Capítulo 19
—Nunca habíamos tenido esta sucesión de hechos antes —hablaba un hombre rozando ya la edad mayor a los cincuenta— , en ninguno de nuestros libros donde han aparecido distintas anomalías en el bucle posteriormente a la perfección del mismo, este es el primer instante de miles de intentos, donde Elisa tiene esa visión del final del mundo.
Este hombre no era otro mas que uno de los cabecillas mas importantes de todos los tiempos que han tenido esos exploradores de épocas, Ron Atmus. El tenía un cabello grisáceo, y previsto de un par de rayas blancas de cada costado de su cabellera. La majestuosidad de sus palabras, le proporcionaban al salón una cualidad eminente, más que en lo que era la mansión oscura.
En unas butacas detrás del podio donde el hombre hablaba, estaban tomando lugar Elisa, Mition y Sindier repleto por completo en gasa. Permanecían expectantes a la palabras y atentos a cualquier aclaración de hechos que requiriera el orador de alto prestigio.
La acústica del lugar no dejaba escapar ninguna silaba, llegando su voz a los cientos de oyentes en el anfiteatro. También, el color apagado del lugar hacia entender un agrio tinte que tenían ya los viajeros del tiempo, uno que siempre se repetía y tenia un significado que transcendía el tiempo.
En una combinación de palabras, Sindier encontró como ofensivo lo que decía el hombre, por lo que se alzó y dijo con vehemencia:
—¡No podemos hacerlo sin Raúl!, perdone supremo, pero sin causarle molestias, no veo como podamos derrotar no solo a uno sino a dos de ellos, nunca podimos con uno y tampoco lo podremos hacer.
El silencio consumió el lugar, pero el orador supo como responder a esa cruda opinión del legendario hombre que ahora sin su Maldad Oculta, vaga como un herido de guerra.
—Para eso hay otro plan, no se preocupe Coverfield, la guerra no requerirá del trio oscuro ya que usaremos una técnica diferente —dirigió sus palabras con fuerza hacia los cientos de espectadores, entre ellos entidades, portadores y exploradores de las épocas— ¡¿Según los testimonios de estos portadores de inmenso poder, quien venció realmente a Lucifer?!...¡es por supuesto que uno de nosotros, un viajero del tiempo!, y por el aparatoso antecedente de los demonios no veo que salida tengamos con ellos.
A los demonios no les parecía muy buena la conclusión que estaba a punto de resolver a partir de esa conjetura, por lo que Sindier se alzó antes de que todo el publico lo hiciera, exclamando:
—Esta decisión no debe ser tomada por ningún mando superior —todo el mundo sostuvo el aliento, mientras el cabecilla de los viajeros del tiempo se dio la vuelta envuelto en una sorpresa— , todos pelearemos por el mismo propósito, que nuestros pasados, buenos o malos, no desencadenen otra discusión por favor.
—Es correcto, pero como líder se leer al pueblo, y eso es lo que quiere la humanidad —miró hacia el publico que cómodo, conservaba sus facciones parcialmente descubiertas ante la iluminación— , desde hace siglos nosotros hemos sido inconmensurablemente mas cuidadosos que los demonios en todo sentido, ¡Este no es su momento Sindier, el destino ha sido cambiado y nosotros lo estamos cabalgando!
No conseguía Sindier, pensamiento alguno que lo salvara, después de lo que había sucedido, cualquiera en esa multitud incluyendo a Elisa, podía llevarle la contraria. A partir de ese punto sus palabras ya no tenían base ni coartada alguna, no eran justificables para nada.
—Pero hay un detalle —sorprendió a todos con tal escena de Elisa, tomando la voz en el escenario— , basta con decir que Raúl ha sido atrapado no solo por los hermanos, sino que según pude ver gracias a mi Maldad Oculta, el está aprisionado en la marea caótica.
El silencio, que comió los pocos murmuros que ya habían aparecido, era pesado y con una intensidad tal, que Sindier podía percibir sus latidos, mientras asimilaba las palabras de ella, unas que eran imposibles.
—Yo la vi con mis propios ojos —mascullo Mition, dando un empujón hacia adelante, levantándose para dar su voz en el escenario— , y Elisa también, estamos convencidas que aquello tan antiguo, tan especulado, tan malvado, existe, y esta en un plano donde la mente no llega, atravesando capas de la realidad que solo Raúl y Teriaxum pueden llegar.
Si la ya la previa ansiedad dominaba todo el lugar, ahora penetraba con violencia las conciencia de cada uno de los presentes. El primero en entrar en pánico fue aquel cabecilla, que con una vehemencia tal, objeto hacia ellos:
—No puede ser, tal vez se ustedes dominen un reino peor, pero eso no les da derecho a espiar cosas que ni existen—Sindier se enfureció.
—Con todo respeto —decía él— , no me parece en lo absoluto una mentira, yo conozco a mi esposa mejor que nadie, y me confió ciegamente de sus palabras, no tengo pruebas físicas para poner sobre la mesa, pero estoy seguro de una cosa...esa mujer, mi mujer, es capaz de un poder tal, que ni los vejestorios como usted pueden albergar.
