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Capítulo 14 (pt2)


Bajo unos cuantos escalones. Me acerco al borde y me recargo en el barandal. No suelo venir aquí, pero es hermoso, tranquilo, es tan silencioso que puedo pensar, es como estar en el cementerio, pero este sitio es tan bonito que no merece la clase de pensamientos que me atormentan, fue creado para disfrutar, no para llorar las penas.

El río Connecticut se extiende frente a mí, las luces del cielo se reflejan en el agua, crean un cuadro mítico, son estrellas en aguas oscuras. Me quedo quieta para contemplarlo y respiro la brisa fresca de la noche.

Una vez más me invade esa sensación que me erizó los vellos de la nuca más temprano, sé que es él antes de que hable.

—Cuando era adolescente venía todas las noches —dice a mis espaldas.

Miro por encima de mi hombro, ahí está él, mirando al frente. Me permito analizarlo, solo porque no se dará cuenta. Trae puesto lo mismo que estaba usando afuera del auditorio, una camisa blanca arremangada y una corbata azul marino, alguien debería decirle que no combina con ese pantalón negro de vestir, pero es tan atractivo que no importa, se ve bien... ¡Mentira! Se ve como un hombre sexy de negocios que acaba de salir de trabajar.

—¿Por qué?

—Porque podía apartarme del mundo, fingir que no existía.

Lo entiendo.

Se detiene a mi lado, se inclina hacia adelante y pone los codos en la barandilla. Asiento, aunque no me está prestando atención, pues está perdido en el paisaje. Repaso su perfil antes de desviar la vista. Es apabullante la atracción que siento, me asusta un poco porque sé que no solo es por su cara bonita, algo me dice que está roto, y algo me pasa a mí con las personas que necesitan ser rescatadas, me recuerdan a una niña pelirroja que quería que alguien la amara.

—¿Por qué me mentiste? —pregunta.

Giro al cabeza para mirarlo con el ceño fruncido.

—¿De qué mierda hablas? Yo no te dije mentiras.

—Dijiste que vendrías con alguien

—Y vine con mis Ushio, Avril y Rome, ¿no?

Deja de prestarle atención al río para enfocarme, se despega de la baranda y da un paso hacia mí, su pecho se pega a mi costado. El aire corre, lucho con las ganas de cerrar los párpados para deleitarme con su colonia.

—Sabes a lo que me refiero.

—No, no lo sé.

Gruñe, la impaciencia en su voz es más que evidente.

—Giselle, ¿por qué me hiciste creer que vendrías con alguien en lugar de decirme que querías venir con tus amigos? ¿Y por qué fuiste fría hoy en la mañana?

—No es mi problema que hayas pensado que tenía una cita.

—Giselle... —dice y me mira como si le debiera algo, usa ese timbre bajo que acabo de descubrir que me gusta.

Da otro paso, el cual nos deja peligrosamente cerca, puedo sentir cada vez que su pecho se mueve al respirar. ¿Por qué me está torturando de esta manera? ¿No entiende que quiero alejarme? ¿Es que ya se ha dado cuenta de lo que me provoca?

Lo enfrento y cierro los espacios que nos separan, la brusquedad de su inhalación me hace exhalar lento, nuestras respiraciones y alientos se combinan. Me estoy acercando al borde del abismo una vez más, y no me importa.

—Ya no me interesas —murmuro frente a sus labios—. Ya me aburrí.

Qué mentirosa eres, Giselle.

Se relame los dientes anteriores y su comisura derecha sube, pero no hay humor ni alegría en su sonrisa, al contrario, se ve perverso. Voy a dar un paso hacia atrás. Debería saber que no hay manera de ganarle, me atrapa contra la barandilla. No solo pone las manos a mis costados, su cuerpo me empuja hasta que los barrotes se clavan en mi carne y soy capaz de sentir los músculos tensos de sus piernas y torso.

—¿De verdad? —cuestiona al tiempo que se inclina hacia mí.

Mis manos aprietan la baranda, pero como sigue haciéndose hacia atrás mis dedos se resbalan. Mi primera reacción es agarrar sus brazos, luego sus hombros.

—¿Qué carajos estás haciendo?

Sé que no va a soltarme, pero igual me aterra que el jodido barandal se caiga. Como si pudiera escuchar lo que pienso, abraza mi cintura con un brazo, y su mano libre va a mi nuca. Me mantiene quieta, a pesar de que no me estoy moviendo.

—Dime si te aburriste de verdad o si estás enojada, muñeca, voy a aceptar si quieres golpearme las bolas, yo también estaría molesto.

—Ya te dije que no estoy enojada —suelto entre dientes—. Solo creo que eres un falso, no confío en ti.

Sus párpados se abren tanto que creo que se saldrán de las cuencas, tengo que morder el interior de mis mejillas para no reír. Luce como si hubiera dicho una barbaridad. Abre y cierra la boca en repetidas ocasiones, como un pececito.

—¿Un falso? ¿Por qué? Si te cuidé y te llevé a mi casa cuando estabas borracha, conociste a mis amigos, quienes te recibieron y te hablaron sobre la hermandad, sobre nuestras vidas, estuviste en el negocio de mi madre, que antes era el hogar de mi familia. ¿Nada de eso cuenta? Hice todo eso, incluso sabiendo que eres una niñita pija que puede delatarnos en cualquier momento.

Dejo de mirarlo, me concentro en el nudo de su corbata, el cual ya está un poco flojo. No había pensado en eso.

—¿Por qué no confías en mí? —pregunta y se responde solo—: Vale, te dije que quería un vínculo y luego te saqué de la casa, lo siento. Por cierto, mi madre dijo que eres hermosa.

No digo nada, pero sonrío para mis adentros.

—Te contaré un secreto —continúa.

—No tienes que hacer eso, no iré contigo a ninguna parte.

Willburn se echa hacia atrás y me ayuda a enderezarme, sin embargo, no me libera, se aleja solo lo suficiente para respirar otra cosa que no sea su aroma varonil.

—Esto solo lo sabe Kealsey y Omar...

—¿Y por qué me lo vas a contar? —lo interrumpo, alarmada.

—Porque quiero ese vínculo.

—Ya te dije que no iré a ninguna parte contigo, voy a regresar a casa con Avril y con Ushio. Hace una semana decidí que tú y yo no volveremos a follar, así que ya está.

Por la seriedad en su cara creo que va a mandarme a la mierda, pero no lo hace.

—No importa.

—No tiene sentido lo que dices, me vas a contar un secreto porque quieres follar y te estoy diciendo que no sucederá.

Él niega con la cabeza.

—Sí, quiero llevarte a la cama, tocarte, comerte a besos, volver a saborearte mientras te retuerces y suspiras, no he tenido suficiente, me vuelve loco pensar en la última vez, en cómo te movías arriba de mí y tomaste todo de mí. —Su voz enronquecida repercute en todos mis nervios, lame sus labios como si hubiera probado algo delicioso. Y me hace enrojecer, él sonríe cuando ve mis mejillas arreboladas—. Pero no te voy a contar un secreto por mis malas intenciones, te dije que quiero un vínculo contigo.

—¿Por qué?

—Me agradas —dice—. Realmente me agradas.

Me quedo en silencio contemplándolo. Me relajo, solo un poco. Respiro hondo y abro —no una puerta, pero sí una ventana— porque no veo más que sinceridad en sus palabras. Le agrado y no me conoce lo suficiente como para esperar lo peor de mí.

—Tú también me agradas.

—Es bueno saberlo, empezaba a preocuparme. —Sus hombros se relajan—. Me llamo Row.

—Row —repito. Barro su cara, la estudio con detenimiento. Nunca me dio curiosidad saber su nombre completo, pero se escucha bien. Me ha dicho su nombre, nadie lo conoce, excepto Kealsey y Omar, eso me emociona por algún motivo. Me gusta—. Row Willburn.

—¿No crees que hay personas que llegan a tu vida para quedarse? Me ha pasado muchas veces, cuando era niño, cuando conocí a Kealsey y a Omar. Cuando te conocí a ti tuve esa sensación.

Ignoro lo último.

—¿Cómo conociste a Kealsey y a Omar?

—Muñeca, eres una experta evadiendo. —Se le escapa un suspiro profundo—. Le rompí la cara a Omar.

Abro la boca por la sorpresa.

—¿Le rompiste la cara? ¿Lo golpeaste?

—Sí, era un adolescente conflictivo, sabía que era miembro de la pandilla y yo pensé que si hacía eso me golpearían, me destruirían.

—¿No lo hicieron?

—Me rompieron la cara, sí —dice y se carcajea. Me imagino a un Willburn pequeño lleno de golpes y morados. No puedo juzgar su comportamiento, yo era igual o peor—. Por alguna razón le caí bien a Kealsey, ella me ayudó a entrar a la hermandad.

—¿Kealsey? —Frunzo el ceño—. Pero ella tiene algo con Omar, ¿no? ¿Por qué te ayudaría?

