Capítulo 18
Estamos reunidos en la puerta de la salida, cerca del estacionamiento.
Ushio está callada, desvía la vista y saca el celular en repetidas ocasiones para fingir que no le afecta la presencia del chico que está rodeando mis hombros y bromeando sobre su fin de semana de cacería, como él lo llama. Sé que Rome lo está haciendo a propósito, y me molesta, quiero sacármelo de encima y pedirle que se vaya. Avril se le queda mirando como si quisiera lanzarle dardos. Creo que todas coincidimos en que se está comportando como un patán.
Alguien se aclara la garganta, no me hace falta que Ushio lo diga en voz alta, la aflicción está en su cara.
—Tengo que irme, iré a comer con mis padres —dice—. Los veo luego.
Se va antes de que pueda despedirme.
—¿Qué demonios, Rome? ¿Qué carajos te pasa? —pregunta Avril.
—No sé de qué estás hablando —responde, encogiéndose de hombros.
Avril y yo nos miramos. Yo entiendo a Rome, comprendo que no quiera abrirse, que deseé mantenerla alejada, a veces alejar a las personas cuando sabes que puedes destruirlas es la prueba de amor más grande que existe. Sin embargo, una cosa es rechazarla y otra muy diferente es herirla. Si la quiere proteger, al final no lo logrará porque acabará de la misma manera, rota.
Un motor ruge y una camioneta que reconozco se detiene de golpe frente a nosotros. Mi corazón da un vuelco, me muerdo el labio inferior cuando la puerta trasera se abre. Me está esperando.
Ayer nos besamos y fue una explosión, como si hubiéramos pasado años deseando saborearnos. Me devoró la boca con tanta intensidad que todavía puedo sentir las ráfagas de su aliento perdiéndose en mi boca.
—Me voy —digo y doy un paso. El brazo de Rome cae.
—Por todos los cielos —susurra Avril—. No nos has contado nada, infeliz.
—¿Qué? ¿Quién es?
—Willburn —contesta Avs.
Rome ruge y agarra mi codo antes de que pueda seguir caminando, me da un jaloncito que me tambalea.
—¿Qué te pasa? —le pregunto arrebatándole el brazo.
—¿Por qué vas a ir con él, Elle?
—Es mi amigo.
—Es el jodido Willburn, el de las calles, es parte de una pandilla que tiene problemas no solo con la policía, también con gente peligrosa. No te mereces esto, Elle.
—Tú no los conoces —digo entre dientes.
—¿Y tú sí? ¿De verdad? ¿Me vas a decir que confías en esas personas? Tu juicio está fuera de control, poner en riesgo tu vida de esta manera es como lanzarse frente a una locomotora, Elle, va a acabar contigo. —Lo que ha dicho ya es bastante malo, pero él no ha acabado—. ¿Te está dando drogas? ¿Por eso estás con él?
Sus palabras son un golpe, me hago hacia atrás. Él se percata de lo que ha hecho, cierra los párpados con dolor. Nadie lo sabe. Nadie. Solo mis padres, la psicóloga y Rome. Confié en él porque no podía más, porque creí que éramos parecidos, porque en ese momento estaba tan sola que quería aferrarme a alguien. Le conté lo que pasó hace un año, y cepilló mi cabello hasta que dejé de llorar. ¿Por qué lo dijo en voz alta? ¿Por qué delante de Avs?
Tomo una respiración temblorosa.
—Vete a la mierda.
No miro a Avs, no puedo hacerlo. Tal vez pueda decirles que Rome solo estaba diciendo estupideces, pero no sé si vayan a creerme.
Me giro, esta vez no me detiene.
Con el pecho doliendo me dirijo a la camioneta. No voy a permitir que nadie vea lo mucho que me ha afectado. No solo porque me trae recuerdos dolorosos, también porque cree que la única razón por la que podría relacionarme con Row es por drogas, como si eso fuera parte de mí y no algo que abandoné, como si no supiera que he luchado muy duro. Un adicto va a ser siempre un adicto, el pasado va a perseguirte sin importar lo que hagas.
Desearía no habérselo contado, desearía no haber estado en esa posición, desearía poder recordar lo que me pasó, desearía que esta agonía se vaya y me deje tranquila porque estoy muriendo en vida.
