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Capítulo 15


No sé por qué me decepciona no ver la camioneta de Willburn en la entrada, la cochera está vacía, solo hay una bicicleta medio oxidada en una de las esquinas, una muy cercana a la entrada, se ve que no la han tocado en años, como esas cosas viejas que dejas en un rincón de la casa y se te olvidan al grado de que nunca más vuelves a buscarlas. Conozco a alguien que mataría por tenerla, Henry amaría esa bicicleta porque le gusta reparar cosas descompuestas, está aprendiendo mecánica en el taller de Bridgeton.

Las luces están encendidas. Ignoro la sensación de decepción revisando mi maquillaje en el espejito del parasol y salgo del auto antes de que el arrepentimiento me embargue y me largue. No hay ninguna buena razón para estar aquí, a pesar de que Kealsey y toda la hermandad me caen bien.

Sin embargo, en el fondo sé que no estoy aquí por ellos, tengo la esperanza de tener otra plática igual a la que Willburn y yo tuvimos la última vez. No sé qué estoy haciendo, es como si no pudiera pensar con claridad cuando se trata de él, no hay coherencia ni raciocinio, solamente unas ganas ridículas de verlo otra vez. Tal vez me estoy obsesionando, quizá ya estoy obsesionada.

No es necesario tocar, la puerta se abre y mi puño se queda suspendido en el aire. Creo que alguien tiene buen oído y escuchó cuando llegue, lo que quiere decir que me vio mientras tenía una plática conmigo misma, o solo pasaba por la ventana y se percató de mi llegada.

Regina se ve muy emocionada, no la he visto mucho, pero parece alguien tranquila. En este momento se ve hasta exaltada. Busco en sus ojos a ver si tomó algo, ni loca me quedaré si encuentro un rastro de sustancias ilegales, pero solo veo brillos y destellos de felicidad. Ella es menor que nosotras, eso creo, lo esconde muy bien por su altura y las curvas que ella se empeña en mostrar, pero en su rostro aún hay un tinte de inocencia. Parece una niña a punto de recibir un dulce.

—¡Venga! ¡Tenemos el tiempo contado! —exclama.

Regina me agarra de los hombros y me jala con violencia para que entre. Después de cerrar la puerta la sigo por el pasillo, repaso su coleta de trenzas que rebota en su espalda cada vez que da un paso. Luce como una de las tantas facetas de Christina Aguilera.

—¿Por qué estás tan emocionada? —pregunto.

Me da una mirada por encima de su hombro.

—¿Cómo sabes que estoy emocionada?

—Se te nota en la cara.

Me responde bufando. No dice nada hasta que me descubre escaneando el sitio, intento fingir que no lo estoy buscando, pero es demasiado listilla, esboza una sonrisa de lado y se detiene de forma abrupta frente a una puerta que conozco.

—Está en su habitación —dice.

—No sé de qué estás hablando.

—A ti también se te nota en la cara.

Mis cejas se disparan hacia arriba, de ingenua nada más tiene la cara. Suelta una risita juguetona y sigue caminando, sus trenzas vuelven a rebotar contra su espalda. Tomo un respiro profundo y la sigo, aunque esta vez mi ánimo ha mejorado.

Una canción llega a mis oídos, el volumen incrementa conforme nos acercamos a una habitación, la última del pasillo. En el interior está Kealsey alaciando su cabello frente al espejo del tocador, me saluda con un asentimiento que distingo gracias a su reflejo. Acto seguido, me señala la cama con su barbilla.

—Siéntate para que pueda arreglarte ese matorral.

Regina agarra mi brazo y me jala para que me siente. Ni siquiera tengo tiempo para averiguar el ambiente de su alcoba, la cual me causa bastante curiosidad.

Lo próximo que sé es que las dos están casi encima de mí peleando por los mechones de mi cabello revuelto. Cuando dice «matorral» no es literal, aunque sí tengo mucho cabello y suele enmarañarse después de los violentos vientos en los viajes en auto con las ventanas abajo.

