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Capítulo 1

Lo difícil había sido entrar sin que se dieran cuenta, pero ya que estaba dentro de aquel oscuro lugar, sería más fácil encontrar a su objetivo.

Viejos recuerdos la inundaron mientras vagaba por los fríos pasillos del "palacio". Recuerdos de risas durante días idílicos pasados junto a su hermano gemelo y Caspiel mientras disfrutaban en los jardines de su hogar. Todo perfecto... todo maravilloso... justo como debía ser.

Lágrimas resbalaron por su piel humana y sus piernas amenazaron con perder toda su fuerza. Ya estaba acostumbrada a sentir el agobiante dolor de la pérdida cada vez que adoptaba su cuerpo humano. Su forma original― la espiritual― también lo sentía, pero era incapaz de expresarlo pues, en ese estado, ella era energía pura.

Sabía que lo que estaba haciendo era una locura, un error, pero no podía sentarse de brazos cruzados mientras su propio gemelo― nacido y creado del mismo rayo de luz que ella― continuaba causándole tanto sufrimiento a sus hermanos mortales, al Gran Padre y a ella misma.

Perdóneme, Señor de los Cielos, pero no puedo continuar viendo cómo sufren miles bajo las manos de él mientras usted espera una profecía que terminará por destruir a muchos. Aunque pierda mis alas, debo hacer esto.

Esperar al Día del Juicio Final para librar una batalla contra su hermano era ilógico cuando todo lo que debían hacer era cortar la cabeza de la serpiente. Literalmente. Así todo acabaría y podrían volver a vivir en paz. Todos menos ella... ella nunca volvería a ser aquella inocente criatura de antes. No cuando había presenciado cómo lo más puro del universo podía tornarse en la maldad más oscura.

Un retorcido monstruo alado se asomó por el pasillo en el que la celestial se encontraba, olfateó el aire y― justo en el momento que pensó sería descubierta― la bestia continuó su camino con evidente desinterés. Escondida en las sombras del corredor, la chica respiró con alivio y continuó su camino.

Incluso sin nunca haber estado en el Infierno, sus pasos se dirigían seguros hacia un punto en específico de la macabra mansión. Podía sentir el alma oscura y torcida de su gemelo, esperándola no muy lejos de donde ella se hallaba. Sujetó la empuñadura de su espada angelical para darse valor y más lágrimas resbalaron por su rostro al recordar que fue su propio hermano quien le regaló aquella arma cuando recibió el título de "Guerrera de la Luz". Un título que sólo se les otorgaba a los arcángeles.

Cuando llegó frente a la puerta que ocultaba a su hermano, vívidas imágenes de ella encadenada, sus alas siendo arrancadas y su carne devorada mientras Lucifer sonreía en una esquina, inundaron su mente como un torrente sangriento. Involuntariamente dio dos pasos hacia atrás, temblando de pies a cabeza ante lo que su Eyarim acababa de mostrarle. Retrocedió dos veces más y chocó con el cuerpo descuartizado de un guerrero celestial, con toda su armadura, montado a modo de adorno sobre la pared. El peto que cubría el torso de aquel rompecabezas, que una vez fue uno de sus hermanos, se tambaleó y cayó. Por suerte, sus reflejos le permitieron atrapar la pieza a tiempo o las consecuencias no hubieran sido bonitas... Los demonios no eran conocidos por su amabilidad para con los ángeles, mucho menos cuando dicho ángel era la hermana de su rey que se había infiltrado en el infierno para matarlo.

Miró de nuevo a aquel camarada exhibido en pedazos sobre la pared como si fuera un trofeo y sintió asco de compartir parentesco con el ser perverso que disfrutaba de ver todos los días esa carnicería. Otra lágrima descendió por su mejilla, pero fue limpiada rápidamente con el dorso de su brazo.

Luzbel, deja de llorar como una niña humana y abre esa puerta. Tu destino, el que tú solita escogiste para tí, te espera.

Puso su mano en el pomo, miró por última vez al cadáver del ángel mientras susurraba una plegaria por su espíritu, y giró su muñeca.

