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Capítulo 14

—¡Es un hecho hermanos, el gran Sindier Coverfield ha muerto!—era una voz ronca y dramática, que rompió en risas ante los vítores de su multitud.

—¡El gran y glorioso cazador de Ángeles, ya no sera un problema para nosotros! —mas vítores lo acompañaron.

          Esa multitud que en su frenético ambiente daban la sensación casi asfixiante de festejo, apoyando con sus puños al mestizo.

          Al césar sentenció con una sonrisa desquiciada:

—¡Y fue gracias a Lucifer!...¡Por lo que aun no debemos festejar, el enemigo esta afuera!. ¡La guerra no cesará hasta que matemos a los demonios y restauremos el arco que nos sirvió de escudo!. ¡Es inevitable, pero ante la ausencia de Gabriel y de Miguel, yo como mestizo guiare esta guerra junto con los ignorantes hombres!. ¡Se también que ellos siguen cegados por un camino que los llevara con los demonios, pero podemos cambiarlos!. ¡¡Escucheme bien todo alado que ha quedado atrapado en la oscuridad de nuestros gloriosos vestigios, haremos que esos engendros maltrechos del cosmos mueran por nuestras espadas!! —los vítores se alzaron ante el sepulcral silencio, y gritó enérgico:— ¡¡Volvamos a esos siglos gloriosos, no con melancolía esta vez!!, ¡¡¡sino para enterrar el pasado, con ellos los oscuros!!!.

          Alados, se amontonaban por toda una galería oscura e inmensa, donde tubos que servían a manera de escaleras, se alzaban hasta llegar al techo. Ellos con sus cuerpos tan diversos alzaban brazos, voces y hasta extremidades que no pertenecían a su apariencia humana, aclamando que la guerra empezaría, pero esta vez ellos ganarían.

          El ambiente, distaba de ser cálido, los vítores producidos a raíz de su alegría, era mas por un deber hueco que ellos tenían. Pero Zaahel, estaba recluido en el pensamiento de responsabilidad de su original líder, aquel que marco el final de la guerra, y que escapó como un cobarde.

          Él se encontraba sentado sobre el borde saliente de un enorme fresco de bronce de un ángel alzando los brazos al cielo. Sus alas estaban tan recluidas como su ideal, y estaba vestido de unos harapos antiguos que habian quedado como recuerdos dañados de su glorioso pasado, pero una voz a su costado lo sacó de lo mas recóndito de su pensamiento.

—Vamos a matar a los demonios, ya no tienes que pensar en tus errores, puedes redimirte con Ra—esta voz era de un matiz alegre, por las palabras que escuchaba de aquel mestizo en el podio, descifrando con éxito lo que Zaahel pensaba.

          Este ángel joven, de ojos azules y unas alas del mismo color que estaban ocultas en la misma túnica marrón con que había llegado ahí. Ese ángel era el que le llevo en primer lugar ese medallón de sol al mismísimo Ra, quien a su vez ya no sentía terror por los demonios, debido a las promesas del orador.

—Desde que cayó el arco —soltó un suspiro, mirando a la nada— , todo se fue a la mierda, mientras escapaba vi como soldados, mis hermanos, eran masacrados por un enemigo que ya daba señales desde hace años de ganar, quienes por cierto fueron capaces de espantar al único que de verdad era una buena apuesta, Gabriel. Además de que pensé que la muerte de Sindier me traería satisfacción...pero estaba errado.

          El joven se preguntaba, al igual que el resto, de cual seria el paradero de ese desertor, que había servido tan bien en la guerra, ese que los guió desde el comienzo de la existencia del cosmos.

—Pero ya no tiene sentido revivir el pasado, ahora nuestra única esperanza es aquel que ves sobre el escenario—replicó el joven.

—Gabriel ganó con nosotros infinidad de batallas, y llega este mestizo, que apenas lucho con nosotros unas cuantas, además eran insignificantes comparadas con demonios como Karma, ¿como crees que detendrá a toda la oscuridad del cosmos de la noche a la mañana sin siquiera Gabriel o Miguel?.

—Hazlo por Dios, el hubiera querido que se acabara todo esto—dijo el joven con una mirada fugaz.