Mientras ellas se encargan de arreglar el aparente desastre, las analizo.

Se nota que Regina es más pequeña, vuelvo a ver la inocencia en sus ojos, algo que no concuerda con el atuendo que está vistiendo el día de hoy, ni con la que habló conmigo en el pasillo. Se ve despampanante con esa falda corta y top, le aumenta unos cuantos años, pero no los suficientes, sigue teniendo ese semblante de dulzura que, por alguna razón, desea esconder detrás del maquillaje.

A Kealsey le pasa todo lo contrario, su maquillaje logra acentuar sus rasgos feroces.

—¿Vas a intentarlo otra vez? —pregunta Keals sin perder la concentración.

—Son los únicos días en los que coincidimos, creo que está evitándome —responde Regina haciendo una mueca de desagrado.

—¿Intentarlo? —cuestiono, curiosa.

—Regina está loca por Tyler, quiere seducirlo.

—¡Oye! —exclama Regina—. No es como que esté loca por él, solo me gusta un poquito.

—¿Un poquito? Cuando lo conociste lo perseguías por todas partes, has intentado besarlo muchas veces, cuentas los días para verlo, te quedas hasta que llega a casa para poder saludarlo...

—Vale, ya entendimos —Regina vuelve a refunfuñar, su prima se carcajea.

Por el espejo distingo que hacen trenzas, muy parecidas a las de Regina, solo que no llenan mi cabeza, hacen unas cuantas y luego las enredan de una forma que las hace lucir como si fueran serpientes revolcándose en las llamas.

—Me gusta —suelto y meneo la cabeza hacia los lados.

Ambas asienten y se alejan para seguir con lo que estaban haciendo, Keals termina de arreglar su cabello perfectamente acomodado, y Regina acomoda los labiales en el tocador para elegir cuál usará esta noche.

De pronto, se escucha que una puerta se abre en alguna parte, a continuación, unos pasos se acercan por el pasillo. Mi corazón late tan rápido que el sonido desaparece, pues solo puedo concentrarme en los latidos, en que mis dedos empiezan a hormiguear, por alguna razón siento que se acerca, aunque sea antinatural. Y cuando él se aparece en la puerta, tengo que contenerme para no saltarle encima y llevarlo a un lugar oscuro.

—Keals, ya me voy, Tyler va a...

Deja de hablar cuando sus ojos caen en los míos, es el magnetismo, como si su cuerpo sintiera que estoy aquí y me busca de alguna manera. Se me va el aliento o contengo la respiración, no sé cuál, lo único que sé es que no estoy respirando. Nos quedamos en silencio un buen rato, solo contemplándonos. Luego su mirada desciende, no le importa que no estamos solos, barre mi cuerpo sin disimular su interés, por un instante me siento cohibida, y eso que no soy pudorosa. El escaneo no es eterno, pero logra llamar la atención de las otras dos.

Su expresión cambia, y la que antes era una mirada serena, se convierte en una marea de promesas oscuras.

Willburn esboza una sonrisa de lado que me derrite y sí, logra que me olvide de que estamos protagonizando un espectáculo. Más aún cuando se acerca dando zancadas largas y se detiene frente a mí.

—¿Ahora no saludas? —pregunta y su voz ronca retumba en todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo, es como presionar un botón.

Me pongo de pie con la intención de saludarlo, pero es más rápido que yo. Se inclina hacia adelante, dejándome atónita, y deposita un suave, lento y seductor beso en la esquina de mi boca.

—Hola, caperucita —susurra a escasos centímetros de mi piel.

Su respiración y su aliento absorben mi cordura, y al parecer también mis pensamientos, pues tardo un par de minutos en reaccionar y encontrar mi voz.

—Hola.

No sé por qué estoy tan nerviosa, pero lo estoy, y ya ni siquiera me preocupa. Supongo que cuando estás frente a un acantilado, a punto de saltar, los nervios te carcomen y te hacen sudar. Así se siente. Mierda, estoy analizando de más, racionalizando.

