Capítulo 16
Raúl y Teriaxum alzaron la vista hacia el cielo, cayendo en cuenta de un zumbido, aquel que el demonio conocía bien. Uno que solo había resonado en sus huesos cuando los tiempos de guerra se tendieron sobre el cosmos.
Aparecieron entonces objetos blancos en un inmenso enjambre. Se desplazaban desde el pico de una colina, acercándose con rapidez hacia ese claro donde el demonio y el portador seguían parados. El portador tenia miedo, tal vez estaba inmerso en una cruda verdad, que se mezclo con una respuesta de rabia y confusión al mismo tiempo, pero hubo en su cabeza espacio para un terror hacia lo desconocido. Por algo que se presentaba como un vibrar de sus huesos.
Los ángeles, en una parda voraz de deidades, fueron bañando el cielo, y los portadores, mas allá del claro donde Raúl se encontraba, donde habían quedado protegidos de la batalla, quedaron expectantes apreciando la invasión.
Ellos llevaban mas años en la materia, pero eso no cubría el simple echo de nacer en sus cabezas una idea, aquella que los comenzó a temblar desde los cimientos de su cordura.
—Son demasiados—replicó Mition.
Que con una mirada clavada en el sombrío cielo, se vio en pos de ir a pasos lentos hacia su portadora, quien a su vez dijo:
—¿Como pueden ser tantos?.
En el claro, aquel oscuro lugar donde habían estado innumerable cantidad de arboles, parecía el epicentro de una explosión cataclismica, que a los pocos árboles circundantes les hizo temblar en una marea y frenesí vibrante, y no era por los ángeles.
Raúl se concentró, con un ápice de odio y furia poderosa, que su entidad no solo se percató, sino que ante esto se fusionó con él, en una forma de hacer fluir la energía que pasaba por su portador. La concentración de luz blanca sobre el bosque pareció alumbrar con creces todo, mostrando que los limites carbonizados alcanzaban mas allá de lo que parecía en un principio.
Se comenzó así a llenar de aquellas llamas de furia y descontrolado caos azul. Sus pies se despegaron del negro suelo, y con esto su vuelo fue lento pero cargado de un flujo intenso de energía.
Todos las entidades fueron hacia donde la flama azul ascendía en dirección al cielo. Varios portadores les acompañaron, pero otros se quedaron. Estos recibieron miradas de compasión de parte de otros que se encaminaban a su deber. De entre esos que se mantuvieron ahí donde estaban, se encontraba Elisa, quien se quedo con su entidad, ya que un ángel no puede ceder a los poderes mentales, no en su totalidad.
—¡¿Pero Mition —exclamó Elisa— recuerdas lo que hice en el desierto?!, no es posible que me digas ahora que no pueden caer ante mis poderes, ¡tu lo has visto!—estaba colérica, y en su voz dramática lo daba a entender.
—Esos ya no son ángeles—apuntó al cielo con cierta vehemencia.
Elisa dejó de mirar a su entidad y se concentró sobre esa manta brillante que parecía caer lentamente. Y lo que descubrió fue algo de lo mas escabroso.
Ella, se llenó de una entera intriga en una amalgama de miedo, ante lo que sus ojos desmenuzaban la verdad, que esos alados ya no eran los mismos. Se llevo una mano a la boca a su vez que detalladamente veía a esas criaturas blancas con alas enormes, que ya no eran lo que pretendían ser.
En cada uno de los ángeles sus ojos parecían estar revestidos por una placa negra que hacia su función como gafas. Estas casi cubrían totalmente la cara, a excepción de una ranura alargada que atravesaba los ojos. Esta a su vez, no dejaba ver aquello que se ocultaba tras de sí, de entre esos cabellos dorados. Pero lo único que travesaba con éxito esa mascara sórdida, eran unos ojos muertos, que gracias a los poderes de Mition, Elisa podía ver desde tal distancia a tres kilómetros.
Lo que sacudió con un intenso afán, se trato de ese intenso zumbido, al presentar una transformación tan aberrante. Pasando de un continuó golpe a los huesos y tímpanos, a este aullido feroz que sobresalto a los demonios y portadores, tanto aquellos que seguían sobre la tierra, como aquellos volando en los cielos.
Había penetrado en sus conciencias allanando un mensaje de lo mas escabroso, que esas deidades etéreas ya no eran ángeles. Ese aullido de ultratumba, mezclado con un ruido que se desconocía su origen, similar a la sinfonía de violines imitando el llanto, daban esa sensación retumbante en sus cuerpos, o éter en el caso de los demonios.
Al los hombres y mujeres, y demonios. Se fueron acercando al frente de batalla contra esas criaturas de apariencia de ángeles, estos se despojaron de aquellas gafas y dieron por comenzado una una figura retorcida de ellos.