Me trago la amargura tan pronto llego y levanto la vista. Row está ahí y me tiende su mano. La calidez de sus dedos me atrapa, él me ayuda a subir y a sentarme en sus muslos. Una vez que estoy en sus brazos, me relajo, me recargo en su pecho y cierro los ojos. Aquí no soy la que se perdió en una sobredosis, no la adoptada, no la pobre traumada. Y puedo fingir, puedo creer que solo soy Giselle, la que juega y se divierte, y que tiene motivos para sonreír como si un monstruo no la estuviera merodeando para arrastrarla en cuanto se descuide.
Todos me saludan en coro. La camioneta está llena de gente. Omar está manejando y Juliet va en el asiento del copiloto, frente a mí. Atrás estamos nosotros, Keals, Mateo y Tyler. Los últimos dos están usando uniforme, supongo que del restaurante donde trabajan.
—¿Estás bien? —pregunta en mi oído. Asiento—. ¿Quién era ese?
—Rome, es un amigo.
—Es el que se alteró cuando vio que tu amiga bailaba con Mateo, ¿verdad? —cuestiona Keals.
—Sí.
—¿Qué? ¿Y por qué yo no sabía que alguien se había alterado? —Mateo suena confundido.
—Está colado por Ushio —explico—. Y están peleados, así que arremete contra todos.
Row se tensa.
—¿Te dijo algo malo?
—En realidad, su rabia iba contra ti.
—¿Qué le pasa a ese chico con nosotros? —refunfuña Keals—. Ni siquiera nos conoce.
No respondo.
—¿Entonces Ushio está sola y triste? —La pregunta de Mateo y cómo lo dice, me saca una sonrisa—. Tal vez deberías traerla o decirme dónde está, así puedo levantar su ánimo.
—Lo tomaré en cuenta.
—Pasaremos a recoger a Regy —me informa Keals—. Esta semana se quedará con nosotros porque mi tío tiene que salir unos días de la ciudad.
Cambian de tema y hablan de cosas, excepto Juliet.
—Ese tal Rome... —El susurro de Row me sorprende, su nariz se sumerge en mi cabello y su boca llega a mi oreja—. ¿Qué tipo de amistad tienes con él?
Miro a los demás a ver si lo escucharon, pero están perdidos en la conversación. Las manos de Row me aprietan y se extienden sobre mi abdomen.
Echo la cabeza hacia atrás, sobre su hombro, para poder mirarlo. Alzo una ceja.
—¿De qué hablas?
—¿Él también puede besarte?
Mis párpados se abren con asombro, me apresuro a negar con la cabeza.
—No.
—Bien. —Su voz suena baja y mortal, me eriza los poros de los brazos y la nuca.
Nos detenemos afuera de una universidad privada. Regina está en la entrada con los brazos cruzados y sin el aire alegre que siempre la acompaña. Tyler abre su puerta para que suba, ella hace una mueca al verlo, pero no dice nada. Avienta la mochila, su prima la atrapa. Regina se agarra de los bordes de la puerta para impulsarse.
—¿Dónde me voy a sentar? Esto parece una lata de sardinas.
—Con Ty —contesta Keals sin prestarles demasiada atención, pero yo sí lo hago.
Regina va a regresar a la acera, Tyler le rodea la cadera antes de que pueda hacerlo y la jala para que caiga encima de él, acto seguido, cierra la puerta y la camioneta arranca. Ella tiene la espalda recta e intenta no estar cerca de Ty, quien se pega más a su espalda.
Me quedo embobada viéndolos, algo pasa entre ellos. ¿Nadie más lo nota o ya me estoy imaginando cosas?
—Voy a ir con ustedes —suelta Juliet.
Oh.
Bueno.
Espero que todo salga bien porque es evidente que le desagrado.
Comimos una deliciosa pasta que hizo Kealsey y luego nos trepamos a la camioneta para ir a pintar las paredes; excepto Regina y Tyler, ella no tiene permiso de salir de la casa y él se ofreció para cuidarla. Raro. Nadie dijo nada, al parecer es algo normal, pero nadie notó la cara de Regy y nadie vio la sonrisita secreta de Ty.
—Wow, te quedó genial, eres muy talentoso —suelto tan pronto llegamos y veo el gran mural lleno de colores—. Me causa una profunda tristeza tener que borrarlo.