Oscuridad la recibió. La habitación estaba sin una sola luz, justo como si nadie se hallara dentro; sin embargo, ella aún podía percibir a su hermano en el lugar. Lentamente desenvainó su espada, teniendo cuidado de no emitir sonido al hacerlo, y utilizó su Eyarim para buscar en la habitación las señales eléctricas que toda criatura producía. Una ojeada inicial la dejó con nada hasta que miró sobre su hombro. Justo detrás de ella, y demasiado cerca para no percibirlo antes, varias descargas eléctricas formaban una figura.

Enormes llamas ardieron de repente en una chimenea frente a ella que imitaba la feroz boca de un dragón, mientras fuertes brazos la inmovilizaron de inmediato al permitirse cometer el error de distraerse con el fuego. Su espada cayó al suelo produciendo un quejido metálico que hizo eco en la recámara.

―¡Mira la rata que atrapé! ―exclamó el caído, sus labios pegados al oído de la guerrera―. ¿De veras pensaste que NADIE había detectado tu presencia, hermanita? ―Disfrutó inmensamente al sentir cómo su gannet ishar se tensó al darse cuenta que todo había sido una trampa―. Yo te sentí desde el momento que obligaste a Uriel abrir las puertas de mi prisión para realizar tu descabellado plan.

Lucifer tomó la espada celestial del suelo sin una sola reacción, incluso cuando su mano despedía humo por el contacto, y se plantó de frente a su gemela. Sus ojos se suavizaron fugazmente antes que su máscara de frialdad volviera a su lugar.

―Sigues siendo la misma de siempre, Luzbel. Tan predecible...

Los ojos de la guerrera celestial se agrandaron, sorpresa inundó todo su semblante. ¡No podía ser! No podía creer lo que estaba viendo. Su hermano aún se veía... se veía como antes de su caída.

Seguía teniendo el mismo cabello liso hasta la cintura tan blanco como las nubes del cielo, sus ojos no habían perdido el intenso color dorado que los caracterizaba ni su piel había dejado de tener el hermoso tono perlado que identificaba a los servidores del Señor. La única diferencia: sus alas se había vuelto negras, negras como la noche, y todas sus puntas, que solían ser doradas, eran ahora de un profundo rojo sangre.

¡Ella esperaba encontrarse con un engendro mitad monstruo, mitad cabra de cuernos largos y alas terroríficas, no con el hermano que recordaba de su juventud! ¡No era justo! ¿Cómo lo mataría ahora si desde el momento que lo vio, su espíritu se retorció de dolor y toda fuerza de voluntad abandonó su cuerpo?

Derrotada y vencida, sin ni siquiera haber luchado, se derrumbó al suelo empuñando la tela que cubría el área de su corazón en un desesperado intento por calmar su agonía. Jamás se detuvo a pensar qué pasaría si encontraba a Lucifer justo como ella lo recordaba...

Y éstas eran las consecuencias.

―¿Por qué me sueltas? ―La voz de ella sonaba tan rota como su espíritu.

―¿Me extrañabas tanto que viniste al Infierno sólo para que te diera un abrazo? ―dijo él con una media sonrisa mientras se inclinaba frente a su hermanita para tenerla cara a cara.
La ironía en las palabras de aquel a quien una vez llamó hermano, fue suficiente para arrancarle su corazón y dárselo de comer a los perros. Sus ojos muertos se clavaron en el suelo, pero no por mucho pues su gemelo la obligó a mirarlo de nuevo.

―Como veo que estás sufriendo tanto por nuestra separación, voy a hacer algo que te alegrará tus días: te convertiré en una de los míos, así nunca estarás lejos de tu amado hermano ―Sus largos dedos acariciaron el perlado rostro de su gannet ishar―. ¿No crees que es un acto bondadoso de mi parte?

La sonrisa que esbozó le helaría la sangre a cualquiera, pero Luzbel ya no era capaz de sentir nada. Los dolorosos recuerdos se habían encargado de eso.