El miedo había consumido a Ron, y por eso, en un ataque de rabia no podía responder la amenaza del hombre enteramente blanco que tenia en frente, era como si se percatara no solo de lo equivocado que estaba, sino de, darse cuenta de forma cómica, de la apariencia de Sindier que estaba envuelto de gasa.
Sujeto al colapso, profirió por expresar unas carcajadas que rayaban en la locura, y hacían que tanto Elisa, como Sindier y Mition, sin mencionar el público, se extrañaran.
—Lo lamento —dijo mientras se desvanecía esa risa lejos de ser a propósito— , no puedo tomarle enserio.
—¡Malditasea —alzó Sindier la voz— , tómese este asunto con la gravedad debida! ... Están por aparecer en cualquier momento, lo ideal sería tener el mismo plan para acabar con esta mísera pesadilla.
Elisa aprovechó el silencio que tendio su esposo, y con un aire de tensión a su alrededor sabia muy bien que algo se debía hacer.
—Miren hombres, la sociedad los necesita, no miren el pasado, lo que realmente importa es el futuro, ¡Con un demonio!, no ven que el enemigo los quiere separar, y lo más estúpido es que no hagan algo al respecto —se dirigió a su esposo—, por favor, ya no vale la pena, si ellos no nos quieren ayudar busquemos a tu Maldad Oculta y a Teriaxum, para rescatar a Raúl y vencer a Lucifer y a su hermano.
Lo que había dicho ella no sólo empeoró el ambiente en ese sitio, sino también, fragmento más lo que era ya esa relación de los Ocultos con los viajeros, que más de una ocasión en el pasado eran enemigos. En sí más aunque habían tenido alianzas y promesas en el pasado, difuminando el verdadero futuro que Elisa veía y los viajeros no, alzando ella no sólo el optimismo sino una esperanza que no parecía de los portadores de los Maldad Oculta.
Ron y Sindier se hicieron a un lado, ella tomó una iniciativa, sin juzgar ambos bandos, hablando no por lo mejor y lo correcto, sino como la sociedad encarnada en la revolución. Su dulce discurso alentaba a la memoria y la transformación de la misma, tragiversando el peligro en algo que se podía superar, haciendo incapie en que la moral alta no bastaba en este caso.
Ron impresionado, se inclino hacia Sindier y le comunicó con cierto interés e intriga una pregunta:
—¿Y cómo es posible que se haya casado con alguien como tu, siendo ella tan increíble?—sostuvo una sonrisa, y él lejos de odiarlo le respondió con simplicidad y astucia:
—Buscábamos el punto G, no la filosofía—Ron tendio otra vez una sonrisa cómica.
Ella pidió que el arcángel Zaahel hablara y este en un acto mecánico se levantó dando cara a su palabra, liberando de la opresiva ansiedad a los presentes con sus palabras bien medidas.
—Hombres, mujeres, demonios y ángeles, las diferencias nunca serán borradas u ocultadas, porque lo que nos vuelve únicos es lo que de esas criaturas sobre nosotros les tienen miedo, la individualidad...¡Pelearemos juntos, manteniendo nuestra valentía y eso que nos vuelve únicos como nuestra coraza, algunos aquí la desconfianza los ha comido, pero les aseguro que los ángeles han sido manipulados, pregúntenle a aquellos que la batalla pudieron atestiguar, que no dirán lo contrario!—ninguno hizo nada, pero al menos tenían en sus espíritus algo de esperanza.
2
Dos objetos, salían del globo terraquio buscando atravesar el cosmos en un frenesí intenso, yendo a la misma dirección, un destino infernal y gélido. Estaban siendo guiados por las ondas auricas y espirituales que de Raúl emanaban, como un manantial inacabable que fluía en todas direcciones del espacio. Como de la radiación del sol salían, o como de la energía de microondas de un agujero negro se tratase.
Estos enérgicos proyectiles, que viajaban a billones de kilómetros por segundos, comprendían la señal que servía de su guía para lo que era un agujero distante de la Vía lactea. Uno de los bólidos abrió un ojo en la cabeza, y el otro lo secundó, asimismo, el primero con una voz femenina dijo:
—No es posible que lo hayan doblegado, él resistirá hasta el final de los tiempos—el otro cometa movio su mirada hacia el primero y le habló :
—Puede que sea un portador, pero tampoco puede contra las locuras del cosmos, Teriaxum.
—Al menos yo si creo en él.
Mientras el misterioso y nocivo vacío del espacio se mostraba desplazándose hacia atrás gracias a las estrellas, los bólidos iban a una velocidad mayor al de la luz, quedandoles a días de llegar a su destino. No podían saber con certeza qué aberrocidades les hacía a Raúl, de las incontables e infinitas que esa marea demoníaca era capaz. Este incierto final para el portador, era las fuerzas suficientes para que ambos se apresuraron a llegar al agujero negro en el corazón de la galaxia misteriosa.