—Lo aprecio mucho, caperuza —responde Mateo.
Juntos caminamos hacia la pared, dejamos atrás a los demás. Está en una de las zonas más concurridas de la ciudad, pero escondida en un callejón, no sé por qué tanto escándalo. Es un rostro de piel morena, está rodeado por colores, el cabello es crespo y de entre los mechones salen flores y pequeños escarabajos brillantes. Más abajo, hay un corazón realista del que salen arterias que se conectan al sol.
—¿Quién es ella?
—Mi mamá, murió cuando era pequeño, tenía una obsesión por el jardín, le gustaba cosechar y tener un montón de plantas.
—¿De qué murió?
—Le dio un infarto.
Todo tiene sentido, su pintura no es más que una historia, una muy profunda y personal.
Me detengo en seco y me doy la vuelta. Keals se detiene junto a nosotros y admira el mural. Row, Omar y Angel vienen caminando, dando pasos pausados y despreocupados, cargando tres tinajas de pintura y brochas. Juliet está junto a Willburn tocándole el brazo, pero él tiene sus ojos puestos en mi rostro. Se aproximan y se detienen antes de admirar la pintura, dejan las tinajas en el suelo. Estoy segura de que todos identifican la historia y quizá ahora Omar sienta remordimientos por haberle hablado de esa forma, puedo notar la culpabilidad en su expresión.
—Oigan, esto está en un callejón, ¿no hay manera de que le pidas a la policía que lo olvide? Después de todo van a ayudarlos, y el mural está escondido —digo.
Le doy una mirada de reojo a Mateo, quien se ve cohibido, está mirando sus pies y meciéndose con suavidad. Dicen que el arte muestra el alma de los artistas, estoy segura de que aquí hay mucho de él.
Juliet bufa como si lo que acabo de decir fuera lo más absurdo que ha escuchado.
—Mateo sabe perfectamente que no puede hacer esto, pero es obvio que no lo sabes —se regodea—. No se trata de lo lindo que es, dice el nombre de la hermandad, a la gente le molesta y cree que destruyen la ciudad, por eso no debemos dejar nuestra mierda. ¿Crees que por acostarte con Will tienes derecho a opinar o que sabes algo de la hermandad? Estás muy equivocada, cariño, quédate en tu papel de gata en celo que tu opinión aquí a nadie le importa, solo eres el rollo de Willburn.
Me molesta. Me molesta muchísimo esta chica. No es por Row, no es por su necesidad de marcar territorio como si yo fuera a robarle algo, es por su expresión de satisfacción, que parece que disfruta hiriendo a los demás. Tampoco me preocupa que quiera dañarme, está claro que se siente amenazada, pero no le importa arruinar los sentimientos de alguien como Mateo, alguien que no se mete con nadie y solo quiso hacerle un dibujo a su madre.
Quiero mandarla al carajo, en cambio, tomo una respiración profunda para calmarme y tragarme los insultos. Miro a Omar.
—Podemos quitar el nombre de la hermandad —propongo.
Todos se quedan en silencio, Mateo no levanta la vista, Kealsey está perdida en el dibujo, Row me mira, al igual que Angel y Omar. Los segundos transcurren y me parecen eternos, tal vez sí dije algo estúpido y ahora todos se sienten muy avergonzados por estar conmigo.
—Me tomará un minuto —dice Omar al tiempo que saca su celular del bolsillo de su pantalón y se aleja de nosotros.
Juliet ruge, va a decir algo, pero Row le agarra el codo y la arrastra para alejarse. Pone distancia, no puedo escucharlos, pero le suelta un par de cosas que la hacen enfurecer. Les doy privacidad y vuelvo con Mateo, quien me regala una sonrisa, yo también le sonrío.
—Gracias, caperuza, estoy en deuda contigo.
—Nada de eso.
—Mateo, te debo una disculpa, no sabía que...
—No te preocupes, Keals, no estoy enojado, cuando lo hice sabía que tendría que borrarlo.
—Ya está —suelta Omar sorprendiéndonos a los tres—. El nombre de la hermandad se va, el mural se queda.