―No pensé que te verías como en mis recuerdos ―Posó una mano en la mejilla de su gemelo sólo para sentirse en contacto con él de nuevo―. Me había imaginado un monstruo cruel y despiadado que me sería fácil matar, pero... ―Cerró los ojos para darse valor y al abrirlos, sólo dejó que su corazón fuera el que hablara―. Debo pedirte esto o si no me volveré loca: vuelve a casa, Lucifer. Por favor.

―No ―Sus pupilas cambiaron a blancas con estrías doradas, las cuales resplandecieron con malicia un segundo antes que las facciones de la ángel se distorsionaran con evidente dolor―. Jamás volveré a ese lugar. No mientras ellos sigan siendo los favoritos.

Luzbel se agarró el vientre y un líquido tibio empapó sus manos de inmediato.

―Había olvidado lo bella que es la sangre de Sus sirvientes ―Lucifer se apartó, mostrándole la espada cubierta de un espeso líquido plateado―. Y su sabor... ―Pasó un dedo por el filo cubierto de sangre y lo llevó a su boca, relamiendo sus labios con gusto―. La tuya tiene sufrimiento impregnándola, haciéndola incluso más deliciosa.

La visión de Luzbel se nubló cuando intentó levantarse, provocándole un mareo y lanzándola al suelo. Trató de detener el sangrado con sus manos, pero era imposible, no sin poder regenerarse... Y sus poderes de sanación no servirían con ese tipo de herida pues no era su cuerpo físico el que había sufrido un daño irreparable. Una herida con una espada angelical creaba una rasgadura en el cuerpo espiritual que nunca se curaba; por esa misma razón muchos guerreros celestiales habían muerto cuando Lucifer se rebeló. ¡Él había utilizado la única debilidad de los ángeles en su contra: sus propias armas!

Su cuerpo comenzó a tornarse pesado; sus miembros, sus párpados, inclusive se le estaba dificultando la respiración. Intentó hablar, pero no pudo. Le dio una última mirada al caído, quien sonreía recostado de la pared mientras la observaba morir lentamente. ¿Por qué me hiciste esto si yo aún te amaba, hermano?

Sangre cubría sus garras y goteaba lentamente al suelo haciendo un pequeño charco mientras él miraba por la ventana. A veces se preguntaba si era una criatura tan despiadada como para que sus mujeres terminaran odiándolo tanto. Ninguna lo aceptaba como era y, por consecuencia, acaban muy mal.

La voz de su rey informándole que lo quería inmediatamente en el palacio, interrumpió sus pensamientos oscuros. Odiaba que lo llamara con telepatía como si fuera un perro que no se merecía la cortesía de una visita, pero eso era lo que tenías cuando le jurabas lealtad al Príncipe de las tinieblas.

Lamiendo limpias sus garras, pasó por encima del cadáver de su cuarta consorte... ¿O era la quinta? ¡Ah, ya no importaba! Sólo tuvo cuidado de no pisar el charco de sangre que continuaba creciendo, tomó la fina corona de plata que descansaba sobre una pequeña mesa, y transformó su cuerpo en una colonia de murciélagos que salieron volando lejos de su castillo.

Al llegar, se encontró con un viejo demonio con cara de pez que lo esperaba en la recepción del palacio. Si no se equivocaba, era uno de lo místicos de Lucifer. ¿Qué está tramando ahora esa mente maquiavélica tuya, Lu?

―Su alteza lo está esperando en el área de juegos ―La voz rasposa de su acompañante lo volvió a la realidad.

―¿Sabes qué es lo que pasa? ―Odiaba entrar a un campo de batalla sin TODOS los detalles primero. No es que esperara ser enviado a otra batalla tan pronto, pero prefería tener la ventaja estratégica. Después de todo, prevenir era mejor que lamentar.

―El Amo de las tinieblas tiene un ángel en las celdas, mi señor ―respondió el pez mientras se alejaba lentamente.

Sería un milagro si ese demonio llegaba para la cena al "área de juegos" y él no era precisamente de los que tenían mucha paciencia. ¡Mucho menos deseaba caminar siete pisos hasta las catacumbas!

