Maldición En Bulgaria
Podíamos ver como el sol se estaba ocultando por el horizonte, una escena panorámica muy hermosa a decir verdad.
Estaba yendo de acampada con mis amigos de la universidad, ya nos habíamos graduado así que quedaríamos festejarlo casi a lo grande.
Eramos cinco, Bradley, Philip, Kaylee, Yolanda y yo, Steve. Todos íbamos en la camioneta de mi tío que nos había prestado, mientras sonaba My Songs Know What You Did In The Dark, de Fall Out Boy, el tema favorito de Bradley. Ambas chicas la cantaban, pero el que se lucía haciéndolo era el anterior mencionado.
—Steve, ¿dónde quedaba la cabaña de tu tío?— preguntó Bradley, bajando el tema.
—Cerca del bosque, junto al lago— respondí, citando lo que dijo mi tío, Walter.
—Ya... muy específico— bufó.
—Creo que es por ese camino de tierra— dijo Yolanda, apuntando a un camino.
Bradley frenó un poco de golpe y doblando un poco brusco, pues casi lo pasamos.
—Bien hecho, casi nos matas— dijo Philip, sarcástico.
—No es mi culpa que las calles de Bulgaria sean muy...
—Escusas— rodó los ojos Kaylee.
Estábamos de vacaciones en Bulgaria, por habernos recibido de veterinaria. Mi tío fue amable y nos prestó su cabaña.
—Como sea, debería ser por aquí...
—¡Detente!— gritó Yolanda, haciendo que frene de golpe.
—¿¡Qué!?
—¿¡Eso es un venado muerto y semidevorado!?
—Pero que...
—¡Dios, que asco!— se quejó Kaylee.
—S-sigamos. Hay lobos por la zona, podría haber sido eso...
—No sé mucho de lobos, pero no hacen eso.
—Ya lo sé Philip, pero será mejor seguir.
Asintieron y seguimos el camino.
...
Al llegar, entramos y dejamos nuestras maletas. Iban a ser solo dos semanas. Cuando esos catorce días pasen, Walter iba a venir para tomar la llave de la cabaña.
—Podríamos hacer una fiesta en el lago— sonrió Bradley.
—Sinceramente, yo solo quiero descansar.
—Vamos Steve, será divertido— suplicó Yolanda.
—L-lo siento, pero estoy cansado— dije, cerrando la puerta de mi habitación, que iba a compartir con Philip y Bradley, mientras que Yolanda y Kaylee la de al frente.
Me acomodé para descansar, las dieciséis horas de viaje en avión y luego otras seis horas en coche desde el aeropuerto hasta aquí fueron muy agotadoras. Estaba extremadamente cansado.
...
De pronto, unos gritos me despertaron.
Salí disparado de la cama hasta la entrada de la cabaña, que por cierto, ya era de noche.
Allí estaba Kaylee, asqueadisima y vomitando, y delante de la casa había, tal y como el venado de hace unas horas, un lobo.
—¿¡Ahora ves que eso no fue un lobo!?
—Joder... le avisaré a mi tío, tal vez sepa algo.
Volví a entrar y tomé el teléfono fijo y lo llamé.
—¿Hola?
—Hola tío, soy yo, Steve. Tenemos un... problemilla. Hay animales muertos casi devorados.
Hubo silencio en la línea por un rato y de pronto exclamó.
—¡Joder, luna llena! ¡No salgan, quédense en la cabaña, iré ya mismo a por ustedes!
Y colgó.
—¿Pero qué...? Supongo que hay que hacerle caso.
Fui hacia mis amigos y les comenté.
—Diablos, se acabó la fiesta— se quejó Bradley.
...
—¿Y qué haremos?
—Phil, eso es obvio. Nos quedaremos aquí.
—Oh vamos, seguro es una broma de tu tío.
—Mi tío nunca sonó tan asustado y arrepentido... eso... me dio un poco de miedo. Saben que es muy bromista, y sus bromas son malísimas, no se las cree nadie... pero esto es diferente. Se notaba que iba en serio. Por favor, quédense.
—Bien, pero debo ir a buscar mi móvil. Me lo olvidé allí.
—Bien, pero rápido.
Él asintió y se fue.
—Fue muy raro eso del lobo y el venado, ¿no creen?