—¿Por qué no vienes conmigo y tenemos una charla sobre lo sexy que te ves el día de hoy?

Aguanto la sonrisa mordiendo el interior de mi mejilla y niego con la cabeza, claramente divertida. Una chispa refulge en sus ojos celestes. No es posible que haya tanta electricidad entre los dos, no puedo entenderlo.

—Es noche de chicas —respondo.

Él sabe que no es una buena excusa.

—Ya veo, estaré cerca por si al final quieres escapar... Soy bueno escondiendo cosas.

Apuesto a que sí, pero nadie puede ganarle a la mejor.

—¿Qué escondes?

—¿En este momento? —pregunta y alza una ceja—. Las ganas que tengo de besarte.

No puedo contener la risita, que suena más coqueta que divertida.

—Eso no pasará.

Su comisura sube más, como si supiera algo que yo no. Se echa hacia atrás dejando un rastro de su aroma.

—También soy bueno robando y persuadiendo, muñeca. —Quiero decirle que yo también puedo hacer eso, que soy buena empujando a los demás, soy buena arrastrándolos conmigo, pero él deja de mirarme y se concentra en Kealsey, quien está mirándonos con los párpados pegados a la frente, no sé si es por el asombro o porque no quiere perderse de nada—. Tyler va a pasar por ustedes.

Se aclara la garganta antes de huir, segundos después se escucha que cierra la puerta de la entrada. Esa es la gran diferencia entre los dos, que se nota que a él le aterra arrojarse al vacío y que una vez que lo hace no vuelve a salir; yo soy todo lo contrario, no lo pienso dos veces a la hora de saltar, pero hago hasta lo imposible por salir, así tenga que perder las uñas y sangrar mientras trepo.

Willburn no es malo, puedo sentirlo, tal vez por eso me atrae tanto, que a pesar de que parece que te encontrarás con un monstruo, encuentras un lugar para esconderte, alguien que te ofrece un puto vínculo. Es solo un disfraz, sé distinguirlos cuando los veo, aparenta no tener corazón, es todo un engaño. Esa es otra cosa que nos hace diferentes, que yo no tengo la apariencia de ser peligrosa, pero por dentro soy un hoyo negro, quizá el peor de todos, mi disfraz es todo lo contrario.

Kealsey analiza mi rostro, por un momento me preocupa que pueda ver dentro de mí, por otro lado, espero que lo haga, ruego que algo dentro de ella le grite que debe sacarme de aquí. Creo que es buena descifrando a las personas, es buena cuidando lo que le importa. Le preocupa su amigo, por supuesto, lo grita su cara, sin embargo, también alcanzo a distinguir que le asusta más que salga lastimada, tal vez porque ya ha visto a muchas en mi lugar.

Entonces entiendo que ella tampoco puede ver dentro de mí, si lo hiciera me habría echado de la casa. Que no logre percatarse de quién soy me desalienta, necesito que alguien me aleje porque una vez que me agarro a un salvavidas, no lo suelto hasta hundirlo. Yo no quiero lastimarlos, pero no puedo evitarlo, estoy muy jodida. Soy como una abeja, atraída por la miel, por el olor dulzón de lo que no puede tener, pero que sacará el aguijón si se acercan más de la cuenta.

Así soy, ya ha pasado otras veces.

Ahogo un suspiro en mi boca, la última vez que fui a terapia, mi terapeuta me dejó de tarea que cada vez que tuviera un pensamiento negativo sobre mí, pegara un post-it con un halago en algún lugar visible. Dejé de hacerlo la primera semana, me daba ansiedad ver todos los papelitos de colores pegados en las paredes de mi cuarto, arruinando la pintura, eran demasiados, iba a ahogarme en ellos, en palabras que no pienso y que me asfixiarían por hacerme recordar una y otra vez lo que no soy. Así que los arrojé a la basura. Estoy segura de que mi psicóloga estará muy decepcionada, tal vez yo también lo estoy.

El suspiro de Regina me saca de mis cavilaciones.

—Está loco —dice ella sin quitarle la vista al punto donde desapareció.

—Loco no, creo que es el más cuerdo de todos —suelta Kealsey—. Lo que él tiene es un gran dolor de bolas.

Se me escapa una risotada y me dejo caer en la cama. Ellas también ríen.

—No será complicado para él encontrar a alguien...

Kealsey me lanza una mirada como diciendo «¿es en serio que has dicho eso?».

—Ni para ti, ¿o me equivoco? —pregunta y se encoge los hombros—. Pero aquí estás.

—Te equivocas, yo no estoy aquí por Willburn, vine porque me invitaste a pasar un buen rato con ustedes...

—Mira, pelirroja, voy a ser muy sincera. —Interrumpe y alza la cabeza a modo de desafío, me la imagino como una policía apuntándome con su linterna en la sala de interrogatorios—.Me agradas, así como a la mayoría de los chicos, se ve que eres una chica dura, supongo que eso es lo que le agrada a Will, lo adoro, es mi mejor amigo, pero a veces es un idiota, sobre todo con las chicas. ¿Recuerdas que te dije que era claro con sus sentimientos? Bueno, lo es, es muy real y dice todo lo que piensa, quizá ese es su problema, que habla demasiado y las chicas se confunden. No quiero que seas otra Juliet.

—¿Juliet y tú eran amigas?

Mi pregunta la sorprende, se recompone en un segundo.

—Supongo que lo somos, pero no como antes, estar en medio no es divertido, ella ya no confía en mí porque me mantuve alejada de ese problema, quería que eligiera un lado y yo no puedo hacer eso.

—Él ya fue claro con eso, los dos hablamos y decidimos que no volverá a pasar nada entre nosotros.

Las dos fruncen el ceño.

—¿Estás segura de que estamos hablando del mismo chico? ¿Willburn te dijo que no volverá a pasar nada? Cuando entró no me dio esa impresión.

—Ahora pareces una mamá gallina cuidando a su polluelo. —Suspiro—. Él no lo decidió, yo se lo dije.

—Tu cara tampoco me dio esa impresión —dice sonriendo y alzando las cejas de forma graciosa.

—¿Le tienes miedo al amor como en los protagonistas de las novelas románticas? —pregunta Regina con ojos vidriosos

Trago saliva.

Las únicas novelas que conozco son las de terror.

—No le tengo miedo al amor, es que no sé qué es, y no quiero averiguarlo.

Lo dije. Bueno no. Intenté decirles, resumí lo que pienso. ¿Ellas pueden entenderlo?

—¿Qué te pasó? —Regina me observa con esos ojos enormes cargados de emoción.

—No lo sé —digo, y es verdad, no estoy mintiendo.

—Regina, no seas entrometida —la regaña Kealsey, quien me sonríe a modo de disculpa.

Las tres saltamos del susto cuando una voz ronca se escucha desde la entrada de la habitación.

—¿Listas? Ya es hora de irnos, no voy a esperar a nadie, tienen 4 segundos para subirse al auto...

Kealsey agarra mi muñeca y me jala a la salida, me arrastra mientras corre y me obliga a correr.

—¡¿Qué carajos?!

Escucho las carcajadas de Regina. Y luego unas pisadas fuertes que se acercan a toda velocidad. No sé lo que sucede hasta que estamos arriba de un auto y Tyler cierra la puerta de la casa con una sonrisa de oreja a oreja que se hace más grande cuando nos acompaña en el asiento del piloto.

—¿A dónde las llevo, bellas damas? Esta noche seré su esclavo.



El viaje estuvo lleno de bromas de Tyler, de Kealsey riendo a todo pulmón y de Regina intentando llamar su atención, creo que solo debía reírse, pues se nota que a Tyler le encanta el reconocimiento. Llegamos al bar de Angel, el cual está atiborrado, igual que siempre.

Lo busco, casi de manera automática, y lo encuentro en ese rincón que les gusta ocupar.

Ahí está, tan imponente y con esa finta de malvado, serio y misterioso. Se encuentra en una mesa, rodeado de sus amigos. Está hablando con Mateo y con Omar, hay una linda chica rodeándole el cuello, intentando llamar su atención, pero no lo logra por más que lo intenta. Es imposible no mirarlo, su presencia eclipsa el lugar, a pesar de que está atiborrado de personas y de que hay un montón de chicos atractivos a su alrededor. Tiene algo que lo hace diferente.

Creo que nos acercaremos al grupo, sin embargo, vamos a la barra, menos mal porque empiezo a dudar de mi cordura y mis decisiones. El barman saluda a Kealsey y la reconoce asintiendo, minutos después nos entrega una ronda de seis chupitos, junto a un recipiente con botanas. Unto un poco de guacamole en una tortilla frita y me la llevo a la boca.

—Por Giselle, que se unió a la noche de chicas —dice Regina al tiempo que levanta el trago.

Nos tomamos el primer chupito. A pesar de la música alta no me cuesta escuchar sus voces. Aquí en la barra no hay tanto escándalo.

—En la casa dijiste que le agrado a la mayoría de los chicos. A la mayoría —hago énfasis—. ¿A quién no le agrado?

Keals chupa un limón, Regina no está prestando atención, sigue los movimientos de Tyler.

—No es que no le agrades, solo no confía en ti.

—¿Quién?

—Angel, cree que eres una espía o algo así.

—¿Una espía?

—Es una locura, lo sé, te digo que el más cuerdo es Willburn. —Se ríe, luego se pone seria y toma otro chupito con una agilidad que me impresiona—. Lo que pasa es que se enamoró de un chico hace unos años, era miembro de la pandilla del oeste, planeaban atacarnos y alguien se infiltró. Dice que luces demasiado cautelosa, como un tigre a punto de atacar.

—Ya, eso fue muy poético, pero creo que soy un gato, no es para tanto.

Ella vuelve a carcajearse.

—No soy una espía, no pertenezco a ninguna pandilla —digo.

—Lo sé.

—¿Cómo lo sabes?

—No lo podría explicar, pero nunca me equivoco, yo le dije a Angel que no se liara con ese chico y no me hizo caso, no lo ha superado. Además, a nosotros nos une algo, nuestros ojos guardan secretos, por eso hay oscuridad, para que nadie pueda encontrarlos.

—¿En los míos no hay oscuridad?

—No, solo veo dolor.

Desvío la vista.

Supongo que nota mi incomodidad, pues vuelve a hablar y cambia el tema.

—Cuéntanos algo, pelirroja, ¿qué estudias?

Me acomodo en mi asiento para alejar esa sensación desagradable, no suelo hablar de mí con las personas, evito el tema lo más posible. Tengo que respirar hondo y repetirme que todo está bien, no correré peligro, las dos esperan mi respuesta como si de verdad les interesara. Regina ahora está prestando atención. Me caen bien, es como cuando Avril, Ushio, Rome y yo empezamos a hablar, es lo que hay que hacer, conversar de cosas superficiales, mantenerlo en el lugar seguro.

—Asistencia social, actualmente hago servicio y prácticas en un orfanatorio, en Bridgeton, no sé si lo conozcan. Es un lugar muy bonito, cuidan a los niños, les dan todo lo que necesitan

—Qué lindo es encontrar tu pasión, ¿no lo crees? —Kealsey hace una pausa y sonríe. A mí me sorprende que se haya dado cuenta con lo poco que dije—. Cuando descubrí mi pasión no todos entendieron que quisiera dejar la escuela. El arte es menospreciado en ocasiones y yo amaba bailar.

—Willburn me dijo que eres la líder. —Su mandíbula cae y sus párpados se abren, me alarmo al ver su reacción, a ver si no la cagué—. Lo lamento, juro que mi boca tiene candado...

—No es eso —interrumpe—. Es que él nunca habla de la pandilla con las chicas con las que sale.

Mi frente se arruga.

Bah, no pasa nada, solo me sorprendiste. —Suelta una risita—. Sí, mi padre me pasó su cargo y yo lo acepté porque amo la hermandad, somos una familia, pero eso ya lo sabes.

Nos acabamos la ronda de chupitos antes de que una canción pegajosa empiece a sonar, Regina aplaude con alegría.

—¡Vamos a bailar!

Las tres vamos a la pista. Soy muy sosa para esto, y frente a una experta seguro luzco como un robot. Regina y Kealsey me aplastan, estoy en medio mientras se mueven y me ayudan a seguir sus movimientos. La primera está detrás de mí, la otra adelante. Tal vez el alcohol me relaja, no lo sé, pero no pongo resistencia, bajo los hombros y bailo con ellas, hasta siento que soy buena, aunque probablemente lo perciba así porque ellas sí saben lo que hacen y yo solo me limito a seguirlas.

Alcanzo a ver que varias cabezas giran, tenemos unos cuantos espectadores, los cuales hacen un círculo a nuestro alrededor y nos motivan a bailar. No escucho lo que dicen, la música está muy alta como para entender. Y yo me estoy divirtiendo tanto que no me importa.

Alguien suelta una exclamación, tres cuerpos se hacen paso entre la gente y se quedan quietos. Una ráfaga de adrenalina me recorre y un hormigueo se adueña de las puntas de mis dedos. Le doy un vistazo de reojo solo para corroborar mis suposiciones.

Siento como sus ojos me recorren, él sonríe de lado de forma malévola cuando se percata de que lo estoy mirando. Respiro hondo y me dejo llevar por la música y por el baile de mis compañeras. No sé cómo lo hago, tampoco me importa demasiado, pero se siente bien que él me observe.

Kealsey suelta un gritito y luego se ríe. Omar está detrás de ella rodeando su cintura, Keals echa la cabeza hacia atrás y permite que él se refugie en su cuello, mientras ella cierra los párpados. Se encierran en una burbuja y se olvidan del mundo. Ella no habla mucho de Omar, pero definitivamente es importante. A veces cuesta hablar de lo que más te importa porque no sabes cómo explicarlo.

Tyler está parado junto a Willburn, observa fijamente a Regina, con las cejas entornadas y el pecho inflado, luce como un padre enojado, no como un hombre que desea bailar con una chica. No se acerca, a pesar de que ella serpentea sus caderas. Su semblante no me cuadra, es una reacción extraña en el chico, pues lo único que he visto de él son bromas y risas. Cuando llegamos aquí no estaba molesto, aunque sí noté que ignoraba a Regina, nunca la notó, y hablaba en plural si necesitaba decirle algo, como cuando llegó a la habitación y no se refirió a ninguna en particular.

Entiendo. No está interesado.

Ella bufa y maldice entre dientes, antes de poder detenerla y decirle que todo estará bien, se va dando zancadas largas y deja mi espalda libre. Dura muy poco, mi corazón da un brinco violento tan pronto Willburn da pasos hacia mí.

—Te dejaron sola, caperucita, y el malvado lobo estaba esperando este momento —susurra en mi oído.

Me dan ganas de hacer lo que Kealsey, cerrar los párpados y descansar la cabeza en su hombro, y mandar a la mierda todo, pero me contengo.

Sus brazos se enredan a mi alrededor, sus manos calientes se mueven por cintura hasta llegar a mi abdomen y me pegan a él. Duro. Su pecho. Sus piernas. Y yo me siento suave.

Baila. No está haciendo otra cosa, además de alterar mis nervios. Él me ayuda a bailar, se mueve con conocimiento. Termino cediendo un poco, dejo caer la cabeza en su hombro y la giro para mirarlo.

—Tomas fotografías y bailas, ¿haces otra cosa?

—Cocino...

—Qué talentoso.

—No he terminado. —Suena engreído—. Hago los mejores panqueques del mundo, dibujo con carboncillos y soy un genio en los negocios.

—¿Negocios?

—Sí, estudio eso.

—Oh. —Por eso estaba ahí ese día, cuando traía ropa formal. Me aclaro la garganta—. Bailas bien, tal vez deberías enseñarme tus movimientos, tengo dos pies izquierdos.

—Estoy dispuesto a enseñarte todos mis movimientos —dice con ese timbre bajo que me provoca escalofríos.

Le doy un codazo en el estómago. Él se ríe, su aliento se estampa en mi piel.

—Lo digo en serio.

—Yo también, muñequita. —Me da la vuelta, quedo presa en sus brazos frente a él. Estamos cerca, respirando el mismo aire, pues la punta de su nariz está sobre la mía—. Vámonos.

—Noche de chicas, Willburn —dice Kealsey a mis espaldas.

Él no despega sus ojos de los míos, espera mi respuesta. Acaricio su nariz y deposito un beso en su comisura.

—Nos vemos en la casa —murmuro.

Me deja libre, pero no se mueve, tengo que esquivarlo para poder seguir a Keals a la barra.



Entramos tambaleándonos, llegamos seguras gracias a Tyler, quien se ríe entre dientes y niega con la cabeza cuando Kealsey se tropieza y gatea hacia el sillón.

—Voy a estar en mi habitación si necesitan algo —dice.

—¡Yo sí necesito algo, Ty! —exclama cantando Regina—. Algo que tienes entre las piernas.

Y todas estallamos en risas, excepto el mencionado, Tyler gira los ojos con un poco de diversión y cruza los brazos por encima de mi pecho. Analiza a Regina, está dando pasos cortos y manoteando para agarrarse de las cosas y no caer, sus piernas temblorosas se debilitarán en cualquier momento, parece una bebé que está aprendiendo a caminar.

—Eres una niña, Regina —suelta Tyler.

No deja de mirarla hasta que ella está segura en el sofá, solo entonces mira hacia todas partes, menos a la chica que ahora no puede parar de observarlo.

—No me digas. —Ella se ríe—. Entonces no vuelvas a mirar mi culo.

Alcanzo a ver que los músculos de la mandíbula de Tyler se tensionan. No creo que haya sido un comentario inteligente.

—No te miré el culo, no solo eres una niña, eres mimada y caprichosa. No puedo verte de otra manera, si te soporto es por Keals.

Kealsey aplana los labios con disgusto y abre la boca para decir algo, pero está demasiado tomada, no logra reclamar. Regina solo lo mira con esos ojos que hace unas horas destilaban alegría, solo que ahora están empañados. Y Tyler no la mira, es un acto cobarde decirle eso y no dar la cara, quizá lo hace para no ver cuánto le ha dolido o porque le importa una mierda.

Nadie habla hasta que él se va.

—Te he dicho muchas veces que no hagas esos comentarios y que te fijes en un chico que merezca tu cariño —murmura Kealsey.

Su prima hace un puchero.

—Es que Tyler... Cuando estamos solos... Él no es así.

Creo que está a punto de llorar.

No vuelven a hablar, se quedan dormidas, desparramadas en los sillones, Regina con la boca abierta y Kealsey acurrucada junto al descansabrazos.

No estoy tan ebria como para no saber lo que hago, pero me siento extrañamente feliz y relajada, algo que no pasa muy a menudo, ni siquiera cuando salgo con Avril y Ushio.

Me quedo parada en el centro, pensando. Acto seguido, mis pies se dirigen a su habitación, al cuarto de Row. No debería, lo que tengo que hacer es quedarme con ellas.

No enciendo las luces, me arrojo a la cama, las sábanas frías me reciben y el olor de su almohada me calma. Segundos después mis párpados pesados ganan la batalla.


* * *

Capítulo larguito, espero que les haya gustado

El que sigue lo narra W I L L B U R N, así que tendrán una buena dosis de Row :D

Nos vemos la semana que viene. 




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