Capítulo 08 (pt1)
Demetria y Henry siguen peleados, y eso crea un ambiente tenso en los niños. Como los dos comparten el poder —si debemos llamarlo de alguna manera—, están confundidos, pues no saben a quién dirigirse. Sallie se ve mortificada, los gemelos se quedan sentados en silencio, y ellos nunca están callados. El grupo está dividido en tres: el lado de Henry, el lado de Demetria y el lado de Caitlin.
La última vez que vine, Demetria me contó que le había hablado a Henry sobre sus sentimientos, él la rechazó y le pidió a Caitlin que fuera su novia.
Las cosas cambiaron en unos pocos días, no sé qué ha pasado, pero no es necesario que me cuenten para saber que hubo discusiones. Ahora hay tres divisiones: Caitlin y Victoria —las que eran amigas de Demetria—, están sentadas en el centro; Demetria, Sallie y el resto de las chicas se encuentran en un extremo; Henry, los gemelos y todos los chicos están en el polo opuesto.
Estamos en una habitación porque las cuidadoras están aplicando unas pruebas a modo de juegos, nosotros observamos y ayudamos a mantenerlos quietos.
Los niños salen conforme van terminando, alcanzo a ver que Demetria se pone de pie, le sigue Henry, como si hubiera estado esperándola. Ella no se da cuenta, pero yo pude notarlo. Con una seña le pido a Tim que me cubra, él asiente con una sonrisa. Doy un brinco y me apresuro a seguirlos.
—¡Demetria y Henry! —suelto en voz alta.
Varias cabezas voltean, ellos se detienen de golpe. Demetria se gira y me enfoca con la confusión en el rostro, la cual incrementa cuando ve que Henry está muy cerca de ella. Henry, por otro lado, me mira con la ceja alzada, al ver su expresión cualquiera pensaría que está molesto.
—¿Qué pasa, Mérida? —pregunta ella cuando se recompone.
Esquiva a Henry y se aproxima, agita su larga cabellera miel y la pone sobre uno de sus hombros, las puntas casi le llegan a la cadera.
—Necesito hablar con ustedes —digo.
Henry se tarda en acercarse, pero termina haciéndolo con lentitud, alargando el encuentro lo más posible.
—¿Qué está sucediendo? —pregunto cruzándome de brazos.
—Nada.
—Nada.
Él sonríe cuando contestan al mismo tiempo, Demetria hace una mueca y lo ignora.
No me van a decir nada que no quieran, así que decido llegar de una manera distinta, de la única que podría funcionar.
—¿Quieren a los chicos? —Los dos fruncen el ceño, así que aclaro—: A sus amigos, los gemelos, Sallie y a los demás. Los quieren, ¿o me equivoco?
Mi pregunta logra llamar su atención, la postura de Henry cambia, Demetria se tensa y ambos asienten, sincronizados. Es muy gracioso, están más conectados de lo que creen.
—No parece, allá adentro vi que todos estaban tensos y nerviosos, pues no sabían qué hacer porque sus guías y líderes, esos que tanto quieren y en los que se apoyan, los que son como sus hermanos mayores, están tan peleados que dividen el grupo. —Demetria aprieta los labios y los convierte en una línea dura y recta, los ojos de Henry se estancan en ella—. Y lo que es peor, ¿dónde está la amistad de ustedes dos? Siempre se han cuidado las espaldas, uno no abandona a sus amigos solo porque hay una piedra que nos hace tropezar. ¿De verdad lo que pasó es más grande que el cariño que se tienen?
Demetria agacha la cabeza y retuerce las manos, se les queda mirando como si fueran muy interesantes.
—Ya le pedí disculpas, pero sigue ignorándome—dice Henry, para mi sorpresa.
Le doy un vistazo, él señala a Demetria con los ojos bien abiertos. Ahora entiendo, me muerdo la lengua para no reír, obviamente no hay otra razón para hablarme de sus problemas, él quiere que interceda.
—Cállate. —Gruñe.
