, quien ya a está sentada en la mesa cuando entro a la cocina, así que tomo asiento junto a ella. Preparó huevos con tocino, hay rebanadas de pan tostado y jugo de naranja fresco.

Me regala una sonrisa amable. No la he visto desde el jueves, tampoco he hablado con ella, solo respondí un par de mensajes de texto para avisarle que estaba bien.

—¿Dónde estuviste el fin de semana, cariño? —pregunta, tal y como había esperado que lo hiciera.

No la culpo, seguramente está asustada porque no ha olvidado lo que ocurrió. ¿Quién lo haría?

—Con unos amigos.

Soy evasiva, no porque no quiera contarle, es que sé que se alarmará si se entera de quiénes son las personas con las que paso tanto tiempo últimamente. Los juzgará antes de darles una oportunidad para conocerlos.

—¿Son de la escuela?

—Sí.

No es una mentira, Row y Omar asisten a la UEH.

No hace más preguntas al respecto, a pesar de que su frente se arruga, señal de que está preocupada.

—¿Cómo va la fiesta? —cuestiono para cambiar el tema e ir a uno que logre distraerla. Y funciona.

Mi madre parlotea sobre los preparativos, repite una vez más que le gustaría que le ayudara a organizar el evento. Lo sugiere, pero no lo exige, así que no considero la petición, este año no quiero estar involucrada en eso, no tengo ánimos para seguir fingiendo que me agrada pasar horas hablando de alguien que no conocí, conversando sobre recuerdos que no viví.

Mamá corre a su oficina y trae un paquete lleno de invitaciones. Son de color azul, como el cielo, en el fondo hay pequeños círculos brillantes que parecen estrellas. Me explica que Tess y Lili miraban las estrellas y le contaba cuentos para que durmiera. Pretende enviarlas la próxima semana, la reunión será a principios de enero, no sé por qué quiere entregarlas tan pronto si falta mucho tiempo, supongo que está emocionada.

—Tess, Dan, las gemelas y la abuela vendrán a celebrar Navidad y se quedarán para la fiesta de Lili. —Hace una pausa—. También vendrá Margaret con su esposo e hijo a cenar, pero se marcharán temprano.

—Eso es genial, compraré regalos para todos —digo—. Quizá podamos hacer pastel de frutas, las gemelas lo adoran.

—Eso suena estupendo, cariño.

Que todos vengan me llena de emoción, en una de las fechas en las que la casa no está vacía. Extraño a la abuela, ella es una de las personas más especiales en mi vida, cuando llegué me abrió las puertas y me trató como lo haría alguien que ama a otro. Hizo preguntas, pero aquellas que te hacen sentir bien, no quería saber cómo fue vivir sin padres, ella deseaba saber mi color favorito, mi comida favorita, si prefería los caramelos o los chocolates. Compró todos los botes de helado que encontró en el supermercado cuando le dije que no tenía un sabor favorito porque nunca había comido uno. Disfruto sus locuras, también decorar las pajareras de madera que hace, paso horas con ella pintándolas y haciendo diseños divertidos.

También extraño a las gemelas, cada día están más grandes, verlas crecer con una familia que las ama me hace feliz. Tess y yo de vez en cuando vamos de compras o tomamos un café, conversamos sobre su vida en Nashville, me pregunta sobre mi vida en Hartford.

De pronto me siento animada. Dentro de poco comenzaremos a decorar la casa, todos los años lo hacemos, mi padre, mi madre y yo armamos un pino y lo llenamos de luces y adornos, con una estrella brillante en la punta. Horneamos galletas, preparamos pasteles de frutas, hay bastones de caramelo por todas partes y cuatro botas de tela con nuestros nombres en la chimenea. Es mi parte favorita del año porque pasamos tiempo juntos, al igual que en vacaciones de verano.

—Por cierto, Tess me dijo que no le has llamado y que no le contestas las llamadas.

Sí... Bueno... Pasar tiempo con ella es agradable, tenemos cosas en común, siempre he pensado que es una guerrera, pero no quiero que piense que pretendo ocupar el lugar de su hermana, me prometí que respetaría su espacio porque muchas veces noté que era difícil para ella la muerte de Lili.

—He estado ocupada, no quise ser grosera.

—No eres grosera, sabe que estás ocupada con la universidad y con Bridgeton, solo te extraña, las gemelas preguntan por ti todo el tiempo.