El rostro de Mateo se ilumina por una sonrisa, tan grande y parecida a la de su madre. No lo veo venir, él se lanza y me abraza con fuerza. Me quedo quieta, no puedo reaccionar, no sé cómo lidiar con que este hombre de gran altura y tatuajes que se está comportando como un niño pequeño emocionado.
Me eleva del suelo y luego me suelta, hace lo mismo con Keals, quien empieza a carcajearse y a repetir que lo lamenta.
Estoy mirando la escena cuando unas manos se deslizan alrededor de mi cintura desde atrás y la brisa de un aliento mentolado me enciende la piel. Él no dice nada, solo está ahí, refugiado en mi hombro, oliendo mi perfume muy cerquita de mi cuello.
Me lo quito de encima, a pesar de sus protestas, y me uno a Keals con una brocha. Somos muy cuidadosos a la hora de quitar el nombre, es lo bastante grande como para que seis pares de manos tenga que ayudar.
Omar entona una canción, los demás lo siguen, yo me aseguro de no arruinar nada, ni la hermosa pintura ni la armonía de sus voces uniéndose para formar una.
Cuando terminamos, alguien picotea mi hombro.
Tan pronto me giro, una mano cubre mi rostro de la nariz para abajo. El problema no es ese, es que está llena de pintura blanca. Me apresuro a quitar la pintura de mi boca, aunque seguramente estoy haciendo un jodido desastre.
—¿Qué te pasa?
La sonrisa maliciosa de Row y su ceja alzada me retan, esa es la única respuesta. Alzo la brocha antes de que pueda moverse, le pinto el perfil, él se carcajea. Repito el movimiento cuando se aproxima, pero me la arrebata y la tira al suelo.
Da un paso hacia mí. Lo esquivo y empiezo a caminar hacia la camioneta, ya la mayoría abandonó el callejón.
—Ni se te ocurra, Willburn, atrévete a mancharme y...
Una mano se estampa en mi culo, fuerte. Lo enfrento una vez más, aunque esta vez con la boca abierta.
—¿Me has dado un azote en el trasero?
Se relame los labios, su lengua deja un camino húmedo. Se está divirtiendo.
—Sí.
Respiro hondo.
—¿Por qué?
—Porque me has estado ignorando todo el rato.
—Por supuesto que no.
Se acerca, esta vez no me alejo. Me rodea colocando las manos en mi cadera. Camina, me arrastra, yo debo de hacerlo de espaldas, no es difícil porque él me está sosteniendo.
—Claro que sí, no voy a quitarte las manos de encima a partir de ahora.
—Eso no es una amenaza.
—Es una promesa.
La cumple. Sus manos están sobre mi cuerpo todo el camino, en mi cintura, en mis muslos. Y su nariz escondida en la base de mi oreja, causándome escalofríos. Lo sabe, pues esboza sonrisitas que esconde en mi piel.
Cuando llegamos, soy la primera en bajar, prácticamente corro a la casa. La pintura ya se ha secado, necesito sacarla. Traspaso el umbral del baño, alguien me da un empujoncito, Row se mete detrás de mí y cierra la puerta.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a limpiarte.
—Así que todo fue un plan para quedarte conmigo y poder tocarme.
—Atrapado.
Suelto una risotada que se atora en mi garganta cuando me agarra las caderas y me estampa en el lavabo, para recuperar el equilibrio debo sostenerme aferrándome a sus brazos. Agarra mi barbilla con su pulgar e índice y eleva mi cara, abre la puertilla —que es un espejo— y saca algo. Lo próximo que sé es que está quitando las manchas de pintura con extrema paciencia y seriedad, con sus caderas manteniéndome quieta.
No puedo evitar perderme en los movimientos de sus ojos, no sé cuánto tiempo transcurre, me quedo absorta en el hielo de su mirada, es hipnótico, es tranquilizador y, al mismo tiempo, me provoca una marea de emociones que difícilmente puedo controlar.
Frunce el ceño.
—¿Qué carajos? —Suena más para él que para mí. Voy a preguntar qué le pasa, pero vuelve a hablar—: ¿Tienes putas pecas? ¿Qué?