—Dios esta muerto —el ángel lo miro frunciendo el entrecejo— , y murió porque era muy débil para existir...te haz preguntado ¿que siquiera existió en realidad?.

          El ángel mostró un rostro de indignación, pero Zaahel se levantó, abrió sus alas, se volvió hacia el joven y en el borde del relieve artístico dijo:

—Voy al burdel, ¿quieres acompañarme?.

—Deberías comerte tus palabras, blasfemia.

—Dime —soltó un suspiró— , ¿si alguien superior quisiese que estuviéramos en equilibrio con los demonios, y ya no podemos reproducirnos, no nos estarían diezmando?.

          Zaahel se lanzó al vacío cabeza abajo, y fue rozando el fresco de donde estaba, en la cabeza de la figura tallada, hasta llegar a las rodillas del ángel, fue allí que abrió las alas y planeó, sobrevolando la multitud que miraba expectante al orador que seguía hablando:

—¡Es momento de hacer pagar a los demonios, por Gabriel, por Miguel...por el mismo Dios!.

          Estas palabras retumbaron, ante las que el renegado Zaahel le había dicho al joven, esas que si tuviera la necesidad de dormir, no lo hubieran dejado. Debatía en su cabeza lo que el nuevo mártir ponía sobre la mesa, y esto era la solución para detener a los demonios, estando enfrente. Pero también estaba la idea radical y pesimista de su compañero, su hermano alado, quien cada vez que recordaba sus palabras le internaba mas y mas en un abismo de terror.

          Pero algo le heló la sangre, eso escapaba de la mas hórrida fantasía, donde anunciaba la guerra. Todos los ángeles que estaban entre vítores se quedaron petrificados, incluyendo al orador que sus palabras se desvanecieron entre el eco, y el sonido de un latido enorme.

          Fue suficiente escucharlo una sola vez para retorcerse de horror a lo que entendían, para lo que sus vidas estaban entrenados, con la finalidad de matar a esa deidad, Lucifer.

          Pero eso era mas bien un murmullo gutural, uno que estaba bañado en una demoniaca y lúgubre presencia. Eso que con solo la idea de calcular su inmensidad a partir del sonido, estaba lejos de las mas descabelladas exageraciones, a manera de surrealistas piezas del verdadero hecho.

          Sobre aquella galería, el castillo en las montañas era asediado por una tormenta, con truenos de lo mas escabrosos, que no seguían su naturaleza, de donde provenía ese murmuro gutural.

          Pero sin previo aviso, de entre las oscuras y grisáceas nubes, emergió una figura que en su descenso  traía vestigios de esa tormenta eléctrica, que manteniendo un curso fijo a su objetivo ignorando la gravedad. Por su apariencia ominosa distaba de ser un ángel, ¿y que mas podía ser?.

          Se estrelló contra una de las torres de la lúgubre y mohosa ciudadela, abriéndose paso por él y partiendo a la mitad sin desacelerar, internándose cada vez mas profundo en la ciudadela. Los ángeles escucharon el impacto, y percibían como este producía un extraño sonido al atravesar los pisos. Algunos de ellos se fueron de esa caverna inmensa con terror, mientras la mayoría miraba al techo donde se conectaban las escaleras en espiral, uniéndose con la ciudadela en la superficie.

          El techo de la caverna cedió ante el proyectil, que acabo su trayecto en el suelo, donde antes estaba una multitud de alados que se había apartado por la conmoción. Todos quedaron petrificados mirando lo que se levantaba de esa columna de escombros y humo.

          Una voz atravesó la bruma, en el tenue resplandor de una abominación colérica y macabra, que de otro mundo provenía, dando vuelcos en la cordura de los presentes. Los ángeles se estremecieron ante la demoniaca criatura, que nunca tuvieron frente a ellos. Esa figura tenia una vestimenta formal negra, pero al escudriñar sus extremidades estas tenia una forma carente de piel, exponiendo unas vísceras negras. El rostro era cadavérico por lo que su forma monótona no dejaba mucho de que asimilarlo con esto o aquello, pero esas cuencas negras aun conservaban unos ojos, que al no tener párpados tenian una mirada penetrante.