—Seh. Lo mas raro fue lo que dijo Walter: "¡Joder, luna llena!"... eso fue muy raro...
Pero un grito me interrumpió, Philip.
—¿¡Ese fue Philip!?
—Tranquila, Yolanda, iré a mirar— dije, tomando el rifle de la pared y un par de balas, que eran plateadas extrañamente.
...
Caminé por la orilla del lago, siguiendo la luz de la fogata. Al llegar unos pocos minutos, me encontré con una escena atrozmente sangrienta y desgarradora: Philip semidevorado.
No pude evitar vomitar al ver eso, era asquerosamente horrible.
—¿Pero qué te pasó Phil?
De pronto, toció sangre.
—¿¡Estás vivo!? ¿¡Qué pasó!?
—Era... era grande... horrible... peludo... parecía... parecía un lo...— pero dejó de hablar, de respirar, había muerto.
—¿Qué mier...?
—Sobrino, te dije que te quedaras en... oh mierda, llegué tarde.
—¿¡Qué diablos pasó!?
—En la cabaña les contaré todo. Lo siento, sobrino.
...
—¿¡Philip qué!?— gritó Kaylee.
—Lo siento...
—Chicos, escuchen con atención.
Todos lo miramos a mi tío.
—Hace mucho tiempo, cuando aún estaba la Unión Soviética... ellos hicieron cosas terribles. Y por ello, les cayó una maldición: hombres lobo.
—¿Hobres lobo?
—Sí... Todos los países que fueron parte de la Unión Soviética, tales como Bulgaria, Rusia, Polonia y Azerbaiyán, aún siguen con la maldición, pagando lo que la URSS les hizo antaño.
—No me lo puedo creer... ¿¡Por qué no nos contaste!?
—Solo lo saben el gobierno y los que viven en cabañas de los bosques. No podía contarles, fue un acuerdo con el gobierno. Lo siento.
—¿Y por qué nos cuentas entonces?
—¿Confiarían en mi si no les hubiera contado?— hubo silencio —. Eso pensé. Vamos, los llevaré a Sofía y allí se tomaran el primer avión a Estados Unidos, ¿entendido?
Asentimos.
—Bien, vamos.
Salimos de la cabaña, con mi tío adelante, apuntando a todos lados con el rifle.
—Si escuchan ruidos, solo corranse asi puedo disparar.
—¿Por qué no vamos en el coche?
—Destruyeron la camioneta... iremos en mi otra camioneta, con la que vine.
Seguimos caminando por un largo tiempo, hasta que de pronto, como cuatro hombres lobo comenzaron a perseguirnos. Comenzamos a correr, mientras Walter intentaba dispararles, logrando derribar a uno.
—¡No paren de correr!
Seguimos corriendo por un tiempo, hasta que mi tío logró derribar a los otros dos, quedando uno solo.
Esa cosa nos alcanzó y cuando estuvo apunto de agarrarme, Walter se puso delante.
—¡No lo toques!— dijo, antes que el hombre lobo se le tiró encima, mordiéndolo.
Tomé el arma, que se le había caído y le disparé tres veces, matándolo.
—¡Tío!— grité.
—St-Steve... lamento no haberles advertido antes... supongo que me merezco esto. Por mi culpa Philip murió...
—Tío, por favor no.
—Tranquilo, no moriré, lo mataste a tiempo... pero me contagió. No quiero ser una de esas cosas, no quiero matar a inocentes... por favor, disparame.
—Tío, no.
—Hazlo, por favor.
Cerré los ojos, llenos de lágrimas, y lo apunté.
—Dile a Leslie que la amé siempre y que lamento no haber sido el mejor marido... por haber huido a Bulgaria apenas tuve oportunidad. Por favor... díselo.
—Ella... está embarazada... de ti. Dentro de poco dará a luz.
—Leslie... me hubiera gustado estar ahí.
—Aún puedes. Por favor, vámonos.
—No... Estados Unidos está limpia de esta maldición. No la infestaré. Dispárame.
—Tío— dije, con la voz quebrada.
—Por favor— suplicó.
Asentí, volví a apuntar y disparé, acabando con su dolor.
—Volvamos— supliqué esta vez yo.
...
Cuando llegamos al aeropuerto de Sofía ya estaba amaneciendo.
Compramos cuatro pasajes y volvimos a casa.
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