Su confusión me parece graciosa. Odio mis pecas, así que las escondo con maquillaje, él nunca me ha visto desmaquillada, es normal que no entienda qué está pasando, pero luce como si hubiera perdido la órbita. Se le queda mirando a mi sonrisa y luego regresa a mis mejillas, sus pulgares las acarician, tal y como lo haría alguien para comprobar que no se las está imaginando.
Todavía tiene la mancha de pintura en su rostro, pero no le importa, si me viera como él tampoco me importaría.
Sus pupilas se dilatan, apenas puedo reaccionar. Un segundo después me está comiendo la boca con lo que creo es desesperación. Sus manos están por todas partes, recorriendo mi cintura, mis caderas, el costado de mis muslos, mis pechos. Nunca se había sentido tan bien perderse en la oscuridad.
Mis pensamientos se esfuman. ¡Boom! ¡Desaparecen! Creo que ya no es el «pene magnético», ahora será el «besos mágicos». Ahora no voy a evitar pensar en él como si fuera un mago, juega a las cartas, da besos que hacen magia, tal vez salga un conejito por algún lado. Mi risita se ahoga en el beso, Row gruñe y me muerde el labio inferior para castigarme.
Sus manos descienden, va a apretarme cuando la puerta se abre de golpe y rebota en la pared, haciendo que salte del susto y me separe. Mi respiración es un caos, la de él también. Él no se ve sorprendido, parece perdido en la ola de adrenalina y excitación en la que nos sumergimos. Parpadea hacia la puerta, lo imito.
Una muy enojada Juliet nos observa, está roja de la rabia, sus ojos son dos puñales fríos y molestos que se clavan en mí, como si yo tuviera la culpa de sus problemas.
—¡¿Qué demonios, Will?! —chilla—. ¡¿Es enserio?!
Row se recupera y me da una mirada de reojo antes de dar un paso hacia atrás. Enfrenta a Juliet con la espalda y los hombros tensos.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunta con tono bajo, es casi un siseo, pero puedo asegurar que está muy enojado.
—¡No puedes restregármelo en la cara! ¡¿Crees que no me duele?! ¡Me dijiste que no harías esto! ¡Que no era cosa mía! —grita—. Y luego llega esta...
Me señala y hace una mueca de desagrado. Me quedo en silencio, aplano mis labios para no hablar y recordar que no es contra mí.
—Ya basta, Juliet...
—¡¡No!! —vuelve a gritar—. ¿Qué pensabas que pasaría? Seguro crees que voy a aceptar que folles con otras en mi puta cara, que te escondas en el baño como dos jodidos enamorados, y luego vendrás a mí como siempre. Pensé que estaríamos juntos, creí que...
Su voz se quiebra. Agacho la cabeza para no mirarla y me hago pequeña, a ver si así logro desaparecer.
—Te dije que lo intentaría, pero no funcionó.
—Ni siquiera lo intentaste, Will, cuando te dije que te quería huiste y me hiciste a un lado. Me estás lastimando.
—Lo siento, Juls.
—¿No te importo?
—Claro que me importas, pero no puedo darte lo que quieres, es mejor para ti que lo entiendas.
Ella no responde, así que levanto la cabeza. Me arrepiento porque me está mirando.
—Te lo advierto, él es un hijo de puta que se mete en tu cabeza, te lleva hasta el cielo, te hace pensar que estará ahí para ti. Pero no te atrevas a quererlo porque entonces te lo quitará todo, ni siquiera serás su amiga, ni siquiera pondrá sus ojos encima de ti, a pesar de que antes parecía que eras todo lo que veía. No te atrevas a quererlo porque no serás más que otra en la lista, otro de los corazones rotos que colecciona. Está jodido.
No digo nada, Juliet se va, nos deja solos, hundidos en un agonizante silencio.
Row toma varias respiraciones antes de girarse, se aproxima dando zancadas y levanta mi barbilla con su índice. Unos ojos escrutadores analizan mi rostro, busca algo, no sé qué.
—¿Está todo bien? —pregunta.
—¿Tenían algo especial? Nadie se pone así solo por follar de vez en cuando.
—Éramos muy cercanos. —Suspira—. Nunca había intentado, pensé que podría, lo intenté con todas mis esfuerzas, pero fue inútil, me destrozaba pasar tiempo con ella, estar juntos era una tortura. Si no me alejaba terminaría destruyéndola, no podía usarla de esa manera.
Asiento.
Él habla con calma, pero el brillo de su mirada es revelador, le duele.
—Tranquilo, está dolida, cuando estamos heridos decimos cosas sin pensar.
—Pero lo que dijo es cierto, soy una mierda...
Me impulso y tomo su cara con las manos, el toque lo confunde, lo desestabiliza, absorbe una gran bocanada de aire.
—Todos tenemos cosas malas dentro de nosotros, lo que importa es aprender a usar las buenas para mantener el equilibrio.
Se queda absorto durante un buen rato, hasta llego a pensar que no me ha escuchado. Sin embargo, su comisura tiembla.
—¿Me esperas afuera? Necesito quitarme la pintura.
Supongo que queda descartado que yo se la limpie, tal y como él hizo, pero creo que necesita un tiempo a solas. Mis manos caen y doy un paso atrás para poder esquivarlo.
Juliet ya no está en la casa, pero los demás sí, ¡todos escucharon la discusión y se enteraron de que nos estábamos metiendo mano en el baño! ¡Qué vergüenza! Tyler y Angel están en la mesa. Omar, Kealsey y Mateo en las escalerillas de la entrada. A la única que no veo es a Regina, tal vez está en la habitación de Keals.
Mortificada, me encamino a la cocina para tomar un vaso de agua, necesito refrescarme o acabaré explotando. Todavía puedo sentir a Row por todas partes, no quería que nos interrumpieran. Tampoco puedo sacarme de la cabeza las palabras de Juliet. Si bien es cierto que estaba dolida, creo que muy en el fondo hay algo de verdad. Willburn es un buen chico, pero no duda en destrozarte si cree que eres una amenaza. Y Juliet lo era porque quería algo que él no podía darle.
—Pelirroja, tienes una mano en el culo —dice Tyler.
—¿Eh?
—Una. Mano. En. El. Culo. —Hace una pausa—. Y es una mano muy grande, ¿de quién será?
Al principio no lo entiendo, luego recuerdo el azote que Row me dio en el callejón y todo cobra sentido.
—¿Por qué carajos le estás viendo el culo? —pregunta él cuando sale del baño, se le queda mirando a Tyler con la ceja alzada, no logro distinguir si está molesto o si está tomándole el pelo.
Ty levanta las palmas en señal de rendición.
Le doy un vistazo a Angel, no ha escuchado por estar concentrado en el montón de hojas que están en la mesa, hay unas cuantas fotografías y un par de mapas.
—¿Qué es eso? —pregunto al tiempo que me inclino para verlos mejor.
Entrecierro los ojos. Hay círculos y flechas señalando ciertos lugares. Voy a ver qué sitios son cuando Angel mueve el mapa, lo enrolla con rapidez. Me quedo perpleja, parpadeando porque no puedo creer que haya sido tan grosero, bastaba con decirme que no era mi asunto. Él me regresa la mirada con el entrecejo fruncido.
—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Eh? ¿Estas son cosas privadas?
—Pues estaban en la mesa, guárdalas si no quieres que las vean.
—Angel, ya basta —demanda Row con semblante tenso.
—Si alguien se entera de esto será... —Gruñe—. Yo no soy considerado y no me va a costar trabajo cortarte la lengua, no te atrevas a hablar.
—Qué mal, quería decirle a mi jefe, ya ves que soy espía y no tengo nada mejor que hacer que ver tus mapitas —digo y giro los ojos antes de salir y reunirme con Kealsey, quien ahora está sola y pensativa.
Los chicos están a escasos metros de distancia, minutos después sale Row, se reúne con ellos luego de darme una mirada. Angel y su desconfianza se quedan dentro de la casa.
—Le gustas mucho —dice Keals.
—¿Cómo?
—A Row, le encantas. Ayer fue al bar a beber, estaba perturbado, me dijo que quería besarte todo el tiempo. —Suelta una risita—. Le confunde sentirse tan atraído porque nunca le había pasado. Es bueno con sus ligues, no me malentiendas, es atento e intenta tener una amistad con ellas. La mayoría de las chicas solo lo quiere porque es el malo, ya sabes, y el resto no está interesada en su amistad. Dice que le agradas, que puede hablar contigo.
Le doy un trago a mi cerveza y lo miro. Está riendo por algo que dice Mateo.