Pero eso sí, ellos tenían más que ese miedo incierto, también comprendían las horribles criaturas que se ocultaban en las sombras del cosmos, aquellas que letales en todo sentido, asechaban en todas partes esperando, para despedazar quien fuese que se atravesase en su camino, sea ángel sin suerte o un demonio perdido.
Era el odio absoluto que nacía de esa oscuridad que de las estrellas y su luz no llegaban, aquellos abismos en el espacio que el hombre jamás había llegado, al igual que cualquier ángel tampoco había sondeando con anterioridad. Estos demonios que iban al rescate, tenían pavor, sabían esos hechos y aunque los venciera ello, no daban marcha atrás, con tal de dar sus existencias para salvar al portador, si eso significaba la muerte.
Fue ahí, donde los sorprendió el algo lleno de odio, de una incomprensible rabia que azotaba la gravedad que en el espacio se usaba como sonido, una onda que perturba las de Raúl, como si en medio de su camino se encontrará, una inentendible capacidad energía colosal que corrompia esa energía potente que del portador emanaba.
Nuevamente se toparon con una criatura que se dejó ver. Era una enorme amalgama viva y recalcitrante que en forma de una nube, se lanzaba contra los dos bólidos en busca de despedazarlos. Era ácida esa presencia enorme bañando sus conciencias demoníacas con escenas melancólicas que sucedieron durante la guerra hace miles de años.
Teriaxum giró su curso para evitar un enorme brazo negro y radiante de calor que intentaba atajarla, lleno de odio, el proyectil que erá, cambió a una oscura y grisácea esfera. Pero para la mala suerte del otro proyectil, este había sido apresado por uno de esos brazos, y por consiguiente perdió su capa de energía. El bólido al ser atrapado mostró su otra forma, la de un hombre diminuto ante el tentáculo.
—¡Vaknar! —vociferó Teriaxum, mientras ejecutaba un intento de ayuda.
Se alejo de la amalgama, se concentró en su energía, y cerrando los ojos se alzó con los brazos abiertos. Aquella energía que emanó de su pecho fue tal, que una figura circular en estilo de pentagrama se propagó desde su pecho y se agrando hasta ser del tamaño de la criatura y atacarlo. Centellas salieron de cada punta del pentagrama y atestaron contra la oscuridad y forma aberrante que de la masa se valía para existir.
Todo aquello que pertenecía a la criatura se esparció y desintegró a merced del vacío del cosmos. Teriaxum regresó a su estado normal, y se dispuso a acercarse al decaído Vakanar. Y está entidad que de poder inmenso recaía, dijo con voz en trémula:
—Volvamos a nuestros asuntos—lo último que les quedó hacer fue salir despedidos como bólidos en fuego nuevamente, hacia el corazón de la galaxia.
3
En esos rincones oscuros, de aquellos que sólo las criaturas más sádicas sólo se nombran con terror apenas, eran las puertas de esos abismos que iban más allá de cualquier plano astral, de cualquier sitio en el universo, más oculto de los paraje insondables de la mente, era la prisión de Raúl. El lugar donde residía carecía de características claras, no era mero olvido cultural entre los demonios más antiguos, sino una posición indescriptible y difícil de mencionar. En el corazón de un agujero negro. Más adentro de lo que cualquier ley del universo podía explicar.
En el interior de este, Raúl parecía levitar, travezando a cada segundo finas capas de realidades simultáneamente, como si se una caída se tratase, inmerso en el sueño REM. En esa última frontera del gigante oscuro, la realidad ya no existía con calma, sino en un constante caos infinito en medio de una masa del tiempo que atravezaba el futuro, el pasado y el presente, sin un tiempo determinado ni un espacio fijos.
Algo acompañaba al dormido Raúl, una criatura que permanecía en apariencia cambiante ante los efectos de la marea espacial y de tiempo que sacudía al portador. Ese era una de los monstruos más antiguos y poderos que el aberrante cosmos podía concebir con malicia. La cuestión tal era que esta criatura lo vigilaba con su forma atroz.
Tenía una particular forma retorcida que denotaba una energía infinita. Era un aro que giraba sobre su propio eje, con arcos en fila que emergian del Ecuador, que los del centro de la figura caían y volvían a aparecer desde atrás del mismo, en un constante movimiento giratorio. Estos arcos giraban en dirección hacia afuera del aro, teniendo un color dorado. De los polos del aro salían de forma demoníaca una materia negra que giraba sobre su propio eje. A demás, otro aro giraba alrededor, moviendose en la dirección opuesta al aro del interior. Y si no fuera poco, una masa blanca lo rodeaba todo, concentrándose mas en los polos de donde provenia.
Una voz emergió de este armatoste cósmico, con una voz fría, de ultratumba, y lejana a ser reconfortante:
—Responsable eres, de que mi trono baje para cazarte, miedo no tengo, porque ustedes son creación mía, y he de poder deshacer mis frutos tan fácil como los he de construir.
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