Imaginar a Theresa y a Charlotte me saca una sonrisa, prácticamente las vi crecer, me hubiera gustado pasar más tiempo con ellas, pero viven lejos de aquí. Después de que Tess se graduó, ella y Dan —su esposo— se mudaron, se casaron, formaron una familia y abrieron clínicas dentales en Nashville. Son perfectos, él está loco por ella, Tess se derrite cuando está cerca de él.

Me muero por verlos.

—Le llamaré —aseguro.

En ese momento entra mi padre, se acerca a mamá y deposita un beso tierno en su mejilla.

—¿De qué hablan mis chicas favoritas? —pregunta al tiempo que se deja caer en su asiento y sirve huevos en su plato.

—De que Navidad se acerca —respondo.

—Pero faltan casi tres meses, primero nos vestimos de vampiros y entregamos dulces.

Y entonces la conversación se enfoca en Halloween, mi madre siempre compra bolsas de dulces y se queda en la puerta para entregarle caramelos a los niños. Eso me recuerda a Krystal, quien me mandó un mensaje ayer para avisarme que la fiesta será de disfraces. Creo que este año será muy bueno para Bridgeton, estoy segura de que recolectaremos mucho dinero, las fiestas temáticas siempre atraen a la gente.  



Ushio está dentro de mi auto cambiándose el atuendo que su madre le pidió que usara el día de hoy, cuando sale trae una falda corta y una blusa, la ropa se pega a sus curvas.

—Te perdiste la noche de chicas —dice.

—Estaba con Willburn.

—Lo sé, Mateo me lo dijo.

—¿Cómo van las cosas con él?

Sus labios se convierten en una línea, intenta esconder su expresión moviendo la cabeza para acomodarse el cabello. Ella se encoge de hombros.

—Él no está preparado para algo serio, así que solo seremos amigos.

—¿Te dijo eso?

Asiente.

—Dijo que soy una gran chica, que le agrado y quiere ser mi amigo, no está interesado en estar conmigo de otra manera porque no quiere lastimarme. —Suspira—. Fue honesto, y lo agradezco.

—¿Estás bien?

—Por supuesto, Elle, creo que es tiempo de pensar en mí y en mi futuro, nadie más lo hará por mí. Quiero independizarme, viajar, hacer todo lo que mis padres no me dejaron. Necesito estar sola y vivir, crecer, encontrarme. He charlado mucho con Mateo y es un gran chico, lleno de sueños, es el tipo de persona que te hace reír, aunque esté pasando un mal día. Puedo hablar con él, es como si lo conociera desde siempre, no quiero perder eso, ¿sabes?

Entiendo de qué está hablando, aunque no puedo entender qué sucedió, supongo que todos guardamos secretos.

—Cambiando de tema... —dice. Conozco esa táctica, evadir sirve para negar lo que está sucediendo, para no tener que hablar de algo que molesta o duele. No insisto porque entiendo lo que es mantener alejados los sentimientos—. Es oficial, Avril se marcha en diciembre, tenemos que hacerle una despedida.

—De mí no se van a despedir, perras, no van a olvidarme tan fácil —suelta Avril y nos envuelve en un abrazo apretado. 



—¿Cómo están tus amigas, Giselle?

—Avril se marchará al extranjero, tiene sueños muy grandes. Ushio sigue cambiándose en mi auto, pero se ha dado cuenta de que sus padres no pueden manejarla.

—Esa es una oportunidad muy buena para Avril, seguro le servirá estar lejos por un tiempo. ¿Estás preocupada por eso?

—No, para nada, estoy orgullosa de ella.

—He notado que no has mencionado a Rome, ¿cómo está él?

—Hace unos días hizo comentarios que me molestaron, no hemos hablado mucho.

—¿Qué tipo de comentarios?

—Me dijo que busco cosas que me hacen daño. Creo que piensa que como fui adicta, siempre buscaré recaer.

—¿Por qué dijo eso?

—Era una discusión y luego me pidió disculpas.

—Ya veo... ¿Y lo disculpaste?

—Sí, pero en verdad me hizo sentir mal —susurro. Mis dedos vagan por el sillón, juegan con la textura y los hilos sueltos—. Hice lo de las frases, pegué algunos papeles en la pared.

La psicóloga no se sorprende por mi confesión.

—¿Y cómo te sentiste?

—Me cuesta, lo que escribí no es lo que pienso.