Tenían una figura piramidal, que nacía desde su cuero cabelludo dorado, fusionándose con una estrepitosa forma piramidal que apuntaba hacia los demonios y portadores, quienes se sobresoltaron pero no cedieron. Esas figuras piramidales recubiertas por una piel blanca, que al ir subiendo adquiría un tinte grisáceo y terminaba en la punta con un color verdusco pútrido, que despedía gotas de lo mas asqueroso.
Así comenzó el primer impacto, aquel que fue entre un demonio y un retorcido ángel. Tal vez sus puños se chocaron con tal fuerza, que una energía despedida en forma de relámpagos abarco cientos de metros, pero los demás demonios les entro en la mente una idea hórrida, de la cual se percataron muy tarde. Eso era, que si su forma no era igual, ¿no lo serian también sus poderes?
Fue entonces, que aquel brazo usado fue apoderado de entre los dedos del ángel, quien con una mirada aberrante ante su forma, no lo dejaba escapar, y es mas, intentaba hacer un truco asqueroso. Esto era, que sus dedos adquirieron una sustancia viscosa, volviéndose hilos grises de una consistencia casi líquida, que se aferraban al demonio.
Inmediatamente, los demás demonios apresuraron el paso, esperando a lo peor. Aquellos dedos viscosos comenzaron a quemar al demonio, y este respondió tomando una apariencia también retorcida. Los ojos de la entidad oscura se salieron de sus cuencas y adquirieron unos dientes en los bordes, que asimismo, mordieron con frenesí al ángel para escapar.
Sin anunciar, el demonio explotó, creando una marea de sangre lúgubre y un hedor fantasmal.
Los demonios y portadores, usaron sus poderes para contraatacar a los alados. Pero tuvieron la precaución aquella que no tuvo su hermano, la cual, era de mantener una distancia ante esas criaturas andrajosas.
Elisa dirigió la vista mas allá de la contienda sobre el cielo bajo, y se concentro en esa flama azul que daba vueltas de entre las nubes. Pero estas nubes no eran naturales, eran producto de cúmulos inmensos de ángeles corrompidos.
Esa flamante figura azulada, que daba testimonio del poder de los ángel al intentar atacarle, se erigía sobre aquellas nubes con un esplendor que ni su entidad había visto milenios atrás.
Espigas blancas que se arremolinaban para atraparle, se dispersaban como lo hace el trigo al viento, cuando el contacto con la flama se hacia venidero. Tal vez lucían de formas hórridas, pero eran conscientes de su enemigo. O eran controlados por alguien superior?
Ese rugido demoniaco, junto con el silbido del viento, se llegaba a mezclar con el choque de la electricidad y el fuego al quemar el aire. Esto siendo, resultado de las ráfagas que enhorabuena nacían de los demonios y recaían sobre los ángeles oscuros.
Elisa fue rápidamente adueñada por escalofríos y golpes fuertes a su corazón, que la encaminaron a la adrenalina como respuesta al miedo. Lo que sentía no era producto de lo que veía, sino de lo que provenía en forma de vibraciones negativas desde los cielos, y también de lo que su cabeza era bombardeada a cada momento.
Esos sonidos guturales que emergían de esos ángeles, no se podía comparar con aquellos fragmentos tenebrosos que Elisa sentía en su psiquis. Que la atormentaban, y a otros portadores mas. Empezó a sudar frío, sus pupilas se contrajeron, y sus piernas cayeron en los espasmos como síntomas de un terror absoluto. En su cabeza le llegaba un sonido, que siendo parte de todos los ángeles, conformaba en su cabeza uno único, de lo mas espantoso y que nunca se había presentado en el cosmos.
Ese sonido era capaz de gestar en su cabeza una idea alucinante y aterradora, que ni ella, ni los otros que eran capaz de sentirla, jamás abandonarían esa isla solitaria llamada conciencia. Por todas esas cosas a su alrededor, en un intento por detenerlas, Elisa cerró los ojos. Siendo esto peor.
Al abrirlos nuevamente, tenia una mirada desquiciada y un pulso alocado. Miró con demencia a un costado, y su entidad le miraba extrañada, sentenciando con los ojos su preocupación que tenia. Pero ella no podía responder, estaba inmersa en aquella fantasía desquiciada que no podía escapar de su psiquis. Mition hacia en lo posible por adentrarse en su portadora, pero a duras penas veía su rostro en un cólera repentino, y en unos ojos de los mas alertas.
—¿Que te ocurre?—preguntó casi tiritando Mition, a lo que en un lapso de pocos segundos similares a una eternidad, obtuvo respuesta:
—Lo he visto... —su voz tenia un tono desganado y profundo— ...aquel rostro tan hórrido que despierta placer—fue tal la tensión, que Elisa no lo pensó ni dos segundos y lanzó una carcajada.