—Soy un enviado de Lucifer, vengo para firmar un trato con ustedes los ángeles, se preguntaran ¿porque un demonio hará un trato con los ángeles?, la verdad es que Lucifer no es un demonio pero se parece, y tampoco es un ángel aunque tenga también estos rasgos, él es una deidad que busca ganar esta guerra, contra los demonios—esa voz floja y hostil no permitía conjeturar una buena respuesta, por lo que sobre el podio Ra habló al fin:

—¿Y de que se trata esto?—preguntó tomando la forma de ave y su icónico circulo dorado sobre la cabeza.

—Deseo que den su rendición ante Lucifer, cediendo sus hordas restantes a su total poder, a cambio de que ganemos esta guerra—Ra dudo por unos segundos, pero al comparar aquellos rostros lúgubres y deprimidos de sus seguidores, con el poder colosal de Lucifer y de su hermano, solo le quedo hacer una sola cosa, dejando todo a la suerte.

—Esta bien, pueden tomar el total poder de nuestras hordas restantes, para que ambas partes ganemos.

2

          En ese páramo, donde las nubes se arremolinaban de forma aberrante como serpientes, Raúl estaba realmente calmo. Pero al recordar lo que le había sucedido a su padre, se le fue difícil volver a ese estado, sintiéndose triste y culposo de su captura.

          Al estar limpiando las lágrimas de su madre, él meditó:

—Madre —se le fue muy difícil decírselo, hasta su voz adquirió un tinte apagado y afectado— , estuve con él, pero lo atrapó una criatura...y se ha ido, no se donde esta...y tampoco si esta bien—ella inmersa en un silencio, sus piernas no respondieron y se desplomó como una pluma en el suelo, miró a su hijo con esa mirada de terror al igual que él a ella, y dejo escapar:

—Lo que importa...es que tu estas bien, cariño—su voz átona era acompañada por esa mirada anonadada.

          Su hijo se agachó a su altura y le explicó el incidente. Después de platicar lo sucedido a su madre, ella se levantó sin sentir ya miedo al igual que su hijo, debido al pacifico lugar. Ambos sabían que él se había sacrificado por su hijo, y de forma indirecta por ella, su esposa.

—No pude hacer nada por él, simplemente se lanzó al peligro para que yo pudiera seguir, pero quisiera que estuviera a nuestro lado—decia Raúl, temiéndose lo peor.

—Lo único que puedes hacer no es lamentarte, es seguir tu camino.

         La entidad que se había alejado un rato, volvió asustada, y se detuvo en seco, gritando:

—¡Raúl, es hora!—era la voz agitada de Teriaxum.

          Solo le quedo despedirse de su madre, frente a la entidad apresurada y preocupada, que no podía entender su espasmódico pavor. Raúl le dio un abrazo que despertaba en él sentimientos que había enterrado, o que sus demás personalidades lo habían hecho con éxito, el tacto de su piel.

          En ese momento los cabellos rojizos de Teriaxum estaban apagados, acompañado con su pálido rostro, ante un miedo insondable.

          Lentamente Raúl se apartó de ella y con una sonrisa compasiva, dijo:

—Volveré por tí, madre—su voz átona de preocupación solo le dejo a ella reconocer la hazaña que estaba apunto de hacer.

—No tienes que volver, recuerda que tienes ese espejo y puedes hablar con nosotros cuando lo necesites. Ten cuidado hijo, recuerda que nosotros te extrañamos, pero no queremos verte por aquí, no aun —miró por sobre su hombro y le soltó unas palabras de la forma mas amenazadora y cálida posible:— . Cuida bien de mi hijo, idiota—la entidad solo asintió con la cabeza, con una mirada de enfado, al ella subestimar a un demonio, casi una deidad.

          Pero en su interior, sentía que ella no estaba tan equivocada, es mas no mostraba ante ella el verdadero pavor que le resultaba hacer esa hazaña intrépida y necesaria de volver al mundo, donde el demonio sabia que Lucifer los esperaba.

          El sol inexistente, que bañaba aun así con cierta belleza el lugar, era el punto que hipnotizaba a Raúl, fue de manera tal que no presto atención a lo que su entidad le dijo, exclamando al detener el paso por sobre montañas serpenteantes.