—¿Entonces qué escribiste?

—Lo que me dijeron otros.

—Bien, por algo se empieza. —Sonríe—. Solo recuerda que es imposible construir una casa cuando no hay cimientos. Si lo haces, esta se caerá con cualquier mínimo temblor. Es lo mismo con nosotros, Giselle.



El jueves Kealsey me manda un mensaje de texto avisándome que está esperando afuera de la universidad. Una camioneta vieja de doble cabina que nunca había visto se detiene frente a mí, el vidrio polarizado del copiloto desciende y los ojos gatunos de Kealsey me saludan.

—Sube —suelta.

—¿Esta camioneta es tuya? —pregunto una vez que estoy en el asiento junto a ella.

—No, es de un amigo, no pude pedirle a Will la suya por obvias razones. —Sonríe de lado. Arranca y se estira hacia el asiento trasero—. Hice una parada antes de venir, no sé cuánto tiempo estaremos ahí.

Me ofrece una bolsa de McDonald's, en el interior hay dos hamburguesas y papas fritas.

Keals maneja hacia una de las colonias más ricas de la ciudad, las casas son enormes y ostentosas. Se detiene en un parque, una calle atrás del lugar que tenemos que vigilar.

—¿Qué se supone que vamos a hacer?

—Solo observar qué entra y qué sale, los amigos de Omar le dijeron que traen cargamento los jueves y martes, pensamos que guardan la droga aquí.

Asiento.

Comemos las hamburguesas y charlamos, pongo mis pies sobre el tablero y le cuento a Keals qué es lo que hacemos en Bridgeton. Perdemos el tiempo, nada extraño se deja ver hasta que pasan dos o tres horas, no estoy segura, justo cuando pensamos que no ocurrirá nada y Kealsey habla sobre marcharnos.

Salen varios hombres de gran altura y complexión, caminan por la calle, se quedan quietos en diferentes puntos de la avenida, algunos al comienzo, otros en las esquinas, los hay en el centro, afuera de la casa... Por todas partes.

Entonces me alarmo, hay demasiados.

Una camioneta blanca se detiene afuera de la enorme casa, salen más hombres, estos con pistolas que cuelgan de sus cuerpos, rodean a alguien que se acerca a la ventanilla del recién llegado. El tipo, que ahora puedo ver, trae lentes oscuros y traje elegante, saca unos guantes de látex de uno de sus bolsillos y toma un maletín.

—¿Qué carajo es eso? —pregunta Keals en un susurro, moviéndose lentamente hacia adelante, casi pegando la cara al vidrio, entrecierra los ojos para enfocar.

Algunos de los hombres que están vigilando el área se mueven, uno camina con paso lento hacia el parque en el que estamos estacionadas.

—No se te ocurra respirar —murmura.

Trago saliva y me quedo quieta, mirando al sujeto, con el corazón en la garganta cuando este mete la mano en su bolsillo y alcanzo a distinguir el arma. Mierda. No se detiene, camina y no me queda ninguna duda, de dirige hacia nosotras, la poca seguridad que nos dan los vidrios polarizados desaparece en cuanto llega a mi puerta e intenta mirar por la ventana.

Su rostro... Lo he visto en alguna parte, solo que no sé dónde.

Se me va la respiración cuando él toca la ventana con los nudillos. Giro la cabeza y miro a Keals.

—Tranquila, hay que hacernos las tontas —murmura.

Baja el vidrio con el control de su puerta.

—¿Sí? —pregunta.

Observo al hombre, viéndolo de cerca no se ve tan viejo, probablemente tenga unos años más que yo. Él estudia a Keals, luego a mí. Frunce el ceño.

—¿Hay algún problema con el vehículo, señoritas? Tal vez pueda ayudar.

Su voz es como un golpe, entrecierro los ojos y vuelvo a mirarlo con detenimiento, esta vez nuestras miradas coinciden y lo reconozco en ese instante. Identificarlo se siente como si una locomotora me arrollara.

Después de que ese monstruo golpeara a Mac, el estado lo mandó a otra casa de acogida, nosotros tuvimos que quedarnos en sus garras mientras hacían las investigaciones pertinentes. Cualquiera habría pensado que dejaría de ser tan malo, pero creo que solo empeoró. Nunca había comida, teníamos que salir a buscarla en los basureros porque lo poco que ganábamos vendiendo dulces o robando debíamos dárselo a ellos. Yo estaba sola, Mac ya no estaba y nadie podía detenerlo. A veces me escondía debajo de las camas o en las gavetas llenas de moho de la cocina. Escuchaba ruidos que todavía me torturan, gritos y tenía que escabullirme para que él no me encontrara, no siempre funcionaba.

Mac apareció un día, fue a uno de los semáforos en los que trabajábamos, dijo que las personas con las que vivía eran buenas, nos ayudó a escapar. Había muchos niños esa noche, yo corrí y corrí hasta perderme. Recuerdo que me tropecé y luego caminé por las calles solitarias con las rodillas ensangrentadas y los ojos llenos de lágrimas, buscando algún sitio donde pudiera quedarme.

Las palabras se quedan trabadas en mi garganta, sé que sabe quién soy, puedo verlo en sus ojos, pero no dice nada. Ha cambiado, ya no es ese niño delgado, ya no se le notan los huesos. Aunque parece otra persona, sé que es él, jamás olvidaría a la persona que sostuvo mi mano.

Quiero saludarlo, preguntar qué hace aquí, qué ha hecho durante todo este tiempo. Me quedo callada porque no sé cómo empezar, su seriedad me deja muda.

—No, todo está bien, muchas gracias —responde Kealsey.

—Estamos esperando a unos amigos —miento.

No me mira, su mirada está en el tablero.

—Quizá deban esperarlos en otro lado —dice él.

Hay silencio, acto seguido Keals enciende la camioneta.

—Sí, supongo que podemos hacer eso.

Él asiente y le da unas palmaditas a la camioneta. No decimos nada cuando nos marchamos, ella conduce en silencio, pensativa.

Los recuerdos vuelan en mi cabeza, algunos son más nítidos que otros, la mayoría dolorosos, otros reconfortantes.

Vuelvo a revivir esa noche, ya sabía el plan, lo repasé en mi memoria muchas veces. Sabía lo que ocurriría y lo que debíamos hacer. Sin embargo, el conocimiento no evitó que el miedo me carcomiera. Lo primero que notamos fue el humo, el calor sofocante. Luego vinieron los gritos escalofriantes, las maldiciones de ese tipo y las de su esposa. Las llamas consumieron las paredes como si quisieran tragárselas. Naranja por todas partes, mis pulmones ardiendo por la falta de aire.

Salimos a la calle y fue todo, escapó quien quiso escapar y se quedó quien no tuvo oportunidad de correr.

Esa casa al final se consumió y entre el fuego se convirtió en lo que siempre fue: un infierno.

—¡Nos están siguiendo! —El grito de Keals me arrebata el pasado—. Mierda.

Miro hacia atrás y veo a un auto de vidrios oscuros persiguiéndonos a toda velocidad.

—Llámale a Omar y pon el altavoz —suelta ella al tiempo que me arroja su celular.

Busco el contacto en su agenda y hago lo que me pide. Kealsey conduce alternando la mirada entre el camino y el espejo retrovisor. Omar tarda en responder, tengo que llamarlo dos veces.

—Hola, bombón, ¿en dónde estás? —saluda él. Los pocos segundos se sienten como una eternidad.

Miro hacia atrás y el auto sigue ahí, viene, se acerca.

—Eh, no te enojes conmigo, hice algo.

Se escucha un suspiro.

—¿Qué hiciste, Kealsey Blacked?

—Mmm, lo mismo de siempre, ya sabes. —Ella intenta agregarle humor a la situación, pero Omar no se ríe, así que se aclara la garganta—. Vine a investigar y ahora unos matones nos están persiguiendo, así que estoy manejando hacia la estación y necesito que llames a tus amigos policías para que me echen una mano.

—«¿Nos están persiguiendo?» —Omar repite las palabras de Keals con un tono de voz que suena peligroso y enfadado—. ¿Con quién carajos estás?

Ella hace una mueca.

—Con Giselle.

Él maldice.

—No me cuelgues, joder.

Kealsey suspira otra vez y mira el espejo retrovisor, gruñe y pisa el acelerador. Se escucha que Omar habla con alguien del otro lado del teléfono, hay más maldiciones, reconozco la voz. Row.

—Te dije que no lo hicieras, Kealsey, ¿por qué mierda nunca me escuchas? —habla demasiado rápido, no le da tiempo para responder—. Dime la calle por la que vas.

Le da indicaciones. Los encontraremos en la estación. No terminamos la llamada, él insiste en mantener el contacto, dice algo, pero estoy demasiado ansiosa como para prestarle atención.

Echo un vistazo por encima de mi hombro, me tenso y la ansiedad incrementa al ver que ha disminuido la distancia entre ellos y nosotros.

—Creo que debes pisar el acelerador, Keals —digo sin perder la calma.

Mira por el espejo.

—Mierda, mierda.

—¡¿Qué?! —pregunta Row—. ¡¿Qué mierda está pasando?!

Ella no responde, acelera, pasamos a los autos a toda velocidad, zigzagueando. Pero ellos también aceleran y no logramos escapar, son muy rápidos, ahora es obvio que vienen por nosotros y no se darán por vencidos tan fácil.

La adrenalina me pone los nervios de punta, siento que el corazón me va a estallar dentro de mi pecho y, por primera vez, siento miedo de esto, de lo que pueda pasarnos, de lo que puedan hacernos. Quizá Row tenía razón y no debí meterme en esto cuando estoy escapando de otros demonios.

—Agarra el puto volante, Gi —ordena Kealsey.

Me apresuro a hacer lo que me pide, el auto sigue en marcha gracias a sus pies, pero soy yo la que controla el volante. Mi boca se seca, respiro profundo para tranquilizarme. Ella saca una pistola de algún lugar debajo del asiento y se asoma por la ventana.

Un disparo, luego otro.

—¡¡Joder!! —grita Row—. ¡¡Te voy a matar, Kealsey!! ¡Si ellos no te matan, me encargaré de hacerlo!

—Quiero ver cómo lo intentas, grandulón —responde.

Vuelve a disparar.

Esquivo algunos autos, un segundo después regresan el ataque, nos disparan. Keals se esconde metiéndose. Los vidrios no estallan, a pesar de los impactos, así que supongo que la camioneta está blindada.

—Viene un alto —digo al notar que parpadea un semáforo.

—Ni de coña, esquiva los autos.

No sé qué estoy haciendo, me muevo por los espacios vacíos, escuchando los estruendos, los cláxones, gritos, llantas chirriando. Row dice cosas, Omar también, pero no escucho porque es demasiado. Puedo dar la vuelta en el semáforo, pero me queda lejos, podría arruinarlo todo, estamparme.

Voy derecho para que no sospechen. Con el alma pendiendo de un hilo, adelanto un auto y doy una vuelta brusca y repentina, aunque ya haya cambiado a rojo. Casi me estampo con un autobús, me gritan majaderías. Pero lo logro, los perdemos.

—¡Eso fue alucinante! —exclama Keals chillando.

Le entrego el volante, maneja por un buen rato, perdemos el tráfico, las calles se vuelven laberintos estrechos y solitarios.

—¿Dónde están ahora? —cuestiona Omar.

—Voy hacia la estación, ya te dije.

Nadie vuelve a hablar después de eso.



En la estación, los amigos policías de Omar nos hacen preguntas sobre lo que vimos y cómo fue la persecución, también nos preguntan cómo eran los hombres, y nos muestran fotografías para ver si podemos identificar a alguno. No le menciono a nadie que conozco a uno de ellos. Horas después podemos salir. Logramos identificar al hombre de los guantes, los detectives están conformes con nuestra aportación, pues, aunque no es un traficante de drogas, sí que trafica armas.

La camioneta debemos dejarla en la estación, está llena de balas y seguramente mañana aparecerán fotografías en los periódicos, noticieros y en internet.

Esperamos afuera, en la recepción. Un oficial nos da unas mantas verdes para cubrirnos la espalda, mientras esperamos sentadas con un vaso desechable con café. Los chicos salen con las caras largas, no hablamos hasta que estamos seguros en la camioneta, Keals va directo al asiento trasero, al igual que Omar, no me queda nada más que ir adelante con Row, quien no me ha mirado ni una sola vez desde que nos encontramos.

—¿Qué dijeron?

—El plan que íbamos a hacer se cancela, se encargarán ellos —explica Omar—. Nos van a pagar la mitad.

—¿Qué? ¿Les cancelaste?

—Por supuesto que lo hice.

—De ninguna jodida manera, Aldridge, vas a llamarles y les dirás que...

—¿Qué? —interrumpe él con brusquedad—. No lo haremos, fuiste terca y descuidada, no nos pondremos en peligro. Ya les vieron las caras.

La discusión termina tan pronto llegamos a la casa.

—Llevaré a Giselle a la universidad para que recoja su auto —dice Row, mirando por la ventana.

Los dos descienden, Keals se despide agitando la mano y sonriendo con cierto aire de melancolía.

El trayecto a la universidad es silencioso y tenso, él no me habla ni reconoce mi presencia, es como si no estuviera aquí. Sé que está molesto por lo que hice, está enojado porque acepté la oferta de Kealsey, porque no le conté sobre lo que haríamos.

—No te enojes... —Voy a agregar un «por favor», pero él estalla antes de que termine la frase.

—¿Que no me enoje? ¿Cuál es tu problema, Giselle? ¿En qué demonios estabas pensando? No puedo creer que seas tan imprudente. Te vieron, te van a reconocer en cualquier parte. ¿En qué momento se te ocurrió que era buena idea ir solo con una persona a investigar a gente peligrosa? —Hace una pausa para respirar hondo y suelta una risotada que carece de humor—. Mierda, no puedo creerlo.

—Lo siento, solo quería ayudar a Keals —susurro y agacho la cabeza, avergonzada porque tiene razón, no debí hacerlo—. No sabía que iba a pasar eso, ella me pidió ayuda y acepté.

—Keals ha vivido toda su vida en ese mundo, Giselle, en esa mierda, no es como tú —suelta justo cuando se estaciona junto a mi auto—. Bájate y ve a tu casa.

De reojo veo su rostro sombrío, que se ve más apagado por la falta de luz. Lo ignoro.

—¿Y cómo soy yo?

—Sabes a lo que me refiero. —Bufa.

—No, Row, no tengo idea, así que aclárame la mente —digo entre dientes.

—Una niña rica, Giselle, una que ha tenido todo, que necesita buscar emociones fuertes y no le importa ponerse en riesgo.

Rechino los dientes.

—Sé que me equivoqué, pero no tienes ni puta idea de quién soy, así que no actúes como si me conocieras, Row. Mi vida no ha estado rodeada de comodidades, ha sido una reverenda mierda la mayor parte del tiempo, era tan pobre y desdichada que tenía que comer de la basura si encontraba jodida comida, si no la encontraba entonces no comía. Era pobre, y durante muchos años estuve sola. No busco emociones fuertes, todo sería más sencillo si no sintiera un carajo... —Las palabras salen sin que pueda detenerlas, no debería hablar, él no tiene por qué saberlo, pero estoy tan cansada de fingir—. Vete a la mierda

Me bajo de la camioneta con premura, esquivando una mano que intenta detenerme. No se le dificulta seguirme y alcanzarme, agarra mi codo.

—Espera... —dice.

Agito el brazo para que me suelte.

—Ya terminé contigo.

Alza las cejas, su rostro se ve impactado, luego confundido y frustrado, no creo que entienda.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —pregunta.

—Ya. Terminé. Contigo. —digo marcando las sílabas—. Está hecho, Row, se acabó, así dejas de actuar como un neurótico jalándose los pelos, y yo puedo buscar las putas emociones fuertes en alguien que no me preparé chocolate caliente.

Lo que dijo me molestó, pero en el fondo sé lo que estoy haciendo, no puedo ignorarlo. Quiero alejarlo, busco excusas para irme, si tengo un pretexto es más fácil, al parecer no soy muy valiente y solo quiero más cuando se trata de él. Necesito algo que me ayude a justificar mis actos para poder vivir con ello.

Voy a girarme para irme, pensando que él permitirá que me marche, pero no lo hace. Sus manos me detienen agarrando mis hombros con firmeza, camina hasta detenerse frente a mí. Sus ojos, celestes como el cielo, se ven arrepentidos, tristes.

—Lo siento tanto. Por favor discúlpame, muñeca. No quería lastimarte, ni siquiera pienso esa mierda que dije. Cuando escuché que estabas con Kealsey me sentí enfermo, estaba tan asustado de que te pasara algo, te has convertido en alguien importante para mí. He perdido muchas cosas, y por un instante pensé que te perdería a ti también.

Sus manos van a mi rostro, delinea mis pómulos con sus pulgares y busca mi mirada. Una marea de sensaciones desconocidas me arrolla cuando me abraza. Mi cara se sumerge en el hueco de su cuello, mi cuerpo se derrite contra el suyo.

—No tenía idea, muñeca, de lo duro que fue para ti —continúa.

—Las apariencias engañan, la gente se despierta todos los días con máscaras, con sonrisas falsas, con carcajadas forzadas. Tienes que sonreír porque quizá, si actúas bien, comenzarás a creerlo.

—No quiero ver tus máscaras, Giselle.

—Tal vez lo que hay abajo no te va a gustar, Row.

Limpia la lágrima solitaria que cae por mi mejilla.

—Me gustas, y no solo por lo hermosa que eres, ¿lo entiendes? Me encanta lo que hay aquí. —Su índice señala mi sien acariciándola.

Permito que mis paredes bajen por un instante, no lo dejo pasar, pero salgo de mi escondite.

—No quiero hablar sobre lo que ocurrió cuando era niña...

—Lo sé, muñeca, por eso no pregunto, no es que no me importe, es que no quiero que te sientas incómoda o presionada. Sé que lo harás cuando estés lista y confíes en mí.

—Gracias.

Sus brazos me aprietan con más fuerza, casi como si quisiera sacarme el aire. Deja un beso en mi frente y exhala por la boca, su pecho se desinfla.

—No tienes idea de lo aliviado que estoy porque estás bien.

Beso su mejilla y me echo hacia atrás para despedirme.

—Creo que debería irme —digo.

—Ven conmigo...

—No puedo, tengo que estudiar.

—Estudia en mi habitación, nadie te molestará, ni siquiera yo, estaré ocupado haciendo un ensayo.

Al principio no estoy segura, no obstante, me convence.

Es así como acabo tendida en su cama, con el libro y los apuntes esparcidos a mi alrededor. Estoy acostada boca abajo, moviendo las piernas, leyendo los temas del examen de mañana.

Le echo un vistazo. Él está sentado en el otro lado, el portátil está en sus muslos, teclea frenéticamente hasta que nota mi mirada y levanta la vista. Se aclara la garganta.

—Dentro de dos semanas  mi padre hará una subasta, me preguntaba si te gustaría ir, es un evento aburrido y elegante. —Hace una pausa y agrega—: Me sentiría mejor si fueras conmigo, odio esas fiestas, pero es mi obligación asistir.

—¿En Georgia?

—Sí, nos iremos el viernes y volvemos el domingo, no hay problema con la universidad —dice—. Claro, si aceptas.

Está nervioso, puedo notarlo porque mueve rápidamente el pie hacia los lados.

—De acuerdo, iré —contesto.

Más tarde descubro que se ha quedado dormido, guardo los cambios del documento abierto que está en la laptop y se la quito para ponerla en otro sitio.

Salgo de la habitación para buscar un vaso de agua. En la cocina está Mateo cenando macarrones con queso. Sonríe cuando me encuentra.

—Caperuza, Kealsey me contó que hiciste un giro en el auto, tienes que enseñarnos tus movimientos. —Sonríe cuando dejo ir una risita entre dientes—. Por cierto, alguien trajo una sorpresa para ti, está en el congelador.

Limpia el plato y sale de la cocina.

Tomo agua y, cuando la curiosidad puede más que yo, abro la puertilla del congelador. Me encuentro con dos botes de mi helado favorito Chunky Monkey.

Cierro el refrigerador, impactada. Él me trajo helado, pensó en mí.

Mis párpados caen, escondiendo la humedad que amenaza con desbordarse.

Y sonrío.

Row Willburn es peligroso, pero no por las razones que pensé, sino porque te puedes volver adicta a él. 


* * *

Hola :) ¿cómo están? Espero que se encuentren muy bien y que hayan disfrutado este capítulo. Ahora sí, conoceremos más sobre la Gi del pasado, a ver qué sucede >:D 

El domingo 17 de noviembre haré un en vivo en instagram (imzelabrambille) para hablar de diversas cosas, entre ellas responderé dudas sobre Maldición Willburn, puede que les regale algún spoiler. La cita es a las 5 de la tarde, hora de México (en mis redes pondré los horarios de otros países). 

Se vienen nuevos proyectos para instagram, la página de facebook y youtube, (también hablaré de esto en el en vivo) si no se quieren perder del contenido, los invito a que me sigan. 

LOS ESPERO PARA CHARLAR UN RATO. 

También les traigo el booktrailer de la novela :)

https://youtu.be/dWwKweZ09sw

Muchas gracias por leerme, caperucitxs, lxs adoro :*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro