Capítulo 12
Nos alejamos de ese lado de la ciudad. Willburn cambia la canción varias veces hasta que encuentra una que le agrada, me relajo en el asiento al reconocerla, es familiar. Mi pie se mueve automáticamente al escuchar Believer, el año pasado me encargué de exprimirla, creo que era la única canción que escuchaba, la repetía una y otra vez en mi reproductor hasta que me aprendí cada palabra, cada nota y cada silencio.
Para mí era un himno que me ardía hasta los huesos porque la siento hasta el alma, es como si me hubieran leído la mente para componerla. El dolor me rompía y por el dolor respiraba, por el dolor me odiaba y, a la vez, me ayudaba a recordar que debía seguir luchando. Yo era dueña de esos sentimientos y nadie podía decirme si estaba bien o mal que doliera.
«¡Pain! You made me a, you made me a believer, believer. ¡Pain! You break me down, you built me up, believer, believer»
—¿Imagine Dragons? —pregunto—. ¿Te gustan todas sus letras o solo esta?
Voy demasiado ocupada mirando por la ventana como para averiguar si mi pregunta le ha parecido demasiado. Lo cierto es que me muero por saberlo. Él la escogió y por algún motivo eso me gusta, no puede ser casualidad que haya seleccionado justo la misma canción que yo habría elegido, ¿verdad?
—Esta es mi favorita.
—¿Por qué te gusta?
Cuando se queda en silencio creo que he ido demasiado lejos, cuando no responde sé que es tan importante como lo es para mí y, si alguien se atreve a guardar en su alma algo tan doloroso, quiere decir que siente cada palabra. No puedo evitar sentirme emocionada, no es que me alegre su sufrimiento, sino que tenemos algo en común.
«But they never did, ever lived, ebbing and flowing. Inhibited, limited. 'Til it broke up and it rained down, it rained down, like ¡pain!»
—Me recuerda que no debo olvidar —dice, de pronto, sorprendiéndome, justo cuando creo que no responderá mi pregunta. Giro la cabeza con rapidez y me concentro en su perfil, en su nariz recta, su barbilla cuadrada y fuerte, y en cómo se mueven sus labios al hablar—. Esto va a sonar mal, pero no quiero olvidar lo que me duele, no es masoquismo, no te culparía si lo piensas porque muchos lo hacen, solo que me duele más olvidarlo.
Respiro hondo y exhalo, siento que estoy en otra dimensión.
—Entiendo lo que dices, la gente cree que puede opinar, que puede decirte qué puede doler y qué no, que debes estar agradecido porque sigues vivo, que debes actuar de cierta forma, que no debería doler porque hay otros que no sobrevivieron y solo por eso debes fingir que todo está bien y decir «ay, mira, sigo viva, qué alegría, solo por eso lo que me duele ha desaparecido mágicamente y ahora saldré a juntar florecitas». Ya perdí la cuenta de todas las veces en las que me dijeron que no debería doler porque el pasado ya pasó, «supéralo, sonríele a la vida para que te sonría», me parece perfecto que lo piensen, pero no me pidas pensar eso cuando lo único que ha hecho la vida es darme puñetazos, ten un poco de empatía, ¡carajo! Odio que digan que deberías pisotear lo que viviste y sonreír porque has salido adelante, porque tienes cosas que deberían llenarte como si eso pudiera borrar las heridas. No, eso no lo borra, no me digas que tengo que superarlo porque no es tu jodido problema, que se metan en sus asuntos y dejen de opinar sobre la vida de otros. Me dan ganas de gritarles para que salgan de sus jodidas burbujas y dejen de pensar que el mundo es un libro de autoayuda o una película de Disney donde los malos al final siempre pagan.
Tengo que tomar aire porque no respiré ni una sola vez mientras vomitaba todos mis pensamientos. Tarde me doy cuenta de que me dejé llevar, temo que él vaya a burlarse o a asustarse, es la primera vez que hablamos de esta forma.
—Has leído mi mente, muñeca —dice y me alivia escucharlo. Se detiene frente a un semáforo cuando este cambia a rojo y me regresa la mirada, hay un brillo que destella y me hace sonreír—. Me emociona saber que no soy el único en el mundo que odia los cuentos de hadas, te hacen pensar que puedes tener una historia así, cuando la vida te destroza te das cuenta de que mentían.
