Epílogo
Cuando volvimos a California, no sabíamos como reaccionar ante todo lo que pasó. Simplemente seguimos con nuestras vidas, recordando a Philip y a Walter.
Obviamente le cumplí el deseo a mi tío y fui al hospital, pues justo el día que volvimos dio a luz.
—Hola Steve, ¿no estabas en Bulgaria?
—Sí tía, pero... hubo un problema y tuvimos que volver...
—La maldición, ¿no?
—¿Sabes de ella?
—¿Sabes que nací allí, no?
—No, no lo sabía— dije —. Como sea, vine para hablarte de Walter...
—¿Ahora qué quiere?
—Él... murió. Lo mordieron protegiéndome... me dijo que te diga algo. Lamenta no haber sido el mejor esposo y te amó siempre, y también lamenta no poder estar aquí, al dar a luz...
—Dios... no me lo puedo creer— dijo, largando un par de lágrimas.
—Lo sé... aun no me creo lo que pasó.
—No puede ser como pude odiarlo por tanto tiempo... bueno, me alegro que estés bien— sonrió.
Sonreí y la abracé.
FIN DEL EPÍLOGO
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