Capítulo 3
En el ápice de su terror, Raúl caminaba junto a la entidad por un boscoso lugar, enfrentándose al internamiento de la oscuridad del mismo. Él se dio la vuelta por un segundo y notó la tenue vista que la niebla podía dejarle ver de la ciudad, que en el centro albergaba a la universidad donde sucedió el horror.
En ese mínimo instante también pudo ver casi perceptibles patrullas y ambulancias, que arribaban al lugar nocturno. Al parecer estaban caminando en la soledad de una montaña frente a la ciudad letárgica. Cuando ya se encontraban en la punta mas alta los rayos de sol incidieron de manera perpendicular sobre el aterrorizado rostro del protagonista.
Por un momento quedo cegado, pero una sombra se apareció sobre su rostro, algo repentino. Al parecer la entidad cubrió el sol con su brazo, para que este no quedara iluminado por él. Y al mismo instante apuntó hacia lo que parecía un sendero mas abajo de la montaña boscosa, donde residía aun inmerso en las tinieblas.
Siguieron bajando ante el imponente silencio, en esta parte de la montaña de lo que presumía ser un valle se perdía cualquier rastro de la edificaciones de la humanidad. El sendero se empezaba a componer por viejos restos de arboles, que a lo lejos de ser reconfortantes daban una vista tétrica de su destino, la cueva.
Ahí estaba oscura e imponente, la oscuridad la penetraba hasta sus fauces y el entorno muerto dejaba ver una especie de resultado de su pertenencia allí. Fue entonces cuando una lluvia amarilla se alzo sobre el cielo.
Raúl alzo la vista, y la entidad al ver que no avanzaba levanto la vista también. Aquella lluvia que iluminaba el cielo no eran mas que meteoros, él los miraba con asombro por los colores que tenuemente se tornaban, que se componían de colores de todo el espectro de luz visible e invisible. Pero unas risas vinieron de los cielos, no parecían humanos por lo grave de las voces, provenía de la lluvia de colores.
La entidad apresuró el paso de Raúl con sus poderes, como si se tratase de un perro y su amo. Se internaron en la cueva al fin, escabulléndose de la incesante caída de meteoros desde el cielo. Cuanto mas profanaban el interior de la caverna, se iban perdiendo mas las risas del exterior. Hubo un punto en donde Raúl tanteaba las paredes en busca de algo solido de entre su cegada vista, y aclamaba a la entidad algo de luz.
Para su sorpresa una luz se notaba cada vez mas al final de los pasillos del laberinto oscuro. Dando unos pasos mas, Raúl no necesito tocar las paredes para saber su dirección, era resultado de tal intensidad en el punto mas profundo de la caverna. Una luz que lo llamaba en lo mas alejado de la entrada.
La entidad parecía además de guiarlo, tenia la confianza en la dirección que tomaban, pero eso no quitaba el hecho de tener un rostro destrozado, que hacia un intento por expresar miedo.
Una puerta delimitó el camino que conducía a la caverna, terminando los pasos del par, una puerta que tras ella ocultaba una energía extraña y antigua.
Estaba bañada en oro, con ciertas figuras de motivo carmesí, que acompañaban la división de las hojas grandes de metros de alto. Donde de los bordes bien definidos en contraste de la caverna, sobresalía luz que fluctuaba entre el amarillo brillante y el rojo intenso.
—¿Que hay detrás de esa puerta?—dijo expectante, mientras la entidad se acercaba a las hojas de oro tan grandes como él.
El demonio al tocar la puerta inmediatamente le transmitía una especie de energía, una que tornaba el ambiente pesado y oscuro, manifestándose en un calor y asfixia repentina. Raúl veía tenuemente como en la puerta una silueta de la mano de la entidad se agrandaba, y con ello el marco de la inmensa puerta parecía emitir una especie de liquido, este era por el color el oro ante la energía que emanaba la criatura.
Era evidente que lo que fuese que estuviese haciendo la entidad estaba funcionando. La puerta no parecía perder su forma, pero algo en su interior como un leve crujir, dejaba a expensas como cedía.
La luz que penetraba por la puerta se volvió cada vez mas fuerte, para Raúl esto le molestaba, intentaba a lo mucho evitarlo. La entidad finalmente abrió la puerta, y para Raúl fue lo ultimo que vería.
El grito de dolor, la luz penetraba en su sien de tal forma de darle un intenso dolor, era indescriptible como de los ojos se extendía a la frente como una jaqueca y de está a la cabeza entera, allanando cada fibra de su cerebro, produciéndole un sufrimiento sin igual. Sentía como si se frotara vidrio en sus ojos, como le diseccionaba lentamente el cerebro, y como si su frente estuviera siendo hervida.
Gritaba de dolor, la entidad estaba al tanto de esto pero no se atrevía a voltear por mas extraño que fuese. Raúl estaba cayendo en un espiral a la locura. La luz se hizo tan intensa que perdió sus sentidos sobre el mundo físico, abandonando la comprensión de su entorno y entregándose a la inconsciencia.
—Hola Raúl—decia un hombre moreno, de vestimenta formal y calvo, de estatura promedio.
Parecía sentado en un extremo de una mesa, mientras que Raúl en el otro. Él parecía confundido pero se miraba así mismo y a su entorno enteramente blanco, asustado, en busca de respuestas.
—No te asustes, —decía el hombre— estamos en tu cabeza, pero aun así esto no es tu imaginación.
—¿Quien es usted?—parecía relajarse un poco al estar sentado.
—Mi nombre es Teriaxum, ahora quiero que me escuches bien, y que tengas una mente abierta al respecto—Raul titubeó pero finalmente dijo que sí.
—Como has visto, vengo del espacio desde un cometa, no es la primera vez que estoy aquí, pero lo importante es que te necesitamos para algo grande que sucederá en el futuro cercano, yo soy el tercero de tres hermanos, nos complementamos pero últimamente hemos tenido nuestras diferencias—Teriaxum se detuvo por el simple hecho de que unas personas llegaban a la mesa.
A simple vista eran meseros, por no solo la vestimenta de saco, sino lo que traían como platos de comida. Cuando pusieron dos de cada lado de la mesa, los abrieron dejando ver su contenido. En los platos de Teriaxum había en el primero un salmón al vapor, y en el segundo el postre, una torta prolija de chocolate. En los platos de Raúl para su sorpresa, no habían nada, estaban extrañamente vacíos, a lo que la entidad respondió:
—Tal parece que no has pedido nada—soltó una carcajada mientras se llevaba un bocado de pescado a la boca.
—Pero no entiendo es mi mente, ¿no?—Raúl miro de reojo a uno de los meseros que seguía allí parado mirando hacia el suelo.
Tal vez el sombrero que tenia tapaba una porción de su semblante que no lo dejaba divisar bien, pero Raúl tenia esa extraña obsesión por lo que se le cruzaba por la mente, una sensación de lo que veía era familiar, algo sanguíneo quizás.
Algo además de peculiar, se contrastaba con su entorno, de por si de ser extraño, se notaba la apariencia inquietante de los meseros y del hombre del otro lado de la mesa larga.
—Hola cariño—al fin se desenmascaro asimismo, era una mujer que fue importante en la vida de Raúl, que lo miraba con cierta alegría y unos ojos cristalinos, por lo cual este entro en un vivido recuerdo.
De entre sus memorias pudo recuperar aquellas escasas donde estaba esa mujer, uno de esos primeros instantes era en otra ciudad diferente, en donde Raúl había vivido primero, una donde esa mujer seguía con vida.
—¿Madre?—sus ojos estaban clavados en lo que la mujer misteriosa subía la cabeza, admirando ese rostro que había perdido años atrás.
Sus ojos cristalinos, la miraban a ella, con una sonrisa compasiva, que hacia en un escaso intento de disculpa.
—Lo siento hijo, de verdad lo sentimos mucho por no estar contigo—el otro mesero era esa figura paterna que tuvo poco tiempo en su vida al igual que ella, de donde Raúl había sacado el rostro.
—¿Por...que?, —decia Raúl titubeando— ¿que....hacen aquí?.
—Los encontré vagando por el cosmos, —ahora hablaba esa figura misteriosa levantándose del otro extremo de la mesa— tienen suerte de que los saqué de allí, les di la oportunidad de volver a la tierra, allá afuera no es un buen lugar para las personas, tienden a perder fácilmente la cabeza.
—Pero, —decía la figura paterna— no estamos libres, tenemos que servir a la entidad de las almas para la eternidad—Raúl bajo la mirada, y junto a la mesa salia del suelo una cadena dorada, que contenía a la pierna de su figura materna, como un símbolo de esclavitud.
—¡¿Pero que?!, ¿quien eres tu para tener cautivo a las personas?—con su vociferar, Raúl tenia la intención de tomar la voz autoritaria frente a Teriaxum.
—Creeme, era eso o vivir en el eterno y caótico cosmos, tal vez me servirán por siglos pero se están ganando la forma de volver a la tierra, por volver a verte.
—¡Dejalos en paz, ellos no hicieron nada malo para merecer el purgatorio!—ahora parecía que había tocado un punto sensible, esto se veía reflejado en los rostros temerosos de sus padres, pero en Teriaxum esto le dibujo una sonrisa en su rostro.
—Raúl, ¿acaso crees que existe el cielo?.
—Si, —decía con miedo mirando el rostro de aquel hombre— claro que si lo hay, es el lugar donde mis padres deberían estar descansando y no bajo tus pies.
—Joven, —hablaba el hombre, rodeando la mesa en dirección a Raúl, con una mirada desquiciada y sádica, mostrando su verdadera personalidad— cuando mueras no vengas a mi en suplica para dar cobijo a tu alma, no existe el cielo, no existe el infierno, lo único que hay es la materia y la energía, nada mas, si existen los ángeles y los demonios como yo...pero cuando dejes tu parte física y te vuelvas enteramente conciencia, te darás cuenta de que lo único que hay mas allá es el sufrimiento como purgatorio.
Raúl tenia terror en sus ojos, con aquel rostro inquietante que dibujaba la entidad en su semblante, pero algo mas le llamaba la atención, de como ante ese demonio, sus ojos parecía reflejar por un instante una llama de fuego, dando a entender su verdadero ser. Y continuo el hombre:
—La única forma de volver a la tierra después de morir, es suplicandome para volverte una parte de mi, tus padres, —decía apuntando con rabia hacia ellos— ¡ellos hicieron sacrificios para que yo pudiera darles la oportunidad, para que ellos pudieran verte otra vez, tal vez me alimentan con sus almas al igual que otros millones, pero lo hicieron por tí!.
Raúl ahora entendía la verdad, tras aquella reacción de sus padres, ellos mostraban miedo sin igual, un miedo que dejaba ver su mas entera necesidad de que la entidad prosiguiera con un trato ya establecido.
—Estamos haciendo esto, —decía la madre, acercandose a su preciado hijo, con una voz suave y cautivadora— no porque no tengamos mas opción, lo hacemos para poder volverte a ver, cariño—Raúl parecía apunto de romper en llanto, pero sus padres parecían no expresar en esa ocasión emoción alguna, que no fuera mas allá del miedo o de la tristeza, ellos no podía llorar, porque habían perdido esa parte de ellos muchos años atrás.
—¡Oh dios mio! —decía Raúl secándose sus lagrimas— ¿entonces que hago aquí?—pero la persona que respondería esa pregunta seria aquel que tendría el inimaginable poder para hacer de esa visión real.
—Para que te los puedas llevar contigo —parecía ahora mas calmado, y de su esmoquin, extrajo un espejo pequeño de bolsillo— esto te permitirá verlos cuando los necesites, seguirán conmigo sirviendo, pero al menos tendrán la oportunidad de verte.
Raúl sin palabras solo le quedo aceptar aquel obsequio, y mirar atónito aquellas figuras sobrenaturales frente a él, dejando en duda sus creencias, y abriendo paso a una nueva forma de ver el mundo.
—Vuelve, a donde debes estar, faltara mucho para que nos podamos ver otra vez—al decir esta promesa miraba con atrevimiento y un odio en sus ojos a la entidad, queriendo decirle con los ojos que le permitiera a su hijo volverse uno con Teriaxum.
Volviéndose hacia su hijo, tocó su hombro, y de inmediato sintió como el dolor volvía a su ser, un dolor que penetraba sus ojos y su cerebro, haciendo que se retorciera en el penetrante sufrimiento.
El proceso por recobrar la vista además de espantoso, hizo que le cruzara por la mente la descabellada idea de morir. Era insoportable, pero ya al tener la capacidad de ver notó que estaba tumbado boca arriba en el suelo, cuando levanto el rostro, la puerta estaba abierta.
Teriaxum, la entidad que lo había conducido por la caverna estaba del otro lado del umbral, y parecía que estaba en el interior de un pasillo rojizo, donde también estaban cuatro figuras mas no muy bien definidas por la luz que del pasillo emergía.
—¡Entra ahora!, antes de que nosotros te arrastremos—la voz parecía venir de una de esas cuatro personas, por el frenesí del momento no la comprendió bien, viniendo de un puro ingles, pero lo había sorprendido era ese tono en cólera. Por lo que ciegamente Raúl hizo caso a su demanda.
Al pasar el enorme umbral, las figuras se hacia mas detalladas. Eran dos hombres y dos mujeres. El primer hombre sostenía un cigarrillo, el segundo tenia unos ojos intensamente morados. La tercera persona mujer, parecía tener un sombrero marrón, y la ultima persona tenia una camisa verde a lo que alcanzaba su vista.
—Hola mi nombre es Sindier....—decía uno de ellos estrechando la mano hacia Raúl, con un perfecto acento en ingles que él no pudo entender. Pero fue interrumpido por unas gotas rojas que caían sobre el apretón de manos, el hombre levanto la vista y vio que Raúl tenia un hilo de sangre en cada ojo, mientras que detrás de las grandes hojas de oro se cerraban, y se encogían tomando una forma similar a las demás puertas que tenia el pasillo.
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