—Sé que cuesta muchísimo, Demy, y te entiendo porque a mí también me cuesta hablar sobre mis sentimientos. —Su cabeza sube y sus ojitos llorosos me observan—. Pero si yo tuviera un amigo como el que tú tienes, haría un esfuerzo.
El silencio nos cubre, habla justo cuando creo que no dirá nada.
—Me siento traicionada —dice ella.
Él se echa hacia atrás como si lo hubiera golpeado.
—Jamás te traicionaría, solo intento protegerte.
Demetria aprieta los dientes y gira la cabeza tan rápido que me hace recordar al exorcista.
—Yo no necesito que me protejas, yo puedo protegerme sola. Y me traicionaste, lo hiciste, me mentiste y sabes que odio las mentiras.
Me quedo enmudecida porque se están mirando, están hablando, y empiezo a sentir que soy una intrusa. También me quedo quieta, no quiero interrumpir y arruinar el momento.
Henry le agarra las manos y yo me quiero morir por la ternura, son muy adorables.
—Y tú sabes que te protegeré siempre, no puedo evitarlo, no me pidas que sea de otra manera cuando tú y los chicos son lo único que tengo y amo.
Quiero suspirar como chica enamorada, creo que Demetria está igual. Henry nunca muestra sus emociones, es reservado, callado y serio, pero con Demetria es distinto, se trasforma, creo que solo le muestra esa parte de él a ella.
—Eres un idiota —murmura y lo hace sonreír.
Henry la agarra de los hombros y la abraza, ella corresponde el gesto hundiendo la cara en su pecho. No puedo evitar la sonrisa, son muy afortunados por tener una amistad tan real. Hay una cuidadora en la esquina que se queda igual de sorprendida que yo, el chico es duro, pero por un instante baja la guardia y nos muestra que no es de acero, solo cuida muy bien lo que hay adentro. Ella es fuerte y dominante, pero por un momento permite que él entre.
Antes de llegar al cementerio, hago una parada en una panadería muy pequeñita que está en el centro. Compro panecillos dulces, algunos rellenos de mermelada y cubiertos de azúcar, solo porque sé que son sus favoritos.
Hank me recibe con un abrazo, su barba luce igual a la de hace años, y sus canas inundan el poco cabello que le queda.
—Pelirroja, creí que no vendrías —dice y deposita un beso en mi mejilla.
—Sabes que no faltaría.
Una vez al mes vengo a visitarlo, es mi amigo y jamás podría olvidarme de él, probablemente es el único amigo real que tengo, pues él me vio en los peores momentos. Es la persona que me dio la mano sin esperar nada a cambio, en la primera que pude confiar. Hank fue un respiro después de toda la mierda que tuve que vivir. Y lo quiero mucho, a pesar de que estuve poco tiempo en este lugar, pues mis padres me descubrieron y adoptaron, lo quiero porque nuestra amistad fue desinteresada, porque le dio un hogar a una niña asustada.
Cada vez está más viejo, cuando lo visito me da miedo que un día venga a este lugar y ya no lo encuentre, pero sé que él es sano y tiene la fuerza de mil rinocerontes.
—¿Quieres entrar? —pregunta.
—Por supuesto.
Señala la pequeña casita en la que vive, está muy cerca de la entrada y solo hay dos cuartos, en uno está la cama y la cocina, en el otro hay una bañito.
Agarra dos banquitos y me ofrece uno, no hay sillas ni una mesa, tampoco un sillón, pero estar aquí me calienta un poco el corazón. Él empieza a hablar, tal y como cada vez que nos vemos, me cuenta anécdotas que me hacen carcajear. Hay pocas veces que me permito bajar la guardia, así como Henry, no permito que cualquiera entre porque temo que vayan a romper lo que hay dentro de mí, con Hank sé que no corro peligro.
Me detengo afuera y toco el claxon para que salga Ushio, debería bajarme y saludar a sus padres, pero no quiero alargar el momento, sé que si voy a saludarlos me obligaran a quedarme, y ese no es mi plan para esta noche. Su casa es de dos pisos, en la parte de adelante hay un jardín en el que habitan pequeñas florecillas de color rojo, también hay un árbol del que cuelgan adornos que me hacen recordar al barrio chino.