—Yo creo que existen, solo que algunos no somos los protagonistas y no merecemos nuestro propio cuento, somos los personajes secundarios que no son tan importantes como para que a los espectadores les interesen sus vidas, ¿a quién le importa si Drizella superó sus traumas y salió adelante sin la ayuda de su madre o si murió sola siendo castigada por haber sido criada de esa manera?
—¿Quién es Drizella?
—De eso estoy hablando. Solo un personaje, no tan irrelevante como para no tener un nombre, pero no tan importante como para saber algo de ella que no gire en torno a su horrible relación con Cenicienta.
—No he visto Cenicienta.
—Cuando era niña la veía mucho, las niñas en la escuela soñaban con el vestido y el príncipe, yo soñaba con ratones parlanchines, incluso hice un agujero en la pared, con la ayuda de mi padre, por si decidían visitarme. Es una mierda ser una niña pequeña que no encaja con los demás y sueña con tener amigos roedores, ¿eh? Nunca vinieron, entonces llegué a la conclusión de que yo era la hermanastra.
Ese pensamiento me atormentaba, luego abandoné las película en algún rincón de mi alcoba y tapé el agujero de la pared con un mueble.
—No soy un ratón, pero puedo meterme a tu agujero cuando quieras —suelta.
Me atraganto y le doy un golpecito en el hombro.
—¡Eres un pervertido!
Él suelta una carcajada estruendosa que se me contagia, termino soltando risitas y negando con la cabeza, claramente divertida. No sé en qué momento cambió la canción ni cuándo nos adentramos a una colonia muy bonita llena de árboles y flores.
—Volviendo a lo de la música... ¿te gustan todos los temas de Imagine Dragons o solo sientes una debilidad por Believer?
—Soy una chica de canciones, no de artistas, así que solo esa.
—Cuéntame qué otra canción te apasiona.
—Cada palabra de Alive de Sia, si mi yo adolescente hubiera escuchado esa canción, se habría sentido mejor.
—¿Eso quiere decir que te gusta porque te anima?
—Sí.
Él no dice nada porque estaciona la camioneta afuera de una casa de dos plantas, en el exterior hay un bonito jardín y un camino que lleva a un pórtico, hay una banca de metal blanco en uno de los costados.
Willburn abre la puerta, las llaves están en un llavero que tiene dos o tres largas plumas de pavo real. Deja que pase primero, traspaso el umbral y él enciende las luces. Espero encontrar una salita, en cambio, estoy en medio de un estudio fotográfico. Hay un fondo blanco en una de las paredes, este da la vuelta al llegar al suelo, que es rodeado por un montón de cosas, solo reconozco dos luces y los soportes en los que ponen las cámaras, creo que hay sombrillas en una de las esquinas, pero como no sé una mierda, podrían ser cualquier cosa. También hay un banquito de madera en el centro. Otra de las paredes está tapizada de cuadros de diferentes tamaños acomodados de forma estratégica para que no haya espacios en blanco.
Él desaparece durante un par de minutos, cuando viene de regreso trae una cámara Nikon y se mueve de un lado a otro conectando cables.
—¿Qué es este lugar? —pregunto mirando hacia todas partes.
—Es el estudio de un conocido, me dio una llave porque me gusta venir a veces a tomar fotos o me llevo un rato la cámara.
Me paseo por todo el salón, en los cuadros hay fotografías en blanco y negro, son paisajes, cielos y campos. Las analizo todas, me pregunto cómo se verán con sus colores originales, solo veo colores grises, sombras, demasiada oscuridad, no encaja con las imágenes.
—¿Estás interesado en la fotografía?
—Cuando estoy de buen humor, no soy un experto, solo me hace sentir bien, me agrada capturar momentos.
—¿Te gustan los recuerdos?
—Creo que la vida debe capturarse antes de que sea demasiado tarde, cuando los momentos se esfuman lo único que quedan son recuerdos, y se sienten más reales si los tienes congelados en fotografías.
Eso me hace recordar que yo tengo pocas fotografías, que me habría gustado tener algunas para no olvidar, a veces siento que he olvidado todo porque no era importante, pero sé que es todo lo contrario, que fue tan doloroso que mi mente decidió esconderlo. Las personas sacan fotografías cuando quieren que algo pasajero sea eterno, son momentos felices, que yo no tenga eso confirma que no hubo nada en mi pasado que merezca ser recordado.
—¿Y qué quieres capturar ahora?