—¡Raúl, ¿acaso escuchaste alguna palabra de lo que te dije?!—sus ojos alcanzaron un nivel colérico junto con sus pecas, siendo un escape de Raúl.

—Tenemos que ir hacia allá —decia la entidad ante su acompañante que parecía taciturno— , donde el cielo se une con la tierra.

          Teriaxum se aventuró junto con Raúl a los confines del páramo abrazado por colinas y montañas que se arremolinaban en un blanco puro y violáceo tinte en degradación. La mas simple idea de los limites de ese lugar se escapaba tan siguiera del pensamiento mas antinatural, junto con una amalgama de imaginación, quedando a un debate sin conclusión.

          Sus pensamientos se diluyeron en la mas pura tranquilidad, donde el cuerpo reposa y la mente duerme. Sus ojos cayeron en cuenta de la oscuridad, y fue allí que la transición comenzó, la ida hacia las tierras de lo conocido y el sufrimiento que recordaba como algo normal y cotidiano.

          Al estar ante una intriga terrenal, abrió los ojos con miedo. Pero lo que le apaciguó aquellos pensamientos fue su apariencia, que no era alusiva a ninguna que recordara. Raúl adquirió una forma de lo mas astral. Al verse las manos pudo notar que era enteramente transparentes y desde el centro de sus palmas unas raíces se separaban hasta llegar a los invisibles dedos. Pero estos hilos blancos al seguirlos con la vista, provenían desde su brazo, y al subir mas, veía que salían de su torso, desembocando en un núcleo blanco sobre su pecho. Era una imagen de lo mas sinérgica de su ser.

          Con lo que aquí no acabaría su viaje. Una pared carmesí se alzaba sobre el suelo blanco y amarillento, que atravesando un horizonte negro, dejaba a la imaginación lo que surgiría después.

          La pared venia hacia él con una velocidad bestial, mas allá de cualquier transporte que existiera en esa época. Lo que parecía un monolito de un ancho infinito se precipito sobre Raúl, y este padeció del mas hórrido espasmo al atravesarlo. Desapareció la pared, y su cuerpo tendió a un vago cambio de lo transparente a lo visceral, entorno a gritos casi animales de su tormento.

          El dolor lo consumía de manera tal, que no cayó en cuenta que otras paredes se lanzaron hacia él, en una sucesión. Una pared estaba bañada en azul, otra era violácea, y otra mas estaba pintada de un color grisáceo, haciendo que Raúl adquiriera nuevos matices de lo que alguna vez fue su cuerpo, ganando terreno en lo que conocía como su alma.

          De inmediato apareció en un claro. Estaba sorprendido de como su cuerpo ya no era algo etéreo, sino carne y hueso. Miraba sus manos con tal ilusión, que le era reconfortante. A su lado Teriaxum, con sus cabellos rojizos miraba toda la arboleda. Una alarma se encendió en la cabeza de Raúl, esa era en respuesta de una voz que le trajo recuerdos de su paraje en la mansión oscura.

—¡Raúl, Teriaxum, es bueno verles de nuevo!—corría Elisa con lágrimas en los ojos, y detrás de ella estaba la afligida Mition.

          A lo que ella rodeo con fuerza los brazos de Raúl, con lágrimas a borbotones. Él se sobresalto a esa inesperada bienvenida, pero no era por el cálido y extraño abrazo, sino de esa tristeza que trataba de enmascarar con una sonrisa.

—¿Que sucedió Elisa?—preguntó Raúl en ingles, del cual no había usado desde hace mucho.

          Ella se limpio el rostro, y con trémula dijo:

—Karma... Y Sindier...se han ido—su rostro cambio lentamente, de extrañeza a un matiz cercano al terror.

—¡¿Mition, que ocurrió?!—grito Teriaxum caminando a un costado de él.

          La entidad antes de responder, bajo su rostro en un gesto ajeno de los demonios, llorar. Teriaxum fruncio el ceño horrorizado ante esa acción de su hermana, que buscaba las palabras en un mar de pena:

—Han muerto...a manos de Lucifer—Raúl se perturbó, mientras que Teriaxum se sorprendió, de como el supuesto futuro era ya una ilusión descarada, cenizas del pasado.

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