―Te espero abajo, viejo ―Lanzó un guiño al místico y transformó su cuerpo en una espesa niebla que se filtró entre las rocas del suelo, atravesando todos los pisos en cuestión de minutos.

Carcajadas llenaron sus oídos al llegar a su destino y transformarse de vuelta a su forma natural, si se le podía llamar así a su apariencia actual dado su pasado.

―¡Siempre tomando el camino fácil! Creí que eras Avaricia no Pereza ―Lucifer sonrió burlón―. ¿Su sangre ya cubre tus manos?

―No se te escapa ni una ―murmuró el recién llegado y clavó la vista en el suelo con los puños rígidos a sus lados mientras los recuerdos de lo acontecido en su hogar, hacía unos minutos, hervían su sangre―. Ella no debió entregarle su pequeño bastardo al amante. El niño era de mi propiedad ―Un suspiro proveniente de su izquierda lo hizo mirar a su viejo amigo y temible monarca―. ¡Oh, por favor! ¡No me vayas a decir ahora que sientes pena por la maldita!

―No ―El rey suspiró cansado y sonrió mostrando sus colmillos―. Es sólo que ahora debo encontrarte otra consorte pues no puedo aceptar que mis gobernadores vivan sin compañía femenina ―Hizo una pausa meditabundo y luego sus labios se curvaron en una retorcida sonrisa―. Y tengo la candidata perfecta...

―Basta de plática insignificante, Lu ―Sus palabras hacia el temible rey podrían parecer insolentes, pero el pasado que compartían le otorgaba ciertos privilegios―. ¿Para qué me llamaste?

―Mira en la celda a tu izquierda.

Lo que vio allí le heló la poca sangre que corría por sus venas. Un ángel con larga cabellera blanca amarrada en una alta cola de caballo, su túnica desgarrada en varios lugares, y majestuosas alas como nieve que se arrastraban hasta el suelo, colgaba de gruesas cadenas con espinas que salían de la pared. El rostro, el cual le quedaba parcialmente oculto a su vista por colgar hacia adelante, parecía tener las mismas facciones de su monarca, sólo que más delicadas y suaves.

La imagen de él sobre la falda de esa celestial― rodeados por cientos de flores con distintos colores y formas― golpeó su mente sin previo aviso, haciendo que viejos sentimientos resurgieran con mayor fuerza que antes.

―Es... es...

―Es mi hermana, Gaap ―Lucifer miró de reojo a su camarada y obtuvo justo la reacción que esperaba―. Veo que aún la recuerdas con cariño.

―¿Qué harás con ella? ―preguntó el gobernador sin quitar los ojos de la chica.

―La transformaré en una Nocte Vespertilio ―dijo el rey de los demonios mientras miraba fijamente a su gemela―. Será un castigo para ella por pensar siquiera en matarme; y un regalo para tí por destruir aquellos malditos demonios incas y aumentar mi poder, trayéndome todas las almas de su inframundo. Puedes hacer lo que quieras con ella, pero preferiría que la desposaras.

―¿Quieres que tome como consorte a tu hermana? ―Aunque la idea era un sueño hecho realidad, no debía aceptarlo, y aún así tampoco deseaba negarse―. Sabes perfectamente cómo han terminado TODAS mis mujeres.

―Tú siempre codiciaste a Luzbel, ese fue el motivo de tu caída ―Los ojos de Lucifer se tornaron blancos estriados de oro―. Por tu bienestar será mejor que ella no comparta el destino de sus predecesoras ―Se giró sin más hacia los fornidos guardias que custodiaban la celda y su rostro recuperó su habitual máscara de frialdad―. Arránquenle las alas, la quiero despierta para su renacimiento. Además, ya no necesitará esas que tiene.

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N/A: Arriba en la multimedia encontrarán las fotos de Lucifer y Luzbel. ;)

☆ Eyarim= ojo mental o tercer ojo (enoquiano)
☆ Gannet Ishar= estrellita o lucerito (lengua demoniaca)

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