Mition tenia la mirada fija en Elisa con un miedo irracional, que estaba justificado por la apariencia loca que tenia. Pero se vio en una oportunidad rápida, de mirar hacia el restos de portadores. Se sorprendió al ver que unos cuantos de entre la multitud padecían del mismo trastorno, siendo observados también por otros que no tenían la capacidad de controlar la mente, y unos que otros demonios.
Elisa se abalanzó contra su entidad en un acto de furia, y la entidad solo le quedo darle un toque leve en su cabeza para que esta se desplomara. Uso esta misma habilidad pero a distancia, para acabar con aquellos otros que habían caído en el mismo maleficio.
Mientras de entre las nubes, el ágil Raúl, consumado por el fuego azul que solo le rodeaba, atravesaba con cólera los cuerpos de los ángeles, matándolos en el acto, convirtiéndolos en despojos pútridos y grises que se desparramaban al suelo.
Ellos por su parte, con esas retorcidas facciones, se daban en la tarea de esquivarlo, atraparlo o contraatacar a los otros refugiados de la mansión oscura, quienes tenían bajas por igual.
Las criaturas aunque horribles eran de lo mas violentas, teniendo esta cualidad de los mismísimos demonios, quienes se asombraban ante tal mezcla exitosa.
—¿Pero esos no han de ser mestizos?—pregunto un demonio de entre la multitud, que lucia de descendencia africana.
—Tal parece —meditaba Mition al examinar a Elisa en el suelo— , que los mestizos son mas ángeles que demonios.
Fue allí que alzo su vista al firmamento plagado de estos, y contrastó su hipótesis descabellada con el hecho del daño que producían, no solo a sus hermanos, sino a los portadores. Resumiendo al fin:
—Y estos, son tan demoniacos que ni alcanzan a ser ángeles. La razón esta —hablaba hacia la multitud, mientras se levantaba junto al lecho de Elisa— que los mestizos siendo muy listos gracias a los ángeles, son corruptos y maliciosos por los demonios. A lo que, las criaturas con que nos enfrentamos parecen ser demonios descerebrados, brutos tal vez, pero con los poderes de los ángeles también.
Su vista se perdió nuevamente sobre la linea azul que se pintaba en el firmamento nocturno sobre los cúmulos blancos, apareciendo y desapareciendo, aquel portador poderoso que flameaba odio. Su sanguinaria venganza estaba mas que lejos de saciarse de esa forma.
Sus ojos sumidos en furia, se mantenían fijos en cada objetivo móvil, y dejaba de hacerlo cuando este era atravesado. Pero sus ojos cambiaron lentamente de un fuego de odio, a un mar de tranquilidad. No le era placentero, es mas, reflejaba en sus ventanas al alma que mas bien parecía haberse desvanecido.
Teriaxum se hizo visible cara a cara con su portador, y ella sostenía una mirada de miedo que se mezclaba con angustia. El fuego azul que rodeaba a Raúl se fue apagando, a la par de que examinaba de donde provenía ese vacío inmenso. Llego pues a bajar la mirada hacia su pecho, y observar con éxito un orificio en su pecho, tan grande para estar a tan solo dos centímetros de partirlo en dos.
Mition y los otros que seguían en tierra se sorprendieron ante lo que se cernía a lo lejos. Y como esta entidad era una de las mas emotivas, terminó por desparramar en sus blancas mejillas un par de lágrimas.
Los ángeles escalofriantes se lanzaron contra Raúl, al momento en que este dejo su posición estática. Dejándose caer, abrazando no solo la gravedad, sino también el frío de su cuerpo. Inmediatamente la entidad de este portador se vio en la tarea de socorrer su cuerpo, seguida de un cumulo de ángeles que formaban un embudo que apuntaba hacia su descenso, y que cada vez mas se acercaba al suelo.
En una de las regiones contiguas del cúmulo, los demonios continuaban enfrentándose a los ángeles. Pero estos se detuvieron con una sincronía especial, como si fuese un enjambre, para seguir a aquel portador que caía. Los demás demonios no tardaron mucho para visualizar, eso que con afán de polillas seguían a Raúl como si fuese la luz.
No habían transcurrido ni unos pocos segundos, cuando en el rostro decidido de Teriaxum la sangre le salpicaba, proveniente del cuerpo inerte. Y no solo era ella, sino esos ángeles que les salpicaba el liquido que aun seguía tibio, pero lo mas hórrido de todo era que lo saboreaban.
2
—Hoy, 28 de diciembre de 2099, es el día que todos esperábamos, como un recordatorio de miles de años, en donde seremos participes de la primera señal de los hermanos, que volverán del cosmos—era un hombre que vestía una túnica negra con un símbolo inquietante de un triangulo con una cruz en su interior, unas rayas en diagonal que se atravesaban y una espiral.
Era una voz muy grave, que entonaba con sincronía de el silbido del viento, que fue callado por los aplausos y vítores sin cesar.
—¡Pero también, nuestra sociedad debe dar de su parte, por lo que quemaremos a la sociedad paralela matando a sus líderes!.
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