Willburn eleva una ceja, se ve increíblemente sexy.

—¿Kealsey te contó eso? ¿Cómo sabes que Omar y ella tienen algo?

Así que no me equivoqué.

—No, llámalo intuición

—Qué lista. —Sonríe de lado a lado, enseña todos los dientes—. Kealsey me ayudó porque se dio cuenta de lo que me pasaba, siempre ha sido una chica inteligente, me invitó a Blacked, dijo que era valiente y un poco loco. Los chicos al principio me odiaban por lo de Omar, pero Keals lo decidió y tuvieron que acostumbrarse.

Me pregunto cómo fue que pasaron de odiarlo a ser sus mejores amigos, he visto la lealtad y la confianza que hay entre ellos.

—¿Por qué Kealsey lo decidió?

—Ella es la líder. —La noticia me impacta, no me lo esperaba—. Omar y Ángel son los segundones... No les digas que te dije eso. Si bien es cierto que sus padres fundaron Blacked, fue el padre de Keals el que inició con la lucha.

—Le has revelado muchos secretos a alguien que apenas conoces —lo regaño.

—Tus ojos me dicen que eres de fiar.

—¿Qué más te dicen mis ojos?

Pasea la lengua por su labio inferior, lo humedece y se vuelve apetecible, irresistible. Él sabe perfectamente qué hacer para volver loca a una chica, sus estrategias te hacen imaginar escenarios llenos de tentación.

—¿Justo ahora? Me gritan que es mentira todo lo que dijiste hace unos minutos, que estás evitándome por haber sido un idiota, que quieren que muerda tus labios y te lleve a un lugar oscuro para besarte en lugares más privados.

—Row... —advierto.

Su dedo índice cepilla mis labios, no despega la mirada de esa zona. Se queda ensimismado en lo que sea que esté pensando.

—Qué bien suena cuando lo dices. —Delinea el contorno de mi boca, sus ojos siguen el recorrido—. No se lo digas a nadie, confío en ti.

—¿Por qué nadie lo sabe si es muy bonito?

Hace una mueca que revienta la burbuja. Su rostro se descompone, alcanzo a ver una emoción que reconozco, él me suelta, se escapa para proteger la aflicción que se muere por salir, se aleja dando un paso hacia atrás, intenta esconder la tristeza que ha ocasionado mi pregunta.

Mete las manos dentro de los bolsillos de su pantalón negro y vuelve a colocarse frente a la barandilla. Se pierde en el río por un buen rato, el cual aprovecho para analizarlo. Mientras observa el agua y el cielo estrellado, noto una melancolía arrasadora, sus ojos pierden vida, a pesar de que no creía que eso pudiera pasar, a pesar de que pensé que a veces se llenaban de oscuridad. Su cara cambia, parece que tienen más edad de la que tiene, el brillo de su juventud se va.

Mi garganta se aprieta, tengo que abrir la boca para poder respirar, es tanto el dolor que siente que puedo sentirlo.

¿Qué te pasó Willburn?

¿Quién te hizo daño?

—Porque me hace recordar —dice, sorprendiéndome. No puedo creer que él esté hablando, después de ver su expresión no pensé que fuera a responderme, y estaba bien con ello, lo habría aceptado.

—Te entiendo, a mí tampoco me gusta recordar —susurro.

Él me ignora o quizá no me ha escuchado.

—Éramos niños, conocerla fue lo mejor que me pasó, mi vida cambió. Era mi mejor amiga, le entregué mi corazón. Cuando estaba con ella podía respirar, podía olvidar que mi vida era una mierda, que tenía una familia rota, que en la escuela me arrojaban al bote de la basura. Entonces un día ella ya no estaba...

—Y tu vida volvió a ser una mierda. —Termino por él.

—Sí. —Le falta el aire. No está llorando, pero no hacen falta las lágrimas para saber que es un diluvio por dentro—. Ella se fue y se llevó todo, le prometí que nunca nadie ocuparía ese sitio, que nunca amaría a nadie así, que a nadie le daría ese poder. Duele escuchar mi nombre porque me recuerda a aquellos días en los que tenía todo, me dolía vivir, pero no importaba porque la tenía conmigo. Odio recordar que ahora es una mierda, detesto recordar esos días en los que mi corazón latía de prisa cada vez que ella pronunciaba mi nombre. Si estuviera aquí todo sería muy diferente, estaría decepcionada de mí, de lo que he hecho y de lo que no, me habría dicho algo para hacerme recapacitar, siempre encontraba las palabras para borrar la desesperanza.

Rompieron su corazón. Lo que Juliet dijo ese día tiene sentido ahora. No me queda muy claro qué fue lo que pasó, él parece hablar con tanta devoción, con amor, con respeto y admiración. No se escucha como alguien que está enojado por no poder superar su relación, sino como alguien que sigue amando con fuerza, que se aferra a los recuerdos.

—La amabas.

—Tanto como se puede amar cuando eres niño.

—Todavía estás enamorado de ella.

Hace una pausa, acto seguido, niega con la cabeza.

—No, no estaba enamorado, era mi alma gemela —murmura—. La amo porque me enseñó lo que era querer darlo todo por alguien, porque me dio fuerzas para salir adelante. Daría cualquier cosa por traerla de regreso, incluso mi propia vida, aunque eso significara no verla de nuevo, merecía lo mejor.

Guardo silencio porque no sé qué decir, no me gustan las frases que parecen ser compasivas. A veces la gente no necesita que hables, solo que te quedes callada y escuches.

Nos quedamos callados, disfrutando la vista, el sonido el tráfico en la lejanía y el aire fresco. Su hombro está a escasos centímetros del mío.

—¿Te asusté o por qué no dices nada? —pregunta.

—Siempre he admirado a las personas que tienen la capacidad de amar, pienso que no hay amor más real que aquel que sientes por una persona, a pesar de que no estará contigo nunca más.

Él no responde de inmediato, le doy una mirada de reojo y me encuentro a sus ojos mirándome con fijeza.

—Las personas siempre piensan que es estúpido que me sienta de esa manera, que piense en alguien que ya no está conmigo.

—Bueno, las personas a veces son estúpidas, no puedes tomar en serio la opinión de alguien que juzga los sentimientos de otro, eso solo demuestra su falta de empatía y humanidad.

Hay otra pausa, esta dura poco.

—¿Tú has sentido esa clase de amor?

No sé si escucho esperanza en su voz, tal vez lo imaginé.

Trago saliva, es mi turno de perder los ojos en la lejanía, de aislarme.

—La verdad es que no.

—Creí que tu afán por escaparte y tu renuencia a los sentimientos se debía a que alguien te lastimó.

—Veo que has estado analizándome... —Y no sé si eso me agrada o no. Él se encoge de hombros, yo lanzo un suspiro—. Sí que me han lastimado, pero tiene que ver más con lo que no siento.

—Alguien que no siente no recolecta dinero para un orfanato.

—Servicio social... —suelto para restarle importancia, me niego a mostrarle algo tan mío, tan personal.

—¿Por qué crees que no sientes?

—Hay personas que nacieron para amar, otras solo pueden ser testigos de ello.

—No tiene sentido.

—Lo tiene, piénsalo, te pondré un ejemplo —digo—: Algunas personas nacieron para pintar, para vaciar sus pensamientos en un lienzo en blanco. Y otros se detienen frente al cuadro para empaparse de eso porque no tienen talento para crear el suyo. Algunos dejan todo su ser en las pinturas, otros observan porque nunca podrán pintar. Así es el amor.

—Quiero besarte.

Me muerdo el labio inferior para no sonreír, pero fallo en el intento.

—No va a suceder de nuevo —respondo.

—Puedo ser muy persistente cuando quiero algo.

—Y yo muy determinada.

Me separo de la barandilla, él me imita y se gira hacia mí.

—Tengo que irme. —Doy un paso para acercarme. Respira hondo cuando me inclino y deposito un beso en la comisura de sus labios como despedida. Intenta girar el rostro para unir más nuestras bocas, ¡tramposo! No funciona porque me separo—. Adiós, Row.

Subo los escalones para buscar a mis amigas, sintiendo unos ojos clavados en mi espalda.

—Yo lo veo de otra forma. Algunos nacieron para hacer arte, y otros para ser musas.

Me detengo en seco al escuchar sus palabras y me giro, él está parado justo donde lo dejé.

—Yo tomo fotografías, tú eres la musa.

Sonríe cuando mis comisuras suben. Me largo de ahí con una sonrisa que no desaparece, ni siquiera cuando mis amigas me preguntan qué ha pasado, tampoco cuando llegamos a mi casa y me recuesto en la almohada. Sonrío hasta que me quedo dormida.


* * *

Comentaron mucho, así que aquí está la segunda parte ❤️ Lo sé, soy un amor.

Y ahora un meme que Sonia publicó en el grupo de lectores de facebook 




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