Ese pensamiento trae a mi memoria la primera vez que vine, el interior es bastante pulcro y una pintura de la Sakura, ese hermoso árbol con follaje rosa, decora la pared. Los padres de Ushio llegaron a Hartford antes de que ella naciera por el trabajo de su padre, y se han encargado de inculcarle a su hija la cultura que corre por su sangre.
Ushio sale y se acerca trotando, su cabello está amarrado en una coleta alta, en esta ocasión trae un vestido que le llega a las rodillas, es blanco y tiene florecillas azules. Tal vez no es lo que llevaría a un bar, pero es muy lindo.
—No me digas nada, era de mi madre. —Señala el vestido una vez que entra al auto y se deja caer en el asiento del copiloto—. Le dije a mi madre que iría a una cena con tus padres, me obligó a usar su vestido.
—Creo que es bonito —le digo.
Arranco justo cuando pone el cinturón de seguridad a su alrededor.
—¿Por qué no nos dijiste que te estás viendo con Willburn? —pregunta.
Avril no quiso venir, le dije a dónde iríamos y no tuve que explicarle, supo de inmediato que ahí estaría Willburn. Me llamó «lunática» antes de colgarme, así que lo tomé como un «no iré contigo a ninguna parte».
—No lo estoy viendo, apenas vamos al bar.
—Muy graciosa, ya sabes que lo que hablo. —Hace una pausa—. ¿No te da miedo?
Alzo una ceja en su dirección, como si no entendiera lo que está preguntando.
—Willburn —aclara—. A mí me daría terror que un sujeto como él estuviera cerca de mí.
—¿Un sujeto caliente y duro como él? —pregunto.
Me muerdo el labio inferior para retener la sonrisa cuando ella suelta una exclamación ahogada.
—¡Te lo quieres comer! —Se carcajea cuando no lo niego. Hace una pausa que le sirve para calmar su euforia, luego suspira—. ¿Sabes? Me gustaría ser un poco como tú.
Mi ceño se frunce, ella no tiene idea de la mierda que hay en mi interior, si lo supiera no diría esas sandeces.
—¿A qué te refieres?
—Si fuera como tú no permitiría que mis padres gobernaran mi vida.
Le doy una mirada de reojo, la alegría de hace unos segundos se ha transformado en seriedad, se queda quieta mirando por la ventana.
—Todo me da miedo, me aterra decepcionarlos y que dejen de quererme, me aterra no ser suficiente, me aterra que las personas vean quién es Ushio y salgan corriendo... Nunca basta, mis padres no me ven, Elle, creía que él me veía y tampoco fui suficiente.
Trago saliva con fuerza, no sé cuándo se formó el nudo en mi garganta, pero comienza a doler. Ha recitado mis peores temores y ni siquiera lo sabe. Parpadeo con rapidez para alejar la tristeza de mis ojos, no voy a ponerme sentimental, esto no se trata de mí, se trata de Ushio.
—No debes de ser suficiente, debes ser tú. Y debes escuchar la única opinión que importa, la tuya.
Debería escuchar mis palabras, ojalá fuera sencillo.
—¿Tú qué harías?
No tengo idea, no sé qué hacer, solo sé evadir, pero esa respuesta me convertiría en una mala amiga. Somos parecidas, quizá más de lo que creí, y como temo perderla le digo lo que necesita escuchar, aunque yo no pueda seguirlo.
—¿Qué haría Ushio? La verdadera, la que quiere salir... Si algo te da miedo y sales corriendo, provocarás que ese miedo se apodere de ti. Escapar es la salida más fácil, tienes que luchar contra él, no dejes que te persiga, persíguelo.
—¿Y eso no sería un suicidio?
—No lo veo de esa forma —digo y me encojo de hombros—. ¿Corres peligro? Claro que sí, pero es valiente abrazar tus miedos y acabar con ellos, no permitir que se adueñen de ti.
No contesta, permanecemos en un cómodo silencio hasta que llegamos al bar.
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