Él responde sonriendo de lado, señala el banquito con la barbilla. Mientras me acomodo enciende dos luces que están en los costados, las cuales me dejan ciega por unos segundos. Recupero la vista entre motas negras y luces. Se dirige al soporte que está en el centro, creo que acomodará la cámara, sin embargo, lo hace a un lado y da unos cuantos pasos para acercarse.
Revuelvo mi cabello y lo miro, expectante.
—¿Por qué me trajiste a este lugar? —pregunto mientras él mueve la cámara de un lado a otro frente a mí como si estuviera buscando el lugar correcto.
—Porque me gusta fotografiar criaturas hermosas y salvajes.
Mi comisura tiembla, justo en ese instante escucho el sonido que indica que ha tomado una foto.
Me muevo de vez en cuando y desabrocho los dos primeros botones de mi camisa blanca, los tirantes de mi bralette negro se vuelven traviesos en sus ojos cuando dejo al descubierto un hombro, algo se enciende en su mirada. Lo miro desde debajo de las pestañas y muerdo mi labio inferior. No se le escapa, lo captura.
—Baja un poco más la camisa —pide.
Lo hago casi de inmediato, deslizo hacia abajo la tela hasta que el encaje del bralette que me cubre el pecho se asoma. Se relame los labios y me mira por la pantalla de la cámara, yo le lanzo una sonrisita coqueta que lo hace gruñir.
—¿Lo estoy haciendo bien? —pregunto.
—Eres una muñeca.
Se agacha para dejar la cámara en el suelo y se aproxima. Willburn se detiene delante de mí. Abro la boca para hablar, pero él no me lo permite, pone su dedo índice encima de mis labios. Primero creo que es para silenciarme, cuando lo mueve de un lado a otro comprendo que está barriendo mi labial escarlata. Sus pupilas siguen el camino de su dedo, sus movimientos son como el péndulo de un reloj que amenaza con hipnotizarme.
—¿Qué haces?
—Así pensarán que te mordí los labios.
Su respiración se vuelve pesada y el aire caliente se estampa en mi cara. Mis labios entreabiertos se mueven por sus toques, los cuales se vuelven lentos y pausados. Miro hacia abajo, su yema está pintada de color rojo.
—Es un acto cobarde que hagas esto en lugar de besarme, podrás engañar al observador, pero siempre recordarás que tuviste que usar tu dedo para correr el labial.
—Lo siento, caperucita, si pongo mis labios sobre los tuyos no podré parar y quiero que valga la pena.
—¿Por qué?
—Para que no vuelvas a escapar.
Quiero mirarlo para averiguar qué está pasando por su cabeza, pero él no me enfrenta, está perdido en mi boca.
—Te conflictúa que me haya ido, ¿eh?
Deja de tocarme, su mano cae y su mirada sube a la mía. Está tan serio que vuelvo a pensar que está molesto, pero luego sonríe y me relaja. Su rostro está lleno de misterio, nunca sé qué esperar.
—Y a ti te divierte eso, ¿eh? Si lo que querías era que no dejara de pensar en ti, lo lograste.
No me divierte, al contrario, me preocupa. Él dijo que no quería nada serio, sin embargo, no le agradó que me fuera al día siguiente, eso es lo que hago siempre, hasta ahora a nadie le había molestado mi comportamiento. Eso me confunde, me hace sentir insegura acerca de esto, me dan ganas de encerrarme en un caparazón y no salir.
—¿Qué estás pensando? —pregunta.
Parpadeo para volver a concentrarme, se inclina hacia adelante colocando las palmas en mis muslos y se agacha para quedar a mi altura.
—En que mandas señales contradictorias, yo soy una chica fiel a sus ideales y no voy a caer en tu telaraña por más adorable y tierno que parezcas, si es que puedes lucir tierno y adorable con ese aspecto de lobo. —Bufo—. Lamentablemente no todas son así, ahora entiendo por qué Juliet está enamoradísima.
—Soy sincero y lo que quiero no ha cambiado, pelirroja, pero no soy un insensible, me gusta que las chicas con las que me acuesto estén cómodas y me agrada darles un beso después del sexo.
—Entonces sí te gusta que la chica te abrace después de dormir. —Alzo una ceja.
—Si se dan las cosas, claro que sí, no soy un cavernícola que folla y ya. Me gusta disfrutar y sé que, si hay un vínculo, disfrutas más. Eso no quiere decir que quiero una relación o algo parecido, ¿tal vez ser amigos? ¿Tener una conversación agradable sobre música como la que tuvimos en la camioneta? ¿El juego de esa noche? Eso me gusta, no voy a negarlo, y cada vez que hablas y sueltas un discurso apasionado o algún comentario coqueto, me calienta, muñeca, te mentiría si dijera lo contrario. Mientras hablabas en la camioneta y soltabas todo lo que está en mi mente, en lo único que pensaba era en llevarte al asiento trasero.
Su tono se vuelve bajo y ronco, Willburn lame su labio inferior, el cual se queda húmedo y brillante.
Habla demasiado, nunca había conocido a un chico que hablara así sobre lo que quiere, o que tuviera tan claro cuáles son sus deseos y no temiera expresarlo.
Estoy acostumbrada a ir a un bar, liarme con el primer chico que me agrade, irme a la cama y largarme. A veces los conozco porque son amigos de mis amigos, coincidimos en fiestas y lo hacemos en el baño o en un cuarto vacío. Esa es mi zona, yo siempre me voy, no me quedo a contar perdices ni a entablar una conversación porque no me interesa, ya obtuve lo que quise.
—Tal vez pueda convencerte, mostrarte cómo se siente —susurra—. ¿Eso te gustaría?
La punta de su nariz acaricia el costado de mi cara, delinea el filo de mi pómulo hacia abajo, nuestras narices chocan y él deposita un besito tronado en mis labios, el sonido es suave, pero dentro de mí es una bomba explotando.
—¿Convencerme?
¿Puede escuchar lo que estoy pensando? Mis pensamientos se derriten, tiene la capacidad de hacer eso y más, ni siquiera entiendo cómo lo hace. Su semblante es duro, y aunque creo que sus ojos me acarician con suavidad, hay un deseo que me destruye y me vuelve a construir.
Sus manos suben por mis piernas, llegan a mis caderas y vuelve a besarme de la misma forma, me deja con ganas de más.
—Sí, para que te dejes abrazar la próxima vez.
—No estoy acostumbrada a lidiar con hombres que quieran abrazarme si la meta no es tener sexo.
—Muñeca, eso deberíamos remediarlo, tu cuerpo es perfecto para los abrazos.
Vuelve a besarme, solo que cae en mis dientes porque se me escapa una sonrisa. A pesar de que temo perder el equilibrio, rodeo su cuello con mis brazos.
—¿Cómo es eso?
—Hay cuerpos que fueron creados para ser abrazados, los tuyos tienen las superficies necesarias con las medidas correctas que hacen que los brazos encajen como rompecabezas. La gente frente a ti se convierte en agua, quiere llenarte por todas partes, es imposible resistirse.
—¿Esta es una estrategia o una línea estudiada que sacaste de algún banco de frases de Google?
—Ponte de pie para que pueda demostrártelo.
—¿Mi cuerpo, que fue creado para abrazarse, no puede ser abrazado si estoy sentada? —pregunto, socarrona.
Me mira con diversión antes de echarse hacia atrás, creo que se limitará a darme un abrazo o, en el peor de los casos, olvidarlo, aunque eso me decepcionaría, quiero que compruebe su teoría. Lo que hace es picar mi abdomen.
—¡¿Qué te pasa?! —grito.
Intento esquivar su ataque, ahora usa sus dos manos y los diez dedos para picotearme. Los movimientos violentos desestabilizan el banquito. Me voy hacia atrás y suelto un sonoro «mierda» que se pierde en sus carcajadas. No me caigo porque él me captura con facilidad, no me sorprende, lo tenía planeado desde el principio.
Nuestras piernas quedan muy juntas, para mi desgracia, y sus brazos me envuelven, siento que se resbalan por mi cuerpo, se toma su tiempo deslizando las manos para tocarme. Y, de pronto, imagino que él es agua, que se cuela por todas partes, se siente como si lo estuviera haciendo, llena todos los rincones. Me invade y, por un momento, me dejo llevar y me convenzo de que tiene razón, de que me van los abrazos a la perfección.
—Si hace unas semanas alguien me hubiera contado que el chico malo me picotearía el estómago para poder abrazarme, no me lo habría creído.
—Muñeca, no soy un chico malo, soy un chico que quiere hacer cosas malas contigo.
* * *
La canción está en multimedia :D
Esta semana me demoré por los exámenes :c pero ya todo vuelve a la normalidad
Amo a Willburn, ¿soy la única?
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