—Yo también puedo hablar con él.
—Creo que ustedes son muy parecidos, bien podrían competir por ver quién ha roto más corazones.
—No podría competir —digo—. No llevo la cuenta.
Se carcajea.
—¿Lo ves?
Luego de un largo silencio y de tragos, decido hablar.
—Vi los mapas y Angel se molestó.
—No le hagas caso, es un paranoico de mierda.
—¿Puedo preguntar qué van a hacer?
—Estamos trabajando en esto desde hace meses, iremos a la casa de un tipo, la policía necesita que nos infiltremos para que revisemos si tiene cosas raras ahí.
—¿Cosas raras?
—Droga. No quieren alertarlo, así que pidieron nuestra ayuda.
—¿No te da miedo que les pase algo?
—Sí, pero ese es nuestro trabajo, nos van a pagar muy bien. Tenemos todo planeado, nada va a salir mal, solo que necesitamos a alguien más.
—Si necesitan ayuda...
—¿Ayuda para qué? —interrumpe Row, quien se detiene frente a nosotras. Las dos alzamos la cabeza al mismo tiempo.
—Para el plan que están armando, el de los mapas...
—No —sentencia—. Ni de coña.
—Pero Will, necesitamos a alguien, ¿lo recuerdas? Ella podría, si quiere...
—Joder, ¿cómo se te ocurre? ¡Estás loca!
—No estoy loca, vamos a estar ahí.
Row mira a Kealsey con enojo. Los otros chicos se acercan tan pronto se dan cuenta de que estamos en medio de algo que los hace elevar la voz.
—Pelirroja, el tipo va a dar una fiesta, es el momento perfecto para inmiscuirnos. Mateo, Angel y yo entraremos con el catering y vigilaremos; Will y Omar estarán en el edificio de en frente por si hay que disparar. Tyler se encarga del transporte. Necesitamos que alguien suba las escaleras y busque cualquier cosa.
—Kealsey... —advierte Row entre dientes—. Ya basta. Te estoy diciendo que no, sé que eres la líder, pero no voy a permitir que la metan en esto solo porque no quieres modificar el plan. Ella ni siquiera está preparada por si pasa algo.
—Apoyo a Keals —dice alguien a nuestras espaldas, es Angel, está detrás de nosotras con los brazos cruzados por encima de su pecho—. Que nos demuestre que no es una rata traicionera.
—Ella no necesita demostrarte una mierda, Angel, no está aquí por ti, está conmigo. Deberías de haberle pedido a tu amante pruebas de amor y no venir a joder a otros que no tenemos nada que ver en ese asunto.
Row se está alterando, puedo ver que se está conteniendo, que su mandíbula se aprieta. Me pongo de pie y me acerco, su vista baja para encontrarse con la mía.
—Quiero hacerlo. —Va a refutar, lo detengo colocando mi palma en su pecho—. Voy a ayudarlos te guste o no.
—No es cualquier cosa, muñeca, este tipo tiene cámaras por todas partes, tiene tipos con armas, si te encuentran eres carne muerta.
Él no tiene idea de lo que he tenido que soportar.
—Es mi decisión.
Su mirada es oscura, por un momento pienso que está enojado, pero después sus dedos se enganchan en las trabas de mi pantalón y me acercan.
—Voy a ir contigo —suelta.
—Claro que no, nadie tiene mejor puntería que tú —dice Angel.
—Me importa un carajo —ladra y se concentra en él. Por primera vez lo veo enojado, está rojo de la rabia—. Deja de meterte conmigo, joder, vuelve a hablarle así a Giselle y te parto la cara, imbécil de mierda.
Todos lo miran con impacto, incluso yo.
—Vamos adentro —me pide, más suave.
No me atrevo a contradecirlo.
* * *
Holi ♥ gracias por leer, mis caperuz@s
¡Row les dice hola! Recuerden que el cast completo está en las historias destacadas de mi instagram. Si me siguen en redes sociales prometo no ser tan mala con #Rowelle... MENTIRA, quiero drama, destrucción \*-*/
Si les gusta esta historia compartan para que llegue a más futuros caperuz@s. Me encantan sus estrellitas y comentarios, los más creativos los subiré a instagram :*
Nos